2.
Capítulo Dos
EL CHICO DE LA AZOTEA
Han transcurrido un par de horas desde que llegué a mi trabajo, que no es más ni menos que de dependienta en una tienda de ropa. Observé el reloj que está colgando de la pared, éste indica que falta un cuarto para las 10:30 PM, justo la hora en la que concluye mi turno. ¡Por fin!
Me encuentro ojeando una revista para matar el aburrimiento hasta que termine mi turno. Un grupo de chicas que se encontraban muy “atareadas” escogiendo que llevarse, se acercan hacia acá para pagar todo. Finjo una sonrisa sin mostrar mis dientes.
— Buenas noches.— saludo porque es la política de acá.
— Cóbrame, gracias.— una de ellas estiró su brazo, entre sus dedos se encuentra una tarjeta de crédito.
Grosera.
Revisé lo que se llevarían –lo cual es mucho– y finalmente deslicé la tarjeta y les cobré. Metí todo en unas bolsas con el logotipo de la tienda y, por fin se fueron. Suspiré con pereza, mi estómago está vacío y a penas he logrado estudiar con la cantidad de personas que han pasado el día de hoy por la tienda.
Observé el reloj de la pared nuevamente, aún faltan unos minutos para la hora del cierre. En ese momento, un chico de cabello castaño oscuro se acercó al mostrador.
— Buenas noches.— saludó con una sonrisa.
— Buenas noches, ¿en qué puedo ayudarlo?— le pregunté, ya que no traía con él nada que parezca que deba pagar.
— De hecho, sí.— respondió algo avergonzado.— Lamento mucho la molestia, pero quería comprarle algo a mi madre, mañana será su cumpleaños y no sé dónde se encuentran las cosas en esta enorme tienda.
Le di un asentimiento. Maldije mentalmente, ya que lo que menos me apetece justo ahora es ser amable con alguien. Y mucho menos con el hueco que tengo en mi estómago por la falta de alimento. Sin embargo, debo ser amable con los clientes. Es decir, por eso me pagan.
— No se preocupe, si me dice qué está buscando o si tiene alguna idea de regalo le puedo indicar donde encontrarlo.
El joven sonrió más animado. Dios mío, ¿cómo es que alguien puede sonreír tanto?
— Muchas gracias.
— No debe agradecerme nada, ese es mi trabajo.
— De acuerdo, estoy buscando broches. De ser posible, con pedrería y cosas así.
Asentí y le pedí que me siguiera. Busca algo en la sección de joyería, casualmente soy la dependienta de esa zona, solo que hoy estoy sustituyendo a la chica que trabaja conmigo ya que debía encargarse de un asunto familiar. Justo cuando llegamos al lugar, caminé hacia uno de los estantes.
— En este lado están los colgantes.— señalé hacia atrás de él.— Acá están ubicados los complementos,dijes, broches, enganches. Y también puede solicitar un servicio de objetos personalizados, sólo que eso demorará un par de días.
— Bien, entiendo.— volvió a sonreír y se acercó hacia donde yo estaba.— ¿Por qué no me sugieres algo?
Observé la estantería, cada objeto de ahí. Sin pensarlo mucho, agarré el que veo que es mi favorito pero que en la vida podré pagar. Se lo muestro.
— Este broche en forma de mariposa es muy práctico, ya que puede usarse tanto en la ropa como en el cabello, incluso en objetos como bolsos o mochilas.
Él analizó el objeto en mis manos.
— ¿Puedo?— preguntó pidiendo permiso para tomarlo. Se lo entregué y él simplemente lo miró por escasos segundos, luego dio un asentimiento y sonrió de nuevo.— ¡Es fantástico!¡Me encanta! Me quedaré con él, a mi mamá le gustará mucho.
Ya una vez tomada su decisión, yo me acerqué a la caja para envolverle el broche en una pequeña cajita y así que sea más bonita la sorpresa. Le cobré y tras varios intercambios –innecesarios– se terminó llendo. Yo aproveché para cerrar la puerta principal de la tienda, apagar el cartel que dice Abierto y me dirigí a mi casillero personal para cambiarme de ropa y largarme de acá.
El estómago me ruge y siento que moriré de inanición en uno de estos malditos días. Pasé por una máquina dispensadora y no pude evitar la tentación de echar una moneda ahí. Saqué una chocolatina. Mirando el lado positivo, no me iré a la cama hoy sin haber probado un bocado.
Cuando por fin llegué a mi casa, la encontré totalmente desierta, con un poco de suerte no habrá nadie y yo por fin tendré un tiempo de paz, sin peleas, ni reclamos y mucho menos un idiota borracho que se la pasa ordenándome cosas que me valen una hectárea de mierda. Después de haberme dado un baño rápido pensé en estudiar, por lo tanto, saqué mi cuaderno de apuntes y demás útiles escolares. Pero, al estar tan cansada y hambrienta, terminé quedándome dormida.
°°°
— ¡Hey!¡SooAh!
Me volteé al escuchar mi nombre de alguien tan enérgica, y efectivamente es alguien enérgica, ya que al voltearme me encontré con Nayeon corriendo hacia acá. La saludé con un movimiento de cabeza.
— Buenos días, amiga.— saludó con una enorme sonrisa. Yo por mi parte, ando con una nube negra en mi cabeza que en lugar de traer una llovizna sencilla, trae un tornado con relámpagos incluidos.
— Si, hola.
— ¿No dices buenos días generalmente?
No desde que no son buenos, concretamente, hace muchos años atrás. Negué con mi cabeza.
— ¿Por qué?
— Porque mis días nunca son buenos. Tú no lo entenderías, porque no trabajas.— intenté bromear para que no sospeche.
Ella rió.
— Tienes razón, yo no lo entendería.
Le ofrecí una sonrisa suave sin mostrar los dientes. Ambas caminamos hacia el salón de clases. Ella tomó su lugar y yo me senté en el mío. Por suerte el profesor no tardó en llegar y darnos la orden de abrir el libro en la página 103. Al transucurrir un par de minutos, la explicación de nuestro maestro quedó a medias debido a que fue interrumpido por unos toques en la puerta.
Tras un Adelante por parte de él, un chico pelinegro vestido con el uniforme de la escuela llamando la atención del público femenino, ya que posee un atractivo díficil de pasar desapercibido.
— Usted debe ser el alumno nuevo que me avisaron que vendría. ¿Cierto?— indaga el maestro. El chico asiente.— De acuerdo, preséntese, por favor.
El profesor de apartó un poco dejando en el centro al nuevo estudiante; éste mismo observó todo el salón. Por alguna razón opino que su mirada es bastante penetrante. Finalmente, habló.
— Buenos días, lamento haber interrumpido su clase, profesor.— se giró hacia el mencionado y nuevamente ubicó su mirada hacia el frente.— Mi nombre es Kim TaeHyung.
— Y bueno, joven Kim, ¿tiene algún hobby?
— Si, pero, no creo que les agrade saber cual es.
Su tono de voz cambió drásticamente, me atrevería a decir que es hasta un tono amenazante. Incluso alcanzó a intimidar al profesor.
— Bueno, puede sentarse.
El tal Kim TaeHyung avanzó por todo el salón recorriendo con su mirada, posiblemente buscando algún puesto libre. Y bueno, casualmente el mío es el único. Resoplé y me aparté un poco hacia la esquina de la mesa.
— Con permiso, señorita.
Arrastró la silla hacia atrás, colocó la mochila encima de la mesa y se sentó en la silla que anteriormente estaba vacía. Fijé mi vista al frente, ya que el profesor retomó sus explicaciones. Miré de reojo al chico pelnegro, estaba tecleando algo en su teléfono celular. Al momento en el que guardó su teléfono me miró fijamente, yo agaché mi cabeza. Este chico me hace sentir pequeña ante su mirada.
— Hola.
Lo miré.
— Eres muy callada por lo visto. ¿Me equivoco?
Fruncí mi seño.
— ¿Cómo te llamas?
Me lo pensé mucho antes de responder a su pregunta.
— SooAh.— ladeó su cabeza. Inclinó su cuerpo hacia el frente sin dejar de mirarme, apoyó su cabeza en su mano.
— Un placer conocerte.
— Igualmente.— continué— Supongo.
Volví a observar hacia el profesor, anoté lo que iba diciendo para tenerlo presente luego a la hora de estudiar. Noto como él continúa mirándome. Pero ¿por qué me mira?
— ¿Te importaría ayudarme a estudiar?— fruncí mi seño y lo miré rápidamente.— Pareces una chica lista, me gustaría recuperar los contenidos que he perdido. ¿Me podrías ayudar? Por favor.
Expulsé aire con cierta tranquilidad. Pestañeé varias veces de manera suave y finalmente moví mi cabeza.
— Creo que te equivocas de persona.— volví a centrarme en la clase.
No tengo tiempo ni para mí, dudo poder ayudar a alguien y mucho menos a estudiar.
— Si no quieres, solo debes decirme.
Me negué a continuar hablando con el nuevo. Para empezar, no tengo ni pajolera idea de por qué pero por alguna extraña anomalía de mi ser presiento que este chico no pretende tener amistades y mucho menos socializar. He aprendido a lo largo de mi vida varias cosas, y por supuesto que los gestos de las personas dicen demasiado; sin embargo, lo extraño acá es que de él no sé que esperar.
Posee esa clase de mirada que te hace sentir diminuta e intimidada, es ese tipo de mirada depredadora que estudia al máximo su presa, y por supuesto que yo no seré para nada esa ingenua presa. De las personas como él, es mejor alejarse.
°°°
Me niego a aparecer por esa cafetería.
Quiero entender todavía por qué todos en la escuela le temen a las Pink Punk si solo se trata de un grupo de cuatro chicas que tienen evidentes problemas en casa y se desquitan con todos. En fin, subí a la azotea al igual que la vez anterior. ¡Esta vez si traje conmigo mi almuerzo! Hoy seré feliz.
Me acomodé encima de unas barras de metal que se ven lo suficientemente fuertes como para no zafarse, así que aquí almorzaré. Destapé el pequeño taper y con la cuchara comencé a zamparlo todo. En lo que comía estando sentada ahí, miré hacia el frente mientras masticaba todo, pero me sorprendí al ver un pie; deposité el pequeño contenedor de comida encima de las barras de metal y me puse de pie. Caminé sigilosamente, el pie se convirtió en una pierna y mis nervios aumentaron inmediatamente.
Sea lo que sea, se encuentra cubierto por una pared de tablas y cosas apiladas, así que avancé unos pasos más para llegar hacia el otro lado, entonces conté hasta tres mentalmente.
1...
2...
¡Y 3!
Y mi miedo se esfumó como por arte de magia. Es un chico dormido encima de un par de cajas apiladas. Me pregunto cómo habrá logrado coinciliar el sueño en un lugar como este.
Di un saltito hacia atrás cuando noté que se movió. Abrió sus ojos lentamente y entonces lo reconocí. ¡Es el chico que me dio ese pañuelo que cargo conmigo! Lo traigo para devolvérselo; aunque pocas esperanzas tuve de volver a toparme con él. Achinó sus ojos y me enfocó, frunció su seño y se apoyó en sus brazos quedando sentado mientras se recostraba en sus brazos. Enarcó una de sus cejas y habló:
— ¿Qué quieres?¿Te gusto o qué trauma tienes?
Uff, que antipático.
— Oye, deberías ser más cortés.— refunfuñé y le acerqué el pañuelo en mis manos.— Ten, te lo devuelvo.
Miró el objeto en mis manos y evidentemente no esperaba que me ignorara y le diera poca importancia a mis intenciones de ser buena persona y devolverle el pañuelo.
— ¿Para qué me lo regresas?— ladeó su cabeza.
— Porque es tuyo.— dije en tono de relativa obviedad.— Tómalo.
Su rostro es un tanto inexpresivo. Sin embargo siento que en sus ojos hay algo que intenta ocultar; son ojos con culpa, cargan enorme culpa. Y lo sé identificar porque no es la primera vez que veo ese tipo de mirada.
— No es necesario que me lo devuelvas, si te lo di es porque en su momento lo necesitabas.— bostezó con lentitud y se levantó de donde estaba acostado anteriormente.— Simplemente, quedátelo.
— Te agradezco, pero no lo necesito.— me acerqué a él. Además de tomarme la molestia de sacar una de sus manos del bolsillo de su pantalón y guardar ahí su pañuelo. El chico me analizó con una expresión totalmente plana.
— Eres un poquito obstinada e inevitablemente insistente.
— Podría decir lo mismo de ti, chico antipático.
— Ni siquiera sabes quien soy ya me tienes un apodo.— frunció su seño.— Que atrevida de tu parte.
— No es un apodo.— contesté simple volviendo a tomar asiento donde estaba almorzando anteriormente.— Es una simple observación, tal y como tú lo hiciste.
Agarré entre mis manos el pequeño contenedor de comida y me dispuse a volver a comer. Sin embargo no me contuve de ser buena persona y le ofrecí al rubio.
— Ten.— estiré ambas manos mostrando el taper.— No me apetece comer más.
Él me observó con cierta duda, es como si no confiase en mi.
— No está envenenado, por si tenías dudas.
Guardó silencio.
— Es descortés rechazar las cosas cuando son con buenas intenciones.
El chico resopló y me arrebató de mala gana el taper de mis manos, sonreí levemente.
— Por cierto, soy SooAh.
Después de presentarme, simplemente me di la vuelta y caminé en dirección a mi mochila que se encontraba tirada en el suelo. La agarré y me la coloqué encima de los hombros. Dispuesta a irme, avancé a paso tranquilo hacia la puerta de entrada de la escuela, es decir, la salida de la azotea. Pero me detuve cuando el chico rubio habló a mis espaldas.
— YoonGi.
— ¿Qué dices?— pregunté confusa.
— Que mi nombre, es YoonGi.
Hola!!!
Bueno, yo pues (sé que a nadie le importa) estoy bien, estresada y eso por la carrera y eso, ya saben, la universidad y sus cosas.
En fin, quiero decirles solo una pequeña aclaración acá. Pues esta historia se centrará más en lo que es la vida de los personajes (es decir: ¿Por qué son como son?¿Por qué actúan como actúan? Etc.) que en la historia de amor. A ver, esto no quiere decir que no habrá historia de amor, si habrá. Solo que no es lo más importante acá, ya que cada uno carga con sus propios demonios.
Y bueno, nos leemos cuando pueda terminar el capítulo siguiente.
💜 Los amo, baiii
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