—¿Por qué no me dijiste que era tu cumpleaños?

Félix vió con su único disponible, ya que el otro estaba detrás de una pequeña toalla con hielos y se encogió de hombros.

La fiesta de cumpleaños era exclusivamente familiar, pero era porque Félix no tenía amigos para invitar, todos habían quedado en Sídney y no habían podido venir.

Así que sólo estaban ellos dos, entre los padres de Félix, su abuela y un par de tíos, porque, de nuevo, muchos se habían quedado en Sídney.

—Ni siquiera te tengo un regalo, Félix— dijo, pero el otro sólo se encogió de hombros—. No, no hagas eso, a mí me molesta mucho cuando no me traen un regalo en mí cumpleaños, es que... es una de las pocas ocasiones del año donde te dan un regalo.

Felix lo apuntó y luego movió el dedo negativamente.

—Bien, yo no me contengo cuando quiero regalarte algo.

Eso hizo a Felix sonreír, pero hizo una mueca de dolor cuando el gesto le tiró la herida del labio.

Christopher suspiró, todavía tenía ganas de matar a esos chicos.

Los había visto salir del baño, carcajeándose, uno de ellos lo miró, con esa sonrisa egocéntrica.

“Tu novio te estaba llamando” dijo, para luego hacer una “o” con sus labios, burlándose de la mudez de Felix, “Oh, cierto” y no escuchó más porque había ido corriendo hacia el lugar.

Felix se dió cuenta de qué debía estar pensando Chan, se acercó a él para apoyar una mano en su hombro y negando con la cabeza para que lo olvide.

Chris alzó la vista hacia él.

Felix era un chico muy dulce, demasiado cálido para un mundo tan frío, con personas que querían apagar ese calor, ese brillo en los ojos y que pleneaba amargarlo.

Chan temía que desgraciadamente, habían enfriado bastante la personalidad del chico, aunque con él no era así, en cuanto a Felix volvía a estar solo parecía apagarse.

Y no lo merecía, no merecía nada de eso.

—Felix, creo que deberías cambiarte de escuela— dijo.

Las palabras hicieron que las cejas de Felix se alzaran, abriendo los ojos con lo que parecía miedo, comenzó a negar efusivamente, haciendo señas con su única mano disponible.

Christopher intentó tranquilizarlo, tomando su mano entre las suyas, conteniéndola.

—Tranquilo, shhh... Yo me cambiaré de escuela también— dijo—. Estaremos juntos, seguiremos juntos.

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