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30

—¿Estás segura?

—Claro que sí, no llevo semanas siguiéndolo para que me confunda ahora. —Alan me mira con duda, pero vuelve la vista a mi teléfono y pronto esa mueca se convierte en una sonrisa.

—Eres increíble Daniela.

—Lo sé.

El alfa sigue deslizando la pantalla en donde no solo hay fotos de muy buena calidad que muestran a Guillermo andando solo por las calles de Qatar, sino también un video de un alfa abrazándolo por los hombros, ambos se sonríen antes de entrar al hotel en el que yo misma lo hospedé. Claro que sé que ese alfa no es nadie importante, incluso sé que es novio de alguien más, pero eso no importará cuando el video circule por las redes.

—Esto me dará muchísimo dinero, mañana es la final y todos hablarán de cómo hará Lionel Messi para jugar sabiendo que su supuesto omega se ve con otros. —Ambos nos reímos, chocando las copas de vino que tenemos en mano.

Le envío el mismo video a Martino, ya contiene mi marca de agua, pero necesito que parezca contenido de alguien que lo ha grabado por casualidad y su cuenta de twitter anónima es perfecta para eso. Mi celular comienza a timbrar en cuanto él ve el mensaje.

—"¿Qué se supone que es esto?" —Me cuestiona sin siquiera permitirme saludar.

—¿Eres ciego? Solo ponlo en tu Twitter y deja que yo haga el resto. —Ruedo los ojos con exasperación.

—"¿Y en qué se supone que me beneficia?"

—¿Yo qué sé? Piensa un poco hombre, si Lionel lo ve va a odiar a Guillermo, si más personas reconocen a Raúl en el video van a asumir que ahora salen juntos, ¿Ya entiendes?

—"Bien... espero que tengas razón." —Gruñe antes de colgar y yo vuelvo a rodar los ojos.

—Que pesado —susurra Alan sin apartar la vista de su computadora.

—Está obsesionado con ese idiota y le jode que tenga tantos alfas alrededor, casi tanto como me jode a mí, pero por razones diferentes.

—¿Por eso se hicieron tan buenos amigos? —Sonrío de lado al notar cierto tono molesto en la voz del alfa.

—Solo somos socios, tenemos intereses en común, una meta si quieres verlo de esa forma. No seas celoso. —Me burlo, acercándome por detrás para ver cómo envía el correo a la editorial del periódico para que la noticia salga cuanto antes.

—¿Celoso? Jamás. —Se gira hacia mí y su aliento con olor a vino y tierra húmeda me embriagan y aturden. El sol de la tarde entra por la ventana, pintando todo de un romántico anaranjado.

—Ese tinte pelirrojo te queda muy bien —susurro antes de inclinarme para besarlo, pero mi teléfono vuelve a sonar, interrumpiéndome a medio camino.

Suspiro antes de contestar.

—¡Guille! Pero qué milagro que llamas, justo estaba pensando en ti. —Finjo sonar emocionada y feliz mientras coloco el altavoz para que Alan también escuche.

—"Hola Dan. ¿Sabes? No te he agradecido todo lo que has hecho por mí, el haberme salvado de la policía aquella vez, lo del bar, el hotel, la plática..."

—Oh, no tienes que agradecer, somos amigos ¿No? —Ruedo los ojos y Alan sonríe con burla.

—"Precisamente por eso quiero agradecerte, verás, mis amigos y yo queremos ir al partido de mañana, es la final después de todo, pero queremos pasar lo más desapercibidos posible, así que pensamos en ir tantas personas como sea posible, ¿Te gustaría venir con nosotros?"

Eso me toma por sorpresa, incluso Alan abre los ojos y sube las cejas hasta que casi le quedan de copete.

—Wow... Guille, no sé qué decir.

—"Un sí no estaría nada mal. Si tienes amigas que sean de fiar, puedes traerlas contigo si quieres, aunque claro, los gastos ya serían por su cuenta, yo solo cubro el tuyo."

Alan rueda los ojos, pero me mira y asiente efusivamente.

—Espera, déjame hablar con alguien un momento. —Pongo la llamada en espera para poder hablar a gusto. —¿Y qué haremos si te reconoce?

—Eso no pasará. Ya me teñí el cabello, puedes maquillarme un poco y puedo llevar mascarilla puesta y alegar que aún le temo a enfermarme para no tener que quitármela.

Frunzo los labios con preocupación, pero acepto luego de meditarlo durante un par de segundos.

—¿Guille?

—"Aquí estoy."

—Mis amigas no pueden ir, pero verás, tengo novio y me encantaría poder ir con él.

—"Si es de fiar no hay ningún problema."

—Entonces ahí estaremos mañana.

—"¡Genial! Te envío los datos de los asientos y los gastos por mensaje. ¡Hasta mañana!"

Guillermo corta la llamada y yo no sé si reír, aplaudir o solo gritar de la emoción. Esto no podría estar saliendo mejor.

—Muy bien, debemos organizar todo para que nada salga mal.

—Javi, tranquilízate, son solo las diez de la mañana. —Ruedo sobre mi costado, quedando boca arriba en la cama solo para observar a mi novio ir de un lado a otro de la habitación.

—No me importa, Guillermo al fin dejó de ser un necio, no puedo dejar que algo salga mal.

—¿Por qué te importa tanto que vaya con Lionel? —Pregunto con cautela y genuina curiosidad, incorporándome para poder observarlo.

Javier detiene su nervioso andar antes de responderme.

—Tú sabes cuánto ha sufrido, yo sé por todo lo que ha pasado, él es mi hermano y... solo pensar que puede estar cometiendo un grave error y lastimándose innecesariamente me provoca nauseas. No voy a quedarme de brazos cruzados para ver cómo deja ir a su destinado por culpa de otros.

Asiento lentamente, poniéndome de pie por fin para poder ir hasta él y tomarlo por los hombros.

—Está bien, solo era una duda. —Casi susurro al tenerlo entre mis brazos, sintiendo su aliento chocar contra mi cuello.

—Gracias. —Frunzo el ceño al escuchar esas inesperadas palabras.

—¿Por qué?

—Por aceptarme. —Dejo ir un suspiro largo y sonoro, afianzando el agarre entorno a sus hombros y depositando un suave beso en su coronilla.

Estoy por responder algo, pero la puerta de nuestra habitación se abre de golpe, dejando ver a Guillermo con el cabello alborotado y su perrito caminando alegremente tras él.

—Menos mal están presentables. Quería decirles que... perro y yo morimos de hambre y les toca pagar el desayuno. —Memo se sienta sobre uno de los sillones del lugar con el cachorro pisándole los talones.

Luce de lo más tierno con la cinta púrpura adornando su patita. Javier suelta el aire con exasperación, pero una ligera sonrisa se forma en sus labios. Quizá intente fingir que Guillermo lo molesta, pero yo sé que está feliz por ver a su hermano mucho más feliz que antes, incluso si sigue teniendo esas marcadas ojeras y la mirada triste, sus ánimos y el aroma que su omega deja ir son mucho mejores que antes.

—¿Acaso no sabes tocar la puerta? Pudimos estar para nada presentables. —Cuestiona Javier con fingida molestia.

—¿Crees que me pondría en peligro así? Me gusta conservar mi inocencia, gracias.

—No lo digo por ti, me preocupa el cachorro. Tú de inocente no tienes ni las orejas.

La cara indignada de Guillermo nos hace reír a Javier y a mí, pero ni siquiera así aflojo el agarre de mis brazos.

—Bueno ya, suéltalo, no va a salir huyendo. —Memo se acerca hasta nosotros para zafarme las manos y separar a Javier de mi cuerpo.

—¿Celoso? —pregunto con burla. Provocando que mi amigo ruede los ojos antes de abrazar a mi novio.

—Sí, yo lo vi primero, es más mío que tuyo. —Guillermo me saca la lengua, gesto que le regreso antes de que Javier se lo saque de encima con un encogimiento de hombros rápido.

—¡Sin pelear! Son un par de lobeznos celosos e irritantes. No le pertenezco a nadie. —Levanto las cejas con burla, observando a mi novio sonrojarse levemente, por lo que confirmo que ha entendido el doble sentido de mi gesto. —Espera cinco minutos, vamos a vestirnos y bajaremos al restaurante. ¿Ya alimentaste firulais?

—No se llama así.

—¿Lo hiciste?

—No.

—Entonces ve a darle de comer, sus medicamentos y cuando acabes, vuelves acá y nos vamos a desayunar.

—Sí mamá. —Guillermo rueda los ojos y sale de nuestra habitación murmurando cosas inteligibles.

—¿Firulais, en serio? —Le pregunto divertido, levantando una ceja para molestarlo. —Qué original.

—No voy a llamarlo perro.

—Pero es un perro.

—Como sea, date prisa y vístete, nuestro hijo volverá pronto.

—¿Nuestro hijo? Es mayor que nosotros.

—Pero parece un cachorro mimado y molesto, así que es nuestro hijo al menos hasta que su novio robe toda su atención.

—Eso sonó a que estás celoso.

—Yo lo vi primero.

—Son iguales, no sé por qué te quejas tanto. —Ruedo los ojos con falsa molestia, tomando la ropa que traía el día anterior, a falta de algo limpio. —Si vamos a estar en este hotel debemos ir por nuestras cosas al otro, detesto ponerme la misma ropa dos días seguidos.

Javier hace un sonido afirmativo mientras se calza los zapatos deportivos. Unos minutos después Guillermo ya se encuentra de nuevo en la puerta de nuestra habitación.

—Es una puta broma, ¿Verdad Guillermo? Por favor dime que estás jugando. —Guardo silencio ante la mirada esquiva de mi amigo y el semblante molesto de Javier.

—Yo voy a pagarlo, no tienes por qué ponerte así.

—No es por el estúpido dinero, Guillermo. Ya te dije que esa... mujer no me agrada nada.

—Ella me ayudó. —Javier está por replicar, por lo que opto por interferir.

—Javier, creo que estás exagerando un poco, quizá no nos agrade la chica, pero si Guillermo quiso invitarla, debemos respetar eso, de cualquier forma, ¿A quién más iba a invitar?

—Dicen que es mejor estar solo...

—Basta Javier —espeto. Mi novio me mira un par de segundos para luego poner los ojos en blanco y seguir comiendo. Guillermo resopla e imita sus acciones.

Por un momento debo poner todo mi autocontrol para no soltar una carcajada al verlos, una vez más, ser iguales con sus actitudes. Comemos en silencio durante un par de minutos hasta que el aroma agrio y conocido de un alfa me hace levantar la vista y ponerme alerta.

Ni siquiera tengo tiempo de alertar a nadie, Guillermo y Javier captan el aroma casi al mismo tiempo y dirigen la vista hacia el hombre que camina a paso decidido hacia nosotros.

—Vaya, vaya, no esperaba verlos aquí. —Su tono burlón hace que quiera partirle la cara apenas abre la boca.

—¿Qué haces aquí Martino? —murmuro apretando los dientes. Él resopla burlón y me ignora por completo.

—Espero que no te importe que me haya tomado la libertad de venir a desayunar contigo, Memito. —El alfa toma asiento a un lado de mi amigo, quien frunce el ceño y arruga la nariz al tenerlo tan cerca, alejando la silla con discreción.

"Tan educado como siempre." Pienso mientras intento no gruñir al recién llegado. A mi lado Javier no está mucho mejor, su aroma es casi tan agrio y amenazante como el de un alfa.

—Martino ¿Qué hace aquí? —Guillermo lo observa con el ceño fruncido y un semblante incómodo.

—Por favor, chico, te dije que me hablaras informal, ya no soy más tu entrenador. —Y como si el hecho de que se haya autoinvitado a nuestra mesa no fuera suficiente, el alfa pasa uno de sus asquerosos brazos sobre los hombros de mi amigo, disparando todas mis alertas y las de Javier, pero el semblante tranquilo de Guillermo nos detiene.

—Lo sé, Martino, pero no me siento cómodo haciéndolo. —Guillermo se saca el brazo de encima tomándolo por la muñeca. La sonrisa en el rostro del alfa titubea por un segundo, pero se recupera casi al instante.

—Está bien, está bien, ya te acostumbrarás.

—¿Se puede saber qué hace aquí? —Repitió con un tono mucho más serio. El alfa observa a los lados hasta dar con el mesero y hacerle una señal para que se acerque.

—Nada en especial, iba a tomar mi vuelo de vuelta a México, pero quise comer algo antes, así que entré al restaurante y ahí fue cuando te vi. —El mesero se acerca y el alfa le señala un platillo de la carta sin siquiera mirarlo para luego entregarle la carta. —Así que me dije ¿Por qué comer solo? Si puedo ir con él y charlar un rato. Incluso pensé que también te irías hoy.

Javier y yo estamos siendo ignorados olímpicamente, pero aún si el alfa nos corriera del lugar, no dejaríamos a Guillermo solo.

—No, no me iré aún. —Guillermo sigue comiendo con normalidad, su cuerpo se aleja casi inconscientemente del alfa, inclinándose hacia el lado opuesto. Javier y yo nos observamos antes de imitar a nuestro amigo. El ambiente en la mesa es tenso, nadie dice nada por un rato hasta que la comida de nuestro ex entrenador es dejada sobre la mesa.

—¿Por qué aún no te vas? Supongo que las vacaciones te están gustando —comenta distraídamente, pero todos sabemos que realmente quiere saber las razones de nuestro amigo.

—Sí, me gustan las vacaciones. —Guillermo intenta comportarse neutral, puedo ver el esfuerzo que pone en ello al responder tan evasivamente, pero su aroma a incomodidad comienza a provocarme náuseas y plantearme muy seriamente el sacar a Martino a rastras del lugar.

—¿Irás al partido de hoy? —La pregunta es demasiado directa para ser casual, o quizá yo estoy demasiado a la defensiva con él, pero en cualquiera de los casos, no es una pregunta que le incumba.

—Martino, si no vas a comer será mejor que te vayas o al menos nos dejes tranquilos. —Javier me roba las palabras de la boca, su aroma sigue siendo fuerte, tanto que empieza a llamar la atención de las pocas personas en el lugar.

—A ti nadie te está hablando, Hernández. Déjame hablar tranquilo con Memo y dedícate a lo tuyo.

—¿O qué? ¿Vas a sacarme del equipo? Te recuerdo que ya no puedes controlarme ni chantajearme y a Guillermo tampoco.

—No pretendo hacer nada de eso, solo estoy manteniendo una conversación con Memito. ¿Por qué no mejor vas a abrirte de piernas para este imbécil o a llenarte la boca con algo más que comida? Deja que Memo y yo hablemos tranquilos.

Mi corazón late acelerado en mi pecho ante las desdeñosas palabras y esa mirada burlesca. Javier se tensa notablemente, enseñando los colmillos con un gruñido apenas audible.

—Javier... —susurra Guillermo con la mirada algo desviada hacia la entrada. Sigo la dirección de sus ojos hasta toparme con un par de guardias de seguridad que nos observan atentamente.

Un rápido vistazo al lugar me hace darme cuenta de toda la atención indeseada que estamos recibiendo, algunos incluso graban "discretamente" desde su lugar.

Estiro la mano por debajo de la mesa para acariciar la pierna de mi novio, pero él la quita con un manotazo. No puedo sentirme ofendido, sé que no es el mejor momento para intentar calmarlo, pero lo vuelvo a intentar, entrelazando mi meñique con el suyo. Esta vez él no rechaza el contacto, presionando con demasiada fuerza.

—¿Qué es lo que quiere, Martino? —Guillermo ha dejado de intentar fingir que come, girando su cuerpo en dirección al alfa y recargando un codo sobre la mesa. Su cuerpo aún se inclina tanto como puede en sentido contrario del alfa.

—Solo quería saber si irías al partido, todos dicen que va a ser muy bueno.

—Sí, voy a ir. ¿A qué hora sale su avión? —Me es casi imposible no soltar una carcajada ante el tono cortante de Guillermo y la para nada sutil pregunta sobre su retirada, pero ni siquiera así el alfa es capaz de perder la sonrisa y ese porte de estar cómodo entre nosotros.

—Oh, creí que estabas harto de los alfas, dime ¿Te reconciliaste con ese alfita pretencioso?

—Me temo que pierda su avión, Martino. —El tono exasperado de Guillermo es cada vez más obvio, pero parece que todos lo notamos, menos aquél a quien va dirigido.

"Ay por favor, ya déjame morderlo."

"No"

"¡Pero miralo! hasta yo me siento incómodo con las preguntas del omega."

Me encojo de hombros mentalmente, intentando silenciar a mi lobo, aunque yo también deseo sacar al alfa de aquí.

—Tranquilo, tengo tiempo de sobra. Pero contesta mi pregunta muchacho. —Martino da un sorbo a su bebida, tocando por primera vez lo que el mesero trajo.

—No entiendo cuál es la relevancia de mi relación con Lionel. —Guillermo comienza a desesperarse, lo sé porque su pierna se mueve sin parar y ha comenzado a morder el interior de sus labios. Javier solo enfurece a cada segundo, llamando aún más la atención de los guardias de seguridad; estoy seguro de que si él fuera un alfa, ya nos habrían sacado del lugar.

—Solo es curiosidad, después de todo, fue la razón por la que terminamos encontrándonos y fuimos a beber. ¿Ya lo olvidaste? —Javier y yo nos miramos desconcertados. ¿Ellos ya se habían visto?

Casi como si nos hubiésemos puesto de acuerdo, volvemos la vista hacia Guillermo, que se rasca la frente con incomodidad y nos mira por el borde de los párpados, lo que me confirma la suposición acerca de él ocultando ese para nada pequeño detalle.

—Escuche Martino, esa es información que no le incumbe, no me siento cómodo platicando con usted y lo de aquella noche... puede estar seguro de que tampoco fue algo que me encantó y jamás volverá a pasar. Con quién salgo o no lo debe tener sin cuidado y le voy a pedir que se vaya inmediatamente, porque su sola presencia me produce náuseas. —Las palabras de Guillermo son duras y cortantes, incluso Martino ha perdido la sonrisa y lo mira con semblante serio y amenazante. Su aroma se intensifica, provocando que todas mis alertas salten, sobre todo al ver el pánico atravesar el semblante de mi amigo de manera fugaz.

—Escucha niño, quería ser amable, pero parece ser que contigo no se puede razonar. —El tono del ex entrenador es bajo, pero sin dejar de sonar sumamente peligroso. Dejo ir la mano de Javier por si debo levantarme de un brinco para alejarlo de Guillermo, incluso mi omega se ha puesto a la defensiva. Casi puedo imaginar a su lobo crispando el pelo del lomo y enseñando los colmillos, justo como se encuentra el mío.

—Yo solo quería ofrecerte mi ayuda, mi amistad y mi protección, pero creo que no lo entiendes, sin embargo y como soy un alfa generoso, sin rencores y con un profundo... aprecio hacia ti, dejaré la oferta abierta para cuando vuelvas corriendo a mis brazos, necesitado de un alfa de verdad que no se retracte cuando las dificultades los sobrepasen, porque lo harán. ¿O crees que todo será miel sobre hojuelas? ¿Crees que ese alfita de quinta va a poder protegerte? Porque yo no. Ni siquiera creo que pueda contra toda la presión social por aceptarte como su pareja, ha crecido con privilegios, sin escándalos y rodeado de amor, en cambio tú... ¿Crees que serás suficiente para los demás? ¿Crees que te aceptarán en su vida? Porque incluso si él lo hace, no perteneces a ese mundo.

La rapidez con la que Martino habla es brutal, pero incluso así y con el tono bajo y siseante, todos en la mesa podemos escuchar sus duras palabras. El semblante de Guillermo se mantiene impávido, pero lo conozco hace demasiado tiempo como para tragarme ese cuento, logrando descifrar cada una de las emociones que atraviesan sus ojos a cada segundo, siendo las más notorias el dolor, la furia, tristeza y reconocimiento; como si Martino hubiera hecho eco de sus propios pensamientos.

—Lárgate de una maldita vez —masculla Javier, levantándose de su lugar. Esta vez ni Guillermo ni yo lo detemos. Martino sonríe de lado, con burla y suficiencia, provocando que la sangre me hierva y también me levante de la silla.

—Genial, aparte de metiches también son los perros guardianes de Guillermo —suelta con desdén antes de ponerse de pie.

—Tú... maldito hijo de...

—Javier. —Lo interrumpe Guillermo con un susurro firme al ver que los guardias se encuentran mucho más tensos que antes y las personas de alrededor comienzan a murmurar entre sí.

Mi omega guarda silencio, pero no vuelve a sentarse, observando al alfa con desdén y amenaza, pero ni siquiera así él deja de sonreír con burla.

—Sí, hazle caso perrita. —Martino silva como si llamara a un perro y camina lentamente a la salida.

La sangre me hierve en las venas y siento que mi cabeza va a estallar por la furia. Guillermo se encuentra rojo hasta las orejas, abriendo y cerrando los puños con fuerza y presionando la lengua contra su mejilla y la mandíbula tensa. Javier suelta una carcajada que suena más como un bufido, carente de diversión y amenazante antes de rodear la mesa y caminar a paso lento tras Martino.

Guillermo y yo nos observamos un par de segundos, preguntándonos si deberíamos intervenir. Con un breve asentimiento optamos por solo seguirlo de cerca, a la expectativa de lo que hará.

—¿Tan obsesionado estás con él? Ni siquiera puedes soportar la idea de Guillermo con otro alfa, aferrado a creer que alguna vez te hará caso. Eres un maldito enfermo.

Guillermo y yo nos observamos una vez más sin entender de lo que habla Javier.

—¿Qué idioteces estás diciendo? —Martino se gira para afrontar a mi novio.

Ahora estamos en la calle, el sol me deslumbra por un momento, pero eso no me impide ver que a nuestro alrededor algunas personas se detienen para observar la evidente pelea. Al menos ya nadie nos graba y los guardias de seguridad se mantienen al margen pues ya no estamos dentro de las instalaciones.

—Sabes bien de lo que hablo, imbécil. ¿Desde cuándo estás tan obsesionado? Supongo que fue desde antes de que me sacaras del equipo ¿No? Por eso lo hiciste, para alejarme de él y así intentar algo.

—Te saqué por incompetente, no quieras culpar a alguien más. Sé que siempre has sido su perrita guardiana, pero no es la razón por la que te corrí. —Javier mira el suelo un momento, sé que está conteniendo la furia, pero su mandíbula está demasiado tensa y sus puños apretados, indicándome que está por perder el control.

—Y me vas a decir que no tiene nada qué ver con que yo supiera que planeabas "seducir" a Guillermo ¿No? Sí sabes que él jamás te haría caso ¿Verdad? ¿O eres tan asqueroso e iluso como para guardar la esperanza? —Sé que mi novio intenta provocarlo, pero la información nueva me tiene clavado en mi lugar.

Guillermo no está mucho mejor que yo, mirando boquiabierto y asqueado al alfa frente a nosotros.

—Cierra la maldita boca —masculla Martino antes de dar un amenazador paso hacia Javier con los puños apretados y una mano comenzando a ir hacia el cuello de mi omega.

Pero Javier es más rápido, él estaba esperando esa reacción, por lo que con un rápido movimiento esquiva al alfa y le asesta una sonora y humillante bofetada que resuena entre los pocos curiosos.

Martino se queda estático, más por la impresión que por el dolor, aunque su mejilla toma un color rojo muy rápido. Puedo verlo observar discretamente a su alrededor y darse cuenta de su error, pues al estar en la calle, con su aroma de alfa peligroso llenando el ambiente, sería demasiado estúpido atacar a un omega, incluso en este lugar que los desprecia.

Martino aprieta los puños a sus costados y deja ir un gruñido gutural de frustración que solo hace a Javier sonreír ampliamente.

—Más les vale tener cuidado, imbéciles. —Martino observa a Guillermo antes de darse media vuelta y caminar a paso rápido hacia el aeropuerto.

Hasta ese momento puedo acercarme a Javier y rodear sus hombros con mis brazos. Está temblando y no sé si es por la furia contenida, miedo, ansiedad o algo más. Lo atraigo a mi cuerpo sin importarme las miradas curiosas de los demás.

—Vayamos adentro —susurro contra su oreja, sintiendo el leve asentimiento contra mi pecho.

Dirijo un rápido vistazo a Guillermo, que solo asiente con firmeza antes de seguirnos adentro. Camino hasta los elevadores sin prestar atención a nada más hasta que estamos dentro de la habitación de Guillermo. El cachorro mueve la cola con entusiasmo al vernos de nuevo, pero se sienta a un costado de la puerta para esperar a su padre.

—¿Y Guillermo? —Javier suena preocupado, pero su pregunta es rápidamente saciada al ver a nuestro amigo entrar con semblante serio.

—Me quedé a pagar la cuenta y a pedir que, en caso de que él vuelva, no le digan nada de nosotros. —Javier lo mira con semblante serio, asintiendo a sus palabras. —¿Me puedes decir qué fue todo eso?

—Nada que no supusieras ya, Pancho. Ambos sabemos que ese maldito degenerado va tras tus huesitos hace mucho. —Mi novio se encoje de hombros con indiferencia, pero sé que sigue furioso.

Guillermo suelta un sonido de frustración antes de agacharse a acariciar al cachorro que con tanto ímpetu movía la cola a sus pies.

—Que lo supusiera no hace que me de menos asco, pero da igual, jamás pasará nada y ya no tengo que verlo de nuevo.

—Sí, menos mal. Pero la amenaza del final no me gustó. —Por fin me atrevo a hablar, sonando más duro y amenazante de lo que pretendo por toda la rabia contenida en mi interior.

—Tranquilo Raúl, no hará nada. —Guillermo intenta tranquilizarme, pero la furia no merma ni un poco, sin embargo prefiero no decir nada más.

Alguien toca la puerta, provocando que suelte un profundo y amenazante gruñido, Javier se tensa de inmediato y el cachorro comienza a ladrar sin parar, sin embargo Guillermo se levanta del suelo con semblante cansado y silencia al perro con una última caricia antes de abrir la puerta. Afuera se encuentra un chico vestido de traje que entra empujando un carrito metálico y se retira en completo silencio al dejarlo a mitad de la estancia.

—Pedí que nos trajeran la comida aquí. —Comenta Guillermo antes de destapar todo y acercarlo a la cama donde estábamos.

Comemos en completo silencio, cada uno sumido en sus pensamientos y, en el caso de Javier, revisando su teléfono distraídamente.

—No puedo creerlo ¡¿Es que no se cansan?!

Guillermo se acerca hasta nosotros, yo observo la pantalla del aparato por encima de su hombro y casi al mismo tiempo, mi amigo y yo hacemos una expresión de asombro.

En el video con más de mil reproducciones aparecemos Guillermo y yo de espaldas, abrazados y, lo que es peor, entrando a este mismo hotel. Los comentarios no son para nada amables, todos hablan de lo rápido que el omega ha olvidado a Lionel y lo fácil que se volvió luego de la ruptura, otros más especulan que, al ser un omega tan mediocre, probablemente Messi ni lo aceptó y ahora anda en busca de más alfas con los qué desquitarse.

Javier apaga su celular, lanzándolo contra el piso alfombrado. Mi mandíbula está completamente tensa y Guillermo mira un punto fijo de la habitación. Sin siquiera preguntar, solo observando a mi novio, sé que teme perder todo el avance que habíamos logrado con Guillermo para que aceptara sus sentimientos.

El silencio dura horas quizá, o quizá así lo siento por la incertidumbre. Guillermo no ha dicho una sola palabra, concentrado en comer y mimar al cachorro, ignorando nuestras miradas. Javier y yo casi hablamos por telepatía, intercalando miradas entre nosotros, el omega y el cachorro.

Al mirar mi reloj me doy cuenta de la hora. Son casi las dos de la tarde, lo que nos deja un amplio margen de ocho horas para poder hablar con Guillermo, pero él parece evadirnos a propósito, dedicándose a lavar los platos del perro, sirviendo su comida con estruendosa concentración y dándole sus medicamentos sin siquiera dirigir una sola mirada en nuestra dirección.

Justo cuando estoy por hablar, Guillermo toma la correa del cachorro y lo lleva afuera. Javier se remueve a mi lado, pero antes de que se disponga a salir, lo tomo de la muñeca.

—Solo dale tiempo. No va a huír.

—¿Cómo estás tan seguro?

—No lo estoy, pero necesita tiempo a solas, lo conoces mejor que yo, deberías saberlo.

—Lo sé, pero dejarlo solo no es algo que me guste.

—No tiene que gustarte Javier, solo es algo que necesita y que nosotros debemos respetar. Además, están todas sus cosas y las del cachorro, no se irá. Algo me dice que cuando vuelva él será quien hable primero.

Javier toma asiento de nuevo, recargando su cabeza sobre mi hombro y soltando un largo suspiro.

—Está bien, pero si no es así, voy a golpearte a ti.

—¿Y a mí por qué?

—Por hacerme ser razonable en vez de ir allá y jalarle los cabellos para traerlo de vuelta y hablar.

Una suave risa escapa de mí, provocando que Javier me mire mal, con una ceja levantada y algo de molestia en su bonito semblante, sin embargo yo lo ignoro por completo, tomando su barbilla con delicadeza para posar un beso suave en sus delgados labios, sacándole una pequeña sonrisa y dejando un ligero, pero hermoso sonrojo en sus mejillas.

—¿Te he dicho ya cuánto me gustas? —Le sonrío en grande, lo que aumenta su sonrojo y su sonrisa.

—No sé, pero para que no lo olvide, deberías hacerlo más seguido.

—Eso haré. —Vuelvo a besar su boca, esta vez demorándome más, delineando esos esponjosos labios con mi lengua y mordisqueando suavemente hasta sentir la lengua ajena comenzar a juguetear. 

-_-_-_-_-_-_-_-

Lo sé, ha pasado tanto... no me maten por favor.

Como sea, disfruten la lectura, espero que les haya gustado tanto como a mí. 

Ya no voy a decir que "nos vemos pronto" porque luego quedo: 🤡 Pero sepan que no voy a dejarlo en hiatus.

Tarde, pero seguro que lo termino.

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