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22

Luego de tomar una larga y relajante ducha en la que me sentí el omega más mimado y consentido del mundo, Lio y yo preferimos no salir de la habitación en lo que restaba de la tarde, viendo una película, recostados sobre la mullida cama y con el viento entrando por la ventana.

Todo se sentía sumamente relajante mientras compartíamos besitos esporádicos y suaves risas cada que nuestras miradas se encontraban al descubrir que ninguno prestaba demasiada atención a la pantalla. Las palomitas desaparecieron de a poco entre nosotros, al igual que los distintos postres que habíamos pedido para poder disfrutar de esa tarde.

Entre nosotros quedaba un plato con un último bocado de pay de manzana que ninguno había tocado en más de veinte minutos, por lo que me dispuse a tomarlo para por fin terminar con él, pero la mano de Lionel fue la primera en sacar el plato de su lugar.

—¡Oh mierda! —Dijo mientras se reía y me extendía el plato. —Come tú.

—No, no, me ganaste, hazlo tú.

—No es así, solo que como lo vi tan solito, no quise que se quedara ahí.

—Por eso mismo, debes comerlo. —Ninguno podía parar de reír mientras nos empujábamos el plato, insistiendo en quién debía quedarse con el último bocado.

—Anda, come.

—Tú hazlo, yo me voy a comer el relleno que quedó en el plato.

—De acuerdo. —No puedo evitar sonreir mientras lo veo llevar el último trozo del delicioso postre hasta su boca para luego entregarme el plato, de donde como la manzana caramelizada que queda.

—Hace buen clima allá afuera y el sol comienza a ocultarse ¿Quieres salir al balcón? —La propuesta me toma desprevenido, pero acepto de inmediato, arreglando los platos sucios sobre la mesa del lugar mientras él recoge toda la basura.

Lio tenía razón, el viento refresca el lugar gratamente mientras el sol frente a nosotros crea uno de los espectáculos naturales más hermosos.

—Me encantan las puestas de sol. —Susurro al aire.

—Es la vista más hermosa que he tenido en toda la vida. —Me responde a mis espaldas.

Cuando volteo, me doy cuenta que no solo no habla del atardecer, sino que la cámara de su teléfono me apunta directo a la cara, tomando varias fotos en ráfaga.

—¡Hey! Debes avisarme que tomarás una foto, seguro salí horrible y con el cabello hecho un desastre.

—Eso es imposible, no hay forma en la que puedas verte horrible y el único desastre es el que causas a mi corazón, creo que me dará un paro cardiaco por tanta belleza.

Suelto una carcajada mientras volteo nuevamente hacia el horizonte, con las mejillas ardiendo por el sonrojo que lo cursi de sus palabras me han causado y los nervios haciendo que mi corazón lata desbocado.

—No dirás lo mismo cuando esté desvelado, luego de llevar diez años de casados y con cuatro hijos corriendo por la casa y uno llorando en la cuna. —Ni siquiera soy consciente de lo que digo hasta que mi boca lo ha soltado todo de golpe y es demasiado tarde para retractarme.

Como si fuera poco, en ese momento Lio me abrazaba por la espalda y el viento deja de azotarme el rostro, por lo que mis palabras alcanzan a escucharse fuertes y claras. Alrededor de mí los brazos de mi alfa me sujetan con firmeza, posándose sobre mi abdomen con cariño.

—Y-yo... lo siento, no sé lo que dije, olvidalo, soy un ton...

—¿Quieres que nos casemos? ¿Tú... realmente quieres una familia conmigo? —Suena temeroso, pero incluso si no puedo verlo, sus palabras suenan a que está sonriendo.

Mi corazón late como loco, las manos me sudan y no estoy seguro de si la voz me saldrá siquiera, por lo que me aclaro la garganta antes de hablar. Deseo voltear para ver su expresión, pero al mismo tiempo agradezco estar de espaldas, pues no verlo me hace tener más valor.

—Sí. Quiero decir... a su tiempo, claro, pero sí quiero. Eres mi alfa destinado y... si tú también lo quieres, estaría más que feliz de formar una familia contigo. —Su silencio me pone inquieto, pero no me atrevo a girarme, por lo que espero pacientemente hasta que sus manos me toman de la cintura, girándome lentamente.

Sus ojos, anegados en lágrimas, me regresan una hermosa y brillante mirada.

—Solo decía... claro que no es obligatorio, lo siento...

—¿Eso quiere decir que también quieres que te marque? —Su pregunta me descoloca por completo. La sombra de una sonrisa asoma en sus temblorosos labios mientras yo asimilo lo que acaba de decir.

—¿Qué? No hablas en serio, Lionel... ¡Por supuesto que sí! Quiero decir... es casi lógico, pero por si quedaba duda, quiero estar contigo si tú quieres estar conmigo, quiero enlazarnos, vivir juntos y... en un futuro, formar una familia.

Su sonrisa se ensancha a medida que hablo y sus ojos derraman silenciosas lágrimas que me transmiten todas esas emociones que yo mismo tengo atoradas en la garganta. Nuestros labios se juntan en un suave, pero necesitado beso que sabe a sal, amor y promesas no dichas, pero que se sellan lentamente.

—Guillermo... no sé qué decir... gracias... en serio te lo agradezco mucho.

—¿El qué?

—El dejarme ser tu compañero de vida, el confiar en mí, el ser tan valiente y hacerme tan feliz. —Ni siquiera sé qué responder, ahora soy yo quien derrama lágrimas de emoción. —Y-yo... En serio te amo... sin duda alguna eres el omega con quien quiero pasar el resto de mis días.

Mi corazón da un vuelco al escuchar esas palabras que creí nunca escucharía a nadie decirme; llevaba años resignado y haciéndome a la idea de jamás recibirlas y ahora aquí estoy, frente a un alfa de hermosa sonrisa que me mira a los ojos mientras llora de felicidad y dice amarme mientras afirma que soy con quien desea estar.

Ni siquiera me importa que en la puerta de entrada se escuchen unos cuantos golpes, tampoco que Lionel sea el alfa, mi corazón está explotando de amor y yo no quiero fingir que no es así, por lo que sin mayor esfuerzo, cargo a mi alfa en un fuerte abrazo mientras hundo mi nariz sobre su cuello, aspirando ese delicioso aroma a café que ahora se combina con el del chocolate.

Mi lobo está que no cabe de felicidad, aúlla y pega brincos emocionado, deseando poder besar al alfa que acaba de hacernos tan feliz. Sus emociones me abruman incluso más que las mías, por lo que no puedo controlarlas lo suficiente, dejándolo salir por un instante.

Como si de un sueño se tratara, veo a mi lobo tomar control de mis acciones, mi fuerza aumenta y hace caer a nuestro alfa al suelo, en donde besos cargados de energía y baba le llenan el rostro.

"¡Hey! ¿Qué haces? No somos perros, deja de babearle la cara, me avergüenzas." Lo regaño, pero algo en el fondo de mi mente me hace saber que realmente no quiero reprimir su emoción, después de todo, ambos hemos estado sufriendo lo mismo, por lo que merecemos un momento de euforia y amor desbordante.

Lionel se carcajea debajo de mí, embobándome por completo. Algo me dice que él sabe que no soy yo sino mi lobo quien le besa la cara en este momento.

—¿Puedo tomar esto como una aceptación de mi lobito omega? —Pregunta cuando mi lobo por fin lo deja respirar y yo puedo tomar el control de mi cuerpo una vez más.

—Sí, definitivamente. —Una sonrisa se forma en mis labios al mismo tiempo que me sonrojo al verlo con mi saliva brillando sobre sus mejillas. —Lo siento...

Su risa suave me hace sentir un poco más relajado mientras se pone de pie.

—No pasa nada, solo es algo nuevo ¿Cómo lo hiciste?

Estoy por responder, pero la puerta de la habitación se abre de golpe, haciéndome gruñir involuntariamente.

—¡Wow! Calmado... —Una voz desconocida me habla desde la puerta y eso solo me hace mostrar más los dientes, ya sin desear controlar los gruñidos de mi lobo. El roce de la mano de Lionel sobre mi brazo me hace relajarme un poco.

—Lisandro ¿Qué pasa? —Pregunta interponiendo su cuerpo entre el recién llegado y el mío.

Olfateo el aire sin demasiada discreción, percibiendo primero el aroma a omega. "¿Por qué tiene tantos amigos omegas?" me pregunto, sin embargo, un tercer aroma llega hasta mi nariz, relajándome cuando me doy cuenta que es un omega enlazado.

—Nada en realidad, es solo que Julián me dijo que habías vuelto y quise venir a verte, él no me dijo que estabas con Guillermo y como no respondías luego de que casi te tiro la puerta, entré, pido disculpas.

—Sí bueno... estábamos ocupados, lo siento.

—Los dejo entonces, puedo vol...

—No es necesario, pueden hablar, yo iré a otro lado. —Interrumpo la conversación antes de que el amigo de Lio se vaya.

—¿De verdad? Porque cuando llegué parecía que me arrancarías la cabeza si me atrevía a entrar.

—Lo siento... —Me sonrojo, mirando al suelo por un momento. —Es solo que me tomaste desprevenido y alerta, pero puedes quedarte cuanto quieras.

—En ese caso, lo haré, pero no es necesario que te vayas, después de todo, no hay nada qué ocultar.

Lisandro entra definitivamente, cerrando la puerta para luego sentarse en uno de los sillones de la habitación, en donde la noche cae sobre nosotros entre pláticas, café y risas. El chico a quien le gruñí resulta ser alguien sumamente agradable y gracioso, que me cuenta cómo ayudó a mi alfa a ocultar el cómo llegó mi uniforme hasta su maleta luego de nuestro encuentro en las duchas, también me habló de su alfa y cómo este lo ayudaba a hacerse pasar como otro alfa marcándolo con frecuencia.

La madrugada se hace presente junto a bostezos ocasionales, en donde Lisandro toma la iniciativa para irse.

—En fin, tengan una linda noche y que no les quede duda alguna, mi alfa y yo estamos con ustedes, los apoyamos y los defenderemos si es necesario.

—Gracias, en serio lo aprecio. —Le sonrío con sinceridad, igual que Lionel.

Nos despedimos de él en la puerta para luego volver hasta la cama, en donde sin mediar palabra, ambos nos metemos bajo las sábanas para acurrucarnos uno frente al otro, regalándonos pequeños besos, unos más duraderos que otros.

—Que descanses, mi chocolatito. —El apodo me hace reír, pero los besos que Lionel deja sobre mi nariz, pómulos, párpados y frente, comienzan hacerme dormitar, por lo que dejo un último beso sobre su pecho, justo sobre su corazón para luego dejarme llevar por el sueño.

Me despierto justo a tiempo para apagar mi alarma, Guillermo se remueve inquieto a mi lado, acurrucándose luego de murmurar algo que no alcanzo a entender. Una sonrisa se forma en mis labios mientras lo veo acomodar el rostro sobre la almohada, con un pequeño rastro de saliva ensuciando su mejilla.

Con cuidado de no moverme demasiado, tomo mi celular para tomarle una rápida foto, que afortunadamente sale perfecta. Con la travesura ya hecha, me levanto de la cama para poder ponerme la ropa que uso en los entrenamientos y salgo de mi habitación, no sin antes dejar un pequeño beso sobre la frente de mi hermoso omega.

—Buenos días bello durmiente ¿Qué tal la noche? —Me saluda Lisandro mientras me abraza por los hombros.

—Bastante relajante ¿Y tú?

—Podría decirse que igual, aunque creo que ahora deberías preocuparte más tú que yo con que te confundan con un omega.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Amigo... apestas a chocolate y... ¿Miel? Sí, creo que es eso ¿Seguro que dormiste? Anoche creí que era solo porque él estaba ahí, pero ahora que te huelo bien... juraría que te marcó.

Mis mejillas se calientan violentamente mientras subimos al elevador, Lisandro no tiene manera de saber que su suposición es correcta, pero mi silencio se lo confirma.

—¡Oh mierda! ¿En serio lo hizo? Wow, creo que has venido a conseguirte un omega bastante dominante ¿Verdad? Eso explica por qué ayer me veía como si me quisiera arrancar la cabeza.

Por fin guarda silencio, pero al verlo de reojo, distingo la sonrisa burlona en su rostro. Sus palabras me confunden un poco, pero antes de que pueda preguntarle a qué se refiere con eso de "omega dominante", nuestros celulares timbran con un mensaje del grupo avisandonos que el autobús parte en cinco minutos hacia el centro de entrenamiento.

Al subir a mi transporte me siento en la parte del medio, justo del lado de la ventana, esperando que me dejen solo durante el viaje, pero Julián interrumpe mis pensamientos cuando llega casi dando brincos hasta mi lugar, abrazándome demasiado efusivo para luego sentarse a mi lado.

—Hola Lio.

—Buenos días Julian. Tienes mucha energía hoy ¿Verdad? —No pretendo sonar grosero, pero la confianza con la que me abraza y enreda sus piernas en mí me pone ansioso y hace gruñir a mi lobo.

—Un poco, me alegra ver que estás bien.

—¿Por qué no lo estaría?

—Ya sabes, ese estúpido artículo que te empareja con el portero de la selección mexicana... supuse que estarías ofendido o algo.

—Lo estoy, pero no gano nada enojándome con los medios.

—En eso tienes razón. En fin ¿Me ayudarás a entrenar?

—Claro... como a todos. —Julián por fin guarda silencio, poniéndose los audífonos y recargando su cabeza sobre mi hombro. Yo intento dormir durante el trayecto, pero la sensación de que alguien me mira me hacen mirar en todas direcciones hasta dar con la penetrante mirada de Lautaro.

"¿Y este qué trae?" Gruñe mi lobo.

"Y yo qué sé." Le regreso la mirada, alzando las cejas en una muda interrogación. Él rueda los ojos mientras niega con la cabeza y desvía la mirada en un gesto harto, lo que me sorprende. Me dan ganas de ir a hablar con él, pero el peso del cuerpo del más joven me impide moverme, sumado a uno de sus brazos que me envuelven como si fuera su peluche.

El entrenador anuncia que hemos llegado, por lo que remuevo a Julián para poder despertarlo.

—Solo cinco minutos —Murmura, afianzando el agarre entorno a mis hombros.

—Nada de eso, ya llegamos, levántate o no te ayudaré a estirar. —Y como si de un conjuro se tratara, Julián se pone en pie como un resorte, sonriendo ampliamente y saltando fuera de su lugar para correr hasta las duchas.

—¿No se supone que habías hablado con él? —Lisandro me alcanza mientras entro hasta los vestidores.

—Sí, no sé qué le pasa. —Miro alrededor para asegurarme que estemos lejos de más gente, bajando la voz lo suficiente para que solo Lisandro me escuche. —Guillermo dijo que los vio besándose luego del último penal ¿Sabes algo de eso?

Mi amigo se encoge de hombros, negando con una evidente mueca de asombro. Ninguno habla más, por lo que comenzamos a entrenar sin mayor problema.

Me coloco los audífonos para poder calentar a gusto, con Julián en la caminadora contigua. Los minutos pasan rápidamente frente a mí mientras el sudor comienza a recorrer mi frente a medida que el ritmo de la banda bajo mis pies aumenta su ritmo.

Los recuerdos de la plática entre Guillermo y yo llegan a mi mente con rapidez, acelerando mi corazón mucho más que el ritmo de mi trote, pero al mismo tiempo me hace sonreír ampliamente.

—Hey... calma, o vas a cansarte antes de que empiece el verdadero entrenamiento.

Salgo de mis pensamientos con prisa, recordando el lugar en el que me encuentro. Debajo de mí la tira de caucho automática corre más rápido de lo que alguna vez había llegado, provocando que la sorpresa me distraiga y me haga tropezar, afortunadamente Julián reacciona rápido, accionando el freno de emergencia antes de que yo pierda el equilibrio, evitando que termine en el suelo.

Siento un fuerte tirón en la entrepierna que me hace sisear por el dolor.

—¡Mierda! ¿Estás bien? —Corre hasta mí, sosteniéndome de los hombros.

—Sí, no es nada. Gracias por ayudarme, estaría con el rostro embarrado en el suelo de no ser por ti.

—Lo que sea por ti. —Dudo de lo que acabo de escuchar, ya que lo ha dicho en voz muy baja, por lo que lo dejo pasar. —Vamos a estirar antes de que nos manden a la cancha.

Comenzamos con estiramientos individuales, puedo sentir diversas miradas sobre mí, muchas de duda y otras de algo parecido a la molestia, pero prefiero ignorarlas y concentrarme en el ejercicio que hago, ya que el tirón que me dí al intentar no caer de la caminadora aún me molesta.

—¿Me ayudas? —Julián me mira desde el suelo mientras intenta tocar la punta de sus pies. Me coloco detrás de él, empujando su espalda con delicadeza. Mi celular vibra en mi bolsa y los auriculares me indican que es una llamada. Respondo sin darle mucha importancia hasta que la voz al otro lado hace a mi corazón pegar un brinquito de emoción.

—"Eres malvado. Me dejaste dormir y no pude despedirme de ti."

—Hola guapo. Lo siento, no quise hacerlo, pero tampoco me atrevía a perturbarte ¿Dormiste bien?

—"No después de que te fuiste." —Siento un sonido de ternura ahogarse en mi garganta.

—Prometo que lo compensaré.

—"Ya veremos. En fin debo irme, Javier no tarda en llegar e iré por él al aeropuerto, así que me llevaré el auto."

—Bien, cuídate mucho.

—"Igual tú... Te amo..." —Mi corazón se salta dos latidos cuando lo escucho decirlo.

—Y yo...

—Ah sí... Hazlo más fuerte Lionel. —Julián me interrumpe mientras pega la frente a la colchoneta y estira los brazos para poder estirarse más.

—"¿Qué mierda?"

—¡No hagas eso Julián! Lo siento, es solo este niño.

—"Así que lo ayudaste a estirar después de todo." —Guillermo suena molesto, aunque no sé si es juego o realmente se siente de esa forma.

—S-sí... pero...

—Lio ¿Me ayudas a abrir más las piernas? —Julián comienza a exasperarme con sus interrupciones, no quiero pensar que lo hace a propósito, pero empiezo a desconfiar.

—"¿Sabes qué? No debí llamar. Nos vemos luego. Suerte con el entrenamiento." —Guillermo corta la llamada sin dejarme decir nada más. Siento la frustración y la molestia inundarme la cabeza y a mi lobo dar vueltas como león enjaulado.

—¿Qué pretendes, Julián?

—¿De qué hablas?

—No te hagas el que no sabe, estaba en una llamada importante y comenzaste a actuar raro.

—No es así... solo quería que me ayudaras. —Su semblante de inocencia no me convence, pero prefiero respirar hondo antes de hablar demás.

—Escucha, ya te había hablado de esto, y si no te comportas, deberé alejarme. Además, según sé, tú y Lautaro se besaron el partido pasado ¿Qué pasa con eso? —El sonrojo del chico frente a mí se vuelve más que evidente, convirtiendo sus mejillas en un par de foquitos navideños.

—No debías saber eso, aunque ahora entiendo todo y... no debes preocuparte, él no me gusta, pero tú sí, así que, aunque aprecio que seas tan buen amigo, no dejes que eso se interponga entre nosotros.

—¿De qué coño estás hablando? Ya te lo dije, no hay un nosotros Julián, estoy con Guillermo ahora ¿Bien? y no tengo la más mínima intención de dejarlo.

—Pero... dijiste que te ofendían los artículos.

—Y lo hacen, porque se meten en la vida privada de mi omega y en la mía.

—No puedes hablar en serio, Lionel ¡Se acaban de conocer!

—¿Y a ti en qué te afecta? —Comienzo a alzar la voz al igual que Julián, varios de nuestros compañeros nos miran de nuevo, ya sin disimular siquiera un poco.

—¡¿Que en qué me afecta?! ¡Maldición! Llevo siete años conociéndote, a él lo conoces hace un mes cuando mucho.

—Eso no tiene nada qué ver...

—¡Lionel, Julián! —La voz de Scaloni interrumpe nuestra acalorada discusión, provocando que deje de fruncir el ceño y me aleje de mi compañero, intentando tranquilizar mi respiración. —No es momento para charlas, estamos a nada de la final, por favor, concéntrense.

Julián me mira con los ojos cristalizados, pero se da media vuelta antes de que pueda decirle algo más, alejándose en dirección de la cancha.

—Entrenador, yo...

—No hace falta que digas nada, los escuché desde el principio. Hiciste bien en decir la verdad, solo concéntrate y deja que él aclare sus pensamientos ¿Tu pierna está bien?

—¿Cómo lo...?

—Como dije, los observo siempre y la mueca que haces cada que usas la pierna no es normal. Ve a la enfermería si te duele demasiado.

—Sí señor. —Me alejo hacia la cancha, en donde muchos de mis compañeros ya entrenan, pero ninguno deja de intercambiar miradas entre Julián y yo. Busco a Lautaro por todas partes, encontrándolo aislado del resto, pateando balones sin demasiadas ganas.

—¿Estás bien? —Pregunto con cautela al llegar hasta él.

—Claro, perfecto.

—¿Escuchaste todo?

—Todos lo escuchamos.

—Entonces debes saber que él no me...

—No es eso lo que me molesta, Messi, me da igual lo que pasa entre tú y ese portero, me da igual que le hayas roto el corazón a Julián, pero me molesta ser el estúpido que anda detrás de un omega que ni siquiera lo voltea a ver, que mendiga por su atención cuando él está más que enganchado por alguien mucho mayor que él y que además, ni siquiera lo quiere de la misma forma. Odio... ser el estúpido y ridículo que está ahí incondicionalmente para secarle las lágrimas cada vez que lo rechazas, odio que él no se de cuenta que somos destinados.

Me quedo completamente mudo, observando los balones que ahora azotan con fuerza contra la pared frente a nosotros y volver hasta los pies de mi compañero para ser despachados igual que antes.

—Y-yo... no sé qué decir. Quisiera poder ayudarte, en serio que sí. Y lamento no poder hacerlo.

—No es algo que tú puedas arreglar, es cosa de Julián en todo caso. Fuera de eso... felicidades, por... ya sabes, tu nueva relación.

—Gracias. —Siento algo cálido en mi pecho al recibir esas palabras, acompañadas de una suave y casi imperceptible sonrisa ladina por parte de mi compañero. Es la primera vez que tenemos un acercamiento de este estilo, pero se siente bien.

—¿Entrenamos?

—Claro.

Conduzco con algo de prisa por las transitadas calles de Qatar. El avión de mi amigo aterriza a las diez y solo faltan veinte minutos, mientras que aún me quedan unos treinta de camino.

La llamada con Lionel ha dejado a mi lobo bastante alterado, pero no lo culpo por completo, ese niñito no sabe cuándo alejarse y Lionel parece no darse cuenta de sus verdaderas intenciones.

"Quiero arrancarle la lengua de un mordisco."

"Por favor, eso es asqueroso. Además, nuestro alfa no nos traicionaría, deja que lo admiren, después de todo, es el gran Lionel Messi, alfa destacado, admirado, talentoso, guapo y deseado. Pero solo nuestro." Intento convencer a mi celoso lobo, sorprendiéndome cuando funciona.

El resto del camino transcurre rápidamente, para cuando llego el avión recién ha aterrizado y un mensaje de Javier me dice que solo recogerá su equipaje y me buscará. Corro hasta la zona en la que al fin podremos encontrarnos, feliz de poder verlo luego de tanto tiempo, sin embargo, muchas personas ahí me miran sin discreción alguna, incluso me apuntan con el dedo y me sacan fotografías.

—Son unos malditos metiches ¿Verdad? —Una voz conocida a mis espaldas me hace voltear con prisa. Una chica mucho más baja que yo y de largo cabello ondulado me mira a través de sus gafas de sol.

—¿Daniela?

—Esa misma. Creí que no me reconocerías.

—Fue la voz, realmente soy malo con las caras, lo siento.

—No te preocupes, ya me había dado cuenta.

—¿Cómo?

—Verás... tú y yo nos conocemos más de lo que crees. La profesora Patiño te lo confirmará.

—¿Patiño? ¿Quieres decir que...? ¡Oh mierda! ¿Eres esa Daniela? ¿Cómo es que ya nunca supe de ti? ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Cómo has estado? —No puedo evitar que mi emoción aumente a cada pregunta. Mi mejor amiga de la adolescencia está de nuevo frente a mis ojos.

—La misma. he estado magníficamente, gracias. Ni siquiera debo preguntar por ti, es obvio que te va más que bien. ¿Ya te vas? Lo dudo... no estarías en esta sala.

—No, aún no, solo espero a un amigo ¿Y tú?

—Podría decirse que también vine a ver a un viejo amigo. —Algo en su tono de voz me hace sentir extraño, pero lo dejo pasar cuando mi celular me avisa que Javier ya está saliendo de recoger su equipaje y nos encontraremos pronto.

—Me alegro. Debo irme, pero me ha encantado saber que eres tú, veámonos pronto para hablar de nuevo ¡Cuídate! —Me alejo del lugar, revisando a mi alrededor hasta toparme con la cara de Javier y alguien a quien no esperaba ver a su lado.

—¡Javier! —Grito, haciendo que mi amigo voltee en mi dirección y suelte sus maletas para correr hasta mí, abalanzándose sobre mis brazos, que lo toman con fuerza para abrazar su cintura mientras sus piernas envuelven la mía.

Hundo mi nariz sobre su cuello, sintiendo un aroma bastante conocido entremezclado con el suyo, pero prefiero guardarme el interrogatorio para más tarde. Mi lobo agita la cola con emoción mientras llama al de mi amigo, cual cachorro. Javier se carcajea sobre mi cuello también, haciendo que mi pecho vibre de emoción al tener a mi hermano del alma de nuevo conmigo.

—¡¿Qué haces aquí?! ¿No estabas en los Ángeles? ¡Te extrañé tanto! —No puedo dejar de abrazarlo, incluso si sus pies ahora tocan el suelo.

Raúl llega hasta nosotros con algo de dificultad, pero una enorme sonrisa en los labios.

—¿Para mí no hay un abrazo? —Extiende sus brazos frente a mí, lo que me hace soltar a Javier para corresponder al gesto con algo de prisa, soltándolo igual de rápido para volver hasta mi hermano. —¿Solo eso?

—No seas celoso Raúl, recuerda que primero tuvo hermano y luego a ti. —Responde Javier volviendo a abrazarme.

"Tú no seas celoso." Me burlo de sus mal disimulados celos.

—Mejor vamos a otro lado, hay muchas personas aquí que logran reconocerte, Guillermo. —Javier y yo nos alejamos un poco, mirando alrededor. Muchas miradas curiosas y varias cámaras de celular nos observan.

Acepto de inmediato, tomando una de las maletas para guiarlos hasta el auto, en donde acomodamos todo para luego subir y platicar mientras conduzco hasta mi hotel. Los más de cuatro años que llevo sin ver a Javier se desvanecen como humo, las pláticas, risas y anécdotas me devuelven un poco de la calma que había perdido ese día.

Al llegar, los hago tomar un baño y comer algo mientras hago la reservación de su habitación, con una cama matrimonial y room service.

—Bien, aquí está su llave, es una habitación contigua a esta, espero que no les moleste. Pueden ir e instalarse, duerman un poco si quieren, fue un viaje muy largo.

—¿Una habitación para los dos? —Pregunta Raúl con un ligero sonrojo en las mejillas, haciéndome reír.

—Claro ¿Querías que gastara el doble para que pudieran dormir separados?

—No, no, es solo que...

—Deja de hacerte el tonto, tú apestas a Javier y Javier a ti, no nací ayer.

El rostro de mis amigos es simplemente épico, haciendo que desee tomarles una fotografía. Ambos comienzan a balbucear frases incompletas e inteligibles, que solo me hacen reír aún más.

—Son un asco para inventar excusas. Pudiendo decirme que fue por el viaje, o quizá porque se abrazaron luego de estar cuatro años lejos, pero no, acaban de confirmarme todo. Como sea, los felicito, al fin lo lograste, Javier.

—¿Cómo? ¿Lo sabías?

—Yo sé todo, cariño, recuerda que prácticamente crecimos juntos. —Le guiño un ojo, haciéndolo reír. Raúl luce avergonzado, rascando su nuca sin mirarme.

—Al fin lo notaste, me alegro por ti. —Rompo el silencio mirando directo a Raúl, que sonríe tímido.

—Memo yo... yo realmente lo quiero... quiero decir, o sea... él lo sabe...

—Si él lo sabe no necesitas convencerme a mí ni a nadie, pero recuerda que si lo lastimas, yo personalmente te cortaré los testículos. —Sonrío con inocencia, provocando que Javier se ría y el único alfa de la habitación se sonroje.

—Me costó trabajo convencerlo, pero al fin lo hice entrar en razón. —Javier parece sumamente feliz, lo que me hace feliz a mí también.

—Me alegro mucho por ustedes. —Los tres nos quedamos en silencio, lo que luego de unos minutos se vuelve incómodo. —¿Piensan quedarse todo el día parados en medio de mi habitación? Porque entonces no entiendo para qué les renté una solo para ustedes.

—Iremos a dormir ¿Salimos a cenar? —Javier comienza a cargar sus maletas, por lo que Raúl lo imita.

—Claro, pero espero que de verdad duerman, estoy despierto y las paredes son delgadas. —Javier suelta una sonora carcajada antes de salir por la puerta, seguido de un incandescente Raúl.

Sonrío mientras los veo desaparecer por la puerta. Me tiro sobre la cama, sacando mi celular para pasar el rato mientras llega la hora de la cena. Comienzo por revisar youtube, encontrándome con muchos videos de Messi y yo conviviendo, sorprendentemente los comentarios son bastante amigables, algo llamado Messchoa destaca entre los miles de usuarios, seguido de más menciones sobre nosotros dos. Mi corazón se acelera al imaginar que hay una pequeña esperanza sobre nuestra relación siendo aceptada por todos los demás.

Las notificaciones de mi twitter no han parado de llegar, por lo que luego de tomar valor para revisar los comentarios ahí, con la esperanza renovada, me decido a abrir la aplicación, en donde la mención de mi nombre resalta por todos lados, igual que el artículo recién publicado.

Mi estómago da un vuelco cuando por fin decido abrir la noticia. La primera habla de nuestro encuentro en el mercado, con una foto de bastante mala calidad en donde aparecemos besándonos. Sé que sí se trata de mí, aún recuerdo el pánico que me dió ver el destello de un flash luego de ese beso fugaz, sin embargo me alegra ver que ninguno de los dos nos distinguimos en la foto.

La segunda noticia es la que peor me hace sentir, no entiendo cómo es que mi información pudo ser filtrada tan fácilmente, pero luego de estar en ese hospital, cualquiera pudo haber tomado mi expediente, por lo que intento no pensar demasiado en eso, ya después podría hablar con el doctor Mendoza o quizá con Daniela.

Reviso las publicaciones que citan al artículo, la mayoría son malas, con pocos comentarios positivos, lo que aminora el poco ánimo que youtube había logrado subirme.








Bloqueo mi teléfono al sentir mis ojos comenzar a picarme y el característico dolor en mi nariz por las ganas de llorar, ni siquiera es tristeza, me siento furioso por ver el poco apoyo que recibo en redes no solo por ser hombre, porque al parecer lo que más le molesta a la gente, es que Messi esté con un simple mexicano como yo.

Mi corazón late dolorosamente en mi pecho mientras las lágrimas comienzan a bajar por mis mejillas sin que pueda contenerlas más. Arrojo el celular sobre el suelo alfombrado, deseando nunca haber abierto esa estúpida aplicación. Ya ni siquiera evito llorar, dejo que mis lágrimas se deslicen por mi rostro, ensuciando la almohada que abrazo mientras me hago un ovillo sobre las sábanas.

Siento todo mi cuerpo arder en indignación y furia, incrédulo ante las duras palabras de las personas, pero sobre todo de ese último tweet en el que hacen eco de mis más profundos pensamientos, a los que antes no había querido hacerles mucho caso.

"Julián sería más aceptado por todos... porque es del mismo equipo."

"Y es más joven que nosotros, sin escándalos que lo llamen inservible."

"Pero Lionel nos ama..."

"¿Y si es porque no se ha dado cuenta que tiene mejores opciones?"

"¿Deberíamos dejarlo?"

"Creo que deberíamos hablar con él primero."

"Pero está con ese niño... y tiene la final demasiado cerca. No voy a distraerlo más, si llegan a vernos juntos de nuevo y de casualidad pierden la copa, será solo mi culpa."

"¿Pretendes ignorarlo?"

Prefiero no seguir hablando con mi lobo, que cabizbajo y con las orejas gachas, comprende mi silencio, sintiéndose igual de confundido y herido que yo. Una vez más, mi deseo de formar una familia y ser feliz con mi pareja se ve frustrado por el resto, pero soy yo quien decide ponerle fin, agradeciendo no haber llegado demasiado lejos con Messi.

Me levanto de la cama de un brinco al sentir la tristeza aplastarme el pecho y la furia nublar mis ojos con más lágrimas, no puedo permitir que nadie me vea de esta forma, no de nuevo.

Miro a mi alrededor, agradeciendo haber prohibido que hicieran aseo en mi habitación, así al menos tengo algo con qué distraerme y evitar que la tristeza me tire al suelo como antes, porque ahora no creo que me pueda levantar de nuevo.

Comienzo por abrir las pocas ventanas que tengo, dejando entrar tanto aire como es posible para sacar el aroma del alfa que estuvo conmigo hace unas noches. Deshago la cama por completo, tirando las sábanas a un lado y recogiendo toda mi ropa para poder volver a ordenarla en los cajones.

Una vez me he quedado sin nada para mover en la habitación, salgo del edificio para comprar unos cuantos artículos de limpieza, volviendo rápidamente para lavar el baño como si con eso pudiera limpiar mi mente de los horribles pensamientos que me aquejan, tallando las baldosas como si eso me ayudara a sacar de mi corazón el terrible peso de la tristeza.

El aroma a cloro me pica la nariz, aunque no puedo culparlo por completo de las lágrimas que vuelven a resbalar por mis mejillas, sin embargo, sí que intento impregnarme de él en un vago intento de borrar todo rastro del aroma de Lionel. Con más frustración que antes, me arranco la ropa tirándola a la basura sin siquiera detenerme a pensarlo. El agua caliente me recorre la espalda, lastimándome la piel mientras intento lavarme hasta el alma, borrar el rastro de todos los besos y los recuerdos de sus suaves y tiernos roces.

Siento mis rodillas temblar a medida que mi piel se enrojece por la fuerza con la que tallo mi cuerpo, un sonoro sollozo me hace sentir ridículo, obligándome a acuclillarme para poder abrazar mi cuerpo cuando siento que no puedo frenar más toda esa tristeza, dejando salir mi llanto que es ligeramente opacado con el sonido del agua al caer.

No sé cuánto tiempo paso en esa posición, pero para cuando me levanto, el agua caliente me ha dejado casi ahogándome en vapor, ya sin lágrimas qué derramar, solo suspiros y mi alma hecha pedazos en el suelo, sintiéndome insuficiente, observado y juzgado.

—Lo siento tanto Lionel... tú mereces más. —Sollozo, saliendo por fin de ahí, ignorando mi teléfono que timbra con un mensaje de Lionel, como si el universo se burlara de mí.

—¿Y bien? Se me antoja algo local, quizá un buen restaurante en donde sirvan buena comida. —Javier revisa su teléfono en busca de algún lugar para cenar.

Mis ojos aún están algo hinchados, pero afortunadamente mis amigos no han notado nada; se les ve relajados, felices y atentos a su alrededor.

—Encontré uno, está en la plaza principal.

—Javier, eso es muy caro, no seas...

—Por favor, Raúl... él dijo que invitaba la comida y es millonario ¿Acaso no sabes cuánto deja jugar fútbol? —Javier rueda los ojos mientras su tono sarcástico interrumpe a mi amigo, que lo mira con una mueca reprobatoria.

—No pasa nada, Raúl, después me aseguraré de que me lleve a comer a algún lado delicioso y caro, disfruten de mis millones por esta ocasión. —Le guiño un ojo, divertido, a lo que él me responde con una carcajada.

Caminamos hasta el auto, en donde me subo al asiento del conductor, con mis amigos sentándose en la parte de atrás, pero una voz me interrumpe antes de que pueda cerrar mi puerta.

—¿Daniela? —Salgo de mi lugar para poder ver a la chica que agita la mano a lo lejos.

—¡Hola! Te vi a lo lejos, mi auto está por allá, pero quise saludarte antes. —Ella se acerca un poco, mirando hacia la parte trasera de mi auto.

—Vaya, que casualidades de la vida ¿Te hospedas aquí? —Javier y Raúl me miran a través de la ventana, pero ninguno dice nada.

—¡Sí! ¿No es increíble? Aunque es raro que nunca antes te haya visto.

—No suelo salir mucho, el clima no es mi favorito.

—Te entiendo, también detesto el calor, por eso salgo solo para cenar. —Sonrío al empezar a recordar por qué éramos tan buenos amigos y una idea me cruza la mente.

—Hey... ¿Les importa si la invito a cenar con nosotros? —Me asomo por la puerta abierta, dirigiéndome en voz baja a mis amigos.

—¿La conoces? —Javier suena preocupado, pero Raúl le pone una mano sobre la rodilla, robándome las palabras.

—Es la enfermera que lo atendió luego de que se desmayara en el partido. —Javier me mira y yo asiento, reafirmando las palabras de mi amigo.

—En ese caso, no veo por qué no. —Sonrío en su dirección a modo de un mudo agradecimiento.

—Lo siento, es solo que debía hablar con ellos... ¿Te gustaría acompañarnos? Justo íbamos a cenar también. —Digo una vez saco la cabeza del auto.

—¿De verdad? No quisiera interrumpir su salida.

—Para nada. Entonces... ¿Vienes? —Ella asiente para luego darle la vuelta al auto y subir del lado del copiloto.

Llegamos bastante rápido hasta el restaurante, que afortunadamente no tenía mucha gente, por lo que pudimos conseguir una mesa bastante rápido.

—Bien... no los presenté como debía. Javier, Raúl, ella es Daniela.

—Sí nos conocemos ¿Olvidas que estuve contigo en el hospital?

—No lo olvido, Raúl, pero ella es más que la enfermera de esa vez, ella es la amiga de la que alguna vez les hablé durante la prepa.

—¡Oh! Vaya, ahora entiendo ¿Cómo es que no nos lo habías dicho?

—No la reconocí hasta hoy en el aeropuerto y ella... ¿Por qué si sabías que era yo, no te acercaste desde un inicio? —Daniela abre los ojos con sorpresa mientras toma un sorbo de su vaso, ahogándose repentinamente.

—Lo siento. —Se seca la comisura de los labios antes de responderme. —Yo... no lo sé, supuse que no me recordarías.

—Pero ese día en el aeropuerto...

—No tenía el valor de hablarte, después de todo, tú eres famoso ahora y yo solo una enfermera que parecía no agradarte mucho.

—Oh... Bien, lo siento, pero sí que debiste hablarme antes. En fin... ¿Pedimos de comer?

Zanjo la conversación ahí luego de ver a todos abrir sus menús. Mis ojos recorren a mi antigua amiga, sintiendo una emoción desconocida alojarse en mi pecho.

"¿Acaso olvidas que no nos daba buena espina?" Mi lobo se siente igual de inquieto que yo, pero no entiendo el por qué.

"Pero no nos ha hecho nada, seguro lo de esa vez fue por la confianza que teníamos hace años. Creo que fui demasiado duro al contestarle así."

"No sé... no me gusta."

"Ay por favor, no está de más darle una oportunidad."

El mesero llega para tomar nuestra orden, provocando que salga de mis pensamientos y pida lo primero que veo en la carta.

—Y una botella de vino, por favor.

—En seguida, señor Ochoa. —Escuchar mi apellido hace que me sorprenda, por lo que al mirarlo más detenidamente, me doy cuenta que el chico me sonríe con algo de vergüenza.

—¿Me conoces?

—Claro que lo conozco, es un gran arquero, lo admiro mucho. —Todos en la mesa guardan silencio, puedo sentir sus miradas sobre mí, pero hago lo posible por no ponerme nervioso.

—Vaya... muchas gracias. Hablas muy bien el español, por cierto.

—Soy mexicano, señor... —Me quedo mudo al sentirme estúpido, pero la sonrisa del joven alfa frente a mi me tranquiliza. Luego de eso, él se retira para poder hacer su trabajo y yo solo puedo mirar la superficie de madera frente a mí, evitando los tres pares de ojos que me observan en silencio.

—Siempre llamando la atención ¿No es así? —Daniela rompe el silencio, dando otro sorbo a su bebida.

El tono en el que lo dice no es muy amigable, pero sonríe ampliamente, incluso si mira en otra dirección, lo que me confunde.

—¡Claro que llama la atención! Es un gran portero, es guapo y talentoso. No creo que haya persona que no lo quiera. —Me defiende Javier, haciéndome sonreir.

"Si supieras cuántos no me quieren." Pienso y la tristeza vuelve a inundarme el pecho al recordar todos los post de twitter.

—Sí, eso sin duda. No hay alfa que se le resista. —Responde ella, sonriendo de lado mientras alza las cejas.

—¿Tienes algo qué decir? Porque no me estás agradando en lo más mínimo. —Javier habla, suena algo molesto. Veo a Raúl agarrar su pierna con discreción, por debajo de la mesa, pero él se sacude el toque sin mucha delicadeza.

—Claro que no, solo digo la verdad. Pregúntale al señor Messi. —Eso me hace ponerme alerta.

—Creí haberte dicho que no sacaras conjeturas, Daniela ¿En qué te basas para decir eso? —Esta vez soy yo quien habla, dejando a mis amigos expectantes a la respuesta de ella.

—Cierto... una disculpa, es solo que... creí que volvíamos a ser amigos, después de todo, ya nos conocemos, solo nos reencontramos. —Un suspiro se me escapa mientras intento relajarme.

—Somos amigos, pero entiende que llevas más de diez años fuera de mi vida, no puedes esperar que actúe como si solo hubieran sido diez días.

—Tienes razón... en ese caso ¡Ponme al día! —Su repentino entusiasmo y cambio de actitud me hacen sentir mareado, pero decido relajarme.

—Bien, supongo que puedo confiar en ti... Sí, Lionel y yo somos... buenos amigos, nuestra relación salió de lo profesional, estamos conociéndonos. —Daniela me mira atentamente, sus ojos se abren con sorpresa ante mis palabras.

—¡Es tan lindo! Supongo que eres más valiente de lo que recuerdo, la gente en internet te odia y dice que eres la peor opción de pareja para él. —Ese es un golpe bajo. Su sinceridad y la despreocupación con la que habla hace a mi corazón doler.

—¿Qué idioteces dices? —Raúl levanta la voz, haciendo que Javier lo mire con advertencia.

—Solo digo la verdad, luego de esos artículos en internet, la gente está vuelta loca, ver a Messi paseando con quien fue su contrincante no es algo común. Y ya saben cómo son, hay muchas opiniones, pero no son buenas. No estoy diciendo que yo piense así, solo digo lo que vi. —Daniela luce tranquila incluso si Raúl está mirándola como si deseara arrancarle la cabeza y Javier respira pesadamente, intentando ignorarla.

—Dejemos el tema ¿Quieren? Lionel no está aquí, no deberíamos hablar de él.

—Pero eres su omega, eso da igual. —Estoy por reprocharle a Daniela el que siga hablando como si supiera todo de mí, pero un carraspeo a mi lado me hace voltear con prisa.

—Lo siento, les traigo su comida. —El chico mesero me mira consternado, por lo que evito su mirada, rogando porque no haya escuchado mucho de la conversación. —No duden en hablarme si necesitan algo más, con permiso.

—Vamos a comer. —Sentencio, tomando la iniciativa y dando por terminada la conversación. Nadie más habla, lo cual agradezco enormemente.

A mi alrededor hay muchas más personas, que afortunadamente no me prestan atención. Familias comiendo, parejas compartiendo alguna bebida o alimentándose en la boca. Mi vista se fija en una pequeña familia de tres, en donde una niña no mayor a los seis años abraza a su madre mientras su padre saca una fotografía de ellas dos. Las infantiles carcajadas de la infante me llenan los oídos y hacen a mi corazón acelerarse ante la idea de algún día poder tener una familia, sin embargo, los recuerdos y las palabras dichas recientemente me hacen desviar la mirada rápidamente mientras las lágrimas se acumulan en mis ojos.

—Pancho ¿Estás bien?

—Sí, todo bien, Javier. Me mordí la lengua, eso es todo. —Mi amigo entrecierra los ojos, no muy convencido, pero lo deja pasar.

—Oye, Memo... —Raúl me mira con preocupación, desviando los ojos hacia Daniela, que no se percata de la fugaz acción. —Toma.

Me extiende su celular, por lo que lo tomo con algo de duda. En la pantalla se muestra el chat de Lionel con mi amigo.

—¿Puedo? —Hago ademán de responder, a lo que Raúl asiente rápidamente.

—Gracias. —Le devuelvo el aparato para seguir comiendo. Puedo sentir su mirada sobre mí, pero hago lo posible por ignorarlo.

—D-disculpe... Sé que ha venido para pasar un buen rato con sus amigos, pero... ¿Me concedería una foto? Por favor. —Me dispongo a salir por la puerta, pero la voz algo temblorosa del joven alfa me hacen mirarlo antes de irme del lugar.

—Oh... por supuesto. ¿Javier? —Mi amigo entiende la indirecta, por lo que toma el celular del chico para poder sacarnos una rápida foto. —Muchas gracias.

—No es nada.

—Uhm... ¿Señor Ochoa? —Mis amigos han salido, pero la voz me detiene de nuevo.

—¿Sí?

—Y-yo... escuché lo que la señorita le dijo... pero debe saber que no todos lo atacamos, así que si es verdad que usted está saliendo con Messi, me alegro mucho, espero que puedan ser felices. —Su sonrisa luce sincera, lo que me hace sentir un repentino deseo de llorar.

—Gracias. —Le devuelvo la sonrisa, saliendo por fin del lugar.

—¿Te pidió un beso también? —Se burla Javier.

—No seas ridículo ¿Nos vamos? —Todos asienten, por lo que caminamos de vuelta al auto, en donde el viaje de regreso es mucho más silencioso que el de ida.

—Muchas gracias por la cena, Memo ¿Puedo llamarte así?

—Claro. Y no es nada, fue bueno volver a hablar.

—¡Sí! Espero volvamos a hacerlo. —Daniela se despide de mí mientras salgo del elevador junto a mis amigos.

—Espero que no. —Habla Javier una vez se han cerrado las puertas metálicas. —Y hablo en serio, esa chica no me agrada y al parecer no confías mucho en ella ¿O me equivoco?

—No, pero no es eso, solo es casi una desconocida.

—Y espero que se mantenga así.

—No seas celoso, Javier. Vayan a descansar, haré lo mismo. —Me despido de mis amigos ya sin mucho ánimo, mi energía para ocultar la dolorosa realidad que me aqueja hace que desee estar solo lo más pronto posible.

Ignoro todo a mi alrededor, agradecido con la persona del aseo por haber reemplazado mis sábanas. Me acurruco en la cama, abrazando una almohada y dejando salir todo lo que había estado aguantando.

"Al fin solo..." Mis lágrimas mojan la funda de la mullida almohada, pero no puedo ni quiero tenerlas.

"Pero... todo iba tan bien ¿Por qué ahora lo ignoras?"

"No sé... tengo miedo ¿Y si realmente le hacemos mal?

"Eso no lo decidimos nosotros, en todo caso deberías dejar que sea él quien te lo diga. No debes decidir sobre cosas que le competen a su lobo y a él. Deja que sean ellos quienes decidan lo que les conviene."

"Pero..."

"No, nada de peros. Tienes derecho a irte si es lo que quieres, pero no a decidir por ellos."

Mi lobo tiene razón, lo sé, pero la sola idea de arruinar la carrera y la vida de mi alfa me ponen ansioso, triste y con ganas de correr lejos.

"Está bien, hablaré con él." Pienso antes de acomodarme para intentar conciliar el sueño. 

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Ahj!!! Quería poner más imágenes, pero el límite por capítulo es de 20, así que... me veo en la necesidad de poner otro cap con los SS del tt de Memo.

Lo siento, pero no tardé horas editando y creando como para que wattpad me venga decir que no puedo usarlo.

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