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A petición de ustedes y por gusto propio, aquí está el smutt.

Leer bajo su propio riesgo, ya que será explícito.

Para las Army's que andan por acá, no dejen de darse una vuelta por mi perfil, tal vez alguno de mis otros fics sean de su agrado.

Sin más por el momento, a leer. Espero que lo disfruten mucho.

Entro a los vestidores con una enorme sonrisa dibujada en mi rostro, el ambiente está cargado de hormonas, humedad y gritos vitoreano nuestra victoria.

—¡Messi! Aquí estás. —Varios de mis compañeros me cargan en brazos y yo simplemente me dejo hacer.

Luego de celebrar efusivamente, tomo mi tan esperada ducha, lavando a conciencia mi cabello y aquellas partes de mi cuerpo que tienen feos raspones.

Mi estómago se revuelve, pero opto por ignorarlo lo más que puedo.

—Hey, date prisa. Estamos esperandote para ir a comer y beber algo. —Dybala se apoya en mi hombro mientras sostengo la toalla en mi cintura, intentando que esta no caiga al suelo.

Me sacudo ligeramente aquella mano sobre mi hombro, intentando no verme grosero. Mi cuerpo pide contacto, pero no de aquél alfa con olor a tabaco y menta.

—Iré después. Adelantense. Aún me falta vestirme.

Él asiente, notando mis feromonas en el aire que le ordenan alejarse.

Una vez solo, puedo sacar la toalla de mi cintura. Nunca me ha incomodado la desnudez propia ni ajena, pero en este momento no es lo mejor. Mi cuerpo se encuentra excitado, el miembro entre mis piernas despierta lentamente y mi erección puede notarse lo suficiente. No quisiera que mis compañeros me hicieran burla por esto.

Rasco mi cabeza con algo de hastío. Odio mi celo, me hace sentir como un adolescente hormonal de nuevo.

Y como si fuera poco el sentirme excitado, la viva imágen de cierto omega corriendo por el campo de fútbol aparece tras mis párpados. La sensación de mi mano sobre aquél redondo y bien tonificado trasero me manda pulsaciones eléctricas por toda la columna, repercutiendo directamente en mi entrepierna, endureciendola cada vez más.

Un gruñido involuntario escapa de mi garganta. Mi lobo intenta llamar a aquél omega que se ha apoderado de mis sentidos.

—¡Aaahg! —Grito al pensar en la ridiculez que estoy a punto de hacer. Con prisa, tomo mi playera sucia de la mochila donde la había guardado tan celosamente, aún tiene aquél delicioso y embriagante aroma, llegando hasta mi cerebro de manera intensa cuando mi olfato se agudiza por el celo.

Una especie de gruñido de satisfacción sale de mi garganta. No puedo creer lo que estoy a punto de hacer.

Me coloco la playera de nuevo, importándome poco que esté sucia y yo recién bañado, el aroma a chocolate dulce nubla mi mente al instante y me hace cerrar los ojos.

Camino rápido y sin detenerme hasta las regaderas de nuevo.

Para cuando llego hasta uno de los cubículos semi cerrados, mi pene está completamente duro y erecto, incluso duele por la falta de atención.

Con prisa, mi mano comienza a acariciar toda la extensión, siendo lo suficientemente rudo para sacarme un gruñido de placer.

Mi imaginación comienza a volar, todos mis pensamientos están enfocados en el lindo omega de largas y fuertes piernas, imaginando cómo sería tenerlo frente a mí, pidiendo que lo folle incansablemente.

Mi muñeca se mueve rápidamente sobre mi pene, mientras apoyo mi otra mano en la pared frente a mí, puedo sentir placer, pero mi lobo no deja de removerse inquieto por la falta de aquella persona por la que jadeo.

Estaba tan concentrado en mi labor, que no escuché los pasos tras de mí, un sobresalto me saca de mi ensoñación cuando unos fuertes brazos me rodean y alguien me aprisiona contra la pared, impidiéndome voltear.

—Justo así quería encontrarte. —Mi cuerpo se relaja inmediatamente al reconocer la voz del dueño de mis pensamientos, el olor a chocolate y miel me embriaga por completo.

—¿Cómo supiste que estaba aquí? —Mi voz sale en apenas un susurro, sin dejar de acariciar mi miembro lentamente, jadeando al sentir el pecho de mi omega contra mi espalda.

—Por favor, el lugar apesta a ti y tu lobo no deja de llamar al mío. Puedo sentirte incluso a kilómetros.

El aliento de Ochoa sobre mi cuello manda escalofríos por todo mi cuerpo, las rodillas me tiemblan y mi cuerpo se estremece de exitación.

Sus manos se deslizan por mi cadera, posándose delicadamente sobre mi vientre bajo, tentándome.

—Manos sobre la pared. —Me ordenas y yo no puedo hacer otra cosa mas que obedecer.

—Me encanta cuando eres demandante y dominante. —Susurro, perdido en las sensaciones de mi cuerpo. Recargando mi frente contra la fría baldosa.

Siento tus manos moverse sobre mi abdomen, acariciando cada centímetro de piel, calentando mi cuerpo y el ambiente, dejo salir feromonas de excitación, invitándote a continuar tus movimientos.

Tu mano dominante se posa en mi miembro, acunándolo y masajeando. Provocando que cierre las manos en puños y apriete la mandíbula para contener un gemido. 

—¿Quieres esto? Alfa… —Susurras contra mi cuello, besando toda la extensión de este, pasando a mis hombros de manera lenta y tortuosa.

Gruño como contestación, no suplicaré si es lo que piensas.

—Bien, eso me basta por ahora. —Tú mano toma mi miembro de manera firme, pero delicada, cubriendo una parte de este. Comienzas el vaivén de adelante hacia atrás, explotandome la cabeza con tu lentitud.

Miró al cielo, intentando respirar con normalidad, pero las sensaciones dentro de mí están volviéndome loco, arrancándome jadeos y gemidos contenidos.

—Ah… ma-más rápido… — Digo entre dientes, apoyando mi cabeza en tu hombro, moviendo mis caderas contra tu mano para intentar satisfacerme.

—No. Lo haré yo.

Tu mano comienza a moverse más rápidamente, provocando que mis piernas tiemblen. Sin embargo, tu cuerpo me aprisiona contra la fría pared, impidiéndome caer.

Tu pelvis roza mi trasero, puedo sentir tu erección, dura y palpitante.

—Memo… déjame ayudarte con eso. —Empujó un poco más mi trasero contra ti, provocandote.

Tú me presionas más contra la pared, aumentando el ritmo de tu muñeca.

Un gemido ronco escapa de mi garganta, avergonzandome.

—Por favor, déjame oírte, alfa.

Eso termina con la poca cordura que me quedaba, mando mi estúpido orgullo al carajo y comienzo a dejar salir aquellos sonidos que tanto intentaba tragarme.

—Ah… más, más…

—¿Más qué? —Sé que juegas conmigo, pero ahora mismo me importa una mierda, mi celo comienza a apoderarse de mí.

—Más rápido.

—¿Por…?

—Aaahg

Detienes el movimiento de manera abrupta, sacándome un resoplido de frustración. La palma de tu mano está sobre la cabeza de mi pene, provocando que mi placer se extienda a un punto delirante.

Tu mano se mueve sobre aquella zona, esparciendo el líquido preseminal a modo de lubricante, quemándome en éxtasis.

—Por favor… maldita sea… por favor.

Puedo sentir tus labios esbozar una sonrisa contra la piel de mi cuello, sé que debes estar disfrutándolo mucho.

"Esta me la vas a pagar" pienso al mismo tiempo que el tan conocido calor del orgasmo comienza a recorrer mi cuerpo, extendiéndose por mis piernas y espalda, alojándose en mi vientre bajo.

—Aah… mi omega… —La voz de mi alfa sale sin que se lo pueda impedir al mismo tiempo que mi orgasmo explota en tu mano, manchando la pared frente a nosotros.

Me siento avergonzado, pero el placer que siento lo opaca por completo.

Alfa… —Tú voz tras de mí me regresa a la realidad, suenas tímido, nada qué ver con quien me ordenaba mantener las manos sobre la pared.

Doy vuelta lentamente, encontrándote con las mejillas sonrojadas y la mirada gacha.

—¿Qué pasa, lindo? —Extiendo mi mano, acariciando tus hermoso rizos con ternura y cariño.

No respondes, aunque no es necesario, al bajar la vista me doy cuenta que tu uniforme ahora está húmedo, manchado con tu esencia.

Mi lobo y yo nos estremecemos complacidos. La voz de mando te ha hecho correrte sin problemas.

Me siento con la necesidad de besarte y sin detenerme a pensarlo mucho, lo hago, acercando tu cadera a mi cuerpo con firmeza. Entrelazas tus manos tras mi nuca y sin más, nos fundimos en un tierno y lento beso.

Esta es la primera vez que tenemos un encuentro de este estilo, sin embargo, mi lobo y yo llevamos años enamorados de ti. Viéndote jugar y, en las muy contadas ocasiones que hemos coincidido, olfateando el aire en busca de un poco de consuelo.

—Sí alguien nos ve, estaremos en problemas. —Te digo sin despegarme demasiado de tu boca.

—Lo sé… —Me respondes también en un susurro.

A lo lejos puedo escuchar pasos acercarse, una cadena y llaves chocando acompañan las pisadas.

Quítate la playera. —Te ordeno y aunque lamento usar mi voz de mando, tengo una buena razón para hacerlo.

Te veo sacarte el uniforme por la cabeza, luces asustado y deseo golpearme al sentir culpa por hablarte de esa forma. Abro la llave del agua y te dejo bajo el chorro, ocultándome rápidamente tras la pared que te cubre de la cadera hacia abajo.

—Señor Guillermo ¿Qué hace en los vestidores designados para Argentina?

La gruesa voz de un hombre te cuestiona y yo solo puedo olisquear el aire en busca de su aroma, tranquilizandome al sentir el de un alfa emparejado.

—Y-yo… la regadera de mis vestidores no funcionaban y no pude encontrar al hombre de mantenimiento, así que vine acá para darme un baño.

Sonrio con tu mentira, eres bastante ágil.

—Bien, en ese caso, no demore por favor, estamos por cerrar el lugar, solo debía asegurarme que no hubiera nadie mas. —Te veo asentir y no sé si aquél hombre te ha creído, pero puedo escuchar sus pasos alejándose.

Una vez que el silencio reina en el lugar, salgo de mi escondite.

—Lo siento, en verdad perdóname por usar mi voz de esa manera.

—Tranuilo, ahora lo entiendo. Pero… necesito bañarme en serio.

No es una invitación ni mucho menos una insinuación, por lo que cuando capto la indirecta, salgo del lugar, dándote privacidad.

Me pregunto si te habré ofendido de alguna manera… Quizá te asusté demasiado. Prefiero detener mis especulaciones hasta que salgas, no quiero crearme una idea falsa.

Llegas hasta mí con tu ropa en mano, cubriéndote ligeramente la entrepierna.

—¿Me prestaría un short? No puedo irme a los vestidores así. —Asiento sin apartar mi vista de ti, luces hermoso con las gotas cayendo de tu cabello, que se mantiene rizado aún estando empapado. Mi vista baja hasta tus bien definidos pectorales y el abdomen marcado, relamiendome los labios al imaginar el sabor de tu piel.

Mi mano se extiende hasta mi mochila, donde sin ver, saco un short algo delgado, pero que sé funcionará al menos en lo que te vistes con tu propia ropa.

—Gracias… nos vemos luego Lio. —Me dedicas una sonrisa pequeña y algo triste mientras te calzas los shorts, para luego alejarte en silencio.

Las preguntas vuelven a aglomerarse en cabeza, por lo que corro para detener tu avance.

—¡Hey! Memo… espera. ¿Hice algo malo? Por favor, dime si te ofendí o lastimé fe alguna manera. —Te tomo de la muñeca delicadamente, deseando que no te apartes.

Tus dedos acarician mi propio brazo, donde posas tu mirada, luciendo algo distraído.

—¿Qué estamos haciendo? Esto es imposible… y no lo digo solo porque seamos contrincantes en este mundial… vivimos muy lejos el uno del otro, nuestra comunidad apenas si respeta a los omegas hombres, de milagro yo estoy aquí, no será bien visto que un alfa de tu categoría salga con alguien como yo y, por si fuera poco, ¡Estamos en Qatar! Podrían sacarnos del partido por esto, incluso ir a prisión… ¿Estás consiente de eso? Y no es una pregunta real Lionel… acabas de ocultarte tras una pared para que ese guardia no nos viera. Nosotros no tenemos un futuro, no hay un nosotros… no si queremos seguir jugando para nuestras selecciones.

Puedo ver lágrimas aglomerarse en tus ojos, incluso noto que intentas no parpadear para que no rueden por tus mejillas y luego de no lograrlo, bajas la cabeza, consternado.

Suelto tu muñeca para posar mis manos en tus mejillas, limpiando aquellas rebeldes lágrimas que escapan de tus ojos con mis pulgares.

—Tranquilo, por favor… tampoco sé qué pasará después, estoy igual de asustado… porque yo temo por no poder vivir sin ti. Ahora que mi lobo reconoce tu aroma y te proclama como mi destinado… Memo, yo no quiero separarme de ti. Estoy dispuesto a ir a la cárcel con tal de estar contigo, me importa un carajo la sociedad y sus reglas. Eres un gran arquero, excepcional diría yo, un omega respetable y un hombre ejemplar, para mí es todo un honor ser tu destinado. Y si por mí fuera, nos largabamos de este maldito país en este instante.

Las palabras salen veloces de mis labios, agolpandose e incluso me trabo un poco por la prisa con la que hablo, pero no me arrepiento, nada de lo que acabo de decir es falso y realmente me siento de esa forma. Puedo ver que también notas mi sinceridad, porque has dejado de llorar y tus ojos me miran con sorpresa y algo más que no logro descifrar.

—No puedes hablar en serio con lo de dejar de jugar… —Me dices lentamente, como si tuvieras miedo de romper la burbuja de felicidad en la que me siento envuelto.

—Tal vez no quiero llegar a ese extremo, quiero evitarlo si es posible, pero… no creo que ellos quieran arriesgarse a perder a su mejor delantero ni al gran Memo Ochoa…

Sé que sueno demasiado utópico, la esperanza de que mis palabras sean ciertas me aprieta el corazón, deseando que así sea. Pero por el momento, sólo quiero disfrutar de esto.

Una vez más, tu cuerpo se pega al mío, besándonos lentamente, los sentimientos fluyen entre nosotros.

El beso no sabe como cualquier otro que haya tenido, puedo sentir la necesidad que tienes por sentirte seguro, mi cariño, la esperanza que nos acabo de dar y algo más que solo puedo describir como felicidad mutua.

—Ve a cambiarte, rizitos. No quisiera que te resfriaras. La próxima semana tienes un juego importante.

Te doy una nalgada que resuena en todo el lugar, viéndote caminar a paso rápido. Regreso hasta mi lugar, sacándome de la cintura la toalla que apenas tuve tiempo de enrollarme para alcanzarte.

Me visto rápidamente, y salgo del lugar, encontrándome a una chica y un joven del staf esperándome. Aunque no creo que notaran mi presencia, pues se besaban muy efusivamente, medio ocultos entre las puertas de la camioneta.

Aclaro mi garganta para hacerles saber que no están solos, riéndome al verlos separarse de golpe, avergonzados y agitados.

—No diré nada si ustedes mienten y dicen que fuimos a comer algo antes de llegar a donde sea que vayan a llevarme.

Ellos se miran un momento, asintiendo en complicidad.

—Bien… vamonos.

Los tres subimos a aquél auto en completo silencio y yo maldigo por no haber pedido el número de celular de aquél hermoso omega de rizado cabello. Me tocará hacer de FBI y conseguirlo sin levantar sospechas.

Cuando llegamos al hotel donde nos hospedamos, me dirigen hasta el penthouse, donde todo mi equipo, staf y demás personal, charlan efusivamente, bebiendo y riendo.

Las personas que me ven llegar comienzan a hacer un escándalo, felicitamdome y otros más agradeciéndome.

—¡Aquí está! Nuestro delantero y alfa estrella ha llegado. ¡Ven acá! —Mi entrenador agita la mano, llamándome para que me acerque.

—Ven hijo, cuéntanos… ¿Cómo fue que pudiste engatusar a aquél estúpido omega para que estuviera tan distraído? Espero que lo único que le hayas metido fuera ese gol.

Me paralizo, puedo sentir la rabia subir por mi garganta, acentuandose cuando todos alrededor se carcajean, esperando por mi respuesta.

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Ok, esto me está gustando mucho... creo que lo continuaré. Díganme si ustedes también lo quieren.

De ser así, sean pacientes. Esta historia surgió de puro mame, así que no tengo nada planeado y lo que escribo es espontáneo.

Si les gusta, no olviden votar, comentar y compartir para que más personas lo lean y me motive más a continuar.

Gracias por leer.

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