Secuestro [Prt 1]
NOTAS: Al chile, esto no estaba planeado, pero necesitaba sacarlo de mi sistema porque las ganas de hacerlo no me dejaban dormir, además me sentí desmotivada que casi todas las historias que encontré de este ship culposo son malísimas (sólo 1 de 10 valen la pena)
Están escritas como el klo y esa fue motivación suficiente para sentir que valía la pena publicar el mío aunque no sea la mejor escritora.
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Sinopsis:
La historia se ubica en el primer encuentro entre el malvado rey de los demonios y el joven líder de los cazadores de demonios, que está por tomar un giro inesperado.
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Muzan Kibutsuji finalmente había dado con el escondite del aclamado líder de los insufribles cazadores que tantos obstáculos le habían puesto en los últimos años, dispuesto a acabar con él y reclamar su victoria.
Creyó que sería fácil, que sólo sería un humano más, pero después de intercambiar unas pocas palabras con él por primera vez, se dio cuenta que no era para nada parecido al resto de humanos que había conocido. Lo había hecho cabrear con apenas haber hablado.
Al rey demonio no le gustaba el rumbo que estaba tomando la conversación, pues sentía que no tenía completo control de ella, de la situación a pesar de que el hombre de aspecto deplorable frente a él apenas si podía moverse.
Él era el ser más temible y poderoso conocido en la historia de la humanidad y Ubuyashiki era capaz de anteponerse en su presencia con simples palabras. Sin pizca de miedo ni duda en su semblante ni su voz, una tan suave que se sentía como una caricia cada silaba pronunciada, sensación que estremecía el interior del demonio de una manera que le causaba escalofríos. Repulsivo.
Tenía que cambiar eso, cambiar la manera tan tranquila en la que ese hombre conversaba con él, a pesar de saber que había ido hasta ahí para matarlo, no se le veía en absoluto preocupado. Era como si el jefe de los caza demonios supiera que esa misma noche iría a buscarlo.
Las venas sobresalieron de su frente ante la idea de que un simple humano se hubiera anticipado a sus movimientos.
No era el escenario que esperaba en absoluto y aborrecía eso. Quería verlo nervioso, sentir su angustia, su odio, miedo. Algo, Pero sólo estaba ahí postrado, hablándole sobre sus creencias.
Ya ni siquiera quería matarlo, no en ese estado tan degradante que lo hacía ver más muerto que vivo. No, en ese momento, lo que ahora realmente deseaba con fervor era poder ver algo más allá de lo que el ojiperla le estaba permitiendo ver, algo realmente significativo e inolvidable. Después de todo, era su primer y último encuentro, porque acabar con su vida así nada más no le causaría ninguna satisfacción, todo lo contrario.
Tras pasar tanto tiempo buscando el jefe de la familia Ubuyashiki, quería realmente disfrutar el momento, saborear cada segundo y quizá, viendolo tan imperturbable, la única manera de hacerlo era hacer algo realmente impredecible, algo que nadie pudiera haber visto venir, que lo desconcertara y sorprendiera tanto al contrario como para poder tenerlo en la palma de su mano.
Tras pensar unos breves segundos, se le ocurrió algo, una idea tan retorcida y bizarra que incluso lo hizo dudar si se atrevería a algo así, pero siempre había hecho de todo para obtener lo que quería, así que no se detuvo a pensarlo mucho. Era algo arriesgado, pero lo haría
Un golpe repentino alarmó a Kagaya al no sentir a su esposa a su lado. De inmediato supo que Muzan le había hecho algo y la preocupación empezó a crecer dentro de su pecho al no poder comprobar su estado. Sonó como si su cuerpo hubiese sido azotado en una pared, pero no tenía manera de saber si seguía viva.
—¿Amane? —musitó su nombre esperando obtener alguna respuesta, pero lo único que escuchó fueron los pasos del demonio aproximarse aún más y, para su desconcierto, sintió el cuerpo del contrario posicionandose sobre el suyo. Trató de mantenerse en calma.
Muzan lo tomó por el cuello y lo volvió a acostar a la fuerza sobre su futón tratando de no romperle nada, arrancándole un débil quejido.
Su cuerpo era frágil, extremadamente frágil y delicado, podía sentirlo solo con tocarlo un poco. Tenía que arreglar eso.
Se lamió los labios al pensar en lo que estaba por venir.
—Te mantienes sereno incluso ante mis amenazas y solo hablas de tonterías... ¿Qué te parece si hacemos nuestro encuentro más interesante y gritas un poco para mí? —Kagaya se mantuvo firme. No veía caso siquiera tratar de defenderse, no tenía fuerza para intentarlo, así que se mantuvo quieto, esperando el próximo movimiento de su enemigo.
— Haz lo que te plasca —habló con voz firme.
—Te arrepentirás de haber dicho eso, Ubuyashiki —sonrió mostrando sus colmillos, complacido por sus palabras.
Usó su otra mano para abrir un poco el yukata que traía puesto, descubriendo que casi todo su cuerpo estaba cubierto de vendas.
—Mírate, tu cuerpo es tan repulsivo. Pareces un cadáver, incluso tocarte me produce náuseas —se burló, repasando una de sus afiladas uñas sobre el vendaje tan suavemente que hizo al otro estremecer, abriendo un poco más su ropa.
—¿Qué... Estás haciendo? —habló por fin al percibir los extraños movimientos de su agresor.
—Podemos arreglar eso, Ubuyashiki. Yo puedo arreglarte, porque no creo que puedas soportar lo que voy a hacerte si te dejo como estás —con una mirada maliciosa, aproximó su rostro al del joven indefenso, mordiendo su propio labio del que empezó a destilar sangre. Estaba ansioso.
La mano que tenía en su cuello, la subió a su quijada y la agarró con fuerza para evitar que su víctima se moviera.
La enfermedad de su piel no se había propagado hasta su boca, tenía unos labios bonitos. Finos y se veían suaves a la vista.
No le fue difícil juntar ambas bocas en un forzado beso que le arrancó al de abajo un jadeo de sorpresa. Su rostro palideció y a su mente le tomó unos segundos procesar la situación cuando sus débiles extremidades lucharon por querer apartarlo en lo que sabía, era un intento en vano.
Empezó a asustarse cuando sintió una mordida en su labio inferior lo suficientemente profunda para hacerlo sangrar. La boca de Kibutsuji también estaba sangrando cuando lo besó. Eso significaba que...
Su sangre se congeló ante la idea de que planeaba convertirlo en un demonio.
Jadeó entre ambas bocas, tornándose desesperado por impedirlo.
Muzan no puso evitar sonreír internamente por su reacción, así que profundizó el beso atrapando la lengua opuesta son la suya iniciando un incesante intercambio de saliva en una batalla bucal dominada por él para asegurarse de que su sangre se mezclara muy bien con la del otro.
Kagaya quería hablar, pero su voz se ahogaba en la boca del otro y Kibutsuji estaba tomando cada jadeo suyo para evitar que fuera escuchado.
Estaba perdiendo oxígeno. No podía respirar cuando repentinamente, un calor abrumador se invadió su interior como llamas expandiéndose rápidamente por sus venas. Su ritmo cardíaco aumento y su cuerpo entero se puso a temblar.
El corazón le latía demasiado rápido y tan fuerte que parecía que en cualquier momento se saldría de su pecho o explotaría.
La sensación fue tan intensa que sintió un tirón recorriendolo su esqueleto entero, lo que lo hizo arquear la espalda hacia atrás con una fuerza que lo obligó a romper el contacto labial, dejando entre sus comisuras hilos de sangre y saliva.
Le dolía todo, estaba sufriendo.
—¡Hah... !
Muzan se deleitaba viendo como se retorcía con desesperación y emitía gemidos de agonía debajo de su cuerpo.
Agarró sus muñecas estampando sus manos en el suelo para retenerlo mientras se transformaba. Si sobrevivía, tendría la fuerza suficiente para resistirse después y quería evitar eso.
Observó como mientras Kagaya gruñía y jadeaba, las marcas de su piel desaparecían, volviéndose cada vez más pequeñas hasta llegar a ser inexistentes. Se sorprendió al ver que habia tenido éxito.
El pelinegro debajo de él respiraba entrecortado y agitado, temblando de pies a cabeza debido al martirio al que había sido sometido.
—M-Muz... —intentó articular palabra sin mucho éxito.
El rey de los demonios no perdió tiempo y le quitó las sábanas de encima y abrió su delgada yukata, desgarrando las vendas de su pecho que cubrían su perleada piel para apartarlas del camino, comprobando que no quedaba ni una sola marca de la enfermedad en su cuerpo.
Y no sólo eso, llevó sus dedos a la boca de Kagaya, introduciendolos a la fuerza entre sus labios para poder apreciar la punta afilada de sus colmillos tan blancos como perlas.
Sonriendo con malicia, el ojirubí se aproximó al oído de su enemigo.
—Ahora eres mío. Me perteneces, Ubuyashiki —a decir, verdad, esperaba que no sobreviviera a la transformación, pero grande había sido su sorpresa cuando el nombrado parecía conservar su raciosinio humano. Se quejaba y respiraba demasiado rápido, pero no estaba fuera de control y casi no se movía, estaba temblando.
—Eres... despreciable —fue lo único que atinó a decir. Le había costado mucho trabajo ocultar su hostilidad hacia el rey demonio y ahora lo había convertido en uno.
Ubuyashiki no podía creerlo. De todas las cosas que pudo haber anticipado, jamás espero que ocurriera algo así. Su plan había fallado y lo sabía porque todo seguía intacto, se supone que todo acabaría cuando terminarán de conversar, pero no. Sus hijas se habían escondido bajo la casa, esperando el momento indicado para desatar la explosión, pero no ocurrió nada.
¿Será que ellas estaban escuchando lo que Kibutsuji le estaba haciendo?
La idea lo acojonó.
Si la explosión no ocurría, sólo podía esperar a que uno de sus pilares llegara y cuando eso ocurriera, le suplicaría que lo matará.
Por su parte, Muzan estaba complacido. Lo que venía a continuación hacía que su sangre se calentará, tanto que un poco de saliva acumulándose en su boca se escapaba de entre sus comisuras.
No es que no lo hubiera hecho con hombres antes, pero el que estaba bajo su cuerpo, no era cualquier hombre, se trataba de Ubuyashiki Kagaya, aquel que había estado buscando por mucho tiempo y tantos problemas le había causado.
Anhelaba su sangre, su sufrimiento, sus lágrimas.
Le arrancó descuidadamente las vendas que se interponían en su camino, dejando algunas mal puestas.
Se vio tentado en morder esa blanca carne que lucía tan suave, pero Kagaya le impidió acercarse empujando su cara con una de sus manos donde tenía garras bastante largas y al saber esto, quiso usar la otra para atacar su propio cuello y desgarrar su propia carne ante la vista atenta de Muzan.
El líder de los caza demonios estaba frenético y le costaba salir de su shock, sobre todo por la fortaleza que ahora sentía en todo su ser. Siempre fue débil y enfermizo, pero ahora, una fuerza desenfrenada dominaba cada una de sus células, una fuerza que lo abrumaba y a la cual no estaba acostumbrado.
Hace mucho tiempo se había resignando a morir y ahora todos sus males se habían ido porque su mayor enemigo, al cual tanto odiaba, lo había transformado en un monstruo de la misma clase que su familia y sus preciados hijos habían estado combatiendo desde hace muchas generaciones.
Continuó atacando su propio cuello en continúas estocadas de las que salían borbones de sangre.
—¿Qué estás haciendo? —Muzan lo llamó, agarrando la muñeca del otro para apartar la mano de su rostro. Este se resistió—. Sabes muy bien que solo la espada de un cazador puede matarte.
Kagaya no le contestó y quiso retener sus quejidos mientras seguía cortándose el cuello con las uñas, apretando los dientes.
El rey demonio lo agarró de ambas manos y con una sola suya, las aprisionó sobre su cabeza, arrancándole un pequeño gruñido.
—No voy a mentir, me gusta lo que veo —a pesar de todo, Kagaya no parecía tenerle ni un poco de miedo, más bien, se le notaba indignado.
Lamió sus propios labios antes de acercarse a ese anelado cuello pálido, lamiendo la sangre que salía de la herida que se estaba cerrando. Era exquisita, diferente a todo lo que había probado antes. No pudo resistirse a encajar sus dientes en una suave mordida que sobresaltó a Ubuyashiki.
Coló su mano libre bajo la ropa del otro y empezó a acariciarlo con una gentileza que destilaba veneno. Repasó su pecho hasta toparse con uno de sus pezones, tan suaves que le generaban bastante morbo.
Bajó su boca llena de sangre hasta el pecho blanco de Ubuyashiki y terminó por despojarlo de su ropa en esa área, dejando solo unas cuantas vendas estropeadas.
Eran de un rosa pálido y se veían tan delicados. Muzan atacó uno de ellos con su boca mientras su mano se dedica a frotar y retorcer el otro, esa acción le provocó al pelinegro un ataque de pánico que por poco lo hace gemir, pero no quería darle a su enemigo el gusto de escucharlo así que se opuso a dejar salir su voz mordiendose el labio, para así asegurarse de que no saliera ni un solo jadeo.
Muzan se dió cuenta de ello y eso lo hizo desear ejercer más fuerza sobre él. Sabía que tenía que ser más duro.
Empezó a repartir duras mordidas y juguetear con su cuerpo recorriendolo descaradamente con sus manos, dejando marcas y rasguños por la pálida superficie debido a la fuerza que ejercía.
Había soltado el agarre de sus muñecas y Kagaya solo pudo agarrarse del futón, enterrando sus garras entre la tela a las cuales se aferraba con tanta fuerza que el alma se le iba en ello.
Una de las manos de Muzan descendió hasta sus muslos y lo acarició con fervor, rozando su piel con las afiladas uñas que no buscaban dañarlo, pero el deseo que desprendía su cuerpo era tanta que terminó por enterrarselas un poco y hacerlo sangrar mientras los chupetones y lamidas iban dejando un recorrido de saliva por su torso.
Muzan se encontraba entre sus piernas y Kagaya pataleó y se removió con tal de resistirse pese a saber que no podía hacer nada contra su fuerza.
Sólo le quedaba aguantar. Quizás si Muzan estaba lo suficientemente distraído con él, los pilares podrían acorralarlo y cortarle la cabeza. Así que se prometió ya no resistirse tanto aunque la situación lo asqueara.
Sintió una mano invasora acariciar su entrepierna sobre el fundoshi, su primer instinto fue contraerse y tratar de cerrarlas pero el ojirubí no se lo permitió.
—Aunque ahora puedas regenerarte, puedo lastimarte, así que trata de quedarte quieto o será peor —le advirtió separándole las piernas con rudeza y puso su cara entre estás. Se molestó al ver la estorbosa ropa interior que se interponía con su objetivo.
Tomó la parte media del fundoshi y lo jaló hasta arrancarla con sus dientes, sacándole un jadeo de sorpresa a Kagaya al sentirse descubierto en su intimidad.
El resto de la tela terminó por arrancarla haciéndola jirones y finalmente pudo apreciar lo que tanto quería; sus genitales y el resto de sus partes íntimas lucían impecables sin vello púbico ni imperfecciones. Todo se veía suave y delicado a la vista, dónde sobresalía un rosado anillo de carne que lucía bastante estrecho.
¿Era posible que el cuerpo de un hombre luciera así de perfecto?
Ahora se sentía bastante hambriento.
Sacó su lengua e hizo uso de sus poderes para alargarla, triplicado su tamaño con la que podía abarcar todo su falo a la hora de chuparlo y así lo hizo. Envolvió el miembro del patrón de los pilares con su larga lengua, lamiendolo de arriba a abajo, incluyendo sus testículos que eran acariciados por la punta de ese músculo escurridizo y cálido que lo degustaba.
—¡Ah! —el patrón de los cazadores jadeó escandalizado y agarró la cabeza de Muzan tirando desesperadamente de su cabello para detenerlo—. Eso no...
Un calor se acumulaba en su vientre bajo por el acto del rey demonio y eso lo ponía a temblar. Nunca le habían hecho algo así antes. La única vez que tuvo intimidad con su esposa corrió con la suerte de poder conceder a sus cinco hijos en un embarazo milagroso con ese único acto que no se volvió a repetir debido a su constante deterioro de salud.
Lo que le estaba haciendo era algo totalmente nuevo para él y le asustaba, pues mientras la boca del oji rubí invadía sus genitales, pudo sentir uno de sus dedos palpando su entrada.
—Ugh... —volvió a hacer un enorme esfuerzo por silenciar su voz, tirando con más fuerza del cabello del otro—, no hagas... eso —. Hizo uso de una descomunal fuerza de voluntad para no mostrarse afectado pese a que ese tipo de contacto lo estaba quemando por dentro.
—¿Qué sucede? ¿Es la primera vez que te tocan de esta manera? —Kibutsuji se mofó mientras veía el rostro vendado de Ubuyashiki, que estaba seguro, estaba bastante rojo.
Se sentía extasiado por el hecho de que tiraba tan fuerte de su cuero cabelludo y eso lo motivó a bajar su lengua hasta ese casto orificio tan apretado que su dedo no podía siquiera abrirse paso.
—Ngh... Para... ¡Hah!—musitó débilmente para después arquear su espalda cuando un escalofrío recorrió su columna vertebral como un latigazo.
Le estaba lamiendo ese lugar con tanto descaro mientras sus dedos acariciaban su contorno. Quería gritar, pero sólo se limitó a maldecirlo en su mente, ya se sentía lo suficientemente humillado y avergonzado como para dejar que ese demonio lo escuchara gemir, pero sentía que no podría mantenerse callado por mucho más tiempo.
—M-Muzan, detente... Ese lugar... ese lugar está sucio... —enredó sus dedos entre los cabellos rizados de su enemigo, sin saber que a este poco le importaba, pues no le parecía nada sucio. Además, lo había escuchado pronunciar con esa suave voz su nombre en un gemido aunque bajo, sonó lo suficientemente obsceno como para aumentar la excitación del rey.
—Deten... ¡Ah! —no pudo contenerse más cuando sintió que la lengua extremadamente larga de Muzan se había adentrado en su recto, dilatando y recorriendo sus paredes con una saña que dejó al oji morado atónito.
Cubrió inmediatamente su boca con ambas manos, lamentándose por gemir tan alto.
El pelinegro de cabello rizado separó sus glúteos con los pulgares para tener mejor acceso entre estos y elevó un poco sus caderas para estar más cómodo. Su propio miembro palpitaba excitado bajo su pantalón y clamaba atención.
A decir verdad, no le importaba si lo lastimaba, pero él tampoco quería sentirse incómodo al entrar, por lo que tenía que dilatarlo bien primero.
Sacó su lengua y aprovechó la humedad para introducir de golpe el primer dedo, haciendo que las paredes del menor se contrajeran de dolor, atrapando su índice entre la carnosidad cálida.
De no ser porque se cubría la boca, un grito que delataba su dolor e incomodidad por la intrusión habría resonado en toda la mansión.
—Deja eso —Muzan habló—, me molestas —. Dijo, refiriéndose a la negativa de Kagaya, pues él realmente ansiaba escucharlo, pero sabía que ese hombre no lo complacería tan fácilmente.
Con su mano libre, le apartó las manos y las sostuvo con fuerza para procurar que no se cubriera de nuevo.
—¿No ves que intento ser gentil, Ubuyashiki? Lo mínimo que puedes hacer es dejarme oír como me suplicas que pare. Si no lo haces, no tendré piedad contigo y desearás que te haya matado, ¿eso es lo que quieres?
—Sabes que no lo haré... No importa cuanto intentes torturarme —su voz sonó temblorosa, pero no cedió a las intimidaciones.
Las venas sobresalieron del cuello de Muzan ante la ausencia del miedo en su voz.
Enterró abruptamente un par de dedos en su interior y este se cerró con fuerza ante la intrusión, pero el mayor ejerció movimientos bruscos embistiéndolo una y otra vez acariciando sus delicadas paredes con tal de que estas se abrieran un poco y cedieran al caluroso contacto.
—¡Ugh! ¡Ah... ! —los labios de kagaya comenzaron a sangrar por lo fuerte que los mordía con tal de mantenerlos cerrados, pero el fuerte dolor en su esfínter se lo hacía imposible.
Agradecía tener las vendas sobre sus ojos, así al menos no veía los horrores cometidos contra su cuerpo e impedía que su llanto se notara.
—Eso es... —el mayor exclamó complacido.
Deseaba tanto verlo así, vulnerable y tembloroso, completamente a su merced.
Decidió que era suficiente y retiró sus dedos completamente húmedos. Liberó las manos de Ubuyashiki, dándole la oportunidad de tomar un respiro mientras él desataba su cinturón, seguido de bajar el cierre de su bragueta, liberando finalmente su erección. Aprovechó también para deshacerse de su chaqueta y la corbata que le estorbaban.
Kagaya escuchó atentamente sus movimientos, alarmado al saber lo que significaba.
Muzan volvió a posicionarse sobre él, manteniendo sus piernas separadas. En cuanto pegó la punta de su miembro en el orificio virgen del patrón, este se defendió arañándole toda la cara con ayuda de sus afiladas garras de demonio, pero a pesar de la profundidad de la herida, Muzan no se inmutó.
Azotó la cabeza de Kagaya contra la almohada para mantenerlo quieto, encimándosele casi hasta aplastarlo y se dispuso a entrar en él comenzando con leves empujones, arrancádole jadeos y quejidos al menor que no podía retener por la abrumadora sensación de ser abierto de esa manera, cuyo dolor le recorría toda la espalda a medida que su grosor se adentraba en él.
—Ouh... Hah... —Muzan puso su atención en la voz entrecortada de su contrario, una tan suave y dulce que era un deleite para sus oídos, más aún si destilaba sufrimiento.
El cuerpo de Ubuyashiki se sentía como una reliquia sagrada que no merecía ser tocada por nadie, por la energía casi santa que emanaba de su ser. Eso sólo lo hizo desearlo más. Él había manchado su pureza y robado su castidad, pisoteado su honor, eso lo hizo sentir dichoso. Quería que todo lo que le pertenecía a ese hombre fuera de él. Quería robarle todo, poseerlo completamente.
Dio una estocada fuerte con la que finalmente pudo entrar por completo hasta chocar su pelvis con el trasero del menor quién gimió ahogadamente.
Tal vez era porque había pasado un buen tiempo desde la última vez que tuvo sexo, ya ni siquiera recordaba hace cuanto, pero el interior de Ubuyashiki lo hacía sentir como si fuera a explotar, estaba demasiado apretado y caliente dentro.
La presión alrededor de su miembro estaba volviéndolo loco.
El enfoque en sus objetivos lo había distraído demasiado, haciéndolo olvidar aquella necesidad carnal y guardarla hasta lo más profundo de su ser, necesidad que surgía nuevamente, dispuesta a saciarse por el tiempo perdido hasta quedar completamente satisfecho.
Quería mantener el control para no parecer una bestia salvaje, pero le resultaba difícil, sobre todo al ver el rostro completamente rojo del menor. Las vendas se habían desacomodado dejando al descubierto uno de sus ojos, revelando una esclerótica negra y un iris de un peculiar color morado.
El ojos de rubí lo miró detenidamente. Por alguna razón, se le hacía un poco familiar, como si lo hubiera visto antes en otra parte, pero en ese momento, no podía recordarlo y no le dió importancia, porque las lágrimas que abundaban en su mirada lo hizo gruñir por el placer que le otorgaba esa vista.
Ya se había acostumbrado a su calor, así que lo agarró de ambas piernas y se las abrió para que él pudiera moverse con más libertad, lo que desató el incesante llanto de Kagaya quien giró la cabeza en un intento de esconder sus lágrimas descendiendo como un río por su rostro.
Lo embistió con fuerza, sintiendo como el cuerpo bajo el suyo se agitaba por las oleadas de éxtasis que lo recorrían con cada movimiento suyo. Lo retiró un poco y volvió a introducirlo con un poco más de fuerza y velocidad al notar que la entrada empezaba a acostumbrarse a su tamaño, lo que le permitía deslizarse más fácilmente.
Ubuyashiki gemía sin cesar, no podía evitarlo, era más fuerte que él. Doblaba su cuerpo de una manera incómoda, lo embestía sin descanso y seguía procesando el hecho de haber recuperado la vista, pero no lo quería ver a él ni nada de lo que estaba sucediendo, así que optó por cerrar los ojos, pero también necesitaba desahogarse.
Muzan lo embestía como si quisiera alcanzar sus órganos y eso no lo dejaba pensar con claridad, sólo sentía esa carnosidad dura entrar y salir salvajemente de su cuerpo, arrancándole gemidos que no deseaba emitir.
Llevó sus manos a la espalda tensa del mayor y le encajó las uñas comenzando a desgarrar su camisa. Necesitaba aferrarse a algo que lo ayudara a soportar ese martirio al que su cuerpo se estaba acostumbrando y no podía resistirse.
Al sentirlo, Muzan se regocijó y decidió que dejaría que dañara su espalda sin importar cuanto sangrara, eso le generaba morbo y no pensaba regenerarse hasta terminar.
Su interior era exquisito y no podía parar de embestirlo, pero necesitaba más.
No fue consciente en el momento en que sacó sus garras que se enterraron en la madera del piso al cuál se aferró por su desenfrenado éxtasis y se mantuvo así mientras continuaba embistiéndolo, disfrutando de sus gemidos y sollozos.
Tuvo el impulso de morderle el cuello, pues su aroma lo hacía salivar y deseaba degustar su suave carne otra vez. Encajó sus colmillos e inmediatamente la sangre emanó de la herida manchandolos a ambos.
Kagaya se quejó por ello, pero se aferró con más fuerza a la espalda de Muzan, habiéndole desgarrado la camisa casi por completo.
El pene de Kibutsuji emanaba demasiado calor que el menor podía sentir acumulándose en su interior. Se sentía morir, como si se derritiera dentro de él, sólo quería que terminara de una vez.
—Kibut... suji... Mu... —su interior le dolía y deseaba que se apresurara para ponerle fin de una vez, pero no quería que terminara dentro suyo y quería hacérselo saber.
Intentó hablarle pero estaba tan extasiado que no podía formular correctamente las palabras y de sus labios sólo se emitían incoherencias. Eso traía loco al rey de los demonios.
Su cuerpo sudaba en exceso y se mezclaba con el de su enemigo cada vez que sus pieles chocaban.
—¡Ah! —en una de sus embestidas, Muzan logró empujar lo suficientemente profundo hasta alcanzar la próstata de kagaya quien emitió un sonoro grito que lo hizo salivar, echando la cabeza para atrás por la fuerte corriente eléctrica que se descargó en su cuerpo.
Kibutsuji sonrió victorioso para sí mismo y se concentró en golpear repetidamente ese lugar para la desgracia de Ubuyashiki quien ya no podía contener sus gemidos al ser embestido en ese punto sin descanso.
—¿Aquí? ¿Te gusta cómo se siente cuando toco este lugar? —se mofó su opuesto.
Las lágrimas aglomeradas en sus ojos se desbordaban de sus cuencas con más persistencia que antes. Estaba empezando a ponerse duro.
Puso una mano en el pecho de Muzan como señal de que disminuyera la velocidad mientras que se dedicó a morder su otra mano como mordaza, haciendo todo lo posible por retener esos vergonzosos sonidos.
Kibutsuji respiraba con fuerza y no quería dejar de escuchar aquellos gritos, por lo que le apartó la mano azotándola con fuerza en el piso y aprovechando la abertura de sus labios entreabiertos, metió su lengua hasta la garganta del otro, obstruyendo su respiración. Kagaya le rasguñó el pecho disgustado por su acto.
Si Ubuyashiki no quería gemir para él, lo asfixiaría hasta que clamara por aire y no pudiera contenerse.
Muzan continuó dando fuertes estocadas en aquel punto dulce que parecía un interruptor que hacía vibrar el cuerpo del oji morado, mientras sentía cómo su voz moría entre sus bocas. Sus lenguas combatían entre ellas, la de Kibutsuji por mantener el dominio de la situación y la de Ubuyashiki por impedírselo, llegando incluso a morderla, lo que provocó una pesada exhalación nasal por parte de Muzan.
—No pued... No... —Kagaya logró separarse momentáneamente, pero así como rompió el contacto, Muzan volvió a tomar su rostro a la fuerza volviendo a secuestrar su boca.
Pese haberse convertido en un demonio, aún sentía que necesitaba tener aire en sus pulmones para poder respirar.
Como si no fuera suficiente, el rey demonio sintió la erección de su contrario chocar contra su abdomen, algo que lo sorprendió, pero también logró complacerlo de sobremanera.
De forma maliciosa, llevó su mano hasta el falo y comenzó a masajearlo para el asombro de su dueño. Su perplejidad fue tal que rompió el beso dejando puentes de saliva que aún unían sus lenguas y se fijó en los movimientos de Muzan.
—De... Déjame... —jadeó entre espasmos por el placer que le otorgaba ese contacto frenético.
—¿Qué sucede? ¿No quieres correrte mientras te follo? —Kibutsuji tenía razón al decir que por nada del mundo quería que sucediera, muchos menos con él tocándolo así. No podía permitirlo—. Te gusta como se siente, ¿no? Tu cuerpo está diciéndomelo, pero eres demasiado terco para admitirlo.
Aumentó la fuerza con la que lo masturbaba y volvió a embestirlo tocando su punto sensible mientras se regocijaba por sus excitadas reacciones que a estas alturas le eran imposibles de ocultar. Le encajó las uñas en los brazos al aferrarse a estos y Muzan tembló extasiado.
Aún no sabía cómo es que su interior podía sentirse tan bien. El roce de su piel lo quemaba y su delicada voz jadeante junto a su oído lo estaban llevando cerca del clímax.
—Estoy dentro de ti —habló, arrastrando las palabras embriagado de placer—, ¿Lo sientes, Ubuyashiki? ¿Sientes como te hago mío y disfrutas cómo te toco? ¿Por qué no sonríes como antes? —. Muzan poso su atención en el rostro del menor, mirando fijamente su ojo morado, el mismo color que había visto aquella vez.
Entonces, se acordó.
Unos años atrás, él se encontraba escondido bajo la frondosa oscuridad del denso bosque, no habiéndole dado tiempo para llegar a su guarida cuando amaneció por andar ocupado con otro asuntos.
A lo lejos, se distinguía un río sobre el que se había construído un puente y sobre este, había un joven de pie, apreciando la belleza de los árboles de cerezos que rodeaban el lugar, regocijándose con la belleza de la naturaleza que con su suave brisa, arrancaba los pétalos de las ramas y las acunaba en su seno haciéndolos bailar en el aire.
Los pétalos rosados envolvían al joven de cabello lacio color negro con un corte por encima de sus hombros, la piel igual de blanca como la porcelana y un par de ojos benevolentes de un hipnotizante color morado que brillaban al ver el paisaje.
Muzan lo recordó de golpe. No sabía cuánto tiempo se le había quedando viendo a ese humano, y jamás habría imaginado que se trataba del mismísimo Ubuyashiki, al que ahora tenía debajo de él a su merced, jadeando y sollozando débilmente.
Miró su rostro embelesado una vez más, se le veía cansado, sudaba en exceso y respiraba aceleradamente.
Hundió sus dedos entre sus cabellos, tirando con fuerza y se le repegó cuando sintió que el final estaba cerca. Movió sus caderas con descontrol ante la atónita mirada de Kagaya quien apretó los dientes por la rudeza a la que lo sometía.
Muzan lo embistió de nuevo, liberando espesas cantidades de semen en su interior que se desbordaron por todo su trasero como ríos.
Ubuyashiki trató de aguantar, logró retenerlo lo suficiente pero al sentir un fuerte tirón en su miembro, unas gotas de pre-semen escurrieron de su uretra.
—¡Agh! —se asqueó bastante cuando sintió el semen de Kibutsuji vertirse dentro de él en una cantidad absurda.
Sus piernas temblaban y su cuerpo se contraía mientras Muzan se corría dentro. Kagaya pensó que todo había terminado, aunque no podía estar más equivocado.
Intentaba normalizar su respiración cuando el rey de los demonios sacó su miembro abruptamente, dejando que los chorros blancos de ese líquido escaparan por su enrojecida abertura.
El oji rubí no perdió el tiempo y lo agarró violentamente para girarlo boca abajo, azotándole la cara en la almohada. Kagaya gimió por el golpe y su cuerpo nuevamente se tensó cuando Muzan volvió a penetrarlo con fuerza sujetándolo de las caderas.
—¡Espera! ¿Qué... ? —se abstuvo ante la tentación de girarse para verlo, así que cerró los ojos para evitarlo.
Siempre quiso saber cómo era Kibutsuji Muzan, aquel aclamado enemigo que le había causado desgracia y odio al mundo, pero ahora no deseaba verlo, ni hacer contacto visual por mínimo que fuera. No quería conocer el rostro de su captor, el mismo rostro de la maldad.
—¿Creíste que habíamos terminado? —el de cabello rizado se acercó a su oreja para susurrarle—, Ni siquiera estoy cerca de estar satisfecho—. Enterró sus dedos en sus caderas y volvió a embestirlo, buscando el mismo punto que a Kagaya le hacía perder el control de su voz. Se había propuesto hacerlo correrse y poder humillarlo más de lo que ya estaba. Se frustró al no poder hacerlo a la primera, pues su rival era persistente, pero no era una misión imposible.
—¡Ah! P-para... —pidió entre espasmos. En esa nueva posición, sentía como si su cuerpo fuera a explotar con cada estocada.
Sentía el pene de Muzan golpear su interior con esmero y una fuerza desmedida, tanto que podía notarse el bulto bajo su vientre cada vez que se hundía en él.
Aferró sus manos al futón y puso su boca contra la almohada para silenciar sus gemidos. Al mayor no le gustó eso; así que lo agarró del cabello con brusquedad elevando su cabeza para seguir embistiéndolo.
—A-Amane... —Muzan gruñó al escuchar ese nombre—, ¿d-dónde... ? ¡Ah! ¿... Está ella? —. No sabía bien a quién se refería, pero recordó a la mujer inconsciente en un rincón del cuarto, la que asumió, era su esposa.
Agarró su rostro tapándole la boca. Las venas por la rabia podían notarse bajo su piel.
—Shh... Ella está dormida, o ¿quieres que la despierte para que vea cómo me follo a su esposo? —el cuerpo de Kagaya se contrajo ante la amenaza, oprimiendo el pene del mayor quien jadeo por la presión repentina, pero se mantuvo enfocado—. No vuelvas a preguntar por ella. Si lo haces, haré que mire como te follo hasta que te desmayes antes de arrancarle la cabeza, ¿estamos?
Un pequeño asentimiento fue respuesta suficiente para satisfacer a Muzan y este procedió a atacar su cuello, succionando su piel, haciendo que se retorciera debajo suyo. Chupo toda la piel que tenía a su disposición bajando hasta su hombro donde volvió a encajarle los dientes haciéndolo sangrar.
Descubrió la boca de Kagaya y usó su mano para acariciarle el pecho y los costados de su cuerpo, repasando sus finas curvas, llegando a rasguñarlo mientras sus dedos descendían por el torso.
—¡Ngh! —el oji morado estaba demasiado tenso.
Clavó las uñas un la tela del futón y la desgarró llegando a la fina madera del piso. Dejó escapar un gemido ahogado donde escurrió sin querer saliva de su boca debido al éxtasis. Muzan seguía golpeando su interior, haciendo fricción en sus húmedas paredes, atacando su próstata despiadadamente mientras disfrutaba lastimándolo.
Su cuerpo temblaba. Estaba agotado. Ya no podía más, ni siquiera sus heridas se estaban regenerando por el desgaste de energía.
Se encontraba hambriento y lo sabía; sus tripas gruñían y ya no tenía fuerza en sus extremidades para sostenerse, pero claro que comerse a alguien es algo que jamás haría. Se abstendría hasta perder la consciencia y esperaba que ocurriera pronto.
Muzan continuó repartiendo chupetones y rasguños por todo su cuerpo, deleitando su vista con las marcas moradas y rojizas que quedaban a su paso en esa piel nívea. Notó que Ubuyashiki ya casi no se movía.
—Hey... —lo llamó, pero no le respondió.
—¡Hah! —agarró sus brazos y los jaló hacia atrás, doblandole la espalda y continuó dando fuertes estocadas a punto de correrse de nuevo.
Fue entonces que Kagaya giró levemente su cuello, mirando por el rabillo del ojo a su abusador y lo primero que vio fueron los brillantes ojos que parecían dos rubíes y destellaban una intensa lujuria.
A Muzan le encantaba el ángulo desde donde lo veía y la mirada del joven líder sobre él intensificaba aún más el placer que sentía. Estaba cerca del final, quería hacérselo más fuerte, más rápido y volver a llenarlo las veces que hicieran falta hasta sentirse satisfecho.
Mientras el demonio de ojos rojos estaba embelesado en su acto, Kagaya escuchó un ruido ajeno al encuentro entre sus cuerpos. Escuchó ruidos débiles desde un rincón del aposento.
Con los años, había aprendido a distinguir los movimientos, los sonidos e incluso el peso que el cuerpo de su esposa ejercía cuando se encontraba sobre el suelo rústico de su hogar. No necesitaba buscarla con la mirada para saber que estaba cerca de ellos, que estaba despertando.}
—¡M-Muzan... ! —gimió bajo muy a su pesar, llamando la atención del rey demonio que le contestó con voz ronca al estar cerca de su segundo orgasmo.
—Ngh... ¿Qué? —preguntó sin mucho interés.
—Te... Termina... rápido... —articuló torpemente las palabras con la angustia alojándose en su pecho.
Si ella lo llegaba a ver así, la destruiría. No soportaba la idea de que ella sufriera de alguna forma, no se lo perdonaría. Se negaba rotundamente a permitirlo.
—Por... Por favor, sólo... ¡Ah! Termina... dentro —esas palabras impactaron a Muzan debido a que no las esperaba, pero no le tomó mucho tiempo darse cuenta del por qué.
Echó un vistazo hacia atrás viendo el cuerpo de la albina moverse lentamente a medida que recuperaba la consciencia.
Hubiera sido divertido torturar a Ubuyashiki un poco más, pero de un segundo a otro, sintió a la distancia la presencia de varios humanos, enseguida dedujo que podría tratarse de los pilares. Ya llevaba un rato desde que había llegado a la mansión y era obvio que los mejores espadachines vendrían a proteger a su comandante.
No podía quedarse más tiempo ahí si quería seguir disfrutando de su encuentro.
Sonrió con picardía y chocó nuevamente su pelvis contra la retaguardia del otro pelinegro, recibiendo una cálida presión de sus paredes en respuesta. Kagaya se mordió el labio.
—Como desees —se puso tan frenético como una bestia. Jaló ambos brazos hacia atrás permitiéndole dar estocadas más certeras en el punto especial de Ubuyashiki, lo que lo llevó a que este finalmente se corriera, causando el mismo efecto en el rey quien se deleito al escuchar el sonoro pero jadeo que emitió de sus garganta al alcanzar el clímax.
La semilla del rey de los demonios se desbordaba por segunda vez en el interior del joven líder de los cazadores. El semen no tardó en escurrirse por sus muslos temblorosos en varios hilos blancos repartidos por sus piernas.
El menor se desplomó agotado sobre el desordenado futón. Jadeaba en inhalaciones largas y profundas, tratando de recuperarse de ese nada agradabilísimo encuentro.
Muzan pegó su pecho húmedo a la espalda del aclamado "patrón" de los caza demonios y lo tomó nuevamente del cabello para hablarle al oído.
—Dime, si dejo a tu esposa en paz, ¿vendrías conmigo? —el silencio de Ubuyashiki habló por él—. Tus pilares están en camino. ¿Qué crees que pensarán cuando vean a su jefe en esta posición? ¿Cómo se sentirían? Tú mismo lo dijiste hace rato: si mueres, estarán lo suficientemente motivados para tratar de destruirme, pero en cambio, si te llevo conmigo y te dejo vivir, su moral se irá por los suelos al no haber podido salvar a su líder.
Ubuyashiki apretó los dientes. No le gustaba para nada el escenario.
—¿Sabes? Planeaba acabar con todos los cazadores en masa esta noche, pero creo que puedo posponerlo un poco más... Si te llevo conmigo y me dejas usarte un rato para complacerme, prometo que durante todo el tiempo que estes conmigo, haré que los demonios se mantengan alejados de los humanos. Eso también le dará tiempo a tus espadachines para prepararse. ¿Qué dices? —Kagaya frunció sus labios, derrotado.
No es como si tuviera más opciones y Amane ya había abierto los ojos.
Tuvo que tragarse su rabia, su odio y su orgullo cuando hundió sus dedos en la cabeza de Muzan y lo atrajo hacia sí pegando sus labios con los del ser que más odiaba en el mundo. Fue un toque algo tosco, pero con morbo, suficiente para cerrar el trato.
—Aunque me mates después, cumplirás tu palabra —advirtió al separarse, observando una maliciosa sonrisa en el rostro contrario.
—Siempre lo hago.
Kagaya ya no estaba tan intranquilo, pues sabía que aunque él muriera, Amane se encargaría de ocupar su lugar junto a sus hijos. Lo único que lamentaba era no poder cumplir la promesa de dejarla morir a su lado.
Cuando los pilares llegaron a la mansión, todo lo que encontraron fue un lugar vacío y una albina desconcertada la cual tenía un severo golpe en la cabeza. Comunicó que lo único que alcanzó a ver al despertar, era una puerta en medio de la habitación por donde Muzan Kibutsuji se llevó a su esposo en brazos.
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NOTA: Sé que no se siente como un final digno, pero no está en mis planes una continuación, pues la idea surgió de un capricho xd creo que dependerá de mis ánimos, pero ya veremos... ¡Gracias por leer!
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