Sobre Internet
Karen y Keli no tenían Internet. Como la renta de un plan de Internet en Francia tiene toda una serie de requisitos, comenzando por tener una dirección francesa y una tarjeta bancaria para cargar la mensualidad, al principio ellas no habían podido conseguir una, porque aún no tenían tarjeta. Yo usé mi tarjeta mexicana, así que, desde París, yo ya había contratado mi fantástico plan de 60 Gigas y llamadas y mensajes ilimitados en casi toda la UE por 8.99 benditos euros.
En México, pago como 12 euros por UN MÍSERO GIGA, y apenas salgo del país ya no tengo ni llamadas, ni mensajes, ni na de na de na.
Injusticas del primer mundo.
Pero bueno. El punto es que yo tenía Internet y ellas no tenían, así que me ofrecí a compartirles datos en tanto se conseguían su plan, puesto que era obvio que JAMÁS me iba a acabar 60 gigas.
No soy una persona sumamente bondadosa. Pero sí creo que cuando uno puede aportar algo a otros sin que a uno le represente mayor sacrificio, uno no tiene motivo alguno para no hacerlo y siempre debería optar por sí hacerlo.
A mí no me costaba nada compartir esos datos.
A mí me parecía cualquier cosa. Y ni siquiera lo dejaba siempre encendido porque se me acababa muy rápido la pila del teléfono y no quería arruinarla.
Sin embargo, a Karen le pareció que ese pequeño acto de pseudo generosidad era una demostración de que yo era muy amable. Yo intenté disuadirla, pero ella me decía "es que no cualquiera lo haría", "tú lo hiciste sin tener por qué" y cosas así, pintándome como si fuese yo este ser humano grandioso que no es seguro que yo sea.
Como sea, es probable que ese haya sido un paso importante para nuestra amistad. A menudo, yo no me porto verdaderamente generosa con la gente a menos que dicha gente me haya demostrado antes que es capaz de ser generosa conmigo. Yo no me había mostrado generosa con Karen, tan sólo hice algo que no me costaba nada.
Pero ella respondió con generosidad de verdad.
Y, a su vez, yo respondí igual.
Y, entonces, nuestra amistad se volvió esta relación insoportablemente recíproca, en la que una siempre estaba intentando dar más a la otra para intentar compensar lo que una sentía que la otra ya le había dado.
Todavía sigo sintiendo que Karen me gana la carrera.
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