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Capítulo 40

Estaba deseando por todos mis adentros que lo que tenía frente a mí fuera más que una simple mala alucinación, algún dispositivo que Schwoz había activado para que los chicos de Envygram olvidaran que Ray (Capitán Man) había destruido su muro, suena 100% a algo que él haría sin dudarlo, sin embargo, mi mente no era tan tonta como para engañarme de esa manera... aunque a veces si lo era, pero no siempre.

–¿Te quedarás viéndome así nada más?– preguntó con una sonrisa.

Esa sonrisa. Esa tonta sonrisa que me había costado olvidar mucho tiempo y que probablemente me costaría el doble ahora. Aunque no debería y no tendría por qué.

Me había quedado helada, no tenía ni la más mínima idea de qué decir pues me había tomado por sorpresa su llegada. No podía mover ni un solo músculo, era como si todo a mi alrededor hubiera desaparecido y ahora estaba enfocado en él. 

En Josh, Josh Matthews, la persona que no había visto en muchos muchos años, y que para ser sinceros, no creía volver a ver jamás en mi vida.

–Vamos, ____ ¿acaso olvidaste quién te enseñó a fingir estar enferma para no ir a la escuela?–.

Sacudí mi cabeza de un lado a otro, y pasé un poco de saliva nerviosa.

Relamí mis labios –no, claro que no–.

Josh río divertido –ven aquí–.

Y fue en ese momento, el momento en el que aquel chico abrió sus brazos para que fuera a darle un abrazo, fue en ese momento cuando lo abracé, que todos los miedos e inseguridad que tenía de hace tan solo unos segundos, hubieran desaparecido en el aire.

El abrazo con Josh me hizo sentir algo de comfort. Me abrazaba por la cintura mientras que yo lo abrazaba un poco más abajo del cuello, y no pude evitar soltar un suspiro.

Había sido como si sus brazos y su aromo me trajeran todos aquellos recuerdos de mi infancia que en algún momento aquí en Swellview había enterrado, no de una mala manera, si no como un nuevo comienzo que todos sabemos y estaba más que claro era una cosa más que para bien.

Su abrazo me había llenado de una ola de recuerdos, recuerdos buenos, recuerdos con mi familia, recuerdos en la playa, recuerdos en los parques de diversiones que tenían en California y más que nada, aquel momento especial e importante que siempre será para una niña de 12 años.

FLASHBACK
Verano, 2013

Las olas del mar se escuchaban retumbando con la costa, el aire que estas mismas producían llenaban mis pulmones de aire salado pero a la vez fresco, y el sonido de las gaviotas girando en el océano hacían de este día aún más extraño de lo que ya era. 

Aquella sensación que te hacía sentir dentro de una mala película adolescente, lo curioso era que estaba pasando y no se podía quitar la realidad. 

Me encontraba sentada en una de las bancas que daba al acantilado de la playa, Sunset Cliffs. No tan lejos de la casa de verano que teníamos mi familia y yo aquí, la que usábamos para festejar cumpleaños, 4 de Julio, Día del Trabajo, Día del Presidente, etc. 

Y el estar aquí hoy, lo ameritaba. Era mi cumpleaños número 12. 

Mis padres decidieron hacer una fiesta solo con la familia, pero eso era más que suficiente para hacer que ese lugar se llenara en tan solo segundos. Empezando por mis padres, mis cuatro hermanos, mis abuelos maternos que venían de Pasadena, mis otros abuelos que vivían en Swellview, y Josh, el mejor amigo de mi hermano mayor Ian, unos pocos años más grande que yo. 

Demasiada gente para solo una "reunión pequeña". 

En fin, había decidido salir para tomar un poco de aire debido a las tonterías que mis hermanos comenzaban a hacer dentro de la casa, al igual que en el patio, la alberca y la playa misma, no podría tolerarlo, y es que después de haberme realizado la tradicional travesura de cumpleaños, estaba segura que no podría soportar nada más. 

Así que ahí me encontraba, sentada en la banca a la que siempre iba, pues se encontraba justo en la orilla del risco, con el mar frente a mí, y el atardecer que la costa oeste siempre proporcionaba, siendo maravilloso. Por algo llamaban esta playa "Sunset Cliffs", los mejores atardeceres se veían aquí. 

–Te estás perdiendo la fiesta, ____– dijo una voz detrás de mí –Ian y Jack ya están bailando a Beyoncé y Destiny's Child–. 

–Prefiero sacarme los ojos a ver eso–. 

Josh río para después acercarse a la banca y sentarse al otro costado. Sin decir ni una sola palabra, y yo sin dirigirle la mirada. 

–¿Por qué viniste aquí? Es tu cumpleaños, deberías estar adentro–. 

Suspiré –sabes Josh, cuando vives en una casa con 6 personas a veces es mejor el silencio, algo que tu no estás haciendo ahora–. 

Alzó los brazos en son de paz –lo siento, quería saber como estabas cuando no te vi allá adentro–. 

Y ahí estaba. Mordí el interior de mi mejilla para tratar de calmar mis nervios y mi respiración más que nada, en especial, la sonrisa que eso me había causado, al igual que mis mejillas enrojecerse.

Aún no recuerdo la primera vez que vi a Josh, Ian lo conoció en un viaje que hizo a Filadelfia por la escuela, y fue como si su amistad estuviera destinada a pasar. Lo trajo a San Diego, y como una buena pre adolescente mi cerebro y corazón empezaron a sentir cosas por él con solo verlo, el clásico cliché, me gustaba el mejor amigo de mi hermano. 

Él era la primera persona por la que sentí esos sentimientos extraños, que hacen que las manos te suden, tu corazón se acelere, y la respiración te saque de las casillas. Era asqueroso sentir todo eso, y me desesperaba más que nada. 

Aunque aprendí a vivir con su compañía debido a todo el tiempo que siempre pasaba con nosotros, sin embargo, no era ninguna mentira que me ponía nerviosa a veces, por eso prefería evitarlo.

De mis hermanos, él único que sabía de mis sentimientos hacia él era A.J, y así esperaba que se quedara. 

–¡¿Qué tanto ves?!– pregunté tratando de no sonar nerviosa. 

La mirada de Josh estaba puesta sobre mí, después de unos minutos de su llegada, todo el tiempo no despegó su vista de mí. Teniendo el mejor escenario frente a sus ojos, la playa, el cielo, la arena, las gaviotas, él trataba de cautivarme con la mirada... que tontería. 

–Me gusta observar– respondió –soy el menor de todos mis hermanos, aprendí a solo observar–. 

–Bueno...– relamí labios –detente, me pones...–. 

–¿Nerviosa?–. 

Le di una sonrisa falsa, abrí un poco mi boca para tratar de decir algo, algo que contradijera aquello que era más que verdad, pero él no debía saber eso. 

Negué rápidamente con mi cabeza –n... no... no... no claro que no... no... no me pones nerviosa... para nada... no... no tendrías porqué hacerlo... solo mírate...– hice una mueca de "asco" –tú a mí... no, no, no... me... me pones... pones... frustrante ¡Sí!...– chasqueé los dedos –¡Frustrante!– volví a chasquear los dedos –no nerviosa, así que detente–. 

Tal y como lo esperaba, lo único que pasó después de mi ridículo frente al chico que me gustaba, este comenzó a reírse por lo bajo, no tan disimuladamente como suponía él pretendía hacerlo. Se estaba burlando de mí, así como siempre lo hacía, pero no de una mala manera, ya que él me lo dijo una vez. 

Rodeé los ojos –suficiente, me iré a otro lado–. 

–¡No, no, no! Espera– paró de reír, tomó mi brazo antes de poder levantarme –lo siento, no pude...–. 

–No pudiste evitarlo– volví a sentarme –lo sé, siempre lo haces–. 

–Y ahora que tienes tú respuesta, podrías darme la mía–. 

–¿A qué te refieres?–. 

Sonrió de nuevo –oh vamos, ____, dime en serio qué estás haciendo aquí, y no es solo por huir de tus hermanos, te conozco–. 

Y no se equivocaba. Además de huir de mis hermanos, que de cierta forma era la razón principal del asunto, había algo de mi cumpleaños hoy que no me encantaba del todo, era algo que había comenzado a sentir desde hace un año, y era muy extraño, ni siquiera sabía como describirlo, y no tendría porqué, quiero decir, tenía solo 12 años, no sabía nada. 

Pero por más que trataba, jamás podía escaparme de aquella mirada que siempre me cautivaba, y que odiaba por hacerme sentir las tontas mariposas en el estómago que me daban náuseas. Era una situación constante. 

Giré mi mirada hacia él por primera vez desde su llegada, y todos esos sentimientos que estaba evitando aparecieron aún más. 

–Okay, de acuerdo– encogí mis hombros –no estoy feliz por mi cumpleaños–. 

–¿¡En serio!?– empezó a reírse –no puede ser, es la primera vez que escucho eso–.

–Sí, bueno, gracias por reírte– sarcasmo. 

–Perdón, perdón– se acercó un poco a mí –pero no entiendo ¿por qué no? Que no tiene de genial cumplir 12, quiero decir, es genial–. 

–No tiene nada de genial–. 

–Claro que sí, ____ lo tiene todo, empiezas a salir más, entras a la secundaria, tienes más amigos...– hizo una pausa –... puedes comenzar a tener novios–. 

Solté una risa burlona –créeme eso... eso es lo último que quisiera, Josh–.

–Dudo mucho eso, estoy seguro que en la escuela todo mundo ahora va a querer salir contigo–. 

Negué rápidamente –nope, no, te equivocas–. 

El nivel de incomodidad que sentía en ese momento no podía comprarlo con nada, literalmente; trataba de encontrar alguna manera de salirme de esto, hablar con él chico que te gustaba sobre que tú gustes de alguien, me hacía experimentar dolor en mi pecho, y ¿ganas de llorar?

–____– me sonrió pícaramente. 

–¿Josh?–. 

–No te creo que cuando me dices que nadie quiere salir contigo–. 

Cerré los ojos agobiada –oh por Dios–. 

–Eres demasiado linda como para que estés sola, no lo entiendo–. 

No respondí nada, pues sentía el calor subir por mis mejillas, me había llamado "linda", algo que nunca había dicho en ese sentido. Maldigo hormonas de pre adolescente. 

–Entiéndelo... ni siquiera he dado mi primer beso– dije entre dientes casi inaudible. 

–Una disculpa ¿qué?–. 

Asentí –que no te sorprenda, acabo de cumplir 12 años, ni siquiera sé por qué lo mencioné–. 

Como hace unos segundos, Josh giró la mirada al mar sin decir ni una palabra, fue como si lo que saliera de mi boca lo hubiera callado, y lo entendía, sin embargo, sus ojos mirando a la nada siempre indicaban que estaba pensando o analizando, en este caso mis palabras; tenía que abrir la boca, ahora era más incómodo. 

Estuvimos en silencio por lo menos 3 minutos, ni una palabra salía de nuestras bocas, lo único que tenia vida en esa escena era el atardecer frente a nosotros, que cada vez ocultaba el sol, y la noche se hacía presente.

–11 años– habló rompiendo el hielo, haciendo que lo volteara a ver –la edad común de la sociedad cuando da su primer beso son 11 años, 11 años–. 

Arrugué mi nariz –¿tu punto?–. 

Sin decir ni una sola frase, Josh me volteó a ver sin su sonrisa de siempre, la seriedad que reflejaba su rostro me intimidaba, en el sentido que me asustaba lo que estaba pensando hacer, él era muy inteligente, y astuto, tenía ideas que jamás lograría comprender. 

–Um...– sonrió por primera vez, ligeramente –yo... te tengo una propuesta–. 

–¿Qué clase de... de propuesta?– tragué en seco. 

–Bueno– por segunda vez, se acercó más a mí –se supone que los primeros besos deben ser con alguien en quien confíes y...– me miró directamente a los ojos –...te quisiera ayudar con eso–. 

De un momento a otro, me perdí en sus ojos, en el momento, era para mí una situación singular, ya que lo pasaba por primera vez. Las oraciones no podían salir, estaba anonada por lo que tenía, que no me di cuenta en qué momento Josh estaba más cerca de mi rostro de lo que imaginaba. 

No estaba pensando, nada pasaba, mi mente estaba enfocada en él, y mi mirada por alguna confusa razón en sus labios. 

–Sólo si tu quieres–. 

Asentí lentamente –... ajá–. 

Sucedió. 

La presión que sentían mis labios era reconfortante, que me hizo presenciar un escalofrío en mi espalda, no había necesidad de que alguno de los dos se moviera, peor ahí estaba yo, ____ Martin, besando al chico que me gustaba aunque él no lo supiera. 

Era un beso cálido, sus labios eran suaves, no quería cambiarlo por nada, y menos cuando era como si todo el mundo girara a nuestro alrededor. No había persona que no quisiera para mi primer beso ahora, perfecto, y si fuera por mí, no volvería a besar unos labios que no fueran los suyos. 

FIN DEL FLASHBACK






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