𓆩*𓆪 Epílogo
Chan se ajustaba la corbata admirando su reflejo en el espejo. Contrario a la primera ocasión, esta vez lucía feliz por el evento que pronto comenzaría.
—Es hora, hyung —le avisó su hermano menor mirándolo en la entrada.
—¿Esta vez si puedes decirme con quién me casaré?
—preguntó divertido.
—Claro que puedo, pero me gustan las sorpresas —repitió lo mismo que la primera vez que se casó—. Sólo puedo decir que es el amor de tu vida.
—Andando, "papá" —dijo el mayor.
Ambos sonrieron y se abrazaron para salir juntos hacia el patio de los Bang, en donde nuevamente reforzarían sus votos.
El lugar había sido adornado con flores de nuevo, Chan descubrió que fue Jeongin quien ayudó a arreglar el lugar la primera vez y no se abstuvo de hacerlo de nuevo, sólo que con la ayuda de Hyunjin.
Esta vez los invitados eran menos, sólo los padres de ambos, Seungmin, Minho, Changbin, Hyunjin, Félix y un pequeño bebé.
—¿Dónde está mi sobrino favorito? —preguntó Chan, cargando al niño de un añito que apenas comenzaba a dar sus primeros pasos.
—Hyung, es el único sobrino que tienes -recordó el menor girando sus ojos.
—Qué amargado, Félix.
—¿Dónde quedó el "joven Félix"?
—Ya tenemos confianza, niño, mejor ve a sentarte, cuidar del pequeño Soobin debe ser cansado ahora que comienza a caminar.
—Es un bebé muy tranquilo, hyung, gracias al cielo no hace tantas travesuras.
—Eso es porque tú y Changbin duermen como una roca —se quejó Hyunjin, quien, Chan notó, tenía las ojeras muy marcadas—. Soo aprendió a abrir su cuna y le gusta pasearse por el cuarto a las tres de la mañana.
Chan rió enternecido, de alguna manera la relación de esos tres iba viento en popa, se habían mudado juntos y su relación era abiertamente pública, había sido un total escándalo en su momento, sin embargo, sus padres y los de Félix habían aceptado que estuvieran juntos y reaccionar positivamente al embarazo del menor.
Chan sonrió orgulloso de su hermano cuando se le preguntó si se habían hecho una prueba genética para saber quién de los dos (Hyunjin y él) era el padre del niño, él respondió que él hijo era de los tres, sin importar la sangre de quien llevara.
—Bueno, "papás", ya hay que comenzar esto —dijo con una sonrisa emocionada.
Todos tomaron asiento, Minho y Seungmin le saludaban entusiasmados y el respondió igual, se colocó en su lugar y la música comenzó a sonar.
Tragó pesado al ver a su esposo, al parecer en todo el día de ayer que no lo pudo ver, Jeongin se había hecho un cambio de look, ahora luciendo el cabello negro, le quedaba realmente precioso y le daba un aire más maduro.
Cuando estuvieron uno a lado del otro, Chan tomó la pequeña mano entre la suya y las entrelazó acariciando el dorso contrario con su pulgar.
—Eres realmente hermoso —susurró el mayor en el oído ajeno.
—Tú también te miras muy guapo, Hyung —admiró el menor con las mejillas sonrosadas, y cómo no, Chan siempre tenía un estilo sexy que le hacía babear por él.
La ceremonia comenzó, ambos dieron sus votos renovados y sonrieron cuando el pequeño Soobin (cargado por Félix) les llevaba sus anillos sobre un cojincito.
—Bang Jeongin, te amo, amo tus defecto y virtudes, tus inseguridades y fortalezas, eres lo que jamás creí que necesitaría en mi vida. Prometo con este anillo que cuidaré, te amaré y velaré por ti, todos los días de mi existencia.
El pelinegro mayor colocó el anillo en el anular izquierdo y secó con sus pulgares las lágrimas que ya corrían por el rostro contrario.
—Bang Chan —lo mencionó con la voz entrecortada—, eres mi primer y único amor, me has enseñado tanto, me das toda la confianza que necesito en mí mismo y lo único que tengo para compensar tanto es mi amor. Te entrego todo de mí y juro por este anillo que te amaré en todo momento mientras respire.
Las lágrimas habían comenzado a correr por su rostro y Chan ya no pudo contenerse más para tomar al menor entre sus brazos y apresarlo con fuerza para besarlo como tanto necesitaban besarse.
Se separaron cuando los aplausos se hicieron escuchar y se sonrieron antes de recibir los abrazos de sus amigos y sus familiares.
Todos cenaron juntos, brindaron, bailaron y se embriagaron, sobre todo Jeongin.
Cuando Chan logró llevar a su esposo a su casa, el chico entró desnudándose y dejando ver a su esposo en un... Volvió a tragar pesado. Su precioso esposo estaba usando un puto ligero. Uno blanco.
Jeongin despertó con un ligero dolor de cabeza, se encontraba boca abajo sobre su cama, pero cuando intento darse la vuelta se dio cuenta que tenía las manos amarradas en su espalda. Algo desorientado y con jaqueca miró a su alrededor en la habitación hasta dar con su esposo que se encontraba sentado en el sillón de terciopelo rojo que había en la habitación, bebía tranquilo de su copa, mientras lo miraba con seriedad.
—¿Hyung? ¿Por qué? —preguntó un poco cohibido, sabía que sólo llevaba puesto el ligero que Según le había regalado para su noche de bodas, así que se sentía expuesto frente a su mayor.
—Es tu castigo, Jeongin —contestó el mayor con la misma seriedad.
—¿Castigo? ¿Por qué?
—¿Por qué, preguntas? —se rio sin gracia—. Primero, me haces traerte casi a rastras a casa, llegando te comienzas a desnudar, me muestras el condenado ligero del infierno y te atreves a provocarme para hacerte el amor y justo en lo que te besaba, me dejas con una enorme erección mientras te quedas dormido. Aun así me preguntas el por qué.
Jeongin lo miró con la boca entreabierta e inesperadamente sonrió enternecido.
—Hyung, no me hiciste nada, aunque estaba dormido.
—Me gusta más verte disfrutando y escuchando tus gemidos. Ahora, necesito esa boquita preciosa en mi pene, mis bolas están azules.
El menor se sonrojó por lo dicho por su Hyung, y asintió apenado. Chan sonrió y tomando el resto de su vino de un sólo trago, se levantó y desabrochó su cinturón, bajó el cierre del pantalón y lo desabotonó, se acercó a su chico y con una mano levantó el bonito rostro sonrojado, pasó su pulgar por los gorditos labios y se agachó un poco solo para dejar un pico, se levantó y tomó su enorme falo para acercarlo a la boquita provocativa.
Jeongin abrió la boca lo más que pudo mientras Chan se deslizaba dentro, la cavidad húmeda y caliente le hizo soltar un suspiro. Movió sus caderas lentamente, adelante y atrás, una de sus pálidas y grandes manos sostenía la carita de su esposo, mientras que la otra acariciaba la tersa espalda.
Continuó el lento vaivén hasta que el menor movió su lengua alrededor del pene, Chan gruñó y los movimientos fueron más fuertes y rápidos. Jeongin comenzaba a sentir su boca acalambrarse, pero al ver la cara de satisfacción del mayor no quería detenerse, las lágrimas bajaban por sus mejillas por el esfuerzo y las arcadas, y justo cuando estuvo a punto de quejarse por la falta de aire, Chan salió de él.
Ambos tenían las respiraciones agitadas y el doncel se sonrojó por la erección que se le había formado.
—¿Tus manos están bien? —preguntó jadeante el mayor.
—Sí, Hyung —susurró el chico.
—Bien, aguanta un poco más así, Innie.
El pelinegro mayor admiró de nuevo el cuerpo de su esposo, los lunares que adornaban su piel, las bonitas nalgas respingaditas, las piernas rellenitas, los coquetos y pequeños piecitos, Jeongin literalmente era hermoso de pies a cabeza.
Su mano bajaba desde la espalda, pasando las estrechas caderas, dejó un apretón en uno de los glúteos y siguió por los muslos, la parte interna de las rodillas, las pantorrillas y los pies, Jeongin dejó escapar una risita al sentir cosquillas y Chan sonrió enternecido y bobo.
Se acercó a la mesita de noche y del cajón sacó un bote de lubricante, dejó caer un poco del líquido entre las nalgas del menor, al cual se le puso la piel chinita por lo frío, y con las dos manos esparció el lubricante en su entrada y con el mismo dio un masaje a los glúteos. Chan se sacó la ropa, completamente desnudo se subió a la cama, sus rodillas a los costados de las piernas del menor y se agachó para dejar besos en el hombro y cuello contrarios.
—Eres precioso —murmuraba entre besos palabras llenas de cariño y admiración. Los ojos de Jeongin se cristalizaban ante cada palabra dicha por su esposo. Se sentía amado.
Uno de los largos dedos comenzó a jugar alrededor de la entrada, en círculos, simulando querer entrar, pero sin hacerlo, bajaba y subía por la línea hasta llegar al perineo y dejar toquecitos en el escroto.
Después de un rato de esa manera, con el dedo juguetón y los besos en su piel, el mayor por fin introdujo el dígito, sacando un suspiro en Jeongin, quien sentía su cuerpo más caliente en cada momento, disfrutaba de la tranquilidad y dedicación que ponía su esposo cada que lo preparaba.
Un segundo dedo se introdujo y la respiración de Jeongin se entrecortó cuando sintió que tocaba el bulto lleno de nervios dentro de él que le sacó un gemidito.
Un camino de marcas rojizas fue dejado en su espalda haciéndole compañía a sus lunares. Chan subió hasta la oreja de su esposo e introduciendo un tercer dedo dio una mordida en la oreja.
El doncel gimió gustoso, movía sus caderas inconscientemente y gemía bajito.
—Hyung, ya —pidió en súplica, necesitaba a su esposo dentro de él.
Y Chan, siendo un simple mortal, no podía desobedecer a su Dios. Por qué eso mismo era Jeongin.
Sacando sus dedos de la entrada y masajeando su miembro de arriba a abajo, lo dirigió a la entrada ya dilatada y comenzó a introducirse lentamente, sonriendo por el jadeo del menor, no se detuvo hasta que la base entró del todo y sus caderas chocaban con el trasero.
Chan ayudó a su esposo a ponerse de rodillas, con el pecho y la mejilla aún en la cama, y sosteniéndose de las manos atadas en la espalda, comenzó a moverse, duro.
Jeongin gimió, la posición, la atadura, el juego previo le habían estimulado lo suficiente para sentirse sensible, un golpe seco se escuchó cuando su esposo dejó caer la palma de su mano en su nalga, la cual apretó, admirando de mejor forma como su pene entraba y salía.
Chan siguió embistiendo hasta lograr venirse dentro de su esposo, el cual lo acompañó con un orgasmo muy húmedo. Llevaban un tiempo sin hacerlo por el trabajo y los preparativos de la boda, por lo que la eyaculación de ambos fue mucha y espesa.
Bang desató las manos de Jeongin y las masajeó para que la circulación volviera a correr de manera correcta en sus extremidades.
Se levantó de la cama y sacó el paquete de toallas húmedas del cajón en la mesita de noche. Sonrió al ver a su adormilado esposo luchar contra el sueño, le ayudó a levantarse y lo cargó sosteniéndolo de los muslos, el menor enredando sus piernas en las caderas y las manos en el cuello ajeno.
Chan sacó las sábanas y puso unas nuevas, con algo de dificultad por el koala que se encontraba aferrado a él, sentó al nuevo pelinegro en la cama y limpió su abdomen y su miembro, con un ademán le hizo acostarse boca abajo y pasó la toallita entre sus nalgas, de la entrada seguía saliendo su esencia y Chan trataba de no prestar atención a la excitante escena.
Una vez limpios, se metieron entre las cobijas y Jeongin se aferró enseguida a él, quien correspondió gustoso el abrazo.
—Te amo, Hyung —soltó el menor con la voz entrecortada.
—Yo también te amo, pequeño —respondió Chan, dejando caricias en la cadera contraria—. Pero, ¿por qué estás llorando? —preguntó cuando sintió su pecho mojarse.
—Porque me siento muy amado —susurró—. Estoy feliz, Hyung.
Chan sonrió encantado.
—Mi chico es tan tierno —soltó tomando la mandíbula del mencionado y alzándolo para verlo a los llorosos ojos—. Te mereces ser muy amado y muy feliz, si logro hacerte sentir de esa manera, tú me haces sentir igual. Te amo, pequeño.
Compartiendo un beso lleno de amor, con sus cuerpos unidos, entrelazados, sus corazones palpitando sincronizados y mirando los ojos contrarios. Demostrando la explosión de sentimientos que tenían el uno con el otro y que jamás se agotarían.
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