𝟬𝟬𝟬 who is vanessa moore?
PRIMER ACTO • CAPÍTULO CERO:
¿QUIÉN ES VANESSA MOORE?
¿Quién es Vanessa Moore? Esa será la primera pregunta; junto con muchas otras que vendrán a medida que conozcas su historia.
Vanessa nació en Argentina, el país más al sur de América Latina. Su familia era la promedio, sus padres se esforzaban en sus respectivos trabajos, buscando traer el suficiente dinero, mientras que su hermano menor buscaba terminar la escuela; al igual que ella.
Nada fuera de lo regular, pero pronto todo cambió. Vanessa era diferente al resto, ella es una mutante. La castaña siempre se había sentido diferente, debido al síndrome que evitara que prestara atención y, tampoco, lograba quedarse quieta. Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad; esas fueron las palabras de su psicólogo.
La chica consta de una excepcional habilidad; rapidez. Vanessa es mucho más rápida que el resto de la Humanidad y, como si no fuera suficiente, no envejece y, cuando sufre alguna herida, se cura en cuestión de segundos. O minutos, dependiendo de su gravedad.
Pero, ¿cuál era el problema? Ella comenzó a recibir el odio de la Humanidad, le perseguían. Pronto, Vanessa escapó, alejándose lo más posible de su familia con la intención de salvarla. Cortó completamente la comunicación con ellos y nunca volvió a saber sobre ella.
Después de su huida, la castaña se limitó a correr hasta el cansancio, parar unos días y volver a correr. ¿Por qué? ¿Para qué? No lo sabía. Sólo sabía que, cuanto más corría, mejor se sentía con ella misma. Por eso fue que continuó, sin mantener relaciones con nadie y alimentándose al robar un poco o pedir a personas que se encontraba en su camino.
Un día que ella buscaba alimento, un chico le brindó lo que necesitaba e, inclusive, le ofreció descansar en su hogar. Se suponía que sólo se quedaría un par de días, pero ambos terminaron convirtiéndose en amigos y, pronto, disfrutaron de una corta, pero feliz, relación.
Matthew, ese era su nombre. El chico de ojos azules y cabello marrón le brindó amabilidad y ayuda a la chica que se encontraba perdida y abandonada por la Humanidad. Pero, como se mencionó, fue una corta relación.
Un día, tres mutantes llegaron al hogar de Matthew y lo atacaron. Vanessa había salido de compras, con la intención de darle una sorpresa al chico pero, cuando volvió al hogar, fue ella quien se llevó la sorpresa. El chico que amaba se encontraba en el suelo, sus manos presionándose contra su estómago mientras sangre brotaba de este.
La castaña corrió hacia él, tirando lo que se encontraba entre sus brazos y casi arrojándose sobre él. Vanessa presionó con demasiada fuerza su estómago mientras los ojos azules le observaban. La chica murmuraba una y otra que se encontraría bien, pero Matthew sabía que su momento había llegado.
—Está bien—, balbuceó Matthew, sangre brotando de entre sus labios mientras hablaba. Vanessa se acercó aún más a él, para poder escucharlo, mientras saladas lágrimas recorrían sin control su rostro —. Sé feliz, Ness. Sólo sé feliz—, fueron sus últimas palabras antes que Vanessa hundiera su rostro contra el pecho de él, gritando y llorando.
Fue entonces cuando algo se rompió dentro de ella, algo que ella cree que nunca encontrará arreglo. Un vacío interior, más que un vacío, un agujero negro. Ese día, Vanessa decidió no volver a relacionarse con alguien, no volver a encariñarse. Porque tarde o temprano, los perdería y eso, sólo la hacía débil. Y ella odia sentirse débil.
Perdida. Vanessa se encontraba perdida. Se detuvo en la primera estación de servicio que encontró desde su última parada, la cual había sido hace tres días. La castaña se acercó de forma temerosa a un hombre, que parecía tener cincuenta años y cargaba gas a su camioneta.
—Disculpe—, llamó su atención y el hombre se dio la vuelta. Ella debía de lucir realmente mal, ya que la reacción del hombre le dejo mucho que desear.
— ¡Niña! ¿Estás bien?
—Sí, yo sólo quería saber si tiene algún cuchillo o una tijera—, pidió. El hombre asintió lentamente, extrañado por la particular pregunta y preguntándose cómo era posible que una mujer de aquella complexión pequeña se encontrará en una estación de servicio a mitad del bosque.
—Vengo de pescar, tengo un cuchillo—, explicó, aún observándola con cuidado.
— ¿Podría prestármelo? Sólo será un momento, por favor—, ante la mirada extraña del hombre, Vanessa se sintió obligada a agregar —. Mi cabello está muy largo, comienza a molestarme.
El hombre asintió, anonadado con la situación, y le alcanzó el cuchillo con cuidado. Vanessa tomó su cabello entre una de sus manos y, con la otra, lo atravesó sin cuidado con el cuchillo. Volvió a soltarse el cabello y este quedó sobre sus hombros.
La chica le devolvió el cuchillo y el hombre lo tomó, algo pasmado. No estaba segura si era por el hecho que parecía estar acostumbrada a hacerlo o porque pensaba que nunca había visto a una mujer capaz de hacerlo. Recordó a su esposa, quien siempre procuraba juntar el dinero suficiente con arduo trabajo para pagarse un buen peluquero. También recordó a su nieta, quien sin importar cuanto alardeara no importarle nada, sí cuidaba su cabello.
—Mucho mejor—, sonrió melancólicamente. Realmente no le gustaba tener su pelo tan corto, pero con su situación, era lo mejor —. Muchas gracias, en serio.
—Espera—, la llamó cuando se dio la vuelta, con la única intención de marcharse. Esperando miles de preguntas que no contestaría, ella se volvió a mirarlo —. Estoy solo en mi casa y no tengo con quien compartir el delicioso cerdo que caze. Solo se desperdiciaría. ¿Por qué no me acompañas?
Vanessa se sorprendió y consideró la oferta con cuidado. Aunque al ser inmortal no sufría tanto la falta de comida, se le hacía agua la boca en cuando pensaba en aquel cerdo. Los últimos años se había alimentado a base de embutidos o aperitivos sin valor nutritivo. Pensar en carne con tal deseo la hacía sentir un animal, pero no podía evitarlo.
Procedió a estudiar al hombre con la mirada y, luego, observó su vehículo. Era un viejo Jeep, el cual se notaba que el dueño cuidaba y mantenía día y noche. Los segundos en silencio pasaron demasiado lentos para el hombre, mientras que Vanessa intentaba tomar la decisión correcta.
—Está bien—, aceptó ella, aunque no debería. Se repetía a sí misma que cualquier riesgo se presentara, podría escapar con facilidad. Sin embargo, se repetía a sí misma que no entablaría ninguna conversación verdadera con el hombre.
La mitad de viaje en la carretera ocurrió en silencio. Logrando incomodar al hombre y relajar a la chica, no por completo claro esta. Ella esperaba que el hombre la atiborrará a preguntas durante el viaje, pero no fue así.
—Entonces—, él rompió el preciado silencio por ella —. ¿De qué escapas?
— ¿Perdón?—, preguntó Vanessa, tensa.
— ¿De qué escapas? Estás en medio del bosque, sola. Si te veo a los ojos, notó la tristeza.., lo siento—, agregó al ver que Vanessa había mirado a otro lado, ocultando su mirada.
—No importa—, negó ella con la cabeza —. Quieres que te cuente qué hago aquí.
—Sólo si estás de acuerdo. Si no quieres, podemos hablar de otra cosa—, agregó, sin intención de presionarla. Una suave sonrisa apareció en el rostro de Vanessa, optando por aquella opción —. Tienes una linda sonrisa. Bueno, eres muy linda aunque te falte algo de higiene. ¿No tienes amigos? ¿O un novio?
—No me contacté con nadie más después de abandonar mi país.
—Y, ¿de dónde eres?
—De Argentina.
— ¡Estás muy lejos!—, exclamó el hombre con sorpresa.
— ¿Sería tan amable de decirme dónde estamos?—, preguntó Vanessa con una mueca. No quería realmente realizar la pregunta, ya que le demostraría al hombre que no tenía idea de su ubicación actual, pero la incertidumbre le ganó.
—En México, Monterrey. ¿A dónde piensas ir?
—Estados Unidos, supongo.
— ¿Supones?
—Pienso conseguir un trabajo allá—, mintió Vanessa. Tenía que dar una historia creíble sobre el porqué había dejado la comodidad de su hogar.
— ¿Es por eso que dejaste Argentina? ¿Porque no conseguías trabajo?
—No. Mis padres querían obligarme a estudiar Leyes y yo no quería. Por eso me fui.
— ¿Y qué querías estudiar?
—Fotografía.
El hombre asintió y no dijo nada más por un rato. Vanessa, acostumbrada a enfrentarse a ese tipo de preguntas, se había acostumbrado a relatar la misma historia una y otra vez. Una niña rebelde que quería estudiar fotografía y sus padres, al querer lo mejor para ella, le pedían que estudiara otra carrera. No era difícil de creer, era algo simple y posible. Y era por esa misma razón que Vanessa deseara que esa fuera su realidad. Sonaba más que encantador cuando lo comparaba con su vida.
— ¿Cómo te llamas?
—Vanessa, ¿vos?
—Sebastian—, murmuró, tendiéndo su áspera mano hacia ella, y fue aceptaba al instante por la pequeña de Vanessa.
Vanessa acabó durmiendo en el hogar de Sebastian. No por su decisión, sino que el hombre insistió tanto que ella terminó cediendo. La castaña estaba segura que, al día siguiente, se iría a primera hora de la mañana. Ella cenó a gusto con el hombre, quien buscaba con esmero comenzar una conversación.
—Me gusta tu collar—, comentó llevándose un trozo de comida a la boca mientras observaba atento a la chica. Al notar que torció los labios, supo que era algo que la haría hablar —. ¿Significa algo? Luce importante.
—Me lo dio una persona especial. Alguien quien me dio todo en un momento que no tenía nada—, se limitó a contar ella, sin parar de comer. Intentaba no hacerlo tan deprisa, pero hacía demasiado tiempo que no ingería alimentos bien cocinados.
—Y.., ¿dónde está ahora?—, preguntó sin pensar.
—Muerto.., voy a dormir—, anunció, abandonando los cubiertos sobre su plato con un seco golpe. Se levantó y se dirigió a las escaleras, antes de detenerse —. Primero lavaré todo—, se excusó, tomando los utensilios utilizados.
Pero Sebastian la detuvo —. No, yo lo haré. No te preocupes. Ve a descansar y.., lo siento.
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