Kim Seokjin era un alfa delicado, amable y muy sensible. Amaba el color rosa y le gustaba las princesas de Disney. Nunca se peleaba, por el contrario, prefería arreglar las cosas de manera pacífica. Sus primos siempre se burlaban de él por ser "afeminado", y le decían que era una ofensa ser un alfa con ese porte de mujer. Aún así, Jin jamás cambió su manera de ser. Ayudaba a quienes lo necesitaban e ignoraba las ofensas hacia su persona. A sus veinte años, no creyó que un día encontraría a su alma gemela.

Hasta que lo vio.

Cuando se disponía a ir a su trabajo -en una cafetería-, lo conoció. O más bien, se quedó mirándolo como tonto. No sabía con exactitud el rango de aquel desconocido, pero lo que más le llamaba la atención eran esos dientitos que lo hacían ver tierno. Este sonreía, aunque no parecía sincero. El alfa, quien se encontraba detrás de la barra, no aguantó más y se dirigió hacia el llamativo adolescente, percibiendo un dulce aroma que se desprendía de su cuerpo. No había duda, era un omega.

Jin carraspeó la garganta, viendo que el otro se percataba de su presencia. El omega se sorprendió un poco al verlo, mas luego de unos segundos se repuso. El castaño le preguntó si deseaba algo, y al parecer el menor no le prestaba mucha atención, ya que se dedicó a observarlo sin pestañear. Seokjin no sabía si tenía algo en la cara o era que no se la había lavado. Quizá estaba despeinado. Miles de cosas pasaron por su mente.

—Disculpa, ¿Qué tanto me ves? —preguntó curioso por la atención que recibía del desconocido.

—¿Eh? N-no... Yo... —El pelinegro estaba hecho un manojo de nervios. Por dios, su voz era tan dulce y a la vez varonil. Jungkook estaría a punto de desmayarse si seguía viendo a esa perfección en persona. Así que sin más se va corriendo de la cafetería, dejando a un alfa confundido y a la vez suspirando por haber visto a un omega tan bonito.