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𓆩*𓆪 Alcohol

Jeongin miraba con terror y vergüenza el vídeo que su esposo le mostraba en dónde se miraba a sí mismo lamiendo el cuello del mayor de manera sugerente.

—Definitivamente me gustaría verte ebrio de nuevo —se burló el pelinegro, mirando la pantalla por sobre su hombro mientras lo abrazaba de la cintura—. Eres una pequeña fiera en la cama cuando no estás tan tímido.

Jeongin se sonrojó hasta que sus orejas se colorearon y el bochorno le hizo abanicarse.

Era diciembre y ese fin de semana, Seungmin, el mejor amigo de su esposo, cumpliría años y festejarían en uno de los hoteles de su esposo, Minho.

El bar del hotel estaba cerrado para el público, el lugar había sido adornado con colores amarillo pastel en todos los tonos y amarillo del mismo color.

Chan y Jeongin habían llegado un poco tarde, debido a una junta de imprevisto que había tenido el mayor en su empresa.

Jeongin había tenido la idea de usar ropa en pareja y Chan no pudo negarse, por más ridícula que le pareciera la idea. Se habían puesto sudaderas rojas y jeans negros al igual que los converse.

—Feliz cumpleaños, idiota —felicitó el mayor a su amigo quien le dio un fuerte golpe en el hombro—. ¡Auch!

—Gracias, imbécil. Hola, Jeonginnie —saludó al tímido rubio.

—Feliz cumpleaños, Seung hyung —felicitó con un potente sonrojo, aún no olvidaba lo que había pasado en febrero en su fiesta de cumpleaños.

—Oh vamos, Jeongin, es normal no olvidar mis maravillosos besos —se burló el mayor—. Esta vez se viene la revancha.

—No, no, nada de revancha, deja a Innie en paz —regañó el pelinegro.

—Minho y tú son iguales, solo son besos para reforzar la amistad.

Después de pelear un rato con el mayor, Chan le dio a probar un "shot" de tequila a Jeongin, quien hizo gestos por el fuerte sabor que calentó su garganta. Ambos se sentaron en la barra y conversaron acerca de la junta de Chan.

Tres shots y una margarita bastaron para que Jeongin se deshinibiera y se mostrará más risueño e incluso un poco cariñoso con su esposo.

—¿Sabes, hyung? —comentó el menor—. Creo que Changbin hyung y Félix tienen algún tipo de conexión, desde el hospital, su hermano no deja de llamarle y preguntarle cómo está y Lix le responde siempre sonriendo.

—¿Tú crees? —preguntó el pelinegro aguantando la risa, su inocente e ingenuo esposo realmente no tenía idea de lo que sucedía con esos dos.

—Sí, aunque en mi cumpleaños creí que Lix terminaría ligando con Hyunjin —continuó—. No me lo tome a mal, pero a Lix siempre le van los hombres tranquilos, dice que son los peores en la cama.

—¿Y tú qué opinas sobre eso? —Chan sonreía burlón por el tono rasposo de Jeongin al hablar.

—Creo que es verdad —el rubio se acercó a la oreja de su hyung y susurró—. Usted parece muy tranquilo y serio por fuera, pero por dentro es un pervertido... Y eso me encanta.

Un escalofrío recorrió la columna del mayor al sentir la lengua del doncel adentrándose en su oído, lamer la oreja y morder en donde colgaban los dos aros de sus perforaciones.

Jeongin se alejó de su esposo con una sonrisa coqueta y se relamió los labios, dándole el último trago a su copa de margarita.

—Vamos a bailar, hyung —pidió tomando su pálida mano y halándolo hacia la pista de baile.

Chan se dejó hacer, quería ver hasta dónde llegaría el atrevimiento del rubio.

El doncel comenzó a bailar como nunca antes en su vida, con las manos alrededor del cuello del pálido, moviendo las caderas con sensualidad al ritmo de la música. Aún más atrevido, se dio media vuelta para quedar con su espalda recargada en el fuerte pecho, dirigió las grandes manos de Bang a sus caderas y dejando las suyas sobre las pálidas, restregó su trasero sobre la entrepierna del mayor.

Chan tomó aire con fuerza y con una increíble fuerza de voluntad se separó del menor, entrelazó sus manos y lo sacó del bar, se dirigió a la recepción y pidió una suite.

Subieron al elevador y el pelinegro no pudo evitar sacar su celular y comenzar a grabar en el momento exacto en el que Jeongin lamía su cuello y dejaba un beso al final. Sonrió complacido, tenía material para sacarle esos bellos sonrojos al menor.

Al llegar al piso indicado, Chan lo seguía jalando de la mano hasta meterse a la habitación, se volteó hacia el rubio y le plantó un beso que ambos intencificaron al instante.

Jeongin pegó un saltito hasta enredar sus piernas en las caderas de su esposo quien al instante lo sostuvo de sus muslos. Impulsándose, el menor hacia fricción entre ambas entrepiernas, gimiendo gustoso por el contacto.

Chan dirigió su agarrehacia los glúteos del rubio y los estrujó de manera deliciosa, caminó como pudohasta la cama y se sentó con Jeongin en su regazo.

El rubio lo empujó para que se acostara en la cama y él se levantó, comenzando a quitarse la ropa. Bang disfrutaba todo con una sonrisa y, ante toda la perversión que podía sacar de tal escena, lo único que pudo pensar fue en lo orgulloso que estaba de sí mismo por poder sacar a Jeongin de sus inseguridades y hacerlo disfrutar de su juventud, evitando que se encerrara en casa para llenarlo de hijos. No, Jeongin merecía tener una vida, merecía disfrutar de todo lo que se abstuvo por complacer a sus padres o a la sociedad.

Un doncel no era una fábrica de bebés.

Sus profundos pensamientos se esfumaron al ver al chico sólo en un bonito calzoncillo de Kelvin Clein de color rojo, estaba duro de solo verlo subirse de nuevo encima de él.

Jeongin tomó una de las pálidas manos y metió el dedo anular y medio a su boca para ensalivarlos, Chan casi pierde la compostura ante la erótica imagen.

—Prepárame, hyung —suplicó cuando saco los húmedos dedos de su boca.

Ni lento ni perezoso, Chan dirigió sus dígitos al respingado trasero, con la otra mano hizo a un lado la prenda y tanteó la apretada entrada con sus dedos, esparció un poco la saliva del rubio alrededor del anillo y con un poco de fuerza introdujo la punta de los dos dedos.

Al principio solo penetrara y salía con lentitud, después comenzó el movimiento de tijera y agregó un tercer dedo.

Desesperado y entre gemidos, Jeongin dirigió sus manitas hasta la cremallera del pantalón de su esposo, quien sonrió agradecido, pues la prenda estaba asfixiando su erección.

El doncel se relamió los labios y levantando sus caderas se posicionó sobre el pene goteante de Bang, restregó la erección en su entrada para que el presemen lo lubricara y sin más se dejó caer provocándose un jadeo él mismo y un gruñido en Chan.

El mayor colocó sus manos en la fina cintura y verificar que el menor estuviera preparado, comenzó a embestirlo con fiereza siendo ayudado por el contrario, quien perdido en sensaciones movía sus caderas.

El orgasmo llegó más rápido para ambos de lo que imaginaron, duro, muy mojado y martilleando ambos vientres.

—Te amo —susurró el menor cuando cayó sobre su pecho y quedarse dormido, culpa del apasionante momento y todo el alcohol ingerido.

—También te amo, precioso —contestó el mayor acariciando los rubios cabellos.

Y vaya que lo amaba como nunca antes se imaginó que podía llegar a amar.

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