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15

—Sí, Lionel. Tócame... por favor —Un gruñido de satisfacción salió de mi garganta. Tomé a Guillermo con fuerza, pegándolo a mi cuerpo de golpe, pero con cuidado de no lastimarlo ni jalar demasiado las mangueras y cables pegados a su cuerpo.

—Ven acá cariño, te haré sentir mucho mejor. —Me coloqué sobre él, con una de mis piernas entre sus muslos, mirándolo atentamente; sus ojos cristalizados y expectantes me regresan la mirada y una sonrisa traviesa se dibuja en sus labios, haciéndome saber que, aunque yo esté arriba, no soy quien lleva el control de la situación.

"Y me llamas a mí mañoso." Pienso antes de atacar sus labios con urgencia.

Me hundo en su boca dejando de lado las formalidades y besos tímidos, pasando directamente a morder y succionar sus labios; sus suspiros me incitan a continuar, al igual que esas manos traviesas tomándome del cabello y acariciando mi nuca, mandando escalofríos por toda mi columna vertebral.

Mi lengua se pasea libremente por su boca, delineando con delicadeza el borde de sus labios, saboreando la dulce y cálida saliva de mi querido chico. Una de mis manos mantiene mi peso, mientras la otra toma con suma delicadeza su cintura; mi lobo gruñe al sentir la tela estorbar entre nuestras pieles, por lo que, con extrema lentitud, mis dedos rozan sus desnudas piernas, permitiéndome jugar con el borde de la bata que le queda apenas arriba de la rodilla, comenzando deslizarla suavemente por su cuerpo, aprovechando el recorrido para rozar su piel con la yema de mis dedos, provocarle escalofríos y pequeños suspiros.

Me quedo aturdido por aquellos hermosos sonidos, perdiéndome en el rostro relajado y hermoso de ese omega que sin darme cuenta, se ha alojado en mi mente y comienza a apoderarse de mi corazón. Sus ojos cerrados, la boca entreabierta y el cabello desordenado sobre la almohada me hacen incorporarme sobre mis rodillas, usando ambas manos para retirar aquella estorbosa prenda, dejándolo expuesto ante mí, en donde su plano abdomen me llama a besarlo, sus clavículas se marcan con cada suspiro y esas hermosas, largas y sensuales piernas se remueven debajo de mí, impacientes.

El bulto que se remarca debajo de su boxer es simplemente hermoso, con una pequeña mancha de humedad adornando la tela color gris que me hace agua la boca. Sonrío de lado, tocando con la punta de mi dedo aquella mancha, atento a sus expresiones de frustrado placer e impaciencia; Memo aspira aire de golpe, soltando un entrecortado gemido. Su respiración se ha vuelto pesada y las dulces feromonas del celo me hacen desearlo aún más.

—N-no me veas así... —Susurra con el rostro apuntando hacia otro lado y la mano sobre sus ojos, con las mejillas ardiendo en rojo y su boca entreabierta; más jadeos y suspiros salen de él cuando vuelvo a repetir la acción, pero esta vez, deslizo mi dedo sobre toda la superficie de su duro miembro, tomándome mi tiempo para delinear cada centímetro de él, desde la pequeña y sugerente mancha hasta la base.

—Lio... eso s-se siente b-bien... —Jadea, moviendo su cadera para hacer más presión contra mi toque.

—No, yo lo haré. —Retiro mi mano un momento para evitar tocarlo, haciéndolo sufrir un poco, acunando la firme erección en mi palma, ejerciendo un poco más de presión sobre ella para acariciarla firmemente. Me acerco peligrosamente a sus labios, en donde su agitado aliento me revuelve el cabello y la mía le provoca escalofríos al dar de lleno sobre su oreja; él gira la cabeza hacia mí en un intento de atrapar mis labios con los suyos, pero me retiro a tiempo para verlo arrugar la nariz con frustración y yo me río de forma silenciosa y traviesa; extasiado por poder llevarlo al límite del placer.

Dos de mis dedos se atoran en el resorte de su ropa interior, comenzando a deslizarla con extrema lentitud, ocupando el resto de mi mano para acariciar la tersa piel debajo de ella y provocarle escalofríos de anticipación, su cadera se eleva obediente cuando hago una ligera presión sobre ella, dejándome sacarle la ropa por las piernas. Frente a mí se levanta su lindo y largo miembro, con una brillante y sugerente gota de líquido asomando de la punta.

Me relamo los labios con emoción, anticipandome al dulce sabor que me espera en cuanto lo pruebe.

—Quítate la playera —Me ordena Guillermo con los ojos fijos en los míos, la vergüenza de antes ha desaparecido de sus ojos, pero mantiene su fuerte sonrojo en las mejillas, luciendo precioso. Obedezco rápidamente, dejando que me vea detenidamente, pero mi paciencia mengua cuando lo veo relamerse los labios y sus dedos me rozan el abdomen, mandando una corriente eléctrica por mi columna, que llega directo a mi miembro, haciéndolo punzar de excitación.

Vuelvo a atacar su boca con violentos y necesitados besos, sosteniendo sus manos a cada lado de su cabeza, temiendo que si vuelve a tocarme, no pueda contenerme más. Nuestros pechos desnudos y cálidos ahora pueden tocarse libremente, su corazón palpita firme y acelerado contra mímientras mi lengua invade su boca, saboreando la dulce saliva y peleando con la suya para poder someterlo a mí.

Un ronco gemido abandona mi garganta cuando sus labios atrapan a mi lengua con fuerza, succionándola y rozándola con morbosa lentitud.

Sus gemidos se ahogan en mi boca cuando nuestros miembros se rozan y su cuerpo serpentea debajo del mío, aprovechando para frotarse aún más contra mí. Más suspiros contenidos y gemidos acallados por mis besos me vuelan la cabeza, pero una nueva oleada de feromonas me hacen gruñir sobre su oreja, hundiendo mi nariz en su cuello cuando ladea la cabeza, dándome libre paso hasta ese delicado lugar sobre su clavícula.

Mis colmillos duelen por querer salir, pero los reprimo lo mejor que puedo, únicamente lamiendo y besando la suave piel.

Mío. —La voz de mi lobo se hace presente sin que pueda impedirlo, temo haberlo asustado al usar la voz de mando, pero un nuevo gemido acompañado de más feromonas me indican que no es así.

Mis labios atacan su cuello y clavículas, dejando un camino desordenado de pequeñas y rojizas marcas hasta su abdomen, en donde hundo la nariz y mi lengua hace acto de presencia, aspirando el aroma a miel y chocolate que desprende, deleitándome con el calor que emana y sintiéndome feliz por poder tocar aquella importante zona; dejando un húmedo camino alrededor de sus abdominales, delineando cada músculo, sintiendo a mi querido omega removerse gustoso bajo mi toque al saborear la delicada piel.

Al levantar la vista me topo con la mejor de las escenas que he visto,  Memo respira entrecortadamente hacia el techo, con la boca abierta y los ojos apretados. Hace rato que solté sus manos, pero estas no me han vuelto a tocar, se mantienen firmemente aferradas a las sábanas debajo de él, arrugandolas.

Sonrío de lado, intentando grabar la imagen en mi cerebro, continuando mi camino de húmedos besos y suaves mordidas por todo el abdomen, evitando a propósito tocar su miembro. Mi boca se hace agua al observarlo de cerca, deseando comprobar su sabor, pero con un esfuerzo descomunal, lo evito, sacándole un resoplido de frustración.

—N-no me tortures así... —Susurra suplicante, pero decido ignorarlo para poder hundirme en sus muslos, con mis manos abriendo el arco de sus piernas con suavidad, pero de manera firme, dándome la vista más hermosa que he tenido en toda mi vida; mientras tanto, mi boca deja suaves mordiscos por sus fuertes muslos, succionando cada vez con más fuerza conforme me acerco a su entrepierna. Mi lobo gruñe orgulloso al ver las marcas en la apiñonada piel. Mi aliento roza contra su miembro, haciéndolo arquear la espalda de forma hermosa y que un gemido mal disimulado se atore en su garganta.

—Y-ya... por... por favor. Alfa. —Gruño en respuesta por la palabra con la que me ha llamado, pero me contengo con mucha dificultad.

—Aún no. — Mi voz sale más grave de lo normal gracias a la excitación. "Será cuando yo diga." Pienso burlón.

Mi lengua se pasea por aquellas zonas que he dejado rojizas, mis manos aún sostienen sus muslos, evitando que cierre las piernas y sus manos se aferran a las sábanas. El cuerpo de mi omega me llama a tomarlo, el lubricante baja por montones hasta la cama, humedeciéndola, volviéndome loco; sus feromonas me vuelan la cabeza, mi cordura es casi inexistente, pero sé que debo tener cuidado de no perderla por completo. Sin embargo, mi lobo aúlla orgulloso.

Vuelvo a subir para quedar a la altura de sus ojos, su mirada cristalizada y suplicante me hacen gruñir de satisfacción y su sonrojo me obliga a besarlo de manera sucia y violenta, metiendo mi lengua entre sus labios, en donde él la atrapa y la succiona sin piedad, arrancándome un gemido de satisfacción. Mis labios son mordidos con una fuerza excitante cuando sus manos me rodean el cuello, pegándome a su cuerpo.

—Eres mío —Me susurra al oído, dejando una pequeña lamida sobre mi mandíbula. Su cadera roza contra la mía en un desesperado intento de auto-complacerse, pero mis manos retiran las suyas con firmeza, sin dejar de ser cuidadoso.

—Sí, pero hoy mando yo. —Le sonrío triunfante, bajando mis mordidas una vez más por todo su cuerpo, con sus manos firmemente sostenidas por mí, sometiéndolo y dejándolo a mi merced. Mis labios y lengua atacan sus pezones, lamiendo y succionando sin demasiada fuerza, haciendo a mis oídos deleitarse por los gemidos que Guillermo me regala. Sus suaves jadeos me advierten de lo excitado que está, con su inquieto cuerpo retorciéndose debajo del mío.

Bajo directo a sus muslos una vez más, remarcando aquellas rojizas marcas en la delicada piel.

—Lionel... porf... ¡Ah...! —Su frase se corta a la mitad cuando mi boca aprisiona el goteante y duro miembro, humedeciéndolo y succionando con fuerza. Mi saliva escurre por la comisura de mis labios, empapando su pene y mis papilas gustativas se llenan de su dulce sabor.

Comienzo con suaves y tortuosos movimientos, mi lengua saborea cada centímetro de su miembro cuando lo saco de mi boca para recorrerlo de la base hasta la punta, centímetro a centímetro, delineando cada pequeña parte de piel. Con una de mis manos tomo la base de manera firme, atrapando la rozada punta con mis labios y saboreando el dulce líquido preseminal que sale de ahí; jugueteo un poco con mi lengua, haciéndolo arquear su espalda e intentar embestirme la boca.

Sus gemidos me regresan a la realidad y él se retuerce debajo de mí, suplicando silenciosamente por más, acariciando mi cabello de manera firme y moviendo su cadera suavemente, haciendo que mis labios rocen su miembro junto a mi lengua. Una vez más, hundo su miembro en mi boca, hasta que la punta toca con la base de mi garganta, haciéndolo soltar un largo y sonoro gemido.

—Mierda sí... más... más... —Eso me da la única señal que necesitaba, haciéndome saber que lo hago bien. Mis movimientos se vuelven más firmes, subiendo y bajando la cabeza, aprisionando su delicioso miembro entre mi lengua y paladar, succionando la punta cuando casi lo tengo fuera y rodeándola con la lengua, arrancándole preciosos gemidos que me enloquecen.

—V-voy a terminar... Lionel... ya... ya no aguanto. —Mis manos abren el arco de sus piernas mucho más, permitiéndome tenerlo a mi merced. Mi boca y lengua no le dan tregua alguna, puedo sentir su miembro palpitar contra mi boca, avisándome del inminente y esperado orgasmo, haciéndome sonreír mentalmente y a mi lobo sentirse orgulloso de nuestro trabajo.

Una vez más, la punta de su pene choca con mi garganta y mi lengua lo presiona contra mi paladar, haciéndolo correrse de manera violenta. Su esencia me llena de a poco, en donde el antes sutil sabor a miel, ahora me inunda la boca.

La pesada y agitada respiración de Guillermo me llena de satisfacción. Lentamente saco su miembro de mi boca, cuidando no derramar una sola gota de su semen.

Una vez me he separado de él, trago el líquido con cuidado, observándolo cubrir su sonrojado rostro y mirar en otra dirección avergonzado y complacido a partes iguales.

—Eres un sucio. —Su voz me llega amortiguada por sus manos, pero entiendo lo que dice, haciéndome soltar una carcajada.

—Sí, pero así te gusto. —Le guiño un ojo cuando él se asoma tímido entre sus dedos, haciendo que se vuelva a sonrojar. Mi lobo aúlla complacido por hacer sonrojar a nuestro omega.

—Me encantas... —Susurra y yo me siento complacido. El fuerte aroma a chocolate y miel inundan la habitación, haciéndome sentir cómodo y relajado. Mi pene palpita rogando por atención, pero sé que no es el momento para pensar en mí, por lo que me recuesto al lado del sudoroso omega, abriendo mis brazos para que se acurruque en mi cuello.

Memo entiende al instante, hundiendo su nariz en mi cuello, restregandola de manera tierna y haciendo que su aliento me provoque placenteras cosquillas. Los recuerdos de las pocas ocasiones en las que hemos tenido este tipo de encuentros me llegan de pronto a la cabeza, en donde sus palabras sobre desear ser cortejado me provocan nervios.

—Oye... ¿Tienes sueño? —Le pregunto antes de empezar a hablar de un tema importante para ambos, asegurándome de tener toda su atención. Siento el movimiento negativo de su cabeza contra mi barbilla, haciéndome sonreír. —Hay algo que necesito hablar contigo, pero si tienes sueño, podemos dejarlo para después.

Él sale de su escondite, mirándome a los ojos con semblante pacífico, pero atento.

—Hablemos entonces. —Lo observo levantarse de la camilla, pero antes de que pueda preguntarle a dónde va, él se agacha para recoger mi sudadera del suelo. —Me robaré esto si no te importa. —Pasa la prenda por su cabeza y una boba sonrisa se forma en mis labios. Le queda algo corta de la cintura y las mangas, pero luce precioso y me hace querer chillar de ternura, evito mirar más abajo de su cintura, en donde sus desnuda y hermosa piel mantienen las marcas que hace poco dejé ahí.

Palmeo el lugar a mi lado, invitándolo a recostarse de nuevo y usarme de almohada, él acepta de inmediato, acurrucándose con gusto sobre mi pecho. Lo cubro con el brazo que queda debajo de él, dejando suaves caricias sobre su cabello.

—Si haces eso, me quedaré dormido. —Me advierte, haciendo que pare de golpe, sin embargo reanudo mis caricias, esta vez sobre la piel desnuda de su cuello.

—¿Recuerdas cuando te dije que quería ser tu alfa y que por consiguiente, tú fueras mi omega? —Esta vez el movimiento afirmativo de su cabeza hace que su cabello me de cosquillas. —¿Aún lo quieres?

Tarda unos segundos en contestar, haciendo que mi corazón de un vuelco cuando temo que me conteste con una negativa.

—Sí lo quiero... —Susurra con timidez, pero mi corazón comienza a latir como loco.

—¿Incluso si Raúl también te quiere de esa forma? —Siento su cuerpo tensarse debajo de mi brazo.

—¿Sabes de eso?

—Sí, él y yo... hemos tenido oportunidad de hablar, ninguno tiene intenciones de renunciar a ti, pero a fin de cuentas, tú eres quien decide y creeme que lo aceptaré, mi prioridad es tu felicidad, incluso si eso significa tener que verte con alguien más, pero si me dices que estás dispuesto a darme una oportunidad, entonces daré lo mejor de mí, haré que te enamores de mí y me elijas. —Guardo silencio, recuperando el aliento luego de hablar demasiado rápido y sin detenerme a tomar aire por los nervios.

—Y-yo... no sé qué decir. Él me ha acompañado por años, lo quiero mucho, aunque aún no sé si de esa manera, contigo es diferente, no hemos tenido tantos momentos íntimos, siquiera te conozco de verdad, pero me siento cómodo a tu lado, te he tomado cariño y me empiezo a preocupar por ti, incluso hacer esto se siente correcto. —Lo escucho atentamente. Mi corazón duele cuando habla de su amigo, pero se acelera gratamente cuando me confirma que mis emociones son correspondidas.

—Hablando de eso... Recuerdo que me dijiste que querías ir despacio y no lo he hecho de esa manera, así que lo...

—No te disculpes. —Me interrumpe. —Por favor no lo hagas, porque hasta ahora, no ha pasado nada que no haya querido, para mí ir lento es respecto a mis sentimientos y emociones, es hablar y saber que me tendrás paciencia porque hay veces que... ni yo sé cómo interpretar mis emociones.

Me siento confundido ante sus palabras, pero al parecer él lo nota, por lo que empieza a explicarlo incluso antes de que pueda preguntarle a qué se refiere.

Miro en dirección a la pared de enfrente, él sigue recostado en mi pecho y supongo que se siente más seguro si no me ve a los ojos, así que únicamente continúo con mis caricias sobre su cuerpo, haciéndole saber que lo escucho.

—Yo puedo relacionarme físicamente contigo sin mayor inconveniente, me gustas, punto, podemos hacer esto siempre y cuando ambos estemos de acuerdo. —Asiento aunque no pueda verme; pero aún me siento confundido, por lo que guardo silencio, escuchando atentamente sus siguientes palabras. —Sin embargo, a mis sentimientos y emociones les toma más tiempo desarrollarse... me cuesta más trabajo abrir mi corazón que las piernas, por decirlo de una forma más... simple.

—¿Tiene algo qué ver con que seas etéril? —Susurro, pero la tensión en sus hombros y el brusco movimiento que hace para separarse de mí me hacen saber que he dicho algo malo.

—¿Cómo mierda sabes eso? —Un aroma agrio me llega a la nariz, confirmando que se encuentra molesto.

—Raúl me habló de eso, no me contó demasiados detalles, solo... me dijo que no quería que un alfa egoísta te hiciera daño por no poder darle una familia —Respondo temeroso, esperando no regarla más y no meter en demasiados problemas a Raúl, no quisiera arruinar la relación de ellos dos, incluso si eso me conviene; por lo que me apresuro a seguir hablando mientras él retoma su posición sobre mí. —Pero debes saber que no me importa en lo absoluto, te quiero por quien eres, tienes razón, no nos conocemos casi nada, pero deseo conocerte y estar contigo.

El silencio se apodera del momento, haciendo que tema haberlo hecho enojar mucho más, sin embargo, siento una tibia lágrima caer sobre mi piel y sus hombros agitarse cuando un sollozo se escapa de sus labios.

—Él... él no tenía derecho alguno de hablarte sobre eso, sin embargo, lo hizo y creo que ahora debo aclarar todo, no por ti, sino por mí, porque si realmente quieres conocerme, entonces este es un punto importante. No pensaba hablarlo tan pronto, porque no es algo que me guste ir contando, pero bueno, lo haré porque es importante.

Guardo completo silencio durante todo el relato; mordiéndome la lengua cada vez que un insulto, dirigido al estúpido alfa protagonista, amenaza con salirme de las entrañas, afianzando el agarre entorno a los temblorosos hombros de Memo cada que no puede contener sus sollozos, en un mudo apoyo y agradeciendo mentalmente a toda la familia del mejor amigo de mi omega.

—Ahora conoces la verdadera razón de sus palabras. Soy un omega inservible, de milagro ahora tengo mi celo, pero eso no me asegura nada y entenderé si deseas alejarte de mí. —Guillermo hace ademán de alejarse de mi cuerpo, pero se lo impido aprisionándolo contra mí con ambos brazos, dejando que su cabeza se recargue sobre mi pecho y sus lágrimas me humedezcan la piel, incluso yo deseo ponerme a llorar ante la impotencia y el coraje de no haber estado presente para proteger a mi alma gemela, mi lobo gruñe al querer arrancarle la cabeza al otro alfa, incluso culpándose por no haber estado para el omega a pesar de que siquiera nos conocíamos en ese entonces.

—No hables de esa forma sobre ti. —Cuando por fin hablo, mi voz sale ligeramente más ruda de lo que pretendo. —No eres un omega incompleto, tampoco inservible, porque tu existencia no se resume a tu naturaleza ni a lo que ésta puede hacer o no. Eres Guillermo Ochoa, un ser humano maravilloso, talentoso y fuerte que se presentó como omega y la vida le quitó una posibilidad, pero no quien es. Esto no cambia nada de mis sentimientos hacia ti y cabe aclarar, que no dejas de gustarme. Te agradezco la confianza por hablarme de esto, admiro tu fuerza y sobre todo, ahora te pido que por favor, me dejes estar a tu lado para apoyarte y protegerte.

Los cristalizados ojos de Guillermo me miran, atentos a mis palabras, silenciosas lágrimas ruedan por sus mejillas, pero no veo más tristeza en su semblante; la sombra de una sonrisa asoma en sus hermosos y rojizos labios, provocando que lo tome suavemente de la barbilla para besarlo.

Él acepta el roce con gusto, cerrando los ojos incluso antes de que nuestros labios se toquen. Yo me quedo ahí un momento, apenas tocando su piel, sintiendo su entrecortada respiración acariciar mi rostro, permitiendo que sea él quien termine por acercarse, fundiéndonos en un lento y necesitado beso; en donde no existe el morbo ni segundas intenciones, solo nuestros sentimientos fluyendo, en donde intento transmitirle la seguridad de mis palabras, hacerle saber que son reales.

Para cuando nos separamos, una pequeña sonrisa adorna su bello rostro, provocando que yo le devuelva el gesto.

—¿Quieres dormir? —Le susurro mientras él vuelve a su posición de antes sobre mi pecho y yo lo abrazo de nuevo, cobijándolo con la sábana. Él asiente de forma casi imperceptible y yo me acomodo mejor para también conciliar el sueño luego de dejar un espontáneo besito sobre su cabeza.

Creo que han pasado al menos un par de horas desde que dije que quería dormir, pero el sueño no logra llegar a mi sistema, incluso luego de escuchar a Lio tararear una canción que se me hace conocida, pero no logro adivinar el nombre.

Mi mente se siente abrumada por todo lo que acaba de pasar, pero la profunda y lenta respiración del alfa debajo de mí me tranquilizan, con su corazón golpeando contra mi oreja a modo de una hermosa canción únicamente para mí.

Al rememorar sus palabras no puedo evitar que mis ojos ardan bajo la amenaza de volver a llorar; un nudo se forma en mi garganta, pero no me siento triste, sino conmovido por el apoyo que el alfa me ha dado en cada ocasión que un tema delicado se presenta entre nosotros. No tengo idea de qué tipo de crianza ha recibido, tampoco la sociedad bajo la que se ha desarrollado, pero sin duda es muy diferente a la de las personas que suelo conocer, me siento seguro, a gusto y conmovido, pero inseguro sobre mí y lo que podría pasar en un futuro.

"¿Podemos confiar en ellos?" Le pregunto a mi lobo con temor. Odiaría precipitarme, volver a salir herido y por consiguiente, volver a lastimar a mi lobo.

"Creo que podemos darles una oportunidad. No podemos confiar ciegamente, pero... él no es Saúl." Concuerdo con mi lobo, incluso si siento su incertidumbre.

"¿Y Raúl?" No puedo evitar pensar en él.

"Ni siquiera tengo que ayudarte con eso, lo queremos, sí, pero no sentimos esto por él. Ha cuidado de nosotros, como Hirving y Javier, pero... ni siquiera en estos años de convivencia ha despertado en nosotros lo que Lionel ha logrado en solo semanas y con escasos encuentros." No puedo refutar nada, mi lobo tiene razón y sé que solo hace eco de mis más ocultos pensamientos y sentimientos, ayudándome a esclarecerlos.

"Gracias. Gracias por seguir confiando en mí y por ayudarme a volvernos más fuertes."

"Recuerda que somos uno, tú mueres, yo muero, así que gracias también a ti por ser un humano fuerte desde el principio."

Mi mente se queda en blanco, las palabras sobran ante las emociones que nos unen a mi lobo y a mí, en donde ya no hay más desacuerdos y nuestros instintos y espíritus, animal y humano, se sienten más conectados que nunca.

La respiración acompasada de Lio me arrulla poco a poco, haciendo que mis ojos se cierren lentamente, con su corazón tocando mi propia canción de cuna.

La mañana llega más rápido de lo que desearía, la luz de una soleada mañana entra por la ventana. Me acomodo de espaldas a la molesta iluminación, pero mis ojos se abren de golpe y el sueño me abandona al encontrar el otro lado de la cama vacío. Al estirar la mano me doy cuenta que el lugar en el que esperaba encontrar al alfa está frío, indicándome que lleva mucho tiempo fuera de aquí.

Las imágenes de lo que pasó durante la noche me llegan a la cabeza de golpe, haciéndome dudar en si fue solo una alucinación producto del celo o realmente sucedió. Una discreta olisqueada a la habitación y un rápido vistazo a mi cuerpo me confirman que no ha sido un sueño; aún llevo puesta su sudadera color gris, igual al pants que él traía puesto, el aroma a café y almendras me hacen saber que es de él, mis muslos tienen las marcas de sus mordidas, aunque ya tengo la ropa interior puesta y no encuentro rastro alguno de su saliva en mi cuerpo, lo que me hace sonrojarme al imaginarlo limpiando mi cuerpo mientras dormía para luego vestirme.

La puerta se abre de golpe, haciendo que me emocione, pero antes de poder saludar a quien creo que ha entrado, un pequeño gruñido de disgusto se abre paso por mi garganta cuando el aroma a cerezas y chocolate dulce inundan la habitación.

—Buenos días señor Ochoa ¿Pasó una buena noche? —Algo en su tono de voz me hace sentir molesto, pero no logro averiguar qué es.

—Sí, muy buena, gracias ¿Vendrá el doctor Mendoza hoy?

—Así es, me pidió que le avisara que los resultados están listos y vendrá a las diez para analizarlos con usted; también he venido a administrarle más suspensores, pero... no creo que los necesite ¿O sí? —Una risita extrañamente aguda sale de sus labios, haciendo que la mire de arriba abajo con una mueca poco agradable en mi rostro.

—¿Disculpe? —No puedo evitar sonar molesto.

—Oh, es solo que pensé que al haberse quedado con el señor Messi y a juzgar por el aroma en la habitación, supuse que no los necesitaría más. —Un resoplido molesto sale de mi nariz y su descarado comentario me hace rodar los ojos.

—¿Pensó? No me diga. ¿Usted supuso? Ya veo... —Tomo aire de forma lenta, intentando tranquilizar el creciente enojo en mi pecho. —Permítame dejarle algo en claro, mi vida personal no es de su maldita incumbencia y no tiene ningún derecho a suponer cosas sobre ella, confío en el doctor Mendoza porque me ha demostrado ser alguien profesional, pero usted se está tomando demasiadas libertades conmigo y déjeme decirle que no me gusta.

—Pe-perdóneme por favor, señor Ochoa, no era mi intención, creí que podría bromear un poco con usted, después de todo, somos de la misma edad, un par de mexicanos en un país extraño y al ser su enfermera, lo veo bastante seguido. —Su semblante arrepentido me provoca una pequeña punzada de culpa, pero no la suficiente para desear retractarme de mis palabras.

—Bien, pues sacar conjeturas no es la mejor forma de hacer amigos, enfermera.

—Puede decirme Daniela. —Una sonrisa amable se dibuja en sus gruesos labios, haciendo que mi molestia disminuya un poco.

—De acuerdo, enfermera Daniela. Por favor dígale al doctor Mendoza que lo esperaré con ansias y respecto a los suspensores, tiene razón, no los quiero, me siento mucho mejor, gracias. —La enfermera me retira la intravenosa de la mano para luego sonreír ampliamente y despedirse con un agudo "hasta pronto", saliendo de la habitación con calma.

Un suspiro exasperado sale de mí sin que me lo proponga. Los dolores en mi vientre se han ido, igual que el calor del celo, dejando únicamente las emociones a flor de piel, haciéndome sentir voluble. Me levanto de la cama con cuidado, caminando hacia el baño para tomar un baño rápido y poder pedir el desayuno antes de que el doctor me traiga los resultados.

—¿Por qué no se despidió de mí? —Susurro mientras siento el agua caliente bajarme por la espalda. Las ganas de llorar me abruman y me hacen sentir incómodo. —Ahj, odio mi celo, odio sentirme tan sensible, odio estar llorando por alguien de nuevo... ¿Por qué?!

Grito lo último, golpeando la baldosa frente a mí con la palma de mis manos, sin demasiada fuerza, solo para descargar mi frustración, pero provocando que resuene en el lugar a causa del agua.

—¿Estás bien? —La voz de Lio me llega preocupada desde la entrada del baño y antes de que pueda reaccionar, ya lo tengo abriendo el cancel de cristal que separa la regadera del W.C.

—Lio... —Susurro cuando sus ojos se encuentran con los míos. Camino hasta él, abalanzándome a su cuello para estrecharlo entre mis brazos, olvidando por completo que me encuentro desnudo y enjabonado, mojando su ropa.

—Hey... ¿Estás herido? ¿Por qué lloras? —Me pregunta abrazándome, dando palmaditas en mi espalda a modo de consuelo.

—Lo siento... y.yo creí que te habías ido. —Me separo de su cuerpo poco a poco sin apartar las manos de su cuello. Me siento avergonzado de estar llorando, pero le respondo con la verdad, pues ya no temo ser juzgado o que se burle de mí.

—¿Sin un beso de despedida? No podría, cariño. —Su brillante sonrisa me hace sentirme cálido y patético por haber dudado de él. —Apresurate y termina de bañarte, tu desayuno se va a enfriar.

Le sonrío en grande, metiéndome debajo de la regadera para enjuagar mi cuerpo y cabello con prisa, enrollando una toalla en mi cintura y saliendo de ahí lo más pronto que puedo, importándome casi nada el caminito de agua que mi cabello mojado deja tras de mí.

—Oye, vas a resfriarte si haces eso, ven acá. —Me regaña Lio en cuanto me ve, haciéndome rodar los ojos.

—Eso es un mito y no soy un niño. Estaré bien. Aunque... ¿De casualidad no tendrás una muda de ropa interior? No sé a qué hora llegará Hirving. Pero el doctor viene a las diez y yo no tengo ropa para ponerme.

—Hablé con Hirving hace un rato mientras pedía el desayuno. —Frunzo el ceño, confundido.

—¿Tiene tu número? —Le pregunto con un deje de celos en mi voz.

—Me dijo que lo sacó de tu celular. —Asiento, regañándome por haber sentido celos de mi amigo. —Él dice que vendrán a medio día y yo hablé con mi entrenador, le dije que estaría allá a las dos de la tarde, así que todo está arreglado. Por otra parte, sí tengo ropa, me tomé la libertad de comprarte un conjunto deportivo, para que estuvieras más cómodo. —Me tiende una bolsa de papel con un pants y sudadera azúl marino y unos boxers a juego. También hay calcetines y un par de tenis blancos.

—Wow, esto... te lo pagaré. —Él hace un ademán, restándole importancia. —¿Cómo supiste mi talla?

—Solo adiviné. A juzgar por cómo te quedó mi sudadera, supuse que serías un par de tallas más grande que yo. —Saco la ropa en silencio, acomodándola en la cama para quitarle las etiquetas y poder vestirme bajo la atenta mirada del alfa, haciéndome sonrojar y al mismo tiempo convirtiéndome en un seductor desinhibido, producto del celo.

Siento mi cuerpo relajarse y un cómodo calor instalarse en mi abdomen y pecho, me demoro más de lo normal en sacarme la toalla de la cintura, usando solo una pequeña parte para secar con extrema lentitud las gotas de agua que me resbalan por el cuerpo. Aún de espaldas puedo sentir la mirada de Lionel recorrerme desde la cabeza hasta los pies y un rápido vistazo por encima de mi hombro me ayudan a saber que se muerde el labio al mismo tiempo que su mirada se clava sobre mi trasero, bajando lentamente por mis piernas.

—¿Te gusta lo que ves? —Susurro sin darme la vuelta, secando las ya inexistentes gotas de mi abdomen, sin embargo, un jadeo de sorpresa se escapa de mis labios cuando Lio me toma por la cintura con fuerza, pegándome a su cuerpo y aprisionandome entre él y la camilla.

—Me fascina. —Su aliento me golpea la espalda mientras sus manos me acarician el abdomen con lentitud, haciendo que me estremezca y me recargue aún más sobre él. —Pero he de decir que te faltó secarte un poco por acá...

Sus hábiles dedos se deslizan por detrás de mi pierna, subiendo lentamente hasta mi trasero, en donde acuna mi nalga derecha y la estruja con sutileza, su otra mano me sostiene aún por la cintura, obligándome a permanecer pegado a él. La calidez de su piel contrasta con la mía, que se encuentra fresca y húmeda por el reciente baño, incluso si comienzo a calentarme por sus roces.

—Listo, es solo que ahí quedaban unas cuantas gotas de agua. —Me suelta lentamente, alejándose de mi cuerpo con una sonrisa traviesa en los labios.

Recargo mis manos en el colchón de la camilla mientras intento recuperar el aliento y normalizar mi ya pesada respiración, intentando alejar de mi mente los sucios pensamientos que comienzan a hacer que mi miembro despierte entre mis piernas.

—Eres demasiado cruel —Mascullo sin sonar molesto, porque aún si deseo continuar con eso, la posición del sol a través de la ventana me dice que no debe faltar mucho para que el doctor entre con mis resultados en mano.

Termino de ponerme la ropa rápidamente, dejando de lado el juego seductor que me provocó una erección que no pude atender.

—Bien, desayunemos. —Lio se sienta a mi lado en la cama, en donde ambos comemos de los waffles, el omelette, pan tostado y café que ha traído. —Te traje una sorpresa. —De otra bolsita que no había visto antes, el alfa saca un trastecito redondo, destapándolo para dejarme ver un delicioso pastel de fresas.

La boca se me hace agua en ese instante y una enorme sonrisa se dibuja en mi rostro. —¿Cómo supiste que me gustaban las fresas?! —No puedo evitar sonar emocionado. —Es mi fruta favorita.

—Ayer pediste fresas y con solo verte comerlas supe que te encantaban, así que cuando vi esto en la cafetería, ni siquiera tuve que pensarlo. Espero que te guste.

El calor en mis mejillas me hace saber que me he sonrojado, pero no me avergüenza; por lo que con emoción, tomo la cucharita que Lio me ofrece para poder dar el primer bocado de aquél precioso pastel, casi gimiendo de placer cuando el sabor ácido y dulce de aquella fruta me llenan la boca, combinado con la crema, el pan y la vainilla en perfecta armonía.

—¿Quiefes? —Le ofrezco la cuchara con un bocado, haciéndolo reír por haber hablado con la boca llena. Él asiente, abriendo la boca para que yo pueda meter el pedazo de pastel en ella.

—Vaya, es muy rico. —Asiento enérgicamente, llevando otro trozo para mí. Miro receloso el platito; ya solo queda lo de una cucharada, pero se la ofrezco sin pensarlo mucho, emocionándome cuando él la rechaza amablemente para dejar que sea yo quien la coma.

—Muchas gracias por el desayuno, ha sido delicioso.

—Yo solo lo pagué, hay que decirle a quien lo haya cocinado, que está contratado para hacer el banquete de nuestra boda. —Ambos nos quedamos serios de golpe. El rostro del alfa frente a mí enrojece violentamente cuando nota lo que ha dicho y yo muero de ternura al verlo ponerse tímido.

"Nuestra boda... no suena mal." Me emociono con solo pensarlo, intentando no sonrojarme también.

—De cualquier forma, gracias por comprar esto para mí. —Con la emoción digna de una colegiala, deposito un rápido beso en su mejilla, demasiado cerca de sus labios; levantándome con prisa de la camilla para recoger la basura y distraerme tirándola en el bote.

—Guillermo... —Me susurra con timidez y yo lo volteo a ver. Su mirada está clavada en su regazo, donde sus manos juegan nerviosamente con las cintillas de su pants.

—¿Sí? —Me acerco a él, haciendo que levante la mirada con lentitud. Sus ojos me observan atentamente, sus mejillas no han perdido el tono rojizo, pero su intensa mirada hacen que también me sonroje.

—Sé que no es el mejor lugar, pero siento que mi corazón va a explotar si no lo digo ya... —Toma una profunda respiración, como tratando de sacar valentía del aire. Mi corazón se acelera ante la expectativa. —Y-yo... tú eres... ah... te quiero mucho...

Frunzo el ceño con algo de desilusión, pero igual mi corazón se derrite de ternura.

"A la mierda..." Pienso, acercándome hasta él para pararme a solo centímetros de su cuerpo.

—También yo y la verdad es... que no quiero esperar más, así que seré yo quien lo haga porque la espera me mata. Lionel ¿Te gustaría empezar a salir formalmente conmigo?

Una enorme sonrisa ilumina el rostro del alfa al mismo tiempo que el sonrojo vuelve a sus mejillas, él asiente en silencio, mirándome desde abajo con sus dedos aún enredados en las cintas del pants. Dejo ir un largo suspiro con el aire que había estado conteniendo por los nervios y mis manos lo toman de las incandescentes mejillas para plantarle un enorme y fuerte beso en los abultados labios a causa de la presión que ejerzo en ellos; él me pega a su cuerpo con un ajustado abrazo sobre mi cintura, abriendo las piernas para que podamos estar mucho más cerca.

Nuestros labios se mueven lento, diciendo todo sin emitir una sola palabra; mi lengua, al principio tímida, saborea sus labios con cuidado, sintiendo el delicioso sabor de la almendra que es su saliva.

Luego de un rato nos separamos, con la respiración agitada y los nervios a flor de piel, pero una enorme sonrisa que me hace saber que ambos nos sentimos felices.

Me alejo lentamente de su cuerpo, sonriendo tontamente aún cuando la puerta se abre y el doctor Mendoza, seguido por la enfermera Daniela entran.

—Buenos días, señores. —El doctor nos sonríe y nosotros correspondemos el saludo y el gesto. —No retrasemos más esto, Guillermo ¿Haces los honores? —Me tiende un sobre en donde mis resultados del análisis de sangre aguardan para ser leídos. Miro a Lio de reojo, sintiéndome nervioso. Mi lobo se encuentra con la ansiedad a tope, haciendo que de vueltas de forma nerviosa en mi interior. La habitación se inunda con mis feromonas de preocupación y aunque deseo tomar la mano de Lio, me contengo lo mejor que puedo, solo acercándome a él para que el aroma a almendras y café me lleguen con fuerza hasta la nariz.

—Señor Lionel, le pediré que se retire porque esto es un asunto muy pers...

—No, está bien, puede quedarse. —Interrumpo al doctor, quien asiente una sola vez, esperando con paciencia a que yo abra aquél sobre. Mis manos tiemblan cuando rasgo el papel, pero un sutil toque de la pierna de Lionel sobre la mía me hacen saber que está apoyándome.

Acelero mis movimientos, sacando con prisa esos papeles que, aunque lo intente, los nervios no me permiten entender nada de lo que hay escrito. Se los paso al doctor para que sea él quien revele la verdad.

La tensión crece en la habitación a medida que sus ojos recorren las hojas y su ceño se frunce cada vez más. Su mirada seria me hiela la sangre cuando por fin termina de revisar los papeles.

—Guillermo... ¿Seguro que no quieres sentarte? —Me dan ganas de gruñirle por seguir retrasando la noticia, pero me contengo y solo niego con tranquilidad.

—Por favor, me va a dar un paro cardíaco, solo dígame los resultados. —Él me sonríe y siento que juega con mis emociones al notarlo divertido.

—De acuerdo... ¿Listo? —Asiento, comenzando a morderme las uñas como hacía años no lo hacía.

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