༊*·˚Capítulo veinticuatro ༊*·˚
La vida de Namjoon y Seokjin era muy agradable, sin embargo, como la mayoría de parejas sentían que por fin había llegado el momento de agrandar su pequeña familia. Ambos gozaron por algunos años de la intimidad que tuvieron como esposos, pero desde hace unos meses la ilusión de tener un bebé con ellos era demasiada.
Además, el doncel estuvo planeando comenzar a trabajar desde casa para estar más tranquilo durante esa etapa, mientras el pelinegro se encargó de pedirle a su jefe un horario con menos horas para poder ayudar a su esposo en cualquier cosa que se le ofreciera.
Por eso cuando la pareja estuvo lista con esos detalles, el castaño decidió suspender su tratamiento anticonceptivo y el uso de preservativos, esperando quedar en estado lo más pronto posible.
Y los resultados no tardaron en mostrarse luego de tres semanas aproximadamente, pero el diseñador gráfico lo confirmó cuando visitó a su doctora a escondidas de su esposo, con la intención de darle la sorpresa cuando ese día llegara del trabajo.
Wheein fue la persona que le acompañó y lo felicitó hasta el cansancio por la buena nueva, antes de alentarlo a ir al centro comercial y comprar alguna manualidad que pudiera regalarle a su esposo para contarle que serían padres.
La elección de Seokjin fue una cajita que contenía unos zapatitos y una tarjeta que decía "bebé a bordo", donde aprovecharía a colocar la imagen de la ecografía que era la mejor muestra de que el fruto de su amor con Namjoon estaba desarrollándose en su vientre.
El doncel se despidió de su mejor amiga, quién se encargó de dejarlo en la puerta de su casa propia en la que hace un año atrás se mudó junto al historiador. La cual era muy acogedora a pesar de ser sencilla, pero lo más destacable era que se encontraba en una zona muy pacífica de la ciudad de Seúl.
Ideal para el recibimiento de su primogénito o primogénita. Sin duda su casa era una de las mejores cosas que pudieron adquirir con el paso del tiempo.
Porque no importaba si era niño o niña, ellos le amarían con la misma intensidad de diez mil soles.
El castaño ingresó a su vivienda, y lo primero que hizo fue cambiarse la ropa a una más cómoda para preparar una cena romántica para anunciarle a su esposo lo que traía entre manos. Su corazón latía acelerado por la emoción al imaginar la carita del pelinegro cuando le revelara que el deseo que compartían ahora era la más pura realidad.
No podía más, quería decírselo ya.
Luego de aproximadamente una hora, el joven de hombros anchos revisó de reojo el reloj de la pared en la cocina, comprobando que efectivamente había terminado con su labor a tiempo. Encendió unas velas, colocó música instrumental de fondo y comprobó que la lasaña estuviera en su punto, antes de tener que servirla en la fina vajilla escogida especialmente para la ocasión.
El historiador debía estar pisando su hogar en unos diez minutos.
Por lo que cuando escuchó como el susodicho ingresó por la puerta, cerrando detrás de sí, Seokjin se movió lo más rápido que sus pies pudieron para recibirlo con los brazos abiertos.
—¡Namjoonie, bienvenido!
—Mi luna, te extrañé—aseguró, abrazando con fuerza al mayor mientras le daba una vueltita que provocó su melodiosa risa—. ¿Cómo has estado? ¿Ya te estás acostumbrando a tu nueva modalidad de trabajo?
—Sí, gracias por preguntar hoyuelitos—acunó el rostro ajeno entre sus manos, mientras acariciaba sus pómulos—. Es interesante, pero a la misma vez estoy aprovechando a poner una serie de fondo.
—De verdad admiro tu capacidad para hacer eso, mi amor. Yo no puedo. Necesito concentrarme en una sola cosa a la vez.
—Lo sé, pero a mí me gusta mucho y lo siento como una manera productiva de hacer buen uso del tiempo.
—Con eso te haga feliz y no descuides tu trabajo, para mí es suficiente mi amor. Porque fue una suerte lograr convencer a tu jefe para que te diera permiso de trabajar desde aquí.
—Lo tengo muy en cuenta, cariño. No decepcionaré al señor Shin por nada del mundo.
—Me alegra, pero...
Seokjin le analizó expectante, pues su marido parecía estar olfateando el delicioso aroma de la lasaña recién hecha que esperaba en el horno.
—¿Pero?
—¿Por qué cocinaste mi luna? Pudiste esperarme para hacerlo juntos.
El moreno hizo un tierno puchero, mientras acariciaba la cintura del mayor con cariño y parsimonia, masajeando con delicadeza dicha zona.
—¿No puedo sorprender de vez en cuando a mi querido esposito?
Namjoon cambió su expresión, sonriendo al instante.
—Claro que sí, aunque no entiendo si hay algún motivo.
—Más tarde los sabrás, ahora vamos a comer o la cena se enfriará.
—Como mi luna desee.
El menor respondió al separase y ofrecerle su mano al castaño para que lo guiara hacia el comedor, en donde en menos de cinco minutos ya disfrutaba de aquel platillo italiano elaborado con todo el amor de Seokjin hacia su persona.
Como era costumbre, el historiador halagó los increíbles dotes culinarios de su amado y el romántico detalle de las velas sobre la mesa. Por lo que él mismo se ofreció a ser quién lavara la vajilla antes de hacer cualquier otra cosa.
Al diseñador gráfico no le quedó de otra más que aceptar, porque tal parecía que lo terco no se le quitaría nunca a su adorado hoyuelitos. Pero así lo amaba, y sin querer estaba decidido a usar esa oportunidad para buscar la cajita de la sorpresa que había ocultado en el armario de su habitación.
Namjoon tarareaba con suavidad la melodía de una canción que resonaba por medio de la radio, guardando los trastes secos en los muebles de la cocina hasta que Seokjin apareció nuevamente en su campo visual.
—¿Encontraste lo que querías enseñarme Jinnie?
—Sí, Nam. Lo hice—aseguró, ocultando su regalo detrás de su espalda—. ¿Ya terminaste?
—Justo ahora—informó, acercándose hacia el doncel—. ¿Qué es lo que deseabas mostrarme?
—Esto...
El castaño extendió su mano y un curioso Namjoon la recibió sin saber a dónde quería llegar su esposo. Lo despistado también parecía que no se le quitaría nunca.
—Ábrelo por favor, amor.
Ni corto ni perezoso, el historiador obedeció el pedido y cuando lo hizo, aquella cena cobró un sentido más bonito del que pudo haber imaginado.
—¿S-Seremos padres?
—Sí, Nam. Por fin estamos en la dulce espera—le confirmó, colocando sus manos sobre las ajenas para darle una suave caricia—. En unos meses tendremos a nuestro querido bebé.
—Me haces el hombre más feliz del mundo, ¿lo sabes?
—Lo sé, porque el sentir es mutuo.
El joven de anteojos asintió, sintiendo sus ojos picar por la emoción contenida. Dejó la cajita que contenía la primera fotografía de su bebé en la superficie más cercana y sin pensárselo dos veces subió al mayor en la encimera para compartir un intenso beso.
Aquel contacto entre sus labios solamente culminó cuando el aire fue necesario.
—Gracias por esta maravillosa noticia. Te cuidaré con mi vida, mi luna.
—Sé que lo harás, hoyuelitos, y te prometo que yo también pondré de mi parte para que este bebé crezca bien—confirmó, llevando la mano impropia hacia su plano vientre—. Ya solo debemos esperar.
—Ese tiempo se nos pasará volando, estoy seguro—con cariño acarició la zona por sobre la ropa, dejando un beso en la mejilla del doncel—. Disfrutemos de esta experiencia al máximo, ¿sí?
- Por supuesto, cariño.
Y con esa promesa, la pareja de esposos se juró atesorar los meses siguientes hasta el día en que dejarían de ser solo dos, con el único fin de darle la bienvenida a un nuevo integrante en su cálido hogar.
Los meses se fueron volando en un abrir y cerrar de ojos, por lo que Seokjin estaba inevitablemente nostálgico. Cada visita al doctor, cada síntoma y cada experiencia que conllevaba resguardar una vida en el vientre se sentía tan lejana ahora que se encontraba tan cerca de fecha de nacimiento de su hijo.
Además de la incesante alegría que las personas a su alrededor, como sus suegros y sus padres le contagiaban cada que intercambia palabras con ellos al respecto de su retoño.
De su amado Soobin.
Un varón muy sano gracias a sus cuidados y a los de su otro padre que, sin importar los caprichos que tuviera, les cuidaba y mimaba hasta no poder más. Y eso era un hecho por el que el doncel estaría eternamente agradecido.
El proceso no era fácil, pero compartirlo con una persona que estaba realmente comprometida contigo era algo que no cambiaría por nada.
Sus antojos no habían sido tan locos como lo imaginó, a excepción de cuando necesitaba mezclar cualquier dulce con algo salado, por lo que Seokjin no tenía ninguna anécdota memorable que relatar al respecto.
Sin embargo, sus sentimientos la mayoría de veces se encontraban a flor de piel. Así que Namjoon había jugado un papel muy importante cuando se ponía a dedicarle palabras dulces o mimos que pudieran otorgarle la sensación de protección y cariño incondicional.
Tal y como en ese preciso momento donde el historiador le aplicaba una loción en su abultado vientre para evitar que la piel se le deshidratara y facilitara mucho más la aparición de marcas por su estado.
—Listo mi luna.
—Muchas gracias, Namjoonie—el doncel pasó sus manos por su pancita descubierta, mientras le dedicaba una mirada hecha de miel a su marido consentidor—. En serio aprecio mucho que me des la mano de esta forma.
—Ese bebé lo hicimos los dos, así que es lo menos que puedo hacer—el moreno se ubicó a su lado en la amplia cama matrimonial, abrazándolo suavemente para no lastimarle en lo más mínimo—. Soportaste náuseas, mareos y todo tipo de dolores por nuestro deseo compartido, por esa razón es que valoro tu esfuerzo y te cuido tanto.
—No cabe duda que el destino me recompensó con la persona más buena del universo.
—Eso debería decirlo yo, Jinnie—el joven de anteojos debatió con una sonrisa, haciendo contacto visual con su amado—. Aunque el más suertudo será este bebé, ¿no lo crees?
—Sí, porque crecerá en un hogar lleno de amor, confianza, comprensión y respeto.
—Exacto. Pero dejando de lado eso, nuestro pequeño fue muy planeado y por esa razón es que ambos estamos gozando de esta experiencia.
—No veo fallos en tu lógica, cariño.
El diseñador gráfico dejó un beso en la frente del menor como recompensa, ya que lo dicho por su chico era la más absoluta verdad. Pues desde que se enteraron la existencia de su hijo, arreglaron la habitación que le pertenecería y compraron todas las cosas que eventualmente necesitaría conforme los meses pasaran.
— Pero... ¿sabes algo, hoyuelitos?
—¿Qué cosa, lunita?
—Que nuestro encuentro no fue una simple coincidencia. Creo en la palabra de la adivina de Busan.
—Yo también le creo, te lo he dicho anteriormente, pero nunca estará de más repetirlo, ¿no?
—Concuerdo, cariño. Gracias por ser ese alguien con el que quiera vivir hasta la cosa más insignificante a la más significativa.
—A ti por volverte mi sueño hecho realidad, Jinnie.
Namjoon atrajo al mayor hacía sí mismo, para unir sus labios en un ansiado beso lleno de sentimientos que solo continuaban fortaleciendo con el pasar de los años. Porque a día de hoy, no concebía la idea de si quiera haber pensado en rechazar la oferta de Jackson cuando él no pudo ayudar a Seokjin en su proyecto.
Ya que su compañía le trajo tantas cosas buenas a su vida. Y eso no parecía tener intención de parar, porque estaba felizmente casado y esperando a su primogénito con el más hermoso doncel que tuvo el gusto de conocer.
A su amado al que denominó como al igual que el astro que iluminaba las noches oscuras. Su luna curiosa que anheló conseguir una buena calificación en aquel trabajo basado en una leyenda, a tal punto de volverles algo más que amigos.
Y si el tiempo pudiera retroceder, el joven de hoyuelos haría todo igual si conseguía tan maravilloso resultado.
Aquel que en una vida pasada les fue negado, pero que finalmente logró ser concretado.
Porque simplemente estaba destinado a suceder.
Fin🌙
No olviden que este fic está relacionado a Lullaby in the lake por si quieren leer más a fondo la participación del Namjin en la historia del kooktae. Gracias por leer, esperen por el epílogo para finalizar oficialmente este fic.
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