Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

7

Me levanto más temprano de lo que esperaba. Los nervios del próximo partido me tienen alerta incluso mientras duermo.

—Maldita sea... cerebro estúpido. Podríamos dormir más. —Me digo en voz alta. Varios rizos me caen sobre los ojos y los aparto con la mano algo harto. Debo cortar pronto mi cabello o empezaré a parecer perro callejero.

A pesar de ser las 3 am, siento mi estómago pedirme comida, pero sé que no hay nada en el hotel, por lo que rebusco en mis maletas, intentando encontrar alguna barra energética que me pueda quitar el hambre. Me decepciono al no encontrar nada, por lo que vuelvo a mi cama, metiéndome en las cobijas para intentar volver a dormir, pero luego de dar unas diez vueltas y enredarme las piernas con las sábanas, me doy por vencido.

Tomo mi celular de la mesita de noche, sonriendo al encontrar un nuevo mensaje del alfa en quien no he dejado de pensar desde que supe que quería ir por mí al entrenamiento.

El día anterior había tomado un café con Hirving, dejando mi celular por completo en el olvido, al punto que, cuando por fin lo revisé a media noche, tenía sin fin de mensajes de varias personas, entre ellas de Lionel.

Su gesto me enterneció en sobremanera, provocando que sonriera solo con leer los mensajes, ganándome algunas burlas por parte de Lozano.

—Cierra el pico. No puedes decir nada cuando tú estás igual. —Le había dicho en tono serio, pero sin dejar de sonreír.

—Hasta mañana Pancho. —Me contestó y yo solo pude lanzar una almohada hasta su cabeza, la cual chocó con la puerta cuando el maldito lobezno escurridizo salió corriendo, esquivandola.

No sabía qué responderle, por lo que solo me disculpé por no haber leído antes aquellos mensajes. Ahora tenía un mensaje nuevo. Hacía unos cuarenta minutos que me había respondido.

Mi estómago da un vuelco al leer sus palabras y me siento ridículo por emocionarme con tan poco.

Tecleo rápidamente una respuesta, con el corazón lleno de cariño y ternura, pero me arrepiento casi al instante de mandar los mensajes.

Mis manos tiemblan cuando intento borrarlos, pero es demasiado tarde, por alguna razón, Messi estaba al pendiente y ya los ha leído.

Me tiro sobre la cama, cubriendo mi rostro con la almohada restante.

—¡Aaaah! Que tonto eres. —Grito, avergonzado y siento mis mejillas arder. Menos mal no puede verme.


Escucho mensajes llegando y aunque temo leer lo que dicen, asomo un ojo por detrás de la almohada solo para volver a cubrirme como una adolescente enamorada que grita y patalea.


Abrazo la almohada mientras respondo, sintiéndome emocionado y un completo cursi.

Su último mensaje hace que pegue un gritito agudo que casi podría jurar han escuchado mis vecinos.


Ruedo por la cama, sonriendo bobamente y mi lobo brinca entusiasmado.

Estoy por responder, pero alguien toca a mi puerta, haciendo que me ponga serio de inmediato.

—¿Quién está chingando a esta hora? —Digo en voz baja mientras me levanto de la cama para ver de quién se trata. Acomodo mi ropa y me veo en el espejo. Mis mejillas siguen algo rojas y fuera de mi cabello enredado por acabar de despertar, luzco presentable.

Abro la puerta con cara seria. Dispuesto a correr a quien sea que me interrumpe a esta hora, pero cierro de inmediato, casi azotandola al ver a cierto alfa parado al otro lado.

Mi corazón late descontrolado mientras corro a encerrarme al baño.

Pasan de las 2 am y ya ni siquiera estoy intentando dormir, mi lobo se remueve ansioso en mi interior, provocándome nervios.

Me pongo un pantalón de mezclilla y una sudadera amplia, los tenis y salgo de mi habitación con la capucha puesta. Espero pasar desapercibido para quien sea que pueda estar vigilando.

Dejo que mi lobo tome control de mi cuerpo, permitiéndole relajarse un poco. Luego de un rato caminando, por fin me siento tranquilo, por lo que hago que este me deje retomar las riendas.

Mi celular suena con un mensaje, por lo que lo saco de mi bolsillo, sonriendo en automático al ver que es Memo quien me ha escrito.

Me quedo parado sobre la acera, ni siquiera tengo idea de a dónde me ha traído mi alfa, pero ahora mismo me importa un carajo.

Respondo rápidamente, sintiéndome emocionado y nervioso cuando envío mi foto. Fue de una sesión hace no mucho. Ya ni siquiera recuerdo qué promocionaba, pero me había gustado demasiado. Incluso si teniéndola de perfil no lucía del todo.

El resto de las respuestas me revuelven el estómago de forma agradable. Nunca antes me había sentido de esta forma, por lo que no tengo idea de cómo debo actuar.

Recuerdo una plática con Lisandro, en donde me dijo que nuestra mejor guía eran las emociones y sentimientos para saber qué hacer cuando estamos enamorados.

"—Actuar por impulso no siempre es bueno, pero cuando amas a alguien, a lo que menos debes darle vueltas es el cómo demostrarlo. Con el tiempo aprendes su lenguaje del amor y el tuyo, pero mientras eso pasa, deja que tu lobo y tu corazón te guíen." Me había dicho mientras sonreía y tocaba una pulsera sencilla sobre su muñeca, pero que, por la forma en la que la miraba, pude deducir que era muy importante para él.

Así que eso hago, me dejo llevar por la emoción de saber que mi presencia importa en la vida de mi omega, que quiere verme y me sincero, diciendo que lo extraño. 

Miro al cielo mientras intento reprimir el rubor en mis mejillas. Vuelvo a sentirme nervioso, emocionado y un adolescente enamorado. Pero esta vez es más intenso... más real.

Frunzo el ceño al darme cuenta de dónde me encuentro. Frente a mí se alza el hotel donde mi hermoso omega se encuentra hospedado. Sonrío mientras niego con la cabeza, agradecido con mi lobo por habernos traído hasta acá. Sin duda mis instintos están enfocados en ese omega de lindos rizos y brillante sonrisa.

Entro con la cabeza gacha, oculto de las pocas personas que se encuentran ahí. Afortunadamente nadie me detiene.

Espero pacientemente el elevador, presionando el número del piso en el que se encuentra él. Mi corazón late cada vez más rápido en anticipación por ver sus hermosos rizos y escuchar su linda voz diciendo mi nombre.

No tengo idea de qué le diré, pero una vez más, decido dejar ese trabajo a mi instinto.

Toco la puerta de manera suave. Una hermosa y sonrojada cara me recibe al otro lado, con los rizos enredados y alborotados. Abro la boca para saludarlo, pero antes de que pueda hablar, la puerta vuelve a cerrarse frente a mí.

Me quedo parado con la mirada fija sobre aquél pedazo de madera. Me pregunto qué estará pasando.

Mi mente comienza a dar vueltas e intento interrumpir los pensamientos intrusivos que me aquejan. La imágen de Jimenez coqueteando con Ochoa, tocándolo e incluso acostados en la misma cama, me vuelve loco. Un gruñido se atora en mi garganta y las náuseas me abordan.

"Tranquilízate maldita sea. No sabemos si eso es real."

"No quiero que nuestro omega esté con nadie más."

"¿Y crees que yo sí? Maldición, compórtate."

Mi debate mental es intenso, haciendo que mi cabeza duela y mi lobo se remueva inquieto.

Vuelvo a tocar la puerta, algo incómodo esta vez.

Una vez en el baño, lavo mi rostro apresuradamente, aprovechando para mojar mi cabello y poder desenredarlo de manera brusca. Un par de quejidos salen de mi boca cuando algunos nudos se enredan en el cepillo, jalandome dolorosamente el cuero cabelludo.

Con prisa y de manera descuidada lavo mis dientes, ni loco dejo que se me acerque sin haberlo hecho.

Estoy terminando de quitarme la pasta de los labios cuando la puerta es tocada en nueva cuenta. Salgo rápido del cuarto, respirando profundo antes de abrir sonriendo.

Su rostro está algo serio, el ceño fruncido y huele a molestia, pero ni eso me distrae del hermoso sentimiento de cariño que me invade, recorro su cuerpo con la mirada. Luce tan joven con esa ropa puesta...

—Hola Lio. —Le digo suavemente. Mis manos sudan por los nervios y mis pies intentan moverse para acortar la distancia y abrazarlo. Sin embargo, me contengo. No quiero verme desesperado.

—Memo... —Susurra y su semblante se relaja, convirtiéndose en una amplia y hermosa sonrisa en la que me enseña sus lindos dientes.

Alfa y omega se miran fijamente, ninguno sabe cuánto tiempo ha pasado desde que la barrera de madera entre ellos se esfumó, sólo mirándose el tiempo se ha detenido y sus lobos se comunican a través de sus aromas, tranquilizandose mutuamente.

"Al fin te veo" las voces de ambos lobos casi resuenan en el ambiente, reconociéndose y tranquilizandose.

—Pasa. —Dice Guillermo mientras se hace a un lado, dejando el paso libre para que el alfa pueda entrar.

Messi sonríe nervioso, asintiendo una sola vez para luego caminar lentamente. Su nariz olfatea discretamente el ambiente, regocijándose al no encontrar otro aroma más que el del omega y un ligero toque del propio, relajándose y casi sintiéndose ridículo por los celos que empezaba a tener.

—¿Es muy grosero si pregunto qué haces aquí?

Messi se queda serio un momento, ni siquiera él lo sabe y sería demasiado raro admitir que su lobo lo llevó hasta allá. ¿O no?

—Y-yo... te lo dije. Te extraño. Y por cuestiones del destino, estaba por aquí. Así que he querido pasar a saludar. ¿Te molesta? —La pregunta sale tímida y con algo de miedo de sus labios, pero la sonrisa enternecida que el omega le dedica lo tranquiliza de inmediato.

—Todo lo contrario... te dije que quería verte y no puedo sentirme más feliz de que así haya sido.

Ochoa enrojece al darse cuenta que ha dicho lo que realmente estaba pensando, pero al igual que Messi, se relaja al darse cuenta que sus palabras hacen feliz al alfa frente a él.

Una vez más, un silencio prolongado y cargado de nervios envuelve a ambos hombres.

"¡POR FAVOR! Quiero besarlo. Tú también quieres. Hay que besarlo."

Puedo sentir a mi omega ansioso por tirarse sobre el alfa frente a nosotros, seduciéndonos con su sonrisa.

"Sí quiero, pero debemos esperar. No podemos vernos tan desesperados.

Mi lobo me bufa, pero entiende el punto, moviendo la cola para liberar energía.

"Besalo maldita sea. ¿Qué esperas?"

Mi alfa me rasguña, intentando tomar el control de nuestro cuerpo para lanzarse a los suaves labios del omega.

"No podemos hacer eso. Lobo tonto. No somos bestias salvajes, debemos tener su permiso."

"¡¿Permiso?! Humano estúpido. ¿Acaso no hueles eso? ¡Está esperando que lo hagas!"

Presto más atención al ambiente, sintiendo un dulce y sutil aroma que no logro distinguir, pero me indica que está coqueteando conmigo.

Camino lentamente hasta él, estirando mi mano para tomar la suya, poniéndola sobre mi corazón, que late desbocado en evidente nerviosismo.

—¿Sientes eso? —Le susurro y puedo verlo asentir, en silencio. —Estaba emocionado por verte. Y ahora... estoy nervioso, porque deseo besarte.

Una sonrisa amplia y hermosa adorna aquél magnífico rostro, así como un ligero y tierno rubor.

Memo se acerca a mí sin despegar su palma de mi pecho, sonriendo tímidamente.

—Y yo en verdad deseo que lo hagas... —Me susurra mientras lo observo acercarse hasta mí, lento y cauteloso. Antes de que nuestros labios se toquen, él cierra sus ojos, viéndose tierno.

Sonrío cuando nuestros labios se rozan, mandándome escalofríos por todo el cuerpo. Cierro los ojos, deseando que todos mis sentidos se enfoquen en aquél roce, aspirando su dulce y embriagante aroma, saboreando su exquisita saliva y acariciando la suave y esponjosa piel de sus labios.

Sus manos abandonan mi pecho para rodear mi cuello y yo lo tomo por la cintura, pegándolo aún más a mí.

El beso es tranquilo, lento y cursi. Puedo sentir mi corazón y el suyo latir acelerados.

Pasamos un rato besándonos, mi cuello comienza a doler por estar estirado, a pesar de que Ochoa está ligeramente encorvado. Son momentos como este donde más odio mi altura.

Hacía mucho no me sentía acomplejado por ella, pero ahora mismo me siento desanimado.

Estoy por separarme de sus labios cuando el sonido de un ligero gruñido se escucha, haciendo que quien se separe de manera brusca sea él.

Luce avergonzado, su cara está completamente roja y él se agarra el estómago.

—Lo-lo siento... yo... no sé por qué tengo tanta hambre. —Me dice mientras agacha la mirada para ocultar su semblante.

Una risa escapa de mis labios antes de que pueda contenerla y él me mira extrañado.

—Perdón... es solo que me has dado muchísima ternura. —Le digo acercándome de vuelta. —No debes avergonzarte, guapo. También tengo hambre. ¿Quieres que vayamos a buscar comida?

Él asiente, lo rojo de su rostro casi ha desaparecido a excepción de sus mejillas.

—Hace frío afuera, cariño. Deberías cambiarte. —El apodo cariñoso me ha salido natural y es demasiado tarde cuando me doy cuenta. Es mi turno de enrojecer hasta las orejas. —Perdón. No lo pensé b...

—Me gusta. —Me interrumpe.

—¿En serio?

—Sí... —Lo siento darme un suave beso en la mejilla y lo veo sacar ropa de su maleta, una sudadera, pantalones y tenis. Igual que yo.

Intento darle su espacio para cambiarse, pero no puedo evitar seguir sus movimientos mientras lo hace. Mi mirada recorre su espalda, delineando cada músculo, admirando su pequeña cintura. Sus piernas me encantan, tan largas y fuertes. Algunas marcas amoratadas las adornan, pero ni así deja de verse hermoso.

Una herida sobre su hombro llama mi atención, haciendo que me acerque hasta él.

—¿Qué te pasó ahí? —Le pregunto, deteniendo el movimiento que hace para ponerse la sudadera. Mis dedos rozan el raspón, sintiendo lo rugoso de la cicatriz.

—Oh... no es nada. Me lastimé en el entrenamiento. —Responde, poniéndose serio de repente.

—¿Te duele?

—Sólo un poco. Por cierto. No era necesario que hicieras aquello de la rosa. Pudiste meterte en muchos problemas.

Me siento avergonzado. No estaba en mis planes que nadie más que Martino supieran de eso.

—No pasa nada. —Ochoa se voltea bruscamente, tomándome de los hombros con fuerza.

—¡Alfa tonto! ¿Tienes idea de lo peligroso que es? Podrían expulsarte, hacerte daño, burlarse de ti y quien sabe cuántas cosas más. Puedo cuidarme solo.

Sonrio. —Claro que puedes, mi hermoso omega. Pero no está demás que sepan tienes un alfa que te cuida la espalda y no dudará en arrancarle la cabeza a quien sea que se atreva a tocarte. Eres independiente, todo un ejemplar de omega fuerte, pero... me gustaría cuidarte al menos un poco. Porque tú me cuidas a mí.

Ochoa me mira, sorprendido. Alejando sus manos de mis hombros.

—Gracias por preocuparte por mí. —Le digo por último. —Seré más cuidadoso con mis amenazas.

Él rueda los ojos, pero sé que no está molesto porque sonríe.

—Déjame ver eso. —Le digo, tomándolo por la cintura haciendo que gire el cuerpo, dándome la espalda.

Vuelvo a pasar los dedos por la herida, viéndolo encogerse bajo mi toque cuando hago ligera presión en una zona demasiado roja.

—¿Lavaste bien esto?

—Eso creo... me dolía mucho, así que no hice demasiada presión. ¿Por qué?

—Creo que está infectandose. Seguro te quedó lodo ahí... Sientate en la cama, iré por el botiquín.

Lo veo obedecer, tímido y mi lobo brinca de emoción por poder cuidar de nuestro omega.

Vuelvo hasta él y comienzo a sacar las cosas, poniéndolas sobre la cama.

Mi lobo se siente mimado y atendido. Muestra la pancita y saca la lengua cuando Messi se sienta tras nosotros. Lo veo acomodar agua oxigenada, gasas y jabón quirúrgico sobre la colcha.

—Uhm... necesitaré agua. Mejor vamos al baño. —Me dice. Recogiendo lo que acaba de sacar.

Me levanto, caminando hasta aquella habitación, sentándome sobre la tapa del retrete de espaldas al lavavo.

Messi se acomoda detrás de mí, reacomodando las cosas sobre el lavamanos.

—Intentaré no lastimarte. —Me susurra y me estremezco al sentir su aliento sobre mi nuca cuando un suave beso es dejado ahí, seguido de un camino de estos hasta mi herida.

Su mano me toma la cabeza suavemente, puedo sentir sus dedos tomar mi cabello, enredandolos entre mis rizos sin jalarlos.

Cierro los ojos y entreabro la boca, mi respiración comienza a hacerse pesada.

"¿Por qué esto me excita tanto?" Pienso. Mi cabeza se siente caliente y puedo sentir mi entrepierna despertar lentamente.

Un espasmo de excitación me sube por el vientre bajo. Pero todo eso termina cuando de forma inesperada, una gasa húmeda es puesta sobre la herida, haciendo que me arda y me queje.

—¡Lo siento! Es agua oxigenada. Debo retirar todo rastro de piel contaminada. —Me dice y yo aprieto la mandíbula, agradeciéndole silenciosamente el haberme distraído de mis excitantes pensamientos.

—No importa, continúa. —Le digo entre dientes.

Sin duda aquella herida estaba mal y no lo había notado. En cuanto Messi comienza a limpiarla, puedo ver un poco de agua oxigenada y sangre escurrir por mi clavícula. El jabón casi no me lastima, solo es molesto, pero sentir los dedos del alfa moverse sobre mi piel, delicados, cuidadosos y cariñosos hacen que todo eso quede en segundo plano.

—Listo, ya solo te pondré una gasa para que la ropa no te lastime. —Me dice, haciendo un rectángulo con aquella tela, fijandola sobre la herida con algo de cinta.

De nuevo, un beso es dejado sobre mu cuello y hombro, pero me levanto rápidamente del retrete. No quiero volver a tener una erección. Quiero comer y no es el momento correcto.

—Vamos entonces. —Le digo intentando verme normal.

Él me sonríe, haciendo que le sonría de vuelta. Mi lobo no ha parado de mover la cola y rodar sobre su espalda. Nos sentimos agradecidos y mimados, por lo que, a modo de agradecimiento, le doy un beso sobre la comisura de los labios, casi corriendo fuera de aquél lugar de manera infantil.

Me pongo la sudadera rápidamente, tomando las llaves del cuarto para caminar hasta la puerta.

Messi sale del baño con las manos aún húmedas y las mejillas sonrojadas.

"Es un alfa demasiado lindo..." Me susurra mi lobo y yo solo puedo darle la razón

Luego de al menos media hora hablando y caminando, logramos encontrar una tienda de conveniencia abierta. Entramos a comprar comida preparada y bebidas para consumirlas mientras seguimos caminando.

Mi lobo y yo nos sentimos alerta. No podemos prestar el cien por ciento de nuestra atención al hermoso omega que nos acompaña, ya que en este lugar, un omega como él no está seguro.

—¿Lio? —Lo escucho llámeme y yo dejo de mirar a mis espaldas para posar los ojos sobre su ceño fruncido. —Luces preocupado. ¿Qué pasa?

No sirve de nada mentirle, mejor que sepa lo que pasa. —Mi alfa me dice que debo estar alerta. Algo no me gusta.

Lo veo tensarse y comenzar a escudriñar la calle.

—Sí, mi omega también está inquieto, pero no quería hacerle caso. Salgamos de aquí. Vamos a mi habitación.

Lo tomo de la mano, caminando rápidamente por donde veníamos. De la nada, una sombra enorme se para frente a nosotros. Está cubierto de pies a cabeza por la túnica que usa la mayoría en este lugar, por lo que es imposible saber de quién se trata.

—Vaya, vaya. Pero si son ni más ni menos que el maldito omega y el estúpido alfa que todos dicen están saboteando a su propio equipo. ¿Quien diría que un par de maricones como ustedes harían tanto escándalo? Fenómenos como ustedes están mejor en el fondo del mar.

Ochoa se aferra fuertemente a mi brazo, pero dudo mucho que sea por miedo, creo que trata de evitar que me lance a morder a aquél sujeto.

—¿Quién mierda te crees que eres? —Le gruño, intentando safar mi brazo del fuerte agarre de Memo.

—No uses ese tono conmigo, idiota. No podrás intimidarme. Solo con ver que ese asqueroso fenómeno te controla me basta para saber que eres patético.

Siento a Memo tensarse y sus uñas lastimarme, ahora es él quien está molesto y mi alfa rasguña mi interior por querer salir.

"Déjame morderle la puta cara." Me siento tentado a hacerle caso, pero me contengo.

—No suelo hablar tanto, pero al verlos quise comprobar que eran un par de degenerados y no estaba dejándome llevar por los rumores. Ahora que lo comprobé, es momento de que esto se arregle.

Todo pasa rápidamente, el tipo se mueve veloz, su puño está cerrado firmemente y apunta a mi rostro, pero un fuerte empujón me manda al suelo, haciendo que aquél golpe impacte con algo que no alcanzo a ver. Mi mano se raspa un poco cuando caigo, pero me importa poco al voltear y ver a mi omega forcejear con ese hombre.

No sé qué hacer, me siento imponente. Mi estatura una vez más no me ayuda, pero sé que hay algo que sí tengo: un par de buenas piernas.

Me levanto de un salto, corriendo hasta ponerme tras aquél hombre, pateando detrás de una de sus rodillas para hacerlo caer. Un "crak" se escucha, seguido de un gruñido de dolor. Creo que le he dislocado la rodilla.

Ochoa me mira y luego ambos lo miramos, si no hacemos algo nos podría delatar, pero no somos unos matones...

Antes de que siquiera pueda pensar en algo, Memo le asesta un fuerte puñetazo en la cien, desmayandolo al instante.

—Mierda... ¿Ahora qué? —Le susurro.

—Lo arrastraré hasta aquél callejón. Ve por un par de botellas del alcohol más barato y fuerte que encuentres.

Asiento y salgo corriendo a la tienda de nuevo para unos minutos después regresar rápidamente, encontrando a Memo acomodando el enorme y laxo cuerpo entre algunas bolsas de basura.

—Acércate. Destapa las botellas. —Susurra y yo obedezco.

Vaciamos el contenido sobre su cuerpo y alrededor, con cuidado, abrimos su boca y lo colocamos de costado, haciendo que todo el líquido entre en ella, impregnandolo del aroma a alcohol, sin que se ahogue con él. Por último, rompemos una de las botellas, dejando los vidrios a su alrededor y la otra, con apenas un trago en su interior, la colocamos en su mano.

Nos alejamos, asegurándonos de que aquella escena luzca creíble. Asentimiento satisfechos con el resultado. Cualquiera que pasara y lo viera, pensaría que se embriagó, cayó y golpeó su cabeza.

Nos miramos y sin decir una palabra más, volvemos a caminar hasta el hotel, en silencio, pero con las manos entrelazadas.

—Gracias... —Susurro.

—No debes agradecer. Jamas dejaria que nada le pasara a mi alfa. —Sonrío

Cuando llegamos pasan de las cinco de la mañana, la gente comienza a salir a las calles, por lo que me despido rápidamente, escabullendome para evitar más problemas.

—¿En dónde estabas? —Raúl me espera fuera de mi habitación. Lo miro con el ceño fruncido.

—Buenos días. Muy bien, gracias. ¿De verdad? También me siento cansado. ¿Que si ya desayuné? No, aún no.

—Lo siento... Buenos días Memo. ¿Dormiste bien? Te invito el desayuno.

—No dormí muy bien, pero eso no importa. ¿Lo invitas? No me digas. El desayuno es gratis Raúl. —Me cruzo de brazos, haciendo una mueca cuando rozo aquél lugar de donde el imbécil que nos atacó me apretó cuando intentaba hacer que lo soltara.

—Sigo dormido... perdóname. Mejor me voy.

—Ya lo noté. —Lo veo empezar a alejarse y una punzada de culpa me hace hablarle.

—Está bien, invítame el desayuno, pero si pido postre extra, tú lo pagas.

Me sonríe como pocas veces, marcando sus hoyuelos y yo le regreso la sonrisa.

Entramos a mi habitación para que me pueda cambiar. Me pongo un pants, pero me dejo la sudadera.

—Huele a alfa... ¿Estuviste con alguien?

—¿Importa? —Le respondo intentando no ser grosero.

—A mí sí.

—¿Por qué? —Lo veo dudar un poco.

—Porque no quiero que te lastimen. —Susurra.

—Siempre al pendiente de mí. —Le digo y acaricio su cabeza. —Sigo siendo seis años mayor que tú.

—Sigo siendo cinco centímetros más alto que tú. —Me dice de forma presumida, parándose completamente recto y a centímetros de mí, provocando que alce la vista para poder mirarlo a los ojos.

—Cierra la boca. —Lo empujó del pecho, pero él atrapa mis manos y me acerca a él, abrazándome.

—En verdad me preocupas. Hemos estado juntos todo este tiempo... yo... —Guarda silencio un momento. Estoy por preguntar qué pasa, cuando vuelve a hablar. —Yo te quiero mucho Memo.

—Raúl... Alfa presumido y sobreprotector. También te quiero. —Le digo mientras me separo de él, volviendo a desordenarle el cabello. —Vamos. Quiero doble postre. Tengo antojo de cosas dulces.

Mi celular suena, por lo que miro quién me ha mandado mensaje. Es Javier, otro de mis mejores amigos. No abro el mensaje, pero desde la barra de notificaciones puedo ver que me pide que lo llame en cuanto pueda.

—¿Has hablado con Javier?

—Anoche estuve mensajeandome con él. ¿Por?

—Me pide que lo llame.

—Él está bien si es lo que te preocupa. Seguro solo tiene algún chisme.

Asiento y una punzada dolorosa me hace quejarme en voz baja.

"¿Qué mierda?" Pienso. Seguro fue el golpe de ese idiota. Cuando tenga tiempo pediré que me revisen en la enfermería.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro