༊*·˚Capítulo veintitrés ༊*·˚
Después de aquel viaje mágico en Busan, donde la pareja se unió mucho más si es que eso era posible, sus vidas día con día iban cambiando, pero para bien. Ambos consiguieron muy buenos trabajos gracias a las excelentes recomendaciones que poseían por la época en la que realizaron pasantías.
Por lo que no fue difícil que varias personas se interesaran en lo que estos nuevos profesionales podían ofrecer en sus respectivos campos de trabajo. Y en su vida sentimental y pasional, la cuestión era mucho más que maravillosa. Superaba sus expectativas.
El par de enamorados aprovechaba cada tiempo libre para viajar a más lugares, ya que contaba con el absoluto permiso de sus padres, más del progenitor de Seokjin que antes se había mostrado receloso al respecto. Pero que después de que ambos cumplieran con la promesa de reportarse cada cierto tiempo, el mayor ya se había acostumbrado a dicha rutina en la vida de su adorado hijo.
El cual estaba siendo cuidado como un tesoro por el chico más bueno que alguna vez pudo desear para el niño de sus ojos.
Sin embargo, ese apenas era el inicio a la verdadera convivencia a la que el par de enamorados se sometió luego de dos años. Pues en su tercer aniversario, Namjoon le propuso a su luna comprometerse, entregándole un precioso anillo bañado en oro y pidiéndole que fueran a vivir juntos en el departamento al que el historiador se mudó un año después del viaje a Busan.
Seokjin se quedó anonadado ante la dulce petición, pero con total entusiasmo aceptó con la condición de que los dos se encargarían de los gastos por igual. Algo con lo que su pareja estuvo de acuerdo, ya que era la decisión más correcta. Él no tenía motivo para mantener a su chico, ni viceversa.
Su relación desde el principio se basó en el trato recíproco, y eso continuaría hasta el final de sus días. Por eso su noviazgo era tan sano y bonito. Porque sabían cómo apoyarse en el otro, sin que nadie diera más o recibiera menos.
A esas alturas de la vida, el peligris ya no dudaba de que su destino estaba unido al del diseñador gráfico, porque con el pasar del tiempo, Seokjin supo cumplir su palabra de demostrarle las cualidades que muchas veces ignoró por los tontos comentarios de algunos de sus compañeros en la universidad. Provocando que su amor propio incrementara en demasía para continuar amándole de la manera correcta.
De la misma forma en la que el pelimorado ha aprendido a controlarse con su manía de ser imprudente o sacar conclusiones apresuradas como hacía en el pasado.
Pero dejando de lado el crecimiento fructífero que tuvieron como personas, el menor se proclamó como el hombre más feliz del mundo al recibir una respuesta positiva en esa noche en la que conmemoraban un año más estando juntos.
Tan inolvidable había sido, que la celebración concluyó en la habitación del departamento del joven de anteojos. Porque entre esas cuatro paredes se amaron como solo ellos sabían, entre besos intensos, palabras de adoración mutua y el fogoso encuentro en sus cuerpos.
No obstante, los siguientes meses de convivencia habían sido memorables desde que el pelimorado se mudó al hogar del moreno. Como el equipo que eran, la pareja se turnaba en las tareas caseras y compartían momentos sumamente domésticos con los que sentían que su amor incrementaba cada vez más.
Los maratones de películas y series cada fin de semana, mientras degustaban de comida chatarra pedida a domicilio eran de sus pasatiempos favoritos. Junto a los periodos de casi dos horas en las que ponían a prueba lo bien que se les daba competir en videojuegos.
Sin dejar en el olvido los paseos nocturnos después del trabajo, donde iban a comer en distintos restaurantes, visitaban explosiones de arte o recorrían centros comerciales en los que usualmente aprovechaban a hacer todo tipo de compras, ya fuera por puro gusto o por necesidad, como por ejemplo cuando debían llenar su despensa de productos básicos o comida que conseguían únicamente en los supermercados.
Aunque también vale destacar las salidas que tenían con los queridos amigos de su universidad, como Wheein y Jackson, quienes sin esperarlo habían terminado juntándose como pareja y estaban viviendo un lindo romance que enorgullecía a los prometidos.
Pero los que realmente los superaban en cuestión de orgullo, eran Wheein y Jackson que se sentían contentos por ver lo bien que iba la relación de sus amigos aun cuando habían pasado varios años desde que decidieron darse una oportunidad en la época de la universidad.
Y por esa razón fue que luego de algunos meses fueron seleccionados como los testigos en el matrimonio de la pareja, especialmente organizado por los progenitores de los anteriormente mencionados. Los cuales estuvieron involucrados en cada mínimo detalle de los preparativos de dicho evento tan especial para sus hijos.
Porque con cada día que transcurría, los tortolitos estaban más emocionados por aceptar amarse eternamente en un precioso altar, en el que solo ellos serían los protagonistas de aquel día tan inolvidable en sus vidas.
La ansiedad los estaba carcomiendo en el buen sentido.
Pero por más que los nervios estuvieran presentes, el deseo de unir sus vidas legalmente tenía mucho más peso. Los anillos de compromiso en sus dedos reafirmaban ese anhelo, esperando ser cambiados por las alianzas matrimoniales bajo los aplausos de la gente que más les importaban.
Todos reunidos en un solo lugar para celebrar su unión.
Con hermosos fuegos artificiales sobre sus cabezas, mientras compartían un beso que profesaba ese cúmulo de sentimientos que se dedicaban con cada gesto que tenían con el contrario desde que se volvieron pareja.
Sí, ya no veían que aquel día llegara para que se convirtiera en una fecha tan fascinante como lo era la de su aniversario. Que año con año era más increíble que el anterior.
Y que era atesorado en sus almas y en sus corazones.
—¿Nervioso?
—Pues claro, Whee. Un poco más y siento que mojaré mis pantalones.
—Eso sí que no Jinnie—su amiga negó divertida, acomodando un mechón rebelde que caía por la frente del ahora castaño—. No deberías mojarte si todavía no es tu luna de miel.
—¡Wheein, no seas pervertida!
La fémina rompió en risas al ver lo sonrojado que el doncel se puso gracias a su broma de doble sentido.
—Ya, perdón. Solo quería que tu ansiedad se disipara.
—Lo lograste por poco—admitió, rodando los ojos—. Pero ya no vuelvas a insinuarme nada así tan de imprevisto, porque te juro que me sentiré como cuando estuve a punto de tener mi primera vez.
—Ah, el maravilloso viaje a Busan, ¿eh?
—Sí, ese mismo. Tan mágico como ningún otro que pudimos tener.
—¿Por lo que la adivina les dijo?
—Eso tiene mucho que ver, pero... —el joven de hombros anchos se levantó, yendo con dirección al espejo de cuerpo completo que reposaba al otro lado de la habitación de espera en la que se encontraban hasta que fueran llamados para el inicio de la ceremonia—. Todo en ese viaje fue hermoso, y lo guardo con mucho cariño en mi corazón.
—Eso es muy tierno, Jinnie, pero según tus propias palabras cada momento ha sido invaluable.
—Para que decir que no, sí así fue—admitió cuando su amiga lo rodeó con su brazo, analizando lo bien que se veía en ese traje blanco—. Y los que vienen lo serán mucho más.
—Ya verás que sí, chico extraordinariamente guapo.
—Gracias por el lindo cumplido, tú también estás muy bonita.
—Lo aprecio un montón viniendo de parte de la estrella del lugar.
—Luna querrás decir.
—Sí, tan hermoso como la luna—la pelinegra halagó, dejando un beso en la mejilla impropia—. Saldrás de aquí y te lucirás hasta enamorar por milésima vez a Namjoon-ah, ¿bien?
—Por supuesto que sí.
—Ese es mi chico.
Pero antes de que Seokjin pudiera contestarle a su amiga, la voz del novio de la susodicha se hizo presente, haciéndoles saber que finalmente era hora. Por lo que ambos compartieron una mirada cómplice y se encaminaron con dirección al patio trasero de un famoso local de eventos, donde el progenitor del doncel estaba esperándolo para entregarlo a su novio.
Sí, por fin estaba sucediendo y no podía dejar de estar feliz por ello.
Namjoon analizaba las preciosas decoraciones que habían hecho en el espacio descubierto, hasta que escuchó como la música típica de estos compromisos comenzó a resonar gracias a los violinistas que contrataron para la ocasión especial.
Luego de eso, a su campo visual ingresó un precioso ángel de cabellera castaña y traje impoluto. Seokjin siempre le pareció etéreo, pero en ese instante era como un sueño hecho realidad.
Y nadie más que él tendría el gusto de desposarlo.
El doncel iba acercándose poco a poco, apretando el ramo de flores rosadas entre sus manos, mientras su padre lo guiaba hacia su futuro esposo, quién lo recibió con esa característica sonrisa de hoyuelos.
—Cuídalo bien muchacho.
—Siempre padre.
El hombre mayor le sonrió devuelta, dejando una suave caricia sobre la mejilla de su hijo agradeció en un susurro antes de volver a su lugar con su querida esposa.
—Me enamoré con solo verte, Jinnie.
—Esa era la idea, Namjoonie. Tú también causaste el mismo efecto en mí.
—Me alegra saber eso, a fin de cuentas, me cambié el color de cabello solo para la ocasión.
Sí, el joven de piel nívea no pudo ignorar ese detalle, pues su pareja se veía jodidamente atractivo siendo pelinegro.
—Y te queda perfecto.
—Mil gracias, lunita.
Seokjin sonrió luego de que su conversación en murmullos finalizara para dar paso a las palabras del juez sobre la importancia de su unión, el amor, la fidelidad y la compresión que una relación debía poseer para que su compromiso se mantuviera con el pasar de los años y pudiera tener los mejores pilares si ambos deseaban formar una familia.
Dicho plan estaba más que considerado, pero antes de eso la pareja deseaba disfrutar un poco más de su relación. Hasta estar lo suficientemente seguros de que podían encargarse de una nueva vida que los necesitaría por varios años hasta ser independiente.
El discurso del hombre canoso continuó con naturalidad por varios minutos, sin embargo, se detuvo cuando tuvo que indicarles a los novios que debían dar sus votos y poner los respectivos anillos en sus dedos anulares.
Decir que las palabras que la pareja se dedicó fueron conmovedoras era decir muy poco. Cada uno enumeró las razones por las que se sentían mejores personas gracias al otro y por las cuales sus vidas tomaron un nuevo sentido que jamás pudieron imaginar gracias al precioso vínculo que los unía desde hace años atrás.
Tan compatible como aquella bruja mencionó en su primer aniversario.
No obstante, la joya de la corona fue el momento exacto en donde ambos unieron sus labios, cerrando la promesa de amor eterno bajo los fuegos artificiales que tanto desearon tener en ese día tan especial para los dos.
Para después disfrutar de varias felicitaciones, recalcando las de sus antiguos ex primeros amores, Hwasa y Jaehwan, que estuvieron en dicho lugar para desearles los mayores éxitos a las personas que significaron tanto para ellos, pero que nunca pudieron ser porque no eran quienes realmente les complementaban.
Sin embargo, en determinado momento, los recién casados se separaron de la multitud para dedicarse un tiempo en privado.
—Te amo tanto, mi luna.
El pelinegro abrazó por detrás a su esposo, dejando un beso en su nuca que provocó un suspiro por parte del doncel, quien observaba como sus familiares e invitados bailaban a más no poder en el bonito salón.
—Yo te amo más, hoyuelitos. Gracias por aparecer en mi vida de una manera que nunca pude prever.
—A ti por ser mi complemento ideal desde el primer momento.
—Es un honor del que jamás me podré cansar—respondió, girándose lo suficiente para posar sus manos sobre el pecho cubierto por la elegante tela oscura del traje hecho a la medida del joven de anteojos. - Juntos en esta y otras vidas, mi amor.
—Juntos por la eternidad.
El menor afirmó con una sonrisa labial, aprovechando la posición para dejar un casto beso en esos pomposos labios que se volvieron su adicción. Y de paso, cerrando una vez ese juramento que ya se habían hecho muchos siglos atrás.
Cuando solo eran un príncipe y un campesino dispuestos a amarse, entregándolo todo. Sin importar los obstáculos que se les presentarán en el camino, pues muy dentro de ellos sabían que lo que el destino unía, solo este podía separarlo y juntarlo nuevamente. Sin importar nada más que el sentimiento arraigado en sus corazones.
Porque esa era una ley que ni la más fuerte circunstancia podría cambiar.
Continuará...
Muchas gracias por leer, espero les haya gustado el penúltimo capitulo. Si gustan unirse a mi grupo de whatsapp, pueden pedirme el link por mi instagram, me encuentran con el mismo user.
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