4.Querido demonio
Sinopsis
Muzan y Kagaya Ubuyashiki nacieron en la misma época, sólo que Muzan padece de una grave enfermedad terminal que no le permite estar bajo el sol. Su único consuelo es la compañía de Kagaya, quien siempre procura mantenerse cerca de él pese a sus deberes.
Un día, un extraño doctor le ofrece una cura para su padecimiento, que termina funcionando después de que el mismo Muzan lo terminara asesinando al creer que había sido engañado.
Al poco tiempo, se dió cuenta de que su cuerpo no solo había sanado, sino que estaba completamente cambiado; aún no podía caminar bajo el sol, pero el martirio de su cuerpo se había ido.
Unos se alegraron, pero no todos sus familiares estuvieron contentos con el resultado, pues con la sanación, también había venido una maldición.
[ . . . ]
—¿Cómo te sientes hoy? —Kagaya, al igual que todas las mañanas, entró a la habitación de Muzan con un bandeja de comida que dejó junto al futón de su pariente mientras se sentaba sobre sus rodillas a observarlo como despertaba.
Muzan se incorporó débilmente el escucharlo y con un tono de fastidio, pero modulado, contestó:
—Igual que siempre —la frustración y el enfado se destilaban en cada sílaba.
Estar postrado en cama lo mantenía de mal humor todos el tiempo, pero a Kagaya procuraba hablarle de una forma menos pedante que a los demás, pues más que tenerle aprecio, sentía debilidad por él cada que lo veía o escuchaba hablar.
Pero a Kagaya no le importaba su tono, comprendía perfectamente que estaba atravesando por algo muy difícil y lo dejaría sobrellevarlo a su manera.
Kagaya era un caballero que lucía elegante y refinado a cualquier hora del día, mientras que Muzan llevaba sólo su bata para dormir y el cabello extremadamente largo y enmarañado.
Al ver su vestimenta, como si se estuviera preparando para salir, tuvo curiosidad de preguntar.
—¿A dónde vas?
Por raro que pareciera, la siempre alivianada sonrisa del oji morado, decayó un poco, al igual que su mirada.
—Aparentemente, a conocer a mi prometida —la sábana bajo los dedos de Muzan se arrugó—. Desayunaremos con ellos, pero antes, quería venir a verte. No podré estar en toda la tarde.
Muzan no supo qué decir. Estaba acostumbrado a la compañía de Kagaya al menos un par de horas en la mañana, tarde y noche y resulta que ese día no estaría por ir a un compromiso al que estaba seguro, no quería asistir, pero él jamás lo admitiría, era demasiado maduro y responsable para eso.
—¿Cómo dices que se llaman?
—La familia Aramery son personas muy importantes y cultas. Considero apropiado mantener buenos lazos con ellos.
—¿Y tú estás de acuerdo con eso?
—Eso no importa, Muzan. Lo único que me importa es mantener nuestro legado familiar y para ello, debemos formar lazos con familias de nuestra conveniencia.
—Eso no responde mi pregunta... ¿Realmente no te molesta para nada la idea de desposar a una mujer que jamás has visto? —la sonrisa de Kagaya se alzó un poco, sin llegar a sus ojos.
—La veré hoy. No te preocupes por eso, estoy bien. En serio... —pero para Muzan no estaba bien, no se sentía correcto. Es más, le resultaba aberrante y era aún peor al verlo tan tranquilo.
Se sentía como si fuesen a arrebatarle lo único que sustentaba su esperanza en su desdichado y cruel mundo y él simplemente... ¿Lo aceptaba?
A veces, no era capaz de entender a su joven amigo.
Más tarde, Kagaya se marchó, dejando una sensación amarga atrás que quedó impregnada en la habitación de Muzan, quien se mantuvo en silencio por largos minutos, lidiando con el peso de su pecho.
Un enojo envolvente se apoderó de él y de un manotazo, lanzó la charola de comida de junto a su cama, derramándose estrepitosamente en el suelo, sin importarle el desastre esparcido por la fina madera.
Le había costado aceptar su enfermedad, pero lo que no aceptaría, era su situación actual. Jamás.
Entre sus conecciones y sirvientes, logró encontrar a un médico fuera de la provincia quién le ofreció una medicina especial, creada por él. Le garantizó a Muzan que lo curaría con una sola dosis y así fue, pero con un efecto retardado, pues para la impaciencia de Muzan, al pensar que lo había estafado, acabó con la vida del anciano, un instante previo a su recuperación.
Se quedó atónito, no sólo porque ya no estaba enfermo, sino porque con el pasar de las horas, se dio cuenta que se había convertido en una especie de super-humano, a excepción de un pequeño detalle; y es que, era extremadamente vulnerable a la luz del sol.
Se encerró solo en sus aposentos, en una exploración privada para descubrir a su nuevo yo.
Todo transcurrió a lo largo de una semana en la que el joven Kagaya Ubuyashiki se había mantenido ocupado con sus deberes relacionados a su compromiso, por lo que tristemente no había tenido tiempo de visitar a Muzan, aunque en los últimos días, había escuchado rumores entre los sirvientes sobre que su comportamiento era muy extraño, incluso llegando a dar escalofríos.
Los murmullos y cuchicheos de los sirvientes agrandaron su preocupación y entre un montón de reuniones y sesiones de estudio, se creó un espacio para hacerle una pequeña visita y hablar con él. Se imaginó que Muzan estaría molesto tras tantos días de no haber ido a verlo, o al menos fingiría estarlo. La imagen lo hizo soltar una pequeña risa.
Al anochecer, se encaminó hasta los aposentos de Muzan. Al llegar al pasillo donde se ubicaba su alcoba, se topó con la sorpresa de que los padres de este estaban en la puerta, al parecer, llamándolo.
Intrigado, se acercó con un cortés saludo.
—Buenas noches, tío, tía... ¿Qué ocurre?
—¡Kagaya! —habló la mujer soltando un suspiro de alivio tocándose el pecho—. Que bueno que estás aquí. Llevamos días tratando de ver a Muzan, pero no ha abierto su puerta y estamos preocupados.
—¿Podrías tratar de hablar con él?
Kagaya no podía negarse ante la petición de los padres, pues pensaba entrar de todas formas aunque no se lo hubieran pedido.
Asintió firmemente con su imperturbable sonrisa y se acercó a tocar la madera de la puerta deslizante.
—¿Muzan? Soy yo. ¿Puedo hablar contigo? —no escuchó una respuesta verbal, sólo ruido en el interior—. Puedo imaginar que estés molesto porque no haya podido venir estos días. Lo siento mucho. —Nuevamente silencio.
Kagaya sabía que estaba despierto y había optado por ignorarlo, algo que logró afligirlo. Aunque entendía el por qué, eso no evitó que la culpa lo golpeara como una marea.
Posó sus manos sobre la puerta al igual que su frente, con la esperanza de escuchar su voz al otro lado.
—Muzan, déjame verte. Estoy preocupado por ti —la puerta se abrió de repente, lo que lo hizo perder el equilibrio, pero antes de caer hacia enfrente, fue jalado del brazo dentro de la habitación antes de que la puerta volviera a cerrarse.
Fue arrojado al piso no tan fuerte, sólo lo suficiente para aturdirlo. Kagaya levantó la vista, buscando a Muzan con la mirada, cuando sus ojos se encontraron con una escena macabra donde el cuerpo de una de las empleadas yacía inerte sobre un enorme charco de sangre. Sus ojos abiertos y sin vida lo miraban entre las sombras de aquella alcoba envuelta en la oscuridad; su torso estaba abierto y las tripas estaban de fuera, le faltaba un brazo y su ropa blanca se había teñido de rojo.
Permaneció en shock ante la horrorosa vista, hasta que el rechinar de una madera lo sobresaltó.
—Kagaya... —su nombre fue pronunciado con una voz tan profunda que le propinó escalofríos.
El sonido de algo arrastrándose fue acercándose. La tenue luz de la lámpara junto a la ventana apenas si alcanzaba a iluminar lo suficiente para distinguir una silueta; cuando esta se acercó lo suficiente, reveló a Muzan con su misma apariencia de siempre, pero con detalles alarmantes como su bata y rostro llenos de sangre, al igual que sus ojos que brillaban como el fuego de las lámparas y eran de un llamativo color rojo como ciruelas mientras sus pupilas eran alargadas como las de un felino.
Estaba caminando a cuatro patas como una bestia y relamía la sangre que aún estaba en sus labios.
Se fue acercando cuál depredador, acechando a Kagaya con su mirada y lentos movimientos que indicaban peligro, pero este no se movió, su cerebro aún trataba de procesar lo que estaba ocurriendo.
—Muzan, ¿qué... ? ¿Qué has hecho?
—Después de todos estos días... —, su habla sorprendió a Kagaya. Sonaba lúgubre y amenazante, manteniendo una perversa sonrisa—. Te apareces aquí y esperas que te reciba con los brazos abiertos.
—Mu... —fue jalado del tobillo hasta quedar atrapado bajo el cuerpo de aquel hombre transformado en monstruo, a la merced de sus ojos sangrientos.
—Estoy curado, Kagaya y no sólo eso, estoy mejorado —su rostro estaba muy cerca del ajeno quien sin apartar la mirada, escuchaba asombrado las palabras a las que trataba de encontrarles lógica.
Muzan tomó una de las manos del oji morado y la llevó hacia su boca.
—Y ahora, te deseo más que nunca —encajó sus dientes en el torso de la mano, haciéndolo sangrar. Kagaya se sacudió por la sorpresa y el dolor y luchó por sacarselo de encima.
Su grito no pasó desapercibido para las personas que esperaban afuera.
Empezaron a golpear la puerta y llamar a gritos a los que estaban dentro.
—¡D-detente! Me lastimas... —luchando contra el castigo impuesto espontáneamente, se dió cuenta que la fuerza del otro sobrepasaba por mucho la suya, no solo eso, parecía casi inamovible, pues sus esfuerzos parecían ser en vano mientras trataba de empujarlo.
La sangre escurrió a lo largo de su brazo y el ahora demonio, se dió a la tarea de limpiarlo repasando su lengua por los hilos carmesí que se escurrían en su tersa piel.
—Muzan, por favor... Eso duele... —un ligero sollozo escapó de entre sus labios, captando la atención del demonio, quien se quedó atónito ante la vista.
La puerta fue abierta a la fuerza y sus padres junto con unos sirvientes ingresaron al lugar. Su padre fue hacia él y lo tomó por el cuello, jalandolo hacia atrás y quitando lo de encima del otro azabache quien fue atendido de manera inmediata.
Después del incidente, todos empezaron a creer que la enfermedad de Muzan lo había deteriorado hasta sus facultades mentales, convirtiéndolo en una bestia ardiente de sangre. Mucho se discutió entre sus familiares; había quienes querían expulsarlo y otros mantenerlo en custodia, pero al final, Kagaya logró convencerlos de hacerlo quedarse, bajo su supervisión y cuidado.
Sus padres y asociados, no estuvieron de acuerdo en un inicio, pero nada haría cambiar la posición de su hijo.
Kagaya amarró un trozo de bambú en la quijada de Muzan como mordaza, para así evitar que atacara a alguien si le daba hambre, también intentó tener sesiones con él para el descubrimiento de sus nuevas habilidades y entre ellas, descubrieron que podría recuperar sus energías durmiendo, sin necesidad de comer carne humana.
Su condición era extraordinaria y algo nuevo para su época, por lo que era visto como extremadamente peligroso, pero Kagaya no estaba dispuesto a darle la espalda.
Muzan había aprendido a controlar su hambre, dentro de lo que cabe. Aún así, nadie quería acercarsele más que el joven Ubuyashiki.
En el fondo, Muzan estaba agradecido de contar con su compañía y apoyo, algo que realmente no le interesaba obtener de alguien más.
Durante las noches, ambos se paseaban por los jardines de la mansión. Esos paseos nocturnos los ayudaban a despejar la mente.
Habian pasado unas semanas desde que todo comenzó. La herida de Kagaya de cerró, dejando una notoriamente cicatriz que cada vez que era vista por Muzan, el peso de culpa se alojaba en el pecho de este.
Kagaya decía no temerle, pero el oji rubí no podía estar tan seguro de ello.
Una noche, Kagaya yacia arropado en su cama, mientras el joven demonio lo observaba desde el rincón de su morada. Tras haber dormido todo el día, no tenía la necesidad de hacerlo durante el ocaso y prefería ver dormir a su amigo plácidamente.
Se veía tan tranquilo, tan indefenso.
Las garras de sus dedos se desplegaron encajándose en la ropa sobre sus muslos.
Si antes añoraba la compañía de Kagaya, ahora deseaba tener más que eso. Necesitaba acercarse más a él, hacerle saber cómo se sentía.
Cada día que pasaba, la fecha de su matrimonio se acercaba y eso lo llenaba de angustia.
Deseaba tenerlo, hacerlo suyo y decirle como se sentía, antes de que esa mujer se lo quitara para siempre.
Un gruñido gutural resonó en la habitación, lo suficientemente alto para despertar al menor.
Este se talló los ojos, dirigiendo su vista hacia donde creyó haber escuchado aquel ruido y con una mirada somñolienta, observó la figura que indiscretamente lo miraba.
—¿Muzan? —el nombrado se arrastró hacia él, emitiendo sonidos guturales y con una respiración pesada.
Kagaya no se movió hasta que Muzan ya se encontraba encima de él, acechándolo con su roja mirada y ambas manos a cada costado de su cuerpo.
—¿Qué ocurre? —el oji morado mantuvo una mirada confundida y atenta, a lo que el contrario contestó con sus movimientos, aproximándose hasta hundir su nariz en el negro cabello del menor, haciendo una inhalación profunda y sonora de su aroma que lo puso nervioso.
—¿Muzan? ¿Qué haces? —las manos del demonio comenzaron a moverse, apartando la sábana de un tirón para dejarla a un lado y explorar los rincones del cuerpo de Ubuyashiki, acariciando sus piernas, su cadera y cintura, subiendo por su espalda.
Kagaya se sobresaltó, sintiéndose atrapado pero intrigado de las intenciones del otro.
La nariz de Muzan cerca de su cuello lo puso a temblar. La esencia de Kagaya penetró las fosas nasales del demonio, acelerando violentamente su pulso y haciéndolo salivar.
La respiración irregular de Muzan captó la atención del joven Ubuyashiki y buscó el rostro del contrario, escondido en la curvatura de su hombro y cuello.
Muzan no lo soportaba más; su textura, su esencia... Lo volvía loco.
Unas afiladas garras crecieron en la punta de sus dedos y con ellas, cortó los lazos de su mordaza. La barra de bambú cayó estrepitosamente al suelo al mismo tiempo que Muzan azotó la espalda de Kagaya contra las sábanas, sacándole un quejido a este por el impacto.
—¡Agh! ¡Muzan... !
—¿Piensas que voy a comerte, Kagaya? —lo interrumpió, hablándole al oído con una sonrisa maliciosa en sus labios.
Sus manos continuaron su recorrido por el cuerpo ajeno, hasta llegar al borde de la tela abriéndole la bata en un movimiento salvaje que dejó al desnudo sus hombros y el área de su pecho. Muzan se maravilló al ver su tersa piel, vista que lo hizo lamerse los labios.
—Muzan, por favor... —lo agarró de los hombros un momento antes de que Muzan le encajara los colmillos en uno de sus hombros—. ¡Ah! —Fue inevitable que las lágrimas salieran por el agudo dolor de la mordida junto a la sangre emanando de esta, destilandose por su piel y posteriormente limpiada con la lengua del demonio.
Se escuchó un sollozo bajo mientras el demonio degustaba de su esencia, pero este no se detuvo ahí; continuó bajando por su pecho hasta llegar a sus botones suaves y delicados al tacto. Kagaya se estremeció cuando la punta de la lengua de Muzan acarició uno de ellos.
—Ah... Detente... —pidió entre suspiros.
Contrario a lo que su ángel le pedía, Muzan apretó sus pezones entre sus dedos pulgares e índices, sacándole un sonoro gemido a Kagaya que se obligó a callar enseguida con una mano presionando su boca por temor a ser descubierto.
El oji rubí, complacido por lo que veía, pegó su pelvis contra la del otro, restregando su creciente erección contra la entrepierna contraída de Kagaya. Este tembló en el acto, apretando los párpados.
—Kagaya, mírame —habló excitado, atrapando entre sus labios uno de los ahora enrojecidos pezones de su amado quien se agitó al sentir la humedad alrededor de esa zona.
Kagaya llevó su mano libre a la cabellera del demonio, enredado sus dedos entre las oscuras cerdas del demonio que lo miraba de manera intensa con sus ojos cuál ciruelas, fijos en los suyos.
El joven de ojos amatista no era capaz de formular correctamente una oración sin gemir en el intento, menos sintiendo el bulto duro de Muzan pegarse contra el suyo.
Sus ojos derramaban finas gotas saladas que brillaban contra la luz de la luna, derramándose sobre sus mejillas que brillaban al rojo vivo.
—M-Muzan, para... Esto no es... correcto —sintió un tirón en su otro pezón que lo hizo arquear la espalda—. ¡Ngh!
—Independientemente de si lo es o no, ¿te gusta? —habló para volver a repasar su lengua por el pecho blanco del menor.
El azabache oji morado calló con vergüenza al pensar en la respuesta.
Claro que le gustaba y ese era su primer error. Sabía que quería a Muzan de manera inequívoca e inmoral. No era correcto no solo porque compartían la misma sangre, sino que él estaba comprometido y aunque no sintiera amor por esa mujer, le debía lealtad por el beneficio y respeto mutuo entre sus familias.
—Muzan... Yo no puedo... —el nombrado coló su mano bajo la bata de Kagaya, acariciando ardientemente su miembro sobre la fina ropa interior—. ¡Hah! E-espera...
—Por una vez en tu vida, permítete decir lo que realmente piensas, entrégate a hacer lo que más deseas —Muzan hablaba mientras retiraba lentamente el fundoshi que se interponía en su camino, deslizándolo por las finas piernas de Ubuyashiki—Sólo una vez, por mí.
El miembro del menor se endurecía, muy a su pesar, bajo el contacto de la mano del demonio.
Puso ambas palmas sobre sus ojos, pues no quería ver cómo su cuerpo correspondía los toques de Muzan y lo hacía desear más. No quería caer en la tentación cuando ya se encontraba al borde de este.
—Para... por favor, para... —su suave voz resonó con pena.
No podía permitirse algo así. No debía.
Muzan tomó una de sus muñecas apartando la mano suavemente de su rostro para que lo mirara y así lo hizo.
—Kagaya, te amo —se atrevió a decir al mismo tiempo que su corazón dio un vuelco violento—, te amo desde hace tanto... Siempre quise decírtelo, pero sabía que nadie podría aceptarlo, ni siquiera tú. Debes de saber que estoy vivo gracias a ti. Verte todos los días, me mantuvo con vida hasta ahora.
Las lágrimas continuaron saliendo de aquellos ojos amatista, está vez, sin detenerse, pero ahora lloraba conmovido por la confesión del ser que más quería.
—Muzan... —Kagaya llevó ambas manos al rostro del nombrado y lo atrajo hacia sí para besarlo de forma dulce y apasionada. El demonio se sorprendió, pero cedió rápidamente al tacto correspondiendo su gesto.
Sus lenguas danzaron entre sí, rosandose con gran necesidad de sentirse la una con la otra. Al separarse, un puente fino de saliva las unía. Ambos individuos se miraron a los ojos con deseo, opacando el sentimiento de culpa y responsabilidad que hace unos momentos atrás, se alojaban en el corazón del más joven.
El rojo que brillaba en las mejillas del menor otorgaba la tentación de ser acariciadas por Muzan, quien lo miraba tanto con lujuria como con ternura.
Kagaya puso su mano sobre la ajena que acariciaba su rostro, antes de soltar un suave suspiro.
—Sólo se gentil —Muzan no trató de esconder su sonrisa de satisfacción y se inclinó pega do su frente con la del otro, volviendo a acecharlo como una presa.
—No prometo nada.
Kagaya fue recostado de lado y despojado completamente de su ropa interior mientras su bata abierta apenas si se mantenía sobre su cuerpo, colgandole de los brazos. Muzan estaba posicionado a su espalda, acariciando uno de sus pezones haciendo círculos sobre él con la yema de sus dedos, mientras su otra mano se mantenía ocupada dilatando el agujero virgen del oji morado, siendo penetrado por un par de dedos ensalivados que profundizaban en sus penetraciones acariciando sus paredes internas; temblaba con cada movimiento mientras este hacía todo lo posible por mantener su voz baja presionando una mano contra su boca y aún así, los sonoros suspiros escapaban por su nariz pesadamente.
Aquella cavidad cálida succionaba sus dedos con fervor, produciendo sonidos húmedos y obscenos. Muzan se mordió el labio hasta hacerlo sangrar. Ya no podía esperar más.
—Ya estás listo.
—Ah... —Muzan volvió a acomodarlo boca arriba y observó las pequeñas lágrimas que adornaban como perlas sus bellos ojos amatista.
Kagaya jadeaba débilmente con la vista fija en la mirada intensa del demonio, cuyo rojo resplandecía gritando lo mucho que lo deseaba. El joven Ubuyashiki mordió su labio y con un poco de vergüenza, separó sus piernas, y agarró sus muslos para mantenerlas abiertas y que Muzan pudiera tener mejor acceso a su entrada que respingada húmeda.
La imagen desató la bestia interna que Muzan intentaba contener y atacó vorazmente los labios de Kagaya nuevamente tomándolo del rostro mientras apretaba sus mejillas para que los labios de este sobresalieran mejor y su otra mano se ocupó de acomodar su erección entre la curvas delicadas del joven azabache quien respingó entre el beso al sentirlo piel con piel.
—¡Mmh! Mu... zan...
La humedad alrededor de su cavidad ayudó a que el falo resbalara y pudiera entrar más fácilmente en la primera estocada.
—¡Ah! —Ubuyashiki echó la cabeza para atrás, rompiendo el beso al gemir tan fuerte que temió ser escuchado.
No pudo evitar que las lágrimas salieran de sus orbes y se deslizaran por sus sienes. Hundió sus dedos entre la tela de los hombros del demonio quien permaneció inmóvil al estar completamente dentro de Kagaya. Trataba de acostumbrarse a la calidez y estrechez de su interior.
—Ngh... Duele... —el menor se mordía el labio inferior, temblando por la abrumadora sensación que le recorría desde sus genitales hasta la nuca.
Muzan repartió chupetones y besos por su cuello, meneando sus caderas en un compás lento para que la cavidad de su ángel se acostumbrara más rápido a su tamaño.
Hundió las uñas en la madera del piso, desesperado por empezar a moverse. El calor pasional envolvía su miembro a la vez que lo estrujaba como si lo estuviera succionando. Mordió sus labios tan fuerte que empezó a sangrar.
Al verlo, Kagaya se acercó a su rostro depositando una suave lamida sobre la herida donde destilaba la sangre. Fue como tocar un interruptor en el cerebro del demonio, ya que este tomó ambas piernas de su amado y las alzó, empujando su pelvis contra los glúteos ajenos, retiró e introdujo pausadamente su miembro en aquel delicado cuerpo que se retorcía bajo el suyo, clavándole las uñas en la espalda a medida que sentía que la velocidad de las embestidas iba en aumento a medida que sus cuerpos se acostumbraban a su "conexión".
—¡A-ah... ! Muzan... —Kagaya apretó los dientes cuando una estocada entró con tanta firmeza en su cuerpo que lo puso a temblar, rozando una zona en su interior que le produjo un espasmo y casi sintió que se derretía por dentro.
Sus reacciones tiernas y su voz suave tensaron el cuerpo del oji rubí, impartiendo una mayor fuerza en su agarre que trataba de controlar para no lastimarlo.
—¡Hah! —volvió a tocar aquella zona sensible, haciéndolo salivar y Muzan instintivamente sacó sus garras que rasguñaron los finos muslos de Kagaya que debido a la excitación en aumento de su cuerpo, no le prestó tanta importancia.
Puso las piernas del menor sobre sus hombros y le despegó la cadera del piso, agarrando sus muñecas contra el piso y apresándolas con las suyas, en una posición sumamente embarazosa para el azabache.
—¡Ah! Espe... —los zarandeos bruscos no se hicieron esperar así como el golpeteo de sus cuerpos resonando entre las delgadas paredes.
Kagaya podía ver claramente como era penetrado salvajemente en el lugar que lo hacía vibrar, cada vez más cerca de un clímax que no quería que llegara tan pronto, pero los golpes directos a en su punto dulce le ponían los ojos en blanco y se le hacía imposible tratar de retenerlo.
—M-Muzan... por... favor, espe- ¡Hah! No puedo... Es...Demasiado... ¡Ah!
—¿Te gusta tanto?
—Siento... como si fuera a explotar —dijo casi salivando, lo que hizo palpitar con fuerza el miembro del demonio con el que golpeó la próstata del menor en una fuerte estocada que lo hizo contraerse a la vez que un líquido vistoso y blanquecino salió disparado de su uretra, manchándolos a ambos.
El cuerpo de Kagaya pedía descanso, pero Muzan aún no había terminado, necesitaba más.
Agarró las muñecas del oji morado y las jaló en su dirección, inmovilizándolo al menor mientras su pene atentaba violentamente contra la cavidad mojada de su ángel, quien intentaba con todas sus fuerzas contener los sonidos obscenos y placenteros que luchaban por salir de sus labios sellados por sus dientes que mordían la carnosidad inferior.
—E-espe... ra ¡AH! —lágrimas de placer continuaban saliendo por sus orbes y su espalda se mantuvo en curva por la bochornosa posición de su trasero alzado y sus manos apresadas por las de Muzan —. No puedo... No...
Las súplicas mezcladas con su cristalizada mirada, ayudaron a qué el demonio finalmente terminara en el interior de su amado, vertiendo cada gota como si la vida se le fuera en ello.
Su frente sudaba y las venas sobresaliendo de su cuello, sus brazos eran signos del intenso encuentro del cual aún no podía recuperarse.
Kagaya se encontraba en un estado similar; con la mirada perdida de placer y su cuerpo tembloroso y frágil al igual que una hoja de otoño.
Aún le palpitaba ahí abajo y sentía la semilla caliente de su amante hasta el vientre.
Muzan selló sus labios con los suyos como broche de oro en el cierre de su acto único y pasional, fue un contacto suave y acalorado por parte de ambos. Sus respiraciones chocaban mientras se saboreaban entre sí.
Tuvieron que separarse para darse una tregua. Se miraron a los ojos por unos segundos en los que la conexión entre ellos se hizo más grande.
—Muzan... —el menor acarició la mejilla del demonio, quien la cubrió con la suya para aplazar el contacto—, sabes que no quiero casarme, pero tengo que hacerlo.
Las venas de rabia volvieron a sobresalir en su rostro al escucharlo.
—No tienes qué.
—Sí debo. Es mi deber sagrado hacerlo por el futuro de nuestro clan y para mantener nuestro linaje.
Muzan bufo, inclinándose para tocar el pecho del menor con su frente, tomándose unos segundos de meditación antes de volver a alzar la cabeza y observar a Kagaya con ojos macabros y sombríos, deslumbrando el deseo de sangre.
—Entonces, después de que lo hagas, mataré a la mujer que te despose y mataré a toda su familia —ver esa faceta de Muzan lo hizo temblar e intentó tranquilizarlo rápidamente con su dulce voz.
Con melancolía reflejada en sus ojos, desvió la mirada al pensar en lo que diría, la realidad a la que debía enfrentarse.
—Muzan, aunque no me casara, no podría estar contigo... —este no le respondió y lo tomó como señal para continuar—, corre la misma sangre en nuestras venas y además, no podemos procrear entre nosotros.
—Somos primos relativamente lejanos y no somos los únicos varones en nuestra familia —protestó el oji rubí.
—Soy de la rama principal del clan y su único hijo —el demonio gruñó, sintiendo la ira crecer ante cada argumento de su ángel, al que parecía importarle más las necesidades de su familia que las suyas propias.
—¿Yo te importo, Kagaya?
—Sabes de sobra que sí.
—¿Me amas?
—Lo hago.
—Entonces...
—Pero debo cumplir con lo que me corresponde.
El sentido del deber de Kagaya Ubuyashiki era inamovible, algo que Muzan no podría cambiar y debía aceptar, pero jamás aceptaría ese destino, aquel que eligieron para ellos, no, él elegiría el suyo.
La boda se llevó a cabo días después, claro, con la ausencia de Muzan quien abandonó el clan una noche sin que nadie estuviera presente para detenerlo.
Los siguientes días tras su matrimonio, Kagaya vivió con la pena de la ausencia de Muzan, preguntándose continuamente por su paradero y lo que estaría haciendo, sobre todo por su condición.
En una de las noches en que sus familiares asistieron a una cena junto a la de su esposa, él decidió quedarse argumentando que no se sentía bien, pues deseaba estar solo con la única compañía de sus pensamientos.
Yacía sentado sobre sus talones frente al umbral que daba vista al jardín, con una mirada melancólica, hasta que sus ojos se percataron de movimientos y ruidos sospechosos en la oscuridad del bosque más allá de barda que separaba la propiedad de la abundante flora.
Enfocó su vista en lo que creyó estarse moviendo entre las sombras y sus orbes fueron abriéndose con más asombro cada vez que aquella figura misteriosa se acercaba a paso pausado, revelando la figura de un hombre que conocía muy bien.
El hombre de ojos rojos, pasó por encima de la barda de piedra con una agilidad casi felina y aterrizó en el jardín, en una ubicación opuesta a Kagaya, quien mantuvo su vista perpleja en él.
Su cabello seguía siendo abundantemente largo, su tez tan pálida que brillaba ante la luz de la luna y sus ojos eran charcos de sangre.
No tenía la misma ropa con la que se fue, sino que vestía un yukata sencillo, pero llamativo color azul oscuro, como el cielo nocturno.
Muzan fue hacia él y entre más se acercaba a los rayos de luz blanca, se percató de que estaba lleno de sangre, sobre todo en el área de la boca, escurriéndole por la barbilla y el cuello.
El heredero Ubuyashiki sintió una brusca agitación en su cuerpo. Quedó en trance por un lapso de tiempo breve que Muzan usó para plantarse frente a él.
—Muzan... —no sabía que decirle; verlo tan de repente y en ese estado lo había dejado sin palabras, creando un vórtice de emociones puestas en su corazón.
—Kagaya... —arrastró las palabras con una voz grave, manteniendo una mirada sombría—, he venido por tí.
A su contrario, le tomó unos segundos procesar esas palabras.
—¿Qué?
—Ven a vivir conmigo, Kagaya —le extendió su mano ensangrentada hasta las uñas puntiagudas, esperando que el otro la tomara.
Al comprender que estaba siendo bastante serio con su propuesta, el oji morado solo pudo esbozar una dulce sonrisa.
—También te extrañé, Muzan.
Aunque conmovido, el demonio aún esperaba que agarrara su mano.
—Creí que no volverías...
—He estado tratando de vivir dejando todo esto atrás, pero no puedo olvidarme de ti.
—Muzan, esto es... —pero en ves de detenerse a escuchar, presa de la impaciencia, lo empujó de los hombros, chocando su espalda contra el suelo rústico que hizo un eco en la habitación.
Kagaya lo miró atolondrado por el movimiento repentino.
Al observar hacia arriba, nuevamente hacia el demonio, este jadeaba con las venas sobresaliendo de su frente y cuello.
—Vas a venir conmigo de cualquier forma —Kagaya tragó saliva ante la exigencia.
—Espera, Muzan...
—¿No lo entiendes? —jadeó, exponiendo sus colmillos—. No puedo vivir sin ti.
Al joven Ubuyashiki le agradó escuchar esas palabras pero también sintió pesar en el corazón.
Estaba asustado al sentirse indeciso por primera vez en su vida. Muzan no le daría opción, no sé rendiría así tuviera que ser por las malas.
—Pensaba en ti todos los días, esperando que regresaras, en serio. Pero esto... —habló suave para evitar que el demonio, que de por si lucía tenso, se alterara.
—¿No quieres? —gruñó bajo.
—No creo que sea lo correcto.
—Te haré feliz, lo prometo —los ojos de Muzan se fijaron en la carne blanca del brazo expuesto de Kagaya, pues la tela de su yukata se había deslizado por el forcejeo previo.
Atraído por su apetitoso aspecto, atrajo el brazo de Kagaya hacia sí, tomándolo de la muñeca. Este no sabía que quería hacer, hasta que lo vio encajar los colmillos en su antebrazo, lo que lo hizo empezar a retorcerse por el punzante dolor.
—¡Ngh! Muzan...
La sangre emanaba desde las perforaciones y era limpiada por la lengua del demonio cuyos ojos brillaban con deseo.
—Kagaya, estaremos juntos por siempre.
[ . . . ]
NOTAS: Hasta aquí porque ya me daba mucha paja escribirle un final, pero en conclusión: Muzan se robó a Kagaya. FIN xd
Ojalá les haya gustado. Bye.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro