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Capítulo 8

Jungkook suspiró mientras acompaña a Hoseok a la casa de Jimin.

Se decidió por ir con ellos de forma normal para mantenerlo a su lado, tuvieron que salir de la escuela evadiendo los pasillos donde presentía que Yoongi seguía buscándolos. Había olvidado lo que era ser perseguido por grupos religiosos, siempre teniendo cuidado de ser atrapado por ellos o terminar cometiendo el error de intervenir en el mismo lugar.

Aunque era inesperado este asunto, Yoongi lo tomó por sorpresa al ser observado por él y no haberlo sabido. Jungkook siempre ha estado alerta a su entorno, pero esta vez había estado tan distraído y confiado con Hoseok que olvidó este sentido.

De acuerdo a lo que Hoseok contó estaba muy interesado en romper el lazo que tienen, lo que le parece demasiado estúpido que sea tan fácil de hacer. Es decir, ni siquiera él o alguno de los demás tenían una forma de deshacerse de este, ¿como alguien desconocido si lo sabía?

También había notado que Jimin se movía inquieto en el camino, aunque era un bicho raro esta vez pudo sentir la sensación de que había algo que quería preguntar pero no se atrevía. No tenía idea si era porque es la primera vez que los acompaña o si en verdad tiene algo por decir.

El silencio entre ellos era incómodo, especialmente para los dos que sabían que sucedió. Hoseok tenía la mirada perdida en sus propios pensamientos. Jimin, a su lado, le lanzaba miradas preocupadas de vez en cuando sin saber que había pasado.

Aunque eso no le importaba demasiado más que asegurarse que Hoseok estuviera tranquilo, el tatuaje lo seguía mareando con las emociones del humano.

Sin duda el camino había sido demasiado incómodo y hostigante, podía compararlo con lo insufrible que era pasar al lado de una iglesia por error. Le recordó a las primeras veces que estuvo haciendo este trabajo, era un inexperto que sin querer cometía demasiados problemas.

Hoseok no habló en todo el camino ni lo miró, debía estar pensando muchas cosas. Apenas había logrado mantener bajo control este asunto de su familia distrayendose en la escuela o al menos preguntando sobre su vida. Siempre lucía tan sereno que Jungkook encontró obvio el cambio repentino de actitud, su rostro apagado contrastaba con su característica sonrisa.

Jungkook quiso decir algo pero no cree que sea la mejor persona para hacerlo sentir mejor, dejó que todo fluyeron hasta que pudiera olvidar este asunto. Para suerte suya el taller fue pospuesto para otro dia, entonces durante el fin de semana tendrían tiempo de procesar esta información.

Y por supuesto Hoseok no lo soltó todo el camino, su mano aferrada a la suya le provocaba incertidumbre. No hay una manera en que pueda describir ese calor dentro de su pecho, siguiendo a su propio cuerpo traicionando su mente y dejándose llevar por el suave tacto de sus manos entrelazadas.

No mentiría sobre lo extraño que le provocaba sentirse de esta manera, ¿porqué no era tan malo?

En cuanto logró hacer que el par entrara a casa su reloj pitó marcando un nuevo contrato a punto de crearse, cosa que por primera vez le pareció fastidiosa.

Quería pedirle a Jimin pasar la noche en su casa de forma formal, y cuidar del humano hasta estar seguro de su bienestar. Cada parte de él deseaba quedarse a su lado. Pero sus deberes no le permitirán hacerlo ahora.

Sin embargo, debía atender su trabajo en cuanto antes. Un contrato perdido no era muy favorable para su estatus.

Llegaron a la casa de Jimin, y Hoseok se detuvo frente a la puerta,  claramente luchando por recuperarse. Jungkook se acercó más, queriendo decir algo, cualquier cosa que pudiera aliviar el dolor que veía en los ojos de Hoseok.

Se sentía patético intentando hacer que un humano se sintiera mejor.

—Hoseok...—comenzó Jungkook, su voz llena de notoria preocupación.

Hoseok levantó la mirada, sus ojos encontrando los de Jungkook.  El deseo del demonio por quedarse con él era más fuerte del que creía, casi visible en el aire. Pero justo en ese momento, Jungkook sintió la fría y familiar llamada de su deber, una fuerza ineludible que tiraba de él en otra dirección.

—Tengo que irme —dijo Jungkook, su voz teñida en frustración.

Hoseok asintió, forzando una pequeña sonrisa.

—Está bien, Jungkook. Lo entiendo.

El demonio se inclinó e imitó la acción de Hoseok en el jardín, dándole un abrazo rápido. Luego palpó su cabeza de nuevo, como ya era costumbre, y le susurró al oído.

—Volveré pronto, cuídate.

Con un último vistazo lleno de pesar, Jungkook se dio la vuelta y desapareció. Hoseok lo vio irse sin saber que sentir, tristeza o esperanza eran buenas opciones.  Mientras entraba a la casa de Jimin, no podía evitar desear que la próxima vez Jungkook pudiera quedarse.

Jimin cerró la puerta detrás de ellos, él había entrado primero a cambiarse sus zapatos, y puso una mano reconfortante en el hombro de Hoseok. Su amigo no puede determinar qué ha ocurrido, así que solo decide darle su apoyo.

—Vamos, Hobi, estaremos bien.

Hosepk asintió levemente, intentando encontrar consuelo en la presencia de su mejor amigo, aunque su corazón ya ansiaba el regreso de Jungkook a casa.

Jungkook es consciente de cuánto tiempo le tomó volverse tan deplorable mentalmente.

Al inicio de esta vida se sentía tan confundido de tener que presenciar como el infierno era un lugar tan atroz, donde las almas sufren y otras gozan de esto.

Un demonio que trabaja firmando contratos para su existencia es una figura imponente y temida.

Su apariencia es elegante pero aterradora, con un porte que irradia una confianza inquebrantable. Tiene ojos penetrantes que parecen ver a través del alma de quienes lo enfrentan, y una sonrisa que nunca alcanza sus ojos.

Jungkook se despertó en un mundo de sombras y susurros, un lugar donde el tiempo no existía y las almas perdidas vagaban eternamente. Al principio, estaba desconcertado. Ya no recordaba como había vivido, pero su corazón aún latía con los restos de humanidad que una vez conoció. No entendía qué significaba ser un demonio y el concepto de causar dolor le horrorizaba.

Al comienzo, Jungkook se mantenía al margen, observando a los demás demonios con una mezcla de miedo y curiosidad. Veía cómo manipulaban a los mortales, cómo disfrutaban de sus sufrimientos y angustias. Le resultaba incomprensible cómo podían encontrar placer en el dolor ajeno.

Con el tiempo, sin embargo, el miedo y la duda comenzaron a desvanecerse. La eternidad es un maestro implacable y Jungkook, rodeado de oscuridad, empezó a cambiar. Poco a poco, su corazón se endureció.

El miedo fue reemplazado por una fría indiferencia. Cada acto de crueldad que presenciaba se convertía en una lección, una guía para adoptar su nueva identidad. Su mente absorbió todo esto.

Recuerda su primer contrato, ocurrió en una noche sin estrellas, cuando una joven desesperada apareció en su camino mientras vagaba buscando como iniciar a trabajar. Sus ojos estaban llenos de terror y súplica. Jungkook sintió una chispa de compasión al verla, un último vestigio de su humanidad, pero lo aplastó rápidamente. Recordó las enseñanzas de sus compañeros demonios y, con una sonrisa fría, se acercó a ella.

—¿Qué es lo que deseas? —preguntó, su voz suave.

—Quiero venganza —respondió ella, con lágrimas cayendo por su rostro—. Quiero que él pague por lo que me hizo.

Jungkook sintió una satisfacción oscura al escuchar sus palabras. Aprendió sobre cómo estas emociones podían alimentar el alma de cada demonio. Con un gesto, invocó un contrato, un pergamino antiguo que brillaba con un resplandor ominoso. Lo desenrolló ante ella y señaló la línea donde debía firmar.

—Tu deseo será concedido —dijo, sus ojos negros como la noche—. Pero a cambio, tu alma me pertenecerá.

La joven dudó solo un instante antes de firmar, su desesperación eclipsando cualquier rastro de racionalidad. En ese momento, Jungkook sintió una oleada de poder. La frágil conexión con su humanidad se rompió completamente.

Ya no era un novato temeroso. Se había transformado en un demonio en toda su esencia: frío, calculador y arrogante.

Comenzó a deleitarse en su trabajo, buscando a los desesperados y ofreciendo soluciones a sus problemas a cambio de sus almas. Su reputación creció rápidamente en el inframundo, convirtiéndose en uno de los más temidos y respetados. La humanidad que una vez poseyó se convirtió en un mero recuerdo, enterrado bajo capas de crueldad y ambición.

Ahora, Jungkook firmaba contratos con una eficiencia despiadada, disfrutando del poder que tenía sobre las vidas y destinos de los mortales. Se había convertido en el demonio perfecto, un maestro en el arte de la condenación.

Después de dejar a Hoseok, se dirigió hacia su próximo destino, un circo decadente en los suburbios de la ciudad. Un misterioso lugar que si bien brindaba grandes espectáculos por dentro era una fuente de dolor.

El aire estaba cargado de desesperación y miseria, el lugar perfecto para un demonio en busca de almas afligidas.

Al entrar al circo, notó el ambiente opresivo y la atmósfera densa con el sufrimiento de aquellos atrapados dentro. Caminó entre las carpas y los carruseles oxidados, guiado por el aroma inconfundible del miedo. Llegó a una pequeña carpa, apartada del resto, donde escuchó los sollozos ahogados de una joven.

Su siguiente víctima.

Dentro, una chica con el rostro marcado por la angustia y el cuerpo lleno de cicatrices estaba siendo preparada para su siguiente espectáculo. Sus ojos, llenos de desesperación, se iluminaron con una chispa de esperanza al ver a Jungkook. Él se acercó lentamente, sus pasos resonando en el silencio de la carpa.

—¿Quieres escapar de esto? —preguntó Jungkook, su voz un susurro que prometía liberación.

La joven asintió frenéticamente, sus lágrimas cayendo sin cesar.

—Haré lo que sea —dijo ella, su voz rota por el miedo y la desesperación.

Jungkook sonrió con frialdad y conjuró un contrato, el pergamino antiguo apareciendo en sus manos con un destello siniestro.

—Firma aquí —indicó, señalando la línea con uno de sus dedos, invocando una pluma—. Tu alma será mía en diez años y a cambio tendrás la libertad que tanto anhelas.

La chica, sin dudar un instante, tomó la pluma y firmó, su mano temblorosa pero decidida. En ese momento, la puerta de la carpa se abrió de golpe y varios hombres entraron, con miradas suspicaces y llenas de superioridad.

—¿Quién demonios eres tú? —preguntó uno de ellos, mirando a Jungkook con desconfianza.

El demonio se encontró rodeado por un grupo de hombres armados con cuchillos y barras de metal. Su misión acaba de volverse mucho más intensa. No había tiempo para hablar, si ellos querían pelear así sería.

—Tu mismo lo has dicho.

Jungkook, con sus ojos brillando en un rojo intenso, se lanzó hacia el primer hombre con una velocidad sobrehumana. Con un simple movimiento de su mano, usó su poder para lanzar al hombre contra una pared cercana, dejándolo inconsciente.

Dos más se abalanzaron sobre él, cuchillos destellando a la luz de las farolas. Jungkook esquivó con gracia felina, sus movimientos rápidos y precisos.

Jungkook sonrió, levantó una mano y, con un simple movimiento de sus dedos, lanzó a los hombres contra las paredes de la carpa, su fuerza demoníaca manifestándose en cada gesto.

Uno de los otros hombres logró rasgar la chaqueta de Jungkook con su cuchillo, dejando un corte superficial en su costado. La herida se curó casi instantáneamente, pero el dolor le recordó que no podía permitirse ser descuidado. Levantó a uno de los atacantes en el aire y lo lanzó a través de un espejo cercano, el vidrio estrellando en mil pedazos.

Otro hombre lo atacó desde atrás, y Jungkook sintió la hoja cortar su hombro. Gruñendo de dolor y furia, giró sobre sus talones y desarmó al atacante con un movimiento rápido, luego lo golpeó con una fuerza devastadora, enviándolo al suelo.

Los hombres anteriores recuperaron rápidamente, sacando cuchillos y avanzando hacia él con intenciones asesinas.

A pesar de su habilidad y fuerza, el número de oponentes empezaba a ser abrumador. La pelea que siguió fue una danza macabra de cuchillas y sangre. Jungkook se movía con gracia letal, desarmando y derribando a sus oponentes con una facilidad que solo un demonio podría poseer. Los hombres gritaban y se abalanzaban sobre él, pero cada ataque era desviado con precisión sobrenatural.

Lograron herirlo algunas de las navajas, haciendo que su rostro se empape en sangre fresca.

Los hombres continuaban atacando en oleadas, sus cuchillos y barras de metal destellando en la oscuridad. Jungkook bloqueaba y contraatacaba con precisión letal, sus movimientos fluidos y calculados.

Con cada golpe, demostraba su destreza en combate cuerpo a cuerpo, mezclando sus poderes demoníacos con lo que aprendió de las habilidades marciales humanas.

Uno de los hombres más grandes logró agarrarlo por la espalda, tratando de inmovilizarlo. Jungkook sintió la presión en su pecho y, con un rugido de pura fuerza, se liberó, empujando al gigante contra el suelo con tanta fuerza que el concreto se agrietó.

Sin tiempo para descansar, otro hombre se abalanzó con una barra de metal, intentando golpear su cabeza. Jungkook se agachó y la barra paso por encima, luego lanzó una patada que envió al atacante a volar varios metros.

La pelea continuó, y aunque Jungkook lograba derribar a sus oponentes uno por uno, las heridas comenzaban a acumularse. Una cuchillada profunda en su muslo, un corte en su mejilla, y un golpe en las costillas le recordaban la ferocidad de sus enemigos. Pero con cada herida, su resolución solo se fortalecía.

Pero por más que estos humanos logren rasguñarlo no se comapra con el daño que él puede hacerles en un abrir y cerrar de ojos.

Finalmente, sólo quedaban dos hombres de pie. Jungkook se paró frente a ellos, respirando pesadamente pero sin mostrar signos de querer rendirse.

Los dos atacantes intercambiaron una mirada, sabiendo que su oponente no era humano. Con un grito de batalla, se lanzaron juntos hacia él. Jungkook alzó ambas manos, concentrando su energía, los dos hombres fueron levantados del suelo, inmovilizados en el aire por una fuerza invisible.

Jungkook cerró los puños y, con un movimiento final, los estrelló contra el suelo, dejándolos inconscientes.

El circo quedó en silencio, los cuerpos de los atacantes esparcidos a su alrededor. Respirando profundamente, dejó que sus heridas se curaran lentamente. Había ganado la batalla, pero sabía que su trabajo no había terminado.

Volvió a mirar a la joven que esperaba su ayuda, deshaciendo toda cosa que la sujetara a esta prisión.

—Ahora eres libre —dijo, su voz un eco de sombras.

La chica, temblando pero agradecida, asintió y salió corriendo de la carpa, dejando atrás el horror de su vida en el circo. Jungkook observó su partida con una sonrisa de satisfacción oscura. Había obtenido otra alma, y el poder que sentía era intoxicante.

Con el contrato firmado y la joven liberada, Jungkook permaneció en la oscuridad del circo, su mente aún revuelta por los recientes acontecimientos y su respiración agitada. El olor de la sangre, los cuerpos tirados allí, su propio rostro salpicado tanto de sangre como sudor.

Una vista horrorosa.

Por primera vez en años, sintió una punzada de miedo, por lo que él mismo se había convertido. Mientras contemplaba el caos que había desatado, un conejo blanco, manchado de sangre, que escapó durante la pelea se acercó tímidamente a él.

Jungkook se agachó y recogió al conejo con cuidado, su mirada perdida en los ojos inocentes del pequeño animal. Ese sencillo acto trajo a su mente un recuerdo: Hoseok. Recordó como, en el momento menos esperado, Hoseok lo había abrazado, con esa calidez y deseo. La memoria lo estremeció, su corazón latiendo con una intensidad que no había en mucho tiempo.

El flashback del invernadero lo envolvió, él de pie después de haberle buscado y Hoseok, con su rostro afligido, lo abrazó fuerte, como si temiera que en verdad desaparezca de su vida ahora. La sensación de seguridad y pertenencia fue tan real que casi pudo volver a sentirla.

Su corazón latía desbocado ante el recuerdo, y mirando al conejo, se dio cuenta que no querría que Hoseok conociera esta parte oscura de su vida.

Un pequeño miedo de perder a Hoseok, a asustarlo o hacerlo correr a buscar a la persona que también ofreció separarlos y tener el poder para romper su vínculo era palpable.

Jungkook miró el tatuaje que los entrelaza, un símbolo del compromiso que hizo consigo mismo de proteger a este humano por arrogancia y narcisismo. Ahora, ese tatuaje le brindaba una inesperada paz. A pesar de todo, esta marca le aseguraba que Hoseok estaba bien. No habla mucho sobre como la felicidad del humano también se reflejaba, pero era sumamente calmante.

Con el conejo en sus brazos, Jungkook se dio cuenta de algo crucial: a pesar de su naturaleza demoníaca y de las acciones que había cometido, una parte de su corazón aún anhelaba la luz, la paz y salvación que Hoseok representaba. ¿Será por esto que fue elegido para ser quien debe unirse a este humano?

La visión de Hoseok, con su sonrisa radiante y su risa contagiosa, hizo que los labios de Jungkook se curvaran en una sonrisa genuina, algo que no había sentido en años. La imagen de Hoseok en su mente, su rostro lleno de amor y aceptación, lo llenó de una calidez inesperada.

Sin querer admitirlo del todo, Jungkook reconoció que quizás estaba comenzando a enamorarse. El simple pensamiento de Hoseok le proporcionaba una paz que nunca había experimentado como demonio. Era una contradicción en su existencia oscura, una chispa de luz que se negaba a apagarse.

—¿Qué me estás haciendo, Jung Hoseok? —murmuró Jungkook, dejando al conejo en libertad y observando cómo se alejaba.

Con una renovada determinación, Jungkook decidió que protegería ese vínculo a toda costa.

No podía permitir que la oscuridad en la que estaba sumergido contaminara lo único puro y verdadero que había encontrado en su vida inmortal. Aunque no sabía lo que el futuro le depararía, una cosa era segura: no dejaría que nada ni nadie se interpusiera entre él y Hoseok.


Hoseok se sentía abrumado.

Las palabras de Yoongi que había hablado sobre deshacer el vínculo entre él y Jungkook resonaban en su mente, llenándolo de incertidumbre Sabía que ese vínculo no era convencional, pero había algo en la conexión con Jungkook que le hacía sentir seguro, incluso si no podía explicarlo completamente.

Si ponía a su mente a trabajar buscando quien le daba más confianza la respuesta era Jungkook.

Jeon Jungkook, un hombre que era muy guapo. Una figura alta impotente, su personalidad que daba miedo pero a Hoseok a veces le provocaba ternura.

En un intento de calmar su mente, Hoseok se agachó para jugar con el raro perro, Hades. El perro movía la cola con entusiasmo, feliz de recibir la atención de su nuevo dueño. No creía que los animales también pudieran estar condenados. Nunca se imaginaria a Mickey siendo una feroz bestia que escupe fuego o a cualquier perro luciendo como Hades.

El cachorro apareció de repente mientras se acomodaba en la sala de estar, Jimin dijo que dormiría temprano porque tiene examen mañana. Y conociendo a su amigo el sueño que tenía era profundo, así que no tuvo problema con dejar que el perro se quedara. Aunque solo cubrió las cosas flamables y escondió otras.

Hoseok lanzaba una pelota por el pequeño salón de Jimin, cuidando de no hacer mucho ruido para no despertarlo. El silencio de la noche solo era interrumpido por los suaves jadeos de Hades y el sonido de sus patas contra el suelo. Desearía que Mickey pudiera estar aquí y jugar con ellos.

Mientras acariciaba a Hades, Hoseok se sentía un poco más tranquilo. A pesar de la confusión y el miedo que sentía sobre su situación con Jungkook y Yoongi, no podía negar que había algo reconfortante en tenerlo cerca.

La forma en que reaccionó al verlo en el invernadero después de creer que no llegaría fue una clara demostración de esto.

La espera se hacía más llevadera al pensar en la presencia de Jungkook. Había una calma en saber que pronto estaría a su lado, una sensación que no experimentaba con frecuencia.

Finalmente, Hoseok se tumbó en el sofá, Hades acomodándose a su lado.

Sus pensamientos volvieron a Jungkook, y una pequeña sonrisa se formó en sus labios. No sabía si era por la situación inusual en la que se encontraba, pero realmente le gustaba tener a Jungkook cerca.

Había una conexión que no podía ignorar, una atracción que iba más allá de la lógica y la razón. Y era ridículo como la persona que más odiaría tener que ver en el futuro se estaba convirtiendo en la que quiere tener más tiempo.

Su familia probablemente no esperaba que creara una conexión así con el demonio, por lo visto tampoco era bien vista en Jiwoo. Su hermana por lo que vio también tiene una interesante conexión con Seokhoon, quien es más un mejor amigo para ella considerando las veces que jugaron juntos antes.

Quizá todos solo esperaban que aceptara el compromiso y viviera exprimiendo a Jungkook de lujos o deseos que pidiera. Parecía más como una lámpara de deseos que usaban en cada paso de su vida. Su familia debe ser participe de esto, aprovechando ese poder que tienen a su favor todo el tiempo.

Y no sabía si podía asegurar que esos demonios también cuidaban tan bien de sus padres como lo ha hecho Jungkook, ¿También usan algún símbolo en especial? Bueno, Jiwoo nunca ha tenido algún tatuaje a la vista ni siquiera cuando fueron a la playa hace dos años. Ni sus padres que a veces gustaban de usar ropa cómoda no mostraban ningún indicio de tener alguna protección en ellos.

Puede que por ello Yoongi se asombrara de verlos tan cercanos, tal vez no era muy común lograr una conexión así con un ser inmortal.

Mientras sus ojos comenzaban a cerrarse, Hoseok se permitió un momento de paz. Estaba decidido a enfrentarse a lo que fuera, siempre y cuando Jungkook estuviera con él. La incertidumbre del futuro era menos aterradora sabiendo que no estaba solo.

Hoseok estaba medio dormido en el sofá cuando escuchó la puerta abrirse suavemente. Se levantó y vio a Jungkook entrando con una sonrisa, completamente limpio y sosteniendo una caja de pollo frito. La vista de Jungkook allí, tranquilo y con una sonrisa genuina, le hizo sentir una oleada de alivio y felicidad.

El demonio tuvo que limpiarse toda la sangre para visitarlo, encontrando entre sus cosas una pijama que le obsequió una anciana que firmó con él. Le quedaba grande pero era lo mejor que podía usar por ahora mientras conseguía un traje nuevo a su talla.

Jungkook, usando sus poderes, hizo levitar la caja de pollo hacia la mesa y luego se acercó a Hoseok.

La calidez en sus ojos hizo que Hoseok no pudiera evitarlo; se levantó rápidamente y lo abrazó con fuerza, feliz de que estuviera allí.

Jungkook tragó seco pero correspondió el abrazo, rodeándolo con sus brazos y sintiendo la conexión profunda entre ambos. Si bien el miedo le daba una energía poderosa, este cariño generaba una más profunda.

—Me alegra verte, Jung Hoseok —dijo Jungkook, su voz calmada—. Hoy he decidido que no atenderé más contratos. Quiero pasar tiempo contigo.

Hoseok se apartó un poco, mirándolo a los ojos sorprendido y sonriendo.

—Me alegra que estés aquí —respondió—. Necesitaba verte.

Los dos se dirigieron a la mesa, donde el delicioso aroma del pollo frito llenaba la habitación. Hoseok sintió una tranquilidad inmensa, sabiendo que Jungkook había vuelto sano y salvo, y que por esta noche, al menos, estarían juntos.

Mientras compartían la comida, el vínculo entre ellos se fortalecía.

Jungkook, a pesar de su naturaleza cruel y lo que había sucedido antes, se sentía de nuevo un poco más humano a cada momento que pasaba con Hoseok. Aquello que enterró en lo más profundo de su alma por siglos ha resurgido.

Y Hoseok, abrazando la complejidad de sus sentimientos, encontraba en Jungkook un refugio inesperado.

Juntos, creaban un espacio donde la oscuridad y la luz coexistían, encontrando paz en la compañía del otro.

Una historia que está en el momento indicado de comenzar.

Si logran contar con cuántos peleaba Jungkook me avisan porque perdí la cuenta jeje.

Es la primera vez que escribo una escena de ligera acción pero advierto que habrá mucho más adelante otras, estén preparados.

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