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-Entrenador yo...

-¿Qué? Tú qué Guillermo. Ya no tienes excusa, esto confirma todo lo que supuse alguna vez. Fue un completo error haberte aceptado con nosotros. Y pensar que tu amiguito Hirving te tomaba de ejemplo... pobre muchacho. Me temo que tendré que reorganizar el equipo. No quiero más omegas aquí.

-Él no tiene nada qué ver.

-¿Ah no? ¿Y quién me asegura que en cuanto un alfa se le presente en frente no va a dejar todo por ir a abrirle las piernas?

-Le pido hable con más respeto...

-¡¿MÁS RESPETO?! Eres el menos indicado para pedir respeto Ochoa.

-Yo no hice nada malo.

-¡¿Entonces cómo mierda explicas esto?! MAS TE VALE QUE NO TE MUEVAS DE TU LUGAR. -Estaba por salir de la habitación, importándome poco que me pudieran expulsar del equipo. No estaba dispuesto a tolerar ese trato, pero la voz de mando me dejó congelado en la misma posición, sin poder siquiera dar un paso.

-Sabes... hace un tiempo, hablando con otras personas, alguien mencionó que los omegas hombres eran mucho más rebeldes y respondones que las lindas omegas que solemos frecuentar, pero aseguraron una cosa... -Mi entrenador se levantó de su lugar de manera lenta, cerrando la laptop sin mirarme. Su aroma me indica que debo correr de ahí, pero mis piernas no responden.

-Ellos dijeron que todos tienen algo en común. Una vez son marcados por un gran alfa, obedecen todas las órdenes, se vuelven dóciles y bien portados...

Martino se acerca a mí, puedo sentir su respiración muy cerca de mí cuello, sus dedos acariciar mi mentón y ese asqueroso aroma a pimienta hacerse cada vez más fuerte. Mis manos tiemblan. Deseo soltarle un buen golpe en la cara, pero el miedo me tiene paralizado, además de la orden dada.

En este momento odio ser un omega, mi biología me obliga a obedecer aquella voz, aún si eso nos pone en riesgo.

Yo sabía que, de ser marcado por la fuerza, mi lobo caería enfermo y podría matarnos a ambos, pero no podía siquiera moverme.

-Entrenador, esto no es correcto, le pido se retire y me deje tranquilo.

-¿Lo ves? Eres un respondón. Creo que podría darte otra oportunidad... ¿Acaso no lo deseas?

-No de esta manera.

-Oh pero no hay otra, mi querido Ochoa. Puedo sentir tu dulce aroma... llamándome. No temas. No te dolerá... mucho.

Siento sus labios rozar la piel de mi cuello, al igual que su nariz. Mi lobo aúlla pidiendo auxilio, pero sé que nadie vendrá, apenas ayer siquiera acepté que aquél alfa me gustaba, es imposible que él venga a ayudarme.

Siento las uñas clavarse en mis palmas, pero no hay nada más que pueda hacer. Lágrimas de desesperación caen por mis mejillas y yo solo deseo poder morir en ese instante, antes siquiera de poder sentir la mordida.

Su asquerosa lengua se pasea sobre mi clavícula, siento sus dientes rozar mi piel, preparándola para la marca. Mi playera es estirada hacia un lado, exponiendo aún más mi cuello.

-Inclina la cabeza y no te muevas. -Me ordena Martino y yo no puedo hacer más que llorar y obedecer.

"Alfa... perdóname." Escucho decir a mi omega y mi llanto aumenta de intensidad.

"Mi querido lobo... perdóname por no saber protegernos." Le digo a mi omega, que se hace pequeño en mi interior, resignado a ser marcado por alguien más.

Espero la mordida con los ojos apretados, deseando que suceda lo más pronto posible, pero un fuerte tirón me aparta del lugar en el que parecía me habían clavado los pies.

-¡TÚ, MALDITO ALFA DEGENERADO, VOY A ARRANCARTE LA CABEZA!

Mi compañero de equipo está frente a mí, parado entre el entrenador y yo, protegiéndome con su cuerpo.

-¿Estás bien? -Me mira de reojo, barriendo mi cuerpo con la mirada para asegurarse que no estoy herido. Asiento lentamente, bajando la mirada, avergonzado por estar llorando, humillado por tener que ser salvado por otro alfa, pero agradecido.

-Raúl... ¡Quítate de en medio ahora mismo!

-No lo haré.

Aún estando detrás de él, puedo ver que sus colmillos están fuera, luciendo afilados y listos para morder. El entrenador lo mira con odio, preparando su viejo cuerpo para una batalla.

-¡JIMENEZ! APARTATE DE ESE OMEGA EN ESTE INSTANTE O TOMARÁS SU LUGAR.

-Quiero verlo intentarlo.

-¿Quieres que te rompa el cráneo de nuevo?

Raúl salta hacia enfrente, derribando a Martino con una tacleada digna de un jugador de americano.

Puedo ver la pelea como en cámara lenta, garras y dientes rasgando tela, gruñidos y mordiscos al aire. Pero un puñetazo limpio sobre el rostro de mi entrenador da por terminada la batalla.

Jimenez se levanta del suelo, tiene varios rasguños en el cuerpo y sus nudillos sangran por haber chocado con los colmillos del alfa frente a él, pero luce tranquilo, incluso me sonríe, intentando tranquilizarme.

-¿Te hizo daño? -Me pregunta lentamente, casi en un susurro. Y por su expresión puedo asegurar que he de lucir como un cachorro asustado.

-No, estoy bien. -Le susurro de vuelta. Mis rodillas tiemblan y yo no puedo permanecer más tiempo de pie. La adrenalina ha abandonado mi cuerpo, además de sentirme a salvo. Siento mis rodillas chocar contra el suelo dolorosamente, pero los brazos de mi amigo me impiden terminar de caer.

-Y-yo... gracias Raúl.

-No te preocupes por agradecer. No iba a dejar que ese imbécil se te acercara. Llegué a tiempo.

-¿De verdad habrías dejado que te mordiera?

-Claro que no. Todos saben lo que le pasa a un alfa que es marcado por otro. Antes lo mato.

Me quedo en silencio, recordando las clases de biología que había tenido en la primaria. Si ser omega hombre era mal visto, un alfa enamorado de otro lo era aún peor, y no sólo por lo "aberrante" de la situación, sino porque había casos comprobados en los que un alfa había marcado a otro, siendo el receptor el más afectado. Una vez la marca se concretaba, el lobo alfa que había recibido la mordida comenzaba a "morir" lentamente, cediendo total control de las decisiones propias al compañero de lazo, volviendo a su humano una especie de zombie.

Haciendo memoria, no recuerdo haber conocido a un alfa enamorado de otro, por lo general esas marcas se usaban en peleas de territorio y a manera de humillación... "Estúpidos alfas" pienso.

Aún en el suelo, vuelvo a llorar cuando el peso de todo lo que acabo de vivir me llega de golpe. Me abrazo fuertemente al cuerpo de mi amigo, escondiendo el rostro en su pecho, buscando un lugar seguro.

Raúl es de los pocos alfas que siempre me han apoyado, estando ahí para hacerle frente a cualquiera que, como hoy, se aprovechara de sus dotes como alfa para pasar sobre mí.

Poco a poco mi respiración vuelve a la normalidad, puedo notar que el ambiente está lleno del aroma a tabaco de chocolate, Raúl está dejando ir feromonas para tranquilizarme.

Mi lobo se remueve algo inquieto, pero a gusto, sintiéndose protegido aún si no es por el alfa a quien desea.

Un alboroto se escucha en la parte de afuera, varias personas llegan corriendo, lo que me hace tensarme en medio de aquél cómodo abrazo.

-¿Quién mierda eres tú?

-Estás jugando ¿No, Messi?

Al escuchar aquél nombre, me aparto de golpe, saliendo de mi escondite. Mis ojos se encuentran con los de aquél a quien mi lobo y yo más deseábamos ver.

-Me refiero a ¿Qué mierda crees que haces?

-¿No es obvio? Consolando a Memo. Pero yo debería ser quien pregunte ¿Qué carajo haces tú aquí?

-Vine con mi entrenador a aclarar las cosas.

-Así que ya viste el video.

-Y el twit de un tal Canelo que quiere partirme la cara, sí.

La mención de aquél enorme alfa hace que mi estómago se contraiga de incomodidad y mi lobo se remueva a disgusto.

Hacía meses no escuchaba hablar de él, luego de haber terminado nuestra corta pero horrible relación, había decidido no inmiscuirme de ninguna manera, evitando hasta su propaganda en redes sociales.

Un quejido interrumpe la no tan amistosa charla entre ambos alfas y me saca de mis pensamientos. Casi había olvidado que Martino estaba tirado en el suelo, desmayado.

-Mierda, no lo había visto. ¿Qué le pasó? -Pregunta Messi y yo no puedo evitar desviar la mirada de él, clavandola en el suelo.

-Nada de tu incumbencia. -Le responde Raúl mientras me acaricia el cabello.

-Vamos a mi habitación. ¿Quieres? Ahí estarás seguro y puedes recostarte. -Me dice en un susurro. Asiento de manera lenta, aunque realmente no deseo ir a su habitación.

Me levanto del suelo, tambaleándome un poco, siendo sostenido por la firme mano de mi amigo en mi cintura. Me aparto, ligeramente incómodo. Él lo nota, por lo que quita su mano, posandola en mi codo.

Puedo sentir la penetrante mirada de Messi sobre nosotros, pero no me atrevo a mirarlo. Sé que no es culpa suya el no haber estado aquí, mi lobo también lo sabe, pero no podemos evitar sentirnos heridos porque no fuera él quien nos defendiera.

Paso a su lado con la mirada aún clavada en el suelo y escucho un pequeño gruñido de su parte, pero no me detengo a ver lo que lo provoca.

Una vez a solas con mi amigo, me aparto ligeramente de su toque, intentando ser sutil.

-Sí no te importa, me iré a mi habitación. Necesito estar solo.

Puedo ver la decepción cruzar su semblante por un momento, pero desaparece casi al instante, haciéndome dudar de lo que vi. Una sonrisa de entendimiento se dibuja en sus labios.

-Está bien. Llámame si necesitas algo. ¿Quieres que te pida algo de desayunar?

-Lo haré yo mismo, muchas gracias. Pero si ves a Hirving, dile que suba a verme, por favor.

-Claro. Yo le digo.

Le sonrio como agradecimiento, comenzando a caminar hasta el elevador para poder subir a mi cuarto.

Una vez dentro me saco toda la ropa de encima, abolandola y tirandola a una esquina de la habitación.

Siento mi cuerpo lleno del nauseabundo aroma ácido del decrépito alfa que quiso tomarme a la fuerza, mareandome.

Entro a la ducha y sin esperar a que el agua salga caliente, comienzo a tallar mi cuerpo, quizás con demasiada fuerza, porque marcas rojas aparecen en mi piel. El agua se calienta repentinamente, quemándome, pero el ardor me ayuda a sentir que limpio mejor mi cuerpo.

Luego de unos quince minutos, cierro la llave del agua. Estoy envuelto en vapor, el cancel del baño escurre pequeñas gotas de agua y mi piel arde, pero no me siento más tranquilo. Juraría que mi cuerpo aún huele a pimienta y limón, la humillación me aprieta las entrañas y las náuseas que me provoca todo lo ocurrido me hacen marearme de nuevo.

-Cálmate, no te pasó nada. Estás bien. -Comienzo a tocar mi cuerpo lentamente, estrujando mi piel de manera suave mientras respito esas palabras como un mantra en un intento de tranquilizarme.

Escucho la puerta de mi habitación cerrarse y agradezco mentalmente a Raúl por haber mandado a Hirving tan rápido.

Salgo del baño sin preocuparme por secar mi cuerpo ni cabello. Tampoco me importa si Hirving me ve desnudo, no sería la primera vez.

-Hey... ¿Puedes pedirme un jugo de naranja y hotcakes? Quiero comer algo dulce. -Salgo del baño, pero Hirving no está por ninguna parte.

Miró hacia la puerta, podría jurar que la escuché cerrarse. Unos pasos a mi derecha me hacen sobresaltarme. No había visto que alguien estaba parado en la esquina junto a la ventana, justo sobre el escalón que daba hacia el balcón.

Repentinamente me encuentro acorralado contra la pared, siendo unos fuertes brazos mi prisión. Me tenso, asustado, pero mis ojos y olfato reconocen a la persona frente a mí de inmediato.

Subo la mirada por aquél brazo lleno de tatuajes y aspiro profundamente el delicioso aroma a café y almendras, relajandome al instante.

-Mi omega...

-Alfa...

Siento su nariz pasear por mi hombro derecho, subiendo lentamente hasta posicionarse sobre mi glándula de aroma, ahí donde por poco dejan una marca hoy. Ladeo la cabeza mientras entrecierro los ojos, dejando que su aliento me haga cosquillas, excitandome.

Su cuerpo se pega aún más al mío, estoy desnudo y mojado por la reciente ducha, por lo que su ropa se pega a mí.

-Memo... perdóname por no haber llegado a tiempo. Sentí a tu lobo llamarnos, vine lo más rápido que pude y cuando te vi en el suelo... pensé lo peor.

Sus labios rozan mi piel, mandando escalofríos por todo mi cuerpo. No es mi intención, pero feromonas de placer comienzan a salir de mi cuerpo, llamando a mi alfa para que se acerque más.

-Lio... no pasó nada, estoy bien. Susurró con los ojos aún cerrados, disfrutando de la cercanía de aquél hombre.

Sus manos se posan en mi cintura, atrayéndome hacia él, pero las imágenes de lo ocurrido recientemente me atacan, haciendo que me retire de manera brusca.

-Lo siento... es que yo...

-Shh, tranquilo, lo entiendo no pasa nada. Ven.

Lio extiende sus brazos, quedándose completamente quieto para que sea yo quien se acerque. Y así lo hago, al inicio lento, olfateando el aire junto a mi omega para relajarnos con ese aroma tan conocido.

Una vez entre sus brazos, Lionel me envuelve en un acogedor abrazo, siendo él quien ladea la cabeza para que yo aspire su aroma.

Por milésima vez en lo que va del día, lágrimas comienzan a caer de mis ojos, pero esta vez son de felicidad al saber que estoy a salvo.

-Llora todo lo que quieras, estaré aquí para ti. -Me susurra mientras acaricia mi cabello de manera tierna.

Un gruñido sale de su garganta y estoy a punto de preguntar qué pasa cuando la puerta de mi habitación se abre, dejando ver a mi amigo, que al estar revisando su celular, no se percata de la situación.

Messi baja del escalón, interponiéndose entre mi cuerpo y la vista del recién llegado.

-Raúl me dijo que viniera. Me enteré de lo que pasó. Ese maldito imbécil... ¿Estás b...?

-Hirving...

-Largo, niño. -Le dice Messi sin sonar amenazante, pero mirándolo directamente.

-¡Lo siento! -Lozano abre los ojos, asombrado y sale corriendo, cerrando la puerta nuevamente. Yo solo puedo reírme. Seguro me abordará con mil preguntas después.

-¿Es omega?

-Sí.

-¿Entonces de dónde viene ese asqueroso aroma a pimienta?

Me tenso, mirando directo al montón de ropa que dejé tirada en el suelo.

-Y-yo... es mi ropa.

-¿Tú ropa? -Lio me mira con el ceño fruncido.

Puedo ver la confusión en sus ojos, lo que me hace preguntarme qué fue lo que le contaron que pasó.

-¿Qué crees que pasó allá?

-No sé. Martino me dijo que llegaste cuando él y Raúl peleaban y que por poco te atacan a ti también... supuse que te asustaste y por eso tu lobo nos llamaba.

Siento mi estómago contraerse. Me siento asqueado por la vil mentira.

-Eso no es lo que pasó ¿Verdad? -Me pregunta, luciendo molesto.

-No. -Respondo secamente, sintiéndome también enojado.

-¿Quieres contarme?

-Está bien. Pero antes quiero comer algo. No he podido ni desayunar.

Se apartó de mi, dejándome caminar hasta donde guardaba mi ropa.

-Si me lo preguntas, puedes quedarte así, no tengo problema.

-Pero no te pregunté, alfa mañoso.

Le respondo de manera juguetona, poniéndome los boxers y una amplia playera que deja al descubierto mis clavículas, pero me tapa hasta los muslos. Siento su mirada recorrerme el cuerpo entero, subiendo por mis piernas y cuando llega a esa zona entre ellas, no puedo evitar sonrojarme, cubriendo ese lugar con las manos.

-Este... ¿Podemos pedir la comida ya?

-Es tu hotel, yo no tengo jurisdicción aquí.

-Lo que me hace recordar... ¿Cómo llegaste aquí? Dudo que alguien de mi equipo te dijera cuál era mi habitación.

-Seguí tu aroma.

Lo veo encogerse de hombros, restándole importancia a sus palabras.

Sonrio y niego con la cabeza. Este alfa me mata de ternura y ni siquiera lo sabe.

Una vez llegada la comida, me siento en la cama, acompañado por aquél con quien mi corazón se siente en paz.

Comiemzo a contarle lo sucedido desde que estaba en el restaurante del hotel, puedo ver su expresión cambiar drasticamente hasta convertirse en una mueca de furia a medida que avanzo con mi relato.

-Ese maldito gordo asqueroso hijo de puta...

-Raúl estaba consolandome... él fue quien derribó a Martino y bueno, es obvio que por eso mi ropa huele a ellos, pero más al entrenador.

Lo veo abrir y cerrar los puños, marcando las venas en sus brazos, distrayendome por completo de mi desayuno. Paso mis dedos de manera distraída por el lugar, delineando también sus tatuajes. A medida que mis dedos acarician su piel, puedo notar cómo se relaja, por lo que me apoyo en mi aroma, dejando ir feromonas que lo tranquilizan.

-Tranquilo, ahora estoy bien. Le debo una a Raúl y me siento muchísimo mejor ahora que estás aquí, alfa.

Mis palabras salen de mi boca en cuanto las pienso, por lo que aún si quiero, no puedo detenerme, sonrojandome violentamente por lo que acabo de pronunciar.

Estaba por terminar mi desayuno, pero lo dejo en el olvido cuando Messi se abalanza sobre mí, recostandome en la cama para acto seguido besarme de manera torpe, pero tierna.

No lo rechazo, al contrario, pasó mis brazos por su nuca, atrayéndolo aún más a mí, saboreando su saliva, que combinada con la mía, hacen que parezca que sigo desayunando.

Lo siento abrir mis piernas de manera delicada para poder acomodarse mejor para besarme, por lo que yo mismo encojo las rodillas, dándole más lugar. Ahora él también está sobre la cama, sus manos a ambos lados de mi cara y su cuerpo rozando el mío.

El único sonido en la habitación es el de nuestros besos, que pasan a ser suspiros cuando sus labios me acarician el cuello, lamiendo aquella sensible zona.

-Alfa...

-Aquí estoy, mi lindo omega.

Mi lobo y yo nos retorcemos de exitación y felicidad, dejando ir de a poco el miedo que sentíamos.

-Messi ¿No deberías estar entrenando?

-Que se jodan. Les diré que ese gol me dio pase a saltarme un entrenamiento. No pienso irme de aquí. No quiero dejarte solo. No hoy.

Mi corazón se estruja de ternura, provocando que lo vuelva a atraer hacia mí para besarlo aún más apasionadamente.

Suspiros y gemidos queditos era lo único que se escuchaba en la habitación. El aroma de alfa y omega combinados inundaban el lugar, creando una atmósfera romántica e íntima.

-Lio... -Suspiró Ochoa cuando un beso húmedo fue dejado en su mentón, bajando lentamente hasta recorrer cada una de sus clavículas.

El alfa sobre él se empeñaba en dejarle su aroma por cada rincón de la piel ajena, lamiendo y mordisqueando ligeramente, mandando impulsos eléctricos de excitación por todo el cuerpo de su lindo omega. Asegurándose de hacerle sentir no sólo placer al hombre debajo de él, sino también seguridad y protección.

-Memo... yo... quiero pedirte algo. -Dijo Messi mientras besaba todo el contorno de la mandíbula del omega.

-Mju... -Respondió Ochoa, disfrutando el toque, pasando las manos por debajo de la playera del hombre sobre él, sintiendo sus músculos tensos debajo de sus dedos, delineandolos lentamente.

-Quiero que me dejes cortejarte. Quiero ser tu alfa y que seas mi omega. ¿Puedo?

Memo detuvo su toque justo sobre los homoplatos de Messi, abriendo los ojos, encontrándose con la atenta mirada del alfa.

Pudo ver sinceridad y cariño reflejados en sus ojos, así como miedo ante su posible respuesta.

-Y-yo... esto es... Messi... -Tartamudeó, su lobo se retorcía y pegaba brincos de felicidad en su interior, distrayendolo. -Sí quiero...

Susurró, sintiéndose tímido, pero alegre.

Messi sonrió en grande, sin intentar disimular la felicidad creciente en su interior.

-Solo... vayamos lento ¿Sí? Soy un omega cursi, así que me gusta eso del cortejo. -Susurró Ochoa, sonrojandose hasta las orejas.

Messi sintió su corazón derretirse en ternura, asintiendo enérgicamente para luego volver a besarlo.

Lentamente, las horas pasaron y la ropa entre ellos fue desapareciendo, hasta que ambos quedaron solo en ropa interior, con sus miembros rozándose descaradamente y gemidos inundando la habitación.

-Alfa... duele.

-¿Quieres que me encargue de eso?

Ochoa asintió, levantando la cadera ante la muda orden que Messi le dio cuando tomó el elástico de su ropa, deslizándola lentamente por sus piernas.

El aroma a miel golpeó de lleno el rostro del alfa, despertando en nueva cuenta el celo que creía controlado.

-Mi omega... -Gruñó mientras se agachaba a dejar una pequeña y placentera mordida al interior del suave muslo.

-Ah... Alfa... por favor...

Aún en aquella posición, Messi miró hacia el rostro más hermoso que había visto alguna vez, encontrándose a Ochoa con los ojos cerrados, los pómulos sonrojados y varias marquitas que él mismo había hecho debajo de sus clavículas.

Aquella imágen lo hizo sonreír, comenzando a dejar más de su saliva por aquellas largas y fuertes piernas, evitando a propósito tocar la entrepierna del omega.

-Lindo omega. ¿Puedo tocarte más? -Preguntó más por tortura, deseando escuchar la agitada y aguda voz pronunciar un tembloroso sí.

Cuando obtuvo lo que deseaba, comenzó a mover sus manos por todo el cuerpo ajeno, deslizando sus dedos por cada borde, presionando las yemas sobre las zonas más sensibles, arrancándole sonoros y hermosos gemidos al hombre debajo de él.

Un nuevo camino de besos fue dejado sobre el abdomen del omega, quien sentía su cabeza explotar en placer puro, potenciandose cuando sintió el aliento del alfa sobre su miembro.

Estaba a punto de reclamar por la tortura, pero en su lugar un gemido salió de su garganta cuando su duro miembro fue engullido por la boca del alfa.

La lengua del alfa le hizo arquear la espalda cuando se paseó por toda su extensión, saboreando desde la base hasta la punta, para luego volver a sentir como era devorado por completo.

-Ah... Lionel... -El alfa gruñó de excitación al escuchar su nombre en aquél tono de voz, agudo y excitado. Mandando vibraciones desde su garganta hasta el pene en su boca, provocando que una de las manos del omega lo tomara del cabello mientras la otra arrugaba las sábanas debajo de él.

Continuó con su plan inicial, subiendo y bajando la cabeza para estimular aún más a su omega, subiendo sus piernas y sosteniéndolas a cada lado de su cara para tener aún más acceso a él.

Ochoa era más gemidos que persona, retorciéndose debajo de la boca ajena. En su cabeza no había lugar para nada que no fuera la hermosa sensación de su miembro siendo estimulado por la lengua de su alfa. Su espalda se arqueada debajo de él, embistiendo la boca ajena para poder auto-estimularse.

Sus gemidos aumentaron de volumen cuando sintió un tímido pero ágil dedo acariciar su lubricada entrada, deslizándose por el lugar, solo provocandolo.

-Messi... Lio... voy a terminar...

-Quiero escucharte, mi lindo omega.

-Ah... Alfa. Alfa voy a terminar.

Messi aumentó el ritmo de su boca sobre el miembro, sintiéndolo palpitar contra su lengua, advirtiéndole que estaba por correrse.

Sonoros gemidos llenaban la habitación.

Un par de movimientos más con la lengua le bastaron para sentir la esencia de su omega llevarle la boca.

-¡Lionel...!

Espeso y caliente líquido resbaló por sus labios cuando se retiró lo suficiente para ver a un omega muy agitado y sonrojado. Su pecho con pequeñas marcas subía y bajaba frenéticamente, al ritmo de su respiración.

Ochoa cubría su rostro, avergonzado por el último gemido casi grito que había salido de sus labios, con la voz de su lobo como protagonista.

-Sabes tan dulce... -Messi se relamía los labios. No podía creer lo que acababa de hacer, era la primera vez que estaba con un hombre de manera sexual, y no sabía si era porque se trataba de Ochoa, pero le había encantado.

-Sí dices cosas como esa, harás que me vuelva a excitar. -Le reclamó el omega aún mirando hacia el techo.

-Yo no tengo problema con eso.

Le respondió Messi en tono sugerente y por primera vez en todo el tiempo que llevaban así, Ochoa lo miró.

-Ven alfa. -Ordenó el omega, siendo obedecido de inmediato por el lobo del contrario, quien gustoso se subió a la cama, siendo recibido por las piernas y brazos abiertos de su omega.

Sin mediar palabra, comenzaron a besarse de nuevo. Ochoa ni siquiera se inmutó al sentir el sabor de su propia esencia, volándole la cabeza al alfa.

Las hábiles manos del portero se deslizaron por el cuerpo ajeno, quitándole la última prenda que le quedaba, liberando su dolorosa erección.

-Alfa... llename el cuerpo con tu esencia, por favor.

Le pidió en tono quedito, aprisionando el cuerpo ajeno con sus piernas para pegarlo a sí mismo.

Messi comenzó a moverse lentamente, sintiendo la fricción que provocaba su miembro contra el abdomen bien trabajado del omega.

Suaves gruñidos abandonaron su garganta cuando aumentó el ritmo y su omega la presión, provocando que su miembro estuviera apretujado entre ellos, estimulandolo aún más.

Ochoa dejó ir su aroma por completo, llamado al lobo alfa para que dejara el suyo también. Messi se dejó llevar por las emociones y sensaciones, sintiéndose demasiado excitado ante ese simple toque.

Tenía a su omega, su pareja destinada debajo de él, mostrándole la pancita y pidiendo que le marcará con su esencia. La sola idea de eso lo hizo gemir sonoramente, pegando sus labios a la oreja cubierta con rizos.

-Lindo omega... Mi omega.

-Sólo tuyo, alfa...

Messi no necesitó más, después de escuchar la voz del lobito omega en su oreja, se corrió sobre el abdomen ajeno, manchandolo por completo, su esencia fue extendida por sus propios movimientos, dando por completado el ritual de marcar al omega sin llegar a morderlo.

Se quedaron en esa posición un rato, normalizando sus respiraciones, dejando que sus lobos se reconocieran oficialmente, dejando que tomarán posesión de sus cuerpos y se olfatearan indiscretamente.

Ahora cada uno llevaba el aroma del otro sobre su cuerpo, no era una mordida, pero la íntima situación les indicaba lo en serio que iban.

-¿Podemos dormir un rato? -Preguntó Ochoa en tono bajito. Entrecerrando los ojos a causa del repentino cansancio.

-Claro que sí. -Messi se acomodó a un costado, estirando la mano para tomar un poco de papel y limpiar el abdomen ajeno y el propio, solo para no ensuciar las cobijas.

No sabían la hora, pero tampoco les importaba, se abrazaron y acurrucaron hasta que la noche cayó sobre ellos, dando paso a la madrugada.

-Memo, debo irme, pero nos veremos pronto. ¿Sí? Te dejé mi número en una nota, por favor, llama si necesitas algo, lo que sea. Vendré lo más rápido que pueda.

El aludido se retorció en su lugar, sintiendo frío cuando su alfa se levantó de la cama.

Messi se quitó la playera que ya se había vuelto a poner, dejándola en la cama para que su aroma le hiciera compañía al omega, tomando una de las sudaderas ajenas para él también tener algo de su pareja.

Antes de irse, dejó un suave beso en la sien del de cabello rizado, sintiendo su corazón muy cálido.

Por primara vez en años, Ochoa durmió como un bebé, sin pesadillas, sin tensiones y sobre todo, sin sentirse solo.

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Lo prometido es deuda. Y como dije hace un rato en mi perfil, estoy de buenas, así que les traigo otro cap.

Ah... yo sé que esto les encanta.
O eso espero.
Porque si así está ahorita, imaginen cuando venga lo bueno.

Disfruten, mis lobitxs.
Sus comentarios, votos y reacciones me inspiran muchísimo.
Gracias por el apoyo.

Les amo. 🐺❤️

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