❁; capítulo veintisiete
Finalmente es viernes.
Harry lo agradece, pues la semana ha sido agotadora, más agobiante de lo habitual porque la temporada de evaluaciones se aproxima y la tensión empieza a acumularse en cada esquina de la universidad.
Le parece hilarante que incluso los estudiantes que no han mostrado ni un poco de interés en ciertas materias a lo largo del parcial, en estas fechas luzcan atentos y realmente preocupados por obtener una calificación aprobatoria. Hay cientos de personas pidiendo apuntes, realizando tareas atrasadas y hablando por los pasillos sobre la nula posibilidad que tienen de pasar alguna asignatura.
Gracias a su alto nivel de responsabilidad, él no tiene muchos problemas con eso. Sus proyectos están cubiertos, sus tareas se hallan en proceso de ser finiquitadas y, aunque sus exámenes se encuentran a la vuelta de la esquina, todavía puede presumir de esta grandiosa tranquilidad que le permite dormir hasta seis horas por las noches.
Sin embargo, su cansancio es más que comprensible. Las prácticas con las porristas, las reuniones con la entrenadora, sus recientes clases de cocina y el curso de manejo que está tomando constituyen una carga considerable, lo que justifica plenamente su deseo de desplomarse en la cama.
Cubre su boca cuando no consigue detener un bostezo descomunal. Sus pestañas se baten con mucha lentitud y, al notar que el profesor ha salido por fin del aula, toma la decisión de recopilar todos sus útiles escolares para guardarlos en los espacios correspondientes de su mochila.
Son las tres de la tarde, lo que significa que su horario de clases ha terminado y que solo le resta el trayecto hacia su casa, lo cual aprecia porque no sabe cuánto tiempo más podrá mantenerse despierto.
—Oye, Hazz, ¿quieres reunirte conmigo para estudiar hoy?
Aquella pregunta lo hace viajar de vuelta a su realidad y se aleja del primoroso pensamiento de hallarse por fin tumbado boca abajo sobre su colchón.
Levanta la cara, encontrándose de primera instancia con una sonrisa afinada por unos brackets azules y unos ojos cafés que, esa tarde, irradian una alegría más intensa de lo común.
—Oh, muchas gracias, Levi —responde, y al ver la felicidad en el rostro ajeno, una punzada de culpa lo invade—. Pero no puedo, voy a juntarme con Liam.
El compromiso es con su mejor amigo, y jamás lo abandonaría a su suerte, especialmente cuando se trata de una asignatura con la que sabe que tiene problemas.
—Uhm, yo soy bueno en esta materia —Aún así, el muchacho persiste, buscando una respuesta afirmativa—. Podría ayudarte si no entiendes algo.
Los labios de Harry se contraen, pues ahora se siente el doble de mal por rechazar la oferta.
—Lo sé, pero de verdad discúlpame —Trata de sonreír para suavizar su inmutable negación—. De hecho, soy yo quien le va a explicar algunas cosas a Li...
Con una desilusión evidente, Levi termina por encogerse de hombros, reconociendo que su meta por compartir un rato más con el capitán de las porrista otra vez fue truncada.
Durante semanas, ha luchado por concretar una salida, pero hasta la fecha no ha logrado nada en absoluto. Quizá, en el fondo, sabe que a veces el interés simplemente no es correspondido y tendrá que aprender a retirarse del camino antes de arruinarlo todo.
—Bueno, está bien —farfulla, mostrando una sonrisa que no parece falsa—. Será para la próxima.
Opta por no insistir, consciente de que no quiere molestarlo, y se despide con un ademán, dejando atrás sus ganas de compartir tiempo juntos.
Por su lado, el rizado exhala con serenidad, reanudando su actividad de guardar sus pertenencias y mientras lo hace, su mente divaga hacia el hogar, imaginando el exquisito aroma del guiso que su madre habrá preparado con esmero para la comida.
—¡Harold! ¿Quieres venir a almorzar con nosotros? Te invitamos a lo que quieras de la cafetería.
A veces, las coincidencias divinas resultan ser increíblemente fabulosas.
No obstante, aquel joven de cabello rubio que espera frente a su pupitre nunca le ha parecido confiable.
—Muchas gracias, Keith —masculla con el tono más amigable que puede utilizar a pesar de su desconfianza—. Pero me esperan a comer en mi casa.
—¿Un helado, al menos? —pregunta nuevamente, esta vez arqueando las cejas de un modo que provoca una expresión de rareza en Harry.
—No, de verdad, gracias —repite, antes de arrastrar su silla hacia atrás para lograr ponerse de pie—. Ten buen provecho.
Sacarle la vuelta a alguien es algo realmente fácil, porque solo necesita levantar las comisuras con su carisma natural y el resto queda en manos de aquellos que se paralizan al recibir una sonrisa del líder de las animadoras.
Jamás pensó que volverse la cabeza del equipo le traería tanta popularidad, y aunque no le agrada del todo, tampoco es algo que le genere conflictos internos.
Bueno, esa mentalidad la mantiene hasta que se cruza con los típicos chicos que creen merecer la atención de todos. Esos que se frustran al darse cuenta de que su interés nunca lo obtendrán y que encima, se molestan cuando los evade.
Finn es uno de ellos: un tipo insistente y, en su opinión, bastante arrogante.
Harry en verdad detesta su constante hábito de interponerse en su camino para cortar su caminata, odia que se le plante por delante con esa mueca engreída y aborrece aún más, que no desista a pesar de los incontables rechazos.
—Hey, Hazz, ¿a dónde vas con tanta prisa?
Incluso desprecia la manera tan frívola que tiene de hablar.
—A mi casillero —espeta con simpleza, sin adornos de cortesía—. La clase ya terminó.
—¿Por qué no me acompañas por un café? —Sonríe de manera petulante, como si estuviera seguro de que su oportunidad por fin ha llegado—. Yo invito.
Él descarta la opción de golpe, moviendo la cabeza más de tres veces, y retrocede un paso sin ser demasiado obvio.
—No, gracias, así está bien. —Estira un poco el cuello para intentar ver por encima del hombro opuesto hacia la puerta del salón—. Disfruta de tu café.
Los ojos de Finn se entrecierran, lanzando el fastidio que le provoca recibir otro "no" como respuesta.
—Bueno, ¿cuándo será el día en que aceptes una invitación mía? —refuta, harto de su interminable resistencia—. Siempre dices que no.
—Lo lamento, pero ya te he dicho en muchas ocasiones que no estoy interesado.
Vaya que lo ha hecho.
Es la cuarta vez en la semana que se lo recuerda.
—Anda, no te vas a arrepentir. —Cruza los brazos, haciendo hasta lo imposible por resaltar sus músculos trabajados—. Louis no tiene que enterarse.
Y como los chistes están destinados a provocar risas, él no puede evitar soltar una carcajada con ganas.
Su estruendosa risa resuena en el silencio del aula, atrayendo las miradas de los que todavía se encuentran allí y, para rematar, finge secarse una lágrima del borde del ojo con un gesto teatral.
—¿De qué te ríes? —Finn pregunta, sinceramente confundido con su hilarante reacción—. Te estoy invitando a tomar algo, no estoy bromeando.
—Lo siento, es que de verdad me sorprendes —murmura, sacudiendo la cabeza con desaprobación y chasqueando la lengua al mismo tiempo—. Por enésima vez, no quiero. ¿Puedes darme permiso, por favor? Me están esperando.
La mejor parte del día es cuando Louis va a buscarlo al término de las clases.
Harry siente un hormigueo en las piernas cada vez que ve a su novio apoyado con despreocupación en los marcos de las puertas, cargando dos cascos de motocicleta mientras espera pacientemente el momento en que salga para encontrarse con él.
Su corazón late más rápido, más desesperado, como si estuviera ansioso por salir de su pecho y correr directamente hacia su único dueño. Los orbes le resplandecen con vivacidad, las mejillas se le tiñen de ese rosa que cualquier enamorado exhibiría frente a la persona de su vida, y los labios le tiemblan, pues le es imposible no caer en la ensoñación.
Es una suerte que siempre se aparezca en el instante indicado.
—Hola, Finn —A pesar de que Louis está de un fabuloso humor esa tarde, no puede dejar pasar lo que escuchó segundos atrás—. ¿Ya terminaste de rogarle a mi novio?
Después de suspirar con disgusto, el aludido se da la media vuelta y no disimula su fastidio al enfrentar la mirada del mariscal.
—Tú siempre tan oportuno, Tommo —tararea, con ironía.
—Es mi deber —Alza suavemente un extremo de la boca y un suave pliegue se le marca en el entrecejo—. Ya sabes, me encanta venir por Harry y encontrarme con este tipo de situaciones.
—¿Situaciones? —Se mofa, observándolo retador por debajo de las pestañas—. No sé de qué estás hablando.
—No te preocupes, yo también pensaré que esto no ocurrió. No queremos problemas, ¿cierto?
Finn se ríe con amargura, revelando que las amenazas no le provocan ningún tipo de temor.
—Cierto —espeta, al sujetar con fuerza la correa de su propia mochila—. Entonces, nos vemos después.
Tras un asentamiento, el ojiazul da un solo paso a la derecha, abriendo espacio suficiente para que el otro pueda salir del salón sin inconvenientes.
—Hasta pronto —murmura con esfuerzo y entre dientes.
Louis es un individuo realmente paciente. Jamás busca problemas, no cae en provocaciones y tampoco participa en disputas que puedan generar controversias estúpidas.
Sin embargo, esto es diferente.
Su tolerancia hacia Finn se está desvaneciendo lentamente. Cada día le resulta más insoportable la forma irrespetuosa en que mira a su novio, recorriéndolo con la mirada de arriba hacia abajo, como si estuviera creando escenas indecorosas en su mente. Puede adivinar lo que está imaginando, apuesta a que son ideas que cruzan los límites de lo decente y eso es algo que ya no planea soportar.
Por eso, cuando el muchacho pasa junto a él, aprovecha para golpearlo con el hombro, simulando un choque accidental que provoca una sonrisa despectiva en ambos.
Harry, con la boca entreabierta y el aliento contenido, se mantiene alerta hasta que su compañero de clase se va, no sin antes plasmar un gesto de asco cuando recibe un guiño de ojo que solo le provoca repugnancia.
La incomodidad se reparte por la atmósfera. Los estudiantes que presenciaron la tensa situación tragan saliva, fingiendo no haber visto nada, y bajan la mirada, concentrándose de nuevo en sus propios asuntos.
El resoplido exagerado de Louis causa una reacción inmediata en el porrista, quien se acerca con premura hacia él, dispuesto a ofrecer consuelo.
Con toques delicados, lo sostiene del rostro, acariciando suavemente esos pómulos marcados. Una sonrisa tierna se bosqueja en sus labios, con el propósito de disipar cualquier rastro de malestar que pueda haberse asentado en su estómago tras el desagradable episodio.
—Si continúa así, un día voy a tirarle los dientes —promete—. No es posible que no entienda.
—Solo hay que ignorarlo, ¿sí?
—No es fácil hacerlo cuando prácticamente te come con la mirada, ratón.
Esa es una justificación válida.
Claro que Harry está de acuerdo; si él estuviera en la posición de su novio, probablemente ya habría enloquecido.
Aún así, tomándolo desde un punto de vista más racional, sabe que lo mejor es evitar que Louis se meta en problemas, pues cualquier tipo de violencia en las instalaciones escolares conlleva sanciones que van desde la suspensión hasta la exclusión temporal de las actividades deportivas.
Al tratarse del mismísimo mariscal de campo, una baja indefinida en el americano no es opción.
—No es relevante, te juro que mi respuesta siempre será la misma —reitera, enganchándose cariñosamente de su cuello y dejando en segundo plano los murmullos que se desarrollan en los rincones del salón—. Mejor salúdame, ¿dónde quedaron tus modales?
—Uhm... —El mayor refunfuña, sintiéndose un poco frustrado por no poder sostener a su chico de la cintura debido a los dos cascos que carga—. Hola, bombón, ¿qué tal tu clase?
—Pesada, tengo más tarea que ganas de vivir... ¿Y la tuya?
—Aburrida. Milagrosamente no me quedé dormido, bostecé toda la hora.
Lo cierto es que a ninguno le importa permanecer de pie en la entrada del aula, y mucho menos se molestan en prestar atención a los fugaces vistazos que les lanzan quienes aún no se han marchado.
—Ugh, qué fastidio —musita, arrugando la nariz antes de acercarse y juntar sus labios en un beso rápido, apenas un picoteo que podría tomarse como un saludo cotidiano—. ¿Ya podemos irnos? Te invito a comer, ¿quieres ir por sushi?
Louis no puede resistirse a esa mirada; está completamente convencido de que si alguna vez se pierde en el camino, encontrará el sendero de regreso a través de esos ojos verdes que brillan como si fueran las mismas estrellas.
Lleva aproximadamente doce años cautivado por el coqueto movimiento de aquellas pestañas, y con suerte, serán muchos más los años que tendrá para seguirlas admirando.
—Por supuesto, amor, vamos por sushi —acepta, entregándole el casco que le compró hace unas cuantas semanas.
Harry muestra su blanca dentadura al sostener su bonito casco morado, aquel que le fue obsequiado un día después de que Louis recibiera su preciada motocicleta como regalo de cumpleaños.
Por supuesto, la primera consideración del castaño fue adquirir también una protección adecuada para su pareja, ya que su medio de transporte cambiaría a partir de ese momento.
—Pero ve despacio, ¿sí? —Él le solicita, temeroso de sufrir algún accidente—. Todavía no me acostumbro a ese vehículo mortal...
—Relájate, estás en manos de un conductor responsable —canturrea, al menear las cejas con fingida presunción—. Además, tú nunca me pides que vaya despacio.
—... ¿Eh?
Entonces, su sonrisa se ensancha, volviéndose un tanto más burlona, y decide inclinarse hacia la oreja de Harry, cerciorándose de que solo él pueda escuchar lo que está a punto de decir.
—Sí, tu siempre me reclamas y básicamente... Me ruegas porque vaya más rápido.
Ciertamente, el doble sentido no le sorprende en nada al rizado.
Por el contrario, enarca la ceja, retrocediendo una zancada para poder enfocar esos iris azules que lo escudriñan con diversión y no hace más que señalarlo acusadoramente con el dedo índice.
—Deja tus insinuaciones sexuales —pronuncia con firmeza.
—¿Por qué? —Se jacta con un tono excesivamente socarrón—. ¿Te avergüenzas?
—No, pero me dan ganas y aquí no me puedes atender como se debe.
Y, maldita sea, Louis tiene que morderse con fuerza el interior de la mejilla, porque de verdad adora cuando sus provocaciones son recibidas con igual fervor.
Para variar, se queda estático, observando cómo su porrista al fin sale del salón, con su mochila y casco sujetos bajo el brazo, mientras le indica con un gesto suave que ya es hora de moverse de ahí.
Lo mira avanzar en silencio, deslizándose entre el bullicio de estudiantes que colman el corredor y un suspiro emana de sus labios de manera inadvertida, reconociendo la enorme felicidad que brota en su corazón cada vez que está a su lado
No puede pedir más.
── •∘°❁°∘• ──
Cuando Louis tiene tareas pendientes, su lugar favorito para realizarlas es la biblioteca.
En ese plácido lugar, las interrupciones son inexistentes y el murmullo de voces queda desterrado, permitiendo que un silencio casi reverencial lo envuelva todo.
El ambiente sereno y ordenado crea el entorno perfecto para quienes necesitan concentrarse en sus actividades, aprovechar una excelente conexión a internet o realizar consultas de fuentes físicas de información.
Suele ser más productivo cuando se encuentra allí, logra enfocarse de lleno en lo que debe terminar sin distraerse con cosas banales y valora bastante quietud que el espacio le otorga.
Sin embargo, hay ocasiones en las que su concentración tambalea, como ahora que alguien conocido y poco bien recibido ha aparecido inesperadamente, tomando asiento en la misma mesa que él.
—Hey, Tommo.
Reconoce la voz, no hace falta que retire levante el rostro de su laptop para saber de quién se trata.
—Finn —tararea, sin ninguna intención de mostrar mayor interés.
—¿Qué tal tu día? —pregunta, al subirse los anteojos por el puente de la nariz—. ¿No te parece que el clima mejoró bastante?
Por favor, ¿a quién mierda le importa eso? Su mente está ocupada con asuntos más importantes y urgentes. No tiene el menor deseo de interactuar con nadie en este momento, y mucho menos con alguien que le resulta profundamente antipático.
Su expresión fría lo deja claro: no quiere intercambiar ni una sola palabra con él.
—Ajá —bufa, sin dejar de apretar las teclas de su computadora portátil—. ¿Qué quieres?
La falta de amabilidad provoca una sonrisa de ironía en Finn.
—Vaya, ¿por qué piensas que quiero algo?
—Porque no tenemos ninguna conversación pendiente —gruñe, tratando de contener la irritación que su presencia le provoca—. No nos conocemos, no tenemos amigos en común, así que dime qué necesitas o vete.
—Hoy amaneciste muy gruñón, ¿no es así? —murmura de buena gana y coloca su mano en la parte posterior de la pantalla—. Como sea, yo tampoco he venido a charlar de cosas sin importancia.
Acto seguido, las manos de Louis vuelan sobre el teclado, retirándose justo a tiempo para evitar ser atrapadas por el repentino cierre de su computadora portátil.
Parpadea, intentando procesar la precipitada acción, y con el ceño bruscamente fruncido, dirige su vista hacia Finn.
—¿Qué diablos te ocurre? —pregunta, al tensar el mentón.
—No me hacías caso —dice el muchacho, esbozando otro gesto mordaz que parece diseñado para perturbar su tranquilidad—. Solo vengo a decirte que me gusta Harry. Aunque eso no es un secreto, en realidad, a más de la mitad de la escuela le gusta...
Sus vocablos se filtran con una mezcla de desafío y satisfacción, mientras sus ojos relucen con una chispa de malicia.
Por desgracia, Louis siente cómo un vacío profundo se abre en su estómago, una sensación desagradable que se extiende como un frío helado por su cuerpo, haciéndolo temblar involuntariamente y a pesar de su batalla interna, se esfuerza por mantener una expresión imperturbable en su rostro.
—No me sorprende, eres demasiado obvio —Endereza la espalda y sin percatarse, sus dígitos comienzan a golpear la mesa rítmicamente—. Además, no te culpo, mi novio es precioso.
Con descaro, Finn asiente, haciendo congelar su sangre al concederle la razón.
—Lo sé, y solo quiero decirte que no voy a quitar el dedo del renglón.
—Bien, no me interesa.
—¿De verdad? —Se inclina ligeramente sobre la mesa, su expresión adquiere un matiz amenazante—. ¿No te da miedo que de un día a otro Harry ponga sus ojos en alguien más?
Él niega, fingiendo que la saliva no se le ha atascado en la garganta.
—No, porque sé que eso jamás va a suceder —Sus facciones permanecen intactas, escondiendo la inquietud que lo está atormentando—. Y en el remoto caso de que pasara, sé que tú no serías un candidato para él.
—Quien sabe, Louis —Realiza un suave encogimiento de hombros, tan confiado que realmente parece estar seguro de lo que habla—. Todo puede pasar, a veces hay cosas más importantes que el mismo amor.
A Louis se le revuelven las tripas al reparar el ademán ridículo de Finn, quien simula contar billetes entre sus dedos y sin necesidad de vocablos explícitos, comprende de inmediato la referencia.
—De acuerdo, lo que digas —pronuncia en contraposición, no demuestra estar afectado por su discordia.
—También opino que una persona llega hasta donde la otra lo permite —Su entonación adopta una calidad intimidante—. Y si algún día Harry tiene curiosidad por mí, yo nunca le voy a negar nada.
—Perfecto, bien por ti.
—Gracias. Solo es... un aviso, supongo. —Muerde la punta de su lengua, alargando sus comisuras con maldad—. Para que no te tome por sorpresa si algo sucede.
Con la semilla de la duda sembrada, Finn considera que ha cumplido su misión, así que abandona el asiento que invadió por unos minutos y tras una despedida carente de sinceridad, se aleja a pasos largos, dejando al ojiazul con el alma pendiendo de un hilo.
Tiene que pasarse la mano por el cabello, respirando en pausas para serenarse, pero un angustiante pensamiento se aferra a su conciencia, desterrando su paz mental. Sus labios, tensos por la ansiedad, se vuelven el blanco de sus dientes que arrancan la piel muerta en un acto compulsivo y siente como un manto pesado de incertidumbre lo cubre, arrastrándolo hacia una espiral de temores sin fin.
Mierda.
Por primera vez, Louis se siente inseguro.
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hiii, besties ♥︎ lamento la espera, aquí les dejo la actualización y espero la disfruten! estamos entrando a la recta final de la fic 🫂
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