36
—Por dios Pancho... ¡ACABAS DE VERLO! ¿Quieres por favor soltar el teléfono un momento? Disfruta con nosotros estos últimos días aquí. —Ruedo los ojos ante la mirada reprobatoria de Javier, pero hago lo que me pide —. Sé que no debieron haber tenido tanto tiempo para hablar, pero ya lo tendrán.
Guardo mi teléfono en uno de mis bolsillos traseros.
—No es solo eso... me preocupa que realmente haya perdido su celular —murmuro más para mí que para ellos. Pasan de las cuatro de la tarde y aún no tengo una sola noticia del alfa.
"Que revises el celular cada dos minutos no hará que mágicamente aparezca un mensaje ahí, ¿Sabes?"
"¿De qué lado estás? Tú también quieres saber de él, no sé por qué me regañas."
"Por supuesto que quiero saber de él, pero tu ansiedad me da ansiedad. Además Javier tiene razón, hay que aprovechar el tiempo que nos queda aquí."
Ruedo los ojos con exasperación, aunque en el fondo sé que tiene razón, pero seguir sin tener noticias de mi alfa me hace sentir enfermo.
—Bien, ¿Y qué quieren que hagamos? —Exclamo luego de suspirar sonoramente en un intento de tranquilizarme.
—Tú a mí me puedes hacer un hijo y no tendría ningún problema, guapo —responde Javier para luego guiñar con picardía.
Raúl chasquea la lengua mientras lo mira con fingida molestia y yo suelto una carcajada que provoca que muchas de las personas que pasean por la plaza me miren al mismo tiempo.
—No lo sé... —Javier mira a su alrededor —¿Creen que las películas estén todas en árabe?
—Javi mi amor, podemos ir al cine en cualquier otro momento, hay que hacer algo que solo podamos hacer aquí.
Mi mejor amigo hace un puchero que su novio tiene intenciones de quitarle con un beso, pero me adelanto a su acción para soltar un suave manotazo sobre los labios de Javier, provocando que Raúl retroceda un par de pasos y su enternecida sonrisa sea sustituida por una mueca de disgusto.
Javier me mira con molestia, pero lo ignoro mientras me aseguro de que nadie nos haya visto, gesto que él entiende e imita.
—¡Miren! Si nos apresuramos, podemos llegar al show de luces y la fuente de Al Sa'ad plaza. —Nos grita mi amigo con entusiasmo, cual niño, llamando la atención de mucha más gente.
Raúl y yo nos miramos antes de caminar en dirección del cartel que anunciaba la exhibición. El show comenzaba a las seis de la tarde y tras un rápido vistazo a la aplicación de mapas, me doy cuenta de que si queremos llegar, deberemos irnos ya, porque queda algo lejos de donde estamos.
—Entonces vámonos. Yo conduzco. —Les indico para salir a paso rápido de la plaza.
—¿Dejaste comida suficiente para Chiqui? —La voz de Javier me interrumpe en mi caminata.
—¿Quién es Chiqui?
—Oh por dios... ¿No recuerdas a tu propia hija? No me sorprende, ni siquiera habías notado que era niña.
—Oh... ella.
La mirada reprobatoria que me dirige Javier me hace avergonzarme y mirar mis zapatos como si escondieran los secretos del universo.
—Su nombre no es Chiqui, es demasiado común. —Me defiendo, desviando un poco el tema de conversación.
—Uy, disculpe usted señor único. Pero esa pequeña necesita un nombre, no me gusta llamarla perro.
—Pero es...
—Un perro, ya lo sé Guillermo, pero si vas a quedarte con ella, merece tener un nombre.
—Moni. —Suelto al aire lo primero que se me ocurre.
—¿Qué? —Javier ladea la cabeza con duda y Raúl levanta una ceja igual de confundido.
—Su nombre. Se llamará Moni y de cariño le diré Moon.
—¿Luna? —Asiento con la mirada perdida en una planta a lo lejos.
Frente a mí pasan muchas personas, ninguna me presta atención ni yo a ellos, pero la mayoría de ahí son alfas u omegas enlazadas; gran parte come o bebe algo mientras avanza, lo que me hace recordar cómo fue que conocí a esa pequeña y frágil criatura, lo que me hace pensar que el nombre tiene mucho sentido.
—Pero no es blanca... —Murmura Raúl, sacándome de mis pensamientos y haciendo que mire a mis amigos con una ligera sonrisa en los labios y los sentimientos a flor de piel.
—Lo sé, pero... cuando la encontré, yo le había pedido a la diosa luna una buena razón, una señal de si debía quedarme y seguir adelante con todo esto entre Lio y yo... y entonces aparecieron esos mocosos con ella herida. No sé si sueno como un loco crédulo, pero... me gusta pensar que ella es esa señal. —La sonrisa en mis labios me tiembla mientras intento no dejar que los sentimientos me abrumen.
Odio llorar en público, pero todo esto sigue siendo demasiado reciente y abrumador para dejarlo pasar tan fácilmente.
¿Qué habría pasado si no hubiera ido a la enfermería ese día? ¿O si no hubiese entrado a las duchas aquella noche? ¿Y si me hubiese enlazado con Saúl? ¿Tendría cachorros? ¿Habría muerto?
—Hey... ¿Estás bien? —La mirada preocupada de Raúl me regresa a la tierra mientras Javier me mira de la misma forma desde atrás del alfa. La pesada mano de mi amigo sobre mi hombro y su aroma tan familiar y tranquilizador me hacen sonreír.
—Lo estoy, es solo que me quedé pensando en muchas cosas. —Mis amigos me sonríen, comprensivos y sin un solo atisbo de burla en ellos.
—Moni es un bonito nombre.
—Igual que la historia detrás.
Les sonrío a ambos antes de respirar profundo para volver a mi postura inicial.
—Sí bueno... Moon tiene suficiente comida y le di la medicina antes de salir, así que creo que estará bien, espero que no haga del baño sobre la alfombra o la cama.
Mis amigos asienten, pensativos.
—¿Nos vamos? —Pregunto para luego comenzar a avanzar sin esperar su respuesta.
Llegando al estacionamiento recibo las llaves del auto y veo a Javier subir al asiento del copiloto, por lo que el alfa entra solo a la parte de atrás.
El camino es ameno y divertido, ni siquiera el tráfico logra desesperarme y aunque aún me siento ansioso por no tener noticias de Lionel, opto por no poner mayor atención en eso, concentrándome en el camino y el paisaje desconocido.
—¡Por dios! Creí que te habían dejado abandonado en algún callejón. ¿Estás bien? —Scaloni me abraza brevemente mientras regaña a mis amigos con la mirada, su acción me sorprende, pero es agradable. —Vaya... creo que ni siquiera debí preocuparme por ti, apestas a omega.
Me sonrojo notoriamente al tener un flash back de la noche anterior, ganándome un manotazo de parte de mi entrenador.
—Como sea, me alegra que estés bien y la hayas pasado con quien querías. Pero es hora de...
—Entrenador, ¿Sabe algo de Julián? —Lo interrumpo.
—¿Julián? Uhm... —Lo observo pensar su respuesta con la ansiedad carcomiendome las entrañas. —No, supongo que sigue recuperándose de la resaca de anoche. Ya que lo mencionas, ve a despertarlo por favor.
Scaloni mira su reloj y hace una mueca de asombro.
—Son casi las dos de la tarde, tenemos que ir a una comida a las seis en punto, así que por favor alístate pronto, todos ustedes deben hacerlo. ¡Andando! ¡Y espero que tengan listas sus maletas!
Mi entrenador hace una seña con las manos para que nos vayamos de su habitación, por lo que Lisandro y Lautaro caminan hacia la entrada, seguidos por mí.
—¿Para qué buscas a Julián? —Me pregunta Lautaro una vez fuera del alcance del alfa mayor.
Lisandro nos mira con las cejas levantadas, sin decir una sola palabra.
—Ustedes dijeron que estaba con nosotros durante la celebración, es mi última esperanza para recuperar mi celular.
—Ya veo... sí, está en su habitación, aunque no sé qué tan buena idea sea que vayas allá.
—¿Pasó algo entre ustedes? —No puedo evitar sonar sorprendido, sobre todo al notar el ligero sonrojo en las mejillas de mi amigo y darme cuenta que se rehúsa a mirarme a los ojos.
—No realmente. Solo... peleamos.
—¿Qué? —Lisandro habla por fin. —¿Qué fue lo que pasó?
—Él quiso acercarse a mí, estaba tan ebrio que ni siquiera debe recordarlo... —la mirada de Lautaro se vuelve triste, sigue observando sus zapatos, por lo que no puede vernos a Lisandro y a mí intercambiar miradas. —Pero me dijo que en vista de que Lio no planeaba siquiera mirarlo, podía intentarlo conmigo, que no era a yquien quería, pero que peor era nada.
Mis ojos se abren tanto que creo que podrían salirse de sus cuencas, Lisandro ahoga un grito y luce tan enojado como consternado.
—Eso me hirió tanto... —continúa Lautaro sin percatarse de nuestras reacciones. —pero al mismo tiempo me molestó, Julián estaba abrazándome por el cuello, así que lo empujé, no fue demasiado, yo tampoco estaba en mis cinco sentidos... así que nos enojamos y comenzamos a pelear, pero no a golpes. Ojalá hubiesen sido solo golpes...
Un largo y entrecortado suspiro sale de sus labios antes de que levante una mano para limpiarse las lágrimas que ruedan por sus mejillas. Algo en mi interior hierve y quema cuando veo a mi amigo llorar. Lisandro está en iguales o peores condiciones, abriendo y cerrando los puños con fuerza, su mandíbula también está apretada e incluso puedo escuchar sus dientes rechinar.
—Y-yo... yo le dije que... —otro largo suspiro entrecortado sale de entre sus labios. Puedo verlo pasar saliva con dificultad antes de que continúe. —Le dije que lo odiaba tanto por ser un imbécil, que no quería que me volviera a buscar y que me alegraba verlo solo, porque no merece que nadie lo ame, ni siquiera yo.
Lautaro no puede más, su voz se corta justo en la última palabra antes de romper en llanto frente a nosotros. Nunca lo había visto tan roto, mi amigo de rostro serio, pero sonrisa deslumbrante ahora llora frente a mí, tan frágil como las alas de una mariposa. Ni siquiera la ira en mi interior logra opacar el dolor que me provoca verlo así.
Lisandro es el primero en reaccionar, caminando hasta él para abrazarlo fuertemente, provocando que el alfa luzca incluso pequeño entre sus brazos y sus sollozos sean contenidos por el pecho del omega. Poco después me uno al abrazo. Los aromas de los tres se mezclan de una forma particular y difícil de describir, hay dolor, tristeza, alivio, enojo y cariño flotando en el ambiente.
No estoy seguro de cuánto tiempo pasamos así los tres, los sollozos ya no se escuchan más, por lo que me separo lentamente del apretado abrazo, siendo seguido por Lisandro. Nos observamos durante un par de segundos en los que no sabemos qué hacer, pero la voz de nuestro amigo nos gana cualquier intento de empezar la conversación.
—Gracias. —Su voz suena ronca y algo ahogada, mi corazón se aprieta dolorosamente, pero en cuanto mis ojos se encuentran con los suyos, de un marrón tan claro que casi parece gris, su brillante sonrisa me hace devolverle el gesto, solo que menos entusiasmado. —Gracias por consolarme.
—Lo hicimos con cariño y... si me permites decirlo, no estuvo mal lo que le dijiste a Julián. No todo al menos, él te hizo daño y no solo en ese momento, había estado haciéndolo todo este tiempo y al fin pusiste un alto, eso fue muy bueno. —La suave voz de Lisandro suena como un arrullo mientras acaricia el brazo de Lautaro, como un hermano mayor apoyando a su menor.
—Julián merecía eso y no pudo ser mejor que recibirlo de ti. Creía que te tenía seguro, para cuando él deseara, pero le demostraste que no es así, eso le enseñará a valorar bien a sus amigos si es que los tiene. —Hablo con un tono mucho más rudo y Lisandro me mira con desaprobación; pero lo he dicho y no me arrepiento. —No te sientas mal, la vida debe vivirse sin arrepentimientos, pero sí debes aprender de todo esto. No ahora, permítete sentir esto, el dolor, la pérdida, la tristeza y comienza a sanar, mereces algo mejor Lautaro, alguien que te ame por quien eres y que merezca también tu amor, porque él ya no era merecedor de eso.
Tomo aire para poder seguir hablando sin perder los estribos, la rabia me hierve en el interior, pero debo mantener la calma.
—Si te preocupan sus sentimientos está bien, eres una buena persona, no debes dudar de eso, así que si te nace disculparte hazlo, pero no te permitas recibir menos de lo que sabes que mereces. Él también crecerá y aprenderá de esto y todo lo demás que deba vivir, pero eso no es asunto tuyo, no debes salvar a nadie además de ti, primero ayúdate a ti, debes estar bien tú y para poder ayudar a los demás y así no permitir que pasen sobre ti.
—Ambos son jóvenes, queda todo una vida por delante y nadie sabe lo que la madre luna tiene planeado, puede que más adelante vuelvan a encontrarse o puede que llegue a tu vida alguien que te ame y a quien ames de vuelta; deja que las cosas tomen su curso y ocúpate de ser feliz mientras el amor romántico llega. —Las palabras de Lisandro suenan mucho más calmadas que las mías, sumadas a su sonrisa paternal, hacen que Lautaro lo mire con ojos brillantes y una pequeña sonrisa en los labios.
—Gracias a ambos... serán grandes padres si es que deciden tener cachorros, pero ya no me hablen así o me voy a sentir como uno.
—Todos podemos volver a ser pequeños cuando lo necesitamos, es bueno tener quién te cuide. —Asiento a las sabias palabras de mi amigo y Lautaro me imita antes de suspirar y chasquear la lengua.
—Como sea... ¿Nos vamos? Ya tentamos mucho a la suerte hablando y llorando en el pasillo, no quiero que nadie más se una a esto.
Los tres nos reímos antes de empezar a avanzar hacia nuestras habitaciones, pero una vez en el ascensor, recuerdo el por qué surgió la conversación.
—Cierto, debo ir a verlo... así que adelántense, en un rato paso a verlos. —Presiono el botón del piso en el que se encuentra Julián, uno abajo del nuestro. —Deseenme suerte.
Salgo en cuanto las puertas se abren, sin darles tiempo a mis amigos para hablar y camino rápidamente hasta quedar frente a la puerta de mi antes amigo. Mi respiración se vuelve pesada mientras la rabia vuelve a aflorar en mi interior, pero con una respiración profunda la reprimo lo más que puedo, tocando la puerta con los nudillos.
—Oh vaya... no esperaba a nadie, pero sin duda verte a ti es aún más sorprendente. —Julián me mira desde el interior de la habitación con semblante cansado, las ojeras le enmarcan los ojos y su rostro luce algo hinchado, como si se acabase de despertar.
—No me voy a tardar, solo quería saber si de casualidad no habías visto o tomado mi celular la otra noche.
—Qué mal borracho eres, Messi. —Su sonrisa y tono burlón me exasperan más de lo que debería, provocando que suspire y levante una ceja con molestia. Él rueda los ojos antes de hablar. —No, no lo he visto. Y que pienses que lo tomé me ofende. Aunque si lo hubiese hecho, habría sido mejor porque ahora estarías agradeciéndome en lugar de culparme.
—No sé cómo es que puedes seguir siendo tan sinvergüenza Julián.
—¿Ahora qué se supone que hice? Oh... no me digas, ¿Lautaro ya fue a llorarte? Lo sabía, ese alfa es demasiado infantil para mí. —Puedo sentir la sangre hervir en mis venas y todo mi autocontrol irse a la mierda cuando él esboza una sonrisa burlona y esas palabras despreocupadas e hirientes son dirigidas hacia mi amigo.
Empujo al omega hacia adentro de la habitación, con mis manos firmemente cerradas alrededor de su camisa. Su rostro burlesco pasa a ser una mueca de confusión y sorpresa en cuestión de segundos. Sus manos se cierran alrededor de mis muñecas con fuerza en busca de sacarse de encima mi agarre, lastimándome, pero ni siquiera me importa. Una vez lo tengo contra la pared y mi lobo gruñe en mi interior, crispando el pelo del lomo y enseñando los dientes, me debato firmemente entre darle un puñetazo o controlarme.
—Escúchame bien Julián. —Escupo entre dientes, con la mandíbula apretada a causa del enojo en un intento de no gritarle en la cara. —Más te vale alejarte de Lautaro y de mí de una maldita vez ¿Quedó claro? Porque a la siguiente vez no voy a dudar en partirte la cara.
—¿Te has vuelto el padre de todos por acá?, ¿O es que tu juguete nuevo te pone violento?
Un gruñido gutural sale de mi garganta cuando la referencia hacia Guillermo me provoca aún más.
—Cierra la maldita boca. Ya dije lo que tenía que decir, por favor no me obligues a hacer esto. Lautaro merece algo mucho mejor que tú y me alegra que lo notara a tiempo.
Lo suelto con un último empujón contra la pared, provocando que su espalda de otro fuerte golpe contra esta, lo que le saca el aire y lo hace deslizarse hasta el suelo, pero no le presto demasiada atención, caminando de vuelta hacia la entrada y a punto de salir, cuando su voz algo agitada me llama desde atrás.
—Espero que todos tengan mucha suerte de ahora en adelante Lionel, cuidate mucho, las cosas no van a ser fáciles para ustedes dos.
—Gracias, casi te creo esa falsa preocupación... y si no te conociera, juraría que es una amenaza. —Le doy un último vistazo por encima del hombro, alcanzando a divisar una sonrisa nostálgica en sus labios.
—Lo siento tanto... —murmura con un suspiro, lo que me hace fruncir el ceño, pero opto por no prestarle más atención y salgo de ahí procurando no azotar la puerta.
—Messi por dios, no vamos a ir a pedir la mano de tu chico, ¿Puedes apresurarte? La limusina va a dejarnos aquí.
Salgo del baño con el peine en mano y el agua aún escurriendo de mis manos. Mi camisa sigue abierta de los últimos dos botones y la corbata descansa sobre la cama, a un costado de Lautaro, quien me mira con aburrimiento.
—¿En serio tardaste media hora en peinarte? ¡Vámonos! —Apremia mientras se levanta de la cama con la prenda en mano, pasándola por su cuello y atando el nudo con sus hábiles dedos.
Aprovecho para abotonar y fajar mi camisa correctamente, siendo sorprendido por él cuando pasa la brillante y suave tela por encima de mi cabeza, acomodando las solapas para cubrir la corbata y apretar bien el nudo.
—Sí, sí, muy guapo y todo, pero tardas más de dos horas en arreglarte y eso te resta puntos, recuérdame advertirle de eso a Guillermo —murmura con el ceño fruncido y su aroma a naranja me envuelve por completo.
—Oh vamos, no es para tanto. —Permanezco quieto hasta que él termina de alistarme la corbata, recogiendo el saco de su gancho antes de caminar hacia la puerta, seguido por mí.
—Ajá, díselo al chofer de la limusina.
Ruedo los ojos antes de cerrar la puerta detrás de mí. Lisandro nos espera al otro lado, pero no está solo, junto a él se encuentra el enorme y musculoso alfa que tiene por compañero. El enorme hombre lo tiene acorralado contra la pared, encerrandolo entre su cuerpo y brazos, ambos se dan pequeños besitos en los labios, sin percatarse de nuestra presencia. Lautaro mira hacia otro lado, inflando las mejillas con incomodidad y yo, sin poder dejar escapar la oportunidad, silvo una sola vez y cambio mi voz a una mucho más gruesa para hablarles.
—Ese par se me separa por favor. —Alfa y omega pegan un brinco del susto antes de mirarme con los ojos muy abiertos y una mueca de terror desfigurando sus rostros.
Lautaro y yo comenzamos a reír sonoramente, lo que solo aumenta al ver el gran sonrojo que ahora cubre a la pareja.
—¡Eres un idiota! Casi me da un maldito infarto. —Me regaña mi amigo antes de soltarme un puñetazo en el hombro.
—Al menos fue solo una broma, ¿Qué hubieran hecho si alguien más los veía?
—Eso no pasará, solo faltamos nosotros, nadie más está aquí. Así que más nos vale apresurarnos o nos tocará irnos caminando hasta el restaurante. Espero que hayas dejado tu maleta lista.
La referencia a mi maleta me hace fruncir el ceño, Scaloni también lo mencionó, pero había olvidado preguntar al respecto, sin embargo debo volver a tragarme las dudas, porque mis amigos comienzan a correr hacia la calle al ver que el enorme y elegante auto que nos transportaría comienza a avanzar sobre la avenida.
—Creo que debí advertirte que ese chorro de agua iba directo a tu cara. —Me carcajeo al ver a Javier con el cabello aún empapado cayendo sobre sus ojos mientras él nos mira a su novio y a mí como si deseara asesinarnos.
—¿Te parece? —Suelta con sarcasmo mientras se sacude cual perro, mojándonos a ambos y a un par de personas más que pasaban por ahí. —Oh mierda... ¡Lo siento! —Grita, y aunque lo han escuchado, dudo mucho que hayan entendido lo que les decía.
—Al menos lo tengo en video y nos podremos reír de esto por muchos años más. —Sigo burlándome sin importarme su rostro ofendido.
Raúl lo abraza por los hombros disimuladamente mientras le coloca su camisa seca, quedándose él con una delgada playera.
—Te dará frío, tonto. —Reclama Javier, a lo que el alfa solo se encoje de hombros, restándole importancia. —Esto no cambia el hecho de que sigo enojado contigo.
Javier camina lejos de nosotros con semblante digno, aferrándose a la camisa del alfa y olfateándola disimuladamente, gesto que solo yo alcanzo a ver. Raúl suspira a mi lado.
—Calma, sigue así y quizá tu sentencia reduzca a seis meses. —Le doy una palmada en la espalda antes de caminar en la misma dirección que Javier, alcanzando a escuchar el quejido lastimero de mi amigo alfa.
Hay música por todas partes, las estrellas que comienzan a observarse son pocas gracias a la contaminación lumínica, pero no deja de ser una tarde-noche preciosa. Mucha gente de todas partes del mundo pasea por aquí, familias, parejas, amigos; todo luce tan hermoso que me hace sentir un poco nostálgico, deseando tener a mi alfa conmigo.
Un largo y profundo suspiro sale desde el fondo de mi pecho cuando reviso el teléfono, en busca de la más mínima señal sobre él, sin éxito. Javier y Raúl charlan unos metros más adelante, mi mejor amigo luce burlón mientras que su alfa tiene el rostro cargado de preocupación.
—¿Qué está pasando aquí? —Les pregunto en cuanto llego a su lado.
—Solo le estoy dando una oportunidad de redimirse conmigo, pero parece que no quiere hacerlo. —Javier se cruza de brazos y una sonrisa ladina adorna su rostro mientras Raúl enfoca su vista en algo detrás de su novio.
—Pero... amor... ¿Bailar?, ¿En serio? —Miro en esa misma dirección, notando que hay gente reunida alrededor de alguien o algo que no alcanzo a ver. En ese momento, la voz de un hombre se hace presente por encima del bullicio.
—Okay, okay! The last test of sound, one, two, three, one, two, three. ¡Cool! Hi everyone, welcome to Al Sa'ad plaza. Now we have a dance battle. If you want to win one stuffed dino, You need to be the last and the best dancer! We'll start in two minutes.
—Javier... puedo comprarte un peluche de dinosaurio en cualquier momento, lo que quieres es que me humille frente a toda esta gente mientras bailo. —Raúl luce tan consternado como alarmado.
—Eso es exactamente lo que quiero, para que veas que yo no me avergüenzo de ti. —Javier lo mira desafiante, con aquél brillo en los ojos que yo sé, es el que adopta cuando sabe que tiene todas las de ganar.
Raúl suspira derrotado, y bajo mi atento rostro boquiabierto y la mirada triunfal de su novio, camina hacia el chico que habló antes a través del micrófono, recibiendo indicaciones para participar.
La gente comienza a reunirse alrededor de los participantes, la mayoría son niños o adolescentes, mi amigo y otro chica son los únicos adultos de ahí, lo que lo vuelve mucho más gracioso.
Una canción comienza a sonar y en solo segundos logro reconocer que se trata de "Baby shark"
—Very well! Now, the rules are simple, just need dance the choreography and don't lost the ritme.
Todos los presentes aplaudimos y algunos más silbamos para animar a los concursantes, Raúl mira en todas direcciones con un sonrojo bastante marcado que le cubre incluso el cuello. Javier se carcajea a mi lado, aplaudiendo con entusiasmo. Poco a poco la canción comienza a aumentar la velocidad y el primer concursante, un pequeño de aparentes 3 años de edad, es eliminado luego de perder el paso por lo rápido de la pista.
Todos volvemos a aplaudirle al pequeño, que sale con una enorme sonrisa en su regordete rostro, la cual solo se amplía al recibir una paleta por parte del presentador.
La canción cambia a otra muy conocida también, pero esta vez los niños, los adolescentes y los dos adultos presentes, se miran entre sí con algo de vergüenza hasta que el chico al micrófono vuelve a hablar.
—Okay, okay. Don't be shy! Hold your hands with your partner and run around the street. Be careful and don't separe you.
Puedo ver a Raúl acercarse hasta una de las pequeñas, que mira alrededor confundida, Raúl se agacha frente a ella y le explica lo que hay que hacer. La niña rápidamente entiende, por lo que toma la mano de mi amigo con una sonrisa enorme y ojos brillantes en su dirección.
A mi lado escucho un sonoro y largo suspiro, para cuando miro en esa dirección, encuentro a Javier con las manos juntas frente a su pecho, apretadas y temblorosas y una mirada tan brillante como las estrellas sobre su cabeza.
—Oh, oh... yo conozco esa mirada —murmuro para llamar su atención.
Javier me mira y luego a su alfa, que camina rápidamente alrededor de todo el espacio disponible y al ritmo cada vez más rápido de la canción "I'm the snake" Los niños a su alrededor sonríen hasta que uno tropieza y cae, provocando que la música pare y mi amigo se acerque rápidamente hasta él para cargarlo y consolarlo.
Los padres del pequeño llegan rápidamente y se lo llevan junto a la niña de antes, no sin recibir un par de paletas del presentador y una enorme sonrisa por parte de Raúl. Javier vuelve a suspirar y casi estoy seguro que Raúl y él muy pronto tendrán esa conversación.
Ahora quedan solo un pequeño de unos seis años y tres que oscilan entre los ocho y trece años, además de mi amigo y la otra chica adulta.
Otra canción comienza a sonar, pero la mirada confundida de los más pequeños hace que mi corazón duela y me haga cuestionarme qué tan viejo soy realmente.
"Itsy Bitsy araña" se reproduce a un volumen alto mientras mi amigo, la otra chica y dos de los niños más grandes reproducen los mismos movimientos de sus manos, mientras los otros miran en todas direcciones con semblante confundido.
—Oh my god... I can't believe that. I feel really older.
Todos los que escuchamos y entendemos al presentador nos reímos, pero estoy seguro de que coincidimos con ese sentimiento. Más caramelos son entregados a los infantes que han perdido el concurso, dejando únicamente a las últimas 4 personas.
"I'm a teacup" resuena por todo el lugar, transportándome a esos años de infancia y bailes interminables en la sala de mi antigua casa, con las risas de mis padres al fondo y yo parado en medio de todos, bailando como si mi vida dependiera de ello.
Los adolescente y adultos comienzan a bailar, la batalla comienza a ser épicamente competitiva y cómica, pues nadie quiere perder, ya ni siquiera creo que se trate del peluche, ahora todos están ávidos de demostrar quién baila mejor y quién se sabe mejor la coreografía. El audio parece tomar una velocidad de x2 y el primer chico es eliminado, dejando solo a su compañero de edad, que al llegar a la parte del salero, decide retirarse.
Ambos adultos se observan a los ojos durante un segundo antes de que el presentador pase directamente a la velocidad máxima que permite el audio, se escucha tan distorsionado que ya ni siquiera es comprensible, pero el momento de probar el ritmo y memoria de los competidores ha llegado.
Raúl se mueve casi sin sentido, apenas marcando la diferencia entre un movimiento y otro, mientras que la chica se ríe a carcajadas y, con algo más de gracia, intenta llevar el ritmo de la canción. Por alguna extraña razón Raúl se mueve de lugar, tropezando con una parte mal colocada del piso, lo que lo lleva directo al suelo, dándole la victoria a la chica, quien brinca sin parar, celebrando.
Ella se acerca a mi amigo, tendiéndole la mano para ayudarlo a levantarse y yo puedo escuchar a Javier bufar exasperado al ver a su novio sonreír en grande antes de aceptar la ayuda.
—Very nice! We have a winner. —La chica vuelve a sonreír ampliamente antes de acercarse al presentador, quien sostiene un gran peluche con forma de dinosaurio. Es de un verde lima precioso, con las crestas de la espalda color amarillo y un relleno abundante, dándole la apariencia de ser muy esponjoso y suave.
Raúl se sacude el pantalón con la sonrisa aún en el rostro antes de rascarse la nuca y acercarse a nosotros.
—Lo siento, lo intenté mi amor... prometo comprar uno más bonito para ti.
Javier rueda los ojos, pero sonríe mostrando todos sus dientes y sé que está más que feliz.
—Lo hiciste muy bien. —Asegura y yo asiento para darle la razón.
—Aunque no entiendo por qué pusieron las versiones en inglés, todos sabemos que en español suenan mucho mejor. —Se queja Raúl, pero otra voz nos interrumpe antes de poder responderle.
—En eso estoy muy de acuerdo. —La chica que competía con él está parada unos pasos más atrás, nos mira con una enorme sonrisa y a juzgar por su acento, puedo decir que es brasileña.
De cerca luce aún más guapa de lo que se veía, con la piel morena reluciente, largo y ondulado cabello negro que enmarca su bonita sonrisa de blancos y bien alineados dientes, dándole un brillo único a sus ojos.
—¡Oh!, Hablas español. Un placer. —Soy el primero en hablar, saludando de lejos con una sonrisa igual de marcada que la suya.
—Sí, es bueno encontrar a más de los míos. ¿Qué los trae a Qatar?
—Lo que a la mayoría, fútbol.
—¿Son aficionados? —Los tres nos miramos durante unos segundos, agradecidos por no ser reconocidos.
—Algo así. —Respondo y ella asiente.
—Bailas muy bien, deberías considerar concursar de nuevo. —Esta vez se dirige a Raúl directamente, abrazando su peluche con fuerza y sonriendo mucho más.
Mi amigo sonríe en grande antes de rascarse la nuca con nerviosismo.
—Bailar no es lo mío, pero gracias. —Javier gruñe casi ineludiblemente a mi lado en cuanto el viento cambia de dirección y trae hasta nosotros el aroma de la chica: coco y piña dulce. Es una omega y además, una que está coqueteando con mi amigo.
—Yo opino que lo hiciste muy bien. —Ella se acerca un paso más hacia él mientras a mi lado puedo observar a Javier apretar la mandíbula.
—Gracias, creo que a mi novio solo le interesaba verme hacer el ridículo, así que el propósito se cumplió. —Javier abre los ojos con asombro y sus cejas se disparan hacia arriba, pero se recompone de inmediato cuando la atención es puesta sobre él.
—Para mí no haces el ridículo, te veías encantador. —Javier sonríe y se encoge de hombros, caminando hacia él hasta ponerse a su lado, lo suficientemente cerca para que nadie más vea cómo entrelazan sus meñiques.
La chica asiente sin perder la sonrisa, pero retrocede el par de pasos que había avanzado, alejándose de la pareja. El aroma de la limonada y azúcar derrita se hacen mucho más presentes en el ambiente, haciéndome saber que Javier intenta marcar a Raúl con su aroma.
Ella también lo nota, por lo que amplía su sonrisa antes de hablar.
—En eso tiene razón tu omega, lucías encantador, pero cuando quieras, podemos volver a competir uno a uno, esa caída impidió que te ganara limpiamente.
Y sin más, la chica desconocida se da media vuelta y camina hacia otro grupito de chicas que la esperaban con las cabezas muy juntas, todas igual de sonrientes y entusiasmadas. Sus chillidos agudos son audibles incluso a la distancia.
Javier bufa notablemente exasperado y rueda los ojos en su dirección.
—Vaya descaro —murmura. —Vamos, quiero comer algo.
Mi mejor amigo comienza a caminar, pero Raúl lo detiene, tomándolo de la mano con firmeza y jalandolo hacia él para poder atraparlo en un fuerte abrazo.
—Tú eres el único encantador aquí, terroncito —murmura mi amigo contra el cabello de Javier. Sus aromas se mezclan en el ambiente y yo agradezco estar entre tantas personas, o de lo contrario, me podría mucho más nervioso.
Estoy por separarlos cuando una llamada desde un número desconocido entra a mi celular.
—¿Por qué tardaste tanto? —Respondo en breve, entusiasmado y con el corazón a mil por hora.
—¿Hola? Señor Ochoa, hablamos del hotel. —La voz femenina y calmada del otro lado de la línea me desconcierta.
—¿Qué? —Intento recomponerme de la desilución.
—El hotel en el que se hospeda, señor.
—Oh... sí, claro. ¿Ocurre algo?
—Sí, nos reportan que el cachorro en su habitación no ha parado de llorar en la última hora. Hay una jóven aqui llamada Katherine que nos dice ser conocida suya.
—Oh... sí, sí. ¿Qué pasa con ella?
—Se ofrece a cuidarlo, señor. Si usted nos autoriza, podemos sacar al cachorro y entregárselo a ella. —Lo pienso durante un momento, sopesando la situación.
Javier habla con Raúl mientras revisan sus teléfonos para decidir a dónde ir a comer, por lo que es seguro que aún nos tardaremos varias horas en volver.
—Está bien, háganlo. Muchas gracias. —Cuelgo la llamada y dejo salir el suspiro que había estado conteniendo todo este tiempo.
El sentimiento de decepción se hace más presente, aplastando mi corazón dolorosamente mientras intento reprimir las lágrimas que me pican en la nariz. Aclaro mi garganta antes de acercarme hasta mis amigos, esperando que no noten mi estado de ánimo.
—¿Ya decidieron en dónde vamos a comer? —Javier asiente antes de mostrarme lo cerca que está un restaurante buffet de carne y ensaladas que tanto nos gusta.
Asiento antes de empezar a caminar hacia donde hemos dejado el auto. Otro suspiro sale desde lo profundo de mi pecho, pero nadie lo escucha, lo cual agradezco, no estoy de humor para explicar lo que me pasa.
—Espero que vuelvan a visitarnos pronto, ha sido todo un placer ser anfitriones de tan hermoso evento. —Uno de los principales colaboradores levanta su copa en cuanto su traductor personal termina de repetir lo que ha dicho para nosotros.
El lugar se llena de nuestros aplausos antes de imitar su gesto y beber del champagne espumoso.
El lujoso restaurante de luz ambarina y altos techos está completamente desprovisto de cualquier otro comensal, solo nosotros estamos aquí, celebrando nuestra más reciente victoria.
Los enormes candelabros colgantes hacen del lugar un digno objeto de admiración. La iluminación, a pesar de ser cálida, está lo suficientemente presente, arrancando destellos de los pequeños cristales que adornar cada una de las largas cadenas que cuelgan de los focos, las mesas, cubiertas por manteles negros y servilletas doradas, hacen que la cristalería y porcelana destaque aún más.
—Mr. Lionel Messi, it's an honor for me to have you in this place, I hope you like everything.—Otro de los importantes hombres me habla directamente, provocando que deje de admirar todo a mi alrededor y le sonría apenado por no haber estado prestando atención.
—Todo es muy hermoso, muchas gracias. El honor es mío. —El hombre mira a su traductor, quien de inmediato le aclara lo que he dicho.
Él sonríe antes de alzar la mano para llamar a los meseros, quienes comienzan a servir la comida.
Frente a mí hay platos enormes con más comida de la que soy capaz de comer, pero lo extraño es, que no reconozco la mitad de las cosas, sin embargo todo luce sumamente costoso, incluso podría jurar que hay una pequeña lata redonda hecha con oro.
Langostas, calamares, filetes con el centro más rojo que una gota de mi sangre, frutas, verduras y bebidas de aspecto lujoso son dejados frente a mí y mis compañeros. Al dar un rápido vistazo a mi alrededor puedo notar que todos tienen la mirada puesta en la comida, igual de asombrados que yo.
—Para todos ustedes, la mejor de las comidas que se puedan conseguir; mis campeones del mundial. —El chico omega que traduce las palabras del hombre con mayor rango en el lugar se levanta de su asiento, comenzando a señalar la comida. —Las pequeñas latas de oro frente a ustedes contienen "Caviar Almas", del pez Beluga albino. La fruta color rosa es una sandía de origen Japonés, llamada "Sandía Densuke Black", por favor prueben su jugoso y delicioso sabor. Los deliciosos cortes de carne provienen también desde Japón; carne Wagyu; como pueden ver, solo lo mejor para nuestros jugadores estrella. Por favor, disfruten del banquete que hemos preparado para ustedes.
Los flashes no se hacen esperar, las pocas personas de prensa que habían obtenido pase a la ceremonia sacan tantas fotos como les es posible, lo que me hace suponer que tienen un límite de tiempo para estar aquí. Todos gritan nuestros nombres, provocando un ensordecedor bullicio. Varias personas que no conozco, todos alfas imponentes, me abrazan por los hombros para poder sacarse una buena foto junto a mí.
Unos minutos después el personal es desalojado por Nate y otros más de seguridad, siendo empujados fuera del local entre protestas y quejas.
—Comamos, por favor. —Son las últimas palabras del jóven omega. El sonido de los cubiertos sobre la porcelana es lo único que se escucha alrededor durante un largo periodo de tiempo.
—Creo que me va a explotar una tripa. —Me quejo mientras intento no respirar demasiado fuerte.
A mi lado, Lisandro asiente con semblante compungido mientras se acaricia la barriga y, discretamente, desabotona la hebilla de su cinturón.
—A continuación, el postre. Siéntanse con la libertad de comer cuanto deseen. —Los meseros hacen una nueva aparición; con las manos ocupadas por bandejas relucientes y rebosantes de distintos tipos de postres.
Se pueden ver coloridas y jugosas frutas adornando la mayoría de las pequeñas porciones, pan de aspecto fino y más comidas coloridas.
Un pequeño jadeo se atora en mi garganta cuando las bandejas son dejadas frente a mí; todo luce delicioso y llamativo, tan dulce que incluso el aroma me agua la boca. incluso con lo lleno que me encuentro.
El resto de mis compañeros se encuentran en la misma situación que yo, puedo ver su debate interno entre comer un solo bocado que podría terminar en catástrofe o privarse de la grata y exclusiva experiencia.
—Te tengo un trato... —susurra Lisandro a mi izquierda —. Yo elijo uno que ambos queramos probar y tú igual, así lo repartimos entre los dos y ya no hay necesidad de agarrar dos postres que definitivamente no nos vamos a terminar.
Asiento de inmediato, completamente de acuerdo con la propuesta.
—Yo también quiero participar. —Lautaro se asoma desde el otro lado. Luce acalorado y también algo alarmado.
—Yo quiero el de chocolate, ¿Alguien tiene alguna objeción? —Lautaro es el primero en pedir, por lo que luego de ver que nadie se niega, señala un trozo de pastel con mucho chocolate derretido por encima, haciendo que uno de los meseros lo sirva sobre un pequeño plato y una cuchara extremadamente pequeña.
—En ese caso, yo quiero probar aquél helado de mango y duraznos. ¿Les parece bien? —Lautaro y yo asentimos y el mesero repite la acción, sirviendo una enorme bola del colorido postre con cubitos de fruta por encima.
Me relamo los labios mientras paseo la mirada por la bandeja de postres, intentando tomar una buena decisión. Estoy por elegir una tartaleta con sandía como la de la comida, uvas y moras cuando llama mi atención lo que parece la escala de un edificio por lo alto que es.
Su color rosa pálido, lo que creo es biscocho de vainilla, la crema que lo recubre y los trozos de la roja fruta que lo adorna hacen que mi corazón de un vuelco al recordar a cierto omega que habría brincado de alegría al ver aquello.
—Disculpa... ¿Eso es fresa? —El chico que nos atendía observa lo que señalo antes de comenzar a hablar en árabe. Estoy por decirle que no entiendo cuando el traductor de antes me interrumpe.
—Él dice que eso es biscocho de vainilla relleno con un musse de fresa y trozos de la misma fruta, bañado en sirope de chocolate amargo, con una cubierta de queso doble crema y más fresa.
El sonido de asombro que hacen Lisandro y Lautaro me convence de pedirlo; incluso si no soy fanático de las fresas, deseo saber qué sabor tiene y de ser posible, conseguir un poco más de eso para llevárselo a Guillermo.
El mesero me sirve una gran porción de aquél delicado y bonito postre mientras mis amigos cortan los suyos en tres partes iguales. Hago lo mismo, dejando que ellos tomen la mayor parte.
Tomo la cucharita entre mis dedos y olfateo discretamente. El aroma a fresas está más que presente en aquella pequeña porción, lo ácido del aroma me hace salivar por montones, pero ni siquiera eso se compara a cómo ese único bocado se deshace en mi boca, con lo justo de dulce, ácido, cremoso y suave por todos lados.
Con solo ver la expresión de mis amigos me doy cuenta que no estoy alucinando ni exagerando, Lautaro incluso cierra los ojos y Lisandro suspira encantado.
Sus postres son igual de ricos; mientras que el de Lisandro resultó ser un sorbete de mango extremadamente cremoso, lleno de sabor y trocitos de durazno, el pastel de chocolate amargo y selva negra de Lautaro nos hizo desear no haber comido tanto antes.
—Ya vengo —murmuro mientras me levanto de mi lugar y me dirijo a los sanitarios.
Luego de lavar mis manos, opto por quedarme más tiempo fuera de mi lugar, admirando el candelabro gigante que adorna la parte más alta del lugar. Es como ver una delicada y hermosa enredadera de oro, con diamantes en vez de flores y luz cálida emanando de cada pequeño foco.
—Luce preciosa ¿No? Es de mis cosas favoritas en este lugar. —La voz femenina que me habla desde atrás hace que pegue un pequeño brinco en mi lugar. —Lo siento, no era mi intención asustarlo, señor Lionel. Mi nombre es Amy y soy su admiradora.
La cantarina risa de la chica a mis espaldas hace que sonría también.
—Un placer. No pasa nada, es solo que estaba algo distraído.
—Lo noté, a juzgar por su mirada, debió ser alguien muy especial aquél que ocupaba sus pensamientos. —Asiento lentamente mientras una pequeña sonrisa se forma en mis labios.
—Sí... este lugar es hermoso. —Opto por cambiar el tema o de lo contrario voy a ponerme triste.
—Un placer servir nuestra comida para usted y el resto del equipo. —Es ahí en donde caigo en cuenta de la vestimenta que tiene la chica con la que hablo.
Su uniforme, completamente negro y desprovisto de arrugas, con los botones dorados adornando su pecho y la placa con su nombre pulcramente grabado la hacen ver tan imponente como profesional.
—¿Es usted la chef del banquete? —pregunto asombrado.
—No realmente, soy la repostera, espero que haya sido de su agrado, estaré más que honrada de escuchar su opinión.
—No tengo palabras, todo ha sido sencillamente delicioso —me quedo callado un momento —, bueno... lo poco que he podido probar, desearía poder tener más espacio en el estómago.
Su risa me contagia una vez más.
—Me alegra que le haya gustado, si hay algo que pueda hacer por usted, no dude en pedirlo. —Ella se despide con otra sonrisa antes de caminar de vuelta a la cocina y mis manos pican mientras me debato entre hacer lo que realmente deseo hacer o dejarlo pasar.
—Da igual —murmuro antes de correr para detenerla —. ¡Disculpa! Sí hay algo que me gustaría pedirle.
—Una vez más, les agradecemos y reiteramos el placer que fue tenerlos con nosotros, esperamos que deseen volver pronto. —Todos los alfas sonríen enormemente antes de que subamos a las limusinas. —Una lástima que deban irse mañana a primer hora.
Esas últimas palabras apenas las escucho gracias a que el viento las arrastró hasta mis oídos, pero la puerta es cerrada con prisa detrás de mí y el chofer arranca el auto sin permitirme siquiera reaccionar.
—¿Qué? ¿Mañana? Pero... ¿A qué hora? —Las palabras se atropellan entre sí mientras miro a mis amigos, que lucen incluso desconcertados.
—¿De qué hablas? —Lisandro me mira entre alarmado y divertido.
—¿Es cierto que volvemos mañana a primera hora? —Todos me miran como si estuviera loco, pero Lautaro asiente después de un rato. —¿Por qué nadie me lo dijo?
—Tal vez no lo recuerdas, pero sí lo sabías, además... Scaloni debió recordártelo hoy. —Niego lentamente mientras me devano los sesos intentando recordar ese dato tan importante.
—Da igual, ¿Por qué tanto pánico? —Lautaro sonríe con ironía.
—Y-yo... Se supone que Guillermo y yo nos despediremos en el aeropuerto.
—Ow, qué cursi. —Se burla mi amigo y mi lobo le gruñe por lo ansioso que lo tiene la situación. —Aunque no me sorprende, después de todo, ese enorme paquete sobre tus piernas dudo que sea para ti.
—Lisandro, por favor déjame usar tu celular.
—¿Para qué? Lo dejé en el hotel, no debíamos traelo con nosotros.
—¡Aj! —Los nervios me carcomen por dentro y las manos comienzan a sudarme. Es casi medianoche, si no le aviso a tiempo a Guillermo, no solo voy a fallar en mi promesa, sino que él va a matarme por no advertirle.
—Vaya, nunca creí que podríamos comer tanto. Supongo que sirvió de algo no haber comido nada desde la mañana —dice Javier mientras se soba el vientre y camina hacia el estacionamiento.
—Afortunadamente era un buffet, de lo contrario, habríamos tenido que quedarnos a lavar los platos para pagar por todo lo que comiste. —Se burla el alfa, recibiendo un manotazo de parte de su novio.
Intento reírme de su tonto juego, pero ya no puedo ocultar que estoy triste y decepcionado al no recibir la más mínima señal departe de Lionel. Sé que mis amigos intentan animarme, incluso distraerme, pero yo ya no puedo siquiera fingir una sonrisa convincente.
—Casi es media noche... ¿Vamos a ver si hay algo más por la calle? —Javier luce como un niño emocionado, lo que me hace sentir culpable.
"No puedo arrastrarlos a mi miseria..." Pienso con tristeza antes de forzar una sonrisa y asentir, ocupando toda la reserva de energía que me queda.
El mirador junto al mar es precioso incluso de noche, el faro ilumina las negras y agitadas aguas, la brisa salina me golpea la cara y el viento me enreda los rizos.
"Quiero disfrutar esto... pero ese vacío en mi corazón no me deja. ¿Y si es su venganza por todo lo que le hice?" Pienso mientras me pierdo en la inmensa oscuridad.
"No seas tan negativo, seguro algo más está pasando y no ha tenido tiempo."
"¿Y se supone que eso me calme? Ahora creo que algo malo pudo haber pasado con él y por eso no tenemos noticias. ¿Y si se metió en problemas?"
"Tu ansiedad me va a dejar calvo antes de los ochenta. Relájate por favor, él no haría algo así."
"¿Cómo estás tan seguro?"
"Él es un buen alfa. Ni siquiera tienes que preguntarlo."
"Creí que nos había marcado..."
"Es una marca temporal, más duradera que la primera que nos hizo porque estuvo a nada de ser una de enlace."
Un largo suspiro sale de mis labios mientras me recargo en el barandal de metal, admirando las olas que se estrellan contra las rocas, permitiéndome relajarme con su murmullo.
Yo sabía qué era esa marca. Lo había sabido en cuanto la vi reflejada en el espejo, pero no quise decir nada, sin embargo, ahora que estoy sin noticias del alfa, desearía al menos tener eso para sentirlo cerca.
—¿Por qué esa cara? ¿Es por tu alfa? —Javier me rodea los hombros con delicadeza, mirando en la misma dirección que yo.
Asiento a su pregunta, provocando que él chasquee la lengua con molestia.
—Si quieres que lo golpee, solo dilo. Nadie puede hacer que mi hermano ponga esos ojos de cachorro regañado y salirse con la suya.
Eso me hace sonreír y despegar la mejilla del frío metal.
—Está bien, creo que solo estoy algo sensible... Este lugar es hermoso y me habría encantado estar con él.
—Ay el amor... —Javier suspira mientras observa a su alfa tomar fotos a lo lejos. —Pero te entiendo, no tienes idea de cuánto.
—¿Qué habrías hecho si él no te aceptaba como su pareja? —Pregunto de repente, provocando que Javier contenga el aire para luego dejarlo salir lentamente mientras se encoje de hombros.
—No lo sé, seguir con mi vida supongo. Siempre fue una posibilidad, él estaba enamorado de ti y no me veía más que como su amigo, no era algo que me hubiese tomado por sorpresa.
—Javier... yo nunca me disculpé por...
—Ni siquiera lo pienses Guillermo, lo pasado déjalo ahí. Ni siquiera es algo por lo que te culpe, jamás lo hice... él te ama, incluso sin sentimientos románticos de por medio, así como yo. —Javier suspira antes de girar el rostro en mi dirección y conectar nuestras miradas. —Incluso si él te hubiese elegido y tú a él, yo lo habría permitido, porque no soy nadie para impedirte ser feliz, a ninguno de los dos.
—Pero es tu...
—Lo sé, pero él no lo sabía y dudo que lo hubiese notado de no tener el corazón roto. No me importa lo que pasó, tampoco lo que pudo ser, porque no quiero gastar mi energía en algo que ni siquiera puedo controlar, así que te pido hagas lo mismo.
Sin pensarlo demasiado abrazo fuertemente a Javier, apretándolo entre mis brazos y respirando ese familiar y tranquilizador aroma.
—Te quiero mucho Javier. Gracias por ser parte de mi vida. —Él me devuelve el abrazo con fuerza y el sonido de una cámara sacando una fotografía nos hace mirar en esa dirección.
—Lo siento, es que era un cuadro precioso. Podría imprimirla y enmarcarla incluso. —Raúl revisa la pantalla de su celular con una enorme sonrisa en el rostro y un sentimiento cálido me envuelve el corazón.
—Ven, no hay muchas fotos de nosotros tres que sean recientes. —Saco el teléfono de mi pantalón para tomar una buena selfie, dándome cuenta de que me he quedado sin batería. —Vaya mierda...
—¿Qué pasa? —Raúl se acerca para ver por qué maldigo.
—Me quedé sin batería, así que si él está llamando, es solo mi culpa no tener noticias.
—Oh vamos, para algo existen los mensajes de texto y el internet, en cuanto lo prendas de nuevo tendrás noticias. Ahora toma las fotos y vámonos, pasan de las dos de la mañana y la brisa me congela el culo. —Javier y yo nos reímos fuertemente antes de acomodarnos frente al alfa para poder tomar las fotografías.
—¡Mierda! ¿Por qué no responde? —Grito una vez más. Lisandro me mira consternado, sentado en mi cama y con un desastre de ropa y cosas detrás de él y a sus pies.
—¿Estás seguro de que ese es el número correcto?
—¡Claro que sí! ¿No te parece evidencia suficiente todo lo que hice?
—O sea sí, pusiste la habitación patas arriba para encontrar el número de teléfono que, por alguna razón, tenías anotado en un papel como todo un abuelo; pero ¿Y si lo anotaste mal?
—Imposible, eso lo hice cuando él bloqueó mi número, así que lo anoté en un papel para poder tenerlo conmigo siempre y probar suerte con algún teléfono público... no me juzgues, estaba desesperado, igual que ahora.
—Te entiendo, pero sigue sin tener lógica, ¿Por qué no solo revisar tu celular? No tiene sentido el papel.
—Lógica o no, ahora me sirve... además, había ocasiones en las que salía sin celular, pero jamás sin billetera, por eso el papel.
—Ya entiendo. Eres un paranoico, pero por alguna razón te funcionó ahora. Bien. —Lisandro asiente mientras se levanta y comienza a doblar toda la ropa que regué en mi apresurada búsqueda de aquél trozo de papel gastado por todas las veces que lo doblé y desdoblé.
He intentado llamar unas cincuenta veces desde que llegamos al hotel, primero con el teléfono de Lautaro, después con el de Lisandro, pero el resultado era el mismo y yo comenzaba a ponerme ansioso y sumamente triste.
"¿Y si no nos vemos antes de abordar?"
"Él nos va a matar si eso pasa. Y se va a poner muy triste."
"No estás ayudando."
"Te recuerdo que a mí también me pone ansioso todo esto."
"¿No se supone que deberías darme buenos consejos en vez de hacerme sentir peor?"
"¿Desde cuándo tengo título de psicólogo? Porque no recuerdo haber ido a esa clase."
Ruedo los ojos con exasperación mientras cuelgo la quincuagésima séptima llamada de la noche.
—¿Te importa si mando un mensaje? —Le pregunto a mi amigo, que sigue recogiendo cosas del suelo.
—Haz lo que necesites hombre, pero date prisa, quiero dormir un poco. Esa comida me dejó un poco tonto.
Asiento mientras tecleo rápidamente, avisando mi situación y cruzando los dedos, deseando que Guillermo lea el mensaje a tiempo.
-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-
Ahora sí, aquí está el cap. Perdón por la broma de ayer... necesitaba reírme un rato.
Esto fue escrito con sangre, sudor y lágrimas (ojalá fuera broma) así que amenlo, aprecienlo y disfrútenlo por favor.
Cuídense mucho. ✨️
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