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𝟬𝟬𝟭 are you a mutant?

PRIMER ACTO • CAPÍTULO UNO:
¿ERES UNA MUTANTE?

                    Vanessa observó a través de la ventana mientras Sebastian conducía por la carretera. Ella estaba nerviosa, temiendo por la posibilidad de un ataque inoportuno. Sin embargo, Sebastian había insistido tanto que acabaron en un acuerdo: él le llevaría hasta las fronteras de México y luego se volvería por donde vino, olvidando todo lo sucedido.

      — ¿Acaso eres hiperactiva o algo? Nunca te quedas quieta—, notó Sebastian, echándole una rápida mirada al pie que movía sin cesar. Vanessa, de repente, dejó de mover el pie y comenzó a concentrarse en no moverse —. Sabes que, si fueras hiperactiva, no tendría nada de malo, ¿cierto?—, agregó al notar el brusco cambio.

      —Lo sé—, contestó Vanessa, sin dejar de mirar el bosque y evitando moverse. Su mirada se perdió en la basta naturaleza y, cuando Sebastian frenó, le tomó por sorpresa —. ¿Por qué paramos?—, inquirió, volviendo a estar alerta.

      —Hay un hombre que está levantando los brazos. Probablemente se perdió o––

      —Acelera—, le interrumpió Vanessa.

      — ¿Qué? Sólo voy a brindarle ayuda.

      — ¡Dije que aceleres!—, gritó Vanessa —. Sebastian—, insistió antes que una explosión sucediera frente a ellos, rompiendo las ventanas del Jeep.

      Sebastian hablaba sin parar, pero Vanessa ignoró sus palabras. Ella se bajó del vehículo y lo tomó entre sus brazos a velocidad sobrehumana. Pronto, el hombre se encontraba en medio del bosque, lejos de la desconcertante explosión.

      —Te vendré a buscar, lo prometo.

      — ¿Qué––? ¿Qué sucedió?—, preguntó confundido.

      —Escúchame, soy un mutante. ¿Entendido? Si me odias, está bien. Te entiendo. Pero, por favor, no te muevas de aquí o vas a salir herido.

      — ¿Eres una mutante? ¡Lo hubieras dicho! Mi hija también lo es. Ella va a una escuela especial para ustedes. Tendrías que ir allí, así no deambulas más por aquí––. Es por eso que te fuiste, ¿no? No me parecías ese tipo de chica que se va solo porque no puede hacer lo que quiere, pareces más el tipo de chica que termina haciendo lo que quiere.

      —Cállate—, ordenó, sorprendida por la reacción del hombre —. Volveré, no te muevas—, repitió antes de volver a correr.

      La adrenalina recorrió nuevamente su cuerpo y la sonrisa en su rostro no tardó en aparecer, siempre causaba un cosquilleo en su estómago cuando liberaba la energía que se empecinaba en controlar constantemente. Por demasiado tiempo le había puesto un freno a sus habilidades y, ahora, corría libremente, haciendo todo a la velocidad que ella consideraba correcta.

      Vanessa se sorprendió al ver una pequeña batalla llevarse a cabo frente al Jeep de Sebastian. Parecía como si fueran dos equipos peleando por algún premio. Ella tragó saliva y se preguntó si ese premio sería el matarla. Normalmente, saldría corriendo de allí, pero tenía un presentimiento que le exigía quedarse allí. Necesitaba saber por qué peleaban.

      Observó como una mujer de corta cabellera gris y un hombre de largas garras que parecían cuchillos trabajaban en equipo contra una mujer pelirroja de cuerpo azul. Ella lucía tan ágil y peligrosa que Vanessa se sentía intimidada con solo mirarla.

      El altercado duró unos largos minutos hasta que la chica de piel azul finalmente escapó de allí, abandonando al hombre con un semblante duro y a la mujer algo cansada. Vanessa sabía que eran mutantes, había visto con sus propios ojos como las heridas del hombre se curaban por sí solas, sin contar las garras que tenía en sus manos, mientras que la chica había invocado truenos a su disposición.

      Los mutantes se dieron la vuelta y la observaron a ella. Vanessa sintió la tentación de salir corriendo y perderse en el bosque. Pero, en vez de eso, dio un paso adelante.

      — ¿Quiénes son ustedes?—, preguntó firme.

      —Yo soy Ororo, más conocida como Tormenta—, habló la chica —. Él es Logan—, señaló al hombre de las garras, el cual apenas le dedicó una mirada mientras sus garras volvían a meterse dentro de su cuerpo —. Venimos a buscarte. Sabemos que eres una mutante y es peligroso estar expuesta. Puedes venir con nosotros y estarás a salvo. Ven a la escuela, estarás con otros mutantes y te enseñaremos a controlar tus poderes.

      Vanessa miró incrédula a la chica. ¿Estará hablando de la misma escuela que Sebastian había mencionado? Observó un momento a Ororo y Logan y, luego, ingresó en el bosque. Al segundo, ya estaba de vuelta, acompañada de Sebastian.

      —Sebastian, ¿estás bien?—, preguntó preocupada y el hombre asintió —. Cuéntame sobre la escuela, ¿cuál es su nombre?

      Sebastian abrió la boca para responder pero entonces, desvió su mirada a los mutantes, que permanecían en sus lugares, y sonrió —. Ella es parte de la escuela. Ella vino a buscar a mi hija junto con un hombre de gafas—, le habló a Vanessa antes de volver a mirar a los mutantes —. ¿Cómo está Rebecca? Mi hija. Ella hace esta cosa impresionante con la electricidad. ¡Un día dejó sin luz toda la casa!—, exclamó y Vanessa sonrió melancólica. Si tan solo sus padres fueran como Sebastian.

      —Rebecca ha mejorado mucho, señor Black—, confirmó Ororo con una gran sonrisa —. Es muy buena chica. Inclusive me ayuda a veces con los niños.

      Sebastian sonrió orgulloso de su hija y Vanessa se sintió aún peor. Él no solo la aceptaba, sino que estaba orgullosa de ella.

      —Entonces, ¿vas a venir o no?—, habló por primera vez Logan y Vanessa lo miró a los ojos. Él le devolvió la mirada y parecía como si una guerra de miradas hubiera comenzado.

      —Supongo que puedo echar un vistazo—, espetó y se giró hacia Sebastian —. Gracias por todo, en serio. Ha sido muy amable conmigo.

      —No hay de qué, linda. De vez en cuando ustedes necesitan un poco de amabilidad.

      Vanessa sonrió sinceramente. Sebastian entendía qué era ser un mutante porque su hija había pasado por ello. La castaña se acercó a los mutantes y, cuando ninguno de los dos dijo nada, ella levantó las cejas.

      — ¿Acaso vamos caminando a la escuela?

      —No, vamos con eso—, exclamó Ororo, orgullosa, al señalar el Jet.

      —Yo pensé que eso era de la otra chica—, se excusó Vanessa antes de entrar al Jet. Ororo tomó el lugar de piloto, Logan el de copiloto y la velocista se sentó detrás de Tormenta —. Nunca vi una escuela que fuera capaz de costear un Jet.

      Ororo rió antes de despegar —. Eso es porque no somos una escuela normal.

      Los ojos de Vanessa no podían despegarse de la vista directa al cielo que poseía, dejándola anonadada de una manera en la que no se había encontrado en mucho tiempo. Sin embargo, ella abandonó su estado de embelesamiento cuando Logan la miró fijo, por lo que ella le devolvió la mirada.

      — ¿Cuál es tu mutación?—, inquirió el castaño, provocando que ambas mujeres le miraran con extrañez. Vanessa ya había demostrado su poder por lo que creyó que era obvio, mientras que Ororo se encontraba sorprendida por ver a Logan estar interesado en alguien.

      —Bueno, soy rápida. En todo sentido: correr, digestión, aprendizaje, pensamiento. También soy inmortal, eso creo. Nada ha logrado herirme y dejarme una herida por más de unos minutos. Además, no envejezco en absoluto—, agregó encogiéndose de hombros, restándole importancia al hecho que poseía algo que muchas personas deseaban: la inmortalidad, la juventud para siempre.

      —Impresionante—, asintió Logan, volviendo a darse la vuelta.

      — ¿Y tú?—, preguntó Vanessa, ahora ya sin pudor de mostrar su curiosidad. Aquellas garras habían captado su atención desde el segundo en que el sol las bañó.

      —También inmortal y éstas—, contestó sin mirarle, alzando su mano derecha y desplegando sus garras.

      Vanessa las observó con los ojos bien abiertos, inspeccionándolas cada segundo —. ¿Naciste con ellas?

      —Yo puedo controlar las tormentas—, irrumpió Ororo de repente —. Puedo crear huracanes, lluvias, tormentas—, agregó, riendo entre dientes.

      — ¿En serio? Creí que, por tu nombre, eras telépata—, exclamó la velocista con sarcasmo, sumiéndose en un silencio después de eso.

      —Ya llegamos—, anunció Ororo al rato y, sin poder evitarlo, Vanessa se soltó el cinturón y se acercó a la ventana.

      —Yo no te recomendaría eso—, advirtió Logan y, en cuanto aterrizaron, Vanessa fue empujada hacia atrás con fuerza. Logan la atrapó antes que golpeara el suelo —. Te lo dije.

      —Apenas sentiría dolor—, le restó importancia Vanessa, levantándose rápidamente.

      —Que seas inmortal no significa que tienes que abandonar tu instinto de supervivencia.

      —Mira quien lo dice—, intervino Tormenta y, al bajar un interruptor, la puerta se abrió —. Abajo, niños.

      Vanessa bajó en un instante. Ella no emitió sonido mientras observaba el lugar pasmada. Un enorme patio bien cuidado ocupaba su vista, repleta de niños y adolescentes que disfrutaban su tiempo libre.

      La velocista dio un paso atrás cuando un montón de niños iguales corrían de un lado al otro detrás de una pelota. Un niño quemó una pequeña flor y le sonrió a los demás con el pecho hinchado, orgulloso de su acto de rebeldía. Una niña de cabello azabache se acercó y, con un ligero movimiento de manos, hizo que otra flor creciera en su lugar. Una niña caminaba al lado de otra que, en lugar de caminar, levitaba.

      El lugar rebosaba de personas que utilizaban sus poderes libremente, sin ningún problema y como si aquello fuera normal.

      —Vamos, tienes que conocer al profesor—, animó Ororo a su lado antes de guiarla dentro de la gran mansión que era utilizada como una escuela.

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