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𝟬𝟬𝟰 i used to be like you

PRIMER ACTO • CAPÍTULO CUATRO:
SOLÍA SER COMO TÚ.

                    Vanessa no tardó en darse cuenta de la continua rivalidad que había entre Scott y Logan. Y, aunque se moría de la intriga, evitó tocar el tema. Lo único que le faltaba era causar una pelea entre los integrantes.

      El almuerzo se le hizo largo aunque Vanessa masticó más de lo necesario su comida. Cuando terminó de comer, permaneció sentada, sin saber que hacer en realidad. El bullicio, producido por los estudiantes, estaba comenzando a molestarle cuando el timbre sonó, interrumpiendo las conversaciones.

      Los alumnos caminaron tranquilamente hasta sus salones, al igual que los profesores. Menos Logan, que siguió comiendo tranquilamente. Vanessa jugaba con sus cubiertos cuando Logan la miró.

      — ¿Piensas quedarte ahí todo el día?—, preguntó después de tragar. Vanessa levantó la vista y se encogió de hombros.

      —Fueron ustedes los que me trajeron aquí—, señaló la castaña. Logan hizo una mueca y, después de terminar de comer, se levantó.

      —Yo voy afuera, ¿me acompañas?—, esperó a su lado y la chica, sin pensarlo dos veces, asintió. No era como si tuviera mucho qué hacer.

      El patio ya no estaba tan concurrido como antes, aunque un pequeño grupo que se encontraba con Jean y Scott resaltaba en medio del campo. Jean, utilizando su mente, alzaba los platos al aire, mientras que Scott hacía que estos se rompieran en pedazos, sus manos permanecían constantemente sobre sus gafas.

      —El Profesor dijo que por la tarde Jean, Ororo y tú podrían ir de compras. Ya sabes, porque no tienes ropa—, intentó comenzar una conversación Logan.

      —Sí, eso será divertido—, se burló la mutante sin despegar la mirada de la demostración de poderes.

      —Yo solía ser como tú—, admitió Logan, ganándose la mirada de Vanessa.

      — ¿Qué quieres decir?—, preguntó la castaña mientras ambos se miraban fijamente a los ojos.

      —Yo solía evitar mantener alguna relación con cualquiera. Pero, con el tiempo, comprendí que aquí no necesitaba hacerlo. Ellos sólo quieren ayudarte, quieren ser tus amigos. Yo quiero ayudarte—, el discurso de Logan hizo que Vanessa riera, sin poder creer sus palabras.

      —Logan, no nos parecemos ni un poco. No evito mantener una relación con las personas. Simplemente, aprendí de mala manera que, si te apegas mucho a alguien, sólo creas tu propio infierno.

      — ¿Y eso no es evitar relacionarse?

      —Yo me relaciono, pero no me apego.

      —No puedes hacer una, sin hacer la otra.

      Vanessa rodó los ojos antes de irse, tomó uno de los platos que estaban en el aire y volvió con Logan. La castaña sonrió y mostró el plato frente a Logan.

      —Primera diferencia. Me gusta bromear, tú eres muy serio—, le guiñó un ojo la chica, dispuesta a demostrarle que ella tenía razón y comenzó a bajar las escaleras —. Vamos a devolverles su plato—, anunció y Logan le siguió.

      Él observó cómo Vanessa casi saltaba para bajar cada escalón y sonrió ante su actitud infantil. Cuando terminaron de bajar las escaleras, él igualó su velocidad y caminaba a la par de la castaña.

      —Encontré otra diferencia. Tú eres infantil y yo no lo soy—, se mofó él y Vanessa frunció el ceño.

      —Claro que no soy infantil. ¿Por qué dices eso?

      —Parecía que saltabas a medida que bajabas un escalón.

      —Soy hiperactiva, Logan. No sé si te enteraste.

      — ¿Eso cuenta como otra diferencia?—, sonrió Logan y Vanessa alzó las cejas en señal de sorpresa.

      —Supongo, pero el juego de las diferencias es mío.

      —Entonces encontraré las similitudes.

      —Suerte con eso, gatito—, masculló Vanessa.

      —Somos mutantes y ambos somos inmortales. Ya tengo dos—, declaró Logan y Vanessa rodó los ojos.

      Finalmente, habían llegado a dónde Jean y Scott se encontraban. Ambos no pudieron evitar reír al ver a todos confundidos, buscando el plato en el aire.

      — ¿Buscaban esto?—, sonrió Vanessa ante las miradas confusas de los demás. Cuando Jean y Scott entendieron, ambos rieron, lo que hizo que la sonrisa de Vanessa se agrandara.

                    Vanessa arrojó las múltiples bolsas sobre su cama y sonrió al notar que había sido una buena idea el ir de compras. Además de obtener ropa, había conseguido enterarse de varias cosas. Cosas que la salvarían de tener momentos incómodos al no conocer a los demás profesores.

       Sabía que Jean y Scott eran novios, lo cual no la sorprendió del todo ya que, el poco momento que había pasado allí, parecía como si ambos fueran imanes y se atrajeran el uno al otro.

      La castaña sacó la ropa de la bolsa y la ordenó dentro de los cajones de manera rápida cuando alguien tocó la puerta.

      —Pase—, elevó su voz, sin parar su acción.

      — ¿Ocupada?—, dijo desde la puerta y Vanessa paró al no reconocer la voz. Se dio la vuelta y, cuando vio a Scott, sonrió.

      —Sólo ordenaba las cosas. ¿Qué sucede?—, preguntó, confundida por su presencia.

      —Nada—, se encogió de hombros —. Pero ya servirán la cena y, a no ser que quieras luchar contra los cientos de alumnos cansados y hambrientos, sería mejor que vengas ahora.

      Vanessa le regaló una sonrisa y, después de guardar la prenda que sostenía entre sus manos, se dio la vuelta y asintió.

      —No me vendría mal no ser mordida por alguien el primer día—, bromeó al cerrar la puerta detrás de ella.

      La pareja caminaba en un cómodo silencio, dirigiéndose al comedor. Vanessa jugueteaba con el elástico que adornaba su muñeca.

      —Entonces, ¿cómo vas con todo esto?—, preguntó Scott, sin borrar la tranquilizadora sonrisa de su rostro.

      —Es raro, en realidad—, admitió Vanessa y, después de suspirar, agregó —. No puedo creer que sea verdadero. Es raro, como si no fuera correcto.

      —Todos nos merecemos esto. Bueno, no esto. Nos merecemos una vida normal.

      —Pero esto es lo más cercano a "normal" que llegáremos—, musitó Vanessa y, sin querer, rompió el elástico. Bufo y llevó su mano al bolsillo, sacando otro elástico.

      — ¿No te cansas de estar moviéndote todo el rato?—, habló Scott después de una pausa. Vanessa alzó la cabeza para ver al castaño, confusa. Scott volvió la vista al frente —. Lo siento—, agregó, sintiéndose culpable por la pregunta que había realizado sin pensar.

      —No te disculpes, yo no lo hice cuando pregunté por tus gafas. Bueno, técnicamente no fui yo pero da igual. Tenemos el derecho de preguntar cuando nos causa curiosidad—, apaciguó el tema Vanessa y, cuando Scott le sonrió de manera agradecida, volvió la vista al frente —. No puedo quedarme quieta, siempre fue así. Creo que eso no se debe a mi mutación, sino al hecho de ser hiperactiva.

      Scott abrió la puerta hacia el comedor y, cuando ambos pasaron, se encontraron con Logan y Jean. Ninguno de los dos desviando la mirada de ellos. Vanessa observó cómo Jean le sonreía a Scott, demostrando el cariño que sentía por él en su rostro. Luego, miró a Logan y elevó la ceja al ver el frío rostro que expresaba.

      Vanessa se sentó al lado de Logan mientras que Scott y Jean se besaban. El ambiente era bastante incómodo para ambos y, cuando los dos se separaron, la incomodidad no se atenuó.

      La velocista continuó jugando con el elástico, concentrándose en no romperlo. Sabía que no llevaba otro en su bolsillo y no tenerlo en su muñeca sólo la pondría de los nervios.

      — ¿Estás bien?—, preguntó Logan al notar a la chica no dejar de jugar con sus manos.

      —Claro—, balbuceó la castaña y, cuando las puertas se abrieron de repente, saltó en su lugar. Observó cómo sólo se trataba de los alumnos y fingió no haber hecho nada. Logan dio una mirada extraña a la castaña cuando Ororo llegó, ganándose la atención en la mesa.

                    Vanessa no pudo evitar que una sonrisa apareciera en su rostro cuando notó a dos niños jugar fútbol. Las memorias pasaron frente a sus ojos, las tardes jugando a ese mundano juego junto con su hermano y padre. Incluso, recordó la asombrosa vez que su hermano logró ganarles a su padre y ella juntos, aunque fuera menor. La castaña se mordió el labio, pensando que tal vez su hermano se convertiría en un famoso jugador de fútbol.., o tal vez ya lo hizo.

      La velocista observaba en silencio, un poco alejada de la pareja, mientras ambos corrían y se quitaban la pelota el uno al otro. De un momento a otro, la chica de cabello negro se encontraba en el suelo.

      — ¡Eso es falta! Detente, ¡no hagas trampas!—, gritaba la chica mientras señalaba al chico que corría lejos de ella —. Dalton, ¡no voy a jugar si haces trampa!

      El chico, Dalton, se detuvo y volvió al lado de la pelinegra, arrastrando la pelota entre sus pies. El chico parecía algo molesto, aunque la cabeza permanecía gacha, como si su madre le hubiera regañado.

      — ¿Cómo sabes que es falta? No te sabes las reglas—, le sacó la lengua el chico de cabello marrón y la chica se levantó con los labios apretados. Vanessa, al notar que la amistad pronto caería a la ruina, se acercó a ellos utilizando su velocidad inhumana, esperando poder solucionar el problema.

      —Sé que no tendría que meterme en esto, pero yo sé algo de fútbol—, habló Vanessa y los dos chicos se giraron a verla, esperando su dictado —. Solía jugarlo con mi hermano y, cuando pasaba esto, no era falta—, negó la castaña y el chico le dedicó una perspicaz mirada a la chica —. Pero tampoco seguía el juego normalmente—, aclaró y la pelinegra le dedicó una sonrisa a Dalton —. El jugador que empujó al otro le debe ceder la pelota y éste debe comenzar a jugar desde el punto en que cayó. A no ser que sea grave, pero confió en que eso no sucederá.

      Los chicos intercambiaron una mirada entre ellos y la chica se acercó al chico para murmurar a su oído un par de segundos. Cuando la chica se volvió a separar de él, Dalton asintió y estiró su mano hacia Vanessa.

      —Soy Dalton, ella es Bree—, espetó el chico con una pequeña sonrisa jugando en sus labios —. Y nos preguntábamos si.., bueno, no sabemos si estarás de acuerdo, pero––

      — ¿Puedes jugar con nosotros?—, le interrumpió Bree, adoptando un tono alto y claro —. Solemos discutir todos los días por no saber las reglas, ¿puedes ayudarnos? Además, otros chicos van a unirse si sabemos cómo jugar—, sonrió amablemente y, cuando Vanessa no contestó, hizo un puchero —. Por favor, nos juntaremos cuando usted diga y quiera.

      —Está bien—, aceptó Vanessa con una sonrisa y ambos chicos chocaron los cinco —. Pero no me traten de usted, me llamo Vanessa—, sonrió.


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