༊*·˚Capítulo uno ༊*·˚
—El maestro debe estar muy aburrido como para pedirnos que hagamos esto.
Wheein suspiró con exagerado dramatismo, tocándose el puente de la nariz en un intento de tranquilizarse, a la par que su amigo Seokjin soltaba una suave carcajada.
—No seas exagerada, no es la gran cosa.
—¡Claro que sí, Jin! —la chica le reclamó a su amigo mientras terminaba de guardar algunos de sus libros en su casillero. En realidad, sentía esta situación como si fuera el fin del mundo—. ¿O acaso es que a ti ya se te ocurrió alguna buena idea para el proyecto que por eso estás tranquilo?
—No, pero de seguro la encontraré—Kim le restó importancia. Su rostro demostraba lo tranquilo que estaba—. Así que no me voy a estresar antes de tiempo.
—¡Pero es que a ese señor nada le gusta! —argumentó con fastidio. De solo recordar al Señor Lee y su intensidad, la fémina se quería arrancar los cabellos de la desesperación—. Según él le gusta que lo impresionen, pero nunca nada le parece suficiente.
—Puede ser, puede ser... Pero no queda más que obedecer, es el maestro y nosotros sus alumnos.
—Tristemente—la chica cerró el casillero y se acomodó mejor el bolso en su hombro derecho—. Y lo peor es que su materia ya ni siquiera es tan relevante. No somos niños de primer semestre a los que apenas les enseñaron a dibujar.
—Si, pero fuera de eso es interesante porque es una asignatura en la que podemos dejar volar nuestra creatividad—argumentó con una suave sonrisa surcando sus labios—. Así que todo bien.
—Eso es porque tú eres el jovencito más creativo entre todos los estudiantes de diseño gráfico—lo molestó y el mayor simplemente negó con la cabeza, rodando los ojos—. Y como tú dices, algo genial se te ocurrirá y nos volarás la cabeza a todos.
—Ojalá, ojalá. Ese proyecto nos garantiza casi la mitad de nuestro puntaje final, por lo que no hay que desaprovechar, mi querida Whee.
Su amiga decidió no discutir más al respecto con el chico de cabellos morados. Por lo que mejor le tomó del brazo e inició una conversación trivial para olvidar el mal rato. Kim sintió alivio para sus adentros, y no demoró en seguirle la corriente.
El mayor comprendía la molestia de su amiga, pues al estudiar diseño gráfico era comprensible que conforme los semestres pasaran, sus asignaturas fueran avanzando conforme a sus conocimientos.
Sin embargo, el hecho de que un profesor les asignara un proyecto que consistía en hacer una exposición sobre algo mediante ilustraciones, era como volver a empezar la carrera.
El dibujo técnico era algo que no podía desligarse tan fácilmente de una carrera de diseño gráfico, pero aparentemente a todos sus compañeros les fastidiaba "perder" el tiempo en cosas así.
Tal vez de cierta forma ya no lo soportaban, porque al inicio les hicieron ilustrar tantas cosas que ya no disfrutaban del dibujo o simplemente sentían que podían ocupar sus conocimientos en otras cosas.
Sea como fuera, a nadie más que a él le pareció interesante la propuesta del profesor Lee. Y cuando el hombre aseguró que con este proyecto prácticamente tendrían el semestre pasado, Seokjin supo que debía poner todo de sí mismo para lograr su objetivo.
Algo genial se le ocurriría. Confiaba ciegamente en ello. Nada ni nadie le haría cambiar de opinión.
Por lo que desde ya debería ponerse a buscar la opción más tentadora.
Y eso es lo que haría ni bien pusiera un pie en su hogar.
Después de un día agotador en la universidad, Seokjin había llegado a su casa junto a sus queridos padres. Compartió con ellos la cena que su madre preparó con tanto esmero, y luego de conversar un poco con ellos mientras limpiaban el desorden de la cena, el castaño se despidió con el afán de encerrarse en su cuarto e indagar cual podría ser el tema para hacer sus ilustraciones.
No supo cuánto tiempo estuvo en su ordenador, hasta que tres toques en su puerta lo sacaron de su ensoñación.
—Pase—concedió su permiso a la persona al otro lado de la puerta, y en cuestión de segundo pudo apreciar la aparición de su progenitora—. Mamá, ¿qué sucede?
—Hijo mío. No puedo creer que sigas despierto.
—No pasa nada, mamá, mañana es fin de semana—le tranquilizó, pero la mujer negó con un movimiento de cabeza.
—¿Mañana? Querrás decir hoy, mira la hora.
La mirada de Seokjin fue a parar en el reloj que yacía en la pared de su habitación.
Tres de la madrugada. Vaya, ahora sí que se había desvelado a lo grande.
Pero con lo terco que era, no lo aceptaría.
—¿Más bien tú que haces despierta a estas horas mamá? —el joven cuestionó y la mujer resopló.
Ya sabía de sobra que esa actitud se la había heredado ella. Su hijo era verdaderamente perspicaz.
—No me quieras cambiar el tema de esa forma, Kim Seokjin—lo regañó—. Pero si tanto te interesa saber, me dio sed y decidí buscar un poco de agua en la cocina. Aprovechando que tu padre duerme como un tronco, y no se daría cuenta de mi ausencia.
—Ya veo... —la mayor le clavó la mirada, esperando que también le contará las razones para parecer un murciélago en medio de la noche, completamente despierto en lugar de estar durmiendo sus ocho horas.
—Dios, con esa mirada ni como negarme a contarte—trató de bromear, pero su madre seguía seria—. Está bien, te lo diré.
—Espero sea una buena razón muchachito. Podrás ser joven, pero el sueño es una de las cosas más importantes. Ya suficiente es con que te quedes hasta tarde haciendo tareas entre semana, por lo que obviamente me voy a preocupar que no aproveches al menos tu fin de semana para descansar y recuperar energías.
—Está bien, mamá. Comprendo tu punto y agradezco la preocupación. Te juro que lo tomaré en cuenta—prometió, elevando su meñique hasta la castaña, que sin pensarlo dos veces imitó dicha acción—. Bien, lo que pasa es que uno de nuestros profesores nos dio un proyecto muy importante y necesito un tema para poder desarrollarlo.
La mujer cambió su semblante serio a uno expectante. Muy interesada en saber de qué iba aquel proyecto que parecía quitarle el sueño a su pequeño hijo único.
Al notar esto, el joven comenzó a relatarle a detalle la situación, mientras su madre asentía con verdadera comprensión.
—Eso es todo, mamá. Así que aquí me tienes, buscando como un loco desesperado algo que le pueda agradar a ese nombre sin que sea un tema demasiado repetitivo. Pues mí objetivo es tener la mejor calificación, y eso no lo conseguiré si optó por un tema básico como ilustrar a los dioses del antiguo Egipto o las especies más increíbles de los dinosaurios.
Lo que Seokjin se proponía lo cumplía. Siempre había sido así, y eso era una de las cosas que más admiraba la mujer de su hijo.
Porque a pesar de ser un doncel, nunca había optado por ser alguien sumiso y que se conformaba con lo poco. El pelimorado era todo lo contrario. Alguien muy capaz, soñador, responsable, decidido, y exageradamente creativo.
Un ejemplo a seguir en pocas palabras.
—Mmm... ¿Te convendría ilustrar alguna historia? —inquirió dudosa, y el menor se lo pensó por un instante.
—¿Algo como un cuento? Bueno, creo que eso no sería lo más ideal, porque ya lo hice antes y estoy seguro que alguno de mis compañeros al no encontrar una mejor opción de proyecto, también lo hará—respondió, acomodándose mejor en el respaldo de la silla de su escritorio—. No me conviene algo así si lo que deseo es ser el que tenga el mejor proyecto.
Los ojos le dolían por haber pasado tanto tiempo expuesto a la luz del computador y sus músculos estaban tensos. Definitivamente lo que más deseaba era acurrucarse en su cama, y no salir de ahí hasta la tarde del siguiente día.
—No hijo, algo como una leyenda... Como esas que tu abuelo le contaba a tu primo Jungkook y a ti cuando eran pequeños.
¿Leyenda?
Oh, ya lo recordaba. Su abuelo era un amante de ese tipo de historias y casa vez que sus nietos iban a su casita a las afueras de Busan, aprovechaba para relatárselas y entretenerlos con ellas lo mejor que podía.
Pero siendo sincero, ya había pasado tanto tiempo de eso, que ni siquiera recordaba alguna de ellas.
—Sería una genial idea, de no ser porque no recuerdo ni como empezaban.
—Ay Jinnie, parece que sacaste la mente frágil de tu padre—la mujer golpeó su frente con la palma de su mano, y Seokjin no pudo evitar avergonzarse al respecto.
La idea era fabulosa. No creía que a nadie más pudiera ocurrírsele algo así. Por lo que debería aprovecharla al máximo, pero... ¿cómo?
Si el abuelo tuviera un respaldo de todos esos relatos hubiera sido un gran éxito, pero de lo último que supo de eso era que el mayor se las sabía de memoria y que nunca le vio el caso de escribirlas en algún cuaderno.
En conclusión, dichas leyendas se las llevó a la tumba. Y no había otro lugar en donde buscarlas.
—De verdad es una idea espectacular, pero en Internet no encontraré la información suficiente para cumplir con todos los requisitos...
Las leyendas de su país eran muchas por lo que tendría tantas de donde elegir. Pero pocas eran las que seguramente le darían lo que necesitaba.
Debía investigar muy a fondo para lograr plasmarlas exitosamente en las ilustraciones que debía presentar dentro de un mes.
—¿Y entonces porque no buscas en alguna biblioteca?
—Puede ser, pero no sabría ni por dónde empezar. Y la otra semana ya debo presentar el primer borrador—se lamentó, dejándose caer sobre la madera del escritorio—. El tiempo también está en mí contra.
—¿Y no conoces a alguien que sepa sobre ese tipo de cosas? —interrogó—. No sé, ¿alguien que tal vez esté estudiando para ser historiador?
—No...
Esperen un segundo. Si existía dicha persona.
Y como sin un foco se encendiera sobre su cabeza, el pelimorado recordó a Jackson Wang.
Un amigo que había hecho en una de las tantas fiestas que organizaban semestralmente las diversas facultades de su universidad.
Lo tenía agregado en su KakaoTalk, por lo que era tan sencillo como enviarle un mensaje y que le confirmara su ayuda.
No instante, Kim no se imaginaba que el destino de Jackson había cambiado hace un semestre atrás.
Pero quizá, solo quizá, aquel rubio de personalidad extrovertida tenía a la persona indicada para ayudarle.
Pronto lo descubriría.
—¿Jinnie?
La castaña observó como su hijo se quedaba callado por unos segundos que le parecieron eternos, por lo que trató de llamar su atención nombrándolo. Y en ese preciso instante notó como el menor se levantaba como un resorte para abrazarla con fuerza.
—Eres una verdadera genio, te amo mami.
Los brazos del pelimorado la estrechaban con esa fuerza de la que carecía cuando todavía era un niñito que la buscaba para sentir su cariño en medio de ese gesto. Un suspiro se escapó de entre sus labios, correspondiendo con la misma intensidad.
Se alegraba de que su idea fuera de provecho para su retoño, así de paso podía insistirle a que descansará como merecía.
Seokjin era su fuente de orgullo, era un magnífico estudiante y un gran hijo.
Por ese motivo, lo menos que podía hacer esa esforzarse en cuidarlo hasta que decidiera salir del nido y volar con sus propias alas para conseguir sus metas y si así lo quería, también formar una linda familia.
—No hay de qué hijo, un placer ayudarte. También te amo.
El menor se separó con una sonrisa, y las manos de su progenitora terminaron en su rostro, acariciando sus mejillas.
—Ahora sí, Jinnie, con eso resuelto apaga esto y ve a dormir, ¿sí?
—De acuerdo, mamá.
—Muy bien—la susodicha plantó un suave beso en la frente ajena, y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás suya con total calma—. Hasta mañana, pequeño.
—Buenas noches, descansa.
Cuando la mujer desapareció de su campo visual, Seokjin cerró cada una de las pestañas abiertas en su laptop y por fin apagó el dispositivo y las luces de su habitación.
Sintiéndose más animado por la idea de su madre, destendió su cama, y se acomodó sobre el suave colchón, aspirando el dulce olor que desprendía el suavizante en las sábanas limpias.
Cubrió su cuerpo con el edredón color celeste que combinaba con su pijama del mismo tono, y no tardó en dejarse vencer por el sueño que tanto ansiaba en secreto. Pero que su responsabilidad hacía que no le tomara importancia.
Esa noche se durmió con una sonrisa en la cara, esperando que la idea de su madre le diera el mejor resultado.
Continuará...
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