Jeon Jungkook era un omega sumamente posesivo, celoso y berrinchudo. Odiaba que lo llamaran por apodos estúpidos, además de que no le gustaba que le dieran órdenes. Si no fuese por su dulce olor, los demás pensarían que era un alfa. Y es que su personalidad no parecía ser la de un omega. Iba al colegio con su cara de "odio al mundo" y nadie se le acercaba por ser tan frío. Ni siquiera habían pretendientes a su alrededor, a pesar de poseer un rostro angelical y tener una sonrisa muy dulce.

Desde muy pequeño comenzó a cambiar su manera de ver la vida. Ya no era el niño alegre y feliz de antes, sino que se convirtió en un adolescente de dieciséis años al cual no le interesaba nada más que una cosa: conseguir la atención de aquel alfa que le sacó más de un suspiro. Kim Seokjin no podía ser una persona normal, debía ser un ángel disfrazado de humano. Tanta belleza era un pecado. Jungkook se encargaría de que ese alfa fuera suyo, así tuviera que pelear hasta la muerte.

Todos los días lo vigilaba constantemente, siguiendo cada uno de sus pasos y anotando en su mente los pequeños detalles de la vida del castaño. Cada vez que Seokjin sonreía, Kook no podía evitar hacerlo también. Y ni hablar de cuando el alfa se reía a carcajadas, parecía un limpia vidrios. Pero aún así al pelinegro le encantaba ese chico. A veces se odiaba a sí mismo por no ser el típico omega dulce y frágil. Jin no merecía ser amado por alguien como él.