Nos fuimos en tres distintos autos. Decidí irme con Lucas ya que era con quién estaba acostumbrada a viajar. Andrea y Mathew se fueron con nosotros. Mónica e Isaac en el auto que Jack había traído, Jesse y Jean se fueron con Theo. 

—Es increíble que el círculo cinco nos invitara a jugar Paintball.

—Agradécele a Gaby.

—¿A mí por qué? —Andrea me miraba desde el asiento de adelante, Mathew a mi lado y Lucas desde el retrovisor. 

—De no ser porque aceptaste darle tutorías a Jack "El destripador" nada de esto estuviera sucediendo. —Suspiré encogiéndome en mi asiento. 

—No digan tonterías. Además, Jesse es amigo de Lucas, tal vez fue por ti que las cosas sucedieron. —Todos rieron. Lo miré sorprendida. 

—¿Qué? ¿Qué es tan gracioso?— Ninguno me respondió, por lo que no insistí. 

Tardamos media hora en llegar al Valle Black, en donde estaba el campo de paintball. Nos bajamos del auto y pronto la luz del sol me dio en la cara. Era la una de la tarde por lo que era obvio que el sol estuviera tan fuerte. Mathew se paró a mi lado y me dio su gorra. 

—¿Qué?

—Hace calor. 

—Pero te quemarás también. —Se encogió de hombros. 

—Me puse bloqueador. —Sonreí con amabilidad y tomé su gorra azul. Al mirar al frente me di cuenta de que Jack nos miraba. Fruncí mi entrecejo. El se cruzó de brazos. 

Llegamos al campo de paintball y todos nos miramos, listos para la competencia. Jack estaba al lado de Mónica, y algo en mí se removía incómodo cada vez que los veía juntos. No entendía por qué, pero la imagen de ellos dos me molestaba. Era ridículo. No era asunto mío.

Nos dividimos en equipos. Gracias a la ruleta de decisiones me tocó hacer equipo con Matthew, Isaac, Andrea y Jesse. El resto, incluidos Jack y Mónica, serían nuestros rivales. Yo llevaba el chaleco verde, mientras que Jack y su equipo llevaban el azul. Sabía que no sería fácil enfrentarlos, pero me concentré en la estrategia que Isaac y yo habíamos improvisado mientras caminábamos hacia el campo.

—Tú ve hacia el ala este —me dijo Isaac, con una sonrisa confiada—. La bandera está allí. Desde el árbol grande deberías tener buena visión.

Asentí, decidida a seguir el plan. Mi tarea era simple: cubrir la zona y disparar a cualquiera que se acercara a la bandera. Llegué hasta el árbol, uno lo suficientemente robusto como para sostenerme. Subí rápido, ignorando la incomodidad del chaleco y la adrenalina que me corría por las venas. Desde arriba, tuve una vista perfecta del campo. Y ahí estaba Mónica, caminando despreocupada, sin darse cuenta de lo que estaba por venir.

Tomé aire, apunté y disparé. El disparo fue certero. La pintura estalló en su chaleco azul, y ella levantó las manos en señal de derrota.

—Buen tiro, Gaby —me gritó con una sonrisa, como si no fuera gran cosa. ¿Por qué diablos era tan amable?

Me quedé en el árbol, observando el resto del campo, esperando a que apareciera alguien más. El viento movía las hojas y me relajé un poco. Demasiado. Un ruido me hizo saltar, y al intentar moverme para buscar el origen, resbalé. Mi pie quedó atrapado en una rama y, para cuando me di cuenta, estaba colgando cabeza abajo.

—¡Estúpida! —me regañé mentalmente, maldiciendo mi torpeza.

El sonido de pasos se acercaba. No podía hacer nada. Era una presa fácil. Quien fuera me iba a disparar sin dudar. Cerré los ojos, esperando el disparo, pero nada pasó. Cuando los abrí, lo vi. A pesar del casco y las gafas, reconocí esos ojos.

Jack.

Estaba justo frente a mí, con una expresión de sorpresa que no pude descifrar del todo. No dijo nada. Yo tampoco. ¿Por qué demonios reconocía sus ojos con tanta claridad?