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6

—Tú vas a ser mi omega. El portero más obediente y bien portado de la selección. —Me dice el entrenador al oído.

Otra vez estoy parado a mitad de su habitación, sin camisa y con el cuello expuesto. Puedo sentir las lágrimas resbalar por mis mejillas, mis puños apretados y la rabia alojarse en mi garganta, pero no puedo hacer nada. Mi espalda choca con la pared cuando soy empujado bruscamente, haciendo que me duela la columna.

Quieto, quiero que se vea bonita. —Me ordena Martino mientras pega sus labios a mí. Cierro los ojos con fuerza cuando el penetrante dolor de sus colmillos rasgándome la piel me atraviesa la clavícula.

Mi lobo se retuerce rebelde en mi interior, intentando resistirse a la marca recién hecha, pero es imposible, ahora somos el omega de ese asqueroso alfa.

Mi omega. —Nos gruñe.

¿Sí alfa? —Respondo de manera suave, aún si lo que más deseo es gritar.

—Di que serás leal a mí y no hay otro alfa para ti.

Eres mi único alfa, jamás te fallaré. —Aquellas palabras me queman la garganta, pero no puedo dejar de pronunciarlas.

—Buen chico. —Martino me acaricia los rizos, mandándome escalofríos de incomodidad por todo el cuerpo, deseando poder alejarme de un salto. 

Me despierto de golpe, con el corazón latiéndome a mil por hora y al ver por la ventana sé que aún puedo dormir un rato más, pero el aroma de cierto alfa me distrae por completo, haciéndome arrugar la nariz.

Observo la ropa aún en el suelo, odiando por completo aquél picante aroma. Estoy seguro que el suceso del día anterior me provocará pesadillas por un rato más.

El sueño me ha abandonado por completo, por lo que me levanto para poder lavar aquellas prendas.

Las sábanas resbalan de mi cuerpo, dejándome desnudo y los recuerdos de lo que hice con el alfa de linda sonrisa distraen mi mente.

Una discreta olida a mi cuerpo y ropa de cama me hacen sonreír, seguro el aroma a pimienta y limón se filtró por mi miedo, porque sin duda, todo aquí huele a café con almendras, chocolate y miel.

Sentir nuestros aromas combinados hace que una sonrisa se forme en mis labios.

—Me pregunto cómo se sentirá despertar con él a mi lado... —Paso mi mano por la cama, preguntándome si algún día algo como eso será posible.

Me sorprendo al encontrar una playera que no reconozco, pero mi sonrisa solo se hace más grande cuando el aroma del alfa me envuelve por completo.

Con más ánimo que antes, me levanto de la cama, poniéndome aquella prenda para poder estar relajado mientras lavo mi ropa.

Busco mi celular en la mesita de noche, topándome con una nota escrita a mano.

"Mi lindo omega, este es mi número. Llama si necesitas algo, así sea solo un abrazo. Estaré ahí cuanto antes. Att. Tu alfa."

Mi corazón se estruja de ternura. Guardo el contacto, poniendo un corazón a su nombre y doblo la nota para guardarla en mi maleta.

Envío un emoji de lobo con un corazón al lado para que él sepa que he guardado su número y pueda hacer lo mismo con el mío.

Comienzo a recoger el desorden que hemos dejado en la habitación. Sé que no es mi trabajo, pero me gusta facilitarle las cosas a los demás. Para cuando termino, el sol comienza a salir y mi alarma suena, indicándome que debo arreglarme para ir al entrenamiento.

—Buenos días a todos. El día de hoy solo revisaremos las jugadas que nos hicieron perder el partido y un calentamiento ligero.

Intento prestar atención a lo que el entrenador dice, pero su aroma me llega por sobre todos los demás, provocándome náuseas.

—Ochoa, te estoy hablando.

—¿Eh? Lo siento entrenador.

—Estás muy distraído. Más te vale componerte antes del miércoles.

Ruedo los ojos con molestia, no puedo creer el descaro que tiene para poder mirarme como si nada hubiera pasado.

—Hey, tranquilo. Él no se te acercará más. De eso me encargo yo. —Raúl me guiña un ojo, pasando su brazo sobre mis hombros, sonriendo ampliamente.

Le devuelvo la sonrisa, agradeciendo su atención hacia mí.

—Memo ¿Ya hablaste con tu ex? Le quiere partir la cara a tu nuevo alfa. —Hirving se acerca a mí, mostrándome su Twitter.

—¿Canelo?

—Ni más ni menos.

—¿Por qué?

—Todos creen que Messi te cogió antes del partido, que se aprovechó de ti y por eso perdimos.

—¿Por qué siempre es mi culpa?

—Somos omegas. ¿Lo olvidas?

—A ti no te va tan mal. Un omega tan buen jugador no es tan criticado.

—Tienes razón. Pero igual hablan mierda. En fin. Calma a tu bestia o a la pulguita esa le van a romper la nariz.

Saco mi teléfono, buscando aquella persona con quien solía compartir mi vida.

Envío el mensaje, pensando en lo que me responderá cuando lo vea.

—Guillermo, pon atención. El que nos hayan ganado nos incumbe a todos. —Me regaña el entrenador.

Luego de un rato, el sonido de mi teléfono vuelve a distraerme. Respondo los mensajes con prisa, esperando no hacer enojar a nadie más.


Llego a mi hotel en completo silencio, evadiendo a las pocas personas que hay en el lugar. No deseo escuchar interrogatorios ni insinuaciones de por qué estaba fuera tan de madrugada.

Ahora solo queda esperar la hora para mi entrenamiento, pero un mensaje me hace desviar mi camino hasta la habitación.

"Ya me dijeron que llegaste, ven a mi habitación de inmediato." Me dice Scaloni y yo sol me pregunto quién pudo avisarle que yo estaba aquí.

—Ni siquiera voy a preguntar en dónde o con quién estabas, tu aroma me lo dice todo. Igual no me importa mientras sigas ganando los partidos, pero a la mínima muestra de que esto te distrae, voy a tomar medidas extremas. Ahora dime ¿Con qué derecho te saltas un entrenamiento? Anotar un gol no te exime de seguir practicando.

—Lo siento entrenador, no volverá a pasar.

—No es conmigo con quien debes disculparte, tu equipo te necesita Lionel, si fallas en esto, les fallas a ellos. Ahora ve a ducharte, el entrenamiento empieza antes para ti, debes arreglar las cosas para cuando el resto llegue.

No puedo evitar sentirme molesto, pero sé que debo afrontar mis consecuencias. Me despido con un asentimiento y salgo, sacando mi celular para hacer algo antes.

—Bien, hora de entrenar. Ochoa, ven acá un segundo. —Me acerco hasta Martino a paso lento, lanzándole una mirada preocupada a Raúl, que me mira serio y me toma del brazo firmemente.

—Si intenta algo, grita, estaré afuera esperándote y no me iré hasta que salgas. —Me susurra y yo solo puedo agradecerle en silencio.

No puedo evitar sentir mi corazón cálido, así como el agradecimiento de sentirme protegido, pero también me inunda un sentimiento de culpa por permitir que alguien que no es mi alfa me cuide de esta forma.

—¿Qué necesita, entrenador?

—Messi y Scaloni me hablaron de lo que pasó y aclararon las cosas con respecto a tu uniforme. Lamento haberme comportado como lo hice, no sé qué me pasó.

—¿Lo lamenta? no habla en serio. ¿No sabe qué pasó? Yo se lo diré. Su estúpido ego de alfa lo dominó, una vez más, los de su rango demostraron ser totalmente irracionales y creerse con el derecho de utilizar su ventaja biológica para cumplir su voluntad. Podrás ordenarme con voz de mando que no me mueva, pero ten por seguro que, si veo en tus ojos la intención de siquiera volver a intentarlo, no dudaré en romperte la boca antes de que emitas sonido alguno. Me importa una mierda si eres el entrenador, no vuelvas a aprovecharte de mi.

Su mirada me indica que acabo de herir su orgullo, pero me doy media vuelta antes de que pueda decirme cualquier otra cosa. Salgo del lugar, encontrando a Raúl recargado en la pared a un costado de la puerta.

—¿Todo bien?

—Perfecto. Gracias. ¿Vamos?

—Te admiro como no tienes una idea, Memo.

—¿De verdad? —Me siento genuinamente sorprendido, la voz de Raúl suena suave, incluso tierna mientras se dirige hacia mí.

—Ni siquiera deberías dudarlo, eres un omega muy fuerte.

Puedo sentir cómo me sonrojo, me es imposible no hacerlo, nadie nunca me lo había dicho antes.

—G-gracias... —Raúl me sonríe de manera sincera, mostrando unos hoyuelos que rara vez he visto en su rostro. Me es imposible no devolverle la sonrisa. Mi lobo mueve la cola, alegre, sintiéndose mimado y reconocido.


Una vez acabado el entrenamiento, todos vamos a las duchas, el ambiente es animado y nadie me mira mal, al menos no de forma directa.

—Vaya entrenamiento ligero, siento que se me van a caer las piernas. —Bromeo con Raúl mientras me quito la camiseta.

—Sí, creo que Martino olvida lo que se siente y cree que eso es ligero. Debería hacerlo él también.

—Por cierto ¿Realmente puedes estar aquí? Quiero decir... ¿Es seguro?

—¿Te preocupas por mí?

—Claro, somos amigos, compañeros de equipo y tú también te preocupas por mí.

Lo miro y no puedo pasar desapercibida la expresión de decepción que cruza su semblante de manera fugaz.

—Claro que me preocupo por ti. Y sí, puedo estar aquí, solo debo cuidar mi cabeza.

Asiento y termino de sacarme la ropa. Tengo lodo y pasto hasta en el cabello, por lo que me sacudo un poco, percatándome 'por primera vez del raspón que abarca gran parte de mi hombro, el cual arde con el movimiento de mi brazo.

—Oh... no lo había visto. —Digo a nadie en particular, quitando el pasto que tengo ahí.

—¿Te duele mucho? ¿Voy por el botiquín? —Raúl me mira preocupado y yo solo puedo reírme, enternecido por su reacción.

—Estoy bien, alfa preocupón. Es solo un rasguño. Me voy a bañar. Nos vemos. —Entro a mi cubículo, sintiendo su mirada sobre mí, pero no me incomoda. Mi lobo incluso se siente halagado.

"¿Qué estamos haciendo?" Le pregunto a mi lobo, que se encoge un poco al entender la culpa que me invade.

"Ese alfa nos quiere..." Me responde de manera tímida.

"¿Y Messi?" No recibo respuesta, por lo que sé que debo terminar la conversación ahí si no quiero terminar en una crisis con mi lobo.

Luego de una ducha rápida y algunos siseos de dolor al tallar la herida en mi hombro, salgo con una toalla envolviéndome la cintura.

Frente a mí están todos mis compañeros y entrenador, pero todos están rodeando algo, mientras me acerco lo veo, ahí en medio de todo, hay un chico que luce demasiado joven y tímido para ser parte de este lugar. En las manos tiene una caja de cartón envuelta como un regalo.

—¿Cómo entraste y qué quieres? —Pregunta Martino de manera agresiva.

—Tengo un paquete para el señor Daniel Martino.

—Soy yo, pero no has contestado la primera parte de la pregunta.

—Me dejaron pasar, solo soy un repartidor. Le entrego su paquete. Con permiso.

Y sin decir nada más, sale a paso apresurado, es un omega y el aroma a tantos alfas lo ha intimidado, me siento mal por él. Martino comienza a abrir el paquete, el lugar está tenso y empiezo a ponerme ansioso, podría ser cualquier cosa, no sabemos qué clase de enfermo puede haber enviado algo.

—¿Pero qué mierda? —Martino saca una esfera del tamaño de sus manos, en su interior hay una rosa, enorme y roja. Luce hermosa, pero todos sabemos que el alfa a quien está dirigida es mortalmente alérgico a esas flores. Sin duda es una amenaza muy directa.

—Hay una nota, entrenador. —Hirving es el primero en hablar, sacando una hojita del fondo de la caja.

—Gracias Lozano. Leela por favor. Temo que pueda tener algo de rosas, no quiero una visita a urgencias.

Mi compañero asiente, desdoblando la hoja y todos sentimos el aroma a agua de rosas que eso desprende. El entrenador se aleja, cubriendo su nariz con semblante asustado mientras Hirving comienza a leer con voz pausada y cautelosa.

"Lee bien, maldito alfa de quinta, eres un idiota y un mentiroso, como vuelvas a acercarte a mi omega, porque de hacerlo no solo voy a romperte la cara, me encargaré de que recibas rosas todos y cada uno de los días hasta después de tu muerte. ¿Entendiste? Más te vale mantener tus manos y toda tu asquerosa presencia lejos de ese hombre."

Un silencio sepulcral inunda la habitación, nadie sabe qué decir, incluso Martino se ve pálido y está serio. Devuelve la esfera a la caja con cuidado, Hirving hace lo mismo con la nota y, aunque no tiene remitente alguno, todos me miran, obviando de quién habla aquella carta.

Raúl está a mi lado, respirando pesadamente y con la mandíbula tensa, su aroma a tabaco se hace cada vez más fuerte, haciendo saber que está molesto.

—Esto es anti ético y anti deportivo. —Suelta Martino de forma violenta. —Guillermo ¿Tienes algo qué ver con esto?

—¿Ahora va a hablar de conductas anti éticas y deportivas? Creo que eso no le queda bien, entrenador. Ni siquiera puede denunciar esto, piénselo, tendría que dar explicaciones, no tiene firma y aún si dieran con el responsable, no creo que a usted le vaya muy bien.

Mi corazón late a mil por hora, la adrenalina recorre mis venas, al igual que la preocupación de pensar que algo pueda pasarle a Lio, sin embargo, veo que he dado en el clavo cuando Martino no dice nada más. Mi lobo ladra a modo de burla, nos sentimos triunfantes y muy en el fondo, me pone feliz saber que Messi nos cuida, aún si está lejos.

Todos me miran, pero el poder que siento al defenderme hace que me importe un carajo. Martino sale de la habitación con pisadas fuertes, huele a frustración y enojo.

Me visto con calma. Hirving se acerca a mí, luce tímido.

—¿Qué pasa? —Le pregunto mientras ato mis agujetas.

—Vaya alfas te vienes a conseguir.

—¿De qué hablas?

—Uno amenaza a Martino con matarlo y otro casi le arranca la mano de un mordisco. No sé si tienes buena o mala suerte. —Se ríe, pero luce decaído.

—Sabes que puedes confiar en mí ¿Cierto? Cuéntaselo todo a Elmemo —Me río de mi propio chiste.

—Ya haces chistes de anciano... te he perdido. —Me dice Hirving y es su turno de reír ante mi semblante serio.

—Bueno, pero cuéntame el chisme.

—No pasa nada... es solo que me pregunto qué se sentirá que te defiendan de esa forma. Mi alfa no hace más que preguntarme cómo estoy y si le digo que me molestan, me dice que me cuide mucho.

—Wooow, más lento. A ver... por partes. Uno ¡¿Cuál alfa?! Dos, no es necesario que te defiendan, puedes hacerlo solo, no debes depender de nadie. Tres, si tu alfa tiene tu edad, entonces debes saber que está en la cúspide de la estupidez, ellos no entienden lo importante del cortejo y lo bien que nos hace sentir cuando se preocupan más allá de lo convencional.

—Cierto, no sabes de eso...

—Lo siento, he estado demasiado metido en mis problemas, pero puedes contarme, a partir de ahora ya no te dejaré en el olvido.

—¿Ni siquiera si estás cogiendo con Messi en tu habitación? —Me dice de manera burlona y sé, que aunque lo ha dicho en voz baja, alguien podría escucharlo.

—¡Ssh! Sí, aún si estoy con él seguiré al pendiente de ti.

—Bueno, Kevin es mi alfa. Tiene tiempo que hablamos al respecto, pero nos hicimos novios en secreto. Ni siquiera el idiota de Diego lo sabe, pero eso sí me molesta.

—Espera un segundo. ¿Hablas de Kevin Alvarez? —Lo veo asentir. —Woooow, eso no lo vi venir. ¿Por qué luces molesto?

—Porque Diego quiere a mi alfa...

—Controla los celos, hombre, no te hacen bien.

—Claro, controlar mis celos cuando está por allá, sonriéndole al celular. No entiendo el problema de decirle a ese estúpido omega pretencioso que él y yo somos novios.

—¿Has hablado con Kevin? ¿O solo haces berrinches por algo que él ni siquiera sabe que te molesta?

—Y-yo...

—Ah... tienes mucho qué aprender, lobezno. No puedes esperar que la gente sepa lo que quieres, menos un alfa de esa edad, son muy despistados, hay que ser directos con ellos.

—Ok. Ahora, lo de cuidarme solo, claro que lo hago, pero quisiera saber qué se siente tener a alguien al pendiente de ti y eso no se lo voy a pedir, debería nacerle.

—Tienes razón, pero puedes hablarlo también, tal vez él asume que tú quieres ser fuerte e independiente.

—Claro, porque él por ser alfa lo ven tierno cuando llora en pleno partido y a mí me llaman llorón, dramático y sensible solo por ser omega.

—Eso es culpa de la sociedad.

—Mierda, lo sé, pero de vez en cuando quiero que alguien me abrace y me diga que todo va a estar bien.

Lo entiendo, claro que lo hago, por lo que solo puedo abrazarlo mientras veo sus ojos enrojecer. Está aguantando las lágrimas. Nuestros compañeros nos miran, pero una mirada directo a sus ojos de mi parte basta para que se alejen. Puedo ver que Kevin nos observa a lo lejos, con el ceño fruncido, incluso puedo pensar que está enojado conmigo, pues al percatarse de que lo observo, me levanta una ceja, desafiante. Lo miro y sonrío de lado, es increíble lo temperamentales que pueden ser los jóvenes. Me pregunto qué clase de idioteces hice yo a esa edad y ni siquiera lo noté.

—Escucha, vamos a tomar un café ¿Quieres? Hablemos más tranquilos.

—¿Podemos ir a tu habitación? No quiero estar donde me miren mal si lloro. —Le sonrío y asiento. Tomamos nuestras cosas y salimos del lugar. Puedo sentir algunas miradas sobre mi nuca, pero no me importan en lo absoluto. El entrenamiento terminó, soy libre de hacer lo que quiera.

Mi celular suena, pero lo ignoro, si fuera importante me llamarían.

Mi mensaje ha sido entregado, pero no recibo respuesta alguna incluso luego de veinte minutos. Asumo que aquél a quien deseo contactar sigue entrenando por lo que salgo de las duchas intentando que nadie me vea.

—¿Vas a ver a tu omega? —Me detengo en seco. A Lisandro no se le escapa nada.

—Sí, quiero darle una sorpresa. Tal vez ir por un café o algo.

—Bien, cuidate Lionel. —Me sonríe y regresa hasta donde están el resto de nuestros compañeros.

Al salir encuentro al guardia de seguridad que ahora sé es el alfa de mi amigo, le sonrío y luego me alejo.

No estoy seguro de cómo logré convencer al chico repartidor de que me diera la dirección del lugar en el que se encontraba entrenando la selección mexicana, pero sin duda se lo agradezco. Me dirijo hacia allá, sintiéndome nervioso por poder ver a Memo una vez más.

Al llegar encuentro a varios de sus compañeros saliendo de ahí, por lo que me oculto antes de que alguien me vea, aunque no estoy seguro de haberlo logrado, ya que creo que uno alcanzó a verme.

Me quedo quieto un momento, esperando un tiempo razonable para que todos se vayan, intentando ver alguna rizada cabellera entre todos.

—Él no está. —Escucho una voz a mis espaldas.

—Hijo de puta... —Suelto al aire sin dirigirme a nadie en particular, si no para liberar la tensión que el susto de aquella persona me provocó. —¿Qué? Ah Jimenez. ¿Dices que Guillermo no está?

—Sí, se fue hace un rato.

—Oh... —No puedo evitar sentirme decepcionado, he hecho el viaje para nada. —Bien, gracias, me voy.

—No, espera un segundo, resulta que tu aparición me resulta muy oportuna, justo eres a quien quería ver.

—Ah caray... ¿Y eso por qué?

—¿Crees que esa carta a Martino pasó muy desapercibida?

—No esperaba que fuera pública. ¿Ahora vas a defenderlo? Creí que estábamos del mismo lado.

—No te equivoques, Messi. Ochoa me gusta y haré lo necesario para que sea mi omega.

Sin duda eso me ha tomado desprevenido, pero me repongo al instante, no dejaré que me intimiden.

—¿Ah sí? ¿Sabes que soy su alfa destinado? —El alfa frente a mí se ríe de manera sarcástica, poniendo las manos en su cadera. A mí nadie me va a venir a imponer.

Lo miro lo más amenazante que puedo, aún si mide más de veinte centímetros que yo. Cruzo los brazos sobre mi pecho inflando, intentando lucir más grande.

—¿Y crees que eso me detiene? Escucha bien, alfita, eso quizá solo te da un poco de ventaja, pero veremos con quién decide quedarse, después de todo, yo estoy con él desde hace mucho y he decidido dejar de ocultar mis sentimientos. ¿Qué podrías hacer tú? Ni siquiera vives en el mismo país. Piensalo, mejor aléjate de una vez, no lo hagas sufrir.

Siquiera me deja responder, lo veo alejarse junto a sus demás compañeros. Un sentimiento extraño se aloja en mi estómago... es incomodidad, miedo y duda. Algo me dice que Raúl tiene razón, pero me niego a siquiera imaginar que cedo mi lugar.

—Bien... que sea él quien decida, pero no me daré por vencido así deba renunciar a mi vida en Argentina. —Digo en voz alta para darme valor.

Sin duda debo empezar a conquistarlo.

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