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Mi secreto

NOTAS: ¿Qué creen, wey@s? Se me vino otra idea a la mente y tenía que escribirla sí o sí y como creo que puede repetirse, ese libro será sobre one shorts de este ship, así que aquí tienen. 

Sinopsis

El señor de los demonios tiene un objetivo que ha compartido con sus subordinados más poderosos para asegurarse de que se cumpla lo antes posible, por lo que ellos se esmeran en cumplir sus órdenes al pie de la letra, porque todos saben que acabar con la organización Cazademonios es el primer paso, pero lo que ellos no saben, es el secreto que guarda su rey e involucra al líder de los cazadores.

[ . . . ]

Muzan Kibutsuji era conocido como el rey de los demonios, aquel monstruo que siglos atrás desató el peor de los males que haya pisado la Tierra y ha atormentado a la humanidad desde entonces.

La casa Ubuyashiki, del cual se originaba dicho hombre convertido en demonio, se alzó en armas convirtiéndose en la fundadora de la compañía especializada en exterminar su estirpe perversa.

La guerra entre el caos y la paz ha continuado por generaciones, tiempo en el que Kibutsuji se juró a sí mismo encontrar la casa Ubuyashiki, más específicamente, al líder del clan que se ha atrevido a interferir en su camino y frustrado sus planes en numerosas ocasiones.

Si cercenaba la cabeza de la compañía, acabar con el resto de ellos sería pan comido.

Incluso creó a su propia élite de soldados a los que les asignó, entre muchas de sus tareas prioritarias, encontrar al actual jefe de la familia Ubuyashiki.

Ese era su objetivo, la clave para ganar esa guerra interminable y cumplir sus más salvajes sueños, pero Muzan Kibutsuji tenía un secreto, uno que no podía revelarle ni a su más fiel seguidor, claro que destruiría a cualquiera que tuviera la osadía de juzgarlo, contradecirlo o darle una opinión a menos que él se la pidiera, pero siquiera pensar en ello, lo hacía entrar en crisis, hundiendo en un mar de preguntas y contradicciones que lo hacían dudar de lo que creyó que siempre quiso, de lo que sentía.

Todo comenzó una animada y ruidosa noche en un festival en el que el señor de los demonios salió en busca de víctimas, tanto para saciar su hambre como para transformarlos en demonios que se unieran a sus filas contra los cazadores. 

Caminando entre las calles atiborradas de personas, juegos y puestos de comida, Kibutsuji chocó accidentalmente con el cuerpo de otra persona que parecía no fijarse por donde caminaba por ver el festival.

Muzan agarró a esa persona de los hombros, alejándola suavemente con una expresión serena que camuflaba la flameante ira que albergaban sus intensos ojos.

—Perdóneme —escuchó una suave voz masculina proveniente del joven que tenía enfrente.

Muzan lo inspeccionó por un momento: su cabello azabache y lacio le llegaba por encima de los hombros, haciendo un llamativo contraste con su piel de tez perlada y esos iris de peculiar color que tenían una mirada tan gentil como atrayente.

Pero una curiosa cicatriz atravesaba su ceja izquierda y parte de su párpado, extendiéndose hasta su frente.

—Lo siento —se disculpó nuevamente al ver el temple serio del hombre con el que había tropezado—, no me fijé por dónde iba. Estaba demasiado maravillado viendo todo lo que hay en el festival. Nunca había estado en uno —desvió su vista a otro lado, atraído por los puestos, las luces y las risas de la gente que los rodeaba. 

Había un destello en sus ojos amatista que Kibutsuji no pudo describir.

Lo soltó y sonrió falsamente, fingiendo simpatía.

—No te preocupes... Sólo ten más cuidado.

—¿Viene solo? —la pregunta extrañó un poco a Muzan, pero aún así le contestó.

—Sí, en realidad, sólo estoy de paso. No me gustan este tipo de cosas —admitió, llamando la atención del menor.

—Ya veo, qué lástima... De hecho, yo no debería estar aquí, pero no pude resistirme a venir... ¿Le importaría acompañarme un rato? 

Muzan dudó. 

¿Por qué ese humano de aura angelical se le acercaba a un extraño y le pedía compañía? No tenía por qué aceptar, no le beneficiaba en nada, sólo lo retrasaría.

—Sería un placer —¿por qué diablos dijo que sí?

Quizás porque ese joven no representaba una amenaza y escucharlo hablar... Escuchar su voz le provocaba un hormigueo en el pecho y hacía que sus músculos se relajarán. 

Estaba por retractarse, pero al ver la sonrisa de agradecimiento que se ensanchó en ese caso inocente rostro, lo descartó.

No perdía nada con acompañarlo un rato, después de todo, tiempo le sobraba.

—¿Puedo preguntar su nombre?

—Ashura —mintió con rapidez.

—Es un placer, Ashura-san. Puedes llamarme Kagaya.

Muzan acompañó al muchacho a varios puestos donde compraron algunas cosas que fueron del agrado del más joven. Kagaya consumió bocadillos que su acompañante educadamente le invitó e incluso les dió el tiempo de presenciar los fuegos artificiales iluminando el cielo en llamativas exposiciones de colores, espectáculo del que el oji morado no pudo apartar la vista. A Muzan no le interesaba aquello, pero mantuvo su vista fija en la persona a su lado quien miraba expectante el cielo con un brillo de ilusión en sus ojos.

—¡Ubuyashiki-sama! —gritó alguien a sus espaldas y Muzan se puso en alerta al escuchar ese nombre.

Se giró para ver cómo un hombre que parecía un guardia, se acercaba corriendo preocupado al joven azabache.

—Ubuyashiki-sama, gracias a Buda que está bien. Lo estuvimos buscando por todas partes —el guardia aún se veía agitado, tratando de recuperar el aliento mientras hablaba.

Kibutsuji no podía creer lo que escuchaba. Se quedó de piedra al darse cuenta de la verdadera identidad del chico que parecía alguien común y corriente.

—Lo siento por eso, quería ver el festival y me alejé demasiado sin querer.

—¡Es peligroso para usted estar sin supervisión! ¿Y si le hubiera pasado algo?

—Descuida, Ashura-san me hizo compañía está noche. Es un hombre muy amable —pero Muzan no estaba escuchando, lo único en lo que podía pensar era en el apellido de ese chico y lo que representaba.

Su sangre hervía y su corazón estaba acelerado.

—Deberíamos irnos —sugirió el guardia—, mañana es la reunión para conocer a la familia de su prometida.

—Tienes razón —Kagaya se giró hacia “Ashura” y le hizo una leve reverencia en agradecimiento—. Gracias por haberme acompañado está noche, Ashura-san, pero debo retirarme. 

Mientras hablaba, otros dos guardias aparecieron de entre la gente, dispuestos a escoltarlo de vuelta a su hogar.

Al ver que el ojirubí no le contestó, se dió la vuelta para retirarse, no sin antes agregar una última cosa:

—Espero volver a verlo algún día —y sin más, se perdió entre la gente al ir avanzando junto a sus escoltas.

Muzan permaneció de pie, mirando en la misma dirección en la que se había ido y minutos después se dio cuenta de que había pedido la oportunidad de matar al heredero de la casa Ubuyashiki, con quién conversó, recorrió cada rincón de ese banal evento y la pasó muy bien. Y ahí residía el problema: si desde el principio se hubiera enterado de quién se trataba, lo hubiera decapitado en ese mismo instante, pero ahora, tras conocerlo y saber su nombre, no lo hizo, sólo se quedó congelado, procesando esa información que le había caído como una bomba. 

Contrajo sus puños en señal de frustración. 

Decidió seguirlo.

De ocultó de la gente en un callejón oscuro y empezó a saltar sobre los techos de las casas, buscando entre las calles a su objetivo, hasta que visualizo un pintoresco carruaje donde reconoció a uno de los guardias quien iba al frente, arreando a los caballos que tiraban del transporte.

Siguió el carruaje sin perderlo de vista en un complejo y enredado trayecto hasta que llegaron a un bosque donde se le hizo más difícil mantenerlo en la mira sin que los árboles, arbustos y enredaderas bloquearan su vista.

Se percató rápidamente de los cuervos volando sobre la zona. Podría matarlos, pero alguien más los encontraría y levantaría sospechas.

No tuvo más remedio que abandonar el lugar regañadientes, procurando memorizar bien el camino para cuando volviera.

Tiempo después, a través de métodos minuciosos y el uso de sus poderes, logró encontrar la mansión Ubuyashiki.

Sólo que, ninguno de sus demonios superiores lo sabía, sólo él.

Habían pasado seis años en los que Muzan se dedicaba sólo a observarlo desde lejos, desde la oscuridad de la noche dentro del bosque sombrío.

Lo había visto cambiar con el paso de los años, cómo la marca de su rostro se propagaba marchitando su piel, extendiéndose incluso por sus ojos que habían pasado de ser dos joyas amatista a dos grandes perlas que brillaban a la luz de las velas. 

Su rostro siempre sonriente, no cambiaba nunca pese al deterioro de su salud y la pérdida de la visión. Era como si supiera desde siempre que la pasaría y estuviera resignado.

Y había algo, alguien, a quien sentía como una molestia en su camino.

Esa mujer albina de expresión seria siempre estaba junto a él. Observaba cómo lo cuidaba y atendía durante las noches y ayudaba a caminar para guiarlo si necesitaba algo.

Al verla, la rabia y la envidia se apoderaban de su ser.

Una noche, al igual que todas, observó como esa mujer se retiraba y dejaba a Kagaya solo en el cuarto con vista al jardín, dónde permaneció sentado en la orilla de manera, alzando sus blancos ojos hacia al cielo donde la luna deslumbraba en todo su esplendor, espectáculo que seguramente no podía ver, pero podía imaginar.

Muzan notó que no había nadie a los alrededores, ni siquiera un guardia, así que decidió que esa noche tenía que entrar.

Kagaya disfrutaba en soledad los numerosos sonidos de la noche provenientes de la naturaleza, repasando en su mente los últimos años, recordando de vez en cuando la última noche que estuvo fuera de los límites de su territorio, la noche del festival dónde conoció a ese hombre.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por una presencia repentina que se sentó a su lado, sorprendiendolo un poco ya que no lo había escuchado llegar.

Al principio, pensó que se trataba de Amane, pero descartó esa idea enseguida. A juzgar por el peso de su cuerpo sobre la madera, no podía ser ella.

Además, el aura que emanaba quien estaba a su lado, era diferente.

—¿Quién es? —preguntó con calma y confusión.

Muzan pensó en que decir, pero jurándose que eso lo haría una sola vez, habló con sinceridad.

—Soy Ashura, ¿me recuerdas?

Kagaya esperaba todo, menos escuchar ese nombre.

¿Qué hacía ahí y como había entrado? Todavía era demasiado sospechoso.

—Claro que te recuerdo, Ashura-san… Me has dado una enorme sorpresa —claro que estaba sorprendido y a la vez, preocupado, pero esto último no lo demostró y se mantuvo con una postura tranquila.

—Han pasado seis años desde la primera vez que te vi —su voz era profunda y estremecedora.

—Lo sé… Ha sido bastante tiempo —bajó sus ojos hacia sus manos que reposaban sobre sus muslos.

—También dijiste que nos veríamos algún día —Kagaya lo sintió acercarse un poco.

—¿Y decidiste que sería está noche? —no esperó una respuesta y continuó—. ¿Por qué?

Su mente quedó en blanco por un momento al sentir el tacto de una mano fría tocando su mejilla para girar su rostro hacia el ajeno, pese a saber que no podía verlo. 

Su piel era increíblemente suave.

—Te he estado observando, Ubuyashiki. Has cambiado tanto —al escuchar eso, Kagaya empezó a preocuparse. ¿Observar? ¿Desde dónde? ¿Durante cuánto tiempo? Esas y miles de preguntas más inundaban su cabeza—, y ¿sabes? Yo odio los cambios, por eso, ya no puedo esperar más.

—¿De qué estás ha… ? —unos labios ajenos chocando contra los suyos lo interrumpieron.

Un jadeo de sorpresa se ahogó entre sus bocas y cuando reaccionó, Kagaya se apartó, pero apenas sintió su alejamiento, Muzan lo tomó de la nuca y volvió a secuestrar su boca, con un poco más de brusquedad está vez.

Presa del pánico que crecía en su pecho, Kagaya luchaba por apartarlo, pero sentía la fuerza sobre humana de esas manos sobre su cuerpo y su lengua rozar contra unos sobresalientes colmillos en la boca ajena.

Estaba con un demonio.

Lo tomó de los hombros y lo empujó con todas sus fuerzas para alejarlo y pese a que logró romper el beso, el otro no lo soltó.

—¡Hah! —tomó una profunda bocanada de aire al sentir que se asfixiaba—, espera, espera… —puso su mano sobre la boca del otro para asegurarse de que no volviera a besarlo —. Me halagas, pero estoy casado y tú… 

Muzan frunció el ceño y empujó a su contrario para dejarlo tendido debajo suyo, inmovilizando sus manos. 

—No me estás entendiendo… No tengo que pedirte permiso —sentenció con malicia, causando pánico en el ojiperla.

—¡Am…! —iba a gritar cuando su boca fue presionada por una fuerte mano.

—Silencio. Sólo será una vez y ambos podremos olvidarnos de esto, ¿de acuerdo? —le advirtió antes de comenzar a desvestirlo.

[ . . . ]

—¡Mmh! ¡Mmh! —sus gemidos y súplicas morían en su garganta por la cinta de tela que obstruía su cavidad por la que se desbordaban numerosos hilos de saliva mientras las lágrimas se deslizaban por sus cienes.

Estaba boca arriba, con las manos amarradas a la espalda y su ropa estaba deshecha, dejándolo al descubierto de los tobillos hacia su torso expuestos al frío de la noche.

Se estremecía y temblaba al sentir los largos dedos del demonio penetrar su mojada entrada. Su interior era  acariciado con ímpetu y las paredes de este se estiraban por los movimientos de aquellos dedos que se movían con insistencia.

Los ojos perla de Kagaya estaban inundados de lágrimas y Muzan no perdía de vista el panorama tan satisfactorio del rostro ajeno que le suplicaba detenerse.

—Ja, si supieras lo que me provocas haciendo esa cara —se mofó, retirando sus dedos de ese orificio al sentirlo lo suficientemente preparado.

Kibutsuji giró el cuerpo de Kagaya boca abajo y levantó su trasero agarrándolo de las caderas.

Se inclinó hacia adelante para hablarle al oído, presionando su punta contra la entrada contraída.

—Te he observado desde el día en que nos conocimos —su voz, comúnmente amenazante, se mezclaba con el placer palpable que dominaba su cuerpo en ese momento—, no sabes cuánto estuve buscando este lugar, sólo para matarte —. Kagaya tembló cuando sintió algo duro pegándose contra su trasero, algo de carne y hueso de textura suave, muy caliente.

Kibutsuji dió un empujón en un intento de meter la punta, a lo que la entrada de Ubuyashiki se cerró a causa de un espasmo, obstruyéndole el paso.

La cara del líder de los cazadores estaba contra la madera, tenía sus ojos vidriosos fijos en Muzan quien fue atrapado por su dulce mirada de sufrimiento.

Volvió a empujar su cadera al mismo tiempo que atrajo el cuerpo del otro hacia el suyo para introducir los primeros centímetros de su miembro que entraron a la fuerza, provocando un escalofrío en el líder de los cazadores.

Sus ojos se abrieron de par en par al sentir la invasión y tembló por la sensación de dolor que le recorrió la columna.

—¡Mmh… ! —un grito opacado por la tela sobre su cavidad resonó en el patio cuando la primera embestida lo atravesó, llenándolo completamente.

—Hah… ¿Qué tal esto? ¿Se siente bien? —Muzan se satisfacía con el solo hecho de sentir a Ubuyashiki temblando bajo su cuerpo.

No pudo esperar más y empezó a entrar y salir de él, dando firmes y fuertes estocadas que lo paralizaban cada vez que era penetrado. Al principio fueron lentas, pero conforme sentía que su cavidad se acostumbraba y acoplaba a su grosor, fue haciéndolo más rápido y cada vez más escandaloso por los golpes húmedos de la carne chocando y los gemidos ahogados del menor.

Gotas saladas escapaban de sus blancos ojos perdiéndose en la madera del suelo. Sus músculos tensos apenas si podían mantener el peso de su cuerpo en movimiento.

El demonio se movía con brusquedad y sin compasión. Su esfínter ardía y sentía cómo era desgarrado por dentro.

Todo le daba vueltas, su cabeza le pesaba y el esfuerzo que hacía su cuerpo de resistirse a ese ultraje estaba acabando con las pocas fuerzas que tenía. 

No había manera de que su cuerpo frágil pudiera aguantar un esfuerzo de tal magnitud durante tanto tiempo.

Quería dejar de luchar y soportar, tan sólo deseaba que sus párpados se cerrarán para dormir y dejar de sentir.

Su espalda se arqueó por una brusca estocada del demonio que lo hizo gritar por la punzada de dolor que atravesó su interior, recorriendole las entrañas.

—Hey, voltea —al tener la cara contra la madera, Muzan no había podido mirar bien el rostro de su adversario, así que lo agarró de un hombro y lo giró sin nada de tacto dejándolo de lado.

En esa nueva posición, se apoderó de una de las piernas de Kagaya y continuó penetrándolo frenéticamente sin perder detalle de su rostro, al poco tiempo, notó algo:

Se veía extremadamente exhausto. Sus ojos se cerraban como si estuviera a punto de desmayarse. Apenas habían empezado, pero él lucía como si llevarán horas haciéndolo.

No sé había detenido a pensar lo delicada que era su salud y que si su cuerpo se excedía con esfuerzos innecesarios, decaería.

No estaba dispuesto a dejar que su momento se arruinara. 

Terminó por girarlo completamente para tenerlo de frente. La tela de su yukata se había removido de sus hombros revelando su marchita piel que mancillaba la pureza de su palidez.

Llevó las manos al pecho del otro y pellizcó sus botones rosados, torciéndolos con tal fuerza que pareció despertar un poco al otro.

—No te duermas aún —repasó su lengua por la línea media del pecho blanco, ocasionando un temblor en el cuerpo ajeno. Sentía y escuchaba su corazón latir con tanta violencia que parecía que fuera a explotar.

Le quitó la cinta que lo mantenía amordazado, dándole una oportunidad para tomar una gran bocabana de aire.

—Ha… No puedo… No… Voy a desma… —Muzan no le permitió terminar al agarrar su rostro con ambas manos y fundirse en un hambriento beso que buscaba saciarse con todo lo que él pudiera darle. Aunque su resistencia fuera poca y su fuerza no fuera rival para él, quería tomarlo todo, hacérselo tan fuerte y por tanto tiempo hasta que ya no pudiera más. Anhelaba que se desvaneciera en sus brazos, que sus ojos sin vista de lo físico sólo se centraran en él y que por fin pusiera deshacerse de la tentación que lo había estado atormentado los últimos años. Para que por fin pudiera dejar esa absurda obsesión atrás y continuar con su misión.

El beso había sido tosco, lastimando los finos labios de Kagaya al chocarlos con los suyos, pero eso no importaba. Acababa de secuestrar su lengua y recorría con ella cada rincón de su cavidad sin darle chance a protestar. El contacto era tan profundo y desesperado que casi lo hacía parecer que tuviera sentimientos hacia él, hacia su enemigo.

Se separaron abruptamente y ambas respiraciones eran pesadas y ruidosas.

—A-Ashura-san, no más… No puedo soportarlo más…

—Muzan —sentenció de una manera tan fría que el aire se agitó—, soy Muzan Kibutsuji.

Kagaya quedó helado, se notaba por su expresión horrorizada y en shock.

No esperó a que le dijera algo, no le interesaba escuchar lo que tuviera que decir, sabía que quería acabar con él y con el resto de los demonios. No importaba si tenía que decir algo.

Agarró ambas piernas de la parte posterior de las rodillas y las alzó lo más que pudo para continuar moviendose en una posición donde podía tocar mejor su interior.

Presionó profundamente y los gemidos lastimeros de Ubuyashiki no se hicieron esperar. Estaba golpeando directamente su próstata.

—¡P-para… ! ¡Ah! V-voy a… ¡Para! —tiraba con fuerza y hundía sus dedos entre la cabellera negra y sedosa de Kibutsuji mientras gemía contra su oído, haciendo uso de toda su fuerza de voluntad para no desmayarse, esperanzado a qué algún cuervo cercano se percatara de la situación y diera aviso a los pilares.

Aunque en su pobre estado no pudiera hacer mucho, creía que al menos aferrarse a él serviría para retenerlo y no dejarlo ir, ganar algo de tiempo y si quería que alguien se diera cuenta de lo que ocurría, tenía que hacer ruido.

—M-Muzan, por favor… ¡Ah! En serio, yo- ¡Ngh! N-no aguanto más.

—Sopórtalo un poco —jadeó con voz grave—, aún no me corro.

—Te siento… Demasiado dentro —sintió el cuerpo del demonio tensarse.

—¿Acaso estás tratando de provocarme?

—Sólo… es demasiado… ¡Ah! —no pudo evitar gritar ante esa dura embestida e inmediatamente, su agresor le tapó la boca con su gran mano abarcando su rostro.

—Esa boca tuya es peligrosa —volvió a hundir su virilidad en el cuerpo ajeno, contrayéndose por los numerosos espasmos que se apoderaban de él.

No podía mentirse a sí mismo. La verdad era que escuchar al comandante de los cazadores gemir y pronunciar su nombre había causado en él un efecto que lo dejaba al borde de la locura. Lo excitaba demasiado escuchar su suave voz llamándolo, pero dejarlo hacerlo implicaba delatar su presencia.

No quería pensar que su acto iba más allá de un simple capricho, no quería, no podía porque en caso de que fuera cierto, no sólo su vida, sino que su sueño cambiaría, se arruinaría.

Kagaya Ubuyashiki representaba y era todo lo que él odiaba y anhelaba destruir, pero ahí estaba, deseando algo más que su cuerpo.

Crispó los dientes, maldiciendo a su propio ser por dentro.

Agarró nuevamente el cuerpo endeble del ojiperla, lo levantó para acomodarlo y dejarlo sentado sobre su regazo, específicamente sobre su miembro que siguió moviéndose con entusiasmo entre sus glúteos.

Muzan le desató las manos rompiendo tela con sus uñas y le colocó los brazos sobre sus propios hombros para que se abrazara a su cuello. Pensó que en esa posición podría mantenerlo despierto con más facilidad durante más tiempo.

Rodeó su cintura y se dedicó a darle estocadas firmes y profundas.

—Mu… zan… —quería alzar la voz, pero ya no le quedaban fuerzas ni para eso, todo lo que podía hacer era gimotear bajo y balbucear. Se sentía sofocado por la intensidad de las imparables embestidas atentando contra su entrada y abrumado por su ritmo cardíaco elevado que apenas era capaz de soportar.

Al percatarse de su delicada conducta, Kibutsuji no lo pensó más y encajó sus dientes con fiereza en el cuerpo de su enemigo, lo que le sacó a este un grito afligido, espabilandolo un poco de su aproximado desmayo.

—¡Ah… ! 

Muzan sintió en su paladar el sabor exquisito de esa sangre maldita por su propia existencia, un sabor peculiar y agridulce.

—Por favor… No más —jadeó débilmente, apenas manteniendo los ojos abiertos mientras su cuerpo no dejaba de temblar.

Su rostro suplicante era un buen estímulo para que Muzan estuviera más cerca de terminar.

Retiró sus colmillos de su carne y admiró la sangre emanando de las perforaciones en la piel, distribuyendose por su cuello como ríos.

Verlo así de vulnerable, bañado en su propia sangre y ahora marcado por él… Quería continuar. Estaba a punto de acabar.

—Ubuyashiki… —lo llamó, sin tener nada que decir en realidad—, aún no he olvidado tu nombre, Kagaya.

—¡Ngh! ¡Ah! —el nombrado no podía parar de gemir contra su oreja cada vez que era penetrado. Sentía que se acercaba el final y es lo que más deseaba: que todo acabará—. P-por favor… 

—Terminaré… Dentro de tí —a Kagaya no le gustaba la idea, pero antes de que pusiera reprocharle algo, sintió algo salir disparado del miembro de Muzan; un líquido cálido y viscoso llenó su interior, extasiándolo ante la sensación de ser llenado y justo en ese instante, perdió la consciencia, desfalleciendo en el regazo de Muzan que lo mantuvo pegado a él mientras regulaba su respiración agitada.

Kibutsuji se quedó quieto durante un tiempo que percibió como varios minutos, hasta que finalmente decidió abandonar el interior de Kagaya del que se desbordaba su semilla.

Se las arregló para ponerle la ropa y dejarlo sobre el futón en medio de la habitación, no sin antes arroparlo, como si nada hubiera pasado.

Se hubiera quedado a contemplarlo, pero sentía presencias al rededor que se iban haciendo más fuertes; así que se puso en marcha y se escabulló desapareciendo en la oscuridad de la noche.

Tenía la mínima esperanza de que cuando Ubuyashiki despertara a la mañana siguiente, pensará que todo fue un sueño. Sabía que era poco probable, pero conveniente.

[ . . . ]

NOTAS: Hasta aquí porque ya no tengo ideas :v

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