39. Historias de cachorros.
(CAPÍTULO 39:
Historias de cachorros.)
MINUTOS DESPUÉS LEIRE SE SEPARÓ UN POCO DE JASPER, sonriendole un poco.
—¿Qué pasa?
—Esta noche hay un picnic en la reserva... y es la primera vez que iría allá —murmuró—. ¿Te parece bien que vaya?
El empático al escucharle paso una de sus manos por su rostro y exhalo.
—Sabía que hablaría de esto—musitó—. No me tienes que pedir permiso, ángel. Prometí confiar en ti y si tu confías en los licántropos... yo no me voy a preocupar por ellos.
—Gracias.
—No es nada—le acaricio la mejilla—. Te amo demasiado y esa actitud de quererme pregúntate todo aunque a la fuerza y pedir aceptación... te pido que no lo hagas. No eres así, Leire.
Las mejillas de la castaña se ruborizaron sutilmente y formó una sonrisa al escucharle.
—Entonces ¿Soy independiente?
—Siempre lo has sido y por estar conmigo, eso no cambiará —con un suspiro la acerco a si y hundió su rostro en el hombro de su compañera—. Solamente no hagas cualquier cosa que te haga poner en peligro... No podría vivir una vida sin ti.
—Ni yo sin ti.
Leire susurró, pasando sus manos por los hombros del vampiro abrazandolo.
—Y Sam tiene razón, al menos en esto; una manada de hombres lobo deben ser capaces de proteger a alguien una noche—murmuró—. Eres alguien que podrán proteger si las cosas se ponen mal.
—Vale, eso es agradable.
La invidente asintió y se recostó nuevamente en el chico.
—Lo único... Espero que no te importe tomar algunas precauciones. Una, que me dejes acercarte a la frontera. Y otra, llevarte un móvil, de modo que puedas decirme cuándo puedo ir a recogerte.
—Tenía pensando pedirtelo.
—Esa eres tú—Leire sonrió y finalmente se dejo abrazar por unos cuantos minutos.
LEIRE Y JASPER SE ENCONTRABAN DIRIGIÉNDOSE AL CAMINO HACIA LA PUSH, cuando doblaron una curva a medio camino visualizaron la motocicleta de Sam lo que causó que el empático bufara.
—¿Acaso cree que dejaré que subas a eso? —preguntó molesto de cierta forma, él había dejado de utilizar su propia motocicleta para llevar de una forma segura a la ojiazul.
El lobo se encontraba recargado en aquel vehículo, levantándose al reconocer la presencia de la joven pareja en el Mercedes que llegaba
—Vamos.
Con rapidez se despojaron de los cinturones de seguridad, siendo el vampiro el que después de muchos regaños e insistencias de parte de la castaña, había aceptado usarlo.
—Llámame cuando quieras regresar a casa y vendré—murmuró al bajar, pasando uno de sus brazos por la cintura de la chica guiando la a través del pequeño camino—. No importa si es poco tiempo.
Una risa de parte de la invidente hizo que sonriera, saludando al hombre y recibiendo una mirada seria de parte del inmortal.
—Cuídala mucho.
—Lo haré—Sam prometió, alejándose un poco para darles un poco de privacidad a la pareja. Jasper al observarle alejarse se quitó la chaqueta que en ese momento tenía y pasándolo por los brazos de la chica, le hizo entrar aún más en calor.
—Gracias.
Con un asentimiento el sureño se alejó un poco y finalmente decidiendo alejarse, dejó un beso en la coronilla de la humana. Se despidieron con un pequeño beso y pronto la castaña se giró buscando la presencia del lobo.
—¿Sam?
Un par de ruidos le hizo confundir, aunque en el momento que extendió una de sus manos y sintió un pelaje se asustó exaltandose.
—Vale, te transformaste... ¿Me guiaras?—Después de pensarlo mucho reconoció las acciones del hombre y sintiendo un par de zarpazos en el suelo asintió y subió al lomo del lobo—. Esto es genial. Supongo que más seguro que una motocicleta.
Con una sonrisa se acomodó y sintió que el chico se dirigía a un lugar, relajándose por el pequeño viaje.
—¿TE VAS A COMER ESE PERRITO CALIENTE?
Leire río al escuchar aquello, ya siendo bastante tiempo desde que había llegado en aquel picnic. A su lado se encontraba Emily y Seth, el cual se emocionó al conocer finalmente a la ojiazul, abrazandola entusiasta y haciéndole saber que él había sido con quien habló.
El fuego chasqueó y la leña se hundió un poco más sobre la arena. Las chispas saltaron en una repentina explosión de brillante color naranja contra el cielo oscuro. Aunque las imágenes del lugar no las pudiera ver, Leire se encontraba reconociendo cada pequeña cosa en la inmensa oscuridad que varias veces se llenaba de un extraño brillo que para ella misma le resultaba fascinante.
Era como vivir en una oscuridad que en cualquier momento se convertía en luz.
—¡Hola, chica vampira!
Aquello le hizo reír a la castaña que correspondió el saludo, sintiendo pronto la mirada de varias personas en ella.
Billy se encontraba allí, con la silla de ruedas situada en lo que parecía ser el lugar principal del círculo. A su lado, en un asiento plegable, se hallaba el Viejo Quil, el abuelo de Quil, un anciano de aspecto frágil y cabello blanco. Sue Clearwater se sentaba en una silla al otro lado; su hija, Leah, también se encontraban allí, mandándole varias miradas a la invidente.
La manada se encontraba completa en ese momento; Sam con Emily, Paul, Embry, Quil, y Jared con Kim, la chica a la que había imprimado.
—¿Tienes hambre?—preguntó Emily a su lado, haciendo que Leire negara sonriente y sintiera un fuerte frío colarse entre sus ropas, causando que el fuego chispeara y bailara en la leña.
—Es hora de las historias—habló Seth.
—¿Historias?
—Las historias que siempre se han considerado leyendas. La coránica de como hemos llegado a ser lo que somos—sonrió y volvió a hablar—. Esta apunto de comenzar.
Emily sacó un cuaderno de espiral y un bolígrafo. Adquirió el aspecto atento de un estudiante ante una lección magistral. Sam se giró ligeramente a su lado, para quedar frente al Viejo Quil, que estaba al otro lado.
El fuego chasqueó, lanzando otra explosión de chispas brillantes hacia la noche. Billy se aclaró la garganta y, con voz rica y profunda, comenzó la historia de los espíritus guerreros sin otra presentación que el susurro de su hijo. Con precisión Billy hablaba, como si las leyendas las supiera de memoria, aunque sin perder por eso ni el sentimiento ni un cierto ritmo sutil, como el de una poesía recitada por su propio autor.
—Los quileute han sido pocos desde el principio —comenzó Billy—. No hemos llegado a desaparecer a pesar de lo escaso de nuestro número porque siempre ha corrido magia por nuestras venas. No siempre fue la magia de la transformación, eso acaeció después, sino que al principio, fue la de los espíritus guerreros.
Leire para ese entonces se encontraba atenta y con una mano en su rostro reposando con tranquilidad.
—En los primeros tiempos, la tribu se estableció en este fondeadero y adquirió gran destreza en la pesca y en la construcción de canoas. El puerto era muy rico en peces y el grupo, pequeño; por ello, pronto hubo quienes codiciaron nuestra tierra, pues éramos pocos para contenerlos. Tuvimos que embarcarnos en las canoas y huir cuando nos atacó una tribu más grande.
La historia continuó, contando la historia de los espíritus guerreros. Pronto la voz del hombre fue deteniéndose, convirtiendo la atmósfera en algo mágico que hacía que cada uno de los lobos se sintieran orgullosos de formar parte de su descendencia.
—Esa fue la historia de los espíritus guerreros—murmuró el Viejo Quill con voz ronca—. Y ésta es la historia del sacrificio de la tercer esposa.
Un frío subió por la espina de la invidente que sentía un ligero peso en sus hombros.
—Muchos años después de que Taha Aki abandonará su espíritu lobo, cuando había alcanzado la edad provecta, estallaron problemas en el norte con los makah a causa de la desaparición de varias jóvenes de su tribu. Los makah culpaban de ello a los lobos vecinos, a los que temían y de los que desconfiaban. Los hombres lobo podían acceder al pensamiento de los demás mientras estaban en forma lupina, del mismo modo que sus ancestros cuando adquirían su forma de espíritu, por lo que sabían que ninguno de ellos estaba involucrado. Taha Aki intentó tranquilizar al jefe de los makah, pero había demasiado miedo. Él no quería arriesgarse a una lucha, pues ya no era un guerrero en condiciones de llevar a la tribu al combate. Por eso, encomendó a su hijo lobo Taha Wi, el mayor, la tarea de descubrir al verdadero culpable antes de que se desataran las
hostilidades.
» Taha Wi emprendió una búsqueda por las montañas con cinco lobos de su manada en pos de cualquier evidencia de las desaparecidas. Hallaron algo totalmente novedoso: un extraño olor dulzón en el bosque que les quemaba la nariz hasta el punto de hacerles daño.
Una repentina sensación de albergo a Leire, tensándose un poco, pero tranquilizandose al sentir la mano de Emily unirse a la suya.
—No conocían a ninguna criatura que dejara semejante hedor, pero lo rastrearon igualmente —continuó el Viejo Quil—. Encontraron débiles vestigios de fragancia y sangre humanas a lo largo del rastro. Estaban convencidos de seguir al enemigo adecuado.
» El viaje les llevó tan al norte que Taha Wi envió de vuelta al puerto a la mitad de la manada, a los más jóvenes, para informar a Taha Aki.
» Taha Wi y sus dos hermanos nunca regresaron.
» Los más jóvenes buscaron a sus hermanos mayores, pero sólo hallaron silencio. Taha Aki lloró a sus hijos y deseó vengar su muerte, pero ya era un anciano. Vistió sus ropas de duelo y acudió en busca del jefe de los makah para contarle lo acaecido. El jefe makah creyó en la sinceridad de su dolor y desaparecieron las tensiones entre las dos tribus.
» Un año más tarde, desaparecieron de sus casas dos jóvenes doncellas makah en la misma noche. Los makah llamaron a los lobos quileute rápidamente, que descubrieron el mismo olor dulzón por todo el pueblo. Los lobos salieron de caza de nuevo.
» Sólo uno regresó. Era Yaha Uta, el hijo mayor de la tercera esposa de Taha Aki, y el más joven de la manada. Se trajo con él algo que los quileute jamás habían visto antes, un extraño cadáver pétreo y frío despedazado. Todos los que tenían sangre de Taha Aki, incluso aquellos que nunca se habían transformado en lobos, aspiraron el olor penetrante de la criatura muerta. Este era el enemigo de los makah.
» Yaha Uta contó su aventura: sus hermanos y él encontraron a la criatura con apariencia de un hombre, pero duro como el granito, con las dos chicas makah. Una ya estaba muerta en el suelo, pálida y desangrada. La otra estaba en los brazos de la criatura, que mantenía la boca pegada a su garganta. Quizá aún vivía cuando llegaron a la espantosa escena, pero aquel ser rápidamente le partió el cuello y tiró el cuerpo sin vida al suelo mientras ellos se aproximaban. Tenía los labios blancos cubiertos de sangre y los ojos le brillaban rojos.
» Yaha Uta describió la fuerza y la velocidad de la criatura. Uno de sus hermanos se convirtió muy pronto en otra víctima al subestimar ese vigor. La criatura le destrozó como a un muñeco. Yaha Uta y su otro hermano fueron más cautos y atacaron en equipo, mostrando una mayor astucia al acosar a la criatura desde dos lados distintos. Tuvieron que llegar a los límites extremos de su velocidad y fuerza lobuna, algo que no habían tenido que probar hasta ese momento. Aquel ser era duro como la piedra y frío como el hielo. Se dieron cuenta de que sólo le hacían daño sus dientes, por lo que en el curso de la lucha fueron arrancándole trozos de carne a mordiscos.
» Pero la criatura aprendía rápido y pronto empezó a responder a sus maniobras. Consiguió ponerle las manos encima al hermano de Yaha Uta y éste encontró un punto indefenso en la garanta del ser de hielo, y lo atacó a fondo. Sus dientes le arrancaron la cabeza, pero las manos del enemigo continuaron destripando a su hermano.
» Yaha Uta despedazó a la criatura en trozos irreconocibles y los arrojó a su alrededor en un intento desesperado de salvar a su hermano. Fue demasiado tarde, aunque al final logró destruirla.
» O eso pensó al menos. Yaha Uta llevó los restos que quedaron para que fueran examinados por los ancianos. Una mano cortada estaba al lado de un trozo del brazo granítico de la criatura. Las dos piezas entraron en contacto cuando los ancianos las movieron con palos y la mano se arrastró hacia el brazo, intentando unirse de nuevo.
» Horrorizados, los ancianos incineraron los restos. El aire se contaminó con una gran nube de humo asfixiante y repulsiva. Cuando sólo quedaron cenizas, las dividieron enpequeñas bolsitas y las esparcieron muy lejos y separadas unas de otras, algunas en el océano, otras en el bosque, el resto en las cavernas del acantilado. Taha Aki anudó una bolsita alrededor de su cuello, con la finalidad de poder dar la alarma en caso de que la criatura intentara rehacerse de nuevo.
Seth a su lado jadeo haciendo saber a Leire lo que Billy había mostrado. En su cuello había una cuerda de cuero anudada a su cuello de cuyo extremo pendía una bolsita referida por el paso del tiempo.
—Le llamaron el Frío, el bebedor de sangre, y vivieron con el miedo de que no estuviera solo pues la tribu contaba únicamente con un lobo protector, el joven Yaha Uta.
Varias miradas se dirigieron a la castaña sin pensarlo, sabiendo que ella se encontraba con uno, aunque eso no la avergonzó reconociendo que su compañero no podría causar disturbios de esa magnitud.
Leire conocía a Jasper.
➥Nota de la autora📦📝
O1. Nuestra bebé Leire es preciosa🥰 adoro que confíe así de Jasper💗
O2. Amo que sea una relación tan bonita ¿alguien quiere una igual? ✋🥺
O3. ¿Historias de cachorros? 🤪😜
O4. Votemos mucho ¿si?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro