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26

Me despierto como cualquier otro día, con la única diferencia de que el cuerpo me duele horrores y no solo por el maravilloso momento que pasé junto a mi omega, sino también por los golpes que recibí gracias a ese imbécil intolerante del restaurante.

"Pero valió la pena, nuestro omega vale eso y más." Le doy la razón a mi lobo, girándome lentamente en la cama para no despertar a Guillermo.

—Buenos días. —Susurro aún si sé que no va a escucharme. Mi mano palpa la cama a un costado mío, buscando ese cuerpo cálido y con aroma a chocolate que me hace relajarme, pero lo único que logro percibir es el frío de las sábanas, como si Memo se hubiese levantado hace mucho.

Abro los ojos con preocupación cuando no logro percibir ni un atisbo de su presencia. El sol comienza a llenar de luz todo el lugar y la hora en mi teléfono me indica que debo estar listo para ir a entrenar en solo veinte minutos.

—Mierda, olvidé poner mi alarma. —Me incorporo sobre mis rodillas, buscando a mi alrededor la silueta de mi hermoso chico, notando que todo está completamente ordenado y junto a mí, sobre la mesita de noche, hay una bolsa con medicinas y comida.

Me levanto rápidamente, encontrándome con una nota escrita a mano con letra temblorosa y manchones como si le hubiese caído agua. Leo desesperadamente cada palabra, repasando aquél corto escrito un par de veces, como si con eso las palabras fuesen a cambiar de un momento a otro o esta horrible pesadilla fuese a terminar.

—¡Guillermo! Sal... esto no es gracioso. —Pronuncio en voz alta, deseando que el guapo hombre de cabello rizado salga del baño o entre por la puerta con su enorme sonrisa para decirme que era una broma demasiado pesada.

Los segundos pasan lentamente, haciendo que todo el peso de la realidad caiga sobre mí como un montón de plomo.

—Pero... ¿Por qué? —Susurro sintiendo la duda apretarme el pecho dolorosamente. —Memo... tú no hiciste nada malo.

Mi corazón se acelera al pensar en la culpa y demás emociones que lo orillaron a escribir esa nota y alejarse de la forma en la que lo hizo, por lo que sin pensármelo demasiado, me visto de forma apresurada, tomando mi celular para llamarlo mientras me ato las agujetas de los zapatos deportivos.

El tono de llamada me indica que ha bloqueado mi contacto y no recibirá ni un mensaje, lo que me hace desesperarme. Al terminar de atarme los cordones el repentino movimiento hace que las costillas me duelan por los golpes y la cabeza me punce, recordándome que estoy lastimado.

Me tomo un par de segundos para sopesar la situación, decidiendome por tomar un par de los analgésicos que me ha dejado en la mesa.

"Incluso si quisiste irte, te preocupas por mí." Esa idea me da esperanza, hace a mi corazón palpitar con emoción ante la posibilidad de evitar que se aleje de mí.

En la bolsa plástica hay una crema para los golpes, que desinflama y anestesia, por lo que la aviento a mi maleta para poder llevarla conmigo, pero ahora mismo, mi prioridad es buscar a Guillermo. Salgo de mi habitación a paso rápido, sin embargo, alguien me intercepta justo antes de llegar al elevador.

—Buenos y maravillosos días, mi querido Lionel ¿Qué tal tu noche? —Los fuertes brazos de mi "amigo" me rodean el cuello y su aroma a pasto recién podado me abruma un poco cuando se pega mucho más a mí.

—Veo que te has levantado con el pie derecho hoy, Julián ¿Qué te tiene tan animado?

—Oh mi querido Messi, es un día hermoso y las posibilidades de que todo salga maravillosamente son altas. —Por fin me suelta, permitiéndome ver la enorme sonrisa que adorna su juvenil rostro.

—Ya veo... bueno, no te interrumpo más, tengo cosas qué hacer y tú debes entrenar así qué...

—De hecho, venía a decirte que Scaloni me pidió que te fuera a avisar que, si faltas al entrenamiento, te va a amonestar ¿Vamos? —Julián sonríe mientras llama al elevador. Mis entrañas se retuercen con molestia y mi lobo le gruñe al chico frente a nosotros, pero no puedo arriesgarme a un castigo a solo unos días de la gran final.

—Debo ir por mi maleta. —Suelto entre dientes, caminando hasta mi habitación mientras cuento hasta cincuenta para controlar mi enojo, pero una vez más, Julián me alcanza, pasando uno de sus brazos por mis hombros. —Julián, por favor suéltame.

El chico me hace caso, pero su hombro aún roza el mío a cada paso, sin embargo eso es más tolerable que tenerlo sobre mí. Entro en silencio al lugar, tomándome mi tiempo para arreglar las demás cosas que me hacían falta.

—¿Por qué tanta medicina? ¿Estás enfermo? ¿Y esta carta? —Corro para arrebatarle la hoja de las manos, sintiendo mi sangre hervir ante su intromisión.

—Julián, deja de estarme jodiendo y deja en paz mis cosas o en serio voy a enfadarme. —Respiro de manera agitada, intentando mantener a raya mi enojo.

—De acuerdo, vaya... creo que alguien se levantó de malas hoy. Te espero en el autobús, no tardes. —Suelto un suspiro de alivio en cuanto Julián cierra la puerta detrás de él, tomándome unos segundos para respirar profundamente y tratar de aliviar la creciente tensión.

Continúo guardando mis cosas cuando la puerta de mi habitación vuelve a abrirse sin que siquiera llamen para poder entrar.

—Maldición Julián, ¡Ya voy! —Digo con frustración.

—Bueno, bueno, bueno... creo que la paliza de ayer te puso de malas hoy... aunque quizá no fue eso lo que te tiene así ¿Quieres contarme, Lio?

—Lisandro, lo siento, yo... es que Julián... Bah, no importa.

—Si te tiene de tan mal humor yo creo que sí importa, venga ¿Qué pasa?

—Guillermo me dejó.

—Sí bueno, debes entrenar y no se me hace justo que lo dejes encerrado como si fuera una mascota...

—No digas estupideces, hablo en serio, Guillermo se fue. —Le tiendo la carta, sintiendo de nuevo esa frustración y el pinchazo en mi corazón por lo que escribió.

—¿Pero qué mierda? —Mi amigo luce igual de asombrado que yo, incluso molesto. — ¿Lograste hablar con él ya?

—No, me bloqueó de sus contactos, no recibe mis llamadas.

—¿Quieres mi celular? —Lisandro me ofrece su teléfono, pero luego de meditarlo unos segundos, lo rechazo.

—Prefiero hablar con él en persona, algo me dice que en cuanto oiga mi voz va a colgarme. —Él asiente, dándome la razón.

—Supongo que querrás saltarte el entrenamiento hoy.

—No puedo, Scaloni me dijo que si falto, me va a sancionar. Y estamos muy cerca de la final, no puedo permitirme algo así.

—Bien, en ese caso, apurémonos y después de eso, te ayudaré tanto como pueda. —Le agradezco con una sonrisa y ambos salimos del hotel a paso rápido, montándonos al autobús al último de todos.

Me siento en los primeros lugares, justo detrás de mi amigo y me mantengo algo ansioso durante todo el camino, pero en silencio. Cuando al fin llegamos a los vestidores, me hago el tonto durante un rato hasta que los únicos ahí somos Lisandro y yo. Él se quita la camiseta, mostrando una marca fresca y rojiza sobre su piel. Es la primera vez que la veo por lo que no puedo evitar quedarme algo anonadado.

—¿Algún problema? —Su voz interrumpe mis pensamientos.

—No, lo siento... es solo que, creo que jamás había visto la marca de tu alfa.

—Sí bueno, eres el único que sabe de mi secreto. —Lisandro se pone la camiseta ajustada con la que entrena, tapando su marca.

Yo asiento, desvistiéndome también para ponerme los shorts y la playera amplia con los que entrenaré, pero alguien entra antes de que pueda siquiera tomar algo para cubrirme los moretones de las costillas.

—Oh mierda... ¿Qué carajos te pasó? —Julián se acerca rápidamente hasta mí, rozando con la yema de sus dedos las zonas enrojecidas y las que se encuentran algo amoratadas. —¿Te duele mucho? ¿Por eso no querías entrenar? Deberías ir a enfermería ¿Le dijiste a la policía?

Inmovilizo sus manos con las mías, obligándolo a parar su interrogatorio y el paseo de sus dedos sobre mi cuerpo.

—Basta, estoy bien, no hay nada qué decirle a la policía y lo demás ya no importa. —Lo suelto sin mucha delicadeza, estirándome para tomar mi ropa y poder vestirme antes de que alguien más entre. —Y tú no dirás nada de esto, Julián ¿De acuerdo?

—¿Qué me das a cambio de mi silencio? —Julián me sonríe con picardía, pero mi humor no es el mejor, por lo que respondo con lo primero que pienso.

—¿Qué te parece si mejor te digo lo que no te daré? —Su sonrisa tiembla un poco, pero no desaparece. —Si no hablas, consideraré no darte el golpe que tanto me estás haciendo desear darte ¿Estamos? Perfecto. Vámonos.

Salgo por la puerta sin esperar a ninguno de los dos omegas detrás de mí. Mis audífonos son lo mejor que tengo por hoy, dándome un poco de la felicidad que tanto me falta, aislandome por completo del resto. Para cuando al fin termino mi entrenamiento ya no hay nadie en el lugar, indicándome que es muy probable que se estén duchando.

Camino lentamente hacia los vestidores, el barullo de ahí es casi ensordecedor, por lo que prefiero quedarme afuera, esperando a que, uno por uno, comiencen a salir del lugar hasta que el silencio reine dentro de las duchas. Antes de que pueda entrar para comprobar que todos se han ido, Scaloni me aborda.

—Lionel... ¿Acaso ustedes no entienden lo que les dije? Hay videos por todo twitter en los que salen tú y Guillermo. —Susurra eso último, mirando a todos lados para comprobar que nadie lo ha escuchado.

—¿Qué?

—Así como lo oyes. Aunque afortunadamente no se ven bien y en donde sales peleando con sepa dios quién, no se ve tu rostro. —Yo no salgo de mi asombro, no tenía idea de que esos videos circulaban, aunque me tranquiliza saber que no se nos ve el rostro. —De hecho, me sorprende verte aquí, juraría que ibas a faltar hoy.

—Claro, y por eso mandaste a Julián para amenazarme con amonestarme si faltaba. —Scaloni frunce el ceño mientras ladea la cabeza levemente.

—Uhm... yo no hice eso, aunque no es una mala idea. Como sea, cuídate, Messi, no podemos estar jugando con fuego a estas alturas. —Y sin más, Scaloni se aleja por el pasillo, dejándome completamente confundido.

Lisandro sale de las duchas también, con el cabello mojado y semblante cansado. Ignoro su mirada, entrando directo a bañarme en uno de los pocos cubículos aislados por puertas.

El agua fría me alivia el dolor en el cuerpo, el cansancio y la niebla mental que me aturde, pero la duda de por qué Julián se inventaría algo así aún me carcome por dentro. Me permito relajarme un poco, tallando mi cuerpo y soltando siseos bajos cada que me paso la esponja con demasiada fuerza sobre algún moretón. Salgo con una toalla sobre la cabeza para secar mi cabello y sin nada en el cuerpo para cubrir los múltiples golpes.

Me quedo así por un momento, poniendo pomada en aquellos moretones sobre mis costillas y abdomen, pero me cuesta ver los de mi espalda, mi cuerpo sigue completamente desnudo al creer que estaría solo todo el tiempo, por lo que la voz que me interrumpe hace que pegue un salto del susto.

—Si no me vas a decir qué te pasó ni irás a enfermería al menos déjame ayudarte. —Julián entra lentamente a los vestidores, tomando la pomada de mis manos antes de que pueda negarme.

Suspiro sonoramente, resignado a su presencia y aceptando que no podré deshacerme de él. —Al menos deja me pongo ropa interior.

Una sonrisa emocionada atraviesa sus labios, haciéndome sentir un poco culpable por mi trato hostil. Me pongo los boxers rápidamente, quedando parado frente a él, permitiéndole observar los golpes en mi cuerpo.

—Sin preguntas, Julián, por favor. —Suavizo mi voz, recibiendo un asentimiento de su parte mientras abre el tubo para comenzar a untar la crema sobre los golpes que yo no alcanzo a ver.

Sus dedos tiemblan ligeramente, puedo sentirlo al igual que el no tan sutil aroma de la excitación que su lobo comienza a dejar ir, llamándome. Intento no tomarlo personal, convenciéndome para pensar que lo hace sin darse cuenta.

Una vez ha terminado con cada golpe puedo sentir el efecto adormecedor de la medicina sobre mi piel y agradezco mentalmente a Guillermo por haberla comprado.

"¿Habrá llevado una para él también? Estoy seguro que ese imbécil lo golpeó fuerte." Espero que sí haya pensado en su propio bien.

—Listo Lio. Espero que esto ayude con el dolor. —Julián me mira con una sonrisa dibujada en el rostro y la felicidad le llega hasta los ojos cuando le devuelvo el gesto.

—Gracias. Estoy bien. —Tomo la playera que traía antes de entrenar, listo para ponermela, pero las manos aún temblorosas del omega frente a mí me detienen.

—¿Estás loco? Vas a quitarte toda la pomada si te vistes ahora, deja que pasen al menos unos minutos. —Asiento lentamente ante su lógica, optando por calzarme los pants y los zapatos deportivos, tomándome mi tiempo para atarme las agujetas.

Para cuando al fin termino, casi toda la pomada se ha absorbido, permitiéndome terminar con mi cometido.

—Listo, vámonos. —Salimos en silencio de las duchas y un rápido vistazo de reojo me hace notar que un para nada sutil sonrojo cubre las mejillas de mi compañero.

Prefiero no decir nada respecto al engaño sobre una posible amonestación si faltaba al entrenamiento, pero tomo nota del comportamiento tan extraño que comienza a tener mi compañero.

El viaje de vuelta al hotel es tranquilo y cómodo, lo que me pone mucho más alerta al no tener a Julián sobre mí todo el tiempo. Incluso la comida se convierte en una amena plática entre todos los ocupantes de la mesa, siendo Julián el más hablador.

—¿A caso Lionel ya te hizo caso? ¿O por qué tan animado? —Molina se carcajea por el chiste sin gracia que acaba de hacer, provocando que todos en la mesa nos pongamos serios, sobre todo Lautaro, que lo mira con el ceño fruncido para luego desviar la vista hacia mí, levantando las cejas en una muda interrogante por unos breves segundos y clavarla en su plato después, ignorando la risa incómoda de Julián.

—Para nada, se hace el difícil. Aunque por eso me gusta. —Julián me sonríe, sonrojándose levemente.

Un sentimiento de incomodidad se aloja en mi garganta, provocando que, al igual que Lautaro, clave la mirada en mi plato, intentando controlar el enojo que siento y los reclamos que deseo soltar a mi compañero.

—Julián, para ya. —Mascullo para que solo él escuche. El sonido de una silla siendo arrastrada me hace volver a levantar la vista, solo para observar a Lautaro alejarse del lugar con el ceño fruncido y una clara mueca de molestia en el rostro.

Opto por ignorar la conversación de mis compañeros, apurándome a comer para poder levantarme e irme cuanto antes.

—¿Ya pensaste qué harás? —Lisandro me mira con preocupación mientras mordisqueo la uña de mi pulgar con nerviosismo.

—La verdad no... ¿Notas algo raro en Julián?

—¿Dices algo raro fuera de lo común? —Asiento una sola vez, aún intentando descifrar qué es lo que no me cuadra de todo esto.

—Me mintió, Scaloni nunca le dijo que me amonestaría y anda demasiado alegre, es muy raro.

—Tal vez solo está entusiasmado por la final. —Chasqueo la lengua mientras niego.

—No sé... es demasiada coincidencia ¿No crees?

—¿Insinuas que sabe algo?

—De él podría esperar cualquier cosa ¿Viste cómo le importó una mierda que Lautaro estuviera ahí cuando dijo eso sobre mí? —Lisandro asiente. —No me sorprendería que esté al tanto de las cosas y lo esté usando a su favor.

—Ve y pregúntale.

—No es tan fácil, Lisandro.

—¡Claro que lo es! No seas dramático, solo debes ir a donde ese mocoso, tomarlo de las orejas y decirle "¿Qué estás ocultándome? Porque te conozco y sé que sabes algo que yo no ¿Por qué mentiste en nombre de Scaloni?" Y listo.

—Supongo que no tengo de otra, necesito saber qué carajo está pasando aquí. —Salgo de mi habitación sin importarme haber dejado a Lisandro solo, recostado en mi cama y jugando con mi celular.

Camino apresuradamente por los pasillos del hotel hasta dar con la habitación que buscaba. Toco la puerta repetidas veces y sin mucha paciencia, esperando a que Julián salga de su habitación para poder hablar con él.

Estoy por volver a golpear con los nudillos cuando el trozo de madera se abre inesperadamente rápido frente a mí, pero no es Julián el que me mira, sino Lautaro, con semblante enojado, pero los ojos cristalizados.

—Lautaro... —El asombro no me deja pensar con claridad.

—Nos vemos, Lionel. —Mi compañero se mueve con rapidez, comenzando a caminar mucho antes de que yo pueda pensar en algo para decirle.

—¿Messi? ¡Wow! No esperaba verte aquí, pasa. Perdón por eso, es solo que...

—¿Por qué mientes? —Lo interrumpo antes de que se ponga a parlotear más.

—¿Qué?

—No te hagas el desentendido, Scaloni me dijo que él jamás amenazó con eso de la amonestación ¿Por qué me mentiste?

—Oh, eso...

—Sí, eso. Te escucho. —Me cruzo de brazos, ignorando la invitación de mi compañero para sentarme en su cama.

—No es nada, Lio. Solo no quería que te perdieras un entrenamiento a tan solo unos días de la final.

—¿Y tú cómo sabías que me iba a saltar el entrenamiento? —Él se encoge de hombros, restándole importancia a mi sospecha.

—Ibas muy rápido y ni siquiera llevabas la maleta que sueles cargar y después de leer lo que decía aquella nota... —Lo último sale como un susurro, pero aún así alcanzo a escucharlo.

—¿Lo leiste? —Julián se hace pequeño ante mi tono exaltado, pero se recompone rápidamente y asiente sin dudarlo.

—Creo que lloró bastante cuando lo escribió, había partes que no se leían bien. Y tiene una letra horrible, lo que lo hace peor. —La ligereza con la que lo dice me hace hervir la sangre. —Aunque si quieres mi opinión, creo que estás mucho mejor así.

—¿Qué mierda dices? —Aprieto la mandíbula, haciendo un esfuerzo por no ponerme a gritarle a mi compañero.

—Un omega tan llorón no debería estar contigo, vales más que eso, hasta él lo sabe.

—¿Tú qué carajos vas a saber lo que merezco o no?

—Él me lo dijo. —Su tono despreocupado y alegre hace que me sienta colérico, provocando que mis puños se cierren con fuerza a mis costados y mi lobo, hasta ahora bastante calmado, gruña y crispe el pelaje del lomo con amenaza.

—¿Te lo dijo? O sea que lo viste ¡¿Por qué no me lo dijiste?! —Me es imposible mantener la calma y un tono neutro, por lo que ese grito final hace que toda la rabia contenida por fin explote.

—¡Por dios, Lionel! ¡Mereces algo muchísimo mejor! Mira todo lo que te ha pasado en las últimas semanas solo por estar a su lado. Ya te golpearon, hay gente atacando tu buena reputación en internet y ese imbécil como si nada, sigue provocándote problemas.

—¡NO LO LLAMES ASÍ!

—¡Pero lo es! Lo más sensato que ha hecho desde que llegó a tu vida, es irse para dejarte ser feliz.

—¡No soy feliz si se va de esa forma!

—¡YO PUEDO HACERTE FELIZ! —Me grita Julián mientras se abalanza sobre mí, pasando sus brazos por detrás de mi cuello y pegando su boca a la mía con violencia.

Sin esperar siquiera a que asimile lo que pasa, mi compañero de equipo mueve su boca contra la mía, importándole poco que yo ni siquiera me mueva y trate de alejarme.

Mi lobo gruñe con enojo mientras rasguña mi interior en una desesperada súplica para que nos quite al omega de encima, pero por más que lo empujo Julián no cede, aumentando la fuerza de su agarre entorno a mí. Mi alfa toma posesión de mi cuerpo durante un instante solo para aumentar la fuerza en mis brazos, haciendo posible que nos safemos del agarre.

Mis labios están mojados por la saliva de Julián y mi respiración se vuelve pesada cuando todo el enojo me abruma y nubla mis pensamientos.

—¡¿CUÁL ES TU MALDITO PROBLEMA?! —Las palmas de mis manos golpean su pecho con fuerza, enviándolo al suelo.

Me limpio la boca con el dorso de la mano, restregando con fuerza para intentar eliminar la sensación.

—¡ÉL NO TE MERECE, LIONEL! ¿POR QUÉ NO LO ENTIENDES?

—¡TÚ NO TIENES DERECHO A DECIDIR ESO! —El escándalo que hemos armado ha llamado la atención de nuestros compañeros, siendo Lautaro y Lisandro los más sorprendidos en cuanto abren la puerta y encuentran a Julián en el suelo.

—Lionel, tranquilízate. —Lisandro entra rápidamente, interponiendo el cuerpo entre Julián y yo.

Julián se levanta de un brinco, evadiendo el cuerpo de mi amigo.

—Sí, lo vi cuando salía de tu habitación como un maldito cobarde, todo silencioso y con la cabeza gacha ¿Eso es lo que crees merecer, Lionel? Eres mejor que eso y él lo sabe, me lo dijo, dijo que yo podía hacerte feliz y ¿Sabes qué? Tiene razón. Pero creo que ni siquiera tú eres capaz de darte cuenta de eso. —Julián se acerca peligrosamente rápido a mí, apuntándome con un dedo amenazador para luego ser jalado por Lisandro, en un inútil intento de alejarlo de mí.

Mis manos se vuelven puños a mis costados una vez más, con mi lobo gruñendo y yo haciendo uso de todo mi autocontrol para no romperle la cara en ese mismo instante.

—Problemas, eso es lo único que te ha traído ese omega. Hasta su propio país lo odia.

—¡Julian, ya basta! —Grita Lautaro, entrando por fin en la pelea. Lisandro suelta a nuestro compañero en cuanto este se gira para encarar al recién llegado.

—¿Y tú qué quieres, Lautaro? Ya déjame en paz ¿No ves que no estoy interesado en ti? —Un atisbo de algo doloroso atraviesa los ojos del alfa, pero se controla lo suficientemente rápido para que no se note más.

—El que no lo entiende eres tú, Julián. Messi es mi amigo, nuestro capitán y alguien que merece tu respeto. Date cuenta de una puta vez que no te quiere y lo único que haces es molestar.

—No te proyectes, Lautaro. Messi solo está confundido, pero yo lo haré entrar en razón.

—No harás una mierda Julián. —Decido intervenir, esta pelea es solo nuestra, aún si aprecio que mis amigos me apoyen. —A partir de ahora te quiero lejos de mí. Lo dejaremos por las buenas, pero si haces algo en contra de eso, yo mismo hablaré con Scaloni para tomar otro tipo de medidas. Soy profesional, pero que no te quede ni una duda, haré lo que sea para alejarme de ti.

El rostro ofendido de Julián no me detiene cuando salgo hecho una furia por la puerta, apartando a los curiosos que se asomaban por ahí.

Al llegar a mi habitación doy un portazo que resuena en todo el lugar. Lisandro ha dejado mi teléfono sobre la cama, por lo que lo tomo justo cuando una llamada entra. El nombre de contacto es de Raúl, lo que me hace fruncir el ceño mientras contesto a toda prisa.

—"¿Hola? Lionel, soy Raúl, el amigo de Guillermo."

—Sé quién eres, tengo tu número registrado.

"Genial ¿Me pasarías a Guillermo por favor? No me responde las llamadas y Javier y yo queremos saber si vendrá a comer o nos vamos sin él." —Mi estómago da un vuelco de los nervios, haciendo que olvide todo el enojo.

—¿Qué dices? ¿No está con ustedes?

—"No, él dijo ayer que comería contigo, pero no volvió por la noche y supusimos que estaría contigo." —Su tono de voz me hace saber que intenta no preocuparse antes de tiempo, pero mi corazón ya martillea mi pecho con fuerza.

—¿Y no se les ocurrió revisar su habitación? —Sueno más agresivo de lo que pretendo, pero los nervios me invaden rápidamente, impidiéndome pensar con coherencia.

Al otro lado de la línea se escuchan los rápidos pasos de un par de personas, una puerta siendo abierta y luego voces que casi podrían ser gritos.

"¿Qué? ¿Cómo que desocupada? ¡¿Anoche!?" —Mis palmas comienzan a sudar al mismo tiempo que el cerebro me punza.

"Anoche... Memo debió haberse ido al hotel para recoger sus cosas e irse. Pero... ¿A dónde?"

— "Lio..." —Una segunda voz interrumpe mis pensamientos.

—¿Sí?

"Soy Javier ¿Pasó algo entre ustedes dos? En el hotel dicen que Guillermo vino por sus cosas y se fue en la madrugada." —Mi corazón da otro vuelco al darme cuenta que tengo razón.

—No es algo apto para hablar por teléfono. Iré a su hotel, esperen ahí. —Cuelgo antes de recibir alguna respuesta, tomo mi billetera, las llaves del auto rentado y la carta que me dejó Guillermo antes de salir casi corriendo. Mientras voy en el elevador, le cuento todo a Lisandro, para que no se preocupe.

—Por favor... que no haya hecho una tontería. —Susurro, corriendo hasta el estacionamiento.

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