13
"Y ahora, para finalizar con broche de oro, en exclusiva la hermosa Fernanda Gómez nos hablará de su relación con el famoso boxeador Saúl Canelo Álvarez."
Me tenso en mi lugar al mismo tiempo que mi amigo y su madre, sin soltarme, voltean hacia el televisor al mismo tiempo.
"¿Escuché bien? No puede ser real. Debe haber una equivocación." Pienso de manera veloz, sintiendo mi corazón dar un vuelco y a mi lobo ponerse alerta ante la mención del alfa que decía querernos solo a nosotros.
"¡Hola! Buenos días a todos." La voz de la mujer me llega aguda y clara hasta los oídos, taladrando mi cerebro.
"Cuéntanos Fer ¿Cómo lo conociste?"
"Oh, fue algo bastante gracioso, nuestros padres son grandes amigos desde jóvenes y siempre decían que el día que tuvieran hijos, esperaban que se hicieran pareja. Yo siempre me rehusé a conocerlo, ni siquiera conocía al gran amigo de mi padre, por lo que cuando me hablaban de Saúl, yo simplemente los ignoraba, pero hace unos meses asistí a un evento en la ciudad de México, ustedes saben que soy de Guadalajara, en ese evento yo mostraría mi primera línea de ropa, creada para los alfas más famosos del momento, entre ellos estaba Saúl y bueno... podría decir que fue amor a primera vista. Aunque quizá fue porque la ropa que usó fue hecha por mí y se veía espectacular. Empezamos a salir y al mes me presentó a su padre, él no me reconoció, pero luego yo presenté a mis padres con Saúl y mi padre sí que supo quién era."
"¿Dirías que fue el destino el que los unió?"
"No soy muy creyente de las parejas destinadas, pero sin duda puedo decir que el universo quería que nos conocieramos."
Escucho risas provenientes de la pantalla, la presentadora y la mujer a la que entrevistan sigue hablando, pero yo ya no las escucho más.
Gruesas lágrimas ruedan por mis mejillas al escuchar a esa mujer hablar tan bien de "Mi alfa".
"¡Entonces llevan casi dos meses de conocerse!" Eso sí que llama mi atención. ¿Casi dos meses? Eso quiere decir que comenzaron a salir poco después de que él y yo hiciéramos el... no, no hicimos el amor, tuvimos sexo y ya, pero claro, yo estaba en celo y cualquier cosa que Saúl hiciera, la veía como un acto de amor. Qué iluso.
Me giro en mi lugar cuando el agarre de mi mejor amigo y su madre se aflojan, puedo oler su molestia, ambos miran la pantalla con el ceño fruncido y los puños apretados.
La omega en la pantalla sonríe ampliamente, mirando directo a la presentadora. "Así es, casi dos maravillosos meses en los que han pasado tantas cosas... ¿Les gustaría que lo llamara?"
Un murmullo afirmativo se extiende por toda la sala, la sonrisa de aquella mujer se amplía mucho más y la sonrisa de la presentadora casi le desfigura la cara. El brillo de sus ojos aumenta cuando el chisme se vuelve mucho más jugoso.
"¡Por supuesto que sí, adelante!" Fernanda saca su teléfono para iniciar la llamada, la cual es contestada casi al instante y la ronca voz de aquél hombre al que amé durante un par de años me llega fuerte y clara a través de la pantalla.
"Hola, hermosa." Un "aw" uniforme se extiende por todos los rincones de la sala en donde se encuentran las chicas, Fernanda se sonroja y habla de prisa.
"Saúl, mi vida, estás en altavoz. Estoy en el programa al que te dije que me invitaron y quise llamarte para que tú mismo les digas sobre lo nuestro."
"Oh, gracias por avisarme antes de decir alguna incoherencia. Buenos días a todos. Como saben, mi nombre es Saúl Álvarez, mejor conocido como Canelo, boxeador profesional y el alfa más tontamente enamorado de la hermosa chica a la cual, tienen el privilegio de ver ustedes mismos."
Aplausos, silbidos, agudos chillidos y grititos se extienden por el lugar, incluso la presentadora del programa aplaude emocionada ante la confesión de Saúl.
"Te amo mi amor." Dice Fernanda e incluso a través de la pantalla puedo ver que está emocionada, sonrojada y sin duda, muy enamorada, ni siquiera puedo sentirme molesto con ella, pero la poca esperanza y cordura que me mantenían con los pies sobre la tierra se esfuman en solo milésimas de segundo cuando Saúl le responde.
"También te amo, mi vida. Nos vemos para cenar." La llamada se cuelga, la alfa y el omega a mi lado sueltan un bufido de enfado y apagan la televisión.
Sé que gritan, puedo verlos hacerlo contra el aparato electrónico, pero sus voces no me llegan bien hasta los oídos, son como algo lejano, casi como si yo estuviera debajo del agua.
Tampoco tengo idea de en qué momento me levanté de la mesa y empecé a caminar hacia el baño, pero me detienen el golpe en mis rodillas y un agudo dolor en el pecho. Mi lobo aúlla adolorido, siento mis entrañas desgarrarse de manera irremediable, a mi omega hacerse pequeño en un rincón de mi mente, mi corazón late de forma lenta y sumamente dolorosa.
Un par de manos me toman el rostro, pero mis ojos ya no enfocan adecuadamente, mi vista está completamente nublada por las lágrimas y el dolor de mi corazón rompiéndose en mil pedazos. Ni siquiera el rechazo de mis padres dolió tanto, porque sabía que algo como eso podía pasar, pero nada me preparó para esto.
"Él decía que nos quería, pero jamás nos dijo que nos amaba." Pienso mientras mis manos se aferran a mi sudadera, intentando arrancarla de mi cuerpo como si con eso pudiera también deshacerme del dolor que crece en mi interior.
Ahora mi lobo y yo estamos igual, ambos hechos un ovillo en un rincón, él aúlla adolorido y yo, sin darme cuenta, grito y lloro estruendosamente, con las manos sobre la cabeza, tirando de mis cabellos de manera desesperada.
Mi nombre me llega de manera lejana desde la boca de las únicas personas que se han preocupado por mí en los últimos años, intentan consolarme, traerme de vuelta a la realidad y distraerme, pero ya no estoy más aquí. El dolor en mi corazón aumenta a cada segundo, con el latente rechazo de aquél a quien quise entregarle mi vida, en aumento.
Poco después, el dolor emocional se transforma en algo físico cuando mi lobo rechaza el fruto de aquél inexistente amor que crece en mi interior. Mi abdomen bajo se contrae en dolorosos espasmos, mis feromonas que denotan miedo me aturden incluso a mí y lo último que veo antes de desmayarme es a Javier llorando junto a mí, abrazando mi cuerpo y articulando la palabra "resiste".
Todo está negro, pero el dolor me hace saber que sigo vivo. No sé cuánto tiempo ha pasado, tampoco en dónde estoy. Mi lobo... no siento a mi lobo del todo, pero tampoco me siento vacío, por lo que sé que está ahí, adolorido y deprimido igual o peor que yo, pero vivo.
Me pesa el cuerpo, hace frío, pero un suave y tibio toque sobre mi frente y rizos me hacen suspirar.
—¿Él estará bien? —La conocida y suave voz de una mujer me llega hasta los oídos. Suena, lejana, amortiguada y preocupada.
—Eso espero. No es muy común tener omegas hombres por acá. —Una voz masculina que no reconozco le responde.
—¿Me estás diciendo que ni siquiera sabes si esta persona va a despertar? Eso es una tontería. Su naturaleza omega de sexo masculino no creo que tenga nada qué ver con que puedas decirme si va a despertar o no. —Ahora la mujer suena enfadada. "¿Por qué?" Pienso.
—Señora Balcázar, entienda, él acaba de sufrí un aborto, eso ya es traumatico por sí solo, su lobo, de estar vivo, estará débil. Para una omega mujer esta situación es mortal, no hay suficiente información respecto a los omegas hombres como para que pueda asegurarle que su... hijo estará bien. —"Balcázar... la madre de Javier. ¿En dónde estoy? ¿Por qué me siento adolorido? ¿Aborto?" Las preguntas se aglomeran en mi nublada mente mientras intento mover mi cuerpo, pero siento como si uno solo de mis dedos pesara como el plomo, agotandome incluso antes de poder moverlo.
El sonido de un monitor cardíaco enloqueciendo me llega hasta los oídos al mismo tiempo que las manos tibias vuelven a mi cuerpo.
—Memo, mi niño. Si me escuchas, por favor manten la calma, estoy aquí contigo y no me iré. Toma tu tiempo para recuperarte, charla con tu lobo, pero por favor, vuelve sano y salvo. —Poco a poco, mi cuerpo se relaja y el sonido de aquél aparato deja de ser caótico.
—Él... él me escuchó ¿No es así? —La voz de la mujer a la que me atrevo a llamar madre suena esperanzada, haciéndome sentir cálido y seguro.
"Hey lobito... estaremos bien ¿Verdad?" Le hablo a mi omega, recibiendo un suave gimoteo en respuesta. "Vamos, ven acá. Hace mucho que no hablamos de frente."
La escena frente a mis ojos es extraña hasta para mí, es como estar en un limbo, no hay arriba, abajo ni tampoco paredes o viento, solo un espacio en negro en donde no estoy seguro de si hay luz, mis ojos están cerrados o solo no hay nada qué ver.
De la nada, mi lobo aparece frente a mí, luce decaído, débil y deprimido. "Vaya... ¿Así nos vemos?" Me pregunto sin comunicárselo a mi lobo.
Hacía muchos años que no lo veía de cuerpo completo, la primera y única vez que sucedió fue a mis dieciocho años, cuando me presenté como un omega. En ese tiempo era un lobezno con el tamaño de un perro mediano, su pelaje entre castaño y gris lucía algo corto, con los rizos apenas asomando; en esta ocasión, incluso con el mal estado en el que nos encontramos, el pelaje se ve más largo, los rizos se ciñen al delgado cuerpo. Las orejas de mi lobo apuntan hacia atrás, su hocico hacia el suelo y la cola la tiene entre las patas, sin duda está muy triste.
—Hola... tanto tiempo —Susurro poniéndome en cuclillas y extendiendo mi mano hacia enfrente para poder tocar a mi lobo, que se acerca hasta mi mano, apoyando su cabeza contra mí palma, aceptando la caricia.
Es extraño tocarlo luego de todo este tiempo, porque no se siente como acariciar a un animal real, tampoco como si me masajeara la cabeza a mí mismo, simplemente es algo a lo que no podría acostumbrarme aunque lo hiciera con regularidad.
—"¿Qué haremos ahora" —Su voz resuena en todo el lugar, asustándome de momento por no estar preparado para eso.
—No lo sé... tampoco me siento bien, pero de alguna manera, me alegra ya no tener que lidiar con todo esto.
—"¿A qué te refieres?" —Le sonrío cuando al fin me mira. Sus lobunos ojos color miel se conectan con los míos, mi rostro se refleja en su mirada.
—Debo admitir y de paso pedirte disculpas, porque como humano no te cuidé lo suficiente. Decidí que nos quedáramos en un lugar en el que sufriamos, te hice desear una marca de alguien a quien no le perteneciamos de esa forma y también engendrar vida dentro de nosotros. Si decidimos y se nos permite volver, te prometo que trabajaremos con mucha más armonía tú y yo. Seremos fuertes, ya no dejaremos que nadie, alfa, omega, beta, familia o no pasen sobre nosotros.
Mi lobo me mira mientras se sienta sobre sus patas traseras. Nuestro lazo humano-lobo se siente cálido y reconfortante, haciéndome saber que estamos conectando de manera correcta.
—"¿Y cómo haremos eso?"
—No tengo idea ¿Qué te parece si empezamos por alejarnos de todo aquello que nos hace daño? No volveré a acercarme a ese alfa, tampoco a nuestros progenitores. Viviremos de lo que nos gusta y con quien vale la pena, tenemos personas que se preocupan por nosotros de verdad.
—"¿Javier y sus padres?"
—Exacto.
—"¿Y nuestro cachorro?" —Mi mirada se entristece y nuestro lazo se tensa de pronto, haciendo que mi lobo lo entienda de golpe. —"Ya veo... supongo que así está mejor ¿No?"
Asiento de manera lenta, dedicándole una mirada nostálgica al lobo frente a mí. Una lágrima escapa de mis ojos, siendo rápidamente limpiada por la cabeza de mi lobito en un intento de consolarme. Sonrío ampliamente ante ese gesto y sin intenciones de contenerme, lo abrazo por el cuello, hundiendo mi rostro en su suave y rizado pelaje.
Nos quedamos en esa posición un rato, puedo sentir cómo nuestra conexión de emociones y sentimientos se fortalece hasta que nos separamos y casi puedo jurar que un poco de brillo ha vuelto a sus ojos.
—No estamos solos, jamás lo hemos estado. Sigamos adelante, no importa si no hay algún alfa que nos quiera, no lo necesitamos.
Mi lobo saca la lengua y me llena la cara de saliva en un infantil y baboso beso que me hace reír.
—Entonces ¿Volvemos? —Lo veo asentir de manera decida, por lo que acaricio detrás de sus orejas una última vez antes de concentrarme para poder volver a sentir mi cuerpo y dejar de ver a mi lobo frente a mí.
El dolor emocional ha menguado lo suficiente como para decir que casi desapareció, siendo mi cuerpo lo único pesado, pero ahora mis músculos los siento más presentes, intento mover un dedo a la vez y mi corazón da un vuelco cuando lo logro. Así, poco a poco puedo empezar a moverme, desagarrotando cada pequeña parte de mi cuerpo.
Cuando al fin logro abrir los ojos, lo primero que veo es el techo del hospital; a mi izquierda el monitor cardiaco y el gancho que sostiene el saco de mi intravenosa; de mi lado derecho, el cabello de un chico con olor a limonada y azúcar me llegan de golpe, junto al aroma a preocupación.
El reloj digital sobre su muñeca me indica que son las tres am.
—Oh Javier... ¿Cuánto llevas aquí? —Susurro acariciando su cabello con cuidado, en parte para no despertarlo y en parte para no jalar demasiado las mangueras y cables conectadas a mi cuerpo.
Javier se remueve un poco en su lugar, pero no despierta. Me acomodo lentamente en la cama, dispuesto a dormir hasta la mañana siguiente, pero me detengo para echar sobre sus hombros parte de la sábana que me cubre el cuerpo y así compartir calor debajo de esa horrible y fría tela.
Los movimientos a mi alrededor me despiertan de golpe, haciéndome pegar un brinquito en mi lugar cuando la enfermera me toma el pulso y la temperatura, asustándola también a ella.
—¡Oh por dios! ¿En qué momento despertó, señor Guillermo? —Me dice con una mano sobre su pecho.
—¡Lo siento! Uhm... eran las tres de la mañana ¿Qué hora es? —Miro a mi alrededor, percatándome que Javier ya no duerme sobre la cama conmigo. —¿A dónde fue Javier?
—Son las seis de la mañana, en un momento traerán los desayunos ¿Habla de su hermano? Me parece que fue al baño. Yo solo estaba haciendo mi última ronda antes del cambio de turno, pero en vista que ya despertó, llamaré al doctor.
—¿En dónde estoy? ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? Perdí a mi cachorro ¿Verdad? La señora... mi madre ¿Está aquí? —Las preguntas me salen a prisa y con algunas palabras enredadas por lo rápido que las hago.
—Debería esperar al doctor, señor Guillermo, sin embargo, puedo responderle que lleva un par de días dormido, anteriormente estaba en la UCIN, pero su estado físico ha mejorado considerablemente, por lo que, tras la autorización de su seguro médico y del doctor, ahora se encuentra en una habitación privada. Su madre también estaba aquí, pero decidió irse a casa para arreglar algunas cosas. Manténgase tranquilo, pronto obtendrá más respuestas. Por ahora siga descansando en lo que su desayuno viene.
—Gracias, enfermera...
—Cierto, no me he presentado con usted, mi nombre es Celia. —Una reconfortante sonrisa es dirigida hacia mí y el delicioso aroma del mar y coco tostado me llenan las fosas nasales. "Es una alfa..." Pienso, pero no me siento en peligro, si no al contrario, su presencia me tranquiliza.
—Muchas gracias, enfermera Celia. —Le sonrío de vuelta y la veo salir de mi habitación, pero el sonido de otra puerta abriéndose me distrae por completo.
—¿Pancho? Oh mierda ¡Estás despierto! Me alegro tanto, creí que morirías, por dios, me hiciste tener un infarto, voy a matarte cuando salgas de aquí ¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo? Llamaré al doctor. —Javier me examina el rostro mientras me sostiene de las mejillas, deslizando sus manos hasta mis hombros. Su aroma me llega tenue, siendo opacado por sus feromonas cargadas de preocupación.
Las lágrimas ruedan por sus mejillas y yo intento sonreír para tranquilizarlo. —Calma, hombre. Estoy bien. La enfermera ya llamó al doctor. Perdón por preocuparlos así ¿Estás bien? ¡Auch!
Frunzo el ceño y lo miro con desconcierto cuando un manotazo es dejado sobre mi hombro. —¿Y ese golpe por qué fue?
—Eres un idiota ¿Por qué preguntas cómo estoy y te disculpas conmigo? ¡Eres tú el que está sobre la cama! —Javier no para de llorar y un nuevo abrazo me aprieta el cuerpo, esta vez el aroma a limonada y azúcar me hacen sentir en casa, seguro y en paz. —Todos estamos bien, preocupados, pero bien. Mamá fue a casa a informar a mi padre de todo esto, también por algo de ropa y comida. No habíamos querido movernos de aquí hasta que supimos que estabas fuera de peligro. Luego de que salieras de aquella sala, no lucías muy bien.
No entiendo a lo que se refiere, pero tampoco puedo preguntar, pues la puerta principal es abierta de nuevo, dejando pasar a un doctor y la enfermera que me atendía hace unos minutos.
—Señor Guillermo, Señor Javier, buenos días. Me alegra ver que ha despertado. Mi nombre es García soy el doctor que lo atendió en la sala de legrado. Verá, no hay manera delicada de decir esto, así que empezaré de una vez. Usted sufrió un aborto por el rechazo que su lobo presentó hacia el feto gestante hace poco más de veinticuatro horas, el legrado fue mero protocolo, ya que no podíamos arriesgarnos a dejar algún residuo. Deberá estar aquí al menos dos días más en lo que vemos su evolución, así como consultar al psicólogo especialista en las relaciones humano-lobo por aquello de la depresión. Sus signos muestran que tiene buen pulso y oxigenación, dígame ¿Tiene hambre?
Es demasiada información para digerir en tan poco tiempo, pero esa pregunta sí que la entiendo, sin embargo, mi estómago responde por mí con un sonoro gruñido.
—Eso responde la pregunta. En todo caso, creo que no hay más qué decir por el momento. Vendré después del desayuno para revisar el sangrado. Provecho y hasta entonces.
El doctor García sale de la habitación casi tan rápido como entró, dejándome igual o más confundido que antes.
—Si tiene alguna duda, no dude en preguntarme. —Me dice la enfermera con esa sonrisa reconfortante en sus labios.
—Creo que por ahora solo debo asimilar todo, muchas gracias. —Una vez más, le sonrío de vuelta, intentando pasar mis dedos por mi cabello, sin embargo varios nudos en él, producto de estar acostado y la suciedad, me impiden hacerlo. —Bueno, sí tengo una duda ¿Puedo meterme a bañar?
—Mejor espere por ahora, luego de la revisión del doctor García y dependiendo lo que él diga, veremos si le autorizan un baño. —Asiento lentamente. —En ese caso, me retiro.
Me quedo en silencio y a solas con Javier, quien juega de manera nerviosa con sus dedos y me mira expectante. —¿Qué pasa? —Me atrevo a preguntarle. Sus ojos se abren enormemente antes de responderme.
—Me preocupa que puedas colapsar en cualquier momento. —Entiendo su preocupación, por lo que le sonrío y me hago a un lado en la cama, dejando que se siente a mi lado.
—Estaré bien, créeme. Hablé con mi lobo mientras estaba inconsciente, estamos de acuerdo en que ese idiota que se hace llamar alfa no nos merece en su vida. No te lo negaré, duele, pero es lo mejor. Por otra parte, el aborto es... ¿Cómo decirlo sin sonar cruel? No sé, pero es lo mejor, no iba a ser bueno haber continuado con eso.
Javier me mira sorprendido, pero atento, dedicándome una enorme sonrisa cuando al fin termino de hablar.
—Eres la persona más fuerte y madura que conozco, quiero ser como tú cuando sea grande. —Ambos nos carcajeamos durante un rato, en el que siento cómo las cosas vuelven a acomodarse, esta vez no me siento solo, su presencia me reconforta y me vuelve aún más fuerte.
Cuando el desayuno llega y el personal de salud nos deja a solas, yo comparto la insípida comida con él, quejándonos por la falta de sal, lo mal cocidas que están las verduras y el horrible intento de jugo de manzana que nos han servido.
—Un día víboras —Menciona mientras lleva el último trozo de zanahoria a su boca.
—Otro día alacranes —Le respondo, viéndolo hacer una mueca de desagrado.
—Pero siempre venenosos. —Hablamos al mismo tiempo para luego volver a reír.
La puerta se abre de nuevo, dejando pasar al doctor con una nueva enfermera, otra alfa con aroma a café con leche.
—Aquí estoy de nuevo y ella es la enfermera Alma del turno matutino. Veo que terminó su desayuno, espero que no le hayan ayudado. —El doctor García mira a mi amigo, que de inmediato salta fuera de la cama, esquivando la mirada del alfa. Por primera vez el aroma a tabaco y naranja me llegan a la nariz. —Bien, dejando fuera todo lo que hablamos hace un rato, porque no pienso ceder si es que quería evitarse el psicólogo ¿Hay alguna duda?
—Un par... ¿Puedo meterme a bañar? —Lo miro desde mi cama, deseando que la respuesta sea afirmativa.
—Solo con ayuda, ya comió un poco, pero no puedo asegurarle que tenga la suficiente fuerza para hacerlo solo. Afortunadamente, su hermano se ve en buena forma, así que él puede acompañarlo ¿Algo más?
—Yo... tenía un par de meses de gestación, por lo que en todo caso, al ya no estar en cinta, mi celo debería llegar en cualquier momento ¿No es así?
—Uhm... no. Debemos darle al menos otro par de meses, ya que el desajuste hormonal que ha tenido por el embarazo, hizo que todo eso se modificara radicalmente, por lo que no debe asustarse si su celo tarda en llegar más de lo normal, sin embargo, le haré una orden para que dentro de dos meses, acuda a hacerse un chequeo para saber cómo va con la recuperación. Será un buen rato el que lo veré por acá, un aborto no es poca cosa, por lo que pasará varios meses aquí, si bien no internado en el hospital, sí teniendo consultas y chequeos regulares.
Pensar en los papeleos y horas perdidas me provoca malestar, sin embargo sé que es necesario. Le sonrío al doctor, que apenas si me devuelve el gesto.
—Bien, hasta luego, Señor Guillermo. —Y sin más, el doctor García abandona la habitación sin decir nada más.
—Como el doctor dijo, mi nombre es Alma, soy la enfermera de este turno y yo estaré viniendo a sus chequeos cada ciertas horas. Me retiro si no tienen inconveniente. —Ni Javier ni yo decimos nada, por lo que la enfermera sale de la habitación sin hacer más ruido.
—Bueno Panchito... prepara esas hermosas nalguitas que voy a bañarte. —Estiro el brazo para darle un fuerte zape a mi amigo, riéndome de su cara de dolor.
—Bien, guapo ya eras, pero ahora luces mucho mejor que hace unas horas. —Javier me aplica un poco de crema para el cabello y desenreda mis rizos con sus dedos, dejando suaves masajes en mi cabeza.
La ropa deportiva y holgada que tengo puesta hace que me sienta cómodo y calientito, provocando que me relaje y el sueño llegue de a poco hasta mí.
—A veces no sé si eres sarcástico, demasiado cariñoso o realmente me quieres mucho. —Cierro los ojos dejándome mimar bajo su suave toque.
—Aún desearía poder ser tu alfa, pero no deberías dudar de mi cariño; después de todo, es real... —Detiene sus movimientos al mismo tiempo que suspira, por un momento creo que lo he hecho enojar, pero después de unos segundos, vuelve a hablarme con un tono cariñoso que pocas veces lo he escuchado usar. —Somos hermanos, Memo, mi madre, mi padre y yo te queremos mucho, lo que has pasado ha sido una mierda, pero no estás solo, fuera de ser tu amigo, quiero que nos veas como esa familia que jamás va a abandonarte, voy a cuidarte, defenderte y apoyarte en todo, siempre y cuando no te haga daño.
Sus palabras me llegan de manera lenta hasta el pecho, instalándose ahí como un sentimiento de amor infinito, pertenencia y paz, haciendo que mis ojos ardan cuando las lágrimas empiezan a querer salir. Giro en mi lugar, ignorando el pequeño piquete de dolor que me sube por la columna y me lanzo a abrazarlo, hundiendo mi rostro en su cuello, respirando ese tranquilizador aroma.
—Te quiero mucho, Javier. —Me separo un poco de su cuerpo, solo lo suficiente para poder verlo a los ojos, intentando transmitir todo ese amor que siento en mi pecho. Mi lobo también está feliz, gimoteando y moviendo la cola como un cachorro, llamando al de mi amigo a jugar.
—Vaya, creo que mi lobo está llamando al tuyo como cuando de niños nos quedábamos a jugar en las maquinitas y luego huíamos antes de que mi madre nos jalara las orejas.
Le sonrío ampliamente al saber que siente lo mismo que yo. Estoy por hacer una broma al respecto, pero la puerta se abre de golpe, asustandonos, haciendo que Javier me apriete entre sus brazos de forma protectora y gruña levemente.
Mi corazón late acelerado al percibir el aroma conocido a tabaco y whisky ¿Qué hace aquí?
—Así que es cierto... y veo que tú también estás aquí. —Su tono de desprecio me eriza los vellos de la nuca, pero antes de que pueda decirle algo, Javier me roba las palabras de la boca sin aflojar su protector agarre.
—¿Qué mierda hace aquí señor? No creo que se haya preocupado por él, así que hable antes de que lo saque a patadas.
—¿Ahora también hablan por ti, Guillermo? Cada vez me das más vergüenza.
—Está bien, Javier, no pasa nada —Le susurro para que me suelte. Él me mira un momento, pero su agarre se afloja de poco en poco hasta que puedo mirar a mi padre directo a los ojos.
Contrario a lo que esperaba sentir, incluso con el rechazo latente en sus ojos, ya no duele más, aún siento algo raro al verlo, pero no permitiré que vuelva a hacerme llorar por algo de lo que no soy culpable.
—No hablan por mí, pero son cosas que normalmente, la gente que quiere a otra, hace. Aunque no creo que sepas mucho de eso. Ahora, responde la pregunta de Javier o lárgate de una maldita vez.
—¿Acaso no tienes educación? Respetame, soy tu padre. —Siento mi sangre subirme a la cabeza con sus palabras.
—¿Ahora sí eres mi padre? No lo creo. —Sonrío con sarcasmo, rodando los ojos. —Y en todo caso, tú me educaste, así que si algo te molesta de mi actitud, es culpa tuya. —Mi corazón aturde mis sentidos, jamás le había hablado así a mi padre, pero ahora mismo no quiero contenerme. La adrenalina hace que me levante de la cama cuando un gruñido sale de su garganta y sus feromonas me indican que se ha puesto furioso.
—Solo venía a ver que estuvieras vivo, nos llegó la notificación del hospital porque tu madre sigue siendo tu contacto de emergencia, cámbialo y ya no te molestaré más. —Mi padre mira a Javier con algo más que coraje, luego a mí y sale casi azotando la puerta.
Un largo suspiro sale de mí de manera involuntaria, haciéndome notar lo tenso que estaba. Javier hace lo mismo y el silencio invade la habitación por unos minutos, hasta que me atrevo a romperlo.
—Gracias por defenderme. —Le sonrío, intentando demostrar que me encuentro bien.
—Ni lo menciones, tú hiciste todo, me alegra ver que lo pusieras en su lugar.
—Sentí que se me salía el corazón... —La puerta es abierta de forma brusca, cortando mi frase a la mitad.
Esta vez mi corazón comienza a martillar mis oídos y la adrenalina me nubla la vista cuando el aroma a manzana y canela me llenan los pulmones, me mareo incluso antes de verle el rostro y el dolor que había estado reprimiendo me invade el pecho, haciendo que me sienta asfixiado por las lágrimas que intento reprimir.
Un gruñido gutural más amenazante que cuando llegó mi padre sale de la garganta de Javier, que me abraza protectoramente, pegando mi pecho al suyo y ocultando mi rostro entre su cuello y hombro; el aroma a limonada me tranquiliza un poco, pero no puedo evitar sentirme abrumado.
—¿Qué mierda haces aquí y quién carajo te dejó pasar? —Estoy seguro de que, si Javier fuera un alfa, esa pregunta habría salido con su voz de mando, pues incluso siendo un omega, suena terriblemente amenazante y las feromonas de molestia inundan la habitación, haciendo que incluso yo me sienta algo amenazado.
—¿Y a ti qué mierda te importa? Imbécil. Dejame hablar con él. —El tono de Saúl es despectivo y burlón, intentando hacer enojar a mi amigo.
—¿Con qué puto derecho vienes a exigir eso? —Javier me toma por los hombros con una delicadeza completamente contraria a sus amenazantes palabras, separándome de su pecho para levantarse y ponerse entre el alfa recién llegado y yo.
—Déjame pensar... con el derecho de ser su maldito alfa y que le pregunté a mis huevos y me dijeron que sí. —Saúl se acerca con un solo paso amenazante hacia Javier, quedando a menos de medio metro de distancia, pero mi amigo no retrocede ni un centímetro, cruzando los brazos sobre el pecho.
—¿Su alfa? No digas estupideces, hasta yo soy más alfa que tú, maldito infeliz, no eres ni la mitad de alfa de lo que... —Un golpe seco resuena en la habitación cuando el puño de Saúl se estrella contra la mandíbula de Javier, haciéndolo caer sobre la camilla.
La sangre mancha las sábanas cuando mi amigo escupe lo que se ha acumulado en su boca, alarmándome mucho más. Me levanto de un brinco, ignorando olímpicamente el punzante dolor que me sube por la columna.
—¿Te hizo mucho daño? —Le pregunto tomándolo del rostro, temiendo lo peor, pero soltando un suspiro cuando veo que no le ha tirado un diente, pero sí le rompió el labio.
No me siento asustado, pero sí extrañado, Saúl nunca había sido violento, sobre todo sabiendo que tiene el entrenamiento para ser mortal, lo que me hace pensar que el golpe fue más una advertencia que algo serio.
—Estoy bien. —Javier se limpia la boca con la mano, manchandose de sangre. —¿Eso es tu mejor golpe?
—Fue solo una advertencia, el siguiente no creo que te deje consciente. —Tomo a Javier del brazo al ver que pretendía seguir discutiendo. Ambos se veían a los ojos de forma amenazadora, las feromonas de pelea inundan la habitación haciendo que me maree.
—Está bien, Javier. Deja que hable con él.
—No me iré. —Lo miro a los ojos y sé que habla en serio, por lo que esta vez me dirijo a Saúl, intentando hacer salir a mi voz lo más segura posible.
—Está bien, hablemos. —Saúl intercala su mirada entre mi amigo y yo, resignándose a tenerlo presente.
—¿Cómo estás? ¿Qué fue lo que pasó? —Su tono completamente amable me desconcierta sobremanera, casi podría creer que se preocupa genuinamente por mí.
Lo veo acercarse a mí con la intención de tomarme del rostro "¿Acaso nadie le ha dicho qué pasó?" Pienso y respiro hondo, entrando en mi mejor papel de omega en peligro para saber hasta dónde es capaz de llegar con su mentira.
—Y-yo... estoy bien. ¿Por qué no habías venido a verme desde la última vez que estuve en el hospital? —Hago un puchero y bajo la mirada, observo a Javier de reojo. Él me devuelve la mirada, entendiendo de inmediato mi plan. Lo veo levantarse de forma silenciosa y dirigirse al baño.
—Oh mi vida, lo siento tanto. Fui a verte, pero la primera vez estabas dormido y la segunda el doctor me prohibió pasar. —"Maldito mentiroso, quiero romperle la cara." Me gruñe mi lobo.
—Oh... ¿De verdad? Está bien. ¿Y por qué no me buscaste después? —Lágrimas comienzan a salir de mis ojos y desearía que fueran actuadas, pero el dolor y decepción son genuinos, por lo que la voz me sale cortada, esforzándome únicamente porque no se note mi molestia.
—Claro que te busqué. —Saúl toma mi mentón con la intención de besarme, pero lo detengo con un suave toque sobre su pecho. —Pero tus padres me dijeron que no estabas en casa y jamás supe a dónde habías ido.
Asiento agachando la mirada, tragando el nudo de rabia que me crece en el pecho a cada segundo. Claro, él no sabe dónde vive Javier, pero no es el siglo XV y los celulares no son adornos.
"Ya hay que partirle la cara." Vuelve a gruñir mi lobo y yo lo silencio, aún hay una cosa más que necesito saber.
—Hace unos días vi un chisme sobre una omega que dice salir contigo...
—¿En dónde lo leíste? —Me interrumpe y no puedo pasar desapercibido su tono mal disimulado de alerta, fingiendo aún estar preocupado por mí.
—N-no no sé... me apareció algo en facebook, creo.
—Sabes que esos artículos siempre mienten, no debes creerlos, solo lo hacen para separarnos.
—Pero nadie sabe que tú y yo estamos juntos. —Lo miro a los ojos, distinguiendo el momento exacto en el que se da cuenta que la ha cagado.
—Y-yo... es que no te lo dije, estuve hablando con algunas personas para poder hacer lo nuestro público. Es lo que querías ¿No es así? —Sé que miente, pero un sentimiento de esperanza hace que mi corazón se acelere por un instante, instante que él aprovecha para besarme inesperadamente, aprovechándose de mi distracción.
Siento su lengua apoderarse de mi boca, sus dientes muerden mis labios de manera juguetona, arrancándome un respingo que confunde con gemido, pues me toma de la cintura para sentarme violentamente sobre la cama, haciendo que un punzante y fuerte dolor me recorra la columna.
—Ah... es-espera —Susurro contra sus labios, empujándolo del pecho con fuerza, pero él no se mueve un centímetro, haciendo que entre en pánico.
Sus labios vuelven a los míos, devorándome, haciendo que pierda el aliento de una manera que, en su momento, me habría excitado, pero que ahora solo me hace querer llorar.
—¡Basta! —Grito una vez me deja respirar. Las lágrimas bajan sin vergüenza por mis mejillas y mi corazón late desenfrenado. Mi lobo se remueve incómodo en mi interior y yo siento nauseas, al mismo tiempo que un sabor metálico invade mis papilas.
—¿Qué pasa? —Miro a Saúl ya sin intentar disimular mi rabia, sintiéndome feliz al ver que lo he mordido mientras me besaba, haciendo que su labio inferior sangre.
—Eres un maldito infeliz. —Sus ojos se abren con sorpresa ante mi tono agresivo y el pequeño gruñido que no he podido contener.
—¿Qué?
—Lo que escuchaste, hipócrita. —Lo empujo con fuerza para que se separe de mí y él retrocede un par de pasos, mirándome con la boca ligeramente abierta como si pudiera seguir fingiendo, haciéndome enojar más. —Lo sé todo.
>>Sé que Fernanda y tú se conocieron hace dos meses y llevas saliendo con ella desde entonces, también sé que le dices cuánto la amas incluso en televisión abierta, que ya conoces a sus padres y ella a los tuyos. Sé que no me fuiste a buscar al hospital más de una vez y no te atreviste a decir nuestro parentesco, también sé que no fuiste a buscarme a casa de mis padres porque, aunque tú no lo recuerdes, hace más de dos años que no tengo contacto alguno con ellos.<<
El rostro de Saúl es una mezcla de sorpresa y resignación. Mis lágrimas siguen bajando por mis mejillas y ya ni siquiera sé si son de tristeza o enojo. El dolor en mi columna se mantiene, recordándome el por qué estoy en aquél lugar, haciendo que me debata entre decirle o no lo que sucedió.
—Pero... puedo arreglarlo, tú y yo, nosotros.
—Maldita sea Saúl, ya no hay un nosotros, entiéndelo de una maldita vez. Lo nuestro se acabó. Y no creas que estoy molesto con Fernanda, ella ni siquiera sabe que me estabas siendo infiel, mucho menos que ibas a ser padre y creeme, no seré yo quien se lo diga, porque no es culpa suya y no le arruinaré la felicidad de esa forma. Solo te pido que, si realmente la amas, jamás le hagas la misma mierda que me hiciste a mí, no me busques más, porque no quiero volver a saber de ti.
El dolor en mi corazón opaca al que me sube por la columna, mi lobo se hace un ovillo en mi interior, gimoteando también, pero aún en ese estado, un sentimiento de paz me mantiene cuerdo y con los pies sobre la tierra.
—¿Padre? ¿Tú...?
—Sí, Saúl, pero afortunadamente tu chistesito no pudo continuar luego de que me enteré sobre lo que estabas haciendo. Por eso estoy aquí. —Lo interrumpo con un tono cortante, pero mi enojo flaquea un poco al ver el dolor atravesar sus facciones, pero me dura poco, la rabia regresa a mí casi al instante.
—Memo, yo... ¿Por qué no me lo dijiste?
—¿Para qué? Ahora tienes a alguien que seguro querrá darte muchos cachorros, a mí ni siquiera me lo consultaste, maldito infeliz.
Nos quedamos en silencio durante un rato, en el que proceso lo que acabo de decir, sintiéndome mal por las palabras usadas, pero al mismo tiempo aliviado. Puedo ver a Saúl ir y venir entre el dolor, la sorpresa y algo que no sé si es enojo. De reojo alcanzo a ver a Javier parado junto a la ventana, mirando a Saúl con los brazos cruzados, listo para intervenir si lo necesito.
—Debes irte, Saúl. —Rompo el silencio hablando de forma suave, pero firme.
—Pero tú...
—No te necesito más en mi vida, estaré bien con las personas que siempre se han preocupado por mí, así que vete.
—Lo siento. —Es lo último que me dice antes de salir lentamente por la puerta, cerrando con delicadeza, contrario a como llegó.
—Hey... ¿Estás bien? —Javier me toma de la mano y yo me dejo caer ligeramente en la camilla, sintiendo el dolor de mi espalda volver de golpe.
—No, pero no importa, lo estaré ¿Y tú? Te rompió la boca.
—No es nada, me veo sexy con el labio roto. —Javier me sonríe de forma tranquilizadora, arrancándome una risa.
Pasan los días de manera lenta, en los que mis únicas visitas son los padres de Javier y él. Mi única y verdadera familia.
Las sesiones psicológicas son agotadoras, pero sin duda me ayudan a comprender el proceso, reconciliarme con mi lobo y vivir el duelo de mi reciente ruptura, sin embargo, un par de meses después, la recaída es grande cuando, tras unos análisis poco detallados de sangre, estos arrojan que soy estéril; provocando que esta vez mi lobo se deprima mucho más, casi regresándome al hospital de no ser por el grandioso apoyo que me brinda la hermosa manada a la que pertenezco.
—Vaya, ni para tener hijos sirves ahora, creí que al menos eso podrías ofrecer como omega, pero veo que me equivoqué. —Tengo a mi padre enfrente, con los resultados de mis pruebas en la mano y yo no tengo idea de cómo los ha obtenido, aunque supongo que también los laboratorios tenían mi antigua dirección y han enviado allá los resultados.
—Eso no te incumbe —Le respondo arrebatándole los papeles. La gente a nuestro alrededor nos mira con sorpresa y curiosidad, pero intento ignorarlos tanto como puedo. —Me citaste para entregarme esto, no te correspondía leerlos, pero lo has hecho, ahora solo largate y déjame en paz.
—Así que ya lo sabías. Ya veo, entonces esto fue inútil. Le diré a tu madre que deje de llorar de una vez por ti, porque al parecer, no te importa en lo absoluto haber quedado inservible. Después de todo, dudo mucho que alguien se interese siquiera en ti de manera seria, pero con esto estoy seguro que te convertirás en todo un prostituto... —Silencio a mi padre con un a cachetada que me hace arder la mano, importándome poco las miradas curiosas que incluso se han detenido a presenciar el show.
—Cállate de una puta vez, maldito alfa con complejo de superioridad. Seguro tienes el pito tan pequeño que por eso intentas hacerte el macho. Desaparece de mi vista de una maldita vez y deja a mi madre en paz, porque el día en que se atreva a dejarte o tu mueras, ella será la más feliz y yo también.
Me alejo con paso firme sin voltear atrás, caminando hacia el departamento que rento junto a Javier. Me duele el pecho por la reciente situación, pero la adrenalina no me permite llorar hasta que atravieso el umbral, en donde me derrumbo con un par de brazos rodeándome, dándome el soporte necesario para poder volver a ponerme en pie.
El dolor en mi vientre bajo me hace fruncir el ceño ligeramente, el sonido de un monitor cardiaco me taladra los oídos y mi nariz olisquea el ambiente con cuidado: tabaco, café, plátano y un poco de mi propio aroma inundan la habitación, sacandome lentamente del estupor en el que me encuentro.
Voces lejanas me llegan hasta los oídos una vez despierto, pero no logro distinguir quiénes son ni lo que dicen. Aún no abro los ojos, pero puedo percibir que, donde sea que me encuentre, está bien iluminado.
—Él no debe verte aquí.
—Guillermo merece saber que estuve aquí.
—¿Y luego qué? Te irás y lo dejarás ilusionado...
—Ya ya, no peleen o los voy a sacar de nuevo. Es un maldito hospital, por favor hagan sus mierdas de alfas territoriales en otro lado, Memo tiene que estar en un lugar tranquilo, no en donde apeste a alfas orinando en cada esquina para marcar territorio.
Mi nombre me llega con más claridad que cualquier otra palabra, pero tras esforzarme, logro unir todas las palabras "¿Por qué discuten? ¿Quiénes son?" pienso mientras olisqueo el aire de manera más consiente.
Plátano y vainilla, omega... ¡Hirving! "Mi amigo está aquí" Pienso y me siento emocionado al lograr ponerle un rostro a la voz que escuché. Tabaco y chocolate negro, alfa... ¿Raúl? "¿Qué mierda pasó?" Esta vez me siento desconcertado. Me concentro más para distinguir a la tercer persona, huele a café y almendras, es un alfa... es ¡¿Messi?! "Maldición ¿Acaso morí? ¿Qué hace él aquí? Hirving suena tan autoritario... Javier estaría orgulloso de él. Debo despertar." Pienso y al mismo tiempo el monitor cardiaco comienza a enloquecer, haciendo que los demás regresen su atención a mí y el lugar se inunde con el aroma a preocupación.
—Messi, llama al doctor, dile que Memo está despertando, Raúl, controla tus malditas hormonas, lo estás alterando. —Siento las manos de Hirving sostenerme los hombros y su aroma, mezclado con feromonas tranquilizadoras, opacan el resto.
Poco a poco mi corazón retoma su ritmo usual y mis músculos agarrotados comienzan a responder, igual que mis ojos, permitiéndome abrirlos poco a poco mientras me acostumbro a la luz del lugar.
—Hola Memo, nos diste un buen susto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro