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02

Aquel sonido le alerta que alguien se acerca, con pánico mira hacia atrás, reconoce al imbécil de Andrew, luego lo tiene sobre él intentando abusar de él. Pero luego no está más.

El miedo se disipa poco a poco al ver esos ojos entre la oscuridad de la noche y las sombras de los arbustos.

Se acerca a pasos lentos hasta la silueta alta, corpulenta y negra, alza sus brazos temblorosos y cuando está por descender la capucha de la sudadera escucha ese gruñido que le eriza los bellos de la piel y lo hace estremecer.

Retrocede un par de pasos y cae contra sus nalgas al húmedo y pastoso césped.

—¡Jimin, despierta! —alza su voz Jia, golpeando con sus manos la mesa de trabajo en la que la cabeza del rubio descansa—. Llevo esperando por ti casi media hora afuera.

—Lo siento, perdí la noción del tiempo —se disculpa, enderezando su espalda. —Tuve ese maldito sueño de nuevo —le plática a su amiga mientras se pone de pie.

—Dirás pesadilla —murmura la pelirroja. —Cenare con mamá, pero antes dejare los arreglos que me mencionaste —habla mientras observa muchas flores, brillantinas de muchos colores, corazones de diferentes y texturas, madera, y diversos materiales que Jimin utiliza para la elaboración de obsequios.

—¿No te cansas de esto? —verbaliza en tono desagradable.

—Me gusta lo que hago así que no —contesta Park. —Listo, ten cuidado con los globos y las rosas, el oso llévalo en el baúl y que lo saque el novio —le indica el rubio.

—Como digas —canturrea Jia, cargando el arreglo floral y los globos.

Jimin toma el oso mediano de peluche con un corazón de color rosa en su pecho, sale de tienda y se asegura de dejar el oso en el baúl y por último le da un vistazo al arreglo floral y a los globos.

—Gracias por ayudarme, te debo una cena —dice el chico abrazando a la pelirroja.

—No quiero una cena, quiero que me lleves a un club —masculla con diversión sobre la comisura de la oreja izquierda del rubio.

—Se lo comentare a Hoseok —murmura Park, rompiendo el abrazo.

—Odio que hagas eso —protesta Jia.

—Y yo odio que te emborraches y luego no quieras escucharme —replica Jimin. —Vete o llegaras tarde, yo debo cerrar la despensa de mi tía. Te quiero Ji —se despide.

—También te quiero, Ji —recitan los labios color rosa de la chica.

El rubio se encarga de apagar todas las luces de su pequeña tienda de obsequios, coge su mochila, la coloca sobre sus hombros, toma las llaves, activa la alarma y luego cierra el local.
Se detiene frente a su vehículo, se retira la mochila, la lanza al asiento del acompañante y luego toma asiento, se abrocha el cinturón, cierra la puerta, enciende el motor y arranca rumbo a la despensa de su tía.

Después de veinte minutos, estaciona el vehículo en el lugar vacío que utiliza su tía, se retira el cinturón, coge la llave, abre la puerta y sale de su vehículo.

—Jimin, hola.

—Buenas noches, Jimin.

Lo saludan el vigilante y la chica que trabaja por turnos cuando su tía o él no pueden atender la tienda.

—Casi termino —dice la castaña, dejando una caja de frituras picantes.

—Terminare por ti, ve.

La mirada de la chica se posa en el rubio, asiente y luego en voz baja menciona—. Gracias, Jimin. Buenas noches.

—Por favor cierra la puerta y coloca el letrero de cerrado —le ordena mientras se coloca de cuclillas frente al estante vacío. —Cuídate, buenas noches —la despide.

Mientras se concentra en terminar de apilar ordenadamente las frituras picantes en el estante, tararea cualquier ridícula melodía que se le viene a la cabeza para no sentirse demasiado solo en la tienda. Escucha el sonido cantarín y ruidoso de la campana que anuncia que alguien ha entrado a la tienda.

—Daniel, ¿eres tú? —duda, alzando su rostro mientras espera por unos segundos. —¿Daniel? —repite, moviendo sus ojos de izquierda a derecha a la espera de respuesta.

Se pone de pie cuando no escucha pasos, ni respuesta alguna dejando en el suelo la bolsa de frituras que sostenía con su mano izquierda.

—La despensa está cerrada —verbaliza mirando los pasillos de la izquierda.

Se aleja del estante y camina hacia la caja registradora, lleva su mirada hasta la pequeña pantalla que proyecta el interior y el exterior de la tienda, escucha como algo cae al suelo, alza su mirada y de nuevo la desciende a la pantalla. La campana suena y cuando de nuevo lleva su vista hacia la puerta solo ve como la campana se mueve hacia adelante y hacia atrás.

<<Dedo darme prisa>> piensa.

Regresa al pasillo en el que se encontraba, se da cuenta que la bolsa de frituras que dejo en el suelo no está, cierra sus ojos por unos segundos haciendo memoria si la llevo con él a la caja registradora. Niega, se coloca de cuclillas y de prisa coloca las ultimas bolsas.

Toma el dinero de la caja registradora, lo coloca en un sobre blanco el cual rotula con bolígrafo de color azul con la fecha y la cantidad de dinero. Lo introduce en el bolsillo trasero de su pantalón, cierra la registradora, activa la alarma como lo hizo en su tienda de obsequios, camina hacia la puerta, apaga las luces, cierra la puerta y espera a que Daniel llegue con la llave.

Escucha un par de pisadas fuertes, mueve su rostro hacia la izquierda notando una sombra que se detiene al instante.

—Daniel, por favor date prisa —articula Jimin, introduciendo sus manos a los bolsillos delanteros de su pantalón.

—Estoy aquí, lamento la demora estaba cenando —se disculpa el vigilante.

Jimin mueve su rostro hacia la derecha, dirección de la que Daniel aparece, el rubio inspira profundo, mira de soslayo al vigilante que se asegura de cerrar con llave la despensa.

—Aquí tienes. Buenas noches, Jimin —menciona luego que le ha entregado las llaves.

—Claro, buenas noches —balbucea el chico, para luego empezar a caminar hacia su vehículo.

Cuando llega a su auto siente cierta desconfianza, se detiene frente a la puerta, coloca su mano derecha sobre la manija, pero no abre, mira hacia atrás sobre su hombro izquierdo y puede jurar que alguien lo está observando. Se gira de forma brusca, pero no ve a nadie.

—Tranquilízate, Jimin —se pide así mismo.

Entra a su vehículo, enciende el motor, pone reversa y mira a través del espejo del retrovisor, freno de sopetón al ver la silueta de unas largas piernas ocultas por un pantalón gris. Se retira el cinturón, abre la puerta y ve como la silueta de la persona corre hacia la izquierda.

—¡Oye, espera! ¡Detente! —grita Jimin, corriendo tras la persona que casi atropella. —¡Para! ¡No corras! —le pide con voz agitada y cansada.

La silueta alta que viste una sudadera negra con capucha, pantalón gris y unas botas negras se detiene y de manera lenta se da la media vuelta.

—Dios, prometo ejercitarme un poco más —expresa entre jadeos el rubio. —¿Está bien? —pregunta, entrecerrando sus ojos, intentado ver el rostro de la persona a un par de metros de él—. Casi lo atropello, solo quiero asegurarme de que se encuentra bi…en.

El chico deja de hablar al ver el perfil izquierdo de aquel hombre, sus ojos se ensanchan al ver aquel ojo color ámbar brillante mirarlo fijamente. Traga grueso al momento que un recuerdo de aquella noche llega a su mente.

El hombre mueve su cuerpo y queda de frente, desciende su rostro solo un poco al mismo tiempo que alza sus brazos y se retira la capucha de la sudadera descubriendo su cabeza, mostrando una abundante cabellera negra.
Eleva su rostro mientras desciende sus brazos a los costados de su cuerpo, abre sus ojos y Jimin nota como ahora los ojos bicolores lo ven con parsimonia.

—Tú, tú… —tartamudea el rubio, dando un par de pasos hacia atrás.

—No te muevas —le ordena con voz áspera.

El chico deja de moverse y observa como el cuerpo corpulento y alto se acerca a él a pasos no tan rápidos, pero largos.

—Quédate donde estas —le pide ahora con tono de voz hipnótico.

—Yo, yo… —tartamudea nuevamente, Jimin.

<<Mierda, Jimin>> se reprende, mientras el hombre camina a su alrededor viéndolo de pies a cabeza

El rubio se sobre salta al sentir la respiración caliente del hombre estrellarse contra la piel descubierta de la parte trasera de su cuello.

—Que ¿Qué quieres? —trastabilla Park, sintiendo las respiraciones ahora estrellarse contra su oreja derecha.

El hombre acerca su nariz entre la clavícula y cuello de Jimin, inhala profundamente y retiene por unos largos segundos el aire. Cierra sus ojos disfrutando de aquel extraño y dulce aroma del chico rubio ante él.

—Te dire, pero prométeme que no huiras —susurra.

El chico asiente y murmura—. No huire.

Las manos grandes se posan con fuerza sobre la delgada cintura del rubio, sus dedos se aferran a la tela del pantalón de mezclilla ejerciendo un poco de presión. El chico, suelta un pequeño sonido de preocupación, se remueve, pero las grandes manos sobre su cintura lo obligan a no moverse.

—Por favor no me lastimes —le suplica con voz asustada.

El pelinegro gira el cuerpo del rubio y de nuevo posa sus manos en su cintura, lo mira por unos segundos y en voz baja demanda—. Mírame.

Jimin alza su rostro, pasa saliva con dificultad y ve más de cerca los lindos ojos bicolor. Mira su rostro y su pequeña, pero puntiaguda nariz, es guapo, demasiado, imposible poder olvidar un rostro como ese.

—Te quiero a ti —dice con voz provocativa, mientras el brillo de sus ojos se intensifica. —Has estado en mi mente estos días, así que decidí venir a buscarte —confiesa.

—Tus ojos —musita Jimin.

—Es normal —espeta, restándole importancia.

—Por favor suéltame —le pide el rubio, ganándose una intimidante mirada por parte del pelinegro. —No huire —le asegura.

Las manos del hombre misterioso se alejan del cuerpo de Park, sin bajar la guardia.

—¿Quién eres? —pregunta el chico, intentando controlar su nerviosismo.

—Me llamo Jungkook Jeon —es lo único que responde.

—¿Solo eso? —inquiere Jimin, alzando sus cejas y cruzándose de brazos. —Puedo demandarte por acoso —le advierte.

—Si te digo quien soy realmente no vas creerme, así que, prefiero mostrártelo —articula con voz seria, tomando la mano izquierda del rubio.

—¡Jimin! —se escucha la voz de Daniel.

El chico da un par de pasos e intenta soltarse del agarre del pelinegro, pero este se lo impide.

—Dijiste que no huirías —pronuncia en tono tosco.

—Solo quiero saber que quiere, Daniel —suelta de forma rápida, Jimin. —Me estas lastimando, suéltame —se queja con tono molesto.

Jungkook deja de ejercer demasiada fuerza en la mano del chico, y se quedan en silencio por uno segundos mientras se miran mutuamente.

—Jimin, ¿todo bien? —pregunta Daniel, desde la esquina izquierda de la despenda.

—Sí, todo bien —contesta el rubio.

—Vi tu auto abierto con las luces encendidas y creí que algo ocurría —agrega Daniel.

—No, todo está bien —dice Jimin, dando dos pasos más causando que un gruñido se escape de la garganta del pelinegro que sostiene su mano.

El chico le pide al vigilante que apague y cierre su auto antes de despedirlo y mentirle sobre conocer a Jungkook.

—Sino me muestras lo que eres gritare, te golpeare y luego te denunciare —habla entre dientes el rubio.

—Bien —verbaliza el pelinegro—. Pero si huyes te perseguire y te llevare con mi manada.

—¿Manada? —pronuncia incrédulo, Park, siendo guiado a quien sabe dónde por Jungkook.

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