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23

—Pancho... Pancho... maldición Pancho ¡Despierta! —Me levanto de un brinco al sentir a Javier sacudirme el hombro con algo de fuerza.

—¿Qué mierda te pasa? Sabes que me emputa que me despierten. —Casi estoy gritando, pero la molestia creciendo en mi interior por haber sido despertado es real.

—Descansarás cuando te mueras. Levántate, queremos desayunar algo rico. —Javier me avienta ropa en la cara mientras se pasea por mi habitación, husmeando en mis cosas. —Está todo muy ordenado... ¿Pasa algo contigo?

—¿De qué hablas? Soy ordenado siempre.

—Y a mí me encanta que me griten. Te conozco como a mí mismo, así que desembucha ahora mismo o voy a torturarte.

—Pf, claro. —Javier me mira con una ceja alzada, comenzando a acercarse lentamente hasta mí. Para cuando lo tengo sobre mi cuerpo, ya no puedo mover mis manos ni huir, pues una de su manos apresa las mías contra el colchón y la otra me hace cosquillas por todo el torso.

Mis carcajadas no se hacen esperar, pero la desesperación crece en mi interior. Es una jugada sucia, ya que él mejor que nadie sabe que detesto que me hagan cosquillas.

—¿Vas a decirme qué pasa? —Aprovecho el momento para tomar aire.

—No es nada, en serio. Debo resolverlo solo de cualquier forma.

—Ese es un gran defecto tuyo, sentir que debes hacerlo solo cuando habemos muchas personas más que dispuestas a escucharte y ayudarte.

—Lo aprecio Javier, pero... no es algo que quiera hablar aún.

—Eso es diferente... y lo respeto, así que está bien, pero recuerda que estamos aquí para ti. —Asiento e intento sonreírle mientras él se levanta y me deja vestirme. —Solo diré una cosa más... tu alfa es una buena persona y te quiere ¿Bien? No lo preocupes como anoche.

—¿Cómo lo...?

—Raúl me enseñó el mensaje que envió. No sé qué pasa por tu cabeza, pero lo imagino, y creeme, no vale la pena aislarse, es mejor si lo hablas y dejas que quienes te amamos te respaldemos. Ahora date prisa, tengo hambre.

Javier abandona mi habitación en silencio, dejándome con sus palabras flotando en el ambiente. Me siento un estúpido por desear hacer esto solo, pero agradezco que me haya hablado con sinceridad. Tomo mi teléfono para llamar a Lio, el timbre no suena ni dos veces cuando la línea se abre para dejarme escuchar su voz, haciéndome sonreír enormemente y que las lágrimas amenacen con salir por haberlo ignorado casi un día entero.

—"Mi ricitos de chocolate ¿Estás bien? estaba tan preocupado... De no ser por Raúl, ya estaría en tu hotel..."

—Lio... para. Lo siento, estoy bien, lamento haberte... ignorado.

—"Si estás bien no me importa nada más. Perdóname, si es por lo que pasó con Julián, yo ya le..."

—No es eso, pero no quiero hablarlo por teléfono ¿Podemos vernos en algún lado? No te quitaré mucho tiempo, en la noche, no tiene que ser ahora, sé que estás ocupado.

—"Jamás estaré ocupado si se trata de ti... bueno sí, pero eres más importante que hacer ejercicio ¿Nos vemos en el parque frente al centro de entrenamiento?"

—Bien. Ahora iré a desayunar con Javier y Raúl. Hablamos luego. Cuídate, Lio... Te amo. —Escucho un pequeño suspiro al otro lado de la línea, lo que me hace sonreír.

—"También te amo. Come algo por mí, desperté tarde y no pude comer nada. Lisandro me invitó de su licuado, pero sabe horrible. "

—Eso es mejor que desmayarse, así que no seas remilgoso y mejor agradece que te invitó.

—"No me regañes." —No puedo verlo, pero estoy casi seguro que está haciendo un puchero.

—Ve a entrenar, alfa necio. Hasta al rato.

—"Hasta la noche, bonito." —Escucho que alguien le grita al otro lado de la línea, pero él cuelga antes de que pueda seguir hablando.

Una sonrisa boba se forma en mis labios y un suspiro me hace saber que pude haber cometido un gran error de haber seguido con mi plan. Termino de vestirme rápidamente, saliendo del cuarto justo cuando Javier se acercaba para entrar.

—Ya era hora. Vamos, Raúl paga, él ya está esperando en el estacionamiento. —Javier me jala del brazo para caminar hasta los elevadores. Lo sigo sin rechistar, pero el sutil y característico sonido de un celular tomando una fotografía me hace voltear rápidamente en todas direcciones, sin encontrar nada.

—¿Pasa algo? —Javier mira hacia donde yo lo hago, pero tampoco distingue nada.

—No, solo creí que se me había caído el celular. —Sigo caminando a paso acelerado y no me siento tranquilo hasta que estoy adentro del auto junto a mis amigos.

Raúl conduce en silencio mientras Javier y yo platicamos animadamente en la parte de atrás.

—Y al final del sueño, el gallo con tenis me decía que yo era el elegido para salvar a todos los pollitos del rancho y debía cuidarlos junto a mi musculoso y guapo novio.

—Deberías invitarme un poco de lo que te metes antes de dormir... esos sueños son muy dinámicos. —Comento burlón, recibiendo un manotazo de parte de mi amigo por haberme reído de su sueño.

—Lo que me meto pudiste tenerlo, pero lo rechazaste por un chorizo argentino. Y no me malinterpretes, te lo agradezco, solo que no quiero convidarte. —Javier se carcajea ante la mueca avergonzada que hace Raúl mientras yo me palmeo el rostro, sintiendo cómo me sonrojo lentamente.

—Llegamos, apresurémonos antes de que diga más tonterías. —Raúl jala a mi amigo para meterlo a rastras hasta el restaurante.

—¡Rápido! Le está sangrando la nariz y podría ahogarse con la sangre. —Escucho voces a lo lejos, como si me encontrara debajo del agua. Puedo sentir las manos de alguien tomándome de los hombros y la cintura para voltearme de costado.

Hay pequeños flashes en los que mi conciencia vuelve, pero no lo suficiente para poder distinguir a las personas frente a mí. Un asqueroso aroma me llena las fosas nasales, haciéndome despertar por fin.

Me siento de golpe, sintiendo algo caliente resbalando por mi rostro; a mi alrededor mis compañeros me miran con preocupación y Lisandro sostiene un algodón frente a mi nariz.

—¿Pero qué...? ¿Qué me pasó?

—Te desmayaste, bobo. Eso pasó.

—¿Por qué?

—Eso me gustaría saber. —Lisandro mira a Scaloni mientras este se acuclilla frente a mí. —¿Estás bien?

—Sí... yo... auch. —Al mover la cabeza afirmativamente un dolor punzante me hace llevarme la mano hacia la nariz. —¡¿Qué mierda?!

Mi mano se encuentra cubierta de sangre, roja y brillante. Al desviar la vista hacia abajo puedo ver mi ropa completamente manchada del mismo líquido.

—¿Cuántos dedos ves? —Scaloni extiende la mano frente a mi rostro.

—Dos.

—Bien, no es tan grave, pero debes ir a la enfermería.

—Estoy bien.

—Eso lo dudo ¿Puedes caminar o llamo a alguien?

—Puedo hacerlo. —Me levanto lentamente del suelo, pero un mareo repentino me hace perder el equilibrio y casi caer de nuevo al suelo, de no ser por Scaloni, que me sostiene firmemente de la cintura.

—Necesito... bien, vamos. —Antes de que él pueda pedir ayuda, otros brazos me rodean, casi cargandome para poder avanzar. El aroma a pasto recién cortado y lluvia me inundan las fosas nasales.

—Ve a entrenar, Julián, estoy bien.

—Lamento contradecirte, Messi, pero no lo estás. Julián, sostenlo bien mientras aviso al doctor que vamos para allá.

Julián obedece con gusto, pasando uno de mis brazos sobre sus hombros y tomándome con fuerza de la cintura.

—Escucha, Lio... no sé cómo disculparme por lo imprudente que fuí, pero debes saber que te quiero y te respeto mucho.

—Julián...

—No, escucha, no quiero renunciar a ti, me gustas...

—Julián...

—En serio me gustas Lionel, estoy cansado de fingir y negarlo...

No sé qué más iba a decirme, pero la arcada que había estado reprimiendo me aborda de manera abrumadora, provocando que me incline sobre mi abdomen, vaciando el poco contenido de este sobre los zapatos de mi amigo. La bilis me quema el esófago y las pocas fuerzas que tenía me abandonan por completo.

No estoy seguro de si he vuelto a golpear el piso o no, pero cuando despierto, el enfermero me revisa minuciosamente el pulso. Mi vista está borrosa, pero distingo a Julián hablando con Scaloni a lo lejos.

—Bienvenido de vuelta ¿Cómo se siente, señor Messi? —El enfermero me permite incorporarme lentamente sobre la camilla. Me doy cuenta que estoy con el torso desnudo, aunque no me importa en absoluto.

Scaloni se acerca con semblante preocupado. —¿Cómo estás? —Me pregunta.

Un poco de las náuseas y el mareo siguen en mí, pero me siento mucho mejor que antes y la intravenosa sobre mi antebrazo es la razón.

—Mejor... creo. Julián, te vomité encima ¿Verdad? Lo siento.

—No pasa nada. Igual quería comprarme zapatos nuevos. —El calor en mis mejillas me hace saber que me estoy sonrojando.

—¿Qué pasó? ¿Estás enfermo? Estás pálido.

—Solo no comí nada y el licuado que me dio Lissandro me revolvió el estómago.

—Y a quién no... —Susurra Julián. —Creo que es para aumentar músculo, o algo así me había contado. Si no mal recuerdo, lleva varias frutas, cebolla, ajo y un par de limones con todo y cáscara.

Solo pensar en eso revuelto me hace querer vomitar de nuevo.

—Algunos alfas hacen cosas muy extrañas con tal de verse más grandes ¿No? —Estoy por corregir a Scaloni cuando recuerdo que para todos los demás, Lisandro es un alfa. —En fin, descansa un rato, debe terminar de pasar el suero. Julián, a entrenar.

Scaloni sale de la habitación junto a Julián, mientras que el enfermero anota algunas cosas.

—Si necesita algo, puede tocar el botón en la pared, estaré haciendo el papeleo de su expediente. Por cierto, necesita comer algo, la marca en su cuello gasta mucha de su energía para sanar, así que es por eso que se desmayó, sumado a la deshidratación y el arduo entrenamiento, pero quizá, de no tener la marca, solo habría sufrido náuseas y mareo. No se rompió la nariz, así que está bien.

—¿Me diría su nombre, por favor?

—Una disculpa, soy Antonio, gran admirador por cierto. Con su permiso. —Antonio sale de la habitación, tiene semblante serio, pero no me transmite nada malo. Me dejo caer sobre la camilla, aprovechando el momento para cerrar los ojos e intentar dormir.

Justo cuando comienzo a conciliar el sueño, el sonido de la puerta cerrándose me hace pegar un brinco.

—Come algo, Lionel. —Scaloni me tiende un sandwich y un jugo de mango, los cuales tomo mientras los abro y comienzo a comer.

—¿Quieres? —Le pregunto, ofreciéndole la otra mitad.

—No, debes comerlo completo.

—Pero no podré entrenar con el estómago lleno...

—Tampoco con la nariz rota, así que come o voy a avisarle a Guillermo lo que pasó. —Frunzo el ceño, dando otra mordida a mi comida.

—¿Qué tiene él qué ver aquí?

—Nada, pero comiste y eso es lo que importa. Me voy, debo seguir supervisando al resto. Come todo, hablo en serio. Y que de una vez por todas te revisen la pierna, he visto que te quejas hasta para caminar. —Scaloni sale antes de que pueda replicar, dejándome en completo silencio.

"Si nuestro omega se entera nos hará engordar como a pavo antes de navidad."

No tengo pruebas de ello, pero sé que mi lobo tiene razón.

La tarde por fin llega y mis compañeros se despiden de mí conforme salen de las duchas. Muchos han visto la marca sobre mi hombro, pero incluso si la curiosidad se los come, nadie se atreve a preguntarme nada.

—¿Y bien?

—¿Qué? —Le respondo a Lisandro, que me mira mientras me coloco los boxers, le devuelvo la mirada solo para verlo hacer lo mismo.

—¿No estás feliz?

—¿Por qué?

—Porque te han recetado un ungüento para la lesión en tu ingle... y tienes un par de manos extras, suaves y bonitas que te pueden hacer el favor. —Me guiña un ojo con diversión, cosa que aprovecho para lanzarle mi toalla en la cara.

—Si Guillermo se entera que me lastimé, va a ponerse paranoico.

—No me parece que sea de esos, yo creo que más bien tienes miedo de que te regañe.

—No es así.

—¿De verdad? Me parece haberte dicho que te conseguiste un omega dominante.

—Cierto... ¿A qué te refieres con eso?

—¿Cómo? ¿No sabes lo que es un omega dominante, teniendo a uno como pareja? —Niego lentamente, bajo la atenta mirada de mi amigo. —Bien... a ver ¿Cómo lo resumo? La biología de alfas y omegas se dividen en 3, dominante, neutro y recesivo, en el primer caso es cuando la persona con ese gen es líder por naturaleza, el alfa es mucho más grande y fuerte, sus celos son peligrosos para omegas y alfas por igual, la voz de mando es casi imposible de desobedecer hasta para los alfas; en el caso de los omegas es algo parecido, su lobo tiene mucha fuerza, son grandes, fuertes y sin miedo a enfrentarse a los demás con tal de proteger a los suyos, en ambos casos, la transmutación es muy posible, aunque nunca he visto a nadie hacerlo, pero tienen la posibilidad de manifestar a su lobo más allá de colmillos y garras.

—¿Quieres decir que podrían convertirse en lobos al cien porciento? —Mi asombro es casi palpable.

—No estoy seguro... Eso dicen los libros, pero hace mucho tiempo no se ve algo como eso. En fin... En el caso del gen neutro, estamos hablando de la mayoría de nosotros, lo que todos sabemos porque lo explican desde la escuela secundaria. Los recesivos son lo contrario a los dominantes, son casi betas, poseen aroma característico, pero en su mayoría es solo uno, no tres como solemos tener, o dos en el caso de los neutros.

—¿Tres?

—¿Nunca has agarrado un libro de biología avanzada? —Niego. —¿Historia? —Vuelvo a agitar la cabeza y Lisandro suspira.

—Los genes existen por la mezcla de sangre, en la antigüedad había omegas y alfas dominantes porque estaba esto de "la pureza en la sangre" y es por eso que se casaban entre familiares. Las personas con genes dominantes tienen tres aromas, pero el tercero solo es detectable entre parejas destinadas y es el aroma principal que heredarán a su descendencia. Los neutros tienen dos, pero también heredan uno de los aromas, casi siempre el del alfa, los recesivos tienen uno y este varía entre la descendencia, dependiendo de los progenitores.

Intento procesar toda la información, tomando asiento mientras arrugo la toalla que Lisandro me arrojó de vuelta.

—Eso explica por qué el lobo de Guillermo se manifiesta hasta en su voz. Nunca había conocido a nadie que lo hiciera, no un omega al menos.

—Y me atrevo a insinuar que tu lobo lo ve como a un igual, ni siquiera alguien a quien debe proteger por sobre su vida, sino alguien a quien admira y sabe que, de presentarse la ocasión, podrían luchar codo a codo. —Asiento lentamente, anonadado con la clase exprés de historia y biología.

—Vaya... gracias Lisandro.

—No es nada, amo estos temas y me alegra tener con quién hablarlo, no todos prestan tanta atención. En fin ¿Nos vamos?

—Voy a ver a Guillermo en el parque de enfrente, te veo luego.

—Bien, cuídense.

Y sin mediar más palabras, Lisandro sale del lugar dejándome solo. Arreglo con calma mis cosas, esperando el mensaje de Guillermo para salir de ahí.

—O sea que todo es verdad ¿No es así? Y dime, Messi ¿De qué te sirve tener un dominante si de cualquier forma es un omega inservible?

La voz que aparece repentinamente me hace pegar un brinco. —Enzo ¿Estuviste espiando?

—No te sientas tan importante, yo me estaba duchando, ustedes empezaron a hablar. Pero no respondiste la pregunta.

—No te incumbe, mocoso.

—¿En dónde quedó el respeto?

—En el mismo lugar en donde quedó tu decencia.

—Supongo que tu molestia lo confirma aún más. Vaya desperdicio... —Siento mi sangre hervir y subirme hasta la cabeza. —No sé quién está peor... él por la poca autoestima al aceptar salir con quien prácticamente lo eliminó del mundial o tú, que aún sabiendo eso, te atreves a humillarlo de esa forma.

—Estás equivocado. —Hablo entre dientes, intentando controlar mi molestia.

—¿Qué? Oh... se me acaba de ocurrir otra cosa ¿A caso sales con él solo para elevarte el ego? Quiero decir... le metiste un gol, ahora le metes el...

No lo dejo continuar, mi puño se estrella de lleno contra su abdomen, sacándole el aire de golpe. Lo siguiente que sé es que él y yo rodamos por el suelo, golpeando zonas poco visibles porque, incluso con el enojo a flor de piel, sabemos que no debemos golpearnos en donde se vea o podríamos terminar amonestados.

Le aplico una llave sobre el cuello, aprovechando que quedé sentado sobre su espalda. Enzo intenta sacarse de encima mi peso, pero poco a poco comienza a perder la conciencia. Para cuando sus fuerzas menguan, el sonido de un grito ahogado y una fuerza descomunal me sacan de encima suyo.

—¡¿Cuál es tu maldito problema?! ¿Quieres que te expulsen? —Lisandro revisa el pulso de mi compañero mientras su alfa me sostiene fuertemente, alejándome lo más posible de mi compañero inconsciente.

—No, pero no permitiré que insulten a mi omega de esa forma.

—Mierda... ¿Ahora qué hacemos? Nate, lleva a Enzo hasta el auto, vamos a dejarlo en el hotel, ya pensaré qué hacer.

—No puedo dejar esto así. —Es la primera vez que escucho la voz del guardaespaldas, por lo que es suficiente para distraerme. Suena profunda y grave, pero tranquilizadora.

—Vamos a llevarlo al hotel Nate, no está a discusión. Ya no estás en horario laboral. Y tú, vete de aquí antes de que sea yo quien te golpee. —Tomo mis cosas con prisa luego de que Nate me suelte, casi corriendo fuera del lugar.

Un mensaje llega justo a tiempo, indicándome que Memo está afuera, esperándome. El cuerpo me duele un poco por los golpes, pero no es momento de preocuparme por ello,así que ignoro el dolor olímpicamente, caminando hasta el lugar que Guillermo me indicó.

Su inconfundible cabellera me guía hasta él. Cuando nuestras miradas se encuentran el impulso de besarlo es casi doloroso, sin embargo, me contengo lo suficiente, esbozando una temblorosa sonrisa, la cual me devuelve.

—¿Cómo estás, Memo?

—Muy bien ahora que te veo. —Su sonrisa hace que mi corazón de un brinco dentro de mi pecho y que un suspiro se me escape. —¿Y tú?

—Mi día ya no puede ser mejor. —Ambos nos miramos en silencio. Por un momento me siento un adolescente inexperto que intenta coquetear con la chica popular de la escuela, por lo que comienzo a mover la pierna con nerviosismo, sin embargo, la fuerza y velocidad con la que lo hago me sacan un siseo de dolor.

—¿Te pasó algo? —Guillermo se acerca rápidamente hasta mí, sosteniendo mi bolso deportivo.

—No es nada, solo hice mal un estiramiento y me duele la pierna.

—¿Por qué no te creo? —Me siento intimidado bajo la atenta mirada que me dedica. Sus ojos escudriñan mi rostro y yo solo puedo rezar por no ser descubierto.

—En verdad, no pasa nada. —Guillermo levanta una ceja con duda, pero asiente, dándome la razón. En ese momento dejo ir todo el aire que no me había dado cuenta que estaba conteniendo. —¿De qué querías hablarme?

—Cierto... yo... ¿Vamos a sentarnos? —Intento caminar lento para que él no vea que cojeo, pero justo antes de llegar hasta la banca, una piedra me hace tropezar y casi azotarme contra la banca. Todo mi cuerpo resiente el impacto, con los golpes recién recibidos vibrando y doliéndome, lo que hace imposible la tarea de no hacer muecas o sonidos. —Bien, ahora no hay forma de que te crea ¿Qué te pasó, Lionel? Y no digas que fue el entrenamiento, porque a menos que practiques box, no voy a creerte.

"Va a enojarse."

"¿Tú crees? ¿Ahora qué?"

"Un ave maría y que sea lo que el señor quiera."

"Gracias, qué gran ayuda."

—Sí estoy lastimado, pero... no es grave, me desmayé durante el entrenamiento y me estrellé contra el suelo, así que ahora estoy algo adolorido.

—¿En serio no comiste nada? —Nigo mientras desvío la mirada, casi sonriendo porque la pequeña mentira haya ayudado tanto. —Debiste aceptarle el licuado a Lisandro.

—Lo hice, pero me hizo vomitar y que me desmayara de nuevo.

—¿Seguro que es solo eso? —La suspicacia con la que me mira me hace ponerme nervioso, pero intento mantener el semblante sereno para no ser descubierto.

—Sí, no debes preocuparte.

—Bien, en ese caso ¿Te parece si comemos algo mientras charlamos? —Acepto con un asentimiento, levantándome de la banca con sumo cuidado para no volver a hacer muecas.

Caminamos durante un rato entre algunas calles algo transitadas, el calor de la tarde hace que mi cuerpo sude y el cabello me escurra por la nuca. Un rápido vistazo a Guillermo me hace saber que está igual de acalorado que yo, sus mejillas se pintan en rojo y las pequeñas gotas de sudor le adornan la piel.

No entiendo por qué estoy tan callado, su semblante luce serio e intimidante, como si estuviera muy concentrado pensando en algo y yo no me atrevo a interrumpirlo, pero la urgencia de querer conversar, escuchar su voz y saber más de él me pican la garganta.

Me aclaro la voz, siento las manos sudorosas por los nervios. —¿Cómo la has pasado con tus amigos?

—¿Eh? —Lo que me temía, puedo ver su confusión al haberlo sacado de sus cavilaciones.

—Tus amigos ¿Cómo la estás pasando?

—Ah... muy bien, Tenía muchos años sin ver a Javier y me siento feliz de poder volver a hablar con él. —Su sonrisa resplandece como siempre, pero algo en sus ojos lo hace lucir distraído.

—Me alegro mucho, así al menos no estás solo.

—Sí, aunque no debes preocuparte por eso... estoy perfectamente bien. —El tono de su voz suena algo agresivo, pero no entiendo por qué.

—Guillermo... ¿Está todo bien?

—Claro, acabo de decirlo, todo está perfecto.

—Bien... ¿Comemos aquí? —Nos detenemos en un pequeño restaurante local, no luce grande, pero los arreglos con plantas de todo tipo, muebles de madera, cristalería y luces ámbar por todos lados le dan un aire elegante y hasta romántico.

Guillermo acepta, por lo que entramos juntos, siendo recibidos por una omega amable y carismática que nos guía hasta nuestra mesa. Nos sentamos uno frente al otro mientras el mesero deja el menú sobre la mesa; unos minutos después, con una pésima pronunciación, logramos pedir los platillos locales que más llaman nuestra atención.

—¿Qué tal has estado? No hemos tenido oportunidad de hablar mucho y... —Comienzo a hablar, luego de dar un sorbo al vaso con refresco que me he pedido, pero Guillermo me interrumpe.

—¿Julián sigue insistiendo con todo eso?

—¿Qué? —La pregunta me toma completamente desprevenido.

—Que si Julián sigue detrás de ti. —El tema me pone incómodo, pero sé que debe ser algo importante para él, por lo que respondo con sinceridad.

—Sí... no importa lo que le diga, sigue insistiendo. —Un aroma algo agrio me llena las fosas nasales, pero no es el aroma a molestia, es más bien como una profunda tristeza, quizá decepción.

—¿Él te gusta?

—¡Por supuesto que no! ¡¿Qué clase de pregunta es esa?! —Intento no alzar demasiado la voz, sobre todo luego de notar que tengo varias miradas sobre mí.

—Solo curiosidad... hay gente que cree que harían una buena pareja.

—Creencias de gente pendeja diría yo... Guillermo, mi amor, te lo dije, te amo a ti y solo a ti ¿Bien? No me importa nadie más. —Mi mano se extiende sobre la mesa, tomando la de él con suavidad, apenas rozando la yema de mis dedos sobre el dorso de su mano.

Puedo ver un escalofrío recorrerle el brazo, pero no se mueve de su lugar. Mis dedos rodean los suyos con una suave presión, intentando hacerlo levantar la vista de la mesa para que me mire y sepa que lo que le digo es nada más que la verdad. Sonrío con cariño cuando lo consigo, teniendo sus almendrados ojos mirándome por fin, pero el atisbo de lágrimas me hacen ponerme alerta.

—¿Qué pasa? ¿Por qué...?

—Disculpen, pero debo advertirles que no pueden hacer eso aquí, así que les pediré que por favor se separen o salgan del restaurante. —Un enorme alfa vestido con traje y un pin de "gerente" nos mira desde arriba. Luce imponente y amenazador.

En ese momento me acuerdo del lugar en el que me encuentro, por lo que retiro mi mano con algo de prisa, no sin antes dejar un suave apretón sobre los dedos de mi lindo chico. Mi lobo gruñe en respuesta, pero sé que aunque quiera, no puedo ponerme en contra de nadie. Con una última mirada de advertencia, el alfa se aleja de nuestra mesa.

—Escucha, Guillermo... —Retomo la conversación en busca de consuelo para mi amado. —No importa qué digan los demás, tampoco me importa si él insiste, yo te quiero a ti ¿Bien? Si lo dices por lo que escuchaste por teléfono el otro día, por favor no lo tomes en cuenta, nada pasará entre Julián y yo.

—Bien... —Su tono frío y distante me hace querer abrazarlo, por lo que lamento haber escogido un lugar público para hablar.

A nuestro alrededor hay varias personas que nos lanzan varias miradas de reconocimiento y otras tantas de desaprobación. Ruedo los ojos en evidente molestia, intentando hacerles saber que me molestan.

Nuestra comida llega luego de un rato, en el que ni él ni yo decimos una sola palabra. Me devano los sesos intentando encontrar algo para distraer a Memo, pero no encuentro nada apropiado, los nervios y el deseo de abrazarlo me abruman.

Comemos en completo silencio, incluso con la mirada gacha de mi omega puedo notar las lágrimas que amenazan con bajarle por las mejillas mientras él intenta no permitirlo. Las manos me tiemblan de impotencia e incertidumbre y mi pecho se calienta con la desesperación de mi lobo por querer proteger, abrazar y mimar a nuestro omega.

Me levanto de la mesa con prisa, apenas avisando que iré al sanitario y sin darle tiempo a Guillermo para detenerme. Al entrar el aroma fresco del jabón me recibe, despejándome un poco la mente. Me acerco hasta los lavabos para poder rociar agua en mi rostro en un vano intento de aclararme la cabeza para poder pensar.

La puerta vuelve a abrirse y el aroma a tierra húmeda me llegan fuertemente a la nariz, pero no presto atención al alfa que acaba de entrar, dejando que pase de largo hasta los cubículos. Luego de escuchar la puerta cerrarse, vuelvo a mojar mi cara y procedo a recargarme en el blanco y frío mármol, lo que me provoca una placentera sensación.

—Sin duda es usted... —La voz de un hombre me hace abrir los ojos y levantar la vista para poder observar a través del espejo a quien está parado detrás de mí.

—¿Perdón?

—¡Messi! Sabía que lo había visto pasar, pero quería comprobarlo. Un placer conocerlo, mi nombre es Alan... aunque eso no importa, solo quería decirle que lo admiro mucho.

—Sí... ¿Te importaría dejarme solo? Quiero decir... no es por ser maleducado, pero es un sanitario, no creo que sea el mejor lugar para conversar.

—Ah... supuse que no le importaría.

—¿Por qué pensarías algo así? —La sonrisa confiada que el chico me dedica mientras se acerca a lavarse las manos comienza a molestarme.

—Oh... es solo que como lo vi tan asquerosamente acaramelado con ese estúpido portero, pensé que los lugares públicos no tenían el menos respeto de su parte.

—¿Pero qué mierda dices? —Mi sangre hierve en mi interior y mi lobo gruñe con evidente molestia por sus palabras. El aroma en el encerrado lugar hace que me maree un poco, pero la adrenalina me recorre las venas. Deseo pegarle un buen puñetazo a ese imbécil.

—Tranquilo, hombre, cada quién decide cómo se arruina la vida. Usted, a pesar de ser un gran personaje, famoso, talentoso y cotizado, decidió salir con alguien como él... aunque si le soy sincero, nadie se traga que sea real ¿Me diría a mí si lo es?

Mis manos tiemblan de nuevo, pero esta vez es por furia, caliente y burbujeante furia que me recorre las venas.

—¿Si es qué? —Susurro entre dientes. Sé que debería salir de ahí, pero no puedo permitir que se insuinúen ese tipo de cosas de mi omega.

—Teatro, farsa, diversión, rebeldía... ¿O realmente espera que me crea que está con un imbécil como Guillermo Ochoa? —Algo hace clic en mi mente cuando mi cerebro se desconecta, mandando a la mierda todo mi autocontrol y raciocinio. Lo siguiente que hago es dejar a mi lobo gruñir profundamente como última advertencia.

Deja tus estupideces de una buena vez.

—No veo por qué enojarse... es solo curiosidad. —Una sonrisa ladina en el rostro del alfa me hace perder los estribos, provocando que mi puño firmemente cerrado se estrelle contra su mandíbula con un sonoro golpe que lo hace desviar la mirada.

Observo a Lionel levantarse de su lugar y casi correr hasta el baño, pero no digo nada, agradeciendo quedarme solo. Tomo una servilleta para poder limpiarme las lágrimas lo más discreto que puedo, intentando no llamar la atención de nadie, aún si puedo sentir unas cuantas miradas sobre mí.

—Por un momento creí que realmente los sacarían de aquí. —Una voz femenina me hace levantar la mirada y a mi lobo gruñir en defensa.

—D-daniela... ¿Qué haces aquí? —No puedo evitar sentirme asombrado.

—Uhm... bueno, es un restaurante público, así que podría decirse que comiendo.

—Cierto, lo siento.

—No pasa nada, vine con un amigo... los vimos cuando el gerente se les acercó, me alegra ver que no los corrió.

—Sí... tuvimos suerte. —No puedo levantar el muro alrededor de mí, dejando expuestos mis sentimientos ante ella. Intento formar una sonrisa, pero la siento como una mueca completamente deformada en mi rostro.

—¿Estás bien? No luces bien. —Daniela se inclina sobre la mesa, mirándome desde muy cerca.

—Y-yo... sí ¿No deberías volver a comer? —Ya no me importa verme grosero, solo necesito salir de esta situación.

—Oh... claro, bien, en ese caso... nos vemos luego, Guille... aunque, si me permites decirte esto... creo que deberían tener más cuidado de cómo se comportan en público, no quisieras que algo malo le pasara a Lionel ¿No? En fin, adiós. —Observo a Daniela volver a su mesa mientras el escozor en mis ojos regresa junto al miedo que he estado sintiendo.

"Ella tiene razón, podría meter en muchos problemas a Lionel..."

"Pero nos dijo que nos ama."

"Claro... y eso es más importante que su seguridad y su carrera."

No puedo siquiera pensar más, las lágrimas que había logrado contener ahora me resbalan libremente por las mejillas. Me levanto de la mesa y casi corro hasta el baño para poder ocultarme ahí, pero al pasar por un lado del baño de alfas, el aroma amargo y pesado de la furia me detiene en seco.

—"¿O realmente espera que me crea que está con un imbécil como Guillermo Ochoa?" —La voz de mando con la que mi alfa responde me provoca escalofríos por todo el cuerpo y me hace sentir algo cálido al escucharlo defenderme, sin embargo, el sonido de un golpe seco me hace asustarme.

Entro rápidamente al lugar, siendo recibido por una escena que ni en mis peores pesadillas había visto. Sobre el suelo está un alfa de cabello lacio y algo largo, agarrando su mandíbula mientras escupe sangre y saliva. Frente a mí y dándome la espalda, está Lionel, con los puños apretados a sus costados y un aura amenazadora rodeándolo por completo, De su mano escurre un pequeño hilo de sangre que parece ser suya.

El aroma a alfas enojados me hace sentir demasiado mareado, deseo salir de ahí, pero antes de siquiera poder arrastrar a Lionel conmigo, el otro hombre en el lugar lo taclea desde el frente, azotándolo contra la pared a mi lado.

Un fuerte quejido de su parte me hace entrar en pánico, sumado a la mirada de dolor y disculpa que me dirige.

—Lio... —Susurro mientras veo, como en cámara lenta, cómo mi alfa es separado de la pared solo para ser azotado contra el suelo. El hombre sobre él es mucho más grande y fuerte, estoy casi seguro que medimos lo mismo. Mi lobo gruñe y gimotea con ansiedad dentro de mí y las emociones me abruman sobremanera, impidiéndome pensar con claridad.

Me adentro mucho más al lugar para poder sacar a ese hombre de encima de Lio, pero antes de poder hacerlo, su puño se estrella contra la mandíbula de mi novio con más fuerza de la que he visto a nadie hacerlo antes. Un gruñido de dolor brota de los ahora escarlatas labios de Lionel, con un hilo de sangre manchandole la barba.

Sus manos se aferran a las solapas de la camisa contraria para poder jalarlo hacia él y derribarlo a su lado, ahora es mi alfa quien, a horcajadas, somete al contrario, quien no deja de patalear y removerse intentando zafarse del agarre.

El sonido de más golpes fuertes llenan el lugar conforme ambos alfas ruedan sobre el suelo. La impotencia y el miedo por estar viendo eso que tanto me temía me mantienen congelado en mi lugar hasta que una voz desconocida me hace reaccionar.

—¿Vas a dejar que este idiota salga más lastimado? Eres más inútil de lo que creí. —Ese hombre se dirige a mí, lo sé, por lo que antes de presenciar un nuevo golpe sobre el cuerpo de Lionel, me abalanzó contra esa persona, sacándolo de encima suyo y golpeándolo con toda mi fuerza contra el suelo.

El quejido de dolor y el crujido de su nariz me hacen sonreír ampliamente, incluso cuando su sangre me mancha la ropa y las manos. Con fuerza, vuelvo a estampar mi puño contra su mandíbula, haciéndolo quejarse.

Al voltear hacia mi alfa puedo verlo levantarse lentamente, manchado de sangre y algo desorientado. Mi corazón da un vuelco al verlo tan lastimado y la culpa una vez más me provoca ganas de llorar, pero mi lobo sabe que no es momento para lamentos, debemos irnos.

Antes de que pueda levantarme del suelo, un golpe sobre mi costado derecho me desorienta por el dolor, el imbécil al que dejé de prestarle atención por un momento me acaba de patear en las costillas, haciéndome caer. El dolor me deja tirado durante unos segundos.

—Bueno, al menos sabes pelear, sería demasiado que ni eso pudieras hacer. —Su voz sale jadeante, pero al subir la mirada hasta él, puedo verlo sonreír, con los dientes manchados en sangre y las comisuras de sus labios completamente rojas por el líquido que le escurre de la nariz.

Es un escenario asqueroso, pero me satisface verlo así de lastimado.

"Nadie toca a mi alfa sin sufrir las consecuencias." Mi lobo crispa el pelaje de la espalda, viéndose amenazador. Puedo sentir su furia y las ganas de seguir peleando hasta dejar inconsciente al desconocido, pero sé que no debo hacer eso.

—¡¿Pero qué está pasando aquí?¡ —Los tres volteamos hacia la entrada del baño en donde el gerente, acompañado de un guardia de seguridad, nos miran escandalizados.

Me levanto del suelo por fin, soltando un siseo cuando mi costado manda un doloroso piquete por toda mi columna. Ayudo a Lionel a ponerse en pie. La sangre le mancha la ropa, pero ya no le escurre por la cara ni la mano, lo que me tranquiliza. Con una rápida mirada nos aseguramos de que ninguno ha sufrido mayor daño.

—Nosotros...

—No quiero oírlo, la policía ya viene. —El gerente se cruza de brazos en una pose autoritaria. El pánico me abruma y hace a mi corazón latir desbocado.

"Si nos atrapan, se acabó, Lionel será el más afectado. ¿Qué hago?" Los nervios no me dejan pensar adecuadamente. Miro a mi alrededor con pánico, no hay siquiera una maldita ventana para poder huir.

Un rápido vistazo a Lionel me hace ponerme aún más nervioso, luce muy molesto y presiento que en cualquier momento, si no actúo rápido, se le volverá a abalanzar al imbécil que nos golpeó, quien sonríe despreocupadamente.

"Esto era lo que quería, maldita sea. Le dimos lo que quería ¿Quién mierda es? ¿Por qué?"

—Señor... permítame salir de aquí por favor, estos dos estaban aquí antes, haciendo porquerías... no pude contenerme y los separé, pero me golpearon. Gracias por llegar a tiempo, seguro me mataban de no ser por usted. —No puedo evitar mirarlo con la boca abierta y la sangre hirviendo. A mi lado Lionel aprieta la mandíbula y puedo escuchar un gruñido salir de su garganta. Las feromonas de furia llenan la habitación, opacando el de la sangre.

—¿Lo ve? Ese alfa es muy violento. —Puedo ver la sonrisa asomar en los ojos del imbécil, pero su rostro parece realmente afligido.

"Maldito."

Al desviar la vista hacia la entrada del baño distingo la mirada de muchas personas, algunas incluso graban con su celular, pero quien me importa es la chica que luce sorprendida, justo detrás del gerente.

—Disculpen... ¿Podríamos salir de aquí? —Me arriesgo a preguntar mientras le dirijo una mirada inocente al guardia de seguridad. Camino hacia los lavabos para limpiarme la sangre de las manos, indicándole con la mirada a Lionel que haga lo mismo.

Él lo capta al instante, por lo que me sigue, con la diferencia de que él toma papel secante para poder empaparlo y limpiarse el rostro.

—No sería lo mejor, la policía...

—No vamos a huir, solo digo que quizá haya gente que desee pasar al sanitario y nosotros estamos estorbando. —Lo interrumpo, fingiendo tranquilidad, con una sonrisa inocente. Lo veo dudar un momento mientras le ruego a todos los dioses para que ceda.

—De acuerdo, pero no intenten nada o les irá peor. —Asiento con una sonrisa en mis labios, terminando de secar mis manos.

Lionel también seca su rostro. Intento que no se note mi furia al ver lo lastimado que quedó. Él me sonríe para, creo yo, tranquilizarme. Intento sonreírle mientras salimos del lugar. Justo cuando paso a un lado del gerente, tomo a Daniela del brazo, arrastrandola conmigo hasta la mesa en donde estábamos sentados.

—Daniela, escucha —Susurro con Lionel detrás de nuestro, igual que el resto de las personas. —Necesito que me hagas un favor. ¿Tienes dinero? —Ella asiente, con semblante sorprendido.

—Bien, por favor, paga todo lo que hemos pedido Lionel y yo, te lo devolveré en el hotel y te prometo contarte todo, pero por favor ayudame. —Una sonrisa fugaz atraviesa su semblante y por un momento dudo de lo que creo haber visto, pero el sonido de las sirenas a lo lejos hacen que mi corazón lata desbocado y me den nauseas por la adrenalina que comienza a subirme por la garganta.

—E-está bien... ¿Ustedes van a ...?

—Tranquila, estaremos bien, muchas gracias. —Un poco de alivio calma a mi acelerado corazón. Asiento en dirección a Daniela, quien camina hasta su mesa. Lionel empareja sus pasos con los míos.

—¿Estás bien? —Le pregunto en voz baja mientras tomo asiento en donde él estaba antes, dejando que se siente en mi antigüo lugar.

—Sí ¿Y tú? —Le sonrío para tranquilizarlo. A nuestro alrededor las personas nos miran con desaprobación y tanto el gerente como el guardia se posicionan unos pasos más allá de nosotros.

"Perfecto"

—¿Te duele mucho? ¿Crees poder correr?

—¿De qué hablas Guillermo? —Puedo ver la sorpresa y algo de miedo en sus ojos, por lo que intento transmitirle confianza con una sonrisa.

—No voy a dejar que arruinen tu reputación... así que cuando te lo diga, corres y no te detengas, en serio no lo hagas, por nada del mundo. ¿Viste el callejón que pasamos antes de llegar aquí? —Él asiente, con los ojos enormes y llenos de preocupación. —Bien, espera ahí, pero debes dar una vuelta grande para perderlos, no te preocupes por mí, te buscaré en cuanto me libre de la policía.

—Guillermo no, resolveremos esto...

—No. Scaloni lo dijo, debíamos ser discretos, esto es mi culpa, así que ahora debes obedecer ¿Listo? —No le doy tiempo a responder, el gerente y el guardia observan algo por una de la ventana, dándome una oportunidad única. —¡Ahora! 

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