Antes de conocer inesperadamente a Rachel, conocimos a otros americanos.

(Mire usted que yo les llamo americanos porque es un millón de veces más fácil para mi lengua llamarlos americanos que estadounidenses, y si a los habitantes de los Estados Unidos de México se les puede llamar mexicanos, entonces a los habitantes de los Estados Unidos de América se les puede llamar americanos, FIN).

El primero de ellos fue Phillip. Con Phillip yo ya había intercambiado antes un par de palabras por medio de Facebook, a través del grupo que teníamos para los asistentes. Ese era el segundo período como asistente de Phillip en Angoulême, así que le consulté un par de dudas.

Una vez que llegamos a la ciudad, él propuso reunirnos. Y, un día en el que Karen, Keli y yo fuimos a hacer un picnic a los jardines del castillo del ayuntamiento, yo decidí publicarlo en el grupo de Facebook para ver si se presentaba alguien.

Recordemos que soy muy efectiva a la hora de comunicarme, así que lo publiqué prácticamente cuando llegamos al lugar.

De todas formas, Phillip asistió. Comimos en el jardín mientras él nos contaba un poco sobre la ciudad, sobre cómo había sido su experiencia pasada y sobre otros asistentes a los que había conocido.

Eventualmente, volvimos a casa, porque resultaba que Phillip vivía en la misma cité scolaire que nosotras, el Marguerite de Valois.

Nos habló entonces también de sus roomies, Nicolás (americano de ascendencia mexicana) y Bryce, el buen Bryce.

Karen y yo pensamos que Bryce tenía el mismo nombre que tienen los bullies en las series americanas y, por lo tanto, nos lo imaginamos de inmediato como un jock total. Un chico deportista, popular y fiestero al que la gente no le importara mucho.

Qué equivocadas nos descubriríamos.

Pero, de momento, no conocimos a Bryce porque él estaba de viaje (eso encajaba con que fuera un jock popular y además millonario que viajaba todos los fines a visitar amigos). Sin embargo, Nicolás llegó eventualmente a nuestro departamento. Con un bigote significativo, Nicolás era automáticamente llamativo. Nos sentamos a conversar con él y Phillip en nuestra mesa de comedor. Fue ahí donde ellos nos comentaron sobre el colchón inflable que tenían, mismo que yo ofrecería días después a Rachel.

Posteriormente, se nos agotaron los motivos para seguir acompañándonos y Karen, Nicolás y yo decidimos ir al supermercado que nos quedaba cerca, el l'Eclerc.

Karen y yo fuimos a buscar cosas varias, pero Nicolás fue exclusivamente por vino.

Eventualmente lo perdimos.

Y, como en ese entonces Nicolás no nos importaba, realmente, decidimos no esperarlo y nos regresamos a casa sin él.

Siempre es divertido recordar cómo son tus primeros encuentros y experiencias con las personas que terminan convirtiéndose en amigos de esos que llegan temprano a tu departamento, te ven despeinada y traen algo para desayunar.