Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

16

—De acuerdo... ¿Listo? —Asiento, comenzando a morderme las uñas como hacía años no lo hacía, puedo sentir mi corazón volverse loco, incluso juraría que Lio puede escucharlo desde donde está sentado.

—Suponiendo que tu plan de vida de la preparatoria contuviera la idea de una familia, entonces debo felicitarte, porque algún imbécil no se tomó el tiempo de hacer bien su trabajo y te diagnosticó mal. No eres estéril, Guillermo.

Su sonrisa es lo primero que mi cerebro asimila, seguido de la felicitación y las únicas palabras que me importan: no eres estéril. Pego un grito de euforia cuando logro comprenderlo, avalanzándome sobre el alfa de bata blanca, rodeando su cuello con mis brazos con demasiado entusiasmo, haciendo que deba dar un par de pasos hacia atrás mientras también rodea mi cintura con un firme y alegre agarre.

El aroma a pino y noche de invierno me llegan hasta la nariz de forma tranquilizadora, haciendo que, sin querer, aspire un poco más de su olor, agradeciendo mentalmente que me sostuviera, porque de lo contrario, mis rodillas habrían chocado con en suelo al no tener la fuerza de sostenerme.

—Wow... eso no lo esperaba, pero me alegra saber que estás feliz. —Escucho su voz cerca de mi oreja, haciendo que me ruborice por lo impulsivo que fuí, pero no me importa demasiado, la situación me permite ser impulsivo.

Mi lobo pega brincos emocionados dentro de mí, aullando y ladrando de forma alegre al procesar la noticia. Me volteo hacia Lionel, que tiene una mueca extraña en el rostro. Sorpresa, emoción y algo parecido a la molestia atraviesan sus ojos, pero no me detengo a pensar demasiado en ello, corro de nuevo hasta él, abrazándolo mucho más eufórico que con el doctor, hundiendo mi rostro en su cuello para aspirar ese delicioso aroma que tanto me gusta. Sus brazos me rodean con fuerza y palabras emotivas me llenan los oídos, haciéndome llorar.

—Bien, ahora, aclaremos algo. Tengo una teoría. —La voz serena del doctor me hace volver lentamente a la realidad, pero sin dejar de sentirme extremadamente alegre. —Creo que el diagnóstico sí fue erróneo, pero algo dentro de ti definitivamente se encontraba mal luego de la situación, de lo contrario, habrías tenido tu celo con regularidad. —El doctor se rasca la barbilla, pensativo. —Díme Guillermo ¿Acaso ya encontraste a tu pareja destinada? Porque eso explicaría el porqué de la repentina vuelta a la normalidad de tus hormonas. Pongamoslode esta manera, mientras tú estabas sin la esperanza de tener una familia, sumado al hecho de no querer engendrar una con nadie que no fuera tu pareja destinada (inconsciente o conscientemente), tu cuerpo no vio necesidad de producir esas hormonas, en cambio, ahora que tu lobo ha reconocido a su pareja destinada, sí que lo desea, volviendo a su estado "natural" en cuanto a la producción de hormonas reproductivas.

Me quedo en silencio un momento, pensando cómo contestar sin exponer a Lionel, ya que jamás hablamos de eso, sumado al hecho de que mis mejillas se calientan de golpe al imaginarme teniendo una familia con el alfa que se encuentra a solo centímetros de mí. Evito mirarlo a toda costa.

—Y-yo... sí, hace un tiempo conocí a alguien a quien mi lobo reconoció como mi pareja destinada.

—Ahí lo tienes. Creo que eso podría ser la respuesta más fácil, sin embargo, deberás llevar un control al menos durante los siguientes dos celos, para ver que todo esté en orden. Mientras tanto, reitero mis felicitaciones. Me iré a firmar tu alta del hospital y luego vendré a despedirme. Ahora que el equipo regresa a México, debo irme con ellos. Si decide quedarse a vacacionar, espero que lo disfrute, si decide regresar, espero que también disfrute esta nueva noticia con esa persona y su familia. Con su permiso.

Doctor y enfermera salen de la habitación en silencio, en donde lo único que no me cuadra, es el no tan sutil aroma a molestia que hay en el ambiente, combinado con cerezas y chocolate demasiado dulces para mi gusto.

Me quedo parado un momento, imaginando la cara que Javier y sus padres pondrán cuando se enteren.

—No soy estéril —Digo en voz alta, saboreando las palabras. Mis ojos se nublan con las lágrimas de emoción y yo regreso a ese refugio que huele a café y almendras, siendo recibido por un par de fuertes brazos que me rodean la espalda con cariño, protectores y reconfortantes. Lionel se recuesta en la camilla conmigo entre sus brazos, que me cobijan con cariño y paciencia.

Ambos nos mantenemos en silencio durante un largo rato, en donde mis pensamientos hacen suficiente ruido para mí, siendo apenas opacados por Lio que tararea de nuevo esa canción que no logro identificar, meciéndome de un lado a otro como a un bebé.

—Tenemos que hablar. —La voz del alfa me saca de mis pensamientos, haciendo que me incorpore lentamente sobre mis brazos, formando una barrera a cada lado del alfa. —Gracias por no mencionar que soy ese alfa, pero necesito aclarar que, si bien ahora no es el momento, no debes temer que se repita la historia. Me siento orgulloso de tener por pareja destinada a un hombre tan fuerte e independiente como tú, muero por gritarlo a los cuatro vientos y poder salir contigo abiertamente, esto sé que suena a algo que cualquiera diría, pero prometo que pronto será una realidad.

—¿Por eso lucías molesto? —Un ligero sonrojo aparece en sus mejillas, haciendo que desvíe su mirada lejos de mis ojos.

—No... eso fue una tontería y lamento que lo notaras.

—¿Qué fue lo que pasó?

—Yo... me puse celoso cuando abrazaste a ese alfa antes que a mí. —Su voz sale en un susurro, pero aún así logro identificar cada palabra, haciendo que mi corazón se encoja de ternura. No respondo nada, optando por dejar que su mirada regrese a mí y atacándolo con miles de pequeños besos que reparto por su rostro y labios, en un intento de compensar aquél desliz.

—Con que tengo un alfa celoso... ¿Eh?

—Solo un poco. Lo que me lleva a preguntar... ¿Regresarás a México con tu equipo?

La pregunta me toma desprevenido, es algo que no había tenido tiempo de pensar demasiado bien, pero ahora que Lionel ha aceptado salir conmigo oficialmente y yo no tengo más trabajo por delante durante un rato, mi instinto y sentimientos me hacen negar casi de inmediato.

—Si no te importa, quisiera quedarme para poder pasar tiempo contigo. Sé que no podrá ser demasiado, pero... no tengo ganas de alejarme de ti. —Esta vez es mi turno de sonrojarme y desviar la mirada hacia otro lado. —Pero si eso te distrae o supone un problema para ti, me iré, no te preocupes. —Me apresuro a añadir, prefiriendo levantarme de la camilla en donde habíamos estado recostados.

—No, por mí quédate en mi habitación, desayuna conmigo y entrenemos juntos. —Su tono seguro hace que me de cuenta de que no bromea, realmente quiere que me quede. —Gracias por pensar en mí.

Lionel se incorpora sobre la cama, quedando sentado una vez más y una sonrisa le ilumina la cara.

Le sonrío de vuelta mientras me vuelvo a aferrar a su cuello, abrazándolo fuertemente. Mi lobo aúlla y juguetea en mi interior, haciendo a mi corazón latir rápidamente con todas las emociones que nos abruman de una hermosa manera.

—Entonces así será. Deberemos ser discretos y tú organizar bien tu tiempo, no quiero que te desveles ni dejes de comer, tampoco que te metas en problemas por salir conmigo. —Mi tono de voz suena a regaño, pero no intento modificarlo, me preocupa genuinamente meter en problemas a Lio.

—Sí señor. —Me separo de su cuerpo solo para ver cómo me sonríe ampliamente, mostrando esos perfectos y blancos dientes.

Ambos nos miramos en silencio durante un momento, hasta que el sonido de la puerta siendo abierta de golpe nos hace separarnos con prisa.

—Por favor Raúl ¿No sabes tocar? —La voz de Hirving regañando a uno de mis mejores amigos me hace sonreír.

—Ay por favor, como si fuera a encontrarme algo que no haya visto. —Lio se levanta de la cama, poniéndome detrás de su cuerpo de forma protectora.

—Hola, llegaron antes. —Su voz suena algo más grave de lo normal y aún desde mi posición detrás de él puedo ver que frunce el ceño en dirección a Raúl, que lo observa de arriba abajo.

—¿Cómo están? —Me apresuro a salir de detrás del alfa, poniéndome en el medio e ignorando las miradas desafiantes que se dirigen ambos.

—Hablamos con Martino, todo está bien allá, asustaste a unos cuantos y todos te desean una buena recuperación. Les dije que te habías deshidratado por el calor de la tarde, así que nadie sospecha nada. El entrenador dijo que quien deseara quedarse podía hacerlo, que incluso él iba a turistear un par de días por aquí. Supuse que no estarías en condiciones de viajar, así que dije que también nos quedábamos, el colado no quiso quedarse atrás y henos aquí. —Hirving me abraza luego de soltarme ese discurso, le devuelvo el abrazo con alegría. —Raúl temía encontrarte con una marca en el cuello, ya sabes de lo que hablo... pero al parecer se equivocó. Me debes mil pesos, Raúl.

Hirving se sienta en la cama, observando su celular como si lo que acabara de decir fuera nada, Lionel se ruboriza, Raúl asesina a mi amigo con la mirada y yo ruedo los ojos, preguntándome qué karma estoy pagando.

—Bien, Hirving, Lio, salgan de aquí por favor, necesito hablar con Raúl. —Hirving me mira con sorpresa, pero se levanta lentamente de su lugar, comenzando a caminar con lentitud hacia la puerta. Lionel frunce el ceño con molestia y estoy seguro que va a reclamar algo, pero un gesto de mis cejas alzadas lo detiene en seco, haciendo que desvíe la mirada e imite a Hirving. —Yo les diré cuándo pasar.

—¿Estás bien? —Raúl me abraza de manera sorpresiva, aplastando mi cuerpo contra el suyo en un gesto poco tranquilizador.

Me siento molesto por las cosas que hizo, pero no quiero hablarle mal.

—Estoy bien, pero por favor suéltame. —Palmeo su espalda un par de veces, intentando que capte mi incomodidad.

—Lo siento, es solo que me preocupé tanto... fue tu primer celo luego de tanto tiempo... ¿Ya te dieron los resultados? ¿Qué pasó? —Mi amigo me suelta poco a poco, alejándose solo unos cuantos centímetros, dejando su mano sobre mi hombro.

—Escucha, Raúl. Estoy bien, pero me siento demasiado enojado contigo.

—¿Qué hice? —Su cara de sorpresa me hace preguntarme si realmente no sabe lo que ha hecho o solo finge demencia.

—¿Que qué hiciste? por favor, no te hagas... Lionel me dijo que le contaste sobre mi... condición. —Raúl abre la boca para defenderse, pero lo interrumpo antes de que pueda hacerlo. —No, deja que hable. ¿Cuál era tu maldito propósito? ¿Quitarlo del camino? Entiendo que le contaras a Hirving, agradezco tu preocupación, pero no veo la necesidad de informar a alguien más sobre asuntos tan delicados. Ni siquiera te molestes en defenderte, él solo me dijo que no querías que otro alfa me lastimara, pero te conozco hace años Raúl, puedo imaginar que tus verdaderas intenciones era que él se alejara de mí.

—Y-yo... por favor... escucha... —Su tartamudeo y la mueca de sorpresa me hacen saber que acerté con mis suposiciones, haciendo que el enojo en mi interior aumente.

—¡No! Tú escucha. —Me acerco peligrosamente hasta él, imponiendo mi mirada por sobre la suya, mi lobo se siente a la defensiva, mostrando los dientes y soltando feromonas que indican está listo para pelear con cualquiera que quiera herir a nuestro alfa o alejarlo de nosotros. —Lionel es una gran persona, sé que no lo conocemos hace mucho, pero lo que hiciste... maldición, lo que hiciste no fue correcto. ¡Querías deshacerte de él! Eso es una jugada muy sucia... Me heriste, traicionaste mi confianza...

Me alejo un par de pasos, sintiendo las lágrimas en mis ojos y un nudo cerrarme la garganta.

—Yo... creí que querías cuidarme... creí que querías que yo estuviera contigo, incluso llegué a considerarlo, maldición. Te abrí mi corazón y me traicionaste.

Las lágrimas me bajan por las mejillas, pero no sé si son producto de la tristeza, el sentimiento de traición o el enojo.

—Y quiero hacerlo, Guillermo. Yo te quiero, me preocupo por ti, ese alfa al que apenas conoces no es suficiente para ti, yo puedo cuidarte, yo voy a hacerlo... —Su cuerpo se acerca al mío con tal rapidez que me es imposible reaccionar a tiempo, cuando quiero hacerme a un lado, sus fuertes brazos ya me tienen inmovilizado contra su pecho, aprisionandome en un fuerte abrazo que hace un tiempo habría correspondido, pero ahora solo me provoca más ganas de llorar y golpearlo en la cara.

—Suéltame Raúl. —Sentencio con voz apagada y sin emociones, mis brazos cuelgan a mis costados, pero los de mi amigo me aprietan aún más.

—No... Guillermo... por favor. Yo quiero... tú me gustas. Dame la oportunidad...

—Yo también te quiero, Raúl, pero no de esa forma. Ahora, suéltame. —Su agarre se vuelve algo flojo entorno a mí, haciéndome creer que me soltará, pero sus sollozos me hacen saber que no es así.

—Perdóname, estaba desesperado. Tardé tanto en confesar mis sentimientos... No me darás una oportunidad ¿Verdad?

Raúl me separa de su cuerpo tomándome firmemente de los hombros, haciendo que nuestras miradas se encuentren. Sus ojos cristalizados me hacen sentir mal, pero no dudar de mi respuesta.

—No, somos buenos amigos, dejémoslo en eso y encuentra a tu verdadera pareja destinada, porque ambos sabemos que no soy yo. —Él agacha la mirada, negando lentamente, desconcertándome.

—No sé si yo tenga ojos para alguien más que no sea tú —Susurra. Estoy por responder, pero su firme agarre me acerca a él de manera repentina, tomando mi nuca con firmeza y delicadeza, pegando mis labios a los suyos sin que tenga tiempo de procesar lo que está pasando.

Sus labios atrapan los míos con una delicadeza completamente contraria al repentino acercamiento, sin pedir permiso, pero sí siendo cuidadoso, como si temiera lastimarme. Él mueve lentamente su boca, su lengua me toca los labios con sutileza, haciéndome reaccionar.

Mis manos lo empujan sin mayor cuidado, dejando que mis palmas impacten de lleno sobre su pecho, alejándolo de mí de un solo movimiento.

—¡¿Cuál es tu maldito problema!? —Le grito, limpiandome la boca con el dorso de la mano, intentando retirar cualquier rastro de su saliva. En ese momento veo a Hirving y Lionel entrar corriendo, con mi amigo jalando al alfa de la mano, como intentando impedirle que avance.

—Tenía que intentarlo... no me iré sin pelear. —Me responde Raúl, ignorando olímpicamente a los recién llegados.

—¿Sin pelear? ¿Acaso soy un maldito trozo de carne? —No puedo evitar sentirme herido.

—¿Qué? ¡No! No quise decir eso... Ese alfa... yo puedo... yo soy mejor.

—¿Eso crees? Porque él jamás me ha besado sin mi consentimiento, él jamás intentó sabotearte, él confesó sus sentimientos sin miedo, él jamás ha dicho ser mejor que nadie. —Mi rostro se siente caliente y mi dedo apunta amenazante el pecho de Raúl.

Puedo ver a Hirving sostener a Lionel para que no se acerque más, lo cual agradezco. El rostro herido de Raúl no me provocan pesar alguno, por lo que me alejo de él, intentando controlar el impulso de golpearlo en la cara.

—Memo... perdón. —Su mano vuelve a tocarme, tomando mi muñeca con delicadeza, pero ese sutil toque detona mi enojo hasta hora contenido, provocando que mi puño impacte de lleno sobre su mandíbula, haciendo que Raúl gire el rostro, desconcertado y adolorido, tocando su rostro ahí donde probablemente le salga un moretón más adelante.

—¿Perón por qué? ¿Por tocarme? ¿Por ser un imbécil? ¿O por no saber contener tus impulsos? —Me doy media vuelta, quedando de frente a la ventana e intentando calmar mi acelerada respiración. Un sonido a mis espaldas me hace querer voltear, pero me contengo lo suficiente para después sentir una mano sobre mi hombro, rozándolo con delicadeza.

—¿Estás bien? —La calmada voz de Lio me hace voltear de inmediato, encontrándome con su mirada preocupada.

—Sí —Susurro, intentando encontrar molestia en él, dando únicamente con su preocupado semblante. Él asiente, alejándose un poco de mí, solo lo suficiente para darme espacio, lo cual agradezco.

—Vamos a calmarnos todos. —La voz de Hirving suena tensa, pero segura. Volteo con dirección a mis amigos, alcanzando a percibir la mirada derrotada que Raúl le da a Lio sin que este se de cuenta.

—Lo siento. —La voz de Raúl resuena en el silencio del lugar, pero antes de que nadie pueda decir algo, él sale por la puerta con paso firme. No tengo intención de seguirlo, pero veo que Lio sí, por lo que lo sostengo del brazo con firmeza.

—No, deja que se calme. Él estará bien. —Lionel asiente una sola vez, acto seguido suelto su mano, dejándolo libre. —Bien, creo que deberé dar la noticia por separado...

Comienzo el relato de las buenas nuevas, recibiendo un enorme y reconfortante abrazo de parte de Hirving, que llora emocionado por la noticia.

—Me alegro tanto por ti... ahora podrás tener una familia. —Sus ojos cristalizados me contagian, haciendo que mi sensible estado de ánimo, producto del celo, lo imite.

Ambos nos abrazamos con cariño durante un rato, en donde Hirving me cuenta que Javier estuvo preguntando por mí y que debo llamarlo cuanto antes porque de lo contrario, prometió venir por mí y sacarme de este lugar de las orejas.

Lionel comienza a recoger las cosas de la habitación, por lo que, cuando el doctor Mendoza entra por la puerta con mi alta firmada, ya estamos listos para salir de ahí.

—Cuidate mucho, Guillermo. —Abrazo al doctor con genuino cariño, susurrando un agradecimiento antes de separarnos.

—Espero que nos podamos volver a ver, doctor. Le agradezco todo esto... Me quedaré un tiempo aquí, para vacacionar y relajarme, pero cuando vuelva a México, por favor permítame invitarlo a cenar. —El doctor me sonríe en respuesta, asintiendo lentamente.

—De acuerdo, pero espero que solo así nos volvamos a ver, no me gustaría tenerlo en el hospital de nuevo. De cualquier forma, soy médico general y estoy haciendo una especialidad en obstetricia, así como una campaña de apoyo a omegas varones que como tú, han sufrido de negligencia y discriminación. Sería genial tenerte ahí como ejemplo a seguir. —Me ruborizo enormemente por sus palabras, pero acepto sin dudarlo. —En ese caso, hasta entonces. Por cierto, Daniela se quedará aquí también, así que cualquier cosa que necesites y si yo no estoy, ella puede ayudar.

La omega me observa con una mueca en el rostro, pero asiente ante esas palabras. El doctor sale de la habitación, pero la enfermera no lo sigue, luce pensativa y cuando estoy por preguntar qué sucede, ella habla primero.

—Creo que sería bueno si me da su número, señor Guillermo, así podremos estar en contacto en caso de cualquier emergencia. —La idea no me agrada del todo, pero acepto sin pensarlo demasiado, recibiendo una llamada rápida desde su celular para poder agendar el número en mis contactos.

Cuando al fin nos quedamos los tres solos, un silencio poco cómodo se apodera de la habitación, haciendo que mire a Hirving con la esperanza de que entienda la indirecta.

—Renté un auto, así que iré a dejar tus cosas y a buscar a Raúl, regresaré cuando lo encuentre. —Sonrío por la naturalidad con la que se desaparece de la escena, cerrando la puerta detrás de él, no sin antes sonreír con picardía en mi dirección.

—Creo que es hora de despedirnos —Susurra Lionel, acercándose hasta mí de forma lenta.

—Sí... —No puedo evitar sonar algo triste, agachando la mirada y regañandome mentalmente por estar siendo tan infantíl.

—Hey, tranquilo, no será por mucho tiempo. —El delicado roce de sus dedos sobre mi mentón me hacen subir la mirada hasta sus ojos, que me miran atentos con un deje de cariño, haciéndome ruborizar. —Prometo que nos veremos pronto.

Sonrío mientras asiento lentamente, acercándome hasta él para poder darle un pequeño beso en los labios, sellando aquella promesa.

—Salgamos a caminar, a comer, a donde sea que estemos cómodos. No quiero pasar demasiado tiempo sin verte. —Sus palabras me aceleran el corazón, sin embargo, el golpe de realidad me hace sentir temeroso y desanimado repentinamente.

—Pero... si nos ven juntos no será bueno, además, en esta ciudad nos podrían encarcelar si saben que somos pareja, podrías meterte en problemas, tu vida se arruinaría...

—Calma, eso no pasará. Si nos ven juntos no me importa, tarde o temprano lo harán y qué mejor que se vayan acostumbrando de una vez por todas. ¿Mi carrera? si el PSG no me quiere por salir con uno de los mejores porteros que he conocido en la vida, ya habrá quien sí. En esta ciudad corres más peligro tú que yo, así que eso de ser pareja lamento decir que sí deberemos ocultarlo al menos hasta que salgamos de aquí y... bueno... mi vida no se puede arruinar, no si estás en ella.

Mi sonrojo aumenta de golpe ante las cursis palabras, haciendo que me arda la cara y mi corazón me martille los oídos y sienta que se me sale del pecho. Me abalanzo sobre su cuerpo sin delicadeza, haciendo que caigamos al suelo mientras lo beso profundamente, intentando hacer que mi nerviosismo pase desapercibido.

Su risa vibrando en su pecho debajo de mí me hace separarme de golpe, con las mejillas aún ardiendo y mi corazón acelerado. Le regreso la sonrisa, intentando pensar en algo qué contestar, pero nunca he sido demasiado cursi, por lo que prefiero no arruinar el momento diciendo alguna tontería, optando por regresar a sus labios, besándolo con más cuidado esta vez, deleitándome con el sutil sabor a almendras que tiene, intentando memorizar la forma de sus labios cuando los delineo con mi lengua, grabando en mi memoria su suavidad y textura.

Me reacomodo sobre él con cuidado, pero nuestros cuerpos se rozan más de lo que pretendía, haciendo que me tome de la cintura con firmeza y un suave gruñido de satisfacción salga de su garganta, seguido de un gemido apenas contenido por mí.

—Lo... lo siento. —Mi sonrojo aumenta una vez más. No pretendía hacer eso, por lo que ahora me siento avergonzado.

—Mmm... no te preocupes. —Su voz sale ronca, haciendo que mi corazón de un vuelco de emoción.

Su rostro se acerca a mí lentamente, pero en lugar de volver a besarme, su nariz recorre mi cuello y pecho, soltando un sonoro gruñido que me hace asustarme.

—Hueles a él... —Susurra mientras comienza a soltar su aroma y besar mi cuello con delicadeza, haciendo que mis dedos se enreden en el cabello de su nuca y mis ojos se cierren. Me concentro tanto como puedo para evitar tener una erección, pero mi celo aún no ha pasado del todo y la posición no ayuda, haciendo que comience a respirar pesadamente y un jadeo se me escape de los labios cuando su firme agarre me pega aún más a su cuerpo. —Listo, creo que ya se quitó.

Me separa un poco de su cuerpo mientras me observa atentamente, yo desvío la mirada hacia otro lado, tragando duro para intentar sacarme la sensación excitada del cuerpo. Me levanto de un brinco, abanicándome discretamente con la sudadera.

Ambos aclaramos la garganta al mismo tiempo, riéndonos por la sincronía.

—Bueno, creo que ahora sí debemos irnos. Te enviaré un mensaje para que nos veamos en algún lugar ¿Te parece bien? ¿Seguirás en el mismo hotel? —Lio luce relajado, pero juega discretamente con sus manos, haciéndome saber que está igual de nervioso que yo.

—No sé, creo que buscaré algo más pequeño junto a Hirving y Raúl, pero no te preocupes, yo lo resuelvo. Nos vemos pronto, Lio... entrena mucho, pero con cuidado ¿Ok?

Lionel asiente mientras me sonríe con ternura, haciendo que vuelva a besarlo, pero con menos ímpetu, teniendo cuidado de ya no rozar demasiado su cuerpo ni tirarlo al suelo. La puerta se abre de golpe, provocando que me separe de golpe tras un pequeño chasquido cuando nuestros labios se separan.

—Raúl... —Mi voz sale neutra, pero no puedo evitar que un pequeño gruñido de mi lobo salga de mi garganta. —Es la segunda vez que haces esto hoy. Toca la puerta antes de entrar.

—Claro... Hirving me envió a decirte que era hora de irnos.

—Voy en un momento. —Mi amigo asiente con semblante serio, saliendo de la habitación y cerrando la puerta con más fuerza de la necesaria.

—Si intenta hacerte algo más, juro que le voy a partir la cara. —Susurra Lionel.

—No te preocupes por eso, yo me aseguraré de que no lo vuelva a hacer.

—Confío que así será. En fin, nos veremos pronto, ricitos.

Lionel me besa una última vez antes de salir de la habitación, lo sigo de cerca, viéndolo alejarse hasta los elevadores.

—¿Están saliendo? —La voz derrotada de Raúl me hace mirarlo un momento. Él me devuelve la mirada, pero la desvía al suelo cuando asiento. —Me alegro por ustedes. Perdón por besarte así... no debí hacerlo.

—Sí, no debiste. Solo espero que jamás vuelvas a hacerlo.

—No pasará de nuevo, lo prometo.

—Bien, ahora vamos o Hirving va a enojarse. Pero vamos a la cafetería antes, quiero pastel de fresa. —Decido no darle más importancia al asunto, charlando animadamente con Raúl mientras avanzamos. De pronto me entra la sensación de que alguien nos observa, pero aún si busco el origen, no logro distinguir a nadie.

—Me alegra que estés de vuelta, Lionel ¿Tu madre se encuentra mejor? —El entrenador revisa algunos papeles sobre la mesa, mis compañeros se encuentran entrenando en el gimnasio, por lo que estamos solos.

—Sí, la dieron de alta, así que todo está perfectamente. Solo fue un bajón de energía, le dieron unas vitaminas y listo.

—Es bueno saberlo. Ve a entrenar, debes ponerte al corriente con lo que hemos avanzado, Julián se encargó de hacer notas para ti de todo lo que se habló en las reuniones, leelas y aclara cualquier duda que tengas.

—Gracias. —Al llegar a los vestidores, estos se encuentran vacíos, dándome la privacidad que necesito para desvestirme y doblar con cuidado mi ropa, dejando mi sudadera lo mejor envuelta posible para que el delicioso aroma a chocolate y miel no se perciba demasiado.

Para cuando entro al área de pesas, muchos de mis compañeros me miran con asombro y otros pocos con molestia, sé que deben pensar que me he saltado los entrenamientos a propósito.

—Bienvenido Romeo. —La voz de Lisandro me detiene.

—Hola Lisandro.

—Vaya, creí que olerías mucho más a omega, veo que me equivoqué ¿Todo bien?

—¿Cómo lo sabes?

—Ya te dije que yo me entero de todo, cariño. Pero tranquilo, tu secreto no será revelado por mí.

—Gracias ¿De qué me perdí?

—No mucho... realmente nada que no sepas ya, Scaloni está emocionado, así que nos está exigiendo más para que no nos confiemos, algunos creen que te fugaste con una fan para saltarte los entrenamientos y otros solo piensan que todos deberíamos poder hacer lo que tú, pero tenías a alguien muy preocupado.

—¿Qui...?

—¡Messi! —Mi pregunta se corta a la mitad cuando mi nombre en forma de grito me interrumpe, seguido de unos brazos que me rodean el cuello y un pesado cuerpo se estampa contra mí.

—Wow... cuánta energía ¿Qué tal niño?

—No me digas niño. Me alegra ver que has vuelto, el entrenador me dijo que tu madre enfermó, espero que esté mucho mejor, yo hice notas para que no te costara tanto ponerte al corriente.

—Gracias Julian. Por cierto, estuviste genial en el partido, perdón por decirlo hasta ahora. —Mi joven compañero se ruboriza ligeramente, haciendo su sonrisa mucho más grande y soltando dulces feromonas de emoción.

—¡Gracias! Mejor tarde que nunca. En fin... ¿Entrenamos juntos? estaba por hacer abdominales y necesito alguien que me sostenga las piernas ¿Me ayudas?

—Yo... —No encuentro las palabras adecuadas para rechazar a mi amigo, teniendo que acompañarlo hasta las colchonetas bajo la atenta mirada de Lisandro.

El resto del día me pasa volando, termino agotado luego de intentar recuperar el entrenamiento perdido en solo unas cuantas horas. Julian no para de hablar incluso mientras nos duchamos.

—Ya deja de abrumarlo, Julian, harás que te rechace antes de que te le declares siquiera. —Lautaro me mira con algo de molestia, confundiéndome más que sus palabras.

—Calla, imbécil. —Julian se ruboriza de golpe, haciendo que me sorprenda. "¿Lautaro habla en serio?" Me pregunto mientras enredo una toalla en mi cintura. —No le hagas caso, una omega vino a proponerme algo ayer y como dije que no, pero que él estaba disponible y ella no lo quiso, está enojado.

—Deja de decir tonterías, yo no quería nada con esa chica de todas formas. —Escucho la pelea entre mis amigos con algo de diversión, vistiéndome con la ropa que compré esa mañana.

—Ay por favor, ya tienes que decirme quién es la omega a la que según tú le eres tan fiel, jamás me la has presentado, solo me dices que tienes a alguien y que le eres fiel... para mí que solo ocultas que nadie te hace caso. —Julian se burla de Lautaro, haciendo que este lo tome por el cuello para empezar a pelear infantilmente.

—Hey, niños, estamos en los vestidores, ustedes siguen desnudos y no es algo que los demás queramos ver, así que vayan a hacer sus juegos de adolescentes en privado. —Los regaña Lisandro, haciendo que ambos se suelten, rojos hasta las orejas y comiencen a vestirse apresuradamente y en silencio.

—Lionel, tenemos que hablar, pronto. —Asiento ante el tono demandante, terminando de vestirme y guardando mi ropa en la bolsa de papel que traía, dejando la prenda con el aroma de mi omega hasta el fondo.

—¿Por qué tanta urgencia? —Me encuentro en el fondo del autobús, camino al hotel. Lisandro me hizo sentarme junto a él en ese lugar que nadie más quiere por lo acalorado que se siente.

—Tienes que hablar con Julian antes de que le rompas el corazón.

—¿De qué hablas?

—Es que en serio a veces me pregunto si solo eres demasiado tonto o no quieres darte cuenta... —Lisandro se rasca la frente con el ceño fruncido, puedo notar cierta burla en su voz, pero sigo sin entender a lo que se refiere. —Julian está enamorado de ti, Lionel. Ese niño te quiere de una forma en la que todos sabemos, no le correspondes.

—No creo que sea así, él es un niño, seguro solo me admira porque creció viéndome en la televisión y ahora que juega a milado, se emociona. Es como si dijeras que yo estaba enamorado de Maradona solo porque me emocionaba verlo y quería aprender de él.

—Podría ser, pero ese niño realmente te quiere de otra forma que el fanatismo no da, todos lo notan, así que por favor, corta con eso de una vez.

—¿Cómo se supone que haga eso si ni siquiera sé si lo que dices es real?

—Te digo que es real, pero si no me crees, entonces pregúntaselo y termina con eso de una buena vez, Lautaro te lo agradecerá.

—¿Por qué? —Lisandro se palmea la cara, haciendo que me sienta un tonto.

—A Lautaro le gusta Julian. —Me siento sorprendido. "¿Acaso es tan obvio?" Me cuestiono, decidiendo dejar el tema de lado, pero proponiéndome ser más observador.

—De acuerdo, hablaré con Julian, pero si resulta no ser cierto y quedo en ridículo frente a él, entonces tú me las vas a pagar. Ahora vete, porque tu alfa me mira feo desde hace un rato. —Lisandro voltea con rapidez hacia la entrada del autobús, encontrándose con la mirada seria del guardaespaldas que siempre nos acompaña en el autobús.

En cuanto mi amigo deja el asiento vacío, este es ocupado por un emocionado chico con aroma a pasto recién podado y lluvia.

—Hola... venía a entregarte las notas que hice para ti ¿Te importa si me quedo aquí atrás? Me gusta sentarme en estos lugares.

—Hola Julian. —"A nadie le gusta sentarse en estos lugares..." Me siento a la defensiva ahora que Lisandro me ha dicho esto. —¿Puedo hablar contigo de algo serio? —Decido ocuparme del asunto cuanto antes.

—Claro, aquí me tienes para lo que quieras. —Julian se ríe como si hubiera hecho alguna travesura, haciendo que capte el doble sentido de sus palabras y me ponga mucho más alerta.

—Tiene que ver con lo que dijo Lautaro en los vestidores. —Julian se queda serio de repente, desviando la mirada hasta el asiento en el que el alfa dormita con los audífonos puestos. —¿Era cierto?

—Maldito Lautaro, voy a matarlo cuando bajemos de aquí. —Aunque el chico susurra, logro escucharlo perfectamente. —No quería que esto pasara de esta forma, pero ya que salió el tema, debo admitir que lo es, me gustas Messi, y no solo como mi ídolo de la infancia, desde que empezaste a ser mi mentor y pude jugar contigo codo a codo, me he esforzado porque me notes, por aprender de ti y ser alguien digno de tu atención.

Su sinceridad y seguridad me toman desprevenido, haciendo que me quede mudo de repente.

—Eres solo un niño... —Es lo primero que se me ocurre decir, pero el ceño fruncido de Julian me indican que lo ha molestado.

—Unos cuantos años no es la gran cosa...

—No, espera. Escucha bien esto, Julian. Eres un gran jugador, has aprendido muy bien y sé que tienes el talento para mejorar mucho más, seguiré enseñandote si así lo deseas, pero no puedo permitir que esos sentimientos que tienes por mí continúen. Y no podré de excusa la edad, tampoco voy a subestimar tus sentimientos diciendo que crees quererme porque fui tu ídolo, sino que te seré sincero, yo no te veo de esa forma. Somos compañeros de equipo, amigos incluso, pero no siento lo mismo que tú.

Su semblante se torna algo triste, pero él no desvía su mirada de la mía.

—No me importa, yo me esforzaré, haré que me veas de esa forma, que deje de parecerte un niño, haré que te enamores de mí. —La seguridad de sus palabras me hacen ponerme nervioso, no pretendo sacar el tema de Guillermo a menos que sea necesario, pero incluso antes de poder responder algo más, ya tengo al fuerte chico presionando sus labios contra los míos, aprisionandome contra el asiento del autobús.

—No... para... —Lo tomo de los hombros con fuerza, separándolo de mi cuerpo cuando el mareo que su aroma me provoca comienza a hacerse incómodo y mi lobo se remueve molesto en mi interior, sintiendo que le fallamos a nuestro omega. —No vuelvas a hacer eso jamás. —Sentencio con voz seria, alejando a Julian lo más que mis brazos me permiten.

—No harás que me rinda tan fácil. —Ahora él luce molesto, frunciendo el ceño y con las mejillas rojas, pero sus ojos están cristalizados y la voz le tiembla un poco, haciéndome sentir culpable.

—Escucha —Suspiro, buscando las palabras adecuadas para poder hacerlo entender. —Eres un gran chico, eres talentoso, guapo, amable y agradable, encontrarás a alguien adecuado a su tiempo, pero yo no soy esa persona. No aceptes menos de lo que mereces, Julian. Quien esté en tu vida, a quien decidas amar, debe amarte de vuelta, igual o más de lo que tú lo haces; jamás debes conformarte con migajas de amor, con un "tal vez suceda", porque mereces más. No puedo dejarte quererme ni intentar conquistarme porque yo no lo quiero, no me gustas de esa forma y no quiero que gastes energía y tiempo en mí, vales más que esforzarte por alguien que no te ve de la misma manera. Eres un gran chico, así que esto aplica para mí y todas las demás personas de las que te enamorarás. Somos amigos, te llevo varios años de ventaja y puedo asegurarte que, el día que necesites consejos, estaré ahí para ti, pero como tu amigo. Seguiré ayudándote a mejorar hasta que tu talento me supere, te apoyaré hasta el final, pero como lo que somos, amigos y compañeros de profesión.

Las lágrimas resbalan por sus mejillas, haciendo que una punzada de culpa me atraviese el corazón.

"No, hiciste lo correcto, no te sientas culpable." Me consuela mi lobo.

Quiero agregar algo más, pero el autobús detiene su marcha y el chofer indica que hemos llegado, haciendo que Julian se levante rápidamente y me dirija una última mirada con el ceño fruncido y lágrimas en sus ojos antes de que salga casi corriendo del lugar.

Lisandro me mira a lo lejos con una media sonrisa comprensiva en los labios, asintiendo lentamente, haciéndome saber que todo está bien.

—¿Qué mierda pasó? —La voz de Lautaro me saca de mis pensamientos, haciendo que levante la vista hasta su molesto rostro.

—Nada. —Analizo sus expresiones, luce enojado conmigo.

—¿Nada? Julian acaba de bajar casi corriendo y puedo jurar que iba llorando ¿Qué le hiciste? —Se acerca con un par de pasos amenazantes hasta mí, pero yo ni siquiera me levanto de mi lugar.

—No le hice nada, no hagas un show frente a todos y mejor siéntate, porque quiero decirte algo importante.

Lautaro mira alrededor, haciendo que los pocos curiosos que nos miraban continuen el descenso entre susurros. Obedece a mi indicación, sentándose en el lugar que antes ocupaba Julian.

—Escucha, sé que esto no me incumbe, pero consideralo un consejo de tu amigo varios años mayor que tú. No temas expresar tus sentimientos, no temas ser rechazado, porque es peor vivir en silencio, observando desde lejos y sufriendo sin que los demás lo sepan. Si lo quieres, debes decírselo. La gente no lee la mente, eso recuerdalo siempre. Mejor perder luego de haberlo intentado que preguntarse qué pudo pasar. Como los pases que no logras anotar y los goles inesperados, la vida es un campo de fútbol, aprende a armar tus jugadas, triangula y anota o al menos inténtalo, pero no te quedes el balón, porque entonces jamás sabrás si ese pase pudo resultar en gol.

Me siento algo tonto haciendo analogías con el fútbol, pero espero sirvan para que Lisandro me entienda. Su mirada sorprendida me hace saber que di en el clavo y que entiende a lo que me refiero, provocando que le sonría antes de que se levante y salga del autobús. Soy el último en salir, o eso creo, hasta que la voz de mi entrenador me hace pegar un brinco del susto.

—Eso fue muy bueno, Lionel. Serás un gran padre.

—Entrenador... no sabía que estaba aquí atrás.

—Da igual, me alegra saber que el compañerismo y unidad sale del campo de juego, eres un gran líder.

—Gracias.

—Ya era hora de que alguien animara a Lisandro a declararse a Julian, aunque me sorprendió que tú lo notaras, sueles ser bastante distraído.

—¿Usted lo sabía? —No puedo evitar que mi voz delate lo sorprendido que me siento.

—Creo que todos sabíamos de ese triángulo, pero nadie se atrevía a decir nada.

—Entonces... ¿No le molesta? Que un par de hombres se amen de esa forma.

—Los tiempos cambian, no puedo quedarme en el pasado si quiero seguir siendo una persona agradable, mi mente debe crecer al ritmo de las nuevas generaciones, tengo hijos y no quiero terminar distanciado de ellos o criarlos mal solo por tontos prejuicios de la sociedad. La felicidad de otros no es de mi incumbencia en tanto no me perjudique.

Me quedo sin palabras, incluso mi mente está en blanco con esta nueva información. Scaloni lo nota, sonriendo fugazmente antes de caminar hacia la salida del autobús, dejándome parado en medio del pasillo, procesando lo que acaba de pasar.

Me dirijo a mi habitación en silencio, procesando todo lo que pasó en las últimas cuarenta y ocho horas.

"Esto es demasiado para alguien tan viejo como yo."

"Por favor, estamos en nuestra mejor forma, no digas tonterías."

"O sea sí, pero esto ha sido demasiado."

"Bueno, sin duda hablaste como un viejo hace un rato, pero eso no quiere decir que no estemos en forma."

"Tenemos a nuestra pareja destinada..." El peso de ese hecho recién recae sobre mí, haciendo que el estómago me de un vuelco y mi lobo se quede callado también, procesando la situación.

"Ellos nos aceptaron..." La emoción de mi lobo es palpable, tanto que, de tener cola, estaría agitándola sin parar, igual que él.

Entramos a la habitación, en donde la cama me hace una silenciosa y tentadora invitación, pero el rugido de mi estómago me detiene de golpe, haciendo que tome el menú y el intercomunicador para pedir algo de cenar.

Luego de cenar, me visto con un simple short holgado, listo para dormir, enviando un mensaje rápido de buenas noches para Memo.


El entrenamiento de este día me ha dejado agotado, pero la idea de que mañana es domingo y podré descansar todo el día me alegra. Comienzo a planear la cita a la que invitaré a Memo.

Me siento nervioso y entusiasmado, he estado investigando sobre lugares para ir a pasear, no hay demasiados que me agraden, pero creo que tengo una buena idea.

Luego de ducharme rápidamente, tomo mi celular para iniciar una llamada con Guillermo, pero la voz de Julian me interrumpe, haciendo que me sorprenda mucho, ya que me había ignorado durante todo el día.

—Yo solo... quería disculparme por mi comportamiento del otro día, no debí reaccionar así, es solo que me dolió un poco.

—Está bien, no hay nada qué disculpar. —Le sonrío, sin saber qué más decir.

—¿Seguiremos siendo amigos?

—Claro que sí, en tanto no vuelva a pasar lo del autobús. —Las mejillas de Julian se tornan rojas, haciendo que desvíe su mirada al suelo, asintiendo una sola vez. —Bien. Ahora, si no te importa, estaba por hacer una llamada importante.

—Gracias, Lio... por ser sincero y enseñarme tantas cosas.

—Lo hago con gusto, hombre. —Julian me sonríe y luego regresa sobre sus pasos, dejándome solo en los vestidores de nuevo.

—¿Hola? —La voz de Guillermo me hace sonreír en automático.

—Hola ricitos de oro ¿Estás ocupado?

Para mi alfa, nunca. —Me muerdo la lengua intentando contener el grito de colegiala que amenaza con salir de mi garganta.

—Estuve haciendo algunos planes... quiero invitarte a salir mañana. Estoy libre todo el día, así que podemos vernos a las nueve de la mañana afuera de tu hotel, te llevaré a desayunar y el resto es sorpresa ¿Qué dices? —El silencio al otro lado de la línea me hace tener que comprobar que no se haya cortado la llamada, dándome cuenta que me ha puesto en espera. —¿Estás bien?

El grito detrás de mi oreja me hace alejarme el celular de golpe, cuando la voz de Hirving me responde, empiezo a entender la situación.

Tranquilo, él está aquí y te escucha, solo deja que se calme y termine de dar saltos de adolescente enamorado para que te pueda responder. —La llamada es puesta en espera de nuevo, dejándome sumido en un profundo silencio que aprovecho para reírme con ternura.

Me parece muy bien. Te veo acá a las nueve entonces. —Sonrío aún si él no puede verme.

—Soy bastante puntual, así que espero que estés listo a tiempo.

Si llegas tarde, haré que me cargues hasta mi habitación, mira que el elevador se descompuso y yo conseguí el cuarto hasta el último piso.

Hecho.

Bien, hasta mañana entonces.

Hasta mañana, guapo. Descansa.

Sueña conmigo, alfa. —Su risita traviesa es lo último que escucho antes de que cuelgue la llamada, dejándome con las palabras en la boca.

—Tenlo por seguro —Susurro a la pantalla iluminada de mi celular, con un sentimiento cálido en el pecho que me acompaña mientras me acurruco sobre la almohada a la que he puesto de funda la sudadera gris con el ahora algo atenuado aroma de Memo. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro