33
Mi corazón late acelerado entre mis costillas, la sangre me llega de golpe a la cabeza y la alegría me hace sonreír inconscientemente.
"¡Es él! ¡Vino con nosotros!" Hacía años que mi lobo no sonaba tan emocionado, pero no lo culpo, yo también me siento como niño en juguetería.
Mis manos sudan y mis piernas se mueven hacia adelante casi como si tuvieran vida propia. Deseo correr a abrazarlo, hundir mi cara en su cuello y decirle cuánto lo extrañé, cuestionar qué hace aquí solo para escucharlo decir que ha venido a verme. Deseo poder tomar su hermoso rostro entre mis manos y llenarlo de besos hasta llegar a sus labios y apoderarme de ellos.
—Señor Ochoa, un gusto tenerlo por aquí. —La voz de mi entrenador me regresa a la realidad, provocando que mis revolucionados pensamientos y deseos se detengan abruptamente.
Guillermo me mira a los ojos, pero no tengo idea de qué es lo que pasa por su mente.
"¿Está enojado? Luce triste, como si hubiera llorado. ¿Por qué no puedo oler a su omega? ¿Él está bien? Voy a arrancarle la cabeza a quien se haya atrevido a hacerle daño." Intento calmar a mi lobo, pero en algo debo darle la razón y es que no puedo olfatear más que un rastro de la esencia de Guillermo, no hay nada que me ayude a saber si está herido o su estado de ánimo, lo que me hace ponerme mucho más ansioso que antes.
—Pido una disculpa por aparecer así de repente entrenador. —Su voz suena calmada y apenada, pero para mí es como una hermosa melodía que no sabía que necesitaba escuchar.
—No pasa nada hombre, debiste avisarme que venías, pudimos haber hablado desde antes. —Scaloni avanza para estrecharle la mano y yo debo reprimir un gruñido al querer que se aleje de él. —De acuerdo... Messi, tienes cinco minutos, ustedes —dice mientras mira a mis amigos y a Julián. —Vámonos, después hablamos de esto.
Todos salen lentamente del lugar, incluido Nate, que le dirige una última mirada a Lisandro sin disimularlo demasiado. Julián es quien más tarda en salir, pero una mirada fugaz de mi parte es suficiente para que sepa que estoy más que dispuesto a darle otro golpe.
Una vez solo debo obligarme a respirar con normalidad, los nervios no han desaparecido de mi sistema, incluso puedo jurar que aumentaron.
Restriego mis palmas sudorosas contra mis shorts y juego con mis dedos al no saber qué hacer con las manos.
—Hola Lio... —Su voz resuena en el interior de mi mente, tan melodiosa y hermosa como siempre mientras yo me tomo unos segundos para deleitarme con la felicidad que me provoca volver a escuchar mi nombre en sus labios.
—Hola Guillermo —aclaro mi garganta al darme cuenta que mi voz es apenas un susurro tembloroso y rasposo.
"¿Qué mierda haces? ¿Por qué no lo abrazas? ¡Solo ve y bésalo!"
"No puedo hacer eso, no es como si estuviéramos de lo mejor con él." Regaño a mi lobo mientras hago a mis piernas obedecerme para acercarme hasta el omega de manera lenta, casi como si temiera asustarlo con un mal movimiento.
El silencio entre nosotros se prolonga mucho más de lo que desearía, incluso si me conformo con poder contemplarlo, deseo saber a qué ha venido y así poder emocionarme con provecho.
—Luces diferente. —Opto por iniciar la conversación de manera más casual.
—Oh eso... sí, necesitaba pasar desapercibido y Javier me ha hecho el favor.
—No es que no te veas bien, pero tu cabello al natural me gusta mucho más. —Un ligero sonrojo cubre sus mejillas y mi lobo se remueve gustoso, agitando la cola con alegría.
"Pregúntale por qué no podemos olerlo."
—¿Estás bien? —Incluso si deseo hacerle caso a mi lobo, debo saber controlar mis palabras.
—Sí, ¿Por qué la pregunta? —Guillermo se remueve algo incómodo, intercambiando su peso de una pierna a otra.
—Es solo que... no podemos sentir demasiado tu aroma y nos preocupamos.
—¿Nos? —La duda se refleja en su semblante y yo no puedo reprimir la risita nerviosa que sale de mi pecho.
—M-mi lobo y yo. —Guillermo abre la boca con entendimiento, sonriendo ligeramente.
—Estoy bien, solo me puse inhibidor de aroma. —Asiento con lentitud, intentando idear otra cosa para seguir hablando. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero pronto deberé volver a la cancha y aunque he esperado toda mi vida por este momento, deseo alargar este momento un poco más.
—Escucha Lio... sé que no tenemos mucho tiempo, —Guillermo comienza a hablar, por lo que presto total atención a sus palabras —pero quisiera decirte que... bueno es que yo...
Puedo ver sus manos jugando nerviosamente frente a él, entrelazando los dedos y frotando sus palmas, por lo que decido terminar de acortar la distancia entre nosotros y sostener sus inquietas manos con las mías. Guillermo levanta la vista del suelo para encontrarse con mis ojos, su mirada atenta de ojos enormes es indescifrable, pero hermosa.
No sé si el inhibidor está dejando de funcionar o es algo más, pero al estar así de cerca me doy cuenta de que sí puedo olfatear su aroma, percatándome de sus nervios. Dejo ir un poco de mis feromonas para calmarlo, provocando que sus ya de por sí enormes ojos se abran todavía más.
—Lio...
—Calma, no pasa nada, si no quieres hablar está bien, seré yo quien lo haga.
—No es eso, solo no sé cómo...
—Te extraño —suelto con prisa, interrumpiendo lo que sea que él estuviera a punto de decirme. Su silencio y su sorprendida mirada me dan la pauta para continuar. —Te he extrañado cada maldito segundo desde que decidiste alejarte de mí y estuve temiendo todo este tiempo que te hubieses ido, que ya no te volvería a ver y lo que es peor, que jamás podríamos arreglar lo nuestro, pero estás aquí y eso significa que aún me quieres, ¿Verdad?
Él traga saliva de forma muy visible, asintiendo con lentitud. —Jamás dejé de quererte.
Sus palabras hacen que mi ya de por sí acelerado corazón emprenda una carrera desenfrenada que me provoca más náuseas, pero al mismo tiempo me hace sonreir y suspirar aliviado.
—Yo tampoco. —Aseguro apretando mi agarre entorno a sus manos. Estoy temblando ligeramente, pero me siento más seguro a cada segundo. —Hay mucho de qué hablar, lo sé, pero ahora mismo no hay mucho tiempo para eso, así que solo te preguntaré algo...
Es mi turno de pasar saliva con nerviosismo. —¿Podemos volver a estar juntos? No quiero perderte Guillermo, quiero seguir contigo sin importar lo que los demás digan, quiero que esto, lo nuestro, funcione y seamos felices juntos.
—Y-yo quiero lo mismo. —Su voz es apenas un susurro, el estruendo que hace mi corazón casi la opaca, pero ahí están, son las palabras que quería escuchar y tanto me temía no obtener, pero las ha dicho y yo no sé ni cómo reaccionar.
Suelto sus manos solo para rodear su cuerpo entero con mis brazos, apresándolo en un abrazo que deseo dure para toda la eternidad. Siento su cuerpo tensarse, pero casi al instante un largo suspiro sale de sus pulmones y su cuerpo se relaja de inmediato. Hundo mi nariz en su cuello, percibiendo su aroma mucho más intenso que antes, el chocolate me embriaga y me hace sentir cálido, su aliento me roza el cuello también, provocándome cosquillas.
Desearía quedarme ahí por mucho más tiempo, decirle todo lo que está en mi mente y llevo tanto guardándome, pero sé que no es posible. Me separo de su cuerpo lentamente para poder verlo a los ojos, pero mi vista se desvía ligeramente hacia su boca, esos hermosos y suaves labios que se muerde con nerviosismo.
Me acerco lentamente hasta él sin apartar los ojos de su boca, dando tiempo a que reaccione para apartarse, pero no lo hace, se queda estático, por lo que con el corazón latiendo contra mi pecho de forma casi dolorosa y la emoción de poder volver a sentir su sabor y su calor contra mi boca, me apresuro a rozar sus labios.
Mi corazón se detiene por un milisegundo en cuanto siento la delicada piel de sus labios contra los míos y su aliento me roza la cara, pero se desboca poco después, casi obligándome a seguir el impulso de abalanzarme sobre él y devorarle la boca.
Aumento la presión en sus labios, comenzando a mover los míos con lentitud. Un pequeño suspiro escapa de su boca antes de que él también me devuelva el beso y rodee mi cuello con sus brazos. Mis manos aprietan su cintura y lo pegan un poco más a mi cuerpo.
El beso es lento, apenas pequeños y tímidos roces entre nosotros, pero son suficiente para hacer que todas las dudas en mi mente se dispersen. Deseo continuar con ese beso y algo me hace estar seguro de que él también, pero un profundo gruñido escapa de mi garganta y de la suya al mismo tiempo, provocando que me separe de sus labios con prisa.
No tengo idea de qué pasa, mi lobo está atento y a la defensiva y creo que el de Guillermo también, porque su semblante refleja mi propia duda. Estoy por preguntar qué ocurre cuando Lautaro hace acto de presencia, deteniéndose abruptamente al vernos tan cerca. Mi agarre se afianza sobre la pequeña cintura y sus brazos se tensan alrededor de mi cuello, dándome a entender que también me proteje.
—Wow, calma... solo vengo a decirte que ya es hora Lio. —Lautaro extiende las manos hacia enfrente en son de paz, pero ni siquiera así aflojo el agarre sobre mi omega.
—Voy en un minuto —respondo y veo a Lautaro asentir antes de caminar lentamente y sin darme la espalda.
"¿Qué carajo te pasa? Es nuestro amigo."
"Y Guillermo nuestro omega... solo lo cuido." La actitud de mi lobo me desconcierta, pero opto por no darle demasiada importancia.
—Debo irme... pero prometo que haré lo correcto, no debes preocuparte por nada. —Lo miro directo a los ojos, sonriendo ligeramente y acariciando su cintura con mis pulgares. —Yo me encargo de todo esto.
Guillermo me observa con duda, pero asiente. Sus mejillas lucen sonrojadas mientras una pequeña sonrisa se forma en sus labios. Su agarre alrededor de mi cuello se afloja hasta que es apenas un roce, por lo que yo hago un último movimiento, acercando su cuerpo al mío una vez más para poder dejar un fugaz beso en sus labios antes de obligarme a soltarlo y correr hacia la salida por donde ha desaparecido Lautaro, como si fuera un niño que acaba de cometer una travesura y huye de la escena del crimen.
Me quedo parado observando a Lio salir corriendo mientras respiro entrecortadamente, tratando de calmar mi acelerado corazón.
"¿Qué carajo fue ese gruñido?" Regaño a mi lobo.
"Solo cuido lo que es mío y no pienso volver a dejar que nadie nos separe, ni siquiera tú."
"¿Lo que es tuyo? ¿Desde cuándo eres tan posesivo?"
"Soy un lobo, es mi instinto y después de ver lo cobarde que puedes ser y que casi nos separas de nuestro alfa, ya no puedo confiar en que nos mantengas cerca de él, ahora vamos afuera, si veo a ese maldito omega de quinta volver a acercarse a él, voy a arrancarle la lengua."
Suelto una enorme carcajada y niego con la cabeza, pero hago lo que mi lobo me dice, caminando lentamente hasta la cancha, quedando medio oculto mientras todos festejan y el personal termina de montar todo lo necesario para entregar la copa a los ganadores.
Scaloni me ve desde lejos y camina hacia mí mientras saco mi teléfono para avisarle a Javier que voy a quedarme en este lugar.
—No esperaba verte por aquí. —Giro el rostro en dirección al alfa que me sonríe amigablemente.
—Fue una decisión algo... precipitada —respondo sintiéndome algo cohibido.
—Ya veo... como sea, espero que se hayan arreglado y que todo marche de maravilla entre ustedes. —Giro la cabeza en su dirección con tanta prisa y fuerza que el cuello me duele. Scaloni nota mi asombro, por lo que sonríe ampliamente antes de hablar. —No me gustó verlo en el estado en el que estaba, para serte sincero, estuve un poco molesto contigo, Messi es como un hijo para mí y verlo pasarla tan mal me desagrada, sin embargo, sé que es cosa de ustedes, no puedo inmiscuirme.
—Y-yo... no sé qué decir.
—No debes decir nada, solo... no vuelvan a alejarse a menos que sea lo que realmente quieren. Puedo entender tu miedo y preocupación también, pero... hay gente que los quiere y los apoya. Como les dije ese día, no cometan el mismo error que yo, los tiempos han cambiado y ustedes merecen ser felices amando a quien deseen amar, es hora de que la sociedad aprenda a respetarlo.
En este punto las lágrimas me inundan los ojos, estoy mudo por la sorpresa y lo conmovedoras que me resultan las palabras del entrenador. Si bien no es nada que no me hayan dicho antes, escucharlo viniendo de alguien casi desconocido para mí significa algo mucho mayor.
No sé en qué momento decidí moverme, pero tampoco impido el impulso de abrazar al entrenador. Él hace un sonido de sorpresa, pero me aprieta entre sus brazos con seguridad luego de unos segundos, palmeando mi espalda con un cariño paternal que solo el padre de Javier me había demostrado.
—Debo ir con ellos, pero no dudes en que cuentan conmigo para lo que sea, habemos más gente que los quiere y los apoya, jamás olviden eso, no importa lo que pase, las decisiones que tomen; quienes los amen de verdad, estarán ahí para ustedes, apoyando, alentando y sobre todo, siendo felices con su felicidad. —Scaloni me da un último abrazo antes de correr hacia el resto del equipo.
Las lágrimas ruedan por mis mejillas y yo no hago ningún intento por impedirlo; su discurso me ha dejado bastante sensible y con un cálido sentimiento en mi interior. Su aroma a ron con fresas me envuelve en una nube cálida y reconfortante mientras intento tranquilizar mis sollozos.
A lo lejos observo todo el alboroto que causa el equipo sobre el podio, los gritos y silbidos son ensordecedores y la alegría abrumadora, a excepción del equipo contrario, que lucen bastante decaídos; unos al borde del llanto y otros más ni siquiera se esfuerzan por retenerlo, pero lo entiendo a la perfección, nadie se atrevería a juzgarlos.
El tiempo pasa rápidamente y cuando menos lo noto, mi alfa ya camina sobre el enorme escenario con la copa entre las manos, sonriendo en grande y con la mirada llena de orgullo. Sus compañeros lo festejan a gritos y puedo ver en sus ojos la ansiedad que les causa el poder tocar aquél trofeo, poder sentirlo entre sus manos por fin y hacer real aquello que tanto han deseado.
El estadio estalla en gritos en cuanto Lio alza la copa entre sus manos, los flashes deslumbran, los silbidos ensordecen y los latido de mi corazón me vuelven loco; sé que no es mi copa, no es mi victoria, pero no puedo evitar sentirme orgulloso de él y súmamente feliz.
El resto del tiempo pasa rápidamente entre fotografías, abrazos y felicitaciones hasta que le entregan un micrófono a Scaloni para hablar. No dice mucho más que los clásicos agradecimientos, lo feliz que se siente y lo mucho que esperaba este momento, pero mi corazón da un vuelco cuando veo a Lio tomar el micrófono que le tiende Scaloni, su enorme sonrisa, los ojos llorosos y su manera de aferrarse a la copa me causan ternura y un sentimiento de protección que me obligo a reprimir.
—Primero que nada, quiero agradecerles a todos los que me han estado apoyando: afición, familia, amigos y conocidos, sin su ayuda, sin su aliento, sin su confianza, nada de esto sería tan maravilloso. Quiero que sepan que aprecio esta copa y que puse todo mi corazón y esfuerzo para conseguirla; un nuevo capítulo de mi vida se abre y nadie sabe qué pasará, pero algo es seguro, me seguiré esforzando por ser feliz y espero que ustedes estén ahí para apoyarme y compartir esa felicidad conmigo.
Una vez más su nombre, gritos y silbidos llenan todo el lugar; sus compañeros lo abrazan y en algún momento alguien le quita la copa de entre las manos para comenzar a pasarla entre ellos, pero no le da demasiada importancia, comenzando a buscarme con la mirada hasta que nuestros ojos se encuentran y él comienza a correr en mi dirección.
Todo pasa en cámara lenta, cada zancada suya equivale a dos de mis latidos, pero a medida que se acerca puedo sentir mi corazón mucho más acelerado y el aire atorándose en mis pulmones. Mi lobo se remueve en mi interior con ansiedad y nerviosismo, contagiándome, por lo que no soporto más la espera y echo a correr para encontrarme con el alfa de hermosa sonrisa que me extiende los brazos para que me estampe contra su pecho; pero mis intenciones son otras, así que mando a volar todo mi autocontrol, deseando fervientemente que nadie nos esté observando y cuando al fin lo tengo lo suficientemente me cerca, me agacho para tomarlo por los muslos, provocando que él enrede las piernas en mi cintura y yo lo sostengo de la cadera.
Nuestros labios se estampan en un necesitado y desordenado beso, puedo sentir la alegría, la ansiedad, el alivio, el deseo y muchas más emociones detrás de todo eso, incluso tristeza y ansiedad, pero prefiero dejarlo para después y me permito disfrutar de la sola acción; sentir sus labios, delicados, cálidos y cuidadosos a pesar de todo. Su aroma está opacado por muchos otros, la mayoría es de otros alfas, pero incluso su saliva contiene aún un poco del sabor a pasto y lluvia que posee Julián, lo que me provoca disgusto y celos.
Un ronco gruñido abandona mi pecho antes de que yo abra su boca con mi lengua, permitiéndome explorar su cavidad bucal, saborear aquella saliva de café y almendras y liberar un poco más de mi aroma para intentar impregnarlo de él, borrando así cualquier rastro de otro omega.
Un ligero jadeo abandona su garganta y esa, muy a mi pesar, es mi señal para soltarlo y dejarlo sobre el pasto de nuevo. Nuestras miradas se conectan por lo que podrían ser solo minutos o quizá horas hasta que Lisandro y Scaloni llegan a nosotros y nos recuerdan el lugar en el que estamos.
—Será mejor que vayas a bañarte Lio —murmuro con el poco aliento que me queda solo para verlo asentir, tan mal o quizá peor que yo.
—¿En dónde estarás? —me pregunta mientras caminamos hacia los vestidores de nuevo.
A mis espaldas puedo sentir algo extraño y un rápido vistazo me hace saber que es Julián quien me mira como si deseara golpearme durante horas.
—¿Qué? Ah sí... voy a irme con Javier y Raúl, tú aún debes ir a festejar.
—Pero...
—Nada de peros, es un momento especial, tú y yo tendremos tiempo después. Hemos estado separados todos estos días, unas horas más no causarán diferencia alguna.
Lio frunce los labios, pero asiente al pensarlo mejor.
—Avísame cuando lleguen al hotel ¿Sí?
—Eso haré. Pasala bien, pero no demasiado. —Sonrío y tengo el impulso de besarlo antes de irme, pero me contengo lo suficiente antes de caminar hacia la salida.
Nate me espera en su lugar aún, tan serio e imponente como siempre, estoy por agradecerle cuando una mano sobre mi hombro me detiene. Me doy la vuelta con algo de prisa, creyendo que es Lio, pero en su lugar me recibe el agudo dolor de una bofetada fuerte sobre mi mejilla izquierda.
—¿Pero qué mierda? —Al levantar la vista me encuentro con el rostro enfurecido de Julián mirándome igual que antes.
—¿Qué crees que haces aquí? —Espeta con rabia mal contenida, mirándome de arriba abajo.
Yo no puedo salir de mi asombro, llevando una mano hasta mi mejilla más por la sorpresa que por el dolor, por el rabillo del ojo puedo ver a Nate querer acercarse a mí, pero se contiene.
—¿Y eso a ti qué te importa? —respondo igual de violento y a la defensiva.
Julián bufa con diversión. —Me importa porque parece que ni siquiera tú lo sabes. Yendo y viniendo, confundiendo a Lionel Dime algo, ¿Te gusta hacerlo sufrir?
—¡Por supuesto que no! —Respondo de inmediato, sintiéndome ofendido con la simple mención.
—Yo creo que sí. ¿Te levanta el ego? ¿Te gusta que esté detrás de ti todo el tiempo? ¡Eres tan ruín y él ni siquiera lo nota! ¿Sabes qué? Tu único momento sensato fue cuando decidiste alejarte, tuviste razón al decir que merece algo mejor, porque sin duda tú no lo eres.
—Escucha bien lo que tengo que decirte, no es mi culpa que él no te quiera ver ni en pintura y no es para menos, ¡Eres un maldito acosador! —La sangre me hierve, por lo que no puedo evitar acercarme a él y apuntarlo con un dedo. —Dime ¿Tan mal te pone que incluso con todos nuestros problemas me prefiera a mí?
Sonrío ladinamente ante su rostro ofendido, pero no dejo que me responda nada, levantando las cejas con burla antes de seguir hablando. —Me alegra saberlo, porque definitivamente merece algo mucho mejor que tú. Voy a recuperarlo, pero te aseguro que incluso si no pudiera hacerlo, prefiero que esté con quien sea, menos contigo. Solo eres un mocoso caprichoso detrás de alguien que no puede tener.
—¿Y tú qué se supone que eres? ¿Crees que eres suficiente para un alfa como Lionel? Tan indeciso, cobarde e inservible. No eres más que una maldita prostituta de la que se aburrirá y cuando eso pase, quien esté ahí para darle la familia que tanto merece y desea, seré yo.
El aire se atora en mis pulmones, sus palabras son duras y sin duda afiladas. Mis manos tiemblan por el deseo de abofetearlo, pero no soy como él, definitivamente soy mucho mejor, por lo que con fuerza y rapidez asesto un limpio y firme puñetazo en su rostro, sonriendo ampliamente al verlo caer de rodillas sobre el suelo.
—Más te vale no levantarte del suelo. —Lo observo ponerse de pie lentamente, escupiendo sangre a un lado mientras me mira con enojo. —Escucha, deja esto por la paz. No pretendo pelearme por un alfa y menos por uno que ya me eligió.
—Pues yo sí que lo pienso hacer. —Julián arremete contra mí tacleandome desde el frente. Un dolor agudo me recorre el cuerpo cuando su hombro choca contra mis costillas.
Ambos caemos de forma violenta al suelo. Yo intento apartarme tomando sus muñecas mientras él busca zafarse para poder golpearme. Una fuerza externa me quita a Julián de encima en menos de un minuto, dejándome ver a Nate sostenerlo de los bíceps con fuerza, marcando sus dedos sobre la tersa piel del chico. Él se retuerce, intentando aflojar el agarre del alfa, provocando que lo agarre con más fuerza y un gemido de dolor abandone sus labios.
—¡Suéltame maldito alfa! ¡Tú estás para cuidarme a mí! ¡Es a él a quien debes agarrar! ¡Maldito imbécil bueno para nada!
—Señor Álvarez, debe tranquilizarse, esto lo hago por su seguridad, puede estar seguro de eso.
—¿Por qué no lo detuviste a él cuando me golpeó? Voy a demandarte, maldito. —Las palabras del chico suenan sumamente amenazadoras, asustandome lo suficiente para dirigir mi vista al enorme alfa que lo sostiene.
—¿Cree que le creerían? Después de todo lo que ha estado haciendo, lo mejor es que deje las cosas por la paz. —Julián luce furioso, pero ya no se remueve entre los brazos del alfa, en su lugar me mira como si deseara prenderme fuego solo con los ojos. —No creo que una suspensión sea lo mejor en este momento, además... tú lo golpeaste primero.
Los hombros de Julián se relajan visiblemente, permitiendo a Nate aflojar el agarre entorno a él hasta que por fin lo suelta y vuelve a su lugar a un lado de la puerta, pero sin apartar los ojos de él, listo para saltarle encima si es necesario.
—Escucha, puede que hayas ganado por ahora, pero mantente alerta y cuida tu espalda, porque en el momento que menos lo pienses, él se dará cuenta del error que cometió y volverá a buscarme, volverá por la familia que siempre quiso y jamás le podrás dar.
Julián se da media vuelta con una sonrisa extraña pintada en los labios, alejándose a paso rápido por el largo y solitario pasillo. Lentamente dejo salir el aire que había estado conteniendo mientras me encorvo por el dolor en mis costillas.
—¿Está bien? ¿Llamo al médico? —Nate se me acerca con cautela y puedo ver su debate interno al querer tocarme.
—No, no, estoy bien. Me tengo que ir ¿Me abrirías la puerta? Por favor.
Él se endereza en su lugar, su postura es rígida, pero en su mirada puedo ver la preocupación asomar de manera genuina, por lo que le dirijo una pequeña sonrisa para calmarlo. Él asiente una sola vez antes de abrir la puerta y dejarme pasar.
—Gracias. Y por favor... no le digas nada a Lionel. —El alfa frunce los labios, pero asiente una sola vez y yo salgo del lugar antes de que algo más pueda pasar.
La tranquilidad en mi corazón rivaliza con la emoción y felicidad de mi lobo por lo que acaba de pasar, pero prefiero no pensar demasiado en eso, apresurando el paso para poder encontrarme con mis amigos.
Ambos me esperan a la salida del estadio y me saludan efusivamente mientras me acerco. Puedo ver la emoción y la duda en el rostro de Javier y sé que está haciendo todo lo posible por no gritarme todas las preguntas que se le ocurren. Raúl se ve igual de expectante, pero se contiene un poco más.
—Vamos al hotel, prometo que allá les contaré todo. —Es todo lo que digo antes de seguir avanzando hacia el auto.
Ninguno de los dos dice nada y yo no me detengo a comprobar que me sigan, pero luego de un rato puedo sentir su presencia a mis espaldas.
—¿Por qué hueles tan mal? Es como si te hubieses revolcado en la cancha luego de que la rociaron con agua sucia. —El aliento de Javier me pega de lleno en la nuca, mandando escalofríos por todo mi cuerpo.
Una discreta olfateada a mi ropa me hace comprobar que lo que dice es cierto y de nada sirve ocultar lo sucedido.
—Julián me atacó, pero hablemos de eso allá por favor. No quiero problemas. —Javier hace un sonido de asombro y Raúl gruñe con molestia, pero ninguno dice nada más, permitiéndome disfrutar del momento.
—¿En dónde te habías metido Julián? —Levanto la vista de mis zapatos en cuanto escucho la voz de Scaloni.
—¿Qué mierda te pasó en la cara? —Lautaro se acerca a él rápidamente al ver su labio roto y la playera manchada de sangre.
—El maldito omega de quinta me atacó.
—¿Qué? ¿Guillermo? —Interfiero, acercándome hasta mi compañero, que me mira con ojos de cachorro, causándome repulsión.
—Sí, me golpeó y...
—¿Qué mierda le hiciste? Te juro que si le tocaste un solo cabello voy a romperte la cara. —Suelto con brusquedad, acercándome mucho más a su rostro de forma amenazadora.
El semblante de Julián cambia en segundos, pasando de uno lleno de sufrimiento a otro completamente molesto.
—¡Él me golpeó! ¡¿Por qué me amenazas a mí?!
—¿Crees de verdad que yo voy a pensar que no le hiciste nada para que te golpeara? Por favor, eres más listo que eso.
Julián bufa con molestia, alejándose de mí. Lautaro ya lo espera con una toalla húmeda para que limpie su mentón lleno de sangre, pero él le arrebata la prenda sin mucho cuidado. Mi sangre hierve en mi cabeza al ver a ese maldito tratar mal a mi amigo, pero no puedo decir nada sin dejar a Lautaro como un debilucho, por lo que me esfuerzo en que note mi disgusto.
—Estoy harto de todas sus peleas, pero hoy es un día especial, así que encarguense de estar en paz por lo que resta de la noche y después hablaremos de esto y su sanción.
—Yo quisiera decir algo a todos. —Interrumpo a Scaloni antes de que el barullo de los vestidores vuelva a ser demasiado para hacerme oír por sobre todos.
Scaloni asiente en mi dirección con semblante confundido, pero una pequeña sonrisa de mi parte es suficiente para calmarlo.
—Hoy ha sido un gran día, lleno de emociones, alegría e incertidumbre, quiero felicitarlos a todos y agradecerles por su arduo esfuerzo, por favor sigan así incluso si son partidos menores. —Observo a todos mis compañeros atentamente, todos me miran de vuelta a excepción de Julián, que mantiene la vista fija en el suelo. —La vida misma se trata de esfuerzo y recompensa, todos sus logros los obtuvieron gracias a lo que hicieron para llegar a ellos y la vida se encargará de darles lo que merecen, depende de ustedes si eso los asusta o no. Gracias a todos, por su esfuerzo y dedicación, entrenador, sin usted no lo habríamos logrado, así que ¡Tres hurras por el entrenador!
Todos gritamos al unísono mientras Scaloni sonríe ampliamente y sus mejillas se pintan de rojo. La felicidad inunda el lugar mientras el bullicio se calma lentamente.
Todos nos duchamos en tiempo récord, listos para salir a celebrar la reciente victoria. Mi celular timbra con un mensaje de Guillermo avisándome que llegó al hotel y se irá a dormir, por lo que me mantengo mucho más tranquilo que antes, pero mi corazón sigue acelerado y mi lobo da pequeños brincos cada tanto, recordando que ese hermoso omega está de vuelta en nuestra vida.
"Esto va a funcionar. Todo saldrá bien."
"Más te vale, porque si intentas algo para separarnos, voy a tomar el control. No pienso dejar que nos separes de nuestro omega de nuevo."
-_-_-_-_-_-_-_-
Este capítulo va dedicado también en honor a Sayunie, por su cumpleaños y su reciente logro.
Muchísimas felicidades!
Si quieres, puedes compartir la dedicatoria del capítulo con Memo, en honor a su cumpleaños, pero eso ya lo decides tú.
❤️✨️
Quiero agradecerles también a esas personitas que siguen aquí, leyendo, comentando y animandome a continuar. No tienen idea de lo feliz que me hacen.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro