༊*·˚Capítulo once ༊*·˚
El doncel ingresó a la biblioteca con el corazón en la garganta. En silencio detestando la horrible incomodidad y la ansiedad que se habían apoderado de su organismo, gracias a la situación que pronto debía enfrentar. Su proyecto estaba listo. Redactar el informe era lo de menos, y cuando tuviera que realizar las ilustraciones, sabía que no tardaría demasiado porque dibujar era pan comido.
Caminando lo más rápido que sus pies le permitieron, divisó la mesa vacía en la que había estado trabajando por todo ese tiempo junto al estudiante de historia.
Tomó asiento, dejando su mochila en el respaldo de la silla de madera. Soltando el aire contenido en su nariz, sacó su móvil para revisar la hora en la pantalla. Cerró los ojos, notando que sin querer había llegado más temprano.
Enamorarse lo volvía un despistado.
Con razón su amiga Wheein lo vio raro cuando salió disparado de la cafetería después de terminar un almuerzo que ni siquiera disfrutó como era debido. Aunque agradecía en demasía que su amiga ese día no tuviera las ganas suficientes para curiosear acerca de su estado completamente alterado.
Mordiendo su labio inferior, decidió que debía distraerse en algo antes de colapsar. Tenía cuarenta y cinco minutos disponibles antes de que Namjoon hiciera su aparición, y para ese entonces debía estar como siempre.
Calmado, relajado, pacifico.
Pero ¿qué podía hacer para disipar los nervios?
Su misma conciencia le otorgó la más satisfactoria respuesta.
"Nada que un videojuego no pudiera resolver".
Del bolsillo de su suéter sacó los enredados audífonos, colocándoselos como pudo para no molestar a ninguna de las personas que se encontraban en el lugar. Con el único fin de sumirse en ese mundo irreal en el que podía entretenerse y dejar de pensar en situaciones que todavía ni sucedían.
Porque a veces el peor enemigo de una persona es uno mismo y sus pensamientos.
Namjoon llegó diez minutos antes de la hora acordada, todavía rememorando las palabras de su amiga. ¿En serio era buena idea arriesgarse?
El pelimorado era un sueño hecho realidad. Como la más bella obra de arte que alguna vez pudo apreciar, y no lo decía solo por su belleza cautivadora. Claro que no, eso sería muy superficial de su parte, aunque no negaría que eso fue lo que le atrapó a primera instancia.
Sin embargo, el compartir con él y conocerlo más a fondo con el pasar de los días fue el detonante para que el peligris afirmara que había caído en las redes del estudiante de diseño gráfico.
Era bonito por dentro y fuera. Y nadie podría afirmar lo contrario, o estaría diciendo la más grande mentira.
Seokjin era muy parlanchín cuando agarraba confianza y nunca temía guardarse sus opiniones, siempre le hacía saber lo que le gustaba o no. Una cualidad que el moreno valoraba bastante, porque en la actualidad muy pocas personas eran tan sinceras. De carácter fuerte, decidido, responsable y muy inteligente. Con un sentido del humor que muchos podrían no comprender, pero que era lo suficientemente divertido como para contagiar a Namjoon.
Su risa también era particular y muchas veces causaba más gracia que el mismo chiste. No obstante, hasta un detalle tan insignificante como ese, le volvía más encantador a ojos del joven con hoyuelos.
En un intento de devolver un poco de calma a su corazón, el menor acomodó sus lentes antes de recuperar la confianza para esperar al pelimorado en la mesa de siempre.
Una que pronto dejarían de compartir.
Y que solo se volvería un recuerdo del tiempo que pasaron juntos desarrollando un proyecto basado en esa leyenda que consiguió tocar sus corazones.
Namjoon levantó la mirada que había estado analizando el piso como si fuera la cosa más interesante del mundo, mientras sus pies se movían con un rumbo fijo, hasta detenerse abruptamente por la sorpresa que le causó encontrar al doncel esperándole desde quien sabe cuánto tiempo. Agradeciendo internamente que el lugar estaba casi vacío, pues seguramente alguna mirada curiosa hubiera caído sobre él por el brusco movimiento que hizo su cuerpo.
El peligris le detalló cuidadosamente, fijándose en la expresión llena de concentración al estar perdido en lo que parecía ser un videojuego, pues sus agiles dedos sobre la pantalla táctil lo delataban.
El estudiante de historia se aclaró la garganta, pero ni siquiera eso fue suficiente para traer de vuelta al mayor. Soltó un suspiro, sabiendo que no le quedaba de otra más que tomar el valor necesario para acercarse y quitarle un audífono.
—Pero... ¡qué! —el pelimorado se sobresaltó cuando su audífono salió de su oído, girando su cabeza para encontrarse con el chico que había puesto su mundo de cabeza—. Nam...Llegaste.
—Sí, hyung. Justo ahora. Aunque no me escuchaste, lo siento por sorprenderte.
Admitió con un semblante que Seokjin no podía leer. Estoico y serio.
¿Tan rápido se había pasado el tiempo? No cabía duda que los videojuegos eran capaces de hacerle olvidar hasta quien era, pero justo ahora los nervios volvían a apoderarse de él. Sin embargo, lo disimularía lo mejor que pudiera para no quedar mal frente al chico que le gustaba.
—Mmm... No te preocupes—el pelimorado apagó la pantalla de su móvil, y guardó sus audífonos, enredándolos más en el proceso, pero eso era lo de menos en ese instante—. Yo llegué hace poco—una mentira escapó de sus labios para no parecer tan ansioso. Y para su suerte Namjoon pareció no notarlo—. Pero mejor terminemos esto, ¿sí?
—Como gustes, hyung.
El moreno tomó asiento, solo que esta vez no estaba muy apegado a él, sacando la laptop de su mochila para terminar lo último que tenían pendiente. El susodicho de verdad parecía querer mantener distancias con el mayor, por lo que el joven de labios rellenos simplemente quiso no darle importancia, sin embargo, el dolor que sintió en su corazón no dejaba de ser punzante.
Que difícil era el amor. O más bien, los difíciles eran ellos al ahogarse en un vaso de agua.
Pero dejando de lado dicha situación, lo más importante era: ¿hasta cuándo podrían resistir?
—Terminamos—anunció Namjoon, guardando el documento en Word, y por lo tanto quedando grabado en el USB del doncel.
—Muchas gracias...
El mayor recibió el pequeño dispositivo entre sus manos, y lo guardó en el bolsillo que estaba ubicado dentro de su mochila para mayor seguridad.
Habían terminado el trabajo más pronto de lo que tenían establecido, tan solo tardando una hora. Motivo por el cual no sabían que más decir, estableciendo un silencio sepulcral entre ellos.
—Bueno, ya que eso ha sido todo, creo que deberíamos irnos, hyung.
—¿Ya...?
—Sí, no hay nada más que hacer. Pero si...
Y como si ese comentario fuera el fuego que necesitaba una dinamita para finalmente explotar, Seokjin no pudo continuar reprimiendo su sentir.
Poco le importó analizar lo que pensaba, porque lo que más necesitaba era sacar esas emociones de lo más profundo de su pecho.
—Estás siendo muy frío, Namjoon-ah—le reclamó con un puchero y el ceño fruncido, interrumpiendo el coraje que el mencionado consiguió para realizar una proposición que se quedó cautiva en sus labios—. De verdad esperaba alguna emoción de tu parte, ya que a pesar de que no lo parezca, si me da pena terminar este proyecto.
—Y a mí...
—Pues no lo parece—aseguró en voz baja, pero lo suficientemente claro como para que el joven con hoyuelos le escuchara.
—Eres muy difícil de leer. Creí que te divertías conmigo, pero los últimos días te has estado comportando muy raro, como si te fastidiara.
"No era su Seokjin si no sacaba conclusiones apresuradas o interrumpía cada dos por tres". Era el hecho en el que la madre del pelimorado creía, y que podía ajustarse perfecto a la situación que estaban viviendo.
En definitiva, era algo que el mencionado debía trabajar.
—¿Qué estás diciendo hyung? Si yo...
—Ya no digas nada más, Nam. Ya me quedó claro que la aparente química que sentía contigo, fue solo mi mente jugándome una mala pasada.
—¿Lo estás diciendo en serio? Hyung, tú tampoco demostraste mucho—le acusó y Seokjin le observó indignado.
El peligris era la pieza que encajaba en el rompecabezas del mayor. Porque solo él podía encontrar las palabras adecuadas para cambiar el rumbo de la conversación, haciéndole ver las cosas de otra manera.
—Pues yo supuse que era suficiente con la como me comportaba contigo, tal vez debí ser más explícito—el mayor comentó, cruzándose de brazos—. Pero igual no entiendo porque me dices esto, si es más que obvio que nada cambiará.
—Entonces espero que esto sea suficiente para esclarecer tu panorama.
Ya no importaba nada, se jugaría su amistad, pues no veía otra razón aparte que justificara el reclamo del hermoso Seokjin que no hiciera referencia a un interés romántico de su parte.
Namjoon se levantó despacio, procurando que su cuerpo quedara a la altura adecuada para inclinar su rostro, atrayendo el del doncel para unir sus labios en un ansiado beso.
Seokjin se sorprendió gratamente, pero muy dentro de sí mismo anheló que esa provocación de su parte fuera suficiente para que el contrario actuara. Y siendo honesto, fue mejor de lo que alguna vez fantaseó.
Los labios del menor se movían suavemente contra los suyos, acariciándolos con delicadeza a pesar de que el húmedo contacto iba subiendo de intensidad poco a poco, pues con cada roce, el sonido de pequeños chasquidos lo ocupaba todo, como música de fondo para sus oídos.
Ya que llegó un momento en el que el joven de anteojos, pidió la intromisión de su lengua a la cavidad bucal impropia, solo para hacerlo delirar en una batalla que no tendría un perdedor ni mucho menos un vencedor.
Tan solo dos enamorados que estaban conectándose como en un pasado lo hicieron, con tanta intensidad y devoción. Palpando y transmitiéndose el más dulce sentimiento que sus corazones podían experimentar gracias a la unión de sus belfos.
Era una suerte que la mesa estuviera alejada y que los encargados de la biblioteca hubieran acomodado un librero de tal forma que no se podía apreciar a detalle lo que ambos jóvenes estaban haciendo.
Pues comerse la boca en la biblioteca no era muy respetuoso para los pocos estudiantes que iban a dotarse de conocimientos o simplemente estudiar al no encontrar otro lugar en el que pudieran concentrarse.
Nadie se creería jamás lo apasionados que ambos podían ser. A su manera, los dos eran reservados, pero en ese preciso instante en el que sus lenguas estaban enredadas, parecían haberse olvidado de todo y de todos.
Sin embargo, en un determinado período de lucidez, el peligris no se lo pensó dos veces antes de separarse del rostro ajeno y entrelazar su mano con la ajena, colocando su mochila en su espalda, luego de haber guardado sus pertenencias. Mientras provocaba que el doncel se incorporara, apenas tomando sus cosas, para ir con dirección a la salida.
Namjoon mantuvo una gran sonrisa en sus labios, mientras Seokjin no podía evitar sentir su rostro quemar por la adrenalina instalada en su sistema.
Sin imaginar que esto apenas era el comienzo de todas las sensaciones que florecerían a raíz de comenzar una relación con Kim Namjoon.
Continuará...
Ya se vino lo bueno, gracias al carácter de Jin jaja, pero nadie mejor que Nam para calmarlo. Sin embargo, lo que se viene estará mil veces mejor. Lo juro, corazones.
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