Capítulo 18
Al llegar al restaurante Midoriya dejó que Todoroki se encargara de todo mientras él se impresionaba por el lugar. Constaba de dos pisos y era mayormente oscuro para resaltar los ventanales que daban hacia la ciudad de París. Una mesera de radiante sonrisa les ubicó en el segundo piso en una mesa para dos, pero lo único que preocupaba a Midoriya era la cantidad de personas que estaban el restaurante, prácticamente saturado.
—¿Estás seguro de esto? —preguntó cuándo Todoroki tomó asiento frente a él. Midoriya jamás se sintió cómodo entre las multitudes, incluso cuando la gente se reía temía que fuera de él. Uraraka muchas veces le llamó paranoico y Midoriya nunca fue capaz de negarlo.
—¿Seguro de qué?
—Hay mucha gente.
—Y tienen cosas más importantes que ver a los japoneses que se sentaron al lado.
Midoriya sonrió cuando descubrió que esas palabras lograron dejarle tranquilo. Todoroki estaba por encima de los prejuicios y pensaba fríamente, tampoco estaba interesado en lo que dirían o pensarían de él. Esa era otra de las cualidades que Midoriya no podía evitar admirar.
La mesera volvió y dejó los platos de entrada, era una crema de champiñones con ravioles de Royans y ricotta con trufa de verano, también les hizo elegir su plato fuerte y el postre, aunque Midoriya estuvo decepcionado cuando se enteró que entre las opciones no estaba su hamburguesa con patatas fritas.
En cuanto la mesera tomó sus órdenes y les dejó, Midoriya habló.
—¿Quieres comenzar ahora?
Todoroki pareció divertirse ante sus ansias.
—Creo que deberías comer primero.
Midoriya volvió a ver su entrada cuyos ingredientes ya olvidó por sus nombres difíciles de pronunciar. Comió, estaba bien aunque no era nada fuera de lo común, de seguro el prestigio del restaurante se lo ganaba por el lugar en que estaba ubicado y las maravillosas vistas que tenía.
Se sintió un poco incómodo porque Todoroki ya no estaba hablando con él y tampoco podía encontrar el valor en sí mismo para dirigirle la palabra, así que decidió concentrarse en comer y darle su espacio a Todoroki para poder pensar con tranquilidad.
Después de la entrada la mesera volvió y retiro los platos de la entrada para dejar el plato fuerte. Todoroki había pedido un lomo de bacalao al sartén acompañado de un montón de vegetales preparados de formas exageradas, Midoriya solo pidió un trozo de cordero a la plancha con patatas Ann, que fue lo más cercano a una hamburguesa con patatas fritas que pudo conseguir allí.
—¿Midoriya?
—¿Sí?
—Te ves algo abrumado.
No pudo evitar sonrojarse por pena.
—¡Estoy bien! Solo... siempre he tenido problemas con la comida gourmet. —Frunció los labios casi como un niño pequeño—. Sirven muy poquito.
Todoroki presionó sus labios contra el dorso de su mano para evitar una sonrisa, pero Midoriya pudo detectar un ligero brillo de diversión en sus exóticos ojos.
—Luego del postre puedes pedir una hamburguesa.
Midoriya le miró con ligera sorpresa antes de verse complacido por la noticia. Todoroki realmente se sentía fascinado por ese hombre con cara de bebé, sus emociones y comentarios podían ser tan racionales como extravagantes, no podía dejar de compararle con una lucecita.
Pensar que alguien se atrevió a dañarle le provocaba dolor de estómago, aún más si una de esas personas pudo ser Bakugou. Le costaba darle otra razón al silencio de Midoriya y aunque quería saber qué sucedió entre ellos no sabía cómo podría reaccionar después. Bakugou, de algún modo u otro, era uno de sus amigos más importantes, le conocía desde que era un adolescente gritón con problemas de ira y no podía imaginarse un futuro donde el vínculo que compartían con Kirishima no existiera.
Prefirió concentrarse en su primer problema, debía relatar su historia a Midoriya. Desde que le presentaron el proyecto del libro sintió un profundo malestar y pensó en negarse apenas se lo mencionaron, más cuando Aizawa le comentó que Toshinori, el jefe de su discográfica, había decidido aquello no pudo negarse. Le debía demasiado como para negarse, pero sabía que causaría un gran problema.
Su vida era un teatro tragicómico. El niñito rebelde en el seno de una familia acomodada, el que confió y le rompieron en pedazos, el cantante que pronto sería mudo. Todo era un chiste sin gracia. Temió por ello, no había forma en el universo de relatarle todo eso a un completo extraño, pero no se esperaba que ese extraño no lo fuera tanto y que en poco tiempo se volviera importante de una forma tan utópica que era difícil de creer.
Todoroki podría estar volviéndose loco, no era una idea desquiciada considerando todas las estupideces por las que pasaba, porque no estaba encaprichándose por Midoriya, realmente tenía sentimientos más allá que lograban hacerle sentir como un idiota.
Esos mismos sentimientos estaban empujándole a cosas que jamás pensó que haría, cambiar su historia por oír la de otra persona ya era suficiente, y lo hacía porque quería saber de Midoriya, porque quería que ese chico pudiera comprenderle.
Era una locura, una completa locura.
—A veces me pregunto qué estás pensando.
La voz de Midoriya le sacó abruptamente de sus pensamientos y no pudo evitar sentirse nervioso, ¿él estuvo viéndole en silencio todo ese tiempo?
Carraspeó y mantuvo su rostro estoico y sin emociones de siempre, volviendo a ver a Midoriya que le observaba con demasiada atención. Le gustaba verse reflejado en sus ojos porque sentía que al fin le estaban notando de la manera que quería.
—Solo... divago.
—Me gustaría hacerlo cómo tú, yo murmuro... demasiado. —Midoriya se avergonzó y cohibió por eso. No era necesario que lo dijera, más de una vez Todoroki le descubrió murmurando palabras a la velocidad de la luz—. Oh, espera. ¿Pensabas sobre comenzar a relatar tu historia? Si te sientes incómodo tal vez sea mejor esperar, no quiero ofuscarte, ya estás lo suficientemente estresado con la gira como para agregar más peso sobre tus hombros, y...
Todoroki sonrió ligeramente sin verdadera gracia, era imposible encontrar el mínimo rastro de maldad en Midoriya, era demasiado considerado, demasiado sincero. El tipo de persona en que Todoroki podía confiar casi ciegamente.
—Desde que tengo memoria las personas a mí alrededor consideraban que mi familia era perfecta y llena de felicidad. Mi padre siempre se encargó de vender esa imagen hacia sus falsas amistades y socios, así que estábamos obligados a ser perfectos e intachables. Creo que estuve relativamente bien hasta los cuatro años, fue en ese momento cuando comencé a comprender qué significaba ser un Todoroki y lo jodido que era. —Todoroki frunció el ceño, intentando hacer memoria de esos años que hacía mucho dejó atrás, encerrados en un baúl en lo más profundo de sus recuerdos. Para vivir una vida lo más plena posible dejó de arrastrar todos los desastres de su pasado, de vez en cuando los recordaba, pero bastaba con un par de botellas de cerveza barata para apagar su cerebro—. Mi padre decidió que necesitaba clases de artes marciales, según él era suficiente de ser un debilucho mimado y debía crecer, poco le importó la negación de mi madre y lo asustado que estaba.
—Tan solo tenías cuatro años... eso es una completa locura.
—Por supuesto que sí, incluso varios maestros de artes marciales lo pensaron así y se negaron a recibirme. Eso no le gustó, todos sus hijos debían tener cualidades para resaltar de un modo u otro, Touya y Natsuo no eran muy inteligentes, pero tenían carácter y eran deportistas natos, Fuyumi era su hija perfecta, se comportaba como una dama y tenía un gran talento para el piano. Ella sugirió enseñarme y mi padre accedió a regañadientes solo para que yo no perdiera el tiempo. —Por alguna razón sintió deseos de suspirar, pero se conformó con un respiro—. A los siete años aun no terminaba de comprender todo lo que me rodeaba, no entendía por qué mamá vivía confinada en casa ni por qué mis hermanos se escabullían por largos periodos hacia mi habitación, jamás le di importancia a esos detalles, tiempo después me enteré de todo. Al ser un niño iluso creí que podía tener lo que deseara y le pedí a mamá un violín, ella accedió siempre y cuando mi padre no lo descubriera, pensé que sería divertido, era nuestro secreto. Un par de meses después mi padre llegó temprano del trabajo y me descubrió.
Todoroki frunció sus labios incómodamente, Midoriya notó ese pequeño detalle y no pudo evitar un mal presentimiento.
—¿Qué sucedió? —En cuanto la pregunta abandonó sus labios Todoroki le miró. No encontró rastro de miedo, pero si una profunda amargura.
—Destrozó el instrumento y golpeó a mi mamá por estarme arruinando.
Midoriya sintió que su corazón se agrietaba de un momento a otro. Todoroki contaba todo con tanta calma y parsimonia que conseguía crearle nudos en el pecho, él no se destruía ni lloraba por los recuerdos dolorosos, estaba acostumbrado. ¿Qué tanto debió pasar para acostumbrarse a algo tan horrible? Un niño pequeño no debía soportar el arranque de ira de un hombre adulto y estúpido, no debía crecer repleto de miedo.
—Después de darme un par de cachetadas me inscribió en artes marciales y contrató maestros de idiomas para mí. De camino a casa me dio una larga charla, él quería que todos sus hijos compitiéramos para demostrarle quién era el mejor para heredar su compañía, nunca sentí real afecto por mi padre, pero desde ese día solo pude sentir repulsión.
—¿Tus hermanos estaban de acuerdo?
—Aun no tenían la edad suficiente para enfrentarse a mi padre, así que fingían estarlo. Después de enterarse de lo que sucedió ese día me obsequiaron una guitarra, Touya la escondía en su cuarto para evitar lo que sucedió con el violín. A los doce tuve un accidente que marcó mi rostro para siempre, cuando volví del hospital mis hermanos decidieron rebelarse y comenzar a hacer lo que realmente querían. Yo no pude librarme de las obligaciones que mi padre me impuso, pero al menos dejó de reprimirme porque Touya le daba más dolores de cabeza y le mantenía ocupado.
De algún modo, Midoriya concluyó que desde ese momento las historias alocadas con sus hermanos comenzaron a surgir. Los Todoroki vivieron bajo las ambiciones y ridículas expectativas de su padre, era obvio que cuando se rebelaran hicieran un montón de cosas estúpidas, como chocar un auto de lujo contra un hospital o hacerse tatuajes dolorosos.
—A esa edad conocí a Yaoyorozu y a los amigos desquiciados de Touya, uno de ellos me enseñó a tocar la batería y en su momento me incentivaron a cantar. En un principio me parecían algo vulgares, pero los terminé admirando más de lo que pensé. —Y era algo obvio, su estilo de música y la manera de vestir estaban influenciados por esas personas—. A los trece tocaba en los bares de mala muerte a los que me arrastraban, en uno de esos bares conocí a Aizawa y me ofreció entrar en la academia Yuuei.
—¿Tu padre...?
—Se opuso, tuvo suficiente de la rebeldía de todos nosotros y amenazó con desheredarnos. Esa misma noche mamá decidió que tuvo suficiente de ese infierno, hizo sus maletas y se fue.
Esa noche fue el momento en que todo a su alrededor se hizo pedazos. Desde que sucedió el accidente con su rostro no pudo hablar con su mamá. Enji dejó a su esposa en un cuarto de la mansión del que no podía salir y no tenía permitido cruzar palabra con sus hijos. Esa noche fue la primera vez en meses que pudo verla de cerca, pero ella no le miró, solo susurró unas disculpas y se marchó. Touya y Natsuo se encargaron de frenar a su padre para que ella pudiera irse, lo que ocasionó otra disputa más grande que la anterior.
Esa noche solo Fuyumi y él se quedaron en casa. Shoto se sintió culpable, no era la primera vez que causaba el caos en su hogar y provocaba una separación, así que apenas pudo dormir.
La mañana siguiente... despertó mudo.
El pánico se apoderó de él y ni siquiera Fuyumi pudo calmarle. El médico de la familia no tardó en llegar para hacerle un chequeo y asegurarle que era un mutis.
Esa fue la gota que rebalsó el vaso.
Los siguientes días se los pasó durmiendo, no quería hablar con nadie y sus hermanos respetaron su decisión. Sufrió los dos primeros ataques de mutis, su garganta dolía como el infierno antes y después de los tres días malditos, su vida se resumió en ir a clases, volver y dormir para no lamentarse de su patética suerte. Al menos hasta que Yaoyorozu decidió que era suficiente de sumergirse en su miseria e irrumpió en su casa para ayudarle a entrar en razón. Su amiga le aseguró que todo estaría bien, le pidió buscar a Aizawa y aceptar la propuesta de ir a Yuuei, no fue una tarea fácil para ella porque Shoto estaba cegado por la frustración, pero finalmente lo consiguió.
—Pasaron un par de meses antes de que me convencieran de buscar a Aizawa. Ya tenía catorce años y debía comenzar a prepararme para entrar por recomendación, así que rechacé completamente lo que mi padre quería para mí y me centré en lo que quería hacer realmente.
Para ese punto, Midoriya sabía que sus ojos brillaban por la admiración que sentía por Todoroki. Él pasó por malos momentos, pero supo cómo levantarse, el mérito de eso no era totalmente de la estima y ayuda que recibió por parte de sus hermanos y Yaoyorozu, gran parte fue su propia fuerza de voluntad.
Midoriya lo entendía, porque a pesar de tener a su madre, sus amigos y sus palabras de aliento, no fue capaz de tomar valor y vivir como quería, solo se resignó a conformarse.
—Me siento realmente aliviado de que lo hayas conseguido. —Midoriya bajó la cabeza sintiendo como su rebelde cabello picaba sobre sus párpados—. Seguir con lo que querías después del abandono de tu madre y la desaprobación de tu padre...
—No fue tan difícil después de acostumbrarse. Ese año pasó bastante rápido para mí y el siguiente en la academia fue más acaparador. No debí esforzarme para resaltar, pero debía mantener el ritmo de los demás o me vería superado, no tenía pensado hacer amigos allí y me alejé del grupo, pero se me hizo imposible escapar de Kirishima. Antes de darme cuenta estábamos almorzando en la misma mesa.
—Empiezo a creer que tiene un don.
—Puedo confirmártelo.
Todoroki pensó en seguir hablando, pero no podía hacerlo. Desde ese momento de su vida comenzó con las relaciones insípidas y poco duraderas, aquellas que comenzó con algo de esperanza y acabaron dándole más dolores de cabeza que respuestas claras.
Odiaba que el antídoto para su síndrome fuera el amor, porque con cada fracaso le decía que el amor solo era una fantasía barata que novelas, películas y canciones vendían a grandes masas.
Un pensamiento iluso y pesimista.
¿Cómo podía pensar así del amor cuando no lo sentía?
Nunca sintió lo que ahora sentía. El corazón latiendo a kilómetros por hora, sus manos deseando tocar la piel del otro, el anhelo de besar sus labios y el sufrimiento por no poder hacerlo. El amor era fuego intenso, uno que robaba todo lo conocido, el aliento, el alma. Buscar una salida de escape era imposible, fingir que el sentimiento no existía era inútil.
—Todoroki. —Midoriya le llamó. Sus labios estaban fruncidos y parecía algo abrumado—. Yo... realmente no tengo palabras y lo siento muchísimo. Comprendo que debió ser difícil para ti, tu infancia no fue fácil de ningún modo y aun así tú... creo que te admiro más ahora. No sé si debería estar elogiándote en un momento como este, pero... es lo único que puedo pensar en este momento.
Midoriya sonrió suavemente aunque se notaba apenado. ¿Por qué el universo se esmeró tanto en crearle? A sus ojos era perfecto, una delicia de persona que deseó conocer antes.
¿Quién dijo abejas en el estómago? ¡Eran avispas! ¡Malditas avispas asesinas!
—Gracias, Midoriya.
Fue lo último que dijo.
Midoriya no se atrevió a romper el silencio y solo se concentró en su comida. Cada bocado se le hizo amargo e insípido, no podía dejar de pensar en Todoroki y en todo lo que pasó. Sabía que era solo una parte porque habló superficialmente de sus padres, presentía que los golpes de su padre hacia su madre y hacia Shoto no eran cosa de una vez, porque hablaba con tanta naturalidad de ello que causaba escalofríos. Había mucho más escondido en el corazón de ese hombre y Midoriya sintió deseos de conocerlo, ayudarle, consolarle de algún modo.
Pero no sabía cómo hacerlo.
Y se sintió patético por ello.
El postre fue dulce, pero los remolinos en su estómago no le permitieron disfrutarlo. Cuando la mesera volvió para recoger los platos también dejó dos vasos con agua, justo lo que necesitaba para el nudo en su garganta.
—¿Piensas pedir la hamburguesa?
—No... ya no tengo hambre.
Todoroki asintió y no comentó nada más.
Ambos dejaron el restaurante caminando el uno al lado del otro. Llegaron hasta uno de los miradores junto a la cerca y simplemente se quedaron allí para observar. El silencio no era cómodo, era pesado, ni siquiera las hermosas vistas hacia París lograban calmar a Midoriya, así que solo se apoyó sobre sus brazos y observó el perfil del cantante. Todoroki le miró con algo de sorpresa al descubrirle admirándole, pero acabó por sonreírle ligeramente.
—¿Estás abrumado? —preguntó como si pudiera leer sus pensamientos con facilidad—. No pensé que podría arruinar la velada, lo siento.
Midoriya se preguntó si su lengua no se cansaba de disculparse tanto.
—No arruinaste nada, yo quería escuchar... y me siento feliz de que puedas confiar en mí.
Todoroki sintió una pizca de gracia, Midoriya no llevó las manos hacia su cabello o jugó con sus mangas que eran los gestos que hacía cuando se sentía inseguro.
—Eres alguien de confianza. Conociéndote puedo asegurar de que eres mal mentiroso.
—Apesto mintiendo.
Pero Todoroki podía jurar que tenía un magister en mentirse a sí mismo, porque Midoriya vivía mintiéndose, menospreciándose mientras aludía a defectos que no existían. La imagen que Midoriya tenía sobre su persona era tan malditamente errada y Todoroki apenas podía decir algo para hacerle notar la realidad.
Midoriya se reincorporó y sonrió risueñamente mientras Todoroki seguía observándole en silencio, aunque se sorprendió al notar que no tenía ganas de correr, usualmente cuando las personas le veían fijamente Midoriya sudaba frío pensando en todos los defectos que tenía. Ahora no. Todoroki era demasiado amable como para destacar sus defectos.
La sonrisa se congeló en su rostro al sentir los delgados dedos de Todoroki acariciando su mejilla. Rápidamente sus pómulos entraron en calor y Midoriya se cohibió sobre sí mismo, provocando que sus rizos se enmarcaran alrededor de su rostro.
Sus exóticos ojos adquirieron un brillo de curiosidad y Midoriya deseó saber qué pasaba por su cabeza, qué pensamientos tenía cuando le veía de esa forma tan anhelante.
—Eres adorable, Midoriya.
Perdió el aliento ante su halago.
¡¿Cómo podía decir ese tipo de cosas tan seriamente?! Todoroki parecía un ser idílico, completamente diferente a las personas que conoció antes. Midoriya podría jurar que jamás conocería a alguien igual a él y por alguna razón ese pensamiento hizo estragos en su estómago.
Quiso decirle lo que sentía en ese momento, que por un motivo extraño estaba acostumbrándose a su compañía, que le agradaba y que cada momento a su lado le llenaba el corazón de una extraña felicidad.
Pero no sentía que fuera lo correcto.
Todoroki sabía de su sexualidad y Midoriya no podía dejar de temer por eso, hablaba con cuidado porque él podría malentender sus palabras y tomar algún tipo de distancia. No sería la primera vez que alguien confundiría su amabilidad con coqueteo, pero esa vez le causaría más vergüenza que las otras. Todoroki no era solo una cara bonita y talento desbordante, era una persona maravillosa que ganó su admiración con méritos y Midoriya no necesitaba que un rechazo marcara aún más sus diferencias.
Sería penoso, humillante. Aunque no estuviera enamorado de él, dolería.
Midoriya no tenía el derecho de amar a un hombre como él, ni siquiera era merecedor de su amistad. Por ello se asustaba tanto cuando las personas le veían juntos. ¿Qué diablos pensaría el mundo? Un tipo como él... junto a Shoto Todoroki.
Los pensamientos empezaron a llover sobre su cabeza a una velocidad espeluznante, tanto que su corazón comenzó a latir desesperadamente y sus manos temblaron con fuerza.
El sonido claro de un celular capturando una fotografía le hizo voltear. Un turista japonés acababa de tomar una fotografía en dirección a la ciudad, pero Midoriya estaba seguro de que también aparecían en la toma. ¿Y si ese hombre era un periodista? No era una idea tan descabellada, de hecho era bastante posible.
—¿Midoriya? —Todoroki le llamó, pero su voz no parecía llegar a sus oídos.
Había un montón de personas paseando tranquilamente por el lugar, pero más de alguna vez se le quedaron viendo y le asustaba demasiado, de seguro pensaban que era raro, de seguro notaron quién era él.
Marica, zorra, chupapollas.
Las voces se acumularon en su cabeza como un circo macabro, sus labios temblaban y comenzó a sudar frío.
—Midoriya. —Todoroki volvió a llamarle con más fuerza en su voz, pero Midoriya solo podía observar a las personas con pavor y sumergirse en el pánico—. Midoriya, escúchame.
Apenas pudo negar, más Todoroki le sostuvo firmemente por los hombros y le hizo mirar al frente, él se veía preocupado y desconcertado por culpa suya. Todo era su culpa.
—N-No me toques... —rogó en un susurro—. ¡No lo hagas!
Todoroki le soltó y Midoriya se abrazó a sí mismo. Necesitaba salir de ahí, esconderse del mundo, apartarse de la sociedad y del daño que podrían causarle. Quería respirar, necesitaba respirar...
—Midoriya, ¿qué es lo que sucede? Dímelo, por favor.
—T-Tan solo... sácame de aquí.
Su mente pareció desconectarse de la realidad por instantes aterradores. Sentía la mano de Todoroki en su espalda baja guiándole hacia el ascensor y también escuchaba sus palabras que intentaban calmarle, pero no quería ni sentir ni escuchar, solo quería escaparse.
El hotel no estaba demasiado lejos, pero no quería caminar sabiendo que los demás podrían verle devastado, así que apenas llegaron a la calle se metió en el primer callejón que encontró, dejándose caer sobre la pared al lado de un contenedor de basura. En ese momento nada importaba más que esconderse del mundo.
Respiró forzosamente, cada aliento quemaba como el fuego. Lágrimas caían de sus ojos y manchaban sus mejillas con patéticos y cálidos rastros.
Puta, ridículo, asqueroso.
¿Por qué todo su pasado le perseguía?
Él solo... quería vivir.
Sintió la chaqueta de Todoroki cubriendo su cabeza y sus hombros. Antes de poder decir una palabra Todoroki envolvió sus brazos alrededor de su cintura y le permitió esconderse en su pecho. El aroma de su perfume hizo cosquillas en su nariz y la calidez de Todoroki logró calmar sus temblores.
—Puedes estar tranquilo, Izuku. No dejaré que nadie te haga daño.
Midoriya solo pudo aferrarse a su camiseta y llorar.
Porque le creyó.
Los largos minutos que pasaron en el callejón parecieron eternos y Todoroki sintió que a cada segundo se creaba otra fisura en su corazón. El llanto de Midoriya no era escandaloso, era bajo, como si temiera ser escuchado, pero estaba cargado de miedo y dolor. Todoroki no pudo hacer nada para consolarle, no supo qué ocurría y no supo cómo actuar.
Se sintió inútil.
En cuanto Midoriya detuvo su llanto y solo se sostuvo firmemente de su ropa Todoroki le ayudó a levantarse para salir del callejón. Se alejaron de las calles más concurridas para acabar en un parque tranquilo donde pudo conseguir una gaseosa dulce y una banca. Se quedaron en silencio mientras Midoriya bebía pausadamente y sorbía su nariz de vez en cuando.
Todoroki suspiró antes de tomar la mano libre de Midoriya y presionar pausadamente entre sus dedos pulgar e índice. Midoriya intercaló su mirada entre su mano y Todoroki, sin comprender qué sucedía.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó cuándo soltó su mano y pidió la otra para hacer lo mismo—. Hace cosquillas.
—Es un punto de presión para aliviar el estrés.
Midoriya parpadeó perplejo antes de reír risueñamente, Todoroki era demasiado dulce y ocurrente. Se avergonzó. A pesar de arruinar su visita por París Todoroki seguía comportándose amable, inclusive se preocupaba y esforzaba por ayudarle.
—Lo siento mucho, Todoroki. No quería causarte todos estos problemas, no pensé que de pronto yo... —Las lágrimas volvieron a acumularse en sus ojos, pero mordió sus labios para evitar romper a llorar otra vez—. ¡Lo siento! Estoy intentando disculparme y sigo siendo un llorón. Se suponía que podrías relajarte un poco y yo solo te causo más dolores de cabeza.
Midoriya siguió balbuceando disculpas y Todoroki no sabía cómo frenarle sin sonar grosero.
—No es necesario que te disculpes, solo...
—¡Perdón por disculparme tanto! Solo estoy empeorando la situación, ¿por qué no puedo quedarme callado? —Midoriya estaba demasiado concentrado en lamentarse—. No pensé que volvería a sentirme así, no aquí, no contigo. Yo solo quería tener un día lindo y solo pude arruinarlo con mis problemas...
Antes de que Midoriya volviera a abrir su boca, Todoroki capturó su pequeña nariz entre sus dedos índice y medio, como si intentara parar el berrinche de un niño pequeño.
—D-Devuélveme mi nariz, Todoroki.
—No hasta que me dejes hablar. —Midoriya hizo un puchero antes de asentir. Todoroki liberó su nariz y le dio dos palmadas a sus pecosas mejillas—. No arruinaste nada.
—P-Pero viste la peor faceta de mí y-
—Tú me viste borracho, esa si es una mala faceta. —Midoriya separó sus labios para protestar, pero al no encontrar palabras simplemente se calló—. ¿Qué sucedió allá arriba? ¿Si le temías a las alturas?
Midoriya sacudió la cabeza mientras apresaba la lata de gaseosa entre sus manos, aunque realmente tenía deseos de abrazar sus piernas y volverse una bolita sobre la banca.
—Lo siento —murmuró otra vez—. Debió ser extraño para ti, no pensé que debería decírtelo porque hace mucho que no... tenía un ataque de ansiedad. Cuando era un niño me trataron realmente mal, no podía estar tranquilo sin que alguien me molestara o intentara humillarme... ahora no puedo dejar de estar alerta y... —Midoriya relamió sus labios con incomodidad—. Me asusto, no puedo dejar de pensar en que todos quieren reírse de mí.
Todoroki le observó temblar penosamente, casi como un conejito asustadizo. Sintió una profunda pena porque no podía comprenderlo. Poco y nada le importaba la opinión de los demás, pasó demasiados años de su vida intentando complacer a su padre y sus amigos de clase alta, tanto que llegó a hartarse y mandar todo al demonio, pero Midoriya no, Midoriya aún vivía asustado de las personas a su alrededor y lo crueles que podían llegar a ser.
—Midoriya. —Todoroki esperó a que el chico le observara para acariciar su cabello revoltoso—. Decirte que te olvides de eso no servirá de nada porque ya lo sabes. Solo puedo decirte que mientras estés intentando superarlo estaré para ayudarte. No tengas miedo de decirme cuando te sientas mal.
Midoriya en serio esperó las mismas palabras de siempre, los demás le llamaban paranoico o exagerado, le decían que bastaba con olvidarse de eso y ya, pero eso no servía de nada. Todoroki era diferente, él ofrecía su apoyo para ayudarle a superar esos momentos difíciles.
—Eres demasiado bueno conmigo.
—Lo mereces.
Midoriya gruñó por lo bajo, sus labios estaban apretados en un gracioso puchero.
—¿No te preocupas? Si alguien te ve junto a mí sería vergonzoso... podrían hacerse de una idea equivocada y causarte un millón de problemas que no necesitas.
—Estás hablando con el cornudo del año. ¿Te parece que un rumor me preocupe? —Todoroki frunció el ceño, dejando a Midoriya completamente perplejo—. Y, ¿por qué estaría avergonzado?
—B-Bueno, yo soy... mi cara... eh —balbuceó estúpidamente, Midoriya ni siquiera sabía qué estaba tratando de decirle, y que Todoroki le mirara atentamente tampoco le ayudaba—. Soy...
—¿Eres qué?
—D-Digo, aparte de ser hombre no soy del tipo agradable, soy muy raro, mi apariencia tampoco es buena...
—¿Quién te dijo esa mentira?
Midoriya bajó la cabeza. Si era una mentira, ¿por qué se la dijeron tantas veces? Todos se burlaban de él llamándolo despectivamente, resaltando sus defectos y humillándole. A sus compañeros de clase les pareció divertido tener un cabeza de turco para mofarse y Midoriya fue la mejor opción.
—Muchos...
—Creo que conociste mucha gente estúpida, Midoriya.
Todoroki acarició su cabeza un par de veces, era obvio que no estaba acostumbrado a dar muestras de afecto, pero lo hacía con tanta delicadeza que conseguía calentar su atolondrado corazón. Midoriya no quería que se detuviera, le gustaba ser mimado por ese hombre que ocultaba demasiada bondad bajo una máscara de inexpresividad.
¿Cómo podía sentirse tan bien a su lado? Como si de algún modo Todoroki le complementara a la perfección, comprendiendo sus sentimientos sin necesidad de palabras y haciéndole sentir bien con gestos sencillos.
Se permitió recostar su cabeza en el hombro de Todoroki, sin molestarse en recordar sus defectos y razones para no estar cerca de él. Solo buscó sentirse a salvo con la persona que en ese momento le otorgaba paz.
—Todoroki... ¿realmente quieres escucharme?
Wenas.
¡Hola, tribu! ¿Cómo han estado? Espero que muy bien.
Otra vez dividí el capítulo, porque de otro modo sería muy largo y no quiero interrumpir a Midoriya bebé, alv. ¡No quise excederme con Todoroki! Mi niño sigue siendo algo reservado y no dirá todo de sopetón, aun quedan cositas por saber.
No tengo mucho que decir, excepto que me estoy muriendo lentamente. ¡Espero sobrevivir para traer la actualización pronto!
¡Canción!
https://youtu.be/MxtxqmnrhvA
Recuerden que tenemos lista de spotify, si alguien quiere el link, me avisa ->
¡Un beso! ¡Nos vemos pronto, espero!
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