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Aclaración.
Los alfas/omegas en esta historia son como una conciencia aparte de la humana. Tienen sentimientos, pensamientos, autonomía (o sea que también pueden tomar control del cuerpo), emociones y voces propias (pero esas las detectan solo ellos, son raras las ocasiones en las que esa voz es captada por otros, es mas comun en el celo), incluso la posibilidad de manifestarse en otras formas aparte de los característicos colmillos. Como híbridos, pero sin llegar a trasmutar del todo.
Por lo tanto, el humano y el lobo están fuertemente conectados, como dos personas viviendo en un mismo cuerpo. Pueden tener conversaciones "telepáticas", peleas e incluso emociones contrarias, provocando un desequilibrio entre ellos.
La voz de alfa estará representada con letra en negritas y la del omega en letra inclinada.
En fin. Disfruten la lectura, mis lobitxs. 🐺❤️
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—¡1,2,3! ¡VAMOS MÉXICO!
El grito de mis compañeros a mi alrededor me hace sonreír, nos sentimos motivados y alegres, el ambiente dentro de los vestidores es tenso por los nervios, pero alegre.
Todos tenemos las expectativas a tope.
—¡Hey! ¡El omega portero! —"Siempre arruinando el momento". Pienso cuando la voz de mi entrenador llama mi atención. Estoy tentado a no voltear, obviamente sabe mi nombre, solo se hace el muy gracioso.
Ruedo los ojos con hastío, no puedo ignorarlo aunque quiera. Volteo a verlo sin ánimo de encubrir mi rostro de desaprobación por su manera de llamarme.
—Hoy las tienes que parar todas. Me importa una mierda si son más que los balones, pero tú, chico bonito, tienes que hacerlo. Seguro no te será tan difícil, haz una de esas cosas que hacen los omegas para apendejar alfas y ya.
"Son pendejos por naturaleza ¿A caso no lo había notado?" Me siento tentado a responder, pero en su lugar le sonrio muy a mi pesar, sin querer reírme del estúpido chiste de mal gusto.
Sin embargo, a mi alrededor todos ríen a carcajadas.
"Y dicen que los omegas somos unos lame huevos". Obviamente no se han visto cuando quieren quedar bien.
Salimos del lugar charlando animadamente. El más joven se acerca a mí y yo paso un brazo por sus hombros. Siempre me han gustado los niños y a Hirving lo veo como uno al ser diez años menor.
—¿Nervioso? —Le pregunto.
—Para nada. Todos me subestiman por ser omega y por ser tan joven, pero son unos verdaderos pendejos, porque ellos son unos vejestorios lentos.
Sé que miente, su manera de hablar me dice que muere de nervios, pero prefiero no decírselo.
—Apestas a alfa en celo. ¿Acaso te marcaron?
Me aparto bruscamente de él, olfateando mi uniforme discretamente.
—¿Qué dices?
—Tranquilo. No diré nada.
—No me marcaron.
—Me alegro. Sería una gran polémica.
El chico se aleja de mí, lo cual agradezco. Los recuerdos de lo que pasó en la enfermería me abordan violentamente, provocando que me sonroje.
Por alguna razón mis instintos me dicen que debo ir a la enfermería. Finjo tener dolor de cabeza, yendo rápidamente hasta donde un beta me hace pasar y sentarme en la camilla para llamar a su titular.
—¿Qué carajo hago aquí? —Le pregunto a mi lobo, que se remueve inquieto en mi interior, dando vueltas, a la espera de algo o alguien.
Mi pregunta es contestada minutos después, cuando el alfa a quien mi omega le quiere mostrar la panza hace acto de presencia.
"Con que este alfa nos llamaba…" pienso, recibiendo una afirmación de parte de mi lobo.
No puedo ocultarlo del todo, me siento feliz de poder verlo, su aroma me tranquiliza y me hace sentir protegido, pero al mismo tiempo odio eso, he intentado por todos los medios ser un omega a quien respeten, sin tener a ningún alfa conmigo, él me hace sentir expuesto.
Algo en mi interior se retuerce cuando percibo su celo, un calor intenso me recorre desde los dedos de los pies hasta mi cerebro.
Tranquilizo a mi omega, no es momento para cosas como las que desea. Un abrazo es más que suficiente.
"Sí, tal vez para ti". Me dice mi lobo, tomando total control de mi cuerpo. Rara vez hace eso, pero cuando se lo propone, no puedo evitarlo.
Como si de un sueño se tratara, puedo verme marcar con nuestro aroma a aquél alfa, en un gesto posesivo y muy sumiso, entregándole eso que a nadie más le habíamos dado antes: nuestra esencia de omega llamando al alfa a tomarnos como suyo.
No estoy de acuerdo, me siento molesto y traicionado. Hacer eso no es algo que se toma a la ligera, pero aquí estoy, enfurruñado mientras me veo lamiendo y mordiendo la hermosa piel del mismísimo Lionel Messi.
"Eres un idiota. ¡Siquiera has dejado que nos corteje! Eso no se hace."
"Pero nos necesita. No le estoy pidiendo que nos marque, solo quiero ser un buen omega. Además, siempre has dicho que eres diferente. Cortejemoslo nosotros."
Ruedo los ojos, pero sonrio. Mi omega se siente feliz y cómodo, no puedo competir contra eso. Sin embargo, sé que deberemos hablar de esto después.
Cuando vuelvo a tener el control de mi cuerpo, otra beta entra por la puerta.
Es hora de irnos.
El partido fue caótico, mi corazón saltaba de mi pecho cada que mis compañeros dejaban pasar demasiado a los demás jugadores.
Mi vista no se apartaba del balón, incluso cuando Messi corre directo a mi portería, me mantengo sereno y profesional, entonces… ¿Por qué…?
Los gritos a mi alrededor y el dolor en mi hombro izquierdo me dicen que no estoy soñando, el balón acaba de pasarme entre los dedos en un tiro que sé, es casi imposible haber detenido, pero por el cual seguro recibiré más mentadas que Panini.
Después de eso todo pasó demasiado rápido.
La tristeza, rabia y frustración inundan mi sistema, mis compañeros siquiera me han volteado ver desde que entramos al túnel de nuevo. Puedo oler la molestia dirigida hacia mí en todo el ambiente, incluso el público me ha abucheado mientras me alejaba de la cancha, muchos me insultan y me gritan que me vaya.
No puedo creer que todo el maldito partido se resuma a ese estúpido par de goles, cuando evidentemente somos un maldito equipo.
No quiero ni pensar en lo que los medios dirán de mí a partir de ahora.
Estoy tan metido en mis pensamientos que no alcanzo a ver al alfa que tengo enfrente, chocando de lleno con él.
—Lo siento.
—Fíjate por dónde caminas, estúpido omega de mierda. Acabas de dejarme tu asqueroso olor en la ropa. No entiendo cómo alguien como tú puede estar aquí. Espero que luego de este fallo, al fin te manden a la mierda.
Y sin más, aquél hombre de aspecto mayor y olor agrio da media vuelta y se va, murmurando idioteces sobre que los omegas hombres son una aberración de la naturaleza.
Me quedo desconcertado y con el ceño fruncido, viéndolo alejarse de mí.
Luego de la foto grupal y ese breve encuentro con el hombre a quien mi lobo a reconocido como mi alfa me siento un poco más relajado, pero no quiero entrar a los vestidores, sé que nada bueno me espera ahí, sin embargo, debo hacerlo.
Tomo aire un momento, intentando no demostrar mis sentimientos a través de mi rostro ni mi aroma, dirigiendo mis pensamientos hacia aquél lindo alfa de sonrisa brillante.
El barullo de voces me aturde en cuanto entro al lugar, la tensión y enojo son casi palpables en el ambiente. Todo queda en silencio en cuanto entro, puedo sentir todas y cada una de las miradas sobre mí, juzgandome.
Prefiero no hablar, por lo que me dirijo hacia mi maleta de cosas con la mirada en el suelo, decidido a tomarla y salir de ahí aún si estoy cubierto de lodo y mis raspones arden con la suciedad.
Sin embargo, una pesada mano sobre mi hombro detiene mi andar.
—¿No crees que merecemos una explicación? —Hector me mira como si quisiera arrancarme la cara de un mordisco.
Me quito su mano de encima con un manotazo, no me dejaré intimidar tan fácil.
—¿Sobre qué? ¿Sobre cómo no pudiste hacer tu maldito trabajo? Respondeme una cosa ¿Cuántas veces tocaste el balón y pudiste hacer una buena jugada? Ahora resulta que todo es mi maldita culpa. ¡Dejaron que Messi tirara libre! Y ni hablar de ese estúpido tiro de esquina. Tal vez yo no paré el tiro, pero ustedes los dejaron pasar como si fueran de su puto equipo.
—¡Y tú dejaste que te la metiera entera! Y creo que ni siquiera fue solo el balón. ¿Por eso lo dejaste pasar? ¿Tan poco orgullo tienes que no puedes controlarte ante un alfa en celo? Apestas a él.
Puedo sentir mi sangre subir hasta mi rostro. Empuño las manos casi de manera inconsciente, odio cuando involucran mi naturaleza para culparme por lo que hago.
Sé que no puedo golpearlo aunque quiera, me metería en demasiados problemas, más de los que ya tengo, por lo que camino hacia mi mochila y hago lo que planeaba en un inicio, escuchando a todos gritarme e insultarme, diciendo que estoy haciendo drama de omega.
No hay muchos lugares a los que pueda ir, pero decido ocultarme entre algunos pasillos desiertos durante al menos una hora, esperando que cuando vuelva, ya no haya nadie más.
Una vez solo, me siento en el suelo, abrazando mis rodillas para ocultar mi rostro y dejar que las lágrimas de rabia y frustración salgan. Es increíble que luego de todo lo que pasó, al único al que culpen sea a mí.
Luego de una hora, aproximadamente, me levanto, regresando a los vestidores y alegrandome al encontrarlo casi vacío. Sólo está Hirving, sentado en la banca.
—Hirving ¿Qué haces todavía aquí? Debiste ir a comer con los demás.
—Ellos… hablaron muy mal de ti y obviamente me encabroné. Creo que a veces olvidan que yo también soy un asqueroso omega.
—Hey, no hables de esa manera sobre ti. No hay nada de malo con ser un omega. Ellos son los pendejos que no saben respetar. Se sienten como en la época de su puto abuelo y hablan mierda sin entender nada. No dejes que te afecte.
Hirving asintió, lucía decaído, lo que me hizo enojar mucho más. Podía tolerar comentarios hacia mí, toda mi vida los aguanté, pero ver a este chico despreciarse por culpa de otros, me hacía querer arrancarles la cabeza.
—Ve a comer, hombre. No te castigues por algo que no es tu culpa. La mejor manera de mentarles la madre es simplemente sonreír, que vean que no tienen poder alguno sobre ti.
Un poco más animado, Lozano me dirigió una sonrisa, abrazándome brevemente.
Lo veo salir de los vestidores, su aroma a vainilla y plátano me acompañan mientras vuelvo a sacar mis cosas para poder meterme a bañar.
—¡Ahj! Maldita sea. ¿Ahora qué? —Digo en voz alta al sentir a mi lobo llamando mi atención.
No es mi intención hablarle mal a mi lobo, pero hace rato que me rasguña y eso me está poniendo ansioso. Lo siento removerse en mi interior, gimiendo y chillando, como si algo le hiciera falta.
Es extraño cómo suceden las cosas, hacía años que me había resignado a morir solo y rechazado, en un mundo lleno de alfas idiotas que me creían una aberración de la naturaleza, sin embargo, un día simplemente olí aquella esencia que me embriagó por completo y me hizo sentir tranquilo. Y aquí estamos ahora, sin siquiera haber intercambiado números, apenas hablando cuando nos vemos de frente, pero nuestros lobos se han reconocido, puedo sentir al mío mover la cola efusivamente cada que lo siente cerca y querer tirarse al suelo para mostrar la panza cuando olemos a aquél alfa que luce tan tierno.
Y sin siquiera pensarlo, salgo de nuevo, esta vez en dirección a los vestidores contrarios. Ni siquiera sé por qué estoy yendo sin detenerme a considerar las consecuencias, sin embargo, cuando llego, el lugar está completamente vacío, a excepción de cierto alfa de hermosa sonrisa y tierna altura.
Sigo el aroma hasta donde se hace más intenso, deteniéndome de golpe al encontrarlo dándome la espalda, las feromonas en el aire me indican que los suspensores han perdido efecto y sus acallados jadeos me confirman lo que supuse que hacía.
Algo en mi interior se remueve, es mi lobo, ansioso por ir y consolar a su alfa. Puedo sentir mi trasero algo húmedo por el lubricante que empieza a bajar.
Mis manos sudan mientras me debato en si acercarme y ayudarlo con eso o largarme de ahí. No quiero ser marcado, no en los vestidores de un lugar en el que seguro me matarían por siquiera imaginar lo que estoy a punto de vivir.
"Ay por favor, sé que tú también lo quieres. No nos hagas esto más difícil. Seamos buenos omegas." Me habla mi lobo y aunque lo odie, sé que tiene razón.
Mi cabello mojado gotea sobre mis hombros desnudos, el viento que entra por la puerta es frío, pero ni siquiera eso logra alejar de mi pecho esa hermosa sensación de calidez que las palabras del argentino dejaron en mí.
Sé que no es correcto, que podríamos meternos en muchos problemas, pero no quiero pensar en eso ahora, prefiero solo disfrutarlo y preocuparme luego.
Me visto rápidamente, lamentando el haberme ido sin siquiera pedir su número.
—Chingo a mi madre si no lo consigo. —Me digo en voz alta dándome ánimos.
Salgo del lugar de manera rápida, no me sorprende que me hayan dejado solo, ni siquiera hay alguien del staf para llevarme al hotel donde nos hospedamos.
Camino lentamente, pensando en cómo conseguir contacto con el gran Lionel Messi sin que nadie se entere, saco mi celular de la mochila, revisando mis mensajes. Quizá no es la mejor idea, ya que tengo varios que no lucen nada agradables, incluso los de mi familia.
Luego de casi una hora de caminata, al fin llego hasta mi hotel. Soy recibido por el portero que apenas me mira, lo cual agradezco.
Me duele todo el cuerpo y juro que me desmayaré si no como algo pronto.
Subo hasta mi habitación, no quiero ver a nadie, por lo que pido servicio a la habitación.
Comienzo a sacar las cosas de mi maleta, cuando me doy cuenta de la mayor pendejada que he cometido hoy. Olvidé mi uniforme en el suelo de los vestidores.
—Puta madre… ahora sí me van a degollar.
Alguien toca la puerta, aún a través de la puerta puedo oler ese asqueroso aroma a zumo de limón y pimienta. Me pica la nariz, incluso me da nauseas. Pero es mi entrenador, no puedo solo ignorarlo.
Abro sin mucho ánimo.
—¿Por qué no pasaste al salón? Te envié un mensaje para que fueras allá. Tenemos que hablar.
—Entrenador Martino… Buenas noches. Ya vino hasta acá. Podemos hablar aquí. Pase.
Me hago a un lado, él entra olfateando el aire, no sé qué busca, pero sé que no será algo agradable el tiempo que pase aquí.
—Debes entender que tu posición no es la mejor en este momento, necesitamos a los mejores para calificar a octavos de final y tú pareces… muy distraído, Guillermo ¿Tienes algo qué decirme?
—Me encuentro perfectamente bien, mejor dígame usted si hay algo que quiera saber. No estoy de humor para estos jueguitos.
—Bien. ¿Acaso Messi y tú tienen algo? Porque no solo no paraste el balón, tú ropa apesta a él. Si hay un conflicto de intereses de por medio, me temo que tendré que sacarte del equipo. Esto no puede seguir así. Nunca estuve de acuerdo con aceptarte… ¿Un omega hombre? Por favor. Entre alfas nos entendemos, somos fuertes, competitivos y rudos ¿Qué se supone que harías tú? Desde un inicio supe que serías un problema, aunque me impresionaste con tu talento, sin duda alguna. Incluso quise confiar en ti al ver que nunca causaste problemas y tus celos los controlabas bastante bien. Ahora veo que me adelanté. Sin duda un omega siempre es débil ante el alfa correcto ¿No es así? Te lo advierto, Ochoa, si algo como esto vuelve a pasar, estarás fuera del equipo.
Siquiera me dejó hablar, así como terminó emprendió camino hasta la puerta, sosteniendo el pomo con rudeza. Pero se detuvo poco antes de abrir.
—Un escándalo más y te sanciono. Ahora, echa algo de neutralizador de aromas en la habitación, apesta a ese estúpido alfa de quinta. Te espero mañana a primera hora en el entrenamiento. Si llegas tarde, te tocará correr diez vueltas más y limpiar antes de irte.
Y dicho eso, salió por la puerta, azotandola un poco tras de si.
—¡Aaaaaahg! —Grito mientras tomo lo primero que encuentro sobre la mesa del lugar, azotandolo contra la puerta por donde mi entrenador acaba de salir.
Sin desearlo, lágrimas de frustración y rabia comienzan a caer de mis ojos.
La chica que lleva el servicio a cuarto toca mi puerta, entro al baño para evitar que me vea en este estado y salgo cuando ella se ha ido.
Observo mi cena ya sin mucho apetito, pero debo comer o las cosas podrían empeorar si me ven enfermo y débil.
El lugar es un caos, en cuanto pongo un pie en el comedor, todas las miradas están sobre mí, incluso las del personal del hotel.
Ahora me doy cuenta que los murmullos en el elevador y las no tan sutiles miradas de las pocas personas que me encontré en los pasillos no eran sólo por ser yo. Pero no tengo idea de lo que está pasando.
Me acerco le tamente hasta la mesa en donde están mis compañeros, Hirving me ha guardado un lugar a su lado, por lo que me siento en silencio, bajo la atenta mirada de todos.
—Buenos días… ¿Acaso no me peiné bien? ¿O es que empecé a gustarles? —Intento bromear inútilmente, nadie aparta su vista de mí y su mirada se vuelve más dura a medida que hablo.
Miro a Hirving, que come en silencio, sin levantar la vista de su plato.
—¿Tú sabes qué pasa? Sé que están molestos conmigo, pero esto está peor que ayer.
—No te enteras de nada ¿No? Anoche salió un video de la selección de Argentina en plena celebración…
—¡GUILLERMO! ¡¿EN DÓNDE CARAJOS ESTÁ ESE MALDITO OMEGA?!
La voz del entrenador se alza por sobre todo el ruido del lugar, sin duda está molesto. Se acerca a mí a paso rápido y enfurecido.
Su aroma me llega de golpe, no, enfurecido es poco…
Mi lobo se hace pequeño en mi interior, este alfa nunca nos había intimidado con sus feromonas, mucho menos con la voz de mando, pero siempre hay una primera vez para todo.
—¡GUILLERMO! Te quiero en mi habitación en cinco minutos. —Me ruje en la cara. Puedo sentir a Lozano hacerse pequeño a mi lado, asustado por la voz de mando utilizada. A pesar de no dirigirse a él, está temblando y agacha la cabeza.
Yo tampoco puedo hacer mucho al respecto, mis manos se hacen puño debajo de la mesa y mis ojos pican por querer llorar. Me siento humillado.
—Sí señor… —Murmuro y aún si intento resistirme todo lo que puedo, agacho la cabeza en señal de sumisión.
Me levanto lentamente, ni siquiera me siento en control de mis extremidades, todo lo que hago es por la orden que acaban de darme. Camino hacia las habitaciones, puedo sentir aún más miradas sobre mí.
Al entrar a la habitación, el aroma del alfa me golpea de lleno, el olor a limón y pimienta me pican la nariz y me dan náuseas.
—Ven acá. —Mis piernas obedecen al instante, caminando hasta donde aquél alfa está sentado frente a una mesa con su computadora sobre ella.
—¿Cuál va a ser tu puta excusa para esto?
Gira la computadora hacia mí para que pueda ver lo que él.
Un video se reproduce en ella, no sé de dónde salió ni quién lo ha publicado, pero me basta con verlo un par de segundos para sentir toda mi sangre irse hasta mis pies. Un frío indescriptible me recorre la columna y la respiración me falla.
En la pantalla de la pequeña laptop hay un video de la selección argentina festejando, unos bailan sobre las mesas, otros cantan y muchos más brincan en celebración. Pero lo que más llama mi atención y por lo que sé que Martino y el resto me miran con tanto odio, es mi uniforme, el brillante escarlata resalta entre el celeste y blanco.
Hay más cosas en el suelo, pero mi uniforme sin duda roba todas las miradas.
"Maldita sea… ahora sí que estoy jodido".
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Un poco de drama para alimentar el alma.
Espero que les guste tanto como a mí.
Ahora… finjamos que en el video real, el uniforme en el suelo era rojo y que en lugar de los vestidores estaban en el penthouse.
Si me es posible, hoy subo otro. Pero si no, trataré de apurarme en el trabajo para publicar lo antes posible. Estoy ansiosa por continuar esto.
Lxs quiero, mis lobitxs. 🐺❤️
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