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42

-¡Guillermo! ¿Qué haces aquí af...? Oh por la madre luna.

El doctor se había acercado al auto al verme encogido en mi asiento, pero incluso antes de abrir la puerta percibe mi aroma, echándose hacia atrás con rapidez por lo fuerte de mis feromonas. Monie gruñe a mi lado, pero un par de palabras suaves y caricias la calman.

-¿Estás bien? ¿Condujiste hasta acá en ese estado o empezó cuando venías de camino? -Su tono alarmado y al mismo tiempo profesional me hacen despejar la mente.

-Estoy bien, no es nada, solo debo distraerme.

-No es algo que puedas evitar, tu celo está llegando y por lo visto, es demasiado fuerte. Iré adentro por una bata y te la traeré para que la uses sobre la ropa, no te preocupes. No tardo.

Esa información me pega como una bomba. "¿Mi celo? Pero... no hace mucho que tuve el anterior. ¿Cómo? A la mierda, eso da igual, necesito tomar algo antes de que más alfas me sigan como un perro detrás de un trozo de carne."

-Moon, debes quedarte aquí, ¿bien? No hagas travesuras yo -Otra punzada y oleada de calor me golpea de nuevo, aunque es menos fuerte que la anterior -, mierda... volveré pronto.

Abro la puerta y bajo rápidamente al ver que el doctor viene con la bata en mano, lo que no vi, fue al par de hombres que cruzaban la calle, por lo que cuando lo noto, ya es tarde y mi aroma los tiene un poco desesperados por acercarse.

Palidezco y mi lobo gruñe, crispando el pelo del lomo, tratando de ahuyentarlos, pero el calor, las hormonas y la sensación incómoda en mi trasero nos tienen vulnerables. El doctor llega casi corriendo, lanzándome la bata, la cual pesco al vuelo y me la pongo rápidamente.

Él muestra los colmillos y los hombres, que para mi pésima y esperada mala suerte son alfas, le responden de igual forma, acercándose de todas formas. Mis manos tiemblan, el doctor me cubre con su cuerpo y yo no sé ni qué hacer. Si corro podría tropezar por mis piernas temblorosas y si los enfrento, podría pasar algo muy malo.

-Vamos doctorcito, comparte a esa delicia -dice uno de los recién llegados, pasando la lengua por sus dientes, cosa que me hace sentir arcadas.

-Sí, hay que ser compartidos, no huele a enlace, así que es libre -lo secunda el otro.

Ambos sonríen ampliamente y eso hace que me hierva la sangre de una forma distinta a la que me provoca el celo.

-¿Por qué no mejor se largan a pajearse entre ustedes y me dejan en paz? Llamaré a la policía si no se largan de una puta vez -mascullo con los dientes apretados de pura rabia.

-Tienes agallas, omega -dice el primero que habló, sonriendo más.

-Eso siempre lo pone interesante -vuelve a hablar el otro. Ya los tengo casi sobre mí, pero el doctor actúa rápido, soltando un primer puñetazo al que decidió lanzarse para tomarme de la muñeca y jalarme lejos del auto.

Aprovecho el impulso y tackleo al otro, que no lo esperaba en absoluto, lo que nos manda al suelo. Quedo sobre él y aprovecho sus manos largas y escurridizas que me toman del trasero para golpearlo justo en el rostro.

La sangre salpica el suelo en cuanto su nariz, espero que rota, comienza a sangrar. Detrás de mí el doctor patea al otro alfa en la cara, también hay sangre en su cara y en la bata antes blanca, pero no tengo tiempo de ver más, porque el alfa debajo de mí me golpea de vuelta la mandíbula. Gruño en respuesta y es en ese momento que la portezuela de mi auto se abre estrepitosamente, golpeando al hombre en el suelo con el filo de abajo.

Abro mis ojos con sorpresa al ver a mi cachorra con los colmillos al aire y escuchar sus guturales gruñidos, pero ella no se detiene, corriendo sin mayor problema hasta el hombre que ya se había levantado, dispuesto a golpearme de nuevo, y le muerde el brazo que tenía en el aire, sujetándose a él con fuerza.

El hombre grita, pero la perra no lo suelta hasta que le dan un golpe en las costillas, haciéndola chillar.

Estoy listo para correr y volver a golpear a ese maldito, pero no es necesario. Sangrando del brazo y la cara, comienza a correr siendo seguido por su amigo, quien se tambalea mientras intenta parar el sangrado de su cabeza.

-¡Guillermo! Oh por la santa luna... ¿Estás bien? Qué idiota, claro que no... vamos adentro, llamaré a...

No acabo de escuchar todo, pues me acerco corriendo a Monie, que se mantiene quieta y gruñendo en dirección a los hombres que ya han desaparecido.

-Moon, ¿estás bien? Oh mi pequeña princesa. -Me pongo a su lado y ella se relaja notablemente, acercándose hacia mí con ojos enormes y asustados, pero moviendo su peluda cola.

Su hocico tiene sangre y cojea ligeramente, pero no se ve que tenga nada grave, lo que me tranquiliza de momento, por lo que tomo la correa del piso y vuelvo caminando hasta el auto.

-No paraba de ladrar y pegarse contra el vidrio, temí que lo rompiera y se hiciera daño, así que le abrí, creo que fue una excelente idea -dice el doctor con la sangre aún escurriendo de su boca -. Vamos adentro, llamaré a la policía.

Así lo hacemos. Luego de eso y dar detalles por teléfono, llamo a Javier y Raúl para pedirles su ayuda. Llegan en menos de una hora, pero la policía no hace acto de presencia ni siquiera un par de horas después.

Nos mantenemos alertas por si llegan a aparecer, pero incluso luego de que el doctor me ha limpiado las heridas y yo me he cambiado con la ropa que le pedí a Javier, hablando un poco por encima sobre los proyectos por venir, no hay indicio alguno de ellos.

-¿Quieres ir a casa? Raúl puede ir al apartamento a dormir y tú y yo con mis padres -sugiere Javier, acariciando a Moon, quien luego de comerse unas cinco salchichas, se encuentra retozando panza arriba en el pulcro suelo del consultorio.

-No, preferiría ir a mi departamento y que te llevaras a Moon contigo -respondo, pero Javier no se ve muy convencido, abriendo la boca para replicar -. Vamos Javi, no es la primera vez que paso un celo solo.

-¡Pero nunca tan fuertes! -Raúl asiente en apoyo a su novio.

-Si de algo sirve, le he dado ya un par de suspensores naturistas, no afectan en nada el celo, pero sí que alivian bastante el calor y disminuyen el líbido, así al menos podrá estar tranquilo en su casa.

-¿Tienes algo para el aroma? Mañana irá la inmobiliaria a ver el apartamento y debo recibirlos a medio día -murmuro, a sabiendas que eso causaría un revuelo.

El doctor asiente mientras se va de nuevo a la parte trasera del edificio, que es donde guardan los insumos y medicamentos. Javier comienza a replicar y casi insultarme por querer estar a solas con toda esa gente y Raúl lo apoya.

-Si tanto te preocupa, entonces pueden venir a medio día, esperamos juntos y luego nos vamos -digo cruzándome de brazos y como última oferta.

Javier me imita, aprieta la mandíbula y luego de unos segundos, asiente.

-Te llevaré en tu auto mientras Raúl nos sigue en el suyo, te dejamos y regresamos. -No es una opción ni me está preguntando, por lo que no hay nada que pueda decir.

-Reprogramaré todo para cuando te sientas mejor, nuestros abogados ya tienen todo en forma, así que ahora solo queda ponernos de acuerdo nosotros. -Asiento y me despido con una sonrisa antes de salir detrás de mis amigos, Raúl va a la cabeza, con Monie siguiéndolo de cerca.

En la puerta me topo con alguien a quien no esperaba ver en lo absoluto.

-Wow, qué... grata sorpresa Memito, al parecer el destino nos ha vuelto a unir. ¿El doctor Mendoza también te reclutó? -Sonrío en grande y Javier bufa, adelantándose mientras rueda los ojos.

-Hola Daniela ¿qué tal tus vacaciones?

-¡De maravilla! Estoy formando parte de una... investigación científica con reportajes y demás que me tiene muy ocupada y ¡ha ido viento en popa! -Su voz chillona me aturde un poco, pero sonrío igualmente, felicitándola. Ella me abraza, tomándome por sorpresa -. Oh, veo que tu celo llegó de nuevo, me alegro por ti, si necesitas algo, llámame e iré a tu casa, ¿sigues viviendo donde siempre?

Algo en mí se remueve con incomodidad, pero el gruñido y ladrido de Moon me distrae.

-¡¿Y esa preciosura?! -exclama con una voz mucho más chillona, acercándose al perro que le muestra los dientes.

-¡No! -grito en cuanto veo que sus intenciones de tocarla no ceden. -Ella se detiene en seco, justo cuando Moon lanza una mordida al aire a modo de advertencia, justo a un lado de sus dedos. Javier sonríe de manera para nada disimulada, pero Daniela lo ignora -. Lo siento -me disculpo.

-No pasa nada, se ve que tienes a alguien cuidándote muy bien. Y me alegro mucho, a falta de tu alfa, que seguro no tiene idea de ese moretón en tu quijada ni los nudillos morados que cargas, ese perro debe ser tu único protector.

Eso sí que me molesta y, culpando a las hormonas, me provoca un picor en la nariz que sé, solo las lágrimas producen. Carraspeo antes de volver a hablar.

-Un placer volver a verte Daniela, nos vemos luego.

-¡Igualmente! Y sí que nos veremos, ¡el doc me ha vuelto a contratar como su enfermera de base! -Ella brinca y aplaude, pero no puedo corresponderle.

Mi lobo bufa y gruñe, dándole la espalda y tapando sus orejas con las patas para no escuchar sus chillidos de felicidad.

-Oh vaya... felicidades. -La alegría fingida no llega a mi voz, pero ella parece no darse cuenta -. Bueno, los dejo para que se pongan al día. Adiós.

Salgo por la puerta sin siquiera esperar respuesta, encontrándome a Javier cruzado de brazos y con cara de pocos amigos.

-De verdad que no sé cómo es que el doctor la aguanta -murmura.

-Hace bien su trabajo, hay que saber separar lo personal con lo laboral -respondo tras encogerme de hombros, rodeando el auto y subiéndome al asiento de copiloto.

Moon va en el auto de Javier, acompañando a Raúl en el viaje, puedo verla sacar la cabeza y la lengua por la ventanilla, lo que me hace sonreír enternecido.

-Ella me protegió -susurro luego de un rato, aún pensativo respecto a lo que acaba de pasar.

-Le salvaste la vida, los perros son muy agradecidos con quienes les ayudan -responde mi amigo en el mismo tono.

-No olvides llamar cuando despiertes, toma tu medicina y no le abras a nadie la puerta.

Ruedo los ojos con hastío.

-Sí Javi, tranquilo. La comida que compraste me duraría un mes entero, no tengo nada qué hacer en la puerta.

Mis amigos se despiden desde el Hyundai elantra azúl eléctrico y yo subo hasta mi apartamento.

Hace frío y es muy silencioso, lo cual es perfecto para el calor de mi cuerpo y lo harto que me siento de todo el ruido. Mi estómago ruge en cuanto el lugar se llena del aroma a pollo frito que compré, pero aún debo esperar para comer.

Me desnudo completamente y me pongo una bata de tela polar que ato ligeramente mientras camino al baño y comienzo a llenar la tina con agua tibia y jabón, conecto mi celular a la corriente y voy a por la comida para ponerla en un plato.

Unos diez minutos después estoy sentado dentro del agua, mi laptop frente a mí reproduciendo una película de acción y mi comida, aún caliente, sobre una mesita que queda a la altura justa.

Mis músculos se relajan notablemente en cuanto el hidromasaje comienza a funcionar, la película llena el cuarto con el sonido de los disparos y los gritos y el pollo frito me hace agua la boca en cuanto le doy la primer mordida.

Sigo comiendo lentamente, bebiendo un poco de sidra espumosa sabor manzana y viendo la película muy plácidamente recostado en la bañera, hasta que es hora de hacer todo a un lado y enjuagarme las manos para quitar la grasa que me ha quedado.

La película termina y empieza otra que ni siquiera he tenido el cuidado de fijarme de qué trataba, pero no me importa demasiado ahora que el hidromasaje ha hecho su trabajo y mi mente comienza a relajarse más, provocando que me hunda hasta la barbilla, entrecierre los ojos y el aroma a lavanda y rosas del jabón sean lo único en lo que puedo pensar.

Un suspiro se escapa de mis labios por lo placentero de la situación, trayendome recuerdos de cuando era soltero y mi depresión, luego de la ruptura con Saúl, estaba tratada y bajo control.

"Pero ahora no estaría nada mal tener a nuestro alfa aquí." Dice mi lobo entre ronroneos, tan agusto como yo ahora que estamos relajados.

Asiento distraídamente, permitiendo a mi cuerpo relajarse mucho más y cerrar los ojos por completo porque, incluso si es verdad, me gusta la sensación de no tener que preocuparme por nada ni nadie más en este momento.

No sé en qué momento me quedó dormido, pero cuando me despierto, con el corazón latiendome desenfrenado y el cuerpo tenso, el agua a mi alrededor se siente fría, ya no hay burbujas y mi laptop está apagada, quizá porque se ha quedado sin batería.

Me endetezo en mi lugar tratando de entender por qué mi cuerpo se siente alerta, pero una punzada en el vientre bajo me lo recuerda. Mi corazón está acelerado porque necesita bombear mucha más sangre, sangre que va a parar directo a mi ya más que duro miembro, incluso con el agua fría alrededor.

-Mierda -murmuró sentándome recto y tenso, listo para levantarme, lavarme y salir de ahí, pero el efecto de las pastillas que me dio el doctor parece haber pasado y mis feromonas me atacan sin piedad.

Mi lobo se remueve nervioso, gimoteando sin parar mientras yo siseo por la sensibilidad que todo mi cuerpo parece tener; detectando cada centímetro que entra en contacto con la bañera, cada milímetro de agua fría que me recorre y cada rizo mojado que me cosquillea en la espalda.

El calor en mi interior aumenta mientras mi mano derecha, casi por voluntad propia, se desliza por mi abdomen lentamente, rozandome los músculos, percibiendo mi piel hirviendo en comparación al ambiente.

Aprieto los dientes en cuando rozo la base de mi erección con la punta de los dedos, mandando escalofríos por toda mi espina dorsal. Mi cuerpo vuelve a deslizarse lentamente por el resbaladizo material y el agua se agita ligeramente cuando al fin logro recostarme.

Mi respiración acelerada es amplificada por el eco del cuarto de baño, con sus paredes lisas y marmoleadas, ahora llenas de gotitas de agua que han estado escurriendo desde que el vapor se terminó.

Mi cuerpo tiembla, pero no tiene nada qué ver con la temperatura del agua, porque el calor que emite mi piel es suficiente para no sentir frío.

Las ondas del agua comienzan a abarcar toda la extensión de la bañera en cuanto el vaivén de mi mano comienza. Puedo sentir mi piel caliente y suave, las venas palpitantes y rítmicas latiendo al ritmo de mi corazón, que se acelera al darme cuenta de lo raro que me siento al acariciarme tan a consciencia, como hacía muchos años no pasaba.

Mi puño se cierra firme a mi alrededor y mis dedos juguetean con la sensibilidad de mi piel, acariciando la punta y volviendo a bajar, tentandome y tratando de llevarme al límite. Incluso dentro del agua puedo sentir el líquido preseminal que sale de la punta, ligeramente más denso que el agua jabonosa.

Un sonoro suspiro se escapa de entre mis labios cuando dejo de jugar con mi cordura y afianzo el agarre, sintiendo la adrenalina recorrerme junto a un electrizante escalofrío que se aloja en mi vientre bajo.

Mi muñeca sube y baja, primero de manera lenta, deleitándome con la sutileza del movimiento, permitiéndome reconocer cada centímetro y sentir cada roce, pero conforme la necesidad crece, lo hace también la velocidad, provocando chapoteos ruidosos y sinuosas ondas en el agua, gemidos ahogados y jadeos sonoros.

Mi abdomen se contrae con anticipación, pero mi cuerpo pide más de aquello; más contacto, más calor, más de algo que no tengo a mano en este momento.

Lágrimas de placer, combinadas con una extraña necesidad, se forman en mis ojos mientras continúo masturbandome para liberar el orgasmo que tanto quiero, haciéndome arquear la espalda y ladear la cabeza con los dientes tomando prisionero a mi labio inferior; y es ahí en donde mis febriles y necesitados ojos me devuelven la mirada a través del enorme espejo que abarca el muro entero, que me hace notar mis mejillas completamente rojas y mis labios maltratados de tanto morderlos, es ahí en donde lo recuerdo y me doy cuenta de cuánto lo necesito y extraño.

Mi mente viaja a un recuerdo no muy lejano, en donde cierto alfa me observa desde nuestro morboso reflejo mientras entra en mí con fuerza y delicadeza bien balanceados, llevándome a las estrellas, permitiéndome tocar y saborear las nubes para luego traerme de vuelta a la tierra y mandarme al hirviente infierno, plagado de placeres y pecados que por él, estoy encantado de cometer.

La realidad me trae de vuelta, celosa por haberla reemplazado con ese hermoso pensamiento, el cual me tiene en un estado completamente enloquecido que me lleva a meter dos dedos en mi interior, removerme dentro de la bañera y regar agua por sus bordes solo para poder gemir en alto, con el vaivén firme de mi muñeca y las pobres pero eficaces estocadas de mis dedos.

Si cierro los ojos aún puedo ver a Lionel detrás de mí, besando mi piel y tomándome a placer.

-Lionel... -gimo en voz alta, llenando el cuarto con algo más que jadeos y gruñidos.

Mis dedos tocan ese punto en mi interior que rara vez logro alcanzar en aquella posición, lo que me termina de arrebatar la cordura sin piedad alguna y que el semen, caliente y espeso, se esparza sin cuidado por el agua, perdiéndose junto a mi consciencia.

Mantengo los ojos cerrados mientras mi abdomen se contrae y mi miembro deja salir un par más de chorros espesos, calientes y liberadores que me relajan incluso más que el baño.

Poco tiempo después y cuando estoy completamente seguro de que mis rodillas no van a fallarme, me pongo de pie lentamente y presiono el botón de desagüe de la bañera.

El frío del lugar me enfría la piel, pero no rivaliza con el calor que mantengo en mi interior, aún así me apresuro a enjuagarme completo con agua tibia, sacándome de encima la sensación jabonosa y también los restos del lubricante que me queda entre las nalgas.

Con una sensación de relajación satisfactoria y una bata mullida cubriéndome desde el cuello hasta los tobillos, salgo a la cama para ponerme una muda limpia y amplia que me permita estar cómodo. Las cortinas descorridas me permiten ver el cielo estrellado y más abajo, la ciudad iluminada por todas las farolas ambarinas que refulgen como si esas también fuesen estrellas.

Otro largo suspiro me abandona, pero esta vez es de añoranza, una fuerte sensación de desear a Lionel conmigo, abrazándome desde la espalda y contemplando aquella hermosa vista juntos.

Como si el universo por fin conspirara a mi favor, mi teléfono se ilumina sobre la mesa de noche con la llamada entrante de aquél a quien más deseo ver en este momento.

-Está usted llamando al teléfono del omega más codiciado de México, en este momento él no se encuentra disponible, pero estaremos encantados de comunicarle el mensaje que desee transmitir -digo con una voz fingidamente aguda y cantarina, sonriendo y enrojeciendo tontamente por lo estúpido de mi juego.

-Uhm... en ese caso, por favor dígale que un tonto y enamorado alfa lo busca y necesita escuchar su hermosa voz para poder seguir respirando o al menos morir con ese último recuerdo en mente -responde igual de juguetón y casi puedo ver su sonrisa frente a mí, delatada por su voz.

-Lo sentimos, pero el hombre al que busca acaba de sufrir un pequeño ataque al corazón por lo cursi y empalagoso de sus palabras, si gusta decir algo más para remediarlo o terminar de fulminarlo, este es el momento -su risa ronca y baja atraviesa la línea y mis tímpanos sin piedad alguna, haciendo a mis neuronas vibrar y a mi corazón saltarse dos latidos.

-Te amo Guillermo, no tienes idea de lo mucho que te extraño y lo feliz que soy con solo escuchar tu voz e imaginar tu hermosa sonrisa -murmura y por lo que parece, está muy cerca del auricular, porque su voz es fuerte y clara, permitiéndome imaginarlo susurrando en mi oreja y casi sentir su aliento removiendo mis rizos.

Un escalofrío me recorre la espalda y me eriza la piel; yo cierro los ojos, permitiendo a mi cuerpo estremecerse con algo así y culpar a mi celo.

-También te extraño Lio, de hecho, justo estaba pensando en ti antes de que llamaras.

-¿Ah sí? Entonces llamé en el momento justo, ¿qué estabas pensando?

Algo se agita en mi interior, pero no es demasiado violento, solo lo suficiente para mantener el calor en mis pómulos.

-En que desearía tenerte conmigo, abrazándome y dándome mimos, necesito a mi alfa.

Esas palabras me dejan congelado; porque el recuerdo, que ahora luce tan lejano y ajeno, de mí desligándome de aquella dependencia, me aborda con violencia, pero no de una mala manera, sino de una forma que se siente distinta y correcta.

-Qué casualidad, compartimos cerebro entonces, porque también pensaba en eso cuando te llamé.

-¿Ya estás en tu casa?

-Aún no, voy de camino, pero hubo algo de tráfico y aproveché para llamarte.

-¿Entonces estás manejando? Creo que nunca he sabido qué tipo de auto tienes.

-¿Me estás diciendo que no has buscado el nombre de tu alfa en internet? -A pesar de la risa baja que emite, no me siento ofendido ni burlado.

-La verdad no, prefiero evitarme los malos ratos -admito con un encogimiento de hombros que solo yo veo.

-En eso tienes razón -responde y yo me alejo de la ventana para ir a la cocina a preparar algo mientras habla, mi estómago pide algo para picar y se me ha antojado un café. Saco de las bolsas botanas que Javier me compró, como: gomitas, papas fritas, cacahuetes picosos y palomitas naturales, mis favoritas. Las meto al microondas mientras abro todos los demás paquetes y los vuelco dentro de un bowl sin mucho cuidado. La cafetera no tarda en comenzar a funcionar después de colocarle el filtro -. Haces bien en no meterte demasiado en eso, es horrible ver todos esos comentarios especulando e insinuando sobre nosotros, como si tuvieran derecho alguno.

-Exacto, por eso no me gusta -repondo y me chupo los dedos luego de agarrar una gomita de sandía cubierta de chile -, entonces... ¿me dirás qué auto tienes?

-¿Y tú?

-Yo pregunté primero -sigo comiendo mientras el aroma a café y palomitas inunda la habitación.

-Bien, tú ganas. Tengo un Lexus LX 570, en color azúl oscuro -me despego el celular de la oreja para buscar rápidamente el modelo, silvando en cuanto las primeras imágenes comienzan a aparecer -¿Te gusta?

-Lindo todoterreno, me gusta mucho, muy sutil -digo con sarcasmo juguetón.

-¿Y tú?

-Oh, el mío es un Audi R8 en negro mate -respondo con simpleza, llevándome un puñado de cacahuetes a la boca.

-Veo que nos gustan las sutilezas -dice él en el mismo tono sarcástico y juguetón que yo.

Eso me provoca una risa baja, pero al tener la boca llena de comida picante, comienzo a ahogarme, tosiendo estrepitosamente antes de poder servirme algo de agua rápidamente y aliviar el ardor en mi garganta. Aclaro mi voz antes de hablar para comprobar que se me ha pasado.

-Eso parece. Estamos hechos el uno para el otro -respondo con la voz algo dañada.

-¿Está todo bien? ¿Qué pasó? -pregunta con notable preocupación, sin rastro alguno del tono juguetón de antes. Ruedo los ojos y me golpeo mentalmente por esta mala costumbre de arruinar los buenos momentos.

-Estoy bien, solo me ahogue con... la comida -dudo al querer decir algo con doble sentido, pero el momento para bromear ha pasado, por lo que me contengo.

-¿Estás comiendo?

-Solo algo de chucherías, salí de bañarme hace un momento y se me antojó comer algo picoso -él murmura un vago sonido de entendimiento y a lo lejos puedo escuchar las luces intermitentes del auto ser encendidas -. ¿Llegaste a tu apartamento?

-Sí, ¿cómo supiste?

-Escuché las intermitentes y ahora escucho la reversa.

-Tienes un oído muy agudo -puedo escuchar cierto aire relajado y bromista en su tono, por lo que me relajo más que antes.

-¿Tú ya comiste algo? Cuéntame cómo estuvo tu día -digo mientras hago malabares por la casa para llevar el celular, mi enorme taza con café caliente, el bowl de chuches y las palomitas hasta mi habitación en un solo viaje.

La noche avanza una vez más tras la ventana, pero esta vez no necesito cortar la llamada ni preocuparme por ser escuchado o interrumpido; permitiéndome reír a carcajadas con la voz de mi alfa llegando desde las bocinas de mi teléfono, acomodarme en mi cama y acompañarme por su voz mientras las estrellas avanzan en el cielo.

Él me cuenta un poco sobre su día, que al parecer fue bastante tranquilo y normal, sin contratiempos ni complicaciones, también le cuento el mío, tan caótico y terrible que parece sacado de una terrible telenovela dramática.

-Nunca creí decir esto, pero me alegra que ese alfa hubiese estado ahí, también esa cachorra, creo que le compraré una mansión entera solo para ella y carne premium para alimentarla por el resto de su vida, se lo ha ganado. -la seriedad con la que lo dice me hace reír estruendosamente -. Hablo en serio. Pero entonces dime, ¿estás tomando los suspensores que te dió el doctor? ¿Cómo te sientes? ¿Hay algo que pueda hacer este estúpido y ausente alfa por su hermoso omega?

Mis ojos ruedan por sus cuencas por lo empalagoso que eso suena, pero la sonrisa en mis labios, el calor de mis mejillas y el repiqueteo de mi corazón entre las costillas contradicen por completo el gesto.

Mi lobo se remueve en mi interior con regocijo, mostrando la panza y sacando la lengua de forma juguetona.

"Eres fácil de conquistar." Lo regaño en broma, a lo que me responde con un gesto de párpados caídos.

"Es mi alfa, por supuesto que sí."

-Estoy bien, no hay nada de qué preocuparse, tengo pomada para los moretones y... los suspensores no los he tomado desde la tarde, pero... no los quiero.

Una nueva e intensa punzada en mi vientre bajo me hace removerme en mi lugar sobre la cama. Hace una hora que el calor ha vuelto y la comida me ayudó a recuperar energía, aunado al hecho de que tener la voz de Lionel tan fuerte llenando la habitación solo lo empeora, mandando mi imaginación a volar como nunca.

-¿Seguro? Creo que deberías tomarlos porque leí que eso les ayuda a calmar el dolor de...

-Lio -lo interrumpo -, no quiero tomarlos porque solo te necesito a ti.

Mi voz es apenas un susurro, pero él me escucha perfectamente, lo sé porque guarda silencio de inmediato y su respiración comienza a hacerse más pesada. Mi espina dorsal sufre otra sacudida producto de los escalofríos que me provoca la anticipación. Una hora es la que llevo aguantando las punzadas de excitación que me subían por el vientre a cada risa grave o suspiro soltado con total descaro de su parte, sin siquiera imaginar lo que provoca, una hora es la que mi miembro lleva torturándome por debajo del chándal que me puse a modo de "pijama".

Mis abdominales se contraen en cuanto comienzo a tocarlos con la yema de los dedos, rozando mi piel con delicadeza, sintiendo la suavidad de lo poco marcados que están mis músculos que a pesar de todo el ejercicio, parecen no querer aparecer.

-Alfa, te extraño -habla mi lobo sin previo aviso, impidiéndome poder detenerlo.

-Omega, también te extraño -responde Lionel, o mejor dicho el alfa de este, lo que es inesperado y me hace pensar que tampoco lo ha hecho a propósito.

Pero es demasiado tarde para detenerlos, aunque creo que realmente no queremos hacerlo, por lo que doy rienda suelta a mi lobo, apartandome para darle total control de mí.

-Alfa, este tonto lleva mucho haciéndonos sufrir -"¡hey!" Le reclamo, pero soy ignorado con destreza -, tu voz me hace sentir tan...

-¿Tan qué? Este otro tondo tampoco tiene mucha idea de qué hacer, pero tranquilo cachorro, nosotros lo resolveremos -mi cuerpo se relaja y sé que mi lobo confía plenamente en el alfa y sus palabras.

-Tu voz, desde hace rato que me hace sentir febril y necesitado, te necesito alfa... -Su/mi voz es aguda y chiquiosa*, algo completamente desconocido para mí, provocando que me sienta intimidado y avergonzado.

-Oh mi querido omega, no sabes cuánto desearía estar ahí para mimarte con mis propias manos, besarte tan intensamente que me arranques el aliento y sea mi aroma lo único que puedas respirar.

Gimo con necesidad y de forma aguda, acariciando mi miembro por encima del pantalón que aún tengo puesto. Estoy completamente duro debajo de él y lo expreso abiertamente, o lo hace mi lobo, completamente desinhibido.

-Lo sé mi pequeño, quisiera poder ser yo quien te aliviase, pero por ahora, tu alfa solo puede deleitarse con tus hermosos gemidos y acompañarte en este delirante, pero erótico momento. -Vuelvo a gemir sonoramente cuando mi mano entra en mis pantalones, tocando piel con piel y calor con calor.

El líquido preseminal me empapa la mano mientras la sigo deslizando por toda mi extensión y el lubricante de mi trasero me humedece la ropa.

-Alfa, estoy tan mojado... te necesito conmigo.

-También te necesito omega, no sabes cuánto. Estoy tan duro que podría follarte por horas sin cansarme, daría lo que fuera por verte saltar sobre mí -su voz se vuelve más baja y ronca conforme habla, también acelerada y con respiraciones más superficiales, haciéndome gemir sonoramente y que aumente el ritmo con el que me masturbo de arriba abajo.

En mi mente aparecen imágenes sobre lo que dijo, haciéndome agua la boca con solo imaginarme sentado sobre su regazo, rozando mi mojado trasero con su miembro completamente duro y resbaladizo por el lubricante.

Me apresuro a quedar desnudo sobre la mullida colcha negra, recostando la cabeza en el mueble acolchado detrás de ella, quedando medio tumbado sobre la cama.

-Alfa, quiero más de eso...

-¿Más de qué? ¿Más de mí diciéndote que si te tuviera conmigo, te pondría en cuatro para amasarte ese trasero de infarto que tienes? -gimo de nuevo cuando con la palma de mi mano, hago presión en la punta de mi pene, mandando escalofríos por toda mi columna y provocando que arquee la espalda -. ¿Más de mí besando tu espalda e impregnándote con mi aroma al morder tu nuca para hacerte saber que eres y siempre serás mi omega?

Ahora ya no hay nada coherente que pueda salir de mis labios, solo jadeos y gemidos entrecortados que aumentan de intensidad conforme escucho sus palabras, imaginando toda la situación, sintiendo sus dientes encajarse profundo en mi piel, reclamándome como suyo y yo, completamente entregado a las manos de mi alfa que me seducen y acarician de arriba abajo.

Mi celular reposa a mi lado, desde donde sus jadeos y gruñidos salen igual de acelerados y entrecortados que los míos, provocándome contracciones de excitación al imaginarlo tocándose mientras él a su vez, me imagina a mí.

La situación es morbosa y erótica, algo que jamás había hecho y podría convertirse fácilmente en una de mis actividades favoritas.

Ya ni siquiera soy capaz de mantener las manos quietas y me he deslizado por completo sobre la cama, quedando completamente acostado y boca arriba. Mientras una de mis manos está envolviendo mi erección, masturbándome de forma ruda y sin parar, la otra me acaricia los pezones justo como Lionel lo ha hecho, rodeandolos delicadamente, haciéndome cosquillas placenteras que arrancan más gemidos de mis labios.

-Alfa... no puedo, no puedo acabar, te necesito -me quejo en voz baja, escuchando un gruñido frustrado en respuesta -. Mis dedos no son suficientes.

Y es cierto, porque incluso si por ahora los he mantenido fuera de mí, sé que en el momento en el que desee usarlos, la frustración me hará lagrimear y quejarme.

-Mi hermoso cachorro, lo sé, nadie podrá hacerlo nunca como yo, pero quizá hay algo que te pueda ayudar, ¿No tienes nada? -mis mejillas se encienden en rojo al recordar el vibrador que guardo en el fondo de uno de mis cajones, envuelto en una bolsa de seda junto a sus pilas -. Lo tienes, ¿no es así?

Me cuesta saber si eso lo ha excitado aún más, pero a juzgar por lo bajo y acelerado de su respiración, puedo pensar que es así.

-Sí, lo tengo. ¿Quieres que lo use alfa?

-Sí, quiero que lo uses debajo de ti, pero...

Estoy a punto de preguntar el por qué del silencio cuando la llamada se convierte en una solicitud para convertirse en videollamada. El corazón me da un vuelco y un chillido de pánico se me aloja en la garganta. Me cubro el cuerpo con prisa, usando la bata polar que dejé a un costado hacía ya rato, y contesto, colocando el celular en una especie de tripoide flexible que tengo empotrado en la pared.

-Pero quiero verte hacerlo -es lo primero que dice en cuanto se abre la comunicación.

Un Lionel completamente diferente se muestra frente a mí, con el rostro y el torso apenas iluminados por su lámpara de noche de luz anaranjada, el cabello alborotado y apuntando en todas direcciones y algo más, algo que no estoy seguro de si es un efecto de la cámara y la luz o es real, porque en sus ojos hay un leve destello, un aro de luz plateada envolviendo el iris color chocolate que refulge en cuanto me ve.

El recuadro que me muestra a mí me regresa una vista de lo que él ve, no soy yo, no puedo ser yo aquél hombre de cabello esponjado y enmarañado, con las mejillas completamente rojas y el torso cubierto de sudor. Ahora estoy casi seguro de que es un efecto de cámara, porque en mis ojos también hay un aro de luz, solo que por la iluminación de mi habitación, esta debe verse dorada.

-No hay tiempo qué perder cariño, ve por eso que tanto necesitas y muéstrame cómo me montarías si fuera yo.

No estoy seguro de por qué obedezco tan rápido, aunque culpo cien por ciento a mi lobo el ser tan sumiso y dócil; pero al ser él quien controla mis movimientos en este momento, tiene sentido; así que me levanto sin preocuparme por cerrar la bata, dándole a Lionel la vista entera de mi cuerpo desnudo, con la punta de mi goteante y dolorido pene golpeándome el vientre bajo.

Contoneo las caderas mientras camino al armario en donde un cajón resguarda aquél objeto que jamás creí llegar a usar mientras alguien me observa. Regreso hasta mi cama a paso lento, con las rodillas temblando y las mejillas aún más rojas que antes, pero Lionel/mi alfa, me observa atentamente y sin un mínimo atisbo de burla, la lujuria que desbordan sus ojos me hace soltar un poco más de lubricante que me baja por las piernas, a la vista de él.

Lionel se relame los labios y su otra mano, aquella que no sostiene el móvil, se mueve sobre su grueso y duro miembro; no puedo verlo, pero sí el movimiento que hace su brazo.

-Alfa, yo también quiero verte, necesito ver tu semilla saliendo cuando acabes, imaginar que es en mi interior en donde te corres, tan tibio y espeso... -gimo suavemente, sonriendo con inocencia al verlo gruñir y morder su labio inferior, deteniendo el vaivén de la mano para tomar una larga y lenta calada de aire para controlarse.

-Eres un omega muy tramposo y sucio, esto lo pagarás cuando vuelva a verte -amenaza, pero lejos de sentirme intimidado, parece ser la chispa sobre un bidón de gasolina, porque me desata un fuego interno que me hace irreconocible a mis propios ojos -. Mientras tanto... oh, sí... justo eso.

Subo a la cama a gatas, con el vibrador ya listo en la mano, quedando a una buena distancia del celular, para que Lionel pueda verme bien. El vibrador es algo que he usado pocas veces, pero no se me complica alistarme; con manos y dedos maestros tomo una almohada alta y la envuelvo con el arnés que aquél aparato tiene incluido, dejándolo inmovil y expuesto para mí, ya con las manos libres, aparto la tela polar de mi camino, pero sin quitarla de mis hombros, cosa que me da un aire aún más erótico, ya que la tela me acaricia y me cubre pequeñas porciones de piel, dejando otras muy expuestas y enmarcadas.

-Mira alfa, todo lo que provocas en mí -llevo una de mis manos hasta mi trasero, tomando del lubricante transparente que me escurre desde ahí para bañar el aparato, tal cual lo hubiera hecho con él por el simple placer de alargarlo todo.

Me masturbo lentamente, torturándolo a él y a mí, tocando con la yema de los dedos la gotita transparente que adorna la punta de mi pene, apartándola lento y dejando un hilillo pegajoso que se rompe una vez que la he estirado demasiado.

El alfa gruñe alto al ver aquello, tapando la cabeza de su grueso miembro con la palma, soltando un jadeo entrecortado y aspirando entre los dientes.

-Omega, no me tortures de esa forma -dice en un susurro apenas audible, haciéndome sonreír aún más.

-Pero dijiste que lo pagaría... quiero pagarte algo que valga la pena -murmuro en tono seductor y bajo, gateando hasta quedar sobre el almohadón y poniéndome solo sobre mis rodillas para poder alinear la punta del aparato con mi más que necesitada entrada.

El lubricante baja abundante y pegajoso, lo que me facilita la tarea de auto penetrarme.

La sensación del silicón duro entrando en mí junto a la suave vibración que emite, aunque se asemeja más a un latido que a una vibración, me hace suspirar al cielo, evitando mirar la pantalla del celular para no cohibirme.

-Eso, hazlo así, lento para no lastimarte cachorro, tenemos toda la noche para que te complazcas y te sacies.

Su voz, fingidamente tranquila, pero tensa, delata lo excitado que está y lo mucho que le gusta lo que ve.

Yo no estoy mucho mejor, aquél objeto tiene el tamaño justo, como si estuviese hecho a medida. Voy solo a la mitad de camino, bajando lentamente y volviendo a subir para gemir con gusto a cada milímetro que entra, pero mi abdomen se contrae cuando sin querer, me inclino hacia adelante y la punta toca en mi interior ese lugar tan especial que mis dedos no logran alcanzar más que por error.

Ah! Alfa sí... justo ahí -gimo en alto, ¿o lo hace mi lobo? a estas alturas ya no me queda claro quién tiene el control, aunque la voz que sale de mi garganta sí que es la de él, solo un poco más suave que la mía.

Preso del placer y el arranque que me provoca esa pizca de delirio, termino de sentarme sobre el aparato, que se introduce en mí sin mayor dificultad, haciendo que la espalda baja me duela de forma incómoda y yo cierre uno de mis ojos por la sensación.

-¿Estás bien? Cachorro, no debiste hacer eso... por favor díme algo -Lionel me mira con genuina preocupación y casi podría jurar que gimotea con frustración al no poder atravesar la pantalla y consolarme.

-Estoy bien, alfa -murmuro, aún quieto para acostumbrarme a la intromisión repentina -. Estoy más que bien.

Eso último me sale a modo de gemido gracias a que el latido que emite se expande por mi columna, excitándome y haciéndome lubricar aún más. De manera lenta me levanto, llegando casi a la punta del aparato para volver a bajar con lentitud, deleitándome con cada milímetro que entra en mí.

Lionel gruñe sonoramente y al fijar la vista en la pantalla de nuevo, puedo ver que ha reanudado su rápido vaivén, apretando la mandíbula y acariciando su abdomen marcado justo como yo lo habría hecho.

La imagen es digna de una película de alta gama, tan erótica y tentadora que la boca se me hace agua y la saliva me escurre por las comisuras al serme imposible pasarla o cerrar los labios, todo gracias a los gemidos altos que he comenzado a soltar ahora que subo y bajo rápidamente, apoyando las manos en el colchón y dejando a la vista de la cámara mi trasero, en donde se puede ver claramente cómo hace desaparecer casi en su totalidad el vibrador.

-Alfa... ya no, ya no puedo más, por favor... -murmuro con desesperación y lágrimas nublando mi vista.

Mi próstata está más que estimulada ahora mismo y el orgasmo se arremolina en mi vientre bajo, listo para explotar.

-Puedes hacerlo cachorro, muestrale a tu alfa lo mucho que te gusta ser follado mientras lo montas.

No sé si son las sucias palabras, el tono grueso y ronco en el que son dichas, la sobre estimulación o un poco de todo, pero en cuanto Lio termina de hablar, un enorme, caliente y espeso chorro de semen brota desde la punta de mi pene hasta mi pecho, ensuciándome y manchando la almohada en cuanto se resbala de ahí.

-Mierda... ¡Sí! Lionel -gruño, ahora sí que soy yo, aferrándome a la colcha, arrugandola entre mis dedos y terminando de bajar hasta la base, quedando completamente sentado sobre la ya más que húmeda prenda.

Eso activa un mecanismo en el aparato, que rápidamente se hincha para imitar el nudo de un alfa. La sensación ha dejado de ser incómoda, pero no tiene comparación con el cálido y delicioso nudo de mi alfa, ese que alguna vez se hinchará para hacerme un lindo cachorro.

Más chorros de semen son esparcidos por mi cuerpo, manchando también la ropa de cama.

Mis jadeos entrecortados se mezclan con los de Lionel como si estuviéramos en la misma habitación y no en diferentes partes del mundo.

-¡Guillermo! -gime con fuerza Lionel, también liberado por su lobo, dejándolo hablar al fin.

Los chorros de semen del alfa son aún más abundantes y espesos, llegando incluso a su barbilla. Una vez más, mi boca se hace agua ante el deseo de recoger todo eso con la lengua, degustarlo y mantenerlo dentro de mí a como dé lugar.

El poco silencio que se forma es únicamente interrumpido por el sonido de nuestras entrecortadas respiraciones, todavía aceleradas y superficiales.

-Luces hermoso con el amanecer de fondo, lobito -dice Lionel con voz cansada.

Vuelve a ser él y no su lobo quien habla. Su aspecto es el mismo, pero el aro de luz plateada ha desaparecido, aunque mi mente insiste que se debe a la iluminación.

-Es tarde ya, deberías irte a dormir Lionel, tienes trabajo qué hacer y aún debes limpiarte -digo en tono serio para sonar convincente.

-Pero no quiero dejarte así -Eso me hace sonrojar al recordarme que sigo expuesto y con esa cosa metida muy al fondo del culo, con el "nudo" impidiéndome moverme.

-Estaré bien, por favor termina la llamada y hablemos más tarde, ¿quieres? -casi suplico, muy cohibido y con las mejillas más rojas que antes.

Lionel asiente, pero titubea un poco antes de colgar. Para cuando la pantalla se queda estática y la duración de llamada indica que hemos estado más de cinco horas "hablando", mis piernas tiemblan con el cansancio acumulado.

Un botón interno que aprieto con un dedo desactiva el nudo artificial, dejándome libre al fin. Suspiro con cansancio y me bajo de la cama lentamente, intentando no ensuciar nada más en mi travesía hacia el baño, de donde salgo media hora después ya limpio y con los ojos más cerrados que abiertos por culpa del cansancio y la relajación.

[Lio ]

Eso estuvo increíble lobito,
gracias por permitirme ser
parte de algo tan importante
y por confiar en mí.

Hablaremos pronto, pero ahora
debes ir a dormir y yo también.

Te quiero mucho.

Respondo rápidamente y vuelvo a conectar el celular a la corriente, tengo al menos nueve horas para dormir sin mayor problema, por lo que no me importa ir a la cocina y comerme la rebanada de pastel chocolatoso que me compré para la ocasión.

Todo lo que ha quedado sucio está tirado en el piso, incluido el almohadón con esa cosa aún sujeta a él, pero es algo que dejaré a mi yo del futuro, ahora solo quiero dormir y disfrutar de lo relajado que me siento.


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Hola! La idea era que se subieran los 2 juntos, pero como pasa últimamente cada que quiero escribir, estuve con un pie en la tumba la última semana, de hecho la mitad del cap lo escribí con fiebre, peeero, AQUÍ ESTÁ! Y yo también. Entre los 2 capítulos recién subidos hacen poco más de 13 mil palabras (casi 14), cosa que me encanta y me asusta, porque al menos 5mil (quizá más) son cochinadas... aunque seamos sinceros, ustedes aman eso.

Por si no lo notaron, arriba hay una foto de cómo luce Monie/Moon, quizá luego les muestre una de sus ojos para que la puedan ver bien. Que disfruten esto y... agárrense los calzones que empieza lo bueno.

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