Capítulo 9.
Tablones de madera pulida muy bien escogidos y acomodados en perfecto orden fue lo primero que observó en cuanto sus ojos confundidos regresaron a sus órbitas.
Se sentía mareado y fuera de sí. Todo el cuerpo le dolía y tenía una jaqueca insoportable.
Apretó fuertemente los ojos y los volvió a abrir tratando de disipar la neblina blanca que le dificultaba observar los alrededores con claridad.
Se encontraba en un lugar absolutamente desconocido. Todo era de madera vieja a excepción del techo que parecía haber sido reparado recientemente por alguien experto y capacitado en el trabajo con ese recurso natural.
Una pequeña mesita se situaba a un costado de la cabecera de la cama personal en la que se encontraba tendido. Sobre el pequeño artefacto había una bandeja con frutas y un sándwich de jamón y queso. En ese instante recordó que tenía hambre, su estómago rugió como nunca lo había hecho y ayudándose con sus brazos trató de sentarse pero le fue imposible. Perdió la fuerza de sus miembros inferiores cuando un dolor punzante le atravesó la espalda y la cabeza soltando un quejido.
En ese instante algunos recuerdos llegaron a su mente...
Un vaso con agua.
La llamada de Namjoon.
Miedo.
Un Jungkook desconocido frente a él.
El intento de rescate del helicóptero.
La explosión.
La oscuridad.
Un agudo sentimiento de miedo lo abatió aún más. Estaba en peligro y lo sabía muy bien, ahora más que nunca lo sabía. Observó por décima vez los alrededores en esta ocasión buscando una vía de escape pero no había ninguna segura, solo una ventana a su costado y por la visión de la copa de los árboles desde su posición sabía que estaba en un segundo piso por lo que la idea de lanzarse por ahí quedó eliminada, no podía levantarse de la cama y si se tiraba posiblemente se rompería algunos huesos.
Cuando después de varios intentos dolorosos logró estabilizar sus pies en el suelo caminó cojeando hasta la pequeña puerta de madera que le proporcionaba más privacidad al pequeño cuarto. La abrió un poco y asomó su cabeza por la abertura, un pequeño corredor se hallaba al frente con una puerta de cada lado y al final unas escaleras de caracol que al parecer llegaban a un piso superior y a la planta baja.
Por un segundo pensó en ver a Jungkook. Lo extrañaba mucho; pero valoraba su vida y hasta que encontrara una forma de regresarlo a la normalidad estar lejos de él era la mejor de las opciones, sabía que era un acto egoísta pero en ese instante llegaron a su mente las palabras de Yoongi《Jungkook se ha vuelto peligroso y no es la mejor opción permanecer con él》.Por lo que decidió salir de allí lo más rápido que su tobillo torcido y su magullado cuerpo le permitiese.
Cuidando de no emitir ningún sonido caminó sobre el aparentemente inestable suelo de madera hasta la escalera improvisada con la cual contaba la casa.
Aquel lugar le recordó a esas películas en las que aparecían las casas del árbol. Quería tener una igual, pero él no estaba en una de esas casas, ¿o sí?
Comenzó a descender por las tablas de madera que simulaban los escalones y a medida que la parte baja iba apareciendo más miedo le provocaba. Si se encontraba a Jungkook allí no sabría como reaccionar.
Por suerte para él el lugar estaba completamente vacío, no había un alma por los alrededores, sin embargo, una pequeña pero acogedora sala decorada al estilo rústico lo hicieron sonreír, era realmente hermoso. Una chimenea en una de las esquinas daba la sensación del calor hogareño, ese que nunca había tenido pero que siempre había anhelado.
Sacudió su cabeza y se quitó de encima esas emociones.
No podía pensar.
No quería pensar, esa acción era dolorosa para él.
Mirando a los costados llegó a la puerta principal. La misma no contrastaba con el resto de la casa ya que tenía cristales en la parte superior que le permitía ver el exterior. Probablemente la misma había sido arrancada de otra casa, una en verdad moderna.
Retiró el seguro de la puerta y salió al exterior. El aire del atardecer revolvió aún más su cabello morado y tratando de no detenerse para admirar el crepúsculo se echó a correr bosque adentro. Corrió como pudo, su tobillo le dolía infiernos pero lo más importante para él era salir de allí. Tropezó, se cayó y se levantó.
Sonrió con torpeza cuando pensó que había logrado escapar pero el impacto con un muro y el modo de aferrarse de un par de fuertes brazos detuvieron su escape.
Su corazón se aceleró hasta casi el punto de salir disparado por su boca.
El miedo se apoderó nuevamente de su sistema y se maldijo una y otra vez por creer que escaparía con vida de allí.
Cerró fuertemente los ojos esperando lo peor.
—¿Qué haces aquí afuera?— una voz grave pero milagrosa para sus oídos lo hizo relajarse un poco.
Por ese tono sabía que estaba frente al Jungkook que siempre había amado.
Levantó su rostro y observó esos ojos que una vez fueron hermosos y que ahora también lo eran.
Las lágrimas llenaron sus orbes en cuanto no encontró ese anillo rojo escarlata en la mirada de su amado, al menos por ahora podía respirar en paz.
Se aferró al abrazo y dejó salir todo lo que llevaba acumulado hace ya varios días. La impotencia lo colmaba y lo único que deseaba era desaparecer.
—Lo siento, pequeño— se disculpó el pelinegro.
Le había hecho mucho daño a su chico y lo peor de todo era que no había sido consciente de lo que hacía. Ahora más que nunca se convenció de que estar lejos de él era lo mejor, sin embargo, no sabía porqué, pero algo le decía que su otra mitad también lo quería y por eso lo buscaba.
Lo levantó del suelo como si de una pluma se tratase y lo acunó entre sus brazos mientras caminaba de regreso hacia aquella vieja y destartalada casa que había estado construyendo hacía ya varios días.
Llegó a la sala y lo sentó junto a la chimenea. Se levantó y tomó varios troncos para comenzar a prenderle fuego y así generar el calor suficiente para mantenerlo cómodo, la noche había empezado a caer y prometía mucho frío.
Jimin aún lloraba, su frente apoyada en sus rodillas y sus brazos alrededor de su cabeza. Su cuerpo se estremecía con ligeros espasmos producto del llanto.
—Jimin, yo en verdad lo siento— volvió a recalcar cuando se sentó nuevamente a su lado. Se sentía culpable con razón.
Su rostro enrojecido se levantó y lo miró directo a los ojos.
—Está bien Jungkook, de todos modos no tienes que disculparte. Se que no fue tú intención, no eras consiente de lo que hacías— con su antebrazo retiró las lágrimas que se alojaban en sus mejillas.
—No, claro que si es mi culpa. No soy bueno para ti, soy un peligro para este mundo. A los que no los mate la pandemia probablemente lo haga yo en uno de mis ataques o cambios— bajó su mirada al piso. No se sentía bien consigo mismo y cada vez tenía más miedo del tiempo que pasaba, no quería perder a sus seres queridos y mucho menos a Jimin que para él era su mundo a pesar de no haberlo admitido nunca.
—Yo estoy dispuesto a hacer lo que sea para que vuelvas a ser como antes. En serio necesito mucho al Jungkook de antes.
—Lo sé— apretó sus labios— pero ya no hay nada que hacer. Siempre traté de hacer lo mejor posible mi trabajo. Me gustaba que las personas se sintieran conforme con lo que hacía y corregir los más mínimos errores formó parte de mi perfeccionamiento laboral. Créeme si te digo que ya no hay vuelta atrás, voy a permanecer así para siempre ya que creé el Agente Biológico para que fuera letal e irreversiblemente peligroso.
—Se que yo puedo hacerlo— dos ríos corrían por sus pómulos y caían a su regazo— solo necesito que confíes en mí, eso es todo— pidió, casi suplicó. Nadie le quitaría las esperanzas.
—No hablemos más de esto, por favor— acercó su mano al rostro contrario y limpió las lágrimas con la yema de sus dedos— ¿Cómo está tú tobillo?
—Ya lo puedo apoyar pero se me dificulta caminar, estoy bien, no te preocupes— se miraron por unos minutos. Habían añorado sus voces, sentirse y compartir mutuamente sus momentos favoritos— Te eché mucho de menos— admitió. Concordó con su ser interior en que ya no ocultaria lo que sentía y si lo podía expresar con sus palabras o acciones lo haría sin pensar.
—Yo también te extrañé— sonrió ante la declaración del chico. Había querido escuchar palabras de amor de su boca, desde el momento en que decidieron tener algo, y no se daría por vencido hasta que las declarara.
Jimin lo deseaba, deseaba pasar tiempo con él. Habían pasado muchas semanas, para él una eternidad, que no tenían un momento a solas para amarse, sentirse, acariciarse sin que nada más les importara.
Se acercó lentamente hasta que sus narices chocaron. El aire en el lugar se volvió denso y las miradas penetrantes que se profesaban aceleraba sus respiraciones.
—No podemos— informó.
—¿Porqué? Yo quiero estar contigo— preguntó aún con su rostro muy cerca del otro.
—Te lo expliqué la vez anterior cuando nos encontramos. No se que tan peligrosos son mis fluidos corporales y no quiero que corras peligro— sujetó su rostro con ambas manos.
—No me importa Jungkook. Tengo tanto miedo de perderte que correr un riesgo más no me hará débil.
Y sin mediar palabra estampó sus labios a los de Jungkook quien al principio se resistió pero no pudo aguantar los deseos que sentía. Sus fuertes manos acariciaron su cintura mientras Jimin se subía a horcajadas sobre él. Sus bocas no se resistían y compartían todas las danzas que habían en el mundo. Se recorrían, se tocaban y acariciaban como sentían que debían hacerlo y en ese momento supieron que no podían estar mucho tiempo lejos el uno del otro.
Jungkook con una de sus manos en la nunca de Jimin profundizaba más el beso. Sus respiraciones eran erráticas y deseosas de liberación.
Las pequeñas manos del más bajo comenzaron a desabotonar la camisa gris ajustada del más alto.
Su duro pecho ahora mas grande revolvía sus deseos mas lascivos, quería recorrerlo con su lengua húmeda, quería arañarlo con sus dientes y hacerlo gritar su nombre.
Pero sus deseos se vieron interrumpidos cuando el contrario lo apartó y sintió miedo al instante. Sus ojos negros habían tomado una tonalidad grisácea.
—No te asustes, no te haré daño— acarició su rostro— es solo que no puedo hacerlo, no quiero exponerte Jimin, espero que me entiendas.
—No te entiendo Jungkook, de verdad que no te entiendo— se levantó furioso y comenzó a caminar de un lado a otro— pensé que me deseabas como yo a ti, pensé que me querías pero ya me doy cuenta de que no es así.
—Tranquilízate— se levantó y lo sostuvo por los codos para que lo mirara fijamente— solo Dios sabe cuanto te deseo en este instante, y por esa misma razón es que me he detenido. No quiero verte sufrir.
—¿¡Porqué voy a sufrir!?, ¿Dime porque?— se soltó de su agarre con un brusco movimiento— necesito que seas sincero conmigo, sabes que no aguanto las mentiras, ¿dime a qué le temes?
Calló esperando una respuesta. En los pozos oscuros del contrario podía ver perfectamente el miedo y la desesperación.
—A que seas como yo, ese es mi mayor temor.
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