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Jeongin miraba el reloj digital en el escritorio de su esposo. Había pasado una hora desde que llegó y el mayor aún no salía de la junta a la que le habían dicho se encontraba atendiendo, al parecer tenían importantes inversionistas interesados en el nuevo proyecto dirigido al extranjero.

Su corazón se apretó, Chan se iría durante un mes o más a revisar personalmente los preparativos de su expansión en Estados Unidos, eso le enorgullecía con demasía, sin embargo, se encontraba tan acostumbrado a pasar el tiempo con él que la sola idea de su ausencia durante ese tiempo le hacía sentirse frío y solitario. Bien podía acompañarlo, pero justo en esos días sería la inauguración de la tercera sucursal de florería que abriría junto a su socio y amigo: Hyunjin.

Un puchero involuntario se formó en sus naturalmente rojizos labios, últimamente se encontraba muy sentimental.

Bostezó cansado y miró de nuevo el reloj, apenas habían pasado diez minutos más, resignado se levantó de la silla y se dirigió a la cómoda salita que había en la oficina de su pareja y dejó caer su cabeza en el respaldo del sillón.

Chan salió apresurado de la sala de juntas y se adentró a su oficina topándose con la imagen de su bonito esposo durmiendo en la sala, su cabeza escondida entre los brazos doblados sobre el reposabrazos del sillón.

Dejó las carpetas en su escritorio y acariciando los lacios cabellos negros, susurró:

—Innie —el mencionado dio un sonidito adormilado—. Siento salir tan tarde, cariño. Anda, despierta para ir a cenar, debes tener mucha hambre.

El estómago del menor gruñó en ese momento y Chan no pudo evitar soltar una risita, Jeongin levantó su cabeza con un potente sonrojo en las mejillas y se apretó el estómago con las manitas.

—¿Qué hora es? —preguntó caminando hacia el baño personal para lavarse la cara.

—Ocho y media —contestó Chan con el entrecejo fruncido, había entrado a la junta desde las cinco de la tarde.

Mientras cenaban en el bonito y elegante restaurante, Bang mayor notó a su esposo preocupado, jugaba con su comida y daba solo pequeños bocados con desánimo.

—¿No te gustó? —preguntó extrañado, Jeongin amaba la lasaña, era su platillo favorito—. ¿Te sientes mal?

—No es eso, Hyung —murmuró, repentinamente sus ojos se llenaron de lágrimas y Chan se levantó rápidamente de su asiento para jalar la silla de su esposo quedando frente a él e hincándose, tomando las pequeñas manos entre las suyas.

—Por favor, dime qué te sucede, ¿algo pasó hoy? ¿Hablaste con tu madre?

Jeongin negó y la preocupación de su esposo sólo agrandó el nudo en su garganta, no quería decirle a Chan que su estado de ánimo se debía a su visita a Estados Unidos. No quería ser un mimado, aún más de lo que ya era, ni entorpecer el gran paso que Chan estaba dando en su carrera.

—¿Entonces? ¿Qué te tiene tan afligido, mi amor? —el mayor se encontraba desesperado, las lágrimas de Jeongin ya comenzaban a bajar por sus mejillas.

—Yo... No sé lo que me pasa, Hyung, ¿sí? Solo he estado muy emocional últimamente, y no entiendo bien por qué —el doncel limpiaba sus propias lágrimas con vergüenza, las personas habían comenzado a verlos—. Será mejor que nos vayamos, la gente pensará que nos estamos peleando.

—Me importa una mierda lo que piensen, estoy más preocupado por saber qué te hace llorar —el mayor sacó su pañuelo y lo pasó por el rostro del menor, secando las lágrimas y moquitos de su pareja—. ¿Tu llanto tiene algo que ver conmigo? ¿Hice algo mal? Sé que por el nuevo proyecto no hemos pasado tanto tiem... —repentinamente guardo silencio. Se golpeó la frente con obviedad—. ¿Estás triste porque me iré a Nueva York?

Jeongin se mordió el labio y con un gran sonrojo asintió despacito, evadiendo la mirada del otro:

—Lo siento por ser tan egoísta y pensar en que no quiero que te vayas, pero sé que si te lo pido no irías, y esta es realmente una gran oportunidad.

—Puedo mandar a Changbin —respondió Chan en seguida.

—¡No! —negó exaltado—. Hyung justo ahora está disfrutando de Soobin, el bebé tiene a Lix y a Hyunjin Hyung, pero sentiría la ausencia de su otro papá, en cambio yo ya soy un adulto, tengo que aprender que hay momentos en los que estaré solo —su voz se entrecortó—. Es solo que es la primera vez que nos separaremos por tanto tiempo —dijo bajito.

Chan suspiró, no se había puesto a pensar en lo difícil que era para Jeongin el estar separados. Lo entendía perfectamente, a diferencia de él, el menor estaba acostumbrado a estar acompañado, antes con sus padres y ahora con él.

—Gracias por decirme cómo te sientes —dijo con una sonrisa mientras se levantaba y dejaba un pico en los labios gorditos.

Se volvió a sentar en su lugar y, apartando la comida mientras sostenía las pequeñas manos entre las suyas, charlaron de los sentimientos y preocupaciones de Jeongin, Chan prometió llamarle todos los días, incluso se trataría de mantener en comunicación con su esposo, aunque estuviese ocupado enviándole siquiera un mensaje.

Los días pasaron, Bang notó con extrañeza los cambios emocionales y rutinarios de su esposo, últimamente se miraba más decaído, dormía mucho y su apetito no era el mejor, su preocupación era demasiada, pero Jeongin insistía en que no tenía nada.

—Yo creo que está embarazado —concluyó Félix al escuchar las preocupaciones de su mayor—. Te pones todo emocional y el apetito no es el mismo.

—Y no es por grosero, pero yo he notado a Jeongin más gordito, Hyung —dictó su hermano sabiondo con la mano en la barbilla.

—Pero Jeongin esta con la inyección mensual —murmuró Chan pensativo.

—Los anticonceptivos sólo son 99% eficaces, Hyung —informó Hyunjin con preocupación.

Jeongin llegó del súper con su sobrino en brazos, el cual al ver a sus padres estiró los bracitos hacia ellos, el pelinegro observó a su esposo y amigos analizando de manera extraña, sintiéndose cohibido sonrió con timidez preguntándose qué pasaba.

—Innie —llamó su esposo saliendo de la ducha—, ¿ya estás dormido?

—No, Hyung —contestó el menor, girando su cuerpo hacia el mayor, quien se secaba el cabello con una toalla y se sentaba a su lado en la cama.

—Quería charlar acerca de tu estado de ánimo de estos días.

Jeongin hizo una mueca que Chan se encargó de borrar con un corto beso en los labios.

—Sé que he sido muy insistente, pero realmente estoy preocupado por ti, pequeño. ¿No has pensado que tal vez sea algo hormonal?

Jeongin se quedó en silencio un momento, Chan lo analizó con tranquilidad hasta que los ojos del chico se cristalizaron.

—¿Estoy siendo dramático y molesto, Hyung? —preguntó con un puchero—. Lo siento, no quiero causarte problemas —las lágrimas comenzaron a correr por el bonito rostro y Chan se golpeó mentalmente por ser tan directo—. Yo de verdad no sé qué me pasa.

—Innie, tranquilo, no me refería a eso —habló rápido, tratando de consolar al doncel con un abrazo, acariciando la espalda y besando la frente ajena—. Estaba pensando más bien, en que probablemente estés embarazado.

Inmediatamente Jeongin dejó de llorar para mirarlo con pánico.

—Pero estoy con la inyección, Hyung, y juro que he cumplido con todas.

Chan lo volvió a besar, peinando los oscuros cabellos y dedicándole una sonrisa tranquilizadora.

—Ningún anticonceptivo es 100% eficaz, mi amor, y nosotros lo hacemos como conejos, no sería una sorpresa que ocurriera un accidente, pero para quitarnos las dudas, ¿qué te parece si mañana hacemos una cita con el doctor?

Jeongin asintió nervioso.

—Todo estará bien.

Y, contrario a lo que todos pensarían, más que palabras de consuelo para el doncel, eran para él mismo, quien sabía no quería ni se sentía preparado para tener hijos. Rogaba en silencio que Jeongin sólo estuviera en alguna etapa sentimental y no de embarazo.

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