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Capítulo Diecisiete

El corazón de Mina latía con demasiada fuerza, sus manos sudaban demasiado, estaba sudando helado, mientras el palanquín avanzaba ella en su interior rezaba por qué Chaeyoung estuviera bien. ¿Cómo la menor había terminando en el lago?

Cuando al fin el palanquín llego a la cámara de Chaeyoung, Mina bajo rápidamente para ver como estaba la menor encontrándose primeramente con el enunco y las cortesanas quienes se  encontraban llorando frente a la puerta de la habitación; Mina suspiró levemente sin saber que decirles, abrió la habitación de la puerta encontrándose a Chaeyoung acostada y su mano era sostenida por la persona que más odiaba Myoui Mina.

Choi Soobin.

La mirada de Mina se concentraba en no matar al chico, se acerco lentamente a la chica y se sentó, su mano toco suavemente el rostro de Chaeyoung, la respiración de la menor era lenta pero aun estaba ahí.

- Quita tu sucia mano de ella. -gruñó Soobin causando que Mina lo mirara con más odio del que ya le tenia.-

- No me digas que hacer Choi. -bufó para pasar de alto la orden que le había dado el chico. - 

- Solo protejo a alguien inocente.

Mina se trago sus insultos, sabia que no era momento para pelear con aquella basura llamada Soobin, la puerta se abrió mostrando al médico real que, por ordenes del rey llegaba cada dos horas para verificar el estado de Chaeyoung.

- Sal de la habitación Choi. -Pidió Mina, Soobin bufó y salió de la habitación.- ¿ella estará bien?

- Se mejora con el tiempo pero puede que este dormida durante más tiempo.

Al escuchar aquello el alma le regreso a Mina, sabía que Chaeyoung tendía a ser un poco torpe pero aun no podía creer que ella había caído al agua, Chaeyoung no podía nadar y constantemente temía entrar al agua.

¿Y si alguien la había tirado? El clan de la reina viuda era capaz de hacer todo para mantener el trono entre ellos pero le había prometido a Mina mantener viva a Chaeyoung, no podía ser posible que aquella mujer la engañara si la trataba como si fuese su propia hija.

Sabia muy claramente que en el castillo, una persona tan pura e inocente como Chaeyoung no podría ser capaz de sobrevivir pero ¿por qué ella? Si un día Chaeyoung moría, Mina moriría con ella.

La fuerte atracción que sintió hacia ella desde el primer día que la vio no podía ser normal, estaba segura que eran almas gemelas, protegería a Chaeyoung sobretodo y si es necesario daría su vida por ella.

La puerta se abrió, una de las cortesanas entraba con comida y fácilmente se notaba que había estado llorando por días, en sus manos tenía una bandeja de comida, la puso en el suelo y se agacho dando señales de que iba a alimentar con sopa a Chaeyoung.

— Yo lo haré, puedes retirarte  

— Pero señorita Mina...

— No te ves muy bien, ve a descansar

Mina se levanto y se acerco a la bandeja de comida, todo se veía bien, tomó una de las cucharas y probo aquella sopa esperando que no hubiese veneno. Después de unos segundos se acerco a Chaeyoung y la acostó en su regazo para poder alimentarla.

La muerte era algo de lo que no te advertían cuando entras en el palacio, no te advierten que mientras buscan el poder pueden matarte, las cortesanas eran utilizadas solamente para matar a otros, les daban falsas esperanzas para luego matarlas. Esa era la vida en el palacio.

Mina lo había aprendido a las malas, si cerraba sus ojos aun podía ver como el cuerpo de la cortesana de 5 años moría lentamente y ella no pudo hacer absolutamente nada; en el palacio no podías confiar en nadie, no podías confiar ni en tu sombra, no podías susurrar tus deseas por qué los ratones pueden escucharte. Si eres una mujer en el palacio, no podías ver ni escuchar, el destino era la muerte.

Para un ser tan inocente como Chaeyoung, el palacio era la muerte segura.

El palacio se había convertido en una prisión para muchos hasta para lo propia Mina sin embargo tenía que proteger a su pequeña a pesar del costo que iba a tener esto.

Si tan solo las cosas fueran diferentes.

Si pudieran caminar tomadas de la mano sin miedo por las calles, si pudieran vivir juntas o escapar a un lugar mejor donde no las juzgaran pero...

Sus destinos estaban decididos.

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