❁; epílogo
Tras cuatro años de incansable esfuerzo
Harry 25 y Louis 26
Son casi las cinco de la tarde.
Harry se coloca los últimos toques de perfume en el cuello, impregnando su piel con el exquisito aroma floral, mientras admira su propio reflejo, garantizando que su apariencia sea impecable.
Se observa de pies a cabeza, confirmando que el atuendo elegido para la ocasión le sienta espléndidamente y luego, se enfoca en su cabello, asegurándose de que el moño alto que sostiene sus rizos permanezca intacto.
Elige uno de sus tantos abrigos, porque no quiere arriesgarse a que el pronóstico del clima cambie sin previo aviso y además se cuelga su bolso favorito al hombro, guardando su billetera, celular y otros artículos de uso personal que considera necesarios para sobrevivir a diario.
Tras asegurarse de que su aspecto es impecable, prácticamente corre hacia la salida del apartamento, revisando el tonto reloj en su muñeca, que le recuerda que lleva unos veinte minutos de retraso.
Fabuloso, en esta ocasión Louis si va a matarlo.
Es la segunda vez que se le hace tarde para uno de sus partidos, pero, vamos, nadie puede juzgarlo por demorar demasiado en su arreglo personal.
Harry entiende que debe lucir radiante, pues siendo realistas, la pareja de un jugador titular debe estar a la altura del estatus y la visibilidad que conlleva su relación.
Sin embargo, el cuidado que normalmente tiene para destacar su apariencia física a veces pasa a un segundo plano, ya que con frecuencia olvida que las cámaras en los estadios pueden capturarlo en los momentos más embarazosos.
Un claro ejemplo ocurrió el mes pasado, cuando fue colocado en las enormes pantallas mientras se limpiaba la nariz; fue algo cómico, pero extremadamente vergonzoso.
Por eso, en la actualidad, trata de ser más reservado en ese aspecto y solo se concentra en disfrutar de las contiendas deportivas.
Y sí, debe llegar lo antes posible.
Conduce con tranquilidad, consciente de que no quiere sufrir un accidente por imprudencia, respeta cada señal de tránsito en la ruta y, de vez en cuando, toca el claxon cuando considera que los autos de enfrente no están conduciendo adecuadamente.
Después de cuarenta minutos al volante, por fin llega a su destino. El joven del valet parking se encarga de su preciado auto, y lo invita a ingresar al bullicioso estadio, donde ya se escuchan los gritos y vítores de los emocionados asistentes, anticipando el increíble juego que está por iniciar.
Pasa por todos los controles de seguridad, mostrando su boleto que le da acceso a los palcos reservados y sube los escalones hasta que una chica del control lo aborda, guiándolo amigablemente hacia su área asignada.
Una vez en el acceso del palco, le agradece con una generosa propina por su ayuda e inmediatamente después se toca el oído derecho, notando que este partido es el doble de ruidoso de lo habitual.
—¡Harry!
Cuando escucha que su nombre es pronunciado desde la sala lounge, se gira para vislumbrar a las responsables.
Una sonrisa gigante se expande en su rostro al ver que sus amigas están allí, ocupando un lugar en los elegantes sillones mientras sostienen una copa de lo que parece ser vino.
—Ya estoy aquí, preciosas —masculla, acercándose a la exclusiva zona—. No ha empezado, ¿cierto?
—No, llegaste justo a tiempo —Valery informa, señalando hacia el área de butacas que corresponde al palco—. Apenas van a salir los equipos.
—Menos mal, ¡no quería perderme nada!
—Cinco minutos hacen la diferencia, Hazz —dice Martina, antes de tomar la botella de vino que le solicitaron al chico de servicio—. ¿Gustas?
Él asiente, depositando su bolso en el único sofá disponible y enseguida toma una de las copas de cristal que están dispuestas sobre la mesa de centro, permitiendo que la bella mujer de cabello cobrizo la llene hasta la mitad.
—Gracias —Menea el liquido dentro del cáliz y da un primer sorbo, relamiéndose los labios cuando el detecta el buen sabor—. ¿Se van a quedar aquí?
—No, solo te estábamos esperando para ir a sentarnos allá.
—Entonces vamos, ya es hora.
Valery inhala, escaneando el espacio asignado para que todos los del palco puedan ver el partido desde una perspectiva privilegiada, y frunce los labios
al identificar dos cabelleras rubias.
—Solo... ahí está Narcissa con Morgana —avisa, arreglándose el lindo vestido que lleva puesto después de haberse levantado—. Ya están en la primera fila.
Con un levantamiento de hombros, Harry demuestra la indiferencia que le provoca la presencia de aquel par.
—¿Y eso qué? —Pone los ojos en blanco, demostrando que ni siquiera merecen su atención—. Yo también tengo el mismo derecho que ellas de ver a mí novio en el juego, ¿no?
—Claro —Martina tararea, enganchándose a su brazo izquierdo con alegría—. Simplemente ignóralas, ¿vale?
Él acepta sin oposición, porque claramente eso es lo que hará.
Lleva varias semanas lidiando con ellas y por suerte, ha sabido como sobrellevar su vibra tan pesada y sus aires de superioridad.
—No te preocupes —murmura, bebiendo un trago más largo del vino que permanece en su copa—. Hay que ir, estoy listo para quedarme sin voz.
La efusividad de esa tarde es realmente fascinante.
El eco de los gritos estalla en el estadio, intercalándose con las palabras de aliento que los aficionados lanzan hacia su equipo favorito. Las banderas se ondean en lo alto, los tambores de la banda retumban, y la electricidad en el aire promete un enfrentamiento épico.
Todavía no empiezan las eliminatorias, pero cada equipo está entregando juegos dignos de transmitir por televisión.
—¿Esto no te recuerda a cuando eras porrista, Hazz? —pregunta la mujer de grandes ojos pardos, mientras avanza por la hilera secundaria de butacas.
—Claro que sí, Val, este es mi ambiente favorito —menciona, escogiendo el segundo asiento de la fila—. Y el de Lou también.
—Me alegra que todo esté fluyendo —exclama, alzando un poco la voz porque el ruido de fondo es excesivamente ensordecedor—. Louis tuvo dificultades para integrarse, ¿no?
—Sí, al inicio —Harry suspira, torciendo la boca al evocar esos días críticos—: El año pasado hasta empacó y empezó a buscar vuelos de regreso a Londres.
—¿En serio?
—Sí, tuvo una especie de crisis existencial y le nacieron muchas dudas sobre seguir en el roster oficial —Realiza algunos aspavientos para enfatizar sus palabras—. Al final hablé con él, logré tranquilizarlo y le ayudé a recordar que todo lo que está logrando es porque tiene un talento nato para este deporte.
Valery alza ligeramente su copa, indicando con ese gesto que está de acuerdo con lo dicho.
—No sé porque lo duda, lo hace bastante bien —manifiesta con toda honestidad—. Ya se ganó el respeto del equipo.
—Sí, de hecho mi esposo me dijo que tenía un potencial impresionante.
El rizado se humedece las comisuras, estirándolas luego porque no puede reprimir la felicidad que siente cuando Louis recibe el reconocimiento que merece.
—Yo sabía que llegaría lejos —Menea la copa en círculos, haciendo que el vino en su interior forme pequeños remolinos—. Yo confíe en él desde el primer día.
Está jodidamente orgulloso de su jugador estrella.
Ese bonito niño de ojos azules que lo flechó sin saberlo y que le provocó su primera sensación de mariposas en el estómago, ya forma parte de la alineación principal de un equipo en la liga más importante del mundo.
El amor de su vida ha conseguido la estabilidad en su carrera deportiva, y aunque eso es de suma importancia para él, para otras personas es algo irrelevante.
—¡Qué romántico! —parlotea una de las elegantes mujeres que se encuentran en la fila de adelante, girándose a mirarlo con una ceja arqueada—. ¿Todavía sigues viviendo en tu cuento de hadas, Harry?
Ante la absurda interrogante, toma una inhalación profunda y enfrenta la horrible actitud de Narcissa con una deslumbrante sonrisa.
—No es un cuento, es mí realidad —responde, usando el mismo tono mezquino.
—Por supuesto —Ella sisea, jugando con un mechón de su larga cabellera—. Me alegra que tu burbuja aún no se haya reventado.
—No te preocupes por eso, estoy mejor que nunca.
—Se nota. Es fabuloso que no temas perder a Louis —dice, pestañeando con una finura repugnante. Sus labios carmín curvándose de forma maliciosa mientras sus orbes se estrechan—. Lo digo porque ellos siempre están rodeados de mujeres hermosas y, bueno, no se puede ir en contra de la naturaleza humana.
Por favor...
Harry no se priva de reír, pero velozmente se cubre la boca, consciente de que su reacción podría parecer despectiva; no quiere ofender a nadie, incluso cuando el discurso ajeno le parece una ridiculez.
Su educación está por encima de todo, y aunque la forma de pensar de los demás sea opuesta a la suya, burlarse no es algo que considere correcto.
—Que inspirador —Por el contrario, continúa con su postura imperturbable—. De nuevo, no te preocupes por mi, yo no dudo de lo que mi novio siente por mi y tampoco de lo que nos gusta.
Narcissa chasquea la lengua, haciendo un breve contacto visual con Morgana, quien simplemente entorna los ojos en señal de fastidio.
—Que bueno —espeta, con altanería—. Espero que no cambien de opinión.
—No lo haremos, gracias por tu consejo.
Y eso es todo lo que aquella refinada mujer necesita para olvidarse de él, regresando su total atención al campo.
Harry se hunde en su asiento al oír las risas juiciosas de sus amigas; ellas lo admiran porque siempre sabe cómo defenderse sin salirse de los márgenes de lo civilizado, su habilidad para mantener la compostura, incluso en situaciones incómodas, es una cualidad respetable.
Por suerte, el partido inicia en el instante perfecto, arrastrando consigo la pésima energía e inyectando una gran cantidad de exaltación en los asistentes.
Todo el público se levanta de sus asientos cuando los jugadores pisan el pasto, vistiendo sus impresionantes uniformes y el equipo de seguridad completo.
La energía en el estadio aumenta debido a que algunos jugadores saludan a los aficionados de las primeras filas, otros más realizan ademanes para alentar a la multitud y los demás caminan con el casco bajo el brazo, enfocados totalmente en el próximo juego.
Y entre ellos, se encuentra Louis.
Él pertenece al grupo de los que transitan relajadamente, sosteniendo el casco por la rejilla mientras luce con satisfacción su apellido en la parte posterior de su camiseta.
Desfila por el pasto artificial, ignorando las cámaras que se cruzan en su camino, porque todavía no se acostumbra a los modestos destellos de popularidad que han comenzado a rodearlo. Toma una bocanada de aire por la boca, reuniéndose con sus compañeros en el área de bancas que les pertenece y una vez allí, se toma un minuto para voltear hacia los palcos.
La distancia que lo aleja de la zona reservada es considerable, pero eso no impide que logre distinguir a su porrista favorito.
Lo encuentra ahí, acompañándolo como siempre.
Y la verdad, es que Harry no podría estar más contento, pues ama compartir esos logros con su mejor amigo y novio.
Está silbando con júbilo, aplaudiendo con frenesí hasta que, de repente, las cámaras se posan en el palco y proyectan en las pantallas del estadio a las personas presentes allí, acompañadas de la leyenda: "Familiares y parejas de los jugadores presentes el día de hoy."
Él se queda pasmado por la sorpresa, pero Valery se encarga de ayudarlo a actuar con naturalidad, como si no estuviera siendo transmitido a los televisores de millones de personas.
Afortunadamente, logra salir ileso del repentino encuadre, pero en el momento en que su celular vibra en el bolsillo de su pantalón y lo saca para revisar los mensajes recientes, recupera la noción de la realidad.
Emi 💫🦋
"ACABO DE VERTE
EN MI TELEVISIÓN 😭"
Liam 🧸
"¡Deséale suerte
de mi parte a Lou!"
Niall 🇨🇮
"¡Estás bebiendo!
Eso lo sabrán
tus padres. 😡"
Vuelve a sonreír, esta vez con una pizca de nostalgia.
Por su bien, deben planear unas vacaciones en Londres.
── •∘°❁°∘• ──
—¿Ya me dirás a dónde vamos?
Louis niega, sin desviar la mirada de la vialidad por la que circulan.
—No —musita, bosquejando una suave sonrisa mientras sus dedos se aprietan alrededor del volante—. Todavía no.
Tras un bufido exasperado, Harry se remueve inquieto en el asiento del copiloto.
—No entiendo por qué tanto misterio —espeta, jugando con los anillos que porta en su mano izquierda.
—Solo relájate, amor, por favor —Le pide con ese tono dulce de siempre, posando una mano reconfortante sobre su muslo—. No es nada malo.
El menor suspira, chupándose el labio inferior cuando siente el delicado apretón en su pierna y voltea a verlo, tragando saliva al registrar la atractiva imagen de su novio conduciendo con serenidad.
Carraspea, disipando cualquier pensamiento indecoroso que pudiera cruzarse por su cabeza y se frota la nariz con el dedo índice, antes de regresar la vista hacia el frente.
—Bueno, al menos explícame porque tuvimos que despertar a las siete de la mañana en domingo —refuta, descansando la nuca en la cabecera del asiento.
—Porque debemos ser puntuales.
—¿Tan importante es?
Sin perder la concentración en la gran avenida, Louis gira de repente para mirarlo y le guiña un ojo con simpatía.
—Ya lo verás —masculla, ampliando un poco más su sonrisa—. Ten paciencia.
Harry plasma una mueca de puro desconcierto y parpadea despacio.
—Sabes que el suspenso no me gusta, Lou —Le reprocha, al bajar la visera de protección solar.
—Pero en esta ocasión lo amerita, ya veras que valdrá la pena —dice, tocando el claxon cuando un automóvil se cruza al carril sin siquiera encender las intermitentes—. ¡Qué imbécil!
Una ligera risa emana del rizado mientras se mira en el espejo de la visera superior.
—De acuerdo —sisea, deslizando la yema del índice por una de sus cejas—. Por cierto, ayer hablé con mis papás.
—¿Y qué pasó?
—Les avisé que pasaremos las últimas dos semanas de diciembre allá, así podremos festejar todos juntos tu cumpleaños.
El ojiazul afirma con la cabeza, doblando la última esquina que indica la ruta en el GPS.
—Tenemos que ir reservando los vuelos —sugiere, al disminuir gradualmente la velocidad del auto.
—Sí, amor —Permanece absorto en una pequeña imperfección que detectó en su barbilla—. Mañana mismo comienzo a revisar.
—Gracias, ratón —dice, al extender el brazo y señalar hacia la entrada de un majestuoso edificio que se alza imponente en la calle—. Mira, ahí es.
Al recibir la noticia de que al fin han llegado a su destino, Harry sube la visera e instintivamente, abre los ojos con asombro, contemplando la enorme torre de apartamentos construida al otro lado de vialidad.
—Vaya, qué sofisticado —tararea, inclinándose para observar mejor el acceso del inmueble a través de la ventana—. ¿Tienes alguna reunión?
—Mhn, sí —Le contesta, mientras maniobra para estacionar el auto en la zona de parqueo—. Algo similar.
—Me hubieras dicho que vendríamos a un lugar como este —Se rasca la frente, preocupado por su atuendo inapropiado—. Casi vengo en pijama, Lou.
—Exagerado, solo llevas ropa cómoda —Se contiene a entornar los ojos y apaga el motor—. Además, te ves precioso con lo que sea que uses, así que no te mortifiques.
Él bufa en desacuerdo, mirando sus joggers grises y la hoodie negra, que en realidad le pertenece a Louis.
Joder, agradece que al menos se animó a tomar una ducha por la mañana, porque de no haberlo hecho, ni por equivocación se bajaría del auto.
—¿A quién vamos a ver? —cuestiona con resignación—. ¿Alguno de tus compañeros?
—... Ya lo verás.
Después de retirar la llave de la hendidura, el mayor desciende del vehículo, cerrando la puerta con un leve empujón y da la vuelta al capó, dirigiéndose hacia el lado del copiloto. Estando ahí, abre la puerta contraria con otra mueca encantadora, ofreciéndole una mano a Harry para ayudarle a descender y una vez que ambos se hallan sobre la acera, activa la alarma del coche.
—Wow... —Es lo primero que el ojiverde pronuncia al notar la gran altura del edificio—. Que bonito.
—Es genial, ¿no? —Louis llena sus pulmones de aire y lo sujeta de la mano—. Vamos, ya nos esperan.
—¿Quién? —Vuelve a preguntar, porque la duda se lo está comiendo vivo—. ¡Ya dime algo!
—Algo —Se mofa, tirando con delicadeza de su brazo para que lo siga sin rechistar—. Lo sabrás en unos minutos.
Honestamente, a Harry no le causa mucha gracia la broma, pero decide no seguir preguntando cosas al respecto y se deja guiar, cruzando la calle con cuidado antes de ingresar hacia el elegante vestíbulo de acceso.
Camina a un lado de Louis, recorriendo cada rincón del recibidor y examinando la decoración interior. Aprecia las lámparas, los finos muebles de las salas de espera, el enorme mostrador y el lujoso acabado del piso. Admira la elegancia que el sitio desprende, pues el conjunto de viviendas residenciales refleja un nivel de opulencia que lo ha dejado sin palabras.
No obstante, el castaño no parece impresionado por el entorno.
Incluso al acercarse a la recepción, una de las chicas encargadas de atender le sonríe con gentileza.
—Oh, señor Tomlinson, buen día —Saluda educadamente, con una familiaridad que causa confusión en Harry—. Que bueno que ya está aquí.
—Hola, Violet —responde él, devolviéndole el amable gesto—. Tenemos una cita a las diez en el último piso, me reuniré con Astrid.
—Si me comentó, ¿puede mostrarme su código, por favor?
—Claro, pero antes, déjame presentarte a mi novio —dice, girando hacia su precioso chico. Sus iris brillan con un fulgor natural mientras lo observa con cariño—. Él es Harry Styles.
El menor se esfuerza por comportarse con normalidad, tratando de aparentar que nada de lo que está sucediendo le parece extraño.
—Mucho gusto, el señor Tomlinson me ha hablado muchísimo de usted —La chica estira el brazo en su dirección, aguardando por un apretón de manos—. Me alegra conocerlo al fin, soy Violet.
Él dibuja una sonrisa ladeada al estrechar su mano, ya que no quiere parecer descortés con nadie.
—El gusto es mío.
—Yo trabajo aquí, así que cualquier cosa que necesite, yo le puedo apoyar sin ningún problema.
Sintiéndose desorientado, Harry parpadea varias veces, pero aún así asiente, manteniendo una expresión serena.
—Está bien —murmura, controlando con bastante éxito la inquietud que le late en el pecho—. Muchas gracias.
—No hay de que —La joven ladea el rostro, tomando la tableta qué utiliza para escanear los códigos de los residentes—. ¿Está listo, señor Tomlinson?
—Sí, aquí lo tienes.
Bueno, está vez la turbación si se extiende por las facciones del menor.
Su frente se plisa al darse cuenta de que Louis tiene un código de acceso a ese exclusivo inmueble, y el estómago se le revuelve cuando le entregan una tarjeta que, probablemente, sea una llave electrónica.
—Perfecto, adelante —Violet crispa de nuevo las comisuras, y señala hacia los torniquetes principales—. El guardia les dirá que elevador tomar.
—Gracias, nos vemos más tarde.
—¡Hasta luego!
Entonces, ambos muchachos se dirigen a la zona de torniquetes y aunque Harry tiene una serie de preguntas por hacer, se las reserva, porque no quiere crear una escena frente a la gente que está circulando en el suntuoso complejo habitacional.
Atraviesan la esclusa, dirigiéndose hacia el guardia de la planta baja, quien les indica el elevador correcto y sube con ellos, acompañándolos para cumplir con el protocolo de seguridad.
Harry se apoya contra las paredes metálicas del ascensor, mordiéndose la uña del pulgar. De reojo, avista a Louis, que permanece inmóvil, con una postura relajada y un rastro de felicidad que parece extenderse por su rostro, como si estuviera disfrutando de cada piso por el que suben.
No comprende nada de lo que está sucediendo, pero desea averiguarlo lo antes posible.
—Listo, piso cuarenta y dos —anuncia el guardia, justo cuando las puertas del elevador se abren—. Adelante.
—Gracias —responde el ojiazul, dándole un leve tirón al rizado para indicarle que es hora de salir—. Que tenga buen día.
—Igualmente.
El par de enamorados sale del ascensor, escuchando el suave clic de las puertas al cerrarse nuevamente.
Antes de que Harry pueda formular más preguntas, Louis lo sostiene otra vez de la mano y lo conduce con celeridad hasta la tercera puerta del pasillo.
—Ven, es por aquí —Le informa, ubicando la tarjeta que le entregaron sobre el lector de seguridad—. Llegamos.
—Amor, espera —masculla, intrigado—. ¿Quieres decirme por qué tienes una llave de este lugar?
—Sí, pero primero entra.
Harry ha perdido la cuenta de todas las veces que ha suspirado en menos de diez minutos.
Sin embargo, al ingresar en el departamento más impresionante que ha tenido el privilegio de ver, toda su incertidumbre se desvanece momentáneamente.
Lo primero que llama su atención es la amplia sala de estar, elegantemente amueblada y lista para su uso. Hay grandes ventanales de piso a techo que brindan una vista impresionante del exterior, permitiendo al mismo tiempo que la luz natural se filtre el espacio y resalte de manera espectacular los acabados.
La escalera que direcciona al mezzanine presenta un diseño espectacular, con escalones flotantes y barandillas de cristal que le sugieren un aire de elegancia moderna.
Todos muebles están revestidos con tapicerías lujosas, y los muros se encuentran decorados con obras de arte contemporáneo, cada una seleccionada para añadir un toque distintivo al perímetro.
—Ay, por Dios —sisea, deslumbrado por la alucinante vivienda—. Esto es un palacio.
—¿Te gusta? —Le pregunta, después de cerrar la puerta principal.
—Obviamente, es precioso.
Sí, ha quedado embelesado ante los gigantescos canceles.
Tan fascinado está que se toma el atrevimiento de aproximarse al vidrio delimitante, ansioso por disfrutar aún más del hermoso paisaje.
—Estamos en una ubicación privilegiada —murmura Louis, acercándose por detrás a él y envolviendo dulcemente su cintura con los brazos—. Desde aquí, se puede ver todo.
—Lo confirmo, el lugar es divino —dice, colocando una mano en el cristal y sonriendo al captar los autos en miniatura desde esa altura—. El estilo me encanta.
Un silencio breve se adueña del espacio, unos segundos en los que el castaño aguarda con esperanza que Harry capte el verdadero propósito de la visita.
Desafortunadamente, no observa ningún signo de comprensión en su semblante, tampoco formula más preguntas. Así que, movido por el afecto, se inclina hacia él, soltando una risa corta junto a su oído y apoya la barbilla en su hombro.
—¿Todavía no te das cuenta, amor?
—¿Darme cuenta de qué?
Tiene el impulso de abrazarlo con un poco más de fuerza, y antes de hablar, deposita un ruidoso beso en su mejilla.
—Estamos en nuestra nueva residencia, bombón.
Y, en efecto, esa oración es suficiente para que el ojiverde reaccione de golpe.
Agita sus pestañas atropelladamente y, en un movimiento brusco, se da la vuelta, rompiendo el meloso contacto para escrutar a su novio, quien ya lo está mirando con una sonrisa de labios juntos.
—¿Qué cosa? —inquiere, ofuscado.
Los pómulos de Louis se alzan, mientras que los bordes de sus ojos se achinan.
—Este apartamento es para nosotros —reitera.
—Estás jugando, ¿cierto?
—No, de verdad voy a comprar este piso, Hazz —anuncia con firmeza, sin rodeos—. Y lo mejor de todo es que lo pondré a tu nombre.
Entonces, Harry frunce el ceño, arrugando profundamente la separación entre sus cejas.
El aturdimiento acaba de invadirlo y todo se intensifica cuando la tarjeta de acceso le es colocada a la altura de su nariz.
—¿A mí nombre? —Vuelve a interrogar, sujetando con cuidado la muñeca ajena para apartar la tarjeta de su rostro—. ¿Tú enloqueciste? ¿Cómo se te ocurre?
El ojiazul se encoge de hombros, como si su decisión no fuese impactante.
—¿Qué tiene de malo?
—¿Tú pregunta va en serio? Ni siquiera... —Pestañea, frotándose el inicio de la frente—. Maldición, ni siquiera puedo imaginar cuanto cuesta este lugar.
—No deberías preocuparte por eso —Le brinda una caricia en la mejilla, deslizando el pulgar sobre su piel—. Puedo solventarlo, y créeme, vale cada centavo.
Harry toma una profunda respiración, rotándose por un segundo hacia los altos canceles y suelta el aire retenido cuando su cadera es sujetada otra vez.
Le resulta complicado procesar la noticia y asimilar la magnitud que representa.
—¿Por qué no me lo dijiste? —consulta, mordiéndose la orilla de la lengua con cierto malestar—. Podríamos haberlo pagado juntos. Sabes que tengo dinero ahorrado y, aunque dejé de trabajar hace dos años, sigo ganando bien con mis cursos de publicidad en internet.
—Eso lo sé, pero siempre te he dicho que ese dinero es exclusivamente para lo que necesites —espeta, agarrando su mentón y girando su rostro para mantener contacto visual—. Es un fondo destinado a que compres lo que desees y te consientas a ti mismo.
—¿Cuál es tú lógica?
—Solo quiero que seas feliz. Y no, antes de que lo digas, no estoy comprando tu cariño, pero me gusta darte todo lo que tengo.
—No sé, pero yo creo que poner este lugar a mi nombre es... —Hace una breve pausa, evaluando la situación—, demasiado.
—Eres el amor de mi vida —aclara, con devoción—. Te lo voy a dar todo.
—Yo no estoy contigo porque me lo des todo; estoy a tu lado porque te amo desde que comprendí lo que significa amar.
Louis sonríe.
Lo sabe. Confía plenamente en el amor que comparten, y por eso está dispuesto a ofrecerle hasta lo más mínimo a su porrista consentido.
Como debe ser.
—Yo también te amo —susurra con ternura, frotando su nariz contra la de él, recreando el conocido beso esquimal—. Además, aquí sí aceptan mascotas.
Los labios de Harry se separan un poco, sus comisuras subiendo apenas en una sonrisa tenue.
—Buena estrategia —musita, antes de abrazarlo por el cuello—. Eres increíble.
Su corazón se derrite de amor al constatar por milésima vez que Louis siempre recuerda cada detalle del pasado, sin importar cuánto tiempo haya transcurrido.
"No sé si me gustaría, esto es demasiado grande para nosotros. Yo pienso más en un bonito departamento que permita mascotas."
"Si lo que quieres es un departamento, será un penthouse. Ya lo verás."
Después de todo, siempre cumple sus promesas.
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si llegaste hasta aquí, reclama un helado🍦
bueno, besties, hemos llegado al final de must be love, mi primera fic completamente soft, libre de drama, llena de comunicación y de mucho amor. 💘 disfrute mucho escribirla, sin duda este Louis se queda como mi favorito hasta ahora y creo que muchxs personas pensamos igual 🧸💛
infinitas gracias por leer la historia, por esperar pacientemente las actualizaciones, por disfrutar la fic y por recomendarla en redes sociales, nunca voy a terminar de agradecer todo el apoyo que le dan a cada historia que hago, es algo increíble 😭💘
les amo infinitamente, este proyecto ha culminado y espero traerles otro pronto, porque sí, hay varios que tengo en mente pero por ahora, todavía tardarán un poco en llegar. 🤫
besos y amor infinito, les amo con todo el corazón.
maría. 💫
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