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38

Esta noche y en exclusiva tenemos al más reciente campeón de la copa mundial: ¡Lionel Messi!

Los aplausos dentro del set de grabación son ensordecedores a pesar de haber un grupo muy selecto de espectadores. Me ajusto el auricular una última vez antes de salir a escena, sonriendo tanto como me es posible a pesar de que el cansancio me tiene casi gruñendo de molestia.

—Buenas noches a todos, es un honor y un placer para mí estar aquí. Antes de empezar, quisiera decir unas palabras. ¿Puedo? —pregunto mientras veo al equipo detrás de las cámaras entrar en pánico por haberme salido del libreto.

El conductor sonríe en mi dirección, tranquilo y viváz, demostrando su profesionalismo.

—¡Por supuesto! Esta es tu noche.

—Primero que nada, quiero agradecer a todos los que se encuentran aquí esta noche, muchas gracias por todo su apoyo, también quiero darle mis infinitos agradecimientos a todos los que no pudieron venir y se encuentran viendo esto desde casa, en sus trabajos, con la familia o al otro lado del país, gracias por siempre apoyarme.

Miro al presentador para hacerle saber que he terminado, ganándome una sonrisa enorme de su parte.

—Tan cursi y lindo como siempre, el alfa favorito de todos. —Una vez más, los aplausos me recuerdan en dónde me encuentro —. Ahora, Lionel... por favor cuéntanos ¿Cómo te sentiste mientras ese balón entraba en la portería por última vez.

La noche se me pasa de manera lenta y tortuosa, con preguntas previamente ensayadas y mis gestos limitados a sonrisas y asentimientos. Estoy seguro que, de no ser por el maquillaje, todos podrían notar mis ojeras y el cansancio que me nubla el juicio.

—Y por último, pero no menos importante, nos enteramos que tuviste algunos encuentros mientras estabas por allá. Cuéntanos Lionel ¿Te divertiste mucho estando en otro país? Porque al parecer conquistaste mucho más que corazones.

Esa pregunta me toma desprevenido, haciendo que mi sonrisa baile en mis labios por lo repentino de la cuestión.

—¿Perdón? —Observo al staff detrás de las cámaras mientras revisan el libreto. Mi mánager luce molesto, yendo con pisadas firmes hacia la cabina de grabación.

Si no quieres responder evade la pregunta, esto no era parte del trato. —Escucho en mi auricular, pero la sonrisa del presentador y la mirada curiosa de los espectadores me tienen congelado.

"¿Este es el momento? ¿Debería anunciarlo?"

"No, jamás hablamos con Guillermo sobre hacerlo público de esta manera, inventa algo."

"No voy a mentir."

"Pero tampoco expongas todo."

Mis pensamientos corren a cien kilómetros por hora, haciendo que mi cabeza duela.

—Yo... no sé de dónde has sacado eso, pero sin duda puedo asegurar que me divertí mucho junto a mis amigos y colegas.

—Oh vamos, no esperas que creamos que un alfa tan deseado como tú no haya conquistado algo más que las miradas.

—Creo que no todos tenemos el mismo concepto de diversión, por qué no mejor preguntas lo que realmente deseas, así todos nos podemos ir a casa pronto. —A pesar de que mantengo mi sonrisa, el tono con el que hablo indica lo molesto que me siento, además de mis feromonas que poco a poco me delatan, a pesar de tener encima un potente neutralizador.

—Vamos hombre, no te molestes, pero ya que insistes, lo preguntaré sin pelos en la lengua. No hay fuentes confirmadas, pero algunas lindas omegas aseguran haber pasado una... muy interesante noche junto a ti y tus amigos.

—¿Ah sí? No me molestaría ver a aquellas que aseguran eso, solo para confirmar si las conozco, ya sabes. —Una risa uniforme y algo forzada se extiende por la sala, haciéndome saber que todos se dan cuenta de mi molestia.

—Eso les encantaría, pero creo que hay alguien a quien no le gusta tanto esa respuesta... —El hombre frente a mí toca su auricular con discreción antes de asentir casi imperceptiblemente —. Por favor, enlacemos la llamada con Erika Gutierrez por favor.

Mis ojos se abren con asombro en cuanto reconozco el nombre de la omega a la que mencionan mientras un murmullo de asombro recorre todo el lugar.

"Mierda... esto me toma con la guardia abajo ¿Ahora qué?"

"Aguanta y no muestres los colmillos, no les daremos lo que quieren."

Hola Javier, ¿Qué tal tu noche? —Una voz femenina se escucha por todo el lugar.

—Hermosa, casi tanto como tú, mi bella Erika.

Siempre tan atento Javi. Hola Andy.

Mi corazón se estruja con un pequeño pinchazo doloroso y otro más grande de furia en cuanto aquél apodo que solía amar llega hasta mis oídos.

—Erika... tanto tiempo —respondo con el tono más neutro del que soy capaz.

Uy... qué frío. ¿Cómo has estado?

¿Qué es lo que quieres Erika? —Otro murmullo extendido por toda la sala me hace recordar que no estoy solo y que debo mantener la compostura.

Solo saludar, hay muchos que como yo, se preguntan por qué ya no estamos juntos, éramos tan linda pareja... ¿Recuerdas el anillo de compromiso? Aún lo guardo por si un día decides pagarme ese café que quedó pendiente.

—Me parece que no es el lugar correcto para hablar de esto Erika, así que te pediré que por favor no lo hagas.

Oh vamos, creo que todos quieren saber. Al menos promete que iremos por ese café.

El silencio en la sala es sepulcral, me encuentro bajo cientos de miradas expectantes y la sonrisa de oreja a oreja de parte del presentador me pone nervioso.

"Solo di que sí, nos la sacaremos de encima como las demás veces." Me incita mi lobo con tono exasperado, pero algo en mi interior me dice que no es lo mejor.

—Está bien, hablemos después —respondo tras suspirar.

Varios aplausos y silbidos alegres me provocan molestia, pero hago todo lo posible por ignorarlos.

No te arrepentirás cariño, te lo aseguro.

¡Erika! Por favor mantennos informados, no nos dejen en ascuas.

¡Claro que no Javi! No podría, después de todo, gracias a ustedes es que pude hablar con mi querido Andy de nuevo.

Estaremos en contacto entonces.

Que así sea. ¡Hasta pronto! —Mi ex prometida se despide con su cantarina voz, generando una ola de silbidos y aplausos en su nombre.

—¡Ahí la tienen! La bellísima, inigualable y dulce Erika Gutierrez, la colombiana más argentina de todas. —El presentador detiene su monólogo para permitir que los aplausos resuenen por el lugar antes de despedirse.

Yo ni siquiera me esfuerzo en sonreír, haciendo de dominio público mi molestia y cansancio. En cuanto las luces del set se atenúan y el cartel que me indica que estamos al aire se apaga, me arranco el auricular de la oreja, tan molesto que ni siquiera me despido del antes amable alfa.

—Vámonos —ordeno con demasiada violencia a todo mi personal, ni siquiera mi manager se atreve a replicar, por lo que me subo a la camioneta sin ver a nadie más.

"Espero que Guillermo no vea esto."

"Lo mejor será que se lo cuentes tú, pídele a Lautaro o a Lisandro su celular y déjale una nota de voz, tarde o temprano se enterará y será mejor que sea por tu propia boca."

Un dolor punzante me atraviesa la cabeza producto del estrés, recién llego aquí y todo es un completo caos, hace menos de treinta horas que mi vuelo aterrizó y ya tengo demasiados problemas encima.

Primero no logré comprar un teléfono celular sin antes hacer varios trámites tediosos para recuperar mi número, trámites que no tengo tiempo de realizar ahora mismo. En segunda tengo a mi madre, tan insistente con el tema de irla a ver, que hasta Scaloni tiene al menos diez mensajes con advertencias sobre cuánto llorará si no la visito pronto. En tercer lugar y por mucho, el peor de todos los problemas, ahora tengo a esta chica con una de sus delgadas y puntiagudas uñas apuntando directo a mi garganta, en donde como sea que me mueva, seguro terminaré muy mal herido.

Mis amigos y compañeros me esperan dentro de la Van negra que nos transportó hasta los sets en los que tuvimos las diversas entrevistas cada uno. Ellos lucen alegres y entusiasmados, por lo que me paso hasta el fondo de los asientos, intentando no contagiarles mi mal humor.

—¿Qué pasa Lio? ¿No aplaudieron lo suficientemente fuerte? —se burla Lautaro mientras se sienta frente a mí.

—No lo molestes, seguro se siente todo una super estrella y ahora debes pedir permiso para hablar con él —secunda Lisandro, poniéndose a mi lado.

Cuento hasta diez para evitar desquitarme con ellos, respirando profundamente antes de hablar.

—Nada de eso, pero mejor cuéntenme cómo les fue a ustedes. Por cierto, cualquiera de los dos, no me importa quién, ¿Me prestaría su teléfono para mandar un mensaje?

—¿Por qué luces tan mal?

—¿No se supone que conseguirías un celular apenas aterrizamos?

Lautaro y Lisandro se miran entre sí, advirtiendo mi para nada agradable y alegre actitud.

—Llegamos a las ocho de la noche ¿Cómo se supone que compre algo a esa hora?, tampoco pude dormir por estar esperando mi maleta en el aeropuerto —comienzo a enumerar los problemas que he tenido desde que puse un pie en tierra —, a las ocho de la mañana tuve una sesión de fotos mientras ustedes elegían su traje para la comida que tuvimos a medio día. En la compañía de teléfonos me dijeron que debía hacer trámites presenciales para reportar el número como perdido y recuperarlo, pero que podía no lograrlo, lo que significa renovar contrato telefónico. Mi madre no ha dejado de llamar a Scaloni y por si fuera poco, Erika llamó frente a todos en el programa, me tendieron una muy sucia trampa. ¿Eso responde a todas sus dudas?

Mi tono de voz suena cansado y molesto mientras aprieto el puente de mi nariz entre mi pulgar e índice, haciéndome saber que la inminente migraña me acompañará durante un buen rato. Mis amigos se quedan callados asimilando la bomba de información que acabo de soltar.

—¿Tu mánager ya hizo algo?

—Seguro no vuelven a permitir que esa televisora te entreviste.

—¿Qué mierda quiere esa contigo ahora?

—Supongo que quieres hablar con Guillermo, yo te presto mi celular cuando quieras.

Las voces de mis amigos me llegan cada vez más apagadas a medida que mi conciencia se va perdiendo en la bruma del estrés y el cansancio celosamente acumulados; ya que ahora que lo he compartido en voz alta, todo se vuelve mucho más real y aterrador, provocandome pánico, lo que a su vez me hace hiperventilar y en consecuencia, desmayarme.

Son las cinco de la mañana cuando Raúl nos deja a cargo de recoger las maletas mientras él se dirige a la pensión en la que dejó el auto antes de viajar con urgencia hacia Catar.

—¿Aún no tienes noticias? —pregunta Javier mientras observa a su alrededor en busca de la maleta color amarillo que le pertenece.

—No he desactivado el modo avión de mi celular, pero seguro está dormido o algo, deben ser las ocho de la mañana allá.

—Qué envidia, necesito un baño con agua caliente, comida y al menos doce horas de sueño.

—Esto es un asco... me duele el trasero —murmuro mientras observo a Moon dormir plácidamente dentro de su transportadora.

—Sí, mi cerebro no entiende cómo es que se supone que deberíamos estar durmiendo y en cambio acá va amaneciendo.

—Es como haber viajado en el tiempo, pero no estarías durmiendo, deben ser las dos de la tarde allá.

—¿Qué? Pero viajamos a las ocho de la noche, se supone que México va unas cuantas horas atrás.

—Precisamente por eso, son las cinco de la mañana aquí, pero cuando salimos de Catar eran las once de la mañana de ayer. —Mi cerebro duele con solo pensarlo, porque incluso si son cosas que he asimilado, aún me cuesta dimensionar todo el jetlag que supone un viaje tan largo.

Raúl llega hasta nosotros mientras Javier aún procesar lo que acabo de decirle.

—Hay una maleta negra y solitaria dando vueltas en la otra transportadora de allá atrás, ¿No es la tuya Memo? —Observo en la dirección que mi amigo indica, alcanzando a distinguir cómo el equipaje se pierde entre las tiras de caucho que cuelgan de la pared.

—Cuiden a Moon —murmuro antes de caminar en esa dirección para esperar que la maleta salga.

Cuando al fin vuelve a aparecer compruebo que es mía gracias a la enorme franja roja que la atraviesa. Con esfuerzo y el cansancio haciendo a mis músculos quejarse por el repentino movimiento, tiro de la pesada maleta para sacarla de ahí, pero una de las llantitas se atora con el borde, haciéndome soltarla con un quejido por el tirón en mi muñeca.

Corro para poder alcanzar la maleta antes de que vuelva a perderse detrás de la pared, pero Raúl la alcanza por mí.

—Gracias, no me encuentro muy bien hoy.

—Es lo que veo, empiezas a preocuparme.

—Propongo que vayamos todos a casa de mi madre, seguro hay comida y sin duda podremos dormir hasta tarde. —Asiento ante las palabras de mi mejor amigo, agradeciendo la propuesta ya que no tenía ánimo de estar solo en mi departamento.

Al llegar a aquella casa los recuerdos de mi yo más joven me abordan de manera abrumadora. La calidez de aquellas paredes color melón me cobijan con cariño mientras que el característico aroma a vainilla me inunda el pecho, potenciando los recuerdos que tengo junto a mis amigos.

La señora Balcázar baja las escaleras medio adormilada y con semblante preocupado, tan alerta como la hora se lo permite.

—¿Quién es? —pregunta con voz temblorosa, pero amenazante.

—Perdón por no avisar que llegaríamos Mamá —dice Javier a modo de saludo, adelantándose para poder encender la luz de la sala.

La mujer cierra los ojos, momentáneamente cegada por la repentina iluminación. Su cabello algo chino y encanecido luce desordenado alrededor de su rostro, dándole una apariencia adorable, acentuada por la hermosa y siempre amable sonrisa que nos dedica en cuanto logra enfocar la vista.

—¡Mis niños! —El tono afable de la mujer se siente como un enorme y reconfortante abrazo, el cual se materializa en cuanto nos tiene lo suficientemente cerca.

El primero en recibir sus brazos es Raúl, depositando un beso en la regordeta mejilla de la mujer, seguido de Javier, quien se demora un poco más entre los brazos de su madre, agradeciendo la bienvenida. Por último, la mujer a la que podría llamar mi protectora se gira en mi dirección, extendiendo los brazos para poder rodearme por completo el cuerpo. La diferencia de altura me hace inclinarme un poco para poder recibir el gesto, pero no es incómodo, se siente cálido, reconfortante, sumado al delicioso aroma a lima que desprende la alfa, todo en conjunto se siente como el hogar, apacible y seguro, al que siempre perteneceré.

Puedo sentir las lágrimas de la mujer mojarme la camisa, sus suaves sollozos y la alegría rebosante mientras murmura mi nombre. No sé cuánto dura aquél abrazo, pero para cuando al fin nos separamos, ella tiene los ojos enrojecidos e hinchados.

—Hacía tantos años que no estaban los tres conmigo... Ví todo lo que pasó mientras estabas allá, espero que ya se haya resuelto —abro la boca para responder, pero ella continúa con su apresurado monólogo mientras carga una de las maletas que nos impide seguir adentrándonos a la casa —. Deben tener hambre y estar muy cansados, ¿Quieren cenar algo? No tengo mucha comida, pero prometo que en cuanto amanezca surtiré la despensa. Tu padre descansa, así que lo haré acompañarme. Les voy a servir café...

—Mamá...

—¿O prefieren un té? Seguro quieren algo para relajarse...

—Mamá...

—Oh no... tu padre se terminó el pan que había, a esta hora ya empieza a salir del horno en la panadería...

—¡Mamá! —Javier alza un poco la voz, provocando que su madre lo mire entre molesta y asustada.

—No me grites jovencito.

—Lo siento, pero no escuchabas. Quería decirte que no te preocupes, la verdad es que solo queremos dormir, probablemente no despertemos hasta la noche, así que no te preocupes por la comida. Solo iremos a ducharnos y a dormir.

Veo a la alfa querer replicar, pero Javier la detiene con una mirada de súplica.

—Bien, pero los levantaré antes de la cena para que coman algo. —Los tres asentimos antes de tomar las maletas al mismo tiempo para subir a las habitaciones que nos han visto crecer, pero un suave chillido me detiene en seco.

—Oh por dios... otra vez te olvidé, perdóname... soy un padre terrible. —Con mis muslos doloridos y los tendones reclamando mis movimientos, me agacho para sacar a Moon de su jaula —. Le presento a Moon, la nueva miembro de la familia. Espero que no le moleste que se quede conmigo en la habitación.

La mujer frunce los labios con desacuerdo, pero asiente.

—Solo que no suba a la cama por favor. —Acepto el trato antes de caminar hacia el pasillo que me lleva a las escaleras rectas, escuchando los pasos de mis amigos detrás de mí.

Una vez arriba me dirijo hacia la habitación de invitados y abro la puerta sin siquiera pensarlo demasiado, pero la voz de Raúl me detiene.

—¿Qué haces? —pregunta y yo no sé si reír o darle un golpe.

—¿Ir a dormir? —respondo con sarcasmo.

—Pero yo...

—¿En serio vas a decir que pensaste que dormiríamos como cuando éramos adolescentes? Por dios Raúl, Javier apesta a ti, mi cuello tiene la marca de un alfa y tú la de este hombre. —Ruedo los ojos con ironía —. La señora Balcázar es un amor, no tonta, lo que sea que puedan hacer su hijo y tú, estoy seguro de que ya lo han hecho.

—Y eso que no te he contado cómo nos hicimos novios oficialmente —se burla Javier antes de entrar corriendo a su habitación.

—¿Lo ves? No quieras engañar a nadie. —Sonrío con una ceja levantada, deseando burlarme del furioso sonrojo en el rostro del alfa —. Que descansen, por favor solo hagan eso, por el bien de todos.

Cierro la puerta sin esperar respuesta para luego dejar salir a Moon y acomodar su cama junto a la mía. Salgo para llenar su cuenco de agua en la llave del baño, desistiendo de la ducha por ahora, pero al volver caigo en cuenta que las sábanas están limpias, por lo que muy a mi pesar, regreso al baño para darme una rápida ducha.

Diez minutos después me encuentro acostado y calientito, los ojos se me cierran, pero recuerdo que mi celular sigue en modo avión. Busco el aparato con la mirada, dándome cuenta que lo he dejado sobre el escritorio, al otro lado de la habitación.

—Seguro también estás durmiendo, así que no importa —murmuro al ver el reloj digital sobre la mesita de noche, el cual marca las siete treinta de la mañana.

—Paco mi vida, debes comer algo cariño. —Despierto con un respingo tras escuchar la suave voz que me llama.

—¿Qué?

—Son casi las ocho de la noche corazón, debes bajar a comer algo. —Limpio mi mejilla al sentir un rastro húmedo de saliva mientras la bruma de mi mente se disipa de a poco.

La señora Balcázar me mira desde arriba con esa maternal y dulce sonrisa en el rostro, esperando pacientemente a que yo despierte del todo.

—Iré en un momento, gracias.

—Eso dijiste las otras dos veces que te habló Javier, así que espero sea verdad esta vez.

"¿Otras dos? No recuerdo nada." Escucho a mi lobo bostezar y olfatear el aire con curiosidad. Huele a mi amigo, a hogar y a la alfa de esta manada, con un tenue aroma a café recién preparado y sopa.

—Ya desperté, le prometo que bajo en dos minutos. —La mujer asiente antes de salir de la habitación y cerrar la puerta detrás de ella —. ¿Moon?

Observo a mi alrededor en busca de la cachorra, pero nadie me responde y la penumbra no me permite ver demasiado. Me encojo de hombros sin preocuparme demasiado, calzándome las pantuflas que tengo en la maleta antes de salir al pasillo.

Afuera me reciben el leve sonido de la televisión encendida, los murmullos de los demás habitantes y el delicioso aroma a comida caliente, haciéndome sentir cálido y en paz. Con cautela bajo los escalones uno por uno, percatándome de lo rígidos que se encuentran mis músculos.

—Buenas noches a todos —saludo y mi rostro se calienta un poco en cuanto cuatro pares de ojos se posan en mí con atención.

—Por un momento creí que habías entrado en estado de hibernación, te juro que estaba a punto de ir a tirarte agua helada en la cara —me saluda Javier antes de beber de su café.

—¿Te sientes bien? Te ves algo rojo —dice Raúl imitando el gesto de su omega.

—¡Dejenlo en paz! Tener una marca recién hecha en el cuello te drena demasiada energía —los regaña la alfa, provocando que mi sonrojo empeore y yo cubra esa porción de piel expuesta por lo amplia que es mi prenda superior.

—No les hagas caso hijo, siéntate a comer. —El señor Hernández me abraza brevemente antes de volver a su lugar para seguir cenando —. ¿Cómo has estado? Ese alfa tuyo... ¿Lo conoceremos pronto?

—E-eso espero —murmuro, aún intentando procesar todo lo que está pasando.

Frente a mí hay un humeante plato de sopa recién hecha, pan, spaghetti blanco y pollo a la naranja, además de mi correspondiente taza da café recién hecho. La boca se me hace agua y mi estómago ruge, delatando lo hambriento que me encuentro.

Solo había comido el pastel de fresas que Lionel me había regalado, lo cual no era poco, pero al ser solo azúcar y fruta, no me había tardado nada en digerirlo. Solo recordar el sabor y la suavidad del bizcocho hace que la boca se me haga agua, deseando poder volver a comer algo así pronto y que mi corazón, dolorido y cálido a partes iguales, extrañe a mi alfa con ahínco.

—¿Has tenido noticias de él? —La voz de Javier me saca de mis pensamientos.

—Ni siquiera sé en dónde dejé mi celular, morí después de salir de la ducha.

—Lo noté, Moon no paraba de chillar y rasguñar la puerta con la pata buena. Mi padre la llevó al patio trasero para que hiciera del baño.

—Muchas gracias señor Hernández.

—Es una cachorra muy protectora, tuve que asegurarle que no te pasaría nada si te dejaba solo por un rato.

—Debe tener miedo... un lobato de alfa y sus amigos fueron quienes le rompieron la pata. Quién sabe lo que pudo pasarle si no llegaba a rescatarla.

—¿Te interpusiste entre un lobato de alfa y una cachorra que ni siquiera sabías si viviría? —el tono reprobatorio de la alfa me hace encogerme levemente en mi lugar.

—No, se agarró a golpes con un lobato de alfa y su séquito por un perro desconocido —corrigió Javier, provocando que mi lobo le gruña por delatarnos.

—¡Francisco! —grita la mujer con enojo y sé que se avecina todo un sermón, por lo que me encojo aún más en mi lugar, listo para escucharla.

—... y por eso ella se llama Moon —concluyo al mismo tiempo que Javier sale de la cocina secando sus manos con una toalla.

—Es una historia hermosa, pero espero que jamás vuelvas a hacer algo tan imprudente, aún si la madre luna te envía señales. —Asiento a las palabras protectoras de la mujer.

—Iré por mi celular, ya vuelvo —me excuso antes de perderme escaleras arriba, escapando del nuevo sermón que estoy seguro se avecinaba.

Al llegar al cuarto puedo ver el desastre que ni siquiera recuerdo haber hecho: ropa regada alrededor de la maleta producto de mi descuidada búsqueda de algo cómodo para dormir, zapatos aventados por todos lados, la ropa de cama enredada y caída por uno de los bordes, los juguetes de Moon debajo del escritorio y mi celular debajo de otra camisa.

Suspiro sonoramente al pensar en recoger todo eso, pero opto por dejarlo pasar; aún me siento cansado y dudo mucho que los padres de mi mejor amigo me corran de su casa esta noche, así que aún tengo tiempo para limpiar.

Mi celular está casi completamente cargado por el poco uso que le di en las últimas horas, así que desactivo el modo avión y espero a que se conecte a la red mientras me siento en la cama, levantándome al instante por el chillido debajo de mí.

Con el corazón a mil por hora por el repentino susto tomo la pelota color naranja en mi mano, prefiriendo bajar hacia el patio trasero para jugar un rato con Moon mientras espero alguna noticia.

Son casi las diez de la noche, lo que quiere decir que en Argentina pasa de medianoche y, sin embargo, no hay un solo mensaje en mi celular que me de noticias de mi alfa. Suspiro con pesadez mientras lanzo la pelota, observando a la cachorra correr detrás de ella y morderla con suma concentración.

—Mañana voy a llevarte al veterinario para sacarte un certificado —murmuro, comenzando a enumerar mentalmente mis pendientes ahora que estoy en México.

—¿Nada? —Raúl me abraza por los hombros sorpresivamente, arrancándome un respingo.

Niego en silencio, apretando mi celular entre mis dedos.

—Calma, seguro te mandará algo pronto. —Asiento con pesadez y los hombros rígidos de tantas preocupaciones —. Esa pequeña tiene demasiada energía para tener una pata rota.

—Es muy fuerte.

—Y ahora te cuida.

Iba a responder, pero mi celular timbra con una notificación, haciendo que vuelque toda mi atención hacia ese mensaje. Mi corazón da un vuelco al ver, ni más ni menos, que el nombre de contacto con el que tenía guardado el número perdido del alfa de quien tanto espero recibir noticias.

Mis manos tiemblan al desbloquear el aparato, dudando en si abrir el mensaje o bloquearlo directamente.

"¿Y si recuperó su número?" Mi lobo mueve la cola con nerviosismo y alegría mezclados.

"¿Y si es alguien haciéndose pasar por él?"

"No lo sabrás si no respondes."

Suspiro antes de tocar el mensaje, preparándome mentalmente para alguna decepción o la alegría, sin embargo no tuve en cuenta que había muchas otras cosas para las que debía prepararme.

Frente a mis ojos brilla la pantalla y en ella un enlace que me lleva directo a una noticia reciente. Es un clip corto de Youtube, una entrevista hecha esta misma noche. El rostro sonriente de Lionel es la portada del video, así como su nombre brillando en mayúsculas. Abro el video con el ceño fruncido luego de verificar que sí proviene de aquella aplicación.

Tanto tiempo y aún conservo el anillo de compromiso... ¿Iremos por ese café que me prometiste?

—Está bien, hablemos después.

—¡No te arrepentirás, cariño!

Ese es Lionel, la voz femenina no tengo idea de dónde sale ni a quién pertenece, pero es él, es su voz, su sonrisa,

Todo se siente como un horrible dejavù o una lúcida pesadilla.

"¿Qué mierda está pasando? ¿Por qué otra vez? ¿Qué es esto?"

La marca sobre mi cuello pica y arde como si quisiera hacerme saber que esto es real.

Comienzo a respirar con pesadez y dificultad, ni siquiera creo que el oxigeno logre llegar hasta mi cerebro, sobre todo cuando la voz de Raúl llamando mi nombre se escucha tan lejana como ese sentimiento que creía olvidado, enterrado en lo más profundo de mis recuerdos indeseables.

Mis rodillas tocan el piso mientras sostengo el celular contra mi pecho y mis lágrimas me pican en la nariz antes de rodar por mis mejillas.

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Y continuamos con este segundo capítulo, porque podré desaparecer por un mes, pero regreso con todo. (No me odien, lo siento)

Tomen su otra florecita amarilla... y un poco de drama, porque me encanta.

Hoy conocí una perrita que es igual a lo que imaginé que sería Moon de adolescente, así que luego se las presento.

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