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三人の愛

Jennie se encontraba en su casa, hoy era su día de descanso, todo estaba hecho un caos desde el día de la cena, no sabía que pensar, decir o hacer.

Extrañaba con todo su ser a Lisa, quien era la única que pudo combatir sus demonios internos, la única que los tomó y los hizo suyos y la culpa la invadía, pues Jennie la dejó, sin explicaciones, solo la deshechó, cuál envoltorio de dulce, la botó y ni siquiera le dió una razón congruente. Tenía razón Lisa al no querer hablar con ella.

La puerta de la gran mansión de abrió, dejando ver a Kai con sus maletas en mano y detrás de él, la pequeña Ella, quien corrió hacia su madre para saludarla.

— ¡Mami! — Gritó la pequeña corriendo a los brazos de su madre.

— ¡Ella!, ¡Hola mi amor!, ¿Cómo estuvo el viaje con papá? — Le preguntó cariñosamente a su hija.

— ¡Bonito!, había menados — Se emocionó al recordar a los animales que había visto.

— Venados amor, se dice venados — Rió Jennie.

— Venados — Se corrigió la niña.

— Me alegro de que te hayas divertido mi niña, vete a cambiar, ordenaré que te cocinen algo delicioso ¿Sí? — Le ordenó su madre.

— Chi mami — La niña corrió hasta las escaleras hasta su habitación, para entrar y cambiarse.

Kai se acercó a Jennie, queriendo dar un beso en su boca pero esta se quitó.

— ¿No me vas a dar un beso? — Preguntó el hombre.

— No, tu y yo no tenemos nada, recuérdalo, solo es por la niña — Soltó con coraje.

— ¡Jennie!, adivina quién llegó... — Apareció una rubia exaltada entrando por la puerta, cuando se percató de la presencia del hombre, se quedó callada.

— Rosé, hola — saludó nerviosa Jennie.

— Hola linda — Le devolvió el saludo.

— ¡Tía Rosé! — Exclamó la niña bajando las escaleras rápidamente para saludar a su tía favorita.

— ¡Enana! — Gritó Rosé recibiendo en sus brazos a la niña, abrazándola — ¿Cómo te fue? — Le preguntó.

— Ví muchos mena... — Lo pensó y se corrigió — venados — Se apresuró a decir.

— ¡Qué bien!, a puesto que eran los Venados de santa, ya casi es navidad — Le sonrió acariciando la cabeza de la pequeña.

Después de un rato, Rosé se fue, pues tenía cosas que hacer y la pequeña Ella se quedó dormida, pues había sido un viaje largo, casi 3 semanas en Canadá con su padre habían sido mucho para ella.

— Jennie — Llamó Kai a su esposa, quien estaba en la sala haciendo algunas cosas en su MacBook.

— ¿Qué? — Respondió la mencionada.

— Sé que has estado hablando del divorcio últimamente y quiero decirte que estoy dispuesto a dártelo, siempre y cuando me dejes ver a Ella — Habló comprensivo, llamando la atención de Jennie.

— ¿Por qué cambias de opinión tan repentinamente?  — Le preguntó curiosa.

— Estas semanas entendí que amo a mi hija y a tí, fuí un patán y un estúpido todo este tiempo, así que estoy dispuesto a renunciar a todo, incluso a ti pero quiero ver a mi hija crecer — Contestó con lágrimas en sus ojos.

— Kai, yo... — Fue interrumpida por él.

— Por favor Jennie — Pidió — Con el corazón te lo pido, no me apartes de ella — Rogó.

Jennie tomó un respiro para después pensar bien su respuesta — Kai, no podemos estar juntos, no te amo, no me importa lo que hagas esta vez, pero yo quiero ser libre, lejos de ti — Le dijo.

El hombre suspiró, tomó su mochila y se retiró de la mansión, saliendo con el corazón roto, pues los últimos años había tratado de remediar todo lo que hizo mal con Jennie, pero esta ya no lo amaba, en realidad, podía decirse que lo odiaba, el lo sentía.

No quería separarse de su hija, pues ella era su motor para seguir, pero Jennie se encargaba de hacerle saber que él no era merecedor de todo lo bueno.

Jennie se quedó en la sala de nuevo, sola, sintiendo que su mundo se caía, pero recordaba a su hija y siempre conseguía seguir adelante por ella, no importaba como fuera, ella siempre le daría lo mejor a su hija, pues era lo único bueno que le dejó el amor que sintió de verdad por primera vez en su vida.

De pronto escuchó como el timbre sonaba, se le hacía extraño, ya que esta vez la servidumbre no le avisó que había alguien en la puerta, pensó que tal vez se trataba del jardinero o de algún empleado que necesitaba la autorización para hacer algo en la propiedad, así que caminó hacia la puerta y la abrió,se quedó helada al ver de quién se trataba.

— Lisa — Abrió los ojos de la impresión.

— Hola Jennie, lo pensé, creo que tenemos una conversación pendiente — Habló sincera.

Jennie se quedó inmóvil sin saber que decir.

— ¿Puedo...? — Señaló el interior de la casa, indicando que sí podía pasar.

— Sí claro, pasa — Se quitó de la puerta para que su contraria pasara.

Lisa caminó hacia la enorme casa que aún recordaba con un sentimiento amargo en su pecho, sin saber que ese sería el día que cambiaría su vida.

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