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41

Javier se carcajea frente a mí, tirado sobre el suelo de la habitación, agarrando su estómago con fuerza mientras lágrimas se asoman por sus ojos, yo no puedo más que observarlo con mala cara, considerando seriamente lanzarle una almohada a la cara, cosa que hago, provocando que mi celular en sus manos salga volando y se estrelle contra el suelo.

—¡Para ya! No es graciosos —reclamo viendo que el almohadazo no sirvió de nada.

—Yo creo que es muy gracioso —responde él levantándose por fin, yendo a recoger el teléfono.

Se lo arrebato con mala cara aún, viendo con algo de pena y pánico los mensajes recibidos.

[Desconocido]

Me alegra ver que no te
dejas intimidar,eso habla
muy bien de mi lobito, y debo
admitir que es mi culpa que
reaccionaras así, pido perdón
por el error.

Me presento, mucho gusto
señor Guillermo, mi nombre
es Lionel Messi, mejor conocido
como el amor de tu vida.

Ahora que nos conocemos
oficialmente... quieres charlar
con el alfa que te hará feliz por
el resto de tu vida?

Ni siquiera sé qué puedo responder a eso, me siento completamente avergonzado y lo único que puedo pensar es en cómo lo veré a los ojos de nuevo.

—Relájate hombre, no es como si le hubieras dicho que secuestrarías a su abuela —continúa Javier, volviendo a sentarse sobre la cama.

—¿Por qué no mejor te callas y me ayudas a resolver esto? —mascullo, mirando el celular con la pantalla aún brillando.

—Por la madre luna Guillermo, ¡no es para tanto! Solo dile que te equivocaste porque creías que era un acosador. Ni siquiera parece que le haya molestado, ¡él está disculpándose! —Su tono alterado me hace pensar que quizá estoy haciendo una tormenta en un vaso de agua.

Agito la cabeza para despejarla de cualquier duda y pensamiento incoherente, tecleando rápidamente en la pantalla.

¡Lo siento! No pensé que
pudieses ser tú.

No se me ocurre escribir nada más, por lo que lo envío, mordiendo la uña de mi pulgar con un gesto nervioso que hace mucho no tenía. Recibo una respuesta casi inmediata de su parte y puedo sentir la mirada fija de Javier sobre mí.

[Desconocido]

Por un momento creí que
me habrías bloqueado, me
alegra ver que no es así.

¿Cómo estás lobito?
Te extraño mucho.

Mis mejillas toman calor al instante mientras una sonrisa que me cuesta disimular se forma en mis labios, el sonido de algo arrastrándose y el murmullo de Javier diciendo que se larga son lo único que escucho antes de que mi corazón latiendo a mil por hora me retumbe en los oídos.

Me siento en el lugar que antes ocupaba mi amigo mientras mis mejillas siguen tomando temperaturas más elevadas; es como si fuera un adolescente tonto y enamoradizo de nuevo y eso me tiene un tanto desconcertado, pero al mismo tiempo me importa un carajo, permitiéndome disfrutar de esta emoción.

Las horas pasan entre charlas sin demasiado sentido, solo hablamos de trabajo y los proyectos que aún tiene por delante y los que me esperan a mí luego de terminar mi contrato, pero me siento como si estuviera teniendo una gran plática, notando cómo los minutos se convierten en horas y la oscuridad invade la habitación con la luz de las farolas apenas atravesando las cortinas de la habitación.

—Guillermo, dice mi madre que como no bajes a cenar en cinco minutos, vendrá por ti de las orejas. —Desvío la mirada de la pantalla con una sonrisa que se desvanece conforme las palabras de mi amigo entran hasta mi cerebro.

—¡Ya voy! —grito y envío un último mensaje a mi alfa.

Habíamos decidido no hacer una llamada porque, en teoría, sería una conversación rápida, ambos debíamos levantarnos temprano y los mensajes eran la mejor opción.

Dejo mi celular conectado sobre la mesita de noche, llevaba más de una hora en una posición incómoda por culpa del contacto a un lado de la cabecera, pero no me había percatado de lo mala que era hasta que al menos cinco de mis vertebras tronaron sonoramente al ponerme en pie.

—Por la luna —murmuro con un pujido, estirando mis extremidades, escuchando más crujidos de su parte —, ya no tengo veinte años.

Para cuando vuelvo a la cama, limpio y con pijama, el reloj de mi muñeca marca la una de la mañana.

Suspiro con cansancio, se supone que debo levantarme a las cinco de la mañana para empezar los trámites de venta de mi apartamento, contratar una mudanza y revisar las casas en venta, aunque eso no me preocupa demasiado, porque Javier me ha dado permiso de guardar todo en su departamento.

Una nueva notificación suena, iluminando mi pantalla y un debate interno se desata en mí al no saber si revisarla o no.

Agito la cabeza y me acuesto, desconectando el cargador sin siquiera mirar la pantalla, a sabiendas que, si la notificación es sobre Lionel, no dormiré ni una hora.

El despertador me hace pegar un brinco y que gruña casi por instinto al estar soñando que alguien me perseguía, pero al darme cuenta del lugar en el que me encuentro, me relajo. Siento que he dormido apenas cinco minutos, pero a juzgar por la hora, he apagado mi alarma un par de veces.

Me levanto de un brinco, debo estar en las oficinas de la inmobiliaria a las siete treinta am si quiero que me atiendan rápido y solo tengo cuarenta minutos para cruzar la ciudad y llegar a tiempo.

—¿Cómo carajo pude dormirme más de treinta minutos? —Me reprendí mientras me desvestía entre patadas y manotazos, corriendo de un lado a otro de la habitación para descolgar el traje que debo ponerme, el cual tuve la sensatez de planchar antes de dormirme, casi quemándolo por estar mensajeando con Lio.

Corro fuera de la habitación, cerrando la puerta con toda la delicadeza de la que soy capaz para no despertar a los señores. Javier y Raúl no están, por lo que no me sorprende ver la puerta de la habitación de mi amigo abierta, pero lo que sí me sorprende es encontrar a la alfa aún en pijama saliendo de la cocina con un plato repleto de huevos revueltos, un paquete de pan tostado y dos tazas de café humeante ya sobre la mesa.

—Por un momento creí que tendría que ir a despertarte como cuando eras un cachorro —me dice a modo de saludo.

Yo sigo atónito, intentando sacar los dedos del nudo de mi corbata, porque la he apretado demasiado antes de tiempo y ahora se empiezan a poner azules.

—S-señora Balcazar, ¿qué hace despierta tan temprano? —Es lo único que atino a decir, caminando hasta ella con una mano aún colgando del pedazo de tela alrededor de mi cuello.

—Tantos años mi querido Memo... sé mejor que tú lo que te cuesta levantarte y que ni siquiera desayunas por andar a las carreras, así que saca los dedos de ahí o vas a quedarte sin ellos y ven a desayunar.

No puedo negarme. Y no porque no quiera, sino porque no fue una pregunta y sé que si digo que no, no dudará en reprenderme. Doy un último tirón a mi mano y mis dedos por fin son liberados, no sin un leve crujido que me saca una mueca.

La mujer rodea la mesa, me besa la coronilla de forma maternal y saca aquella prenda por mi cabeza, deshaciendo el horrible nudo antes de colocarla alrededor de su cuello y re-hacerlo sin dificultad.

Monie me mira a través de la puerta que separa el jardín del interior, no hace ruido, solo me observa con el rostro ladeado y la lengua afuera. Sonrío en su dirección, provocando que enloquezca y comience a correr a todo lo largo y ancho del lugar. No ladra en ningún momento, es algo que ya había notado, pero recién analizo. Es una cachorra muy callada a menos que algún desconocido se nos acerque demasiado.

—¿Vendrás para la cena? —Escucho a lo lejos, por lo que me obligo a volver al presente rápidamente.

—No lo sé, debo hacer varias cosas hoy, así que no me esperen. Yo... de verdad necesito algo más que palabras para agradecerles lo que están haciendo por mí, si hubiera algo...

—No es necesario hijo, tu pa... mi esposo y yo estamos felices de ver que eres feliz, eso es suficiente para nosotros, eres como un hermano para mi Javi y como un hijo para nosotros, tu felicidad es nuestra felicidad y eso no se paga con nada.

—Gracias —murmuro con un nudo en mi garganta que se acentúa al ver los ojos llorosos de la alfa.

Sigo comiendo apresurada y silenciosamente hasta terminar un segundo pan y mi café, me levanto dispuesto a recoger lo que usé, pero un gesto de la alfa me detiene, estoy por insistir, pero al ver la hora sé que no tengo tiempo ni de lavarme los dientes. Maldigo por lo bajo, pero tomo las llaves de mi auto y antes de poder salir por la puerta agradezco la comida.

El ladrido de Moon me detiene por lo extraño que es escucharla hacerlo.

—Ella necesita pasar más tiempo contigo —murmura la mujer que recoge con calma la mesa.

—Voy a llevarla conmigo —sentencio antes de caminar con decisión hacia la puerta trasera, tomar su correa y sacarla.

Los brincos que da son inofensivos, pero no se lo permito, ordenando que se calme para poder tocarla. Como si fuera un perro entrenado, lo entiende de inmediato, quedándose quieta hasta que la tengo asegurada con la correa de tela.

Me sorprende, pero lo dejo pasar.

—¿Cómo vas a andar con ella por ahí? —pregunta la señora Balcázar, a lo que solo puedo encogerme de hombros con simpleza.

—Ya me las arreglaré, no puedo dejar que se hagan cargo de ella siempre, me han ayudado demasiado como para que también les cargue esto sobre los hombros —respondo serio —. Despídete Monie.

La cachorra mueve la cola y brinca mientras camino a la salida. Cuando abro la puerta del auto ella sube sin mucha dificultad, lo que me hace pensar que su patita se encuentra mucho mejor.

El camino transcurre sin inconvenientes y por pura suerte no hay demasiado tráfico, por lo que logro llegar a tiempo.

—Vamos —digo tomando la correa con una mano y los papeles que dejé debajo del asientos de copiloto con la otra.

Monie obedece, bajando rápidamente.

La gente a mi alrededor, todos empleados del lugar, me reconocen de inmediato. Y no es algo que me sorprenda, estoy en un lugar muy público, bajando de mi audi negro mate, vestido de traje negro con corbata, los rizos al viento y con un cachorro que da saltitos con una pata enyesada, definitivamente es algo difícil de ignorar.

Varios me señalan y susurran, el aroma de todos los alfas igual de trajeados me rodea, poniendo alerta a mi lobo, que eriza el pelo del lomo. Me siento más incómodo que de costumbre al sentir aromas tan fuertes, todos me parecen inusualmente desagradables, nada comparados con lo delicioso del café y las almendras de Lionel.

Un suspiro sale de mis labios al pensar en él, pero me recompongo de inmediato al sentir otro aroma demasiado cerca de mí.

—Buenos días señor Ochoa, un placer tenerlo por aquí, pero me temo que el cachorro no puede pasar. —Me detengo de golpe justo en la entrada del edificio. Monie gruñe por lo bajo al ver que el alfa se nos acerca demasiado.

—Tranquila linda —murmuro —. No puedo dejarla en el auto, ¿hay algún lugar en el que pueda estar?

—No sabría decirle eso...

Me siento molesto, no estoy seguro de por qué, pero su aroma agrio y fuerte me pone de los nervios, además de que aquél lugar es de donde viene aquella alfa que me sugirió regalar a mi cachorra para poder seguir viviendo en sus estúpidos apartamentos.

Miro a mi alrededor hasta dar con un lugar un tanto apartado y con buena sombra, hay un pequeño barandal de metal que rodea un jardín, por lo que me acerco para dejar ahí a Monie.

—Espera aquí pequeña, papá vuelve en un rato —digo en voz baja, para que solo ella me escuche y con una pequeña sonrisa en los labios.

Ella parece entender, porque no emite un solo sonido ni hace amago de querer seguirme, manteniéndose tranquila y en silencio.

—¿Puede vigilarla mientras salgo? Por favor. —Le pido al guardia, quien asiente sin parecer muy convencido —. No tardaré.

Entro a paso rápido, directo a la oficina que sé, pertenece al complejo que compré. Ni siquiera la voz de la secretaria me detiene, sigo molesto, sé que estoy actuando impulsivamente, pero no me importa, no cuando todos los alfas a mi alrededor cuchichean y me ven como si quisieran arrancarme el traje de encima.

"Odio venir a estos lugares llenos de descerebrados."

"Ya somos dos, ¿Viste al idiota detrás de la cafetera?"

"Obviamente, pero ni lo menciones o voy a querer volver a arrancarle la cabeza."

Alguien se había tomado la libertad de sacar una muy indiscreta fotografía mientras caminaba, aunque había intentado ignorarlo, su sonrisa y aroma me habían hecho gruñir junto a mi lobo.

Llego frente a la puerta del jefe, tocando una única vez antes de abrirla por completo, adentro se encuentra el alfa a cargo de todo, un tal Santiago, aunque creo que ese era otro. Está recostado sobre su cómoda y acolchada silla, con los pies sobre el escritorio y un libro sobre el rostro para tapar la luz que entra por el ventanal tras él.

Ahí detrás está Moon, echada sobre el pasto, luce relajada, olisqueando todo a su alrededor, pero con las orejas peludas y largas alertas a todo lo que escucha; sus ojos azules miran todo a su alrededor. Seguro que no puede verme, el vidrio es de una sola vía que del otro lado parece un espejo.

—Dile a todos que estoy en una reunión importante Margarita —ordena con tono aburrido sin siquiera quitarse el libro del rostro.

Al percatarse de que nadie le responde, levanta ligeramente la cabeza para observarme por debajo de las hojas. Al darse cuenta de que no soy quien pensaba y de mi más que evidente molesto rostro, la velocidad con la que se pone en pie me marea incluso a mí.

—Joven Guillermo, un placer tenerte aquí, ¿en qué puedo ayudar? —Se recompone de inmediato, sonriendo falsamente mientras me mira de arriba abajo sin un mínimo de discreción ni vergüenza.

Reprimo otro gruñido y entro por completo, cerrando la puerta detrás de mí.

—Voy a mudarme, así que necesito que vendan ese apartamento, aquí están todos los papeles, cuando me necesiten de nuevo, espero que sea solo para firmar el traspaso, tienen el número de mi abogado.

No me detengo ni para respirar, aprieto las muelas en cuanto acabo, esperando su respuesta. Las emociones que atraviesan sus ojos son variadas: duda, sorpresa, diversión.

—¿Por qué no tomas asiento y lo platicamos? Puedo pedir café y...

—No necesito hablar nada, vine acá porque es más rápido que esperar a que la jefa del edificio les traiga los papeles, no a negociar.

Mi tono de voz es duro, haciéndole saber que no estoy dispuesto a cambiar de opinión.

Él pierde su sonrisa socarrona y adopta una postura un tanto más seria.

—¿Puedo saber el porqué de su decisión? —Vuelve a señalar la silla frente a él, esta vez acepto con un suspiro y un último vistazo a mi cachorra, que observa una mariposa a lo lejos, lista para atacarla.

—No es lo que necesito, adopté un cachorro y me están prohibiendo tenerlo en casa.

—Eso es solo para quienes rentan apartamentos, tú lo has comprado, puedes hacer lo que quieras y... llevar a quien desees.

Comienza a cansarme su actitud coqueta y sus claras insinuaciones, pero una vez más, tenso la mandíbula y respondo lo más educado que puedo.

—Una de sus empleadas, la jefa que mencioné, fue muy explícita al decir que lo mejor era que regalara a mi nueva perrita, espero que entienda la gravedad de eso y lo que ocasionó el comentario tan desagradable que hizo hacia mi persona.

—Si ese es el problema, ya mismo la mando llamar y puedo despedirla cuanto antes, pídeme lo que quieras y lo haré.

Suspiro sonoramente, a punto de explotar y asqueado conforme su aroma, encerrado a cuatro paredes, se vuelve más intenso.

—Escúchame bien Sebastian —escupo, ya harto de su estúpido coqueteo —, no vine a negociar, lo dije desde un inicio, vine a una sola cosa y estoy dispuesto a hablar mal de la inmobiliaria si es necesario, si vine hasta acá y quise hacer esto, es porque también puedo dejarlo pasar e irme en silencio, a modo que solo la empresa resienta lo que significa haberme perdido.

Mi aroma también se expande por todos lados, pero no es agradable, huele agrio y fuerte, acentuando mis molestas amenazas.

El alfa re-acomoda su corbata y se sienta recto en la silla, aclarando su garganta con incomodidad.

—Usted es consciente de lo que significa para nosotros perder su imágen dentro de nuestros complejos, de eso no me queda duda —sonrío para mis adentros al notar su cambio de actitud —, por eso mismo debo preguntar si hay algo que pueda hacer al respecto, tenemos una serie de apartamentos igual de cómodos y lujosos que le podemos ofrecer...

—No gracias, solo quiero que encuentren un buen comprador cuanto antes, mañana mismo me llevaré algunas cosas de ahí y estará listo para que lo visiten los interesados en cuanto ustedes lo deseen. —Me levanto de mi asiento con el cuerpo tenso y mi lobo alterado, el aroma de este alfa, cargado de feromonas que intentaba soltar para atraernos me tiene asqueado—. Con su permiso.

Al salir tomo una larga y profunda bocanada de aire que se siente como si respirara por primera vez en horas. Camino hacia la puerta con decisión, sin mirar a nadie, pero me encuentro de frente y cerrándome el paso al alfita que me tomó una foto. Mis feromonas son cada vez más perceptibles y amenazadoras, por lo que la cara de terror que pone al verme ir directo hacia él son dignas de recordar.

—Escucha bien pedazo de alfa —mascullo con mi rostro a solo centímetros del suyo, tomándolo por las solapas del bien planchado saco —, si llego a ver o siquiera saber que esa fotografía que tomaste sale en alguna parte, vendré a por ti con una demanda que te va a dejar de patitas en la calle en un santiamén. ¿Entendido?

El chico asiente, asustado e incapaz de hablar, a mi alrededor hay mucha gente que nos observa, pero nadie se atreve a acercarse, mi aroma es mucho más fuerte que antes y me cuesta contener los gruñidos que mi lobo emite.

Suelto al hombre con un poco más de fuerza de la necesaria, haciéndolo trastabillar. Cuando al fin salgo del edificio y el aire fresco me pega en la cara siento mi cuerpo relajarse, al igual que mi lobo.

Recojo a Monie y le agradezco al guardia, subo al auto y me largo de ahí. Conduzco un rato sin un rumbo fijo, tengo una cita con el doctor Mendoza, pero es pasado el mediodía, por lo que tengo un márgen de tres horas para vagar.

Me detengo en una acotación para buscar un lugar para comer en el que acepten perros y encuentro uno a media hora de camino. Al llegar me atienden de inmediato, no hay mucha gente, pero de cualquier manera pido una mesa al fondo del lugar, lo más apartado de la calle, aunque al ser un lugar que acepta perros, todo es bastante libre y visible.

Pido un sándwich de doble queso y un americano frío bien cargado y con poca azúcar, acompañado de un plato con hígados de pollo deshidratados, manzana picada y huevo crudo.

En cuanto llega mi pedido frunzo el ceño con algo de desagrado al ver la pinta del plato, pero a juzgar por lo feliz que se ve Monie, debe ser algo que le va a encantar.

—Bien... sentada —ordeno con el plato en alto.

Moon obedece como si llevásemos mucho practicando aquello, me sorprendo, pero le doy su comida sin mayor demora.

Ambos comemos lentamente, disfrutando del momento, aunque a mi alrededor haya más gente cuchicheando y lanzando miradas indiscretas.

—El precio de la fama —murmuro lo suficientemente alto para que algunos, los más osados que pasan cerca, escuchen —, no poder ni comer en paz.

Reviso el teléfono para distraerme, Lionel me mandó un mensaje durante la madrugada que no había tenido tiempo de revisar, por lo que lo abro rápidamente.

[Lio <3]

Hola lobito, sé que tiene
solo un parde horas que
dejamos de hablar, pero
ya te extraño. Espero que
tengas un buen día
mañana. Te amo.

Mi corazón se acelera y, por primera vez en el día, sonrío con verdadera felicidad.

Hola guapo, estoy almorzando
algo junto a Monie justo ahora.
Tú has comido bien?

También te extraño, desearía
poder verte, aunque creo que si
eso pasara, no querría soltarte
en mucho, mucho tiempo.

Observo a Monie terminar su comida y echarse sobre el piso, panza arriba y con mirada suplicante, por lo que me agacho para rascarle las costillas. Poco a poco comienza a quedarse dormida y yo me incorporo para terminar mi café, buscando en el mapa algún parque dónde jugar con ella.

No hay muchos por aquí cerca, pero traigo el auto, así que la distancia no es problema. Pago lo que comimos y pido una botella de agua para llevar, a ella le dará sed en algún momento.

Salgo sin mucha prisa, ignorando a todos a mi alrededor, aunque es una fortuna que nadie se acerque a pedirme fotos o autógrafos; ya que no me siento de humor para ello. Moon camina a mi lado, luciendo linda con el yeso en la pata. Eso me hace chasquear la lengua y que al llegar al auto, vuelva a revisar el navegador.

—Ligero cambio de planes pequeña, iremos al doctor primero. —Monie me mira ladeando la cabeza, a lo que yo respondo con una sonrisa antes de encender el auto, ponerme gafas de sol y comenzar a conducir hacia el parque al que pretendía ir, donde también hay una clínica veterinaria.

—Buenos días, bienveni... oh por la madre luna —dice una omega bajita y de aspecto noble en cuanto me ve entrar con Monie a mi lado. Enarco una ceja con algo de diversión, haciendo que se recomponga luego de agitar la cabeza —. Buenos días Señor y cachorro, ¿en qué podemos ayudarlos?

—Buenos días —respondo divertido y agradecido por su profesionalidad —, quisiera que revisaran a mi cachorra, hace un mes aproximadamente la rescaté de la calle y necesito que me digan todo lo que necesito saber para poder darle la vida de princesa que merece.

—Claro que sí, en un momento los pasaremos con un médico, pero primero debo tomarles sus datos. —Ella teclea rápidamente en su computadora, con la vista fija en la pantalla, pero las manos temblorosas —. ¿Nombre?

—Guillermo Ochoa —respondo con algo de diversión; ella me mira y oculta una risa tras su mano antes de volver a observarme, con las comisuras elevadas y un brillo divertido en los ojos.

—De la paciente, señor. Lo siento, debí especificar. —Siento mi cara enrojecer y desvío la vista hacia Moon, que olfatea todo a su alrededor, quieta como siempre.

—Monie —respondo con la cara aún muy caliente.

—¿Raza?

—No tengo idea, la encontré vagando sola, así que no sé ni cómo es su madre. —La chica asiente, tecleando de nuevo.

—¿Tiene más animalitos en casa? —Niego.

—Supongo que tampoco sabe su fecha de nacimiento. —No es una pregunta, así que no respondo —. No importa, son datos que se pueden rellenar después. No hay mucho qué hacer en su expediente, así que le entrego esto —ella extiende una cartilla sobre el mostrador —, y en un momento pasará a consulta general, una vez le den todos los datos de la cachorra, indicaciones y demás, podremos completar su expediente. Espere un momento en la sala de allá.

Me señala unos asientos más adentro del edificio, yo agradezco y camino hasta allá, echando un vistazo a todo. Luce amplio, limpio, bien iluminado y huele a antiséptico, digno de un hospital.

Hay distintos pasillos y habitaciones, uno dice quirófano, otro sanitarios; hay señalizaciones por todos lados, incluso hay carteles que indican hacia dónde ir para poder llevarlos al baño, pero también hay dispensadores de bolsas, cestos de basura para esas mismas bolsas y toallas desechables por si llegan a orinar dentro del lugar.

—¿Monie Ochoa? —Levanto la vista de mi cachorra al escuchar su nombre y mi apellido. Una mujer vestida con uniforme quirúrgico, estampado de huellitas, vata blanca y un estetoscopio colgado al cuello me mira desde un consultorio pintado de amarillo bebé y celeste —. Vengan conmigo por favor.

Camino hacia allá, seguido muy de cerca por la pequeña que observa todo con ojos enormes.

—Bienvenido, señor Guillermo, dígame cómo podemos ayudarlo. —Trago saliva con nerviosismo.

Soy nuevo en esto y no tengo ni idea de qué decir.

—Yo... Verá, esta cachorra lleva conmigo apenas un mes, la rescaté de la calle y lo único que he hecho es llevarla de emergencia a un veterinario para que le enyesaran la pata porque la tenía rota. No tengo idea de qué hacer ahora y necesito saberlo para poder darle la vida de princesa que merece.

Hablo demasiado rápido, tanto que me trabo con algunas palabras, pero me siento fuera de lugar, bastante nervioso y sin una base a la cual apegarme.

—Bien, lo primero es determinar su edad y raza, súbala a la báscula por favor, sin collar ni correa.

Hago lo que me pide, afortunadamente Monie coopera, quedándose muy quieta.

—Ocho kilos —murmura mientras teclea en su tableta, donde supongo que tiene abierto el expediente de mi cachorra —. Ahora súbala a la mesa por favor.

Una vez más, hago aquello que me indican. Moon ahora luce algo más desconfiada, temo que se pueda poner agresiva, pero lo que pasa después me deja tranquilo y atónito.

—Hola corazón, mi nombre es Amy, ¿cómo has estado? —La doctora habla con voz dulce y baja, acercando una mano hacia la cachorra, que la mira un momento antes de olfatear la mano que le tiende la mujer —. Oh ¿quieres esto? Toma.

La doctora abre la palma, en donde tiene una pequeña porción de comida húmeda. Monie la huele y de inmediato la acepta, volviendo a su estado relajado y alegre mientras yo observo todo en silencio.

—Voy a revisarte pequeña, así que portate bien y te daré otro como ese, ¿de acuerdo?

La doctora procede a medir su altura de piso a lomo, abrirle el hocico inspeccionando sus dientes con cuidado, luego sus ojos; soltando un comentario acerca de lo bonitos que son, toca su pelo, revisa sus patas y también palpa su abdomen, son demasiadas cosas y no entiendo ni la mitad, pero para cuando acaba, se le ve tranquila.

—Bien, me es difícil decir cuál es la raza de esta pequeña, tiene un hocico largo y dientes fuertes, pero pequeños, por lo que no pasa de los ocho meses de edad, su altura y peso no corresponden, pero quizá es por la mala alimentación. —Se detiene para revisar sus notas y luego continuar —. Mide sesenta centímetros de alto y casi un metro de largo y la estructura de su cráneo me recuerda a los pastores velga, pero con ese tono café y negro en el pelaje, es casi igual al de los pastor alemán, sin embargo, sus ojos azúles casi blancos, las manchas blancas del pelaje, sus enormes patas y el largo de su cabello lucen como los de un husky.

—¿O sea que es un revoltijo? —pregunto para intentar entender.

—Eso parece, ¿hay algo de su personalidad que le llame la atención? —dudo un momento, intentando ordenar mis pensamientos.

—Es muy enérgica, me ha deshecho el jardín un par de veces, pero es muy tranquila y callada en el exterior, incluso protectora, no deja que nadie se nos acerque demasiado a menos que me vea a mí hacerlo primero, pero lo que más me ha impresionado, es que es demasiado inteligente, no he entrenado con ella ni nada de esas cosas, pero entiende cuando le pido que se siente o se mantenga quieta. —Esta vez hablo lento, recapitulando todo aquello que he visto y sintiéndome como un padre muy orgulloso.

La doctora me escucha atentamente, asintiendo cada tanto.

—Esperaba que su personalidad fuera más definida, pero a juzgar por eso, también es una combinación de todo; si bien los husky son enérgicos, los pastores alemán y velga han sido utilizados mayormente como perros guardianes o policías por su alta inteligencia y facilidad de aprendizaje, así que tampoco puedo decirle a qué raza pertenece en realidad.

Lejos de sentirme decepcionado, una emoción extraña me inunda el pecho; no esperaba una respuesta concreta, no me importa la raza del cachorro, pero saber que es tan única me vuelve a hacer inflar el pecho con orgullo.

—En cuanto a qué esperar y recomendaciones, le sugiero preparar un espacio definido para que sea de ella, ya que por lo que me cuenta, tiende a ser posesiva y protectora, lo que podría desatar problemas a la hora de afirmar su autoridad en la casa, provocando que sea ella quien quiera liderar. —Asiento, escuchando atentamente y haciendo notas mentales —. En cuanto a su tamaño, no será un perro pequeño, no sé si pueda llegar a medir más de lo que mide ahora, pero hay que alimentarla bien y estar atentos.

Eso no lo esperaba, pero ya no hay nada qué hacer y sacarla a la calle o regalarla no es opción.

—Ahora dígame, ¿qué tratamientos le ha dado?

—¿Tratamientos? —me quedo en blanco por completo y supongo que mi mirada lo dice todo, porque la doctora se sienta y me pide que haga lo mismo.

Monie se ha echado sobre la plancha de metal, por lo que no temo que salte.

Casi es medio día y yo me encuentro saliendo recién de la clínica, con Monie en mis brazos, ya que le han quitado el yeso y no debe caminar grandes distancias, y una serie de instrucciones. Al parecer hay mucho que debo aprender antes de seguir saliendo con mi cachorra, ahora que la vacunaron y fijaron una fecha para su desparasitación, esterilización y demás vacunas, entiendo por qué no a todos les gusta tener perros.

Subo al auto y observo el rostro pequeño y alargado de mi cachorra, que me devuelve la mirada con ojos enormes, cabeza ladeada y lengua afuera.

—Pude haberte matado si te llevaba al parque sin tus vacunas y tú no me dijiste nada —reprocho, encendiendo el motor, pero una llamada entrante me detiene antes de comenzar a avanzar.

Sonrío en grande y pongo el altavoz antes de comenzar a conducir.

—Hola Lio.

Hola lindo —su voz resuena por todo el auto, por lo que Moon se pone alerta, mirando con cara confundida el celular —. ¿Estás ocupado? ¿Te molesto?

Tú nunca molestas y no, no estoy ocupado, voy en el auto.

¿Te llam...?

No, tengo el altavoz y Moon viene de copiloto. —Su risa ronca me hace vibrar las neuronas y el corazón, provocando que me remueva inquieto sobre mi asiento —. ¿Tú qué haces? Es un milagro que te acuerdes de mí.

Bromeo mientras me incorporo al tránsito.

Yo siempre estoy pensando en ti lobito. Hola Moon, ¿estás cuidando bien a papá? —La cachorra se remueve en cuanto escucha su nombre, haciéndome reír.

—Me cuida muy bien, hoy la llevé al médico y la doctora no supo decirme su raza, pero al parecer es una chica muy inteligente y protectora.

—Menos mal, un omega tan bonito como tú necesita quién lo cuide aunque sepa defenderse solo.

Ruedo los ojos, pero sonrío con diversión.

—Claro, porque mi alfa trabaja en otro país y no puede venir a marcarme con su aroma y hacerme suyo. —Mi voz baja de tono poco a poco y yo no sé de dónde he sacado las agallas para decir eso.

Me sonrojo enormemente en cuanto termino de hablar, puedo verme la cara completamente roja a través del espejo y escuchar a Lionel toser al otro lado de la línea.

Oh mi amor... no tienes idea de lo mucho que deseo poder ir hasta ti y hacer eso que me pides y mucho más. —Su voz dos octavas más baja y mucho más gruesa que la mía, me hace estremecer de nuevo, provocando que mi lobo gruña de forma gutural, pero sin nada qué ver con el enojo.

—Lionel... —murmuro, intentando no sobrepensar toda la situación y concentrarme en el camino. Mis pantalones de vestir se aprietan un poco en la zona de mi entrepierna y algo de humedad me moja el trasero —. Mierda...

Casi he llegado a la calle del consultorio en el que está el doctor Mendoza, así que pidiendo disculpas mentalmente, acelero y me atravieso frente a un taxista que pita sonoramente.

¿Estás bien? —su voz vuelve a ser de un tono decente y la preocupación impresa en ella me mantiene cuerdo mientras entro a la calle menos transitada.

—Joder... creo que ensucié mis pantalones y esta erección va a tardar en bajar un par de minutosmurmuro más para mí que para Lio, pero me escucha de todas formas, lo que le provoca un gruñido igual de excitado que el mío.

Afortunadamente ya estaba estacionado, porque eso me hace temblar de pies a cabeza y liberar feromonas de manera violenta. Mi miembro se endurece aún más y yo chillo con necesidad y un poco de lamento por la situación en la que me encuentro.

Monie se preocupa, poniéndose alerta de inmediato.

¿Ya estás en casa? ¿Estás bien? Lo siento, no quise ponerte en esta situación.

Escuchar su voz excitada y preocupada me tiene algo confundido, porque por una parte deseo que siga hablando para tocarme y por otra me enternece. Agito la cabeza para alejar todo pensamiento incoherente, no es el momento.

—No estoy en casa, tengo una cita con el doctor que me atendió aquella vez en Catar, no puedo ir a casa ahora mismo.

Un gruñido molesto me hace abrir mucho los ojos y que Moon también gruña como respuesta.

—Tranquila, nena —le digo en tono bajo

Lo siento, mi lobo... —Lionel suspira y al fondo puedo escuchar que camina algo apresurado, quizá alejándose de la demás gente con la que está —. ¿No hay manera de que vuelvas otro día? Él es un alfa.

—No, y no importa, estaré bien. ¿Olvidas que fue él quien me atendió en mi celo?

Otro gruñido entre excitado y molesto atraviesa la línea.

Lo sé —Su voz suena como si estuviera apretando los dientes —, pero...

—No termines esa frase Lionel, sabes que puedo cuidarme solo y que además, él no hará nada, solo necesito relajarme y dejar pasar esto, no es nada —sentencio con voz molesta, lo que me ayuda con la parte de distraerme.

Lo siento ricitos.

Nos quedamos en silencio un momento y yo aprovecho para bajar las ventanillas y dejar salir todo el aroma que se acumuló dentro. La brisa fresca que entra me ayuda, pero aún hay otro problema que debo resolver: lo mojado que tengo el trasero.

—¿Te importa si te llamo más tarde? Necesito hablarle a alguien para que me consiga ropa limpia —Intento que mi voz no suene baja y avergonzada, pero la situación me hace sentir como un lobato hormonal.

No te preocupes, dime cuando estés libre y trataré de llamarte yo. En unas horas tengo un a sesión de fotos con una marca deportiva y luego una cena con un reportero para hablar sobre la final, pero estaré libre pasadas las ocho.

Hasta entonces alfa. —Me despido y estoy por cortar cuando su voz me detiene.

Te amo lobito. Confío en el doctor, pero aún así cuídate mucho.

También te amo Lio. —Esta vez sí termino la llamada, quedándome un momento observando la pantalla y el nombre del contacto.

Un suspiro sale de mis labios cuando al fin salgo del trance. Iba a tomar el celular para volver a llamar, esta vez a Javier, pero otra oleada de calor me hace encogerme y gemir por lo bajo.

A un lado de mí, en la calle, hay movimiento, por lo que intento fingir que nada pasa y recomponerme, pero un sentimiento de alivio mezclado con angustia me inunda en cuanto veo de quién se trata.

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