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10

Ochoa caminaba lentamente por los silenciosos pasillos, con la mente embotada mientras intentaba descifrar sus sentimientos y emociones.

Sus piernas se movían en automático, llevándolo directo a la enfermería, al entrar, pudo ver a la misma enfermera de siempre, concentrada en los papeles sobre su escritorio.

Aclaró la garganta para hacerse notar, asustando un poco a la omega frente a él.

-Bu-buenas tardes, lo siento. Buscaba al doctor Mendoza.

-¡Hola! No hay problema, llamaré al doctor, mientras tanto, tome asiento. -Guillermo asintió, pero no obedeció, prefiriendo permanecer parado, observando los posters pegados en las paredes; en donde todos eran de promoción a la salud, parámetros de peso adecuados en alfas, omegas y betas, salud pediátrica y gestación, estos últimos provocaron un ligero y doloroso pinchazo en su corazón, recordándole lo que jamás podría tener.

-Buenas tardes joven Guillermo. -Una voz profunda y masculina interrumpió el hilo de sus tristes pensamientos.

-Doctor Mendoza, buenas tardes.

-¿A qué debo esta visita? No es que no me agrade verlo, pero no me gusta tenerlo tan seguido por aquí. -Guillermo titubeó un poco, la enfermera había vuelto a su lugar y escribía lentamente sobre las hojas, como si intentara pasar desapercibida.

El doctor lo notó, sonriendo de manera tranquilizadora al inquieto hombre frente a él.

-Puede hablar sin temor, la confidencialidad es parte de nuestra carrera. ¿No es así Daniela? -La aludida levantó la cabeza unos segundos, mirando a ambos hombres, respondiendo con un simple asentimiento para volver a lo suyo.

Sin estar muy convencido, Memo comenzó a hablar.

-Hace unos días comencé a tener dolores inexplicables en el vientre bajo, cansancio extremo, más hambre de lo normal y dolor corporal parecido a la fatiga, casi como... -Se interrumpió, aún le costaba hablar de eso con desconocidos. -Casi como si estuviera en celo. -Concluyó en un susurro, sintiendo la desilución y tristeza inundar su corazón una vez más.

-Ya veo. Como su doctor, debo decirle que estoy al tanto de su situación. Una copia de su expediente médico se encuentra aquí y me tomé el tiempo de leerlo. Tengo entendido que usted lleva un par de años sin presentar un solo celo y se le diagnosticó como estéril. ¿No es así?

Memo asintió lentamente, con la mirada gacha, pasando completamente desapercibido el ligero gesto de asombro que la enfermera dirigió hacia él.

-Si me permite, quisiera hacerle unas cuantas pruebas. Un ultrasonido rápido y muestreo de sangre serán suficientes. Los resultados los tendríamos en un par de días.

-¿Para qué?

-En parte por protocolo, debemos averiguar qué pasa dentro de su cuerpo aún si no es hormonal y en parte para re-evaluar ese absurdo diagnóstico.

-¿Quiere decir que cree que no soy estéril?

-No le quiero dar falsas esperanzas, pero sí, me gustaría pensar que lo diagnosticaron así por negligencia y ahorrarse un par de cosas.

Guillermo, que luego de todos esos años de tener que hacerse a la idea de ser estéril, resignandose a tener que vivir y morir solo, quizás hasta sin una pareja, sintió su estómago contraerse de emoción y su pecho llenarse de alegría y esperanza.

Su lobo se sentía igual, temblando de expectativa, moviendo la cola de manera nerviosa, ambos compartiendo el miedo y la emoción que la sola idea les daba.

El arquero siguió al doctor a la parte trasera del consultorio, recostandose en la camilla y levantando su playera sin miedo alguno para mostrar el duro y marcado abdomen, con el moretón de aquél golpe ligeramente más pequeño.

-Veo que el golpe mejoró, siga tomando las pastillas. -Felicitó el doctor mientras ponía algo del frío gel para el ultrasonido.

Un ligero siseo de incomodidad salió de los labios del omega al sentir la horrible temperatura sobre su piel, pero ni eso pudo menguar la pequeña felicidad en su interior.

-Bien, podemos ver que en su abdomen no hay nada malo, pero debo pedirle que se retire ligeramente el short junto a su ropa interior. -Memo sintió algo de pánico subirle por la garganta. -No es necesario que se desnude, pero necesito acceso al pubis para observar el útero y la vejiga, debemos descartar infección de vías urinarias también.

Con temor, Memo levantó ligeramente la cadera, tomando el elástico de sus shorts y boxers con los pulgares, deslizándolos lentamente hasta que parte su trasero tocó lo frío de la camilla y el delgado camino de rizado vello púbico quedó al descubierto, haciéndolo sonrojar enormemente.

-Y-yo... l-lo siento. No creí que...

-No pasa nada, impide un poco la movilidad del transductor, pero no causa interferencia. Ahora, pondré un poco más de gel.

Memo apretó la mandíbula cuando el frío tocó aquella sensible zona, sintiéndose extrañamente excitado, por lo que cerró los ojos con fuerza, pensando en cualquier cosa que pudiera distraerlo del calor que le subía por la columna.

-Mmh... -Abrió los ojos abruptamente cuando el sonido de duda que salió de los labios del médico hizo que su cabeza pensara mil cosas contrarias a lo que pretendía.

-¿Qu-qué pasa? -Preguntó tras aclararse la garganta.

-Nada realmente, no veo anomalía alguna en la vejiga, solo que está algo hinchada. Debe beber más agua, joven. Por otra parte, su útero no presenta ningún indicio de estar lastimado o tener algún problema, incluso puedo jurar que luce en perfectas condiciones. -El doctor hablaba con el ceño fruncido.

Un ligero encogimiento de hombros fue lo que Memo pudo distinguir, tranquilizándolo. El doctor tomó un par de toallas de papel y limpió con cuidado y delicadeza el gel del abdomen, pasándole un par más al omega, que entendió el mensaje y limpió él solo lo que restaba de su cuerpo.

-Ahora las muestras de sangre. ¿Le teme a las agujas?

-Para nada, el anti-doping hizo que me acostumbrara.

El doctor asintió, sacando un par de frascos de muestra y las largas agujas de un cajón.

El proceso fue rápido, ligar, abrir y cerrar el puño, un pinchazo, Memo cerrando un ojo por el ligero dolor, sangre en un frasco, retirar aguja y hacer presión sobre el pequeño hoyito en su antebrazo.

-Lindo chico, toma una paleta. -Dijo el doctor, acostumbrado a tratar con infantes también, dándose cuenta de su error casi al instante y esperando no haber ofendido al presente, sorprendiéndose al notar la brillante mirada del omega que, gustoso, recibió el caramelo de cereza.

-Una tutsi-pop... hacía mucho que no comía una. -Dijo, ilusionado. Abriendo la metálica envoltura con los dientes y metiendo el dulce a su boca.

El doctor sonrió, enternecido por el acto.

-Los resultados estarán pronto, confíe en mi profesionalismo, y en mí, de mis labios no saldrá una sola palabra.

-Gracias. -Memo se levantó de la camilla, arreglando su ropa con cuidado.

-Yo le llamaré en cuanto los resultados estén listos, cuídese mucho Joven Guillermo. Mucha suerte hoy. -Le sonrió dándole ánimos, a lo que el omega correspondió agradecido.

"Así que... al parecer no somos estériles." Escuchó en su mente la voz del lobo. Sonaba tranquilo, con un deje de esperanza.

"Eso parece..." Respondió, con una ligera sonrisita formándose en sus labios.

"Todos estos años... creí que jamás podría tener una familia." Memo no estaba seguro, pero casi podía jurar que su lobo gimoteaba dolorosamente y al mismo tiempo se sentía feliz y esperanzado.

"No nos precipitemos, no quiero ilusionarme demasiado."

"Claro, claro, la última vez que lo hicimos terminamos en el hospital por meses, cortamos una relación de años y casi nos morimos. Tomémoslo con calma."

El crudo tono de enfado del omega lobo hizo a Memo agachar la mirada, provocando que chocara con alguien al cruzar una esquina.

-!Lo siento! -Dijo Memo, enmudeciendo al ver el rostro del alfa con el que se había topado.

-¡Ahj! ¡Te dije que te alejaras de mí, maldito idiota! Ahora traigo tu asqueroso olor encima. -Martino lo veía con odio y asco, haciendo a Memo encogerse ligeramente en su lugar. -Hazte a un lado, imbécil. -Le gruñó mientras lo empujaba contra la pared y se alejaba con paso firme.

Memo lo vió perderse entre los pasillos, en dirección a la sala en donde todos debían encontrarse en sólo unos minutos. Con un sonoro suspiro, emprendió camino en la misma dirección, caminando lentamente, intentando retrasar lo más posible sus pasos y disfrutar unos instantes más de la felicidad y esperanza que ahora se encontraban en su corazón.

Una notificación en su teléfono lo hizo extrañarse, no era su WhatsApp, si no un mensaje directo en Twitter, por lo que con el ceño fruncido, abrió la aplicación. Un vuelco en el estómago casi lo hace devolver lo que había comido, era Saúl, aquél alfa en quien no había pensado desde que todo el escándalo se solucionó, aquél que seguía trayéndole problemas a pesar de haberlo dejado hace años.

Memo se sintió aliviado al leer aquello, respondiendo rápidamente y dando por zanjado el tema, entró al perfil del boxeador para confirmar lo que este le había dicho.

Sonrió un poco al descubrir que decía la verdad y sintiéndose tranquilo y agradecido, entró a la sala en donde sus compañeros empezaban a reunirse para estudiar las jugadas.


La incertidumbre, los nervios, la emoción y la preocupación hacían estragos en el cuerpo de la pareja destinada, porque incluso mientras entraban al campo de juego y cantaban sus himnos, una parte de sus mentes y corazones se encontraban enfocados en el contrario.

Guillermo sabía que no debía perder ese partido; salir con las manos vacías de la cancha suponía no sólo la derrota como equipo, sino la total humillación para él, confirmando lo que todos suponían, dándole las razones suficientes a los demás para seguir hablando, para seguir culpándolo y resumiendo esos noventa minutos (o más) de juego al hecho de cuántos goles no había podido detener, en vez de cuestionar cuántas jugadas no fueron concluidas, cuántos pases salieron terriblemente mal y cuántos de sus compañeros siquiera pusieron de su parte para lograr avanzar.

Por otra parte, Lionel tenía toda su atención en la cancha de juego, permitiendo que su lobo fuese quien se preocupara por su lindo omega de cabellos rizados. Su corazón latía acelerado, sus manos sudaban y su lobo giraba nervioso en su interior, preguntándose cómo le iría al gran y hermoso omega que tanto extrañaba.

No podía permitirse distraer a su humano con sentimentalismos, debían ser fuertes, creer en que todo saldría bien y tendrían tiempo de celebrar la victoria de ambos, aunque eso supusiera tener que enfrentarse luego, así al menos tendría oportunidad de volver a verlo sin tener que ocultarse.

El silbato que anunciaba el comienzo del partido resonó en los tímpanos de la pareja, trayéndolos de vuelta a la realidad.

El partido se volvió cardiaco para el equipo albiceleste, con tiros a diestra y siniestra que no terminaban de convertirse en goles, el público rugía a cada acercamiento del equipo con uniforme azúl; con Messi manteniéndose a la distancia, vigilante, esperando que el juego de su compañero Acuña fuese suficiente para anotar, pues no quería intervenir demasiado al sentirse nervioso y distraído, casi queriendo huir del lugar.

Un penal fue marcado en el minuto 38, obligando al alfa a concentrarse lo más que pudiera en el esférico frente a él.

Memo siquiera sabía lo que sucedía a solo metros de distancia, sintiéndose aliviado al ver que Arabia apenas si se acercaba a su portería, aunque el alivio duró poco cuando tras él, un grupo de personas con celular en mano, gritaban por algo que apareció en la pequeña pantalla.

"Maldito portero, acaba de cometer falta a Messi." Escuchó decir a uno de ellos, haciéndolo poner toda su voluntad en no girar la cabeza en aquella dirección. "¿Herido? Mi alfa... le cometieron falta." Pensó mientras el pánico le subía por el cuerpo, quemándole las entrañas, a sabiendas que podría no ser nada grave o algo completamente caótico.

"¡A huevo! Mi alfa va a cobrar el penal." Una voz femenina se hizo oír entre la multitud y Memo no supo si sentirse aliviado porque esas personas hablaran claro y fuerte el español o maldecir por eso mismo. Esta vez, la rabia le calentaba la cabeza. "No es tu alfa, es mío, maldita niña estúpida." Escuchó decir a su lobo con un suave gruñido, arrebatándole las palabras que se moría por gritarle a la fémina tras él.

El arquero comenzó a odiar que Arabia no pudiera cruzar la barrera de sus compañeros, pues sus pensamientos se encontraban totalmente en aquellas personas, en el pequeño y hermoso alfa de linda sonrisa y en la idea de querer salir corriendo de ahí.

"¡NO! Falló el penal." Memo sintió un vuelco atravesarle el corazón al escuchar esas palabras y por primera vez, se preguntó qué pasaría si alguno de los dos perdía el mundial. ¿Se iría? o tal vez él se quedaría si eso llegaba a pasar ¿Eso sería posible? Podría poner de excusa el querer turistear... disimular que es por el alfa que se queda ¿Messi haría lo mismo por él?

Frente a él y a su alrededor se escuchaba el bullicio que cada remate de sus compañeros provocaba, el apodo de Hirving resonaba enormemente y no pudo evitar sentirse feliz por él.

"¡Gol de Argentina!" Gritaron las personas tras él, provocándole un mini infarto de emoción, que solo unos segundos después creció al celebrar el gol de su propio equipo.

La sincronía con la que pasaban las cosas era increíble, la celebración del gol de ambos equipos hizo que los corazones de alfa y omega latieran al mismo ritmo errático y acelerado por unos instantes, conectándose sin que se dieran cuenta, haciéndolos compartir un hermoso momento.

El pitido que indicaba el final del primer tiempo hizo a todos volver a tierra firme. Guillermo no podía esperar a felicitar al alfa de bonita sonrisa, por lo que corrió a donde había dejado su celular, enviando un mensaje rápido.

El dolor de piernas lo estaba matando, pero se sentía feliz y emocionado, si su equipo lograba pasar a la siguiente fase, todo comenzaría a mejorar y tal vez, solo tal vez, su naturaleza como omega hombre dentro del mundo del fútbol y las relaciones amorosas, podría mejorar.

El partido entre Argentina y Polonia continuó cardiaco, manteniendo a todos los espectadores, tanto presenciales como virtuales, al borde de su asiento.

El segundo gol de argentina fue por parte de cierto omega que, al anotar, corrió por toda la cancha en busca del alfa a quien tanto admiraba, ignorando incluso a sus demás compañeros que lo buscaban para felicitarlo.

-¡Messi! ¿Viste eso?

-¡Lo vi, Julián, estuviste increíble! -Felicitó el número 10 del equipo, recibiendo gustoso aquél entusiasta abrazo.

Lautaro llegó poco después, abrazando por la espalda al emocionado omega, elevándolo por los aires y arrancándolo de los brazos del mayor.

El partido llegaba a su fin, la multitud aclamaba al equipo favorito de la noche y al evidente ganador.

El silbatazo que daba por terminado el juego se perdió entre los enardecidos gritos, silbidos y aplausos de la multitud, la celebración de los ganadores y el acelerado corazón de los jugadores.

"Lo logramos, pasamos a la siguiente etapa..." Pensaba el famoso alfa mientras abrazaba a sus compañeros y lágrimas de felicidad amenazaban por salir de sus ojos.

"Nuestro omega... creo que algo pasa." Escuchó Messi en su interior, percibiendo una ligera molestia en el estómago.

"Pero nosotros no estamos..."

"No, pero... creo que nos está llamando." Esas palabras bastaron para que de pronto, toda la energía positiva obtenida por el reciente éxito abandonara el cuerpo del alfa, siendo sustituído por un creciente y abrumador pánico.

"¿Y si le pasó algo? ¿Cómo quedó su juego? ¿Está bien? ¿Cómo huímos de aquí? ¿Y mi teléfono? Quiero llamarle." Miles de pensamientos se aglomeraban en la mente del gran Lionel Messi, distrayéndolo por completo, haciéndolo caminar apresuradamente hacia las bancas, ignorando por completo los gritos de sus compañeros.

No puedo ver demasiado de lo que pasa unos metros más adelante, pero los gritos emocionados de la multitud a mi alrededor me aceleran el corazón con cada cañonazo que mis compañeros tiran, aún si no anotan el gol, se nota el esfuerzo que ponen.

El rugido ensordecedor del segundo gol me aturde por un momento y estoy tentado a salir corriendo para celebrar junto a mis compañeros de equipo, pero ni siquiera me voltean a ver, están demasiado ocupados abrazándose entre ellos, felicitando a quien sea que haya anotado ese segundo gol.

Una punzada de desilusión me atraviesa el pecho, pero rápidamente la reprimo, no me importa si no puedo celebrar con ellos ahora mismo, ya habrá tiempo en los vestidores; si esto se mantiene así o anotamos más goles, sin duda habrá tiempo de sobra para poder felicitar a todos.

El partido se reanuda frente a mis ojos, puedo sentir la tensión crecer en el lugar y también el aroma a frustración llenar de a poco el estadio. Mis ojos no pueden creer lo que ven, un tercer gol es anotado y estoy por brincar de alegría cuando el árbitro marca el fuera de lugar, dejándome decepcionado.

Una vez más, el silbato hace que mi corazón de un vuelco al ver el cuarto gol de la noche anulado, mis compañeros reclaman, se ven molestos, frustrados, desesperados, pero con un poco de esperanza alojada en nuestros corazones aún, los noventa minutos de partido oficial han acabado, dejando siente como tiempo extra, solo debemos mantenernos así...

La emoción hace que mi corazón se acelere, expectante, pero un agudo pinchazo de dolor me atraviesa el vientre, entumeciendo mis piernas por unos instantes en los que el equipo de Arabia corre veloz hacia mí. Sacudo la cabeza intentando despejarme del dolor, corriendo un poco para salir de los postes e intentar detener el balón, pero no sé si son mis entumecidas piernas, el repentino cambio en el ambiente o el dolor alojado en mi vientre bajo, que me impiden lanzarme a tiempo.

Giro la cabeza a mi izquierda, viendo pasar el balón como en cámara lenta y el bullicio de la afición contraria estalla en vitoreos de esperanza y felicidad.

"Me acaban de anotar un gol..." Pienso mientras el pánico comienza a subirme por la garganta, mis compañeros lucen molestos, sorprendidos y tristes.

Quedan solo seis minutos en el reloj, si tan solo pudieran anotar otro gol... el partido continúa, pero no hay más qué hacer, el silbato una vez más resuena en mis oídos mientras caigo de rodillas y no sé si es por el nuevo dolor que me atraviesa el cuerpo o la tristeza, miedo y preocupación por lo que pueda venir después.

Me quedo hecho un ovillo en el suelo, gimoteando por el dolor físico y emocional, mi lobo hace lo mismo, llorando conmigo y un quejido lastimero y agudo sale de su garganta, llamando a nuestro alfa.

"Él no vendrá, tonto. Ni siquiera puede saber que algo pasa... nosotros... no estamos enlazados y nunca lo estaremos. ¿Recuerdas? No lo valemos."

El dolor en mi interior aumenta y ya ni siquiera sé en dónde es más fuerte, si en mi corazón o en el vientre.

Todo se pone negro a mi alrededor, lo último que veo es a Hirving y Raúl corriendo hacia mí, creo que me gritan, pero ya no los oigo más, ni siquiera siento el golpe en mi sien al caer de lleno sobre el pasto.


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Anuncio rápido: el fanfic cambiará de nombre, ahora se llamará "My Dear Sunflower"

Espero el cap les haya gustado. ❤️🐺

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