Capítulo 1
Mutis
Síndrome que afecta a una entre cien mil personas, se presenta en la temprana adolescencia y alcanza su punto máximo a la edad de veintiocho años.
Consiste en perder el don del habla durante los últimos tres días del mes, situación que se dará de forma consecutiva por lo largo de su vida hasta llegar a la edad límite de veintiocho años, en la que perderá por completo la capacidad del habla.
No consta de una cura conocida, sin embargo, hay un rumor popular.
Un mutis puede salvar su voz si consigue que un amor verdadero bese sus labios durante uno de los tres días en los que será un mudo.
No es fácil. Ya que si un mutis es besado por una persona sin verdaderos sentimientos perderá completamente su capacidad del habla.
Para siempre.
— ¡Yaoyorozu definitivamente te jodió!
Todoroki sintió la madera crujir bajo la presión de sus dedos, era suficiente, la ira contenida podría escaparse por su poros y terminaría haciendo algo de lo que se arrepentiría más tarde. Cerró con fuerza la puerta de su habitación justo enfrente de las narices de Kirishima para acallar sus reclamos.
Ya no quería escuchar más palabras al respecto.
Suficiente de esa mierda.
Pasó las manos por su lacio cabello de dos colores, casi con ganas de arrancárselo a jirones. Dios santo, había sido un completo estúpido e iluso, llegaba a ser ridículo.
Estaba definitivamente, avergonzado de sí mismo.
¿Cómo pudo siquiera creer que podría salvarse?
¿Cómo pudo Yaoyorozu traicionarle?
¿Por qué a pesar de todo no podía culparla?
Todoroki exhaló, recostándose en la cama para mantener la calma y no tener un ataque de ira con las cosas de la habitación, eso solo haría un escándalo aun mayor y los medios se lo comerían vivo. No podía causarle más problemas a Aizawa, su manager, quien probablemente estaba batallando con su productora.
Su móvil sonó desde algún lugar de la habitación, no sabía dónde realmente, porque lo había lanzado contra la pared en cuanto recibió un mensaje de su novia, o la que fue su novia, en el que ella pedía hablar para darle explicaciones.
No había nada que explicar.
Tragó con amargura. Su corazón no dolía por ser traicionado en el amor, dolía por ser traicionado por su mejor amiga, su única y verdadera amiga. Su relación con Yaoyorozu era tan antigua, tan añeja y alargada, que era tan natural como respirar, no hubo día en su vida en que no estuviera, de alguna forma u otra, conectado a ella.
Ahora lo que quedaba de su amistad no era más que una decoración hecha pedazos, era solo vidrio roto y sucio, incapaz de volver a tomar la forma que antes tuvo.
Aunque no podía culparla.
¿Cómo hacerlo?
Yaoyorozu supo de su situación cuando ambos eran jóvenes, ella se compadeció y le dio palabras de aliento. Sin embargo la mala decisión la tomaron el día en que Todoroki cumplió su vigésimo cumpleaños. Lo recordaba tan vívido, tan reciente, el miedo que sintió ese día. Fue ella quien le contuvo, quien se sentó a escuchar sus lamentos. El tiempo pasaba y él seguía sin respuestas, paso tras paso, el tiempo acortaba su plazo para cumplir con su maldición.
Shoto Todoroki odiaba sus cumpleaños.
Porque le recordaban que era un año menos de distancia para su condena, un año más sin encontrar a quien le curase.
Un año más que le acercaba a la fecha más odiada de los mutis, su vigésimo octavo cumpleaños.
El día en que perdería la voz.
Yaoyorozu le sostuvo, le susurró y le aseguró que todo estaría bien. Le prometió esperanza ese día, le prometió salvarlo. Le prometió enamorarse de él con todo el corazón, con el alma, para ser la persona que le salvaría de su calvario. Todoroki le creyó, como un iluso tuvo la osadía de confiar en su palabra y en la poca suerte que tenía, jurando que solo sería cuestión de tiempo para que su relación diera un paso más adelante, uno que lo cambiaría todo.
En todos esos años, ninguno de los dos se sintió confiado para besarse el día indicado. Todoroki no lo sentía correcto y Yaoyorozu lucía obviamente desconfiada en sí misma, ambos sabían que no tenían los sentimientos necesarios para hacerlo, por lo que decidieron esperar.
Esperar por un día que jamás llegó y que jamás llegaría.
El desastre había ocurrido en plena madrugada de ese día, las indecorosas fotografías que retrataban a su novia con la famosa guitarrista y estrella de rock Kyoka Jiro habían sido repartidas por todo el país, no había nadie en el mundo del espectáculo que no estuviese enterado de la traición de Yaoyorozu.
Era el tema más hablado, el peor desastre en la industria. Yaoyorozu, como joven modelo, se vería perjudicada, y él...
Él desearía no ser el centro del mundo en ese momento.
No había forma en el mundo en que podría olvidarse de Yaoyorozu, al menos, por un par de horas. No podía buscar su teléfono, ni siquiera debía asomarse por el internet, las cientos de miles de fanáticas habían comenzado a realizar sus clásicos actos alocados, dedicándole largos mensajes que para ellas eran motivacionales, pero para él eran una tortura.
¿No podía ser miserable en soledad?
Solo quería soledad.
Era solo cuestión de un año para acabar con su carrera, nunca más volvería a tomar un micrófono en su vida ya que nunca más podría pronunciar ninguna palabra. ¿Por qué no acabar todo desde ya? Debería informarle a Aizawa, decirle que todo debería ser cortado de raíz, que ya era suficiente.
Sin embargo, apenas en una semana comenzaría la nueva gira, todos estaban preparados y dejar todo de lado generaría muchos problemas. No le importaban los jefes de su productora, por otro lado, los empleados normales y que podían ser reemplazados con facilidad, sí. Él no podría arruinar la vida de cientos de personas solo por querer terminar todo sin aviso previo.
Aunque debía terminar, ese no sería el momento.
Hablaría con Kirishima y Bakugou, los únicos dos músicos que habían tocado para él toda su carrera en el escenario, para informarles de la situación. Eran quienes más merecían saberlo, ya que con el pasar del tiempo, al menos podía considerarlos compañeros y no quería echarlo a perder por su amargura.
Ellos lo entenderían, sabían de su situación y la maldición que cargaba sobre sus hombros.
Lo entenderían, pero nada le aseguraba que no guardarían rencores.
Frotó las manos sobre su rostro, tenía suficiente, necesitaba apagar sus neuronas y dormir no daría resultados. Necesitaba salir y emborracharse, ahogar las penas en alcohol como cualquier otro hombre miserable del planeta.
Se puso de pie y se cambió, eligiendo lo más casual y bajo perfil de su guardarropa, lentes y una gorra para ocultar su particular cabello. Ni siquiera miró atrás en busca de su teléfono, solo tomó su billetera y las llaves de su motocicleta.
Llegó al aparcamiento con la suerte de no toparse a Kirishima otra vez en su camino, el chico estaba furioso por lo sucedido y quería ayudarle, sin embargo Todoroki no quería su compañía esta vez porque él le recordaría una y otra vez que Yaoyorozu le engañó y que ahora, para su desgracia, estaba arruinado.
Pasó el casco sobre su cabeza y se puso los guantes de cuero que su hermana le regaló en su cumpleaños, el único recuerdo que tenía de ella cuando estaba fuera de Musutafu. Diablos, cuanto la extrañaba.
Salió del aparcamiento del gran hotel por la calle menos concurrida. El motor de la motocicleta vibraba y rugía bajo sus piernas, ahogando el sonido de sus propios pensamientos, lo único que quería tener en la cabeza era la búsqueda de un club de mala muerte en el que pasar el rato y no ser descubierto por nadie.
Los destellos de las luces en la gran ciudad de Tokio pasaban por el rabillo de sus ojos como ráfagas etéreas. Todas esas luces le confirmaban que había vida y que esa misma vida seguiría perdiera su voz o no, a nadie le importaba realmente.
Ni siquiera a las fanáticas, solo sería cuestión de tiempo para ser, otra vez, olvidado.
Se detuvo frente a un bullicioso y oscuro recinto, apenas había un cartel con luces de neón que dictaba un nombre exótico, un par de afiches sobre bebidas alcohólicas y ninguna fila. El lugar perfecto y poco concurrido que estaba buscando.
Estacionó la motocicleta y bajó de ella, quitándose el casco y acomodando sus cabellos antes de cubrirse con un gorro simplón. Ni siquiera llamó la atención del guardia de seguridad cuando cruzó la puerta, nadie ahí le importaba lo que los demás hacían.
El lugar olía a tabaco, sudor y licor, la música resonaba fuertemente y las personas bailaban en éxtasis, algunos tenían toques completamente indecorosos apoyados en las paredes y otros se besuqueaban sin pena al público, era el completo desenfreno en una noche de día viernes.
Que locura.
Se acercó a la barra, llamando rápidamente la atención de la camarera quien, con obvios coqueteos, tomó su orden de una botella de whisky. Todoroki fue lo más cortante que pudo, solo quería beber, no le interesaba relacionarse con nadie durante esa noche.
Desde que había comenzado su relación con Yaoyorozu, jamás había pensado en relacionarse con otra persona, incluso cuando antes de cumplir los veinte años había descubierto su obvia bisexualidad y que de alguna forma prefería más la compañía masculina. Olvidó todo eso porque estaba convencido de que solo debería enamorarse de ella.
Pero Todoroki no pudo enamorarse y Yaoyorozu tampoco. No había forma en el mundo en que forzaran sus sentimientos y obligarlos a ser.
Obtuvo el primer trago, el licor quemó por su garganta y le hizo sentir cálido, lo suficiente para hacerle olvidar el frío que sentía. Las horas pasaban, un trago y otro más. Pronto la botella acabó sobre la barra, medio vacía, ya estando lo suficientemente borracho para que la cabeza le diera vueltas, pero no lo suficiente para echarse al suelo y morirse ahí con el cerebro apagado.
Pensó en pedir otro trago, lo que sea para acabar con su conciencia, sin embargo, sintió el toque de una mano cerrándose sobre su hombro derecho. Gruñendo, se volteó para encarar a la persona que intentaba sacarle de su propio mundo.
Esperaba que fuese otra chica boba y borracha hasta la médula que quisiera un rollo de una noche, lo típico que se encontraba en los clubes.
Pero no lo era.
Aunque Todoroki tenía la vista algo borrosa, pudo identificar al chico frente a él. Parecía joven, Todoroki deducía que él tenía algún par de años menos, puesto que su cara lucía juvenil y bonita, tenía unos grandes y avasallantes ojos verdosos y apetecibles labios de piñón. No era una belleza fulminante, era común y sencillo, pero por alguna razón le atrajo con fuerza.
Él dijo algo, pero Todoroki no se concentró en entenderle, solo podía admirar su bonito rostro y cuerpo menudo oculto bajo un suéter y una gran chaqueta de cuero café. Parecía tan desacorde al ambiente de música electrónica y muchedumbre en poca ropa que sudaba y gritaba, era como encontrar a un hada en una pelea de lucha libre.
Todoroki lo pensó un poco, sabía que no quería la compañía de nadie. ¿Pero cómo sería sostener a un desconocido entre sus brazos por una noche? Específicamente, ese desconocido. Se notaba que él no sabía quién era, no habría problema alguno con los medios si él no decía nada.
Solo una noche.
Tomó la mano del chico y le obligó a sentarse en el taburete a su lado, el pobre lo miró perdido y algo asustado.
Todoroki se esforzó por sonreír.
—Entonces, ¿quién eres?
... Holiwiwi.
¡PAREN EL FIC, ME QUIERO BAJAR! ¡AAAAh!
Okya, siempre hago la misma burrada, estoy nerviosa, muy nerviosa, y tengo miedo.
Acabo de mezclar dos ideas de mi baúl para crear Mutis y la verdad, no me arrepiento. En si, la trama girará entorno a este síndrome, es un síndrome ficticio como debieron notar y ya dí su explicación, pero si no lo entendieron pueden preguntarme aquí —>
Voy a intentar dar lo mejor de mi en este fic, estoy muy emocionada, sobre todo porque imaginarme a Todoroki como cantante es muy sepsi. Sin embargo, no tengo la menor idea de cómo funciona el mundo del espectáculo y utilicé la poca información que obtuve para crear este fic, así que puede que cometa errores.
El capítulo dos estará dentro de unos minutos con la perspectiva de Izuku bebé y luego quedará esperar la actualización semanal que este fic tendrá .3.
¡Espero que no sea tan complicado! Quiero llorar :C
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