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❁; capítulo veintidós

⚠️ Advertencia de contenido sexual ⚠️

recordemos que, para no infrigir ninguna norma, mantener el desarrollo de la historia intacto y luego de los ajustes pertinentes en todos los capítulos de la fic, H 18 y L 19.

34 - 31.

El tablero electrónico del campo parpadea, revelando las cifras decisivas a través del resplandor de sus luces LED y el reloj se congela en cuatro ceros, marcando el fin del partido más reñido de la temporada.

Todos los jugadores están fatigados, todavía sienten el ritmo cardíaco disparado y el sudor recorriendo sus rostros, pues el encuentro deportivo ha drenado cualquier reserva de su energía, dejándolos exhaustos.

No obstante, entre el terrible cansancio, hay un equipo que se encuentra celebrando el triunfo con euforia y que son aclamados por la multitud que acudió a brindarles su apoyo.

La banda está sonando, la gente grita de emoción, los deportistas victoriosos bombean los puños al aire mientras se abrazan con alegría...

Y Louis, incrédulo, apenas puede asimilar que realmente han avanzado a los cuartos de final.

En efecto, los jaguares se han coronado como los ganadores del juego y él no logra procesar que eso en serio ocurrió.

Atónito, se quita el casco para limpiarse las gotas de sudor con la camiseta. Ni siquiera pone atención en el desorden que tiene en el cabello, honestamente eso es lo que menos le interesa ya que permanece absorto en la estruendosa bulla que sus compañeros crean como acto de festejo.

Jesucristo, no lo puede creer.

Los banderines siguen agitándose con orgullo, los alentadores carteles persisten levantados y sus padres, quienes siempre han sido parte fundamental de su desarrollo, aplauden su gran participación desde la segunda fila de las gradas.

¿Es buen momento para echarse a llorar? Louis cree que sí.

Porque después de soportar el agotador estrés, someterse a entrenamientos intensivos y cargar con el pesado remordimiento de haber destituido a alguien, finalmente llega a la conclusión de que sí merece ser reconocido como el mariscal de campo.

Ahora sabe que le hizo honor a su posición, aunque en el arranque, los primeros minutos se convirtieran en el mismo infierno.

Hasta antes del medio tiempo, ellos iban abajo por once puntos. No lograron completar las jugadas, fueron interceptados en reiteradas ocasiones, y él perdió la cuenta de la cantidad de pases que fallaron. Niall tropezó por tener los cordones desatados, Zayn fue derribado más de una vez, y él se sentía perdido cada que tenía el balón en sus manos.

El inicio fue una catástrofe, pero el cambio sucedió luego del descanso reglamentario.

Mientras el entrenador intentaba calmar la frustración que la mayoría sentía por ir perdiendo, las porristas ejecutaban su rutina en el campo. Las animadoras desataron el furor con su magnífico espectáculo, lanzando chicas al aire y realizando un sinfín de volteretas, haciendo que el medio tiempo fuera sensacional.

Louis se resistió a distraerse de la reunión, pero la presencia de su bello ratón, realizando saltos, piruetas y estiramientos, fue algo que no pudo ignorar. Verlo con esa condenada falda corta, haciendo movimientos impecables y siendo la estrella de la escuadra, le hizo entender que él necesitaba cumplir con su parte del trato.

No por lo que vendría después, sino porque reconoció que Harry no merecía menos que eso.

Él merece un novio a su altura, que sea igual de talentoso y Louis lo es. Ahora lo sabe, solamente necesitaba creérselo.

Logró un fantástico control en las jugadas, lideró las ejecuciones como jamás se había visto en el equipo y aparte, como punto relevante, disfrutó el juego a más no poder.

Por fin hay una sonrisa en su cara.

Ese es el mariscal de campo que sus amigos eligieron. Ese es el Louis que ya no le teme a la derrota, y que a partir de ese día, siempre irá por la victoria.

—¡Lou, lo hicimos! —De forma efusiva, Zayn lo toma por los hombros y lo sacude sin piedad—. ¡Ganamos!

Él rompe con su propia cadena de pensamientos, sujetando a su amigo del mismo modo para zarandearlo con vigor.

—¡Lo sé! —Unas tiernas arrugas aparecen al final de sus ojos—. ¡Estamos en los cuartos de final!

—Y lo haremos muy bien, vamos a ser campeones otra vez, ¡eso te lo juro!

Ganar un partido tan importante como ese, era la motivación que todos ocupaban para recuperar la fe. El espíritu se ha elevado y los jaguares están preparados para avanzar a la siguiente fase con el ánimo renovado.

—Tommo, ¡lo hiciste muy bien! —exclama uno de sus compañeros, acercándose con alegría para felicitarlo—. ¡Te luciste!

—Las jugadas salieron magníficas —Se suma otro jugador, abrazándolo afectuosamente por los hombros—. ¡Ese último pase tuyo nos dio el touchdown!

—Fue trabajo en equipo, lo logramos en conjunto —Él musita, porque no quiere atribuirse méritos que no le corresponden por completo—. Entrenamos para ganar, ¿no?

—Y lo conseguimos —Zayn estira ambos brazos hacia el cielo—. El trofeo de la final será nuestro.

—¡Sí!

Louis choca las palmas con sus amigos, recibiendo los buenos comentarios que le hacen por haber actuado como un verdadero líder en los picos más estresantes del enfrentamiento.

Incluso el coach lo halaga, diciéndole que demostró un nivel de concentración raramente visto en alguien que toma la batuta de un partido por primera vez y le da una amistosa sacudida en el cabello mientras le pide que continúe jugando de esa manera.

Sí, todo eso le hace sentir jodidamente bien. Los numerosos elogios están disipando la inseguridad que solía afligirlo cuando el marcador todavía estaba apagado.

El triunfo en el evento deportivo ha generado una vibra fenomenal entre los jugadores, quienes continúan saltando al centro del interminable césped y disfrutando como si hubieran ganado el mismísimo Super Bowl.

En medio del bullicio, las porristas deciden que es hora de entrar al campo, avanzando con rapidez hacia los jugadores para unirse a la conmemoración.

La marea de color azul se hace presente, todas agitan las tiras metálicas de sus pompones en el aire, reflejando así la alegría que comparten con el equipo de americano.

En esta ocasión, Harry se destaca como uno de los más contentos por el magnífico cierre del juego, pues corre por el pasto como si su vida dependiera de ello, permitiéndose dar algunos brincos intermedios por la pura efusividad del momento.

Al frenar, debe abrirse paso entre el cúmulo de estudiantes, siendo aplastado sin querer por algunos cuerpos antes de que finalmente logre encontrarse con los ojos azules de su novio.

Contempla a Louis de una forma inigualable, con un amor que probablemente sea motivo de envidia para aquellas personas que algún día, desean tener una relación tan bonita como la que ellos poseen.

En consecuencia al júbilo que lo gobierna, no controla las ganas que tiene de saltar hacia él, enredando las piernas alrededor de su cadera mientras se aferra a su cuello con el fin de no caerse. Afortunadamente, el mayor reacciona justo a tiempo, sujetándolo por la cintura con un solo brazo y su sonrisa crece cuando se encuentra con esa mirada esmeralda que siempre lo observa con admiración.

Por breves segundos, parece que el entorno se desvanece y el sonido que la banda produce al tocar es menos estridente.

—¡Amor, felicidades, fuiste el mejor!

Antes de que Louis pueda siquiera pestañear, siente cómo los labios de Harry se presionan fervientemente contra su piel, trazando un adorable sendero a través de sus mejillas, pómulos, nariz y frente.

Se ríe, sin tener idea de cuántos besos ha recibido en menos de treinta segundos y todo lo que puede hacer es estrechar con fuerza al porrista, apretándolo contra sí mientras coloca la mano libre sobre uno de sus tonificados muslos.

Claro que lo hace exclusivamente con el fin de reforzar su agarre y no porque quiera tocar de más.

—Muchas gracias, ratón —masculla, deleitándose con cada uno de sus dulces besos—. Tú también te luciste con la rutina, ¡lo hiciste fantástico!

—¡No más que tú! Casi me quedo sin uñas por los nervios y al final, remontaron gracias a ti.

—No fui solo yo, amor, todos hicieron un excelente trabajo.

—Si, lo sé, ¡pero tu último pase fue lo que les dio el gane!

La boca del castaño se contrae en una sonrisa tímida y guarda silencio.

Todavía le resulta difícil reconocer sus propios logros, tiene miedo de sonar como un arrogante o algo similar, así que solo opta por encoger tenuemente los hombros.

—Sólo seguí la estrategia que teníamos —añade.

Inevitablemente, el rizado rueda los ojos y le otorga un pequeño toque en la punta de la nariz.

Shhh... —sisea, al acunar su rostro con ambas manos—. Te juro que lo hiciste fenomenal.

Se miran una vez más y resulta muy cómico que los cachetes de ambos se sonrojen a la par.

Están jodidamente enamorados.

—Gracias por confiar en mí, ratón.

Sus labios se rozan con suavidad y sus respiraciones comienzan a mezclarse.

—Lo he hecho desde que te inscribiste al americano, amor, y te juro que lo haré siempre.

La celebración de la victoria queda en segundo plano para ellos.

Ninguno presta atención a la algarabía que se escucha de fondo y poco les interesa lo que está pasando a su alrededor, ya que se encuentran inmersos en un planeta aparte.

Casi pueden adivinar lo que están pensando.

Sí, los dos ansían besarse hasta que sus alientos se agoten, desean morderse los labios hasta que estos se tornen rojos y para variar, necesitan acabar con esa estúpida tensión sexual que ya los tiene al extremo del delirio...

—¡Vamos a mí casa a seguir festejando! ¿Qué dicen?

Por desgracia, no se hallan en el lugar correcto para armar una escena de ese tipo.

Lo recuerdan cuando el grito de Niall les invade los oídos y deben girar sus cabezas hacia la multitud de alumnos que no ha parado de vitorear.

—¡Aceptamos!

—¡También voy!

—¡Y nosotras!

Uno a uno los adolescentes se van sumando, dispuestos a asistir a la reunión que el irlandés propuso para culminar con la fantástica tarde.

Harry y Louis sólo se mantienen callados, plasmando muecas inconformes que tratan de ocultar con sonrisas forzadas.

—Oye, ¿vamos a ir? —susurra el menor, haciendo un esfuerzo sobrehumano por no mover demasiado la boca.

—Yo no quiero —El otro replica la acción, hablando bajito sin despegar mucho los labios—. Pero tú decide.

—... Opino que mejor nos vamos a mí casa.

—Perfecto.

Después de pactar el acuerdo entre dientes, sus sonrisas se vuelven más genuinas.

—¡Hazz, Tommo! —Y tal cual lo estimaban, el rubio los cuestiona a la brevedad—: ¿Ustedes vienen?

Gracias a su discreta comunicación, ahora saben que aceptar no es una opción.

Oh, no podemos, Ni —masculla el ojiverde, curvando las comisuras hacia abajo—. Ya tenemos planes, lo siento.

—¿No pueden hacer una pequeña modificación? —Animado, sacude uno de los pompones que Emilia le prestó—. Solo un rato, ¡vamos!

—Nos encantaría, pero se complica un poco —Louis deja que su voz se tiña de un abatimiento teatralmente convincente—. Tendrá que ser para la próxima.

Niall bufa con simpatía, entrecerrando los ojos, pero decide no presionar. No quiere arruinar lo que sea que tengan planeado. Confía en que habrá más triunfos en el futuro para celebrar juntos, así que les dará su espacio esta vez.

De tal modo, el par de jóvenes retoma su contacto visual, intercambiando pícaras sonrisas mientras pestañean con complicidad.

—¿Pijamada?

La pregunta es tan sugerente como la expresión de Harry.

Louis asiente despacio, pasándose la lengua por el labio inferior y acto seguido, hunde los dedos en el muslo rechoncho de su porrista.

—Claro, bombón.

Quizá, solo quizá, el rizado reprime un jadeo.

Las mejillas ruborizadas ya son un sello distintivo en él.

── •∘°❁°∘• ──

Harry lleva aproximadamente unos cuarenta minutos encerrado en el baño.

Después de tomar su ducha correspondiente, de combatir la humedad de sus rizos con la secadora y de aplicar su crema corporal, se ha rociado con el exquisito body mist que su madre le regaló hace algunas semanas, completando así su rutina de cuidado personal.

Ahora, se halla de frente al espejo, mirándose fijamente sin saber cómo ahuyentar los nervios que comienzan a picar en su barriga.

Ignora la pequeña bolsa dónde actualmente guarda las compras que realizó por la mañana en la farmacia y aprieta los ojos cuando la necesidad de inspirar hondo arremete en su contra.

Está malditamente ansioso e inquieto a la vez.

Aunque se encuentra metido en el sanitario, todavía puede escuchar la televisión encendida en su habitación, recordándole que Louis está esperándolo afuera, ya sea recostado en la cama o tal vez sentado en el borde de esta.

Sus dedos tamborilean sobre el lavabo de porcelana, su pecho se hincha tras otra profunda inspiración y reúne todo su coraje para tomar la bolsita negra antes de erguirse.

Se da un último vistazo, asegurándose de que su aspecto sea impecable y señala su propio reflejo, como si estuviera haciendo una promesa a sí mismo de que todo saldrá bien.

Por fin tiene el valor de salir por la puerta del baño, empujándola con lentitud hasta que su melena desordenada hace su aparición en la recámara, causando que Louis instintivamente voltee en su dirección.

Como había imaginado, él permanece sentado en el borde del colchón, vistiendo la pijama de cuadros que le prestó después de que también se bañara y con la repetición del último partido de la NFL reproduciéndose en la televisión.

—Creí que te habías desmayado allá adentro —canturrea, al sonreírle con naturalidad—. ¿Qué tal tu baño, ratón?

Él se muerde la lengua y sus dedos se cierran en la bolsa de plástico que carga consigo.

—Estuvo bien, sí —musita, arrastrando las suelas de sus pantuflas por el piso cerámico mientras se avecina hacia la cama—. ¿Cómo estuvo el juego?

—Ganaron los jefes de Kansas —Mueve las cejas con petulancia fingida—. Aunque Dallas tampoco jugó mal, les dieron batalla.

—¿Quienes van en el siguiente partido?

—Creo que Green Bay y San Francisco.

—¡Mis empacadadores todavía tiene posibilidad!

—¿Piensas que le pueden ganar a Kansas? —cuestiona retadoramente.

—Por supuesto —Levanta un dedo en advertencia, estrechando al mismo tiempo los orbes—. Y no voy a dejar que los juzgues.

Sin otra alternativa, el mayor levanta las palmas en signo de rendición.

—Bien, bien, no te enojes —vacila—. Tú equipo es bueno, lo admito.

Harry sonríe de medio lado, antes de interponerse entre la pantalla de la televisión y la mirada de su novio.

—Espero que no lo digas por compromiso —tararea, cruzándose de brazos con una mueca que puede ser un tanto amenazadora para cualquiera—. ¡En esta casa respetamos a Green Bay!

—¡Y no dije nada malo! Son buenos jugadores, de verdad.

—Los mejores, querrás decir.

—Bueno... En eso difiero.

Y con eso, se gana otra mirada intimidante.

—Respeto tu opinión equivocada —barbotea, con socarronería.

—Muy gracioso —ironiza, y con un movimiento de cabeza, apunta la bolsa negra que el otro aún sostiene—. ¿Qué traes ahí?

—¿Uhm?

—La bolsa —Apoya ambas manos en el colchón, echándose levemente hacia atrás—. ¿Qué es?

Al oír la interrogante, la espalda de Harry se tensa otra vez y en un acto reflejo, deja caer los brazos a los costados de su cuerpo.

Por un minuto, había olvidado por completo sus compras matutinas.

Ah, esto —Rasca la parte trasera de su oreja, y su vista enfoca el plástico negro que protege lo que la vendedora le entregó—. E-es, bueno... Ehm... A ver, primero respóndeme algo, ¿sí?

—Claro, lo que sea.

Hay una corta pausa en la charla.

Apenas unos segundos que le funcionan cómo respiro.

—Cuál es... —reanuda, distrayéndose en patear su pantufla hacia fuera y luego volviéndosela a poner—. ¿Cuál es tú definición de celebrar?

Louis parpadea, procesando la valiosa pregunta y al mismo tiempo, repara un destello de vergüenza en el rostro de su novio.

Tan dulce...

—Supongo que mi definición es igual a la tuya —afirma, al levantar una de sus cejas—. ¿O me equivoco?

—No, estás en lo cierto, solo quería confirmarlo —Deshace el nudo que mantiene la bolsa cerrada—. Así que, ya que estamos de acuerdo y sí los dos queremos hacerlo... Necesitamos esto.

Harry es fiel creyente de que una persona prevenida vale por dos.

Cuando decidió comprar condones y un botecito de lubricante, no esperaba que fuera una de las mejores decisiones que tomaría. Pero con la picardía, el descaro y el deseo agotando su paciencia, pronto se dio cuenta de que había sido una elección acertada, porque es evidente que ninguno de los dos tiene la intención de retroceder.

El calor los ha consumido por semanas y los besos ya no son suficientes para aplacar la abrasadora necesidad de sentir más.

De experimentar otro horizonte.

De tomar una interesante decisión.

Todo quedó claro incluso antes de que comenzara el partido de las eliminatorias y a Louis no le sorprende ver los curiosos artículos sobre el edredón.

—Vaya... —Se apodera de uno de los preservativos regados en la superficie—. ¿Condones?

—Sí... Y un lubricante que me recomendó la vendedora.

—¿Ella te lo recomendó?

—Así es —El rubor de sus pómulos se hace más visible—: Maldición, ¿por qué esto es tan bochornoso?

—Calma, no lo es —dice con serenidad, leyendo el reverso del pequeño envoltorio cuadrado—. Al contrario, me agrada que hayas pensado en esto, perdón por ser un inconsciente y no considerarlo yo.

La verdad, es que a él ni siquiera se le cruzó por la mente ir a una farmacia o a un supermercado a conseguir cosas como esas.

No es que sea un completo irresponsable, solamente jamás creyó que terminarían en esa situación tan particular.

—Bien, ya, no te preocupes... —Harry marca dos aspavientos ligeros, omitiendo la relevancia de su compra—. Ahora, tengo una segunda pregunta.

—Te escucho.

—Tú... ¿Tú prefieres dar o recibir?

Justo ahí, él aparta la mirada de las letras pequeñas en el empaque hermético del preservativo y de golpe, lo escruta con el ceño fruncido.

—¿Dar o recibir? —repite las palabras, buscando comprobar el contexto.

—Sí —La duda se proyecta de forma pura en su semblante—. Por favor, no me hagas explicarlo...

—¡No, no, sí entendí! No hace falta.

—... ¿Entonces?

El menor se mantiene inmóvil, aparentemente preocupado por los roles que van a asumir a la hora de enredarse entre las sábanas y Louis lucha por reprimir una sonrisa revoltosa, reconociendo la única respuesta correcta a esa cuestión.

La cosa es que, al ver la leve inquietud en su bonita cara, casi se siente culpable por querer hacerlo pedazos.

En el buen sentido, claramente.

—¿Quieres que te sea sincero?

De nuevo, Harry tiene que jalar aire por las fosas nasales.

—Por supuesto, por algo te estoy preguntando —espeta, con cierto toque de seriedad—. Dime, anda.

Las comisuras del castaño se curvan con astucia.

—Bueno, entonces diré que me encantaría ser yo quien se ponga el condón —expresa con naturalidad, como si no estuviera haciendo referencia a algo obsceno—. ¿Qué opinas?

—Opino que me gusta la idea —concede, permitiéndose relajar los hombros—. Que bueno que nos entendemos, amor.

Finalmente, una sonrisa coqueta adorna su rostro.

Acaba de reafirmar que ambos están en sintonía y saben muy bien hasta dónde quieren llegar.

—Ven aquí, bombón —Louis lo visualiza, encontrando fascinante que sus labios estén humectados por algún tipo de bálsamo con aroma a cacao—. Ya le puse pestillo a la puerta.

El pecho del aludido se eleva con el aviso y el ritmo de su respiración cambia, haciéndose un tanto más pesada por razones que ni él mismo comprende del todo.

Sin embargo, está bien. Se siente bien. No sabe que es lo que quiere que suceda con exactitud, pero quiere que algo bueno ocurra, así que solo necesita dejarse llevar por ese remolino de sensaciones que está creciendo en su abdomen.

Impulsado por el vívido recuerdo de lo increíble que fue estar sobre el regazo de Louis la última vez, obecede la instrucción de acercarse a él y no tarda en acomodarse velozmente en su nuevo lugar favorito, con las piernas situadas a cada lado de su novio.

Siguiendo la estrategia recién trazada, busca a tientas el control remoto del televisor y una vez que lo encuentra, presiona el botón correcto para aumentar el volumen del programa deportivo que presenta los resúmenes de los partidos finalizados.

Con el ruido de fondo convirtiéndose en la cortina de humo perfecta, un estallido súbito de adrenalina le recorre el cuerpo y un nudo tenso se forma en su garganta al notar la intensa conexión que se crea en sus miradas.

Los dos están muriendo por ver que hay más allá de un simple beso y lo van a descubrir.

Louis atrapa hábilmente los labios de Harry, rozándolos con una mezcla de delicadeza y fervor, tal como siempre lo hace.

Se besan a un ritmo tan tentador que les eriza la piel, raspan sus dientes con afán en los labios del otro e incluso, se estremecen debido a que sus lenguas se enredan ocasionalmente, deseando explorar cada rincón de sus bocas por un siglo entero.

O tal vez, por una vida entera.

Esta vez se hallan más receptivos de lo común y el menor tiene la cabeza en blanco. No puede pensar en nada que no sean las palmas de Louis explorando cada rincón de su cuerpo, no ha podido parar de ahogar jadeos suaves en medio de los calurosos besos y tampoco entiende cómo es que aguantaron tantos meses sin siquiera tratar de avanzar una casilla en el tablero.

Se pregunta si está inmerso en un maldito sueño o atrapado en una jodida fantasía, pues le resulta increíble hallarse ahí, sentado encima de él mientras su cintura es acariciada con suma devoción.

Afortunadamente, confirma que está viviendo la realidad cuando el borde de sus prendas inferiores es estirado hacia abajo, revelando una buena parte de su trasero que de inmediato es envuelto por un par de manos curiosas.

Harry se sobresalta, pero no respinga y procede a clavarse los dientes en la cara interna de su mejilla, encontrando maravilloso el hecho de que los dedos de su novio se aferren a él con tanta fuerza, estrujando aquella zona sin ninguna consideración, como si quisiera dejar marcada la silueta de sus dígitos.

La garganta se le seca gracias a que sus nalgas son sujetadas con una energía alucinante, brindándole una sensación exquisita y distinta a las que él está acostumbrado.

Aunque batalla por contener los primeros ruidos obscenos que amenazan con escaparse de su boca, no puede evitar soltar un gemido agudo, revelando lo mucho que está disfrutando del excitante toque.

Está caminando en las nubes.

Louis se deleita con el divino sonido, sonriendo con satisfacción mientras se aventura a toquetear el pliegue del pomposo trasero que tiene a su merced, deslizando el índice entre los glúteos de su bonito novio en busca de robarle otro gemido igual de candente.

Lo consigue. Obtiene otro gimoteo seguido de un débil suspiro, y el desastre en sus pantalones se vuelve aún más notorio, ya que la ropa interior comienza a resultar incómoda para él.

Ah, Lou... —Lo oye sisear, y puede notar cómo tiembla entre sus brazos—. Me, me siento raro.

La tensión es invasiva, la habitación parece estar en llamas.

—Dime si quieres que pare —puntualiza, plantándole un beso húmedo a la altura del pómulo derecho—. Si no te sientes bien con esto, házmelo saber.

No importa cuántas ganas tenga él o si más adelante tiene que recurrir a su propia mano para aliviar la erección que ahora tiene bajo la pijama, pero si su ratón decide que no quiere continuar, lo aceptará sin objeciones.

Por el contrario, Harry no protesta de ningún modo y hasta toma la iniciativa de mover un poco sus caderas, rotándolas experimentalmente sobre la entrepierna contraria. Al percatarse de una dureza escondida por debajo de aquella delgada tela, se aferra con firmeza a los bíceps marcados de Louis.

—Me gusta, de verdad —susurra, y no se reprime a entregarle un lametón caliente en la orilla de la boca—. Continúa, por favor.

Las tripas del castaño se trenzan, la horrible quemazón en su vientre lo orilla a asentir ferozmente y cesa las caricias en la piel de su trasero para tomarlo por la parte posterior del cuello.

Lo atrae hacia sí con un ímpetu irresistible, estampando sus bocas de nueva cuenta y sin perder el control de la intoxicante unión, extiende la mano a ciegas hacia el pequeño bote de lubricante que permanece tirado sobre el edredón.

Harry no se da cuenta de que una de sus adquisiciones recientes ahora está bajo el poder de Louis. Él se encuentra demasiado absorto, comiéndole la boca con codicia, chocando sus dientes cada que el ritmo del beso se vuelve frenético y derramando un poco de saliva por sus comisuras.

Es probable que sus labios estén más lastimados que nunca.

—Oye, Hazz —Hace una pausa forzosa porque debe comunicarle el siguiente paso—. Voy a... Debo prepararte, ¿está bien?

—¿Prepararme?

—Sí —De forma juguetona, le muestra el lubricante y sonríe tenue—. Con mis dedos, ya sabes...

El rizado sube los párpados más de lo normal y una corriente eléctrica recorre su espalda de extremo a extremo.

No va a mentir. Está rogando en silencio por eso.

—Entiendo —Aprovecha para retirarse los rizos que tiene pegados a la frente—. De acuerdo, sí.

Louis lo sostiene por la cintura, estrechándolo con todo el amor que le tiene porque su único propósito esa noche es hacerle sentir cómodo.

—¿Estás seguro de que quieres seguir? —pregunta de nuevo, ya que considera necesario cerciorarse de que no existan cambios de opinión—. Puedes decirme que pare cuando quieras, de verdad...

—Amor, estoy bien —Se ríe de un modo casi angelical, pero agradece infinitamente la protección otorgada—. Yo quiero hacerlo, te lo juro... Ahora dime, ¿tú quieres hacerlo?

—¿En serio lo dudas?

—Bueno, yo también debo confirmarlo.

Él voltea los ojos, riendo con una entonación similar y luego sujeta al porrista por la barbilla, pidiéndole retomar la actividad de besarse hasta que los labios les duelan.

Lo hacen, o al menos Harry sí se enfoca en atarazarle la boca con desenfreno, controlando la velocidad del acto mientras es cuidadosamente reclinado sobre el colchón hasta que su espalda se encuentra descansando en el edredón lila.

Louis coloca las manos a cada lado de su cabeza, apoyándose en la superficie blanda de la cama y delinea su labio superior con la punta de la lengua, previo a separarse cuando la falta de oxígeno le pide a gritos que lo hagan.

Un hilillo de saliva cuelga entre sus bocas las mejillas de ambos lucen rojas, como si estuvieran a punto de reventar e intercambian una sonrisita secuaz, avisándose con ese gesto que a partir de ahí, solo se detendrán hasta quedar totalmente satisfechos.

—Que bonito eres, Hazz —El mayor concede, deslumbrado por su innegable belleza—. Todo en ti es perfecto.

El cumplido le sale del corazón y con eso, evidencia cuán hechizado se encuentra por aquel porrista que se hizo su mejor amigo en la etapa más pura de su vida.

Y lo quiere tanto que duele. Lo adora más a que nadie. Él podría convertirse en su cachorro fiel y seguirlo al fin del mundo si se lo pidiera, podría hacerlo porque está tan enamorado de él que, sin razonarlo, se convertiría en su más fiel servidor si tan solo se lo ordenara.

Harry es su alma gemela. Su otra mitad, su complemento. Y verlo con los cachetes colorados, dispuesto a entregarse por completo , le hace creer que hizo algo muy bueno en otra vida para merecerlo.

Por ello, debe asumir la responsabilidad de protegerlo y de crear una velada inolvidable para ambos.

Así que, demostrando su preocupación por el bienestar de su amado novio, Louis le ayuda a retirarse las dos prendas inferiores, bajándolas perezosamente por sus hermosas piernas y se toma el tiempo de admirar como su piel se eriza al ser despojado de la delgada ropa.

Arroja el short y su ropa interior al suelo, contemplando la palidez de esos muslos que lo tienen doblegado y en cuanto su vista para en la erección de Harry, tan necesitada de atención como la suya, él jadea, mareado por el golpe de emociones que de repente extingue su cordura.

Boquea, remojándose los labios con su propia saliva al levantar la tapa del pequeño bote de lubricante y hace una mueca, gracias a que la erótica imagen que tiene enfrente se encarga de intensificar el dolor punzante en su miembro erecto.

Es fascinante que, por primera vez, tenga al responsable de sus fantasías ahí.

El aroma dulzón del producto se dispersa en el aire cuando derrama una generosa cantidad del líquido viscoso sobre dos de sus dedos, reparando al instante la frialdad del gel y por ello, decide frotar sus yemas entre sí, intentando equilibrar la temperatura.

Si bien es un pobre inexperto, tiene una noción clara de lo que debe hacer.

Por su lado, Harry ya anticipa lo que viene, lo sabe cuando el olor a fresa le entra por la nariz y en consecuencia, encoge las piernas, anclando sus talones al colchón para separar los muslos de un modo pecaminoso que le revuelve las ideas a Louis.

Soporta una ola de calor implacable, y ya no se preocupa por ocultar su excitación.

—Haremos que no duela, bombón — musita, tratando de sonar lo más relajado posible—. ¿Estás listo?

Las palabras sobran, ya que el menor cabecea en afirmación y se cubre la boca con el dorso de la mano.

Lo necesita. Quiere tanto sus dedos y está implorando que lo haga justo ahora.

Y Louis no es nadie para negarle algo, él siempre atenderá sus exigencias.

Cuidadosamente, lleva la punta del índice al pliegue de su trasero, esparciendo un poco del líquido resbaladizo por encima de su diminuta entrada y Harry expulsa un jadeo sórdido, tanto por el frío en su piel como por el roce imprevisto de un dígito que se barre en el borde de su agujero.

Es su primer acercamiento a una situación así, si bien se ha masturbado un par de veces, jamás en la vida ha tenido algo ahí dentro y quizá por esa razón se halla tan impaciente por saber que es lo que se siente.

Y de hecho, no tiene que esperar mucho para averiguarlo, porque gracias a la excesiva cantidad de lubricante en los dígitos ajenos, uno de ellos se introduce con sorprendente facilidad en su interior, saqueándole un gemido en seco después de que advierte la inusual intrusión.

—Mierda, ¿qué...? —La pregunta queda a medias y los dedos de sus pies se encogen—. Joder, Louis...

Está de más decir que el nombrado se halla aturdido.

Ni siquiera puede creer la sensualidad con la que su dedo es apretado por aquel espacio cálido, y maldición, debe dejar de pensar en lo magnífico que se sentirá cuando sea su turno de sumergirse allí.

—¿Estás bien? —Se las arregla para decir, aunque su cerebro ha dejado de carburar—. ¿No te duele?

El rizado niega, colocando luego los ojos en blanco y sacude con suavidad sus caderas, confirmándole que todo está más que bien. Nuevamente está agitado, pero gracias al cielo, el ardor del primer contacto se ha ido.

Cuando vuelve a padecer la delirante intromisión, se retuerce sobre la cama.

Disfruta de la forma en que Louis ha empezado a mover la muñeca, sacando lentamente su dígito de aquel estrecho sitio y siendo gentil con cada movimiento que realiza porque lo que menos quiere es lastimarlo.

Respira con violencia, su cuerpo cediendo a los empujes del dedo que tiene entrando y saliendo de su agujero. Pronto, el sudor le cubre toda la piel de la frente, formando pequeñas perlas brillantes que le decoran el entrecejo mientras Louis continúa estimulándolo de una forma increíblemente placentera.

—Eso es... —tararea, abrumado por la lujuria—. Estás tomándolo muy bien, amor, relájate.

El ojiverde le hace caso, concentrándose en liberar la tensión de sus músculos y concediéndole a Louis el derecho de penetrarlo tantas veces como desee, expresando su agradecimiento con gimoteos suaves.

Porque diablos, debe admitir que lo está gozando plenamente.

Por fin se ha acostumbrado a la nueva sensación, ya no escuece, ya no lastima. Echa la cabeza hacia atrás, manteniendo los párpados abajo y su espalda se curva débilmente cada vez que siente un calor poco familiar expandiéndose por su pelvis.

—Segundo, bombón —Louis dice, como parte de un aviso importante—. ¿Puedes soportarlo?

Harry se considera muy valiente a la hora de asentir, pues le urge aumentar el placer que le viaja por el cuerpo, sin importar que al inicio sea un poco insoportable.

Se marea, en verdad siente que todo le da vueltas al momento en que su borde se estira un poco más que al principio y el chillido que escapa de sus cuerdas vocales es neutralizado por obra divina, o mejor dicho, porque Louis alcanza a taparle la boca.

A pesar de que el ruido de la televisión persiste, no se quieren arriesgar.

Sinceramente, el mayor no tiene idea si debe dirigir su mirada hacia el sonrojado rostro del porrista o hacia la parte baja de su cuerpo. Está volviéndose loco, su miembro duele como los mil demonios.

Aquel sitio en dónde sus dígitos se mueven es caliente y angosto a pesar del montón de lubricante que utilizó. Está haciendo un gran intento por aflojarlo sin sobrepasar los límites de lo delicado, pero los jadeos desinhibidos de Harry son tan pronunciados que resulta imposible ignorarlos.

Gira la muñeca, curvando también los dedos con la intención de modificar el ángulo de las penetraciones y en cuanto el rizado se remueve inquieto, con sus puños cerrándose en el edredón acolchado, él sabe que ha encontrado el punto más vulnerable en su interior.

Joder.

Puede venirse con solo verlo, es un simple adolescente cegado por lo bonito que se ve su novio disfrutando, por lo glorioso que luce cada que roza su próstata con la punta de su índice y dedo medio, y por los incesantes gimoteos que evacua aún cuando tiene la mano sobre su linda boca.

Está encandilado por la viva imagen de Harry separando las piernas para pedir más de él. Se halla perdido, tensando la mandíbula mientras observa cómo su chico se impulsa hacia abajo repetidamente, con el propósito de encontrarse más veces de las que debería con sus dedos.

Eso es demasiado.

—Amor, déjame follarte —ruega, ido por las ganas que tiene de poseerlo. Literalmente, está de rodillas ante él—. Por favor, déjame hacerlo...

Ya no razona. Su extremo prudente se ha apagado, sus ojos azules se han oscurecido. Su miembro está duro y hasta ha manchado sus pantalones de pijama con el líquido preseminal que probablemente ha botado debido a la embriagadora circunstancia.

Su angustiosa solicitud hace que los ojos de Harry se abran, y están tan llorosos que por un segundo cree que ha arruinado todo. Por lo tanto, saca el par de dedos de su ajustada entrada, dejándolo con un terrible vacío y humedad que el rizado no planea tolerar por mucho tiempo.

Lo sujeta con rudeza por la muñeca, justo de la extremidad que ha usado para cubrirle la boca, y no se priva de agarrarlo con vigor, dando un mandato claro para que la retire de inmediato. El mayor lo hace, le quita la mano sin rechistar, devolviéndole la posibilidad de expresarse verbalmente.

—Hazlo... Por favor, te lo suplico —Harry gruñe, arañándose la cara interna de sus muslos con una indecencia impactante—. Métela, vamos.

Mierda.

Mierda, mierda, mierda.

Eso es todo lo que Louis necesita para desconectar el único cable que todavía lo conecta al pudor.

Está más caliente que una antorcha encendida, realmente afectado por cómo sus dedos fueron recibidos con gusto por el apretado agujero del porrista y sin duda, quiere recrear esa sensación, pero esta vez en otra parte del cuerpo.

Como si estuviera en una carrera contra reloj, maniobra con celeridad al retirarse las dos prendas que le estorban, lanzándolas sin cuidado a una esquina de la habitación.

Suspira hondamente cuando su erección queda por fin liberada de los incómodos tejidos que solo lo estaban torturando y se arrastra por la cama, hasta que vuelve a colocarse entre las piernas de Harry.

Cachetes arrebolados, piel marcada y sonrisas desvergonzadas haciendo referencia lo sedientos que están por esto.

Pese a que Louis le están temblando las manos, logra rasgar con calma el envoltorio del preservativo, abriendo el empaque por un borde y al tenerlo entre sus dedos, pone en práctica lo que ha aprendido de distintas fuentes sobre cómo colocarselo de manera correcta.

Así que eso hace, rueda el condón sobre su erección, extendiendo el látex por encima y gruñendo bajo al esparcir más lubricante sobre su longitud. Es un tanto extraño para él, ya que nunca se había puesto uno antes, pero ha descubierto que no es algo fuera de lo común.

Con el paso del tiempo, confía en que aprenderá a ser más hábil para colocárselo.

—Oye... El tuyo es más grande que el mío —Harry le dice, interrumpiendo su lapso de cavilación.

Él arruga el ceño, mirándolo con rareza.

—¿Qué?

—Tú pene —Alza las cejas y enseguida apunta hacia su entrepierna—. Es más grande.

Francamente, Harry no tiene problema en reconocer en voz alta que hay una diferencia de tamaños entre ellos. No es algo muy evidente, pero sí lo suficiente como para hacerle cuestionar.

—Hazz, por Dios —Tiene que reír, es incapaz de contener su pequeña carcajada—. ¿Eso importa mucho?

—Pues... Considerando que debe entrar en mí, supongo que sí.

Louis se ríe de nuevo, encantado por la espontaneidad de su novio hasta en ese tipo de momentos.

Lo adora con toda su alma.

No dice nada más, simplemente se acomoda sobre él, tomando las precauciones necesarias para no aplastarlo con su propio cuerpo y ayudándolo a colocar las piernas en torno a su cadera.

Como punto de apoyo, coloca nuevamente una de las manos a un lado de su cabeza, mientras que la otra viaja a su rostro, acariciándole las mejillas con ternura.

—¿Listo? —Le pregunta, cepillando su labio superior con el pulgar—. Avísame si quieres parar, ¿bien?

El ojiverde suspira y lo envuelve del cuello, entrelazando los dedos por encima de su nuca.

—Está bien, amor —concede con plena confianza, sus iris reluciendo de felicidad—. Quiero hacerlo, vamos.

—... Te quiero tanto, ratón.

—Yo te quiero mucho más.

Entonces, Louis inhala profundamente, saboreando el momento antes de depositar un beso extra sobre su boca entreabierta.

Siente un leve nerviosismo, pero se esfuerza por mantener la calma y con delicadeza, toma su propia erección para alinearse contra el pequeño anillo muscular que se contrae anticipadamente.

Cuando la punta de su miembro roza apenas con la entrada de Harry, los dos se quedan sin aliento, percibiendo oleadas de calor a través de cada fibra de su ser y se miran, buscando cualquier indicio de arrepentimiento en sus rostros.

Al no encontrar ninguna mueca que les detenga, el mayor toma la decisión de empujarse de una vez por todas, balanceando las caderas hacia adelante para traspasar el borde de aquel pequeño espacio.

Como un acto divino, se desliza con relativa facilidad en su interior, pero lo hace lentamente, con sumo cuidado, consciente de lo apretado que se siente y porque teme desmayarse en cualquier segundo.

Gimotea, tensando la mandíbula mientras penetra a su novio poco a poco y lucha por mantener el autocontrol, pues la presión sobre su miembro es tan exquisita que inesperadamente se siente golpeado por un impulso arrollador de entregarse sin restricciones.

Sin embargo, se abstiene por el bien de Harry. Jamás se perdonaría lastimarlo de ninguna manera.

En cambio, el otro no deja de morderse con extrema fuerza el labio para contener cualquier quejido y el ardor en la parte baja de su cuerpo ha desencadenado una mezcla de emociones insólitas de las cuales no está del todo consciente.

Encaja las uñas en los brazos de Louis, dejando pequeñas marcas en su piel a medida que sus paredes internas ceden a la invasión, recibiendo cada centímetro del miembro erecto que continúa hundiéndose en él y sus piernas cosquillean ya que el escozor lo está lanzando al limbo de la irracionalidad.

—M-maldición —brama, y los dedos de sus pies se encogen—. Es bueno...

Realmente piensa que lo es, porque a pesar del condenado malestar, él quiere más.

—Voy a morir —pronuncia en un hilo de voz porque está perdido en la neblina del deleite—. Dios, es demasiado.

—Lo es, pero me gusta —espeta, luego de humedecerse los labios resecos—. Hiciste... un buen trabajo con los dedos.

El cumplido es sincero.

Gracias a su buen desempeño en el acto previo, Harry no tarda tanto en adaptarse a la longitud y el grosor del pene que se encuentra incrustado en él.

Ahora, las cosas pueden fluir con una mayor sencillez.

Louis sonríe de lado, inspirando por la nariz y busca sus labios, tomándolos en otro beso tosco que les sacude las entrañas. Varias veces idealizó como sería el sexo con Harry, en muchas ocasiones imaginó que era lo que podía pasar cuando al fin pudiera compartir una noche privada a su lado, y ya que lo está experimentando, reconoce que no estuvo ni un poco cerca de lo que en realidad es.

En una sola palabra, lo puede definir como mágico. Y sí, quizá suene como todo un cursi, pero no le interesa. Él reconoce que no lo hacen solo por el placer mutuo, ni por hallarse en la etapa más hormonal de su crecimiento.

Sí, es mucho más que eso y la conexión tan única que tienen hace que todo sea tres veces mejor.

Por ello, cuando comienza a balancearse hacia adelante para iniciar las leves estocadas, la tensión sexual que habían estado cargando llega a su fin.

Los gemidos roncos se apoderan de sus gargantas, las gotas de sudor caen con más frecuencia por los laterales de sus caras y deben mantenerse en la línea de la relajación, porque de lo contrario podrían desencadenar un caos.

Harry está en el cielo, casi puede oír a los ángeles cantar cada vez que su cuerpo se mece al ritmo de cada embestida. Su espalda se arquea de satisfacción, sus latidos se han vuelto furiosos gracias a los besos en su cuello y las llamas en su abdomen están acabando con su poco buen juicio.

Sus rodillas están terriblemente frágiles, ha hincado un par de veces los talones en la espalda baja de su novio y ya ha perdido la cuenta de cuántos gemidos ha sofocado en su boca.

Necesita urgentemente sostenerse de algo, las palmas le están hormigueando y como lo único que encuentra en el camino son los cabellos ajenos, no tiene una pizca de compasión al sujetarlos con fiereza.

Louis jadea a causa del tirón en su nuca, apretando los dientes cuando su estómago quema por dentro y en esa torpe distracción, cambia el ángulo de sus penetraciones.

No obstante, eso resulta tremendamente beneficioso para Harry, porque la siguiente embestida que recibe alcanza ese punto exacto en su interior que casi lo hace sollozar de dicha.

Aunque él ya tenía conocimiento de que la zona de máxima estimulación para el hombre se encontraba ahí, jamás pensó que el placer se multiplicaría a tal grado y hoy más que nunca, confirma que siempre desea recibir todo lo que Louis pueda ofrecerle.

Ellos están disfrutando de su primera vez juntos, gozando del sexo como una de las muchas experiencias que han compartido y descubierto a lo largo de los años.

Ninguno tiene que preocuparse por nada, ni siquiera por la resistencia durante el acto, ya que eso es algo que irán desarrollando a medida que sus encuentros se vuelvan más frecuentes.

Por eso, cuando Harry cree que ya no puede más con todo lo que está sucediendo en su sistema, no intenta retrasar su orgasmo y se remueve sobre la cama al dejarse llevar, apretándose alrededor de la longitud de Louis mientras su corrida brota por la hendidura de su pene en largas tiras.

Su camiseta se mancha con el semen liberado, las lágrimas resbalan por sus ojos nublados y jadea alto, entregándose por completo a la cumbre del fabuloso éxtasis que lo está abrazando.

Ajeno a todo, pierde la noción de lo que ocurre en su habitación durante minutos considerables y desafortunadamente, no se da cuenta del momento en que su jugador estrella también alcanza la cima, descargándose en el preservativo después de que su miembro fuera apretado al borde de aturdirlo.

Los dos pueden ver las estrellas, sus extremidades se encuentran horriblemente débiles y han quedado rendidos, tan agotados como si hubieran hecho treinta horas de ejercicio.

Antes de dejarse caer exhausto sobre el colchón, Louis sale de la cálida estrechez que Harry amablemente le brindó y con la poca fuerza que le resta, envuelve el condón lleno del líquido blancuzco en un poco de papel, depositándolo en el cesto de basura que descansa discreto al lado de la cama.

—Demonios —Logra murmurar, aún con la respiración agitada—. Eso fue fantástico...

—Ya sé —El rizado resopla, al limpiarse la frente con el antebrazo—. Estuvo más que genial.

Además de estar exageradamente cansados, también se encuentran muy contentos.

Louis se rueda sobre el desordenado edredón para poder mirarlo—: ¿No te lastimé?

—No, amor, todo está de maravilla —Le sonríe, y sus labios lucen verdaderamente destrozados—. ¿Tú estás bien?

—Estoy perfecto, ratón —murmura, al pasar la palma izquierda por encima de su muslo desnudo—. Por Dios, me encanta tu cuerpo.

La caricia provoca en Harry una sensación escalofriante, y solo puede devolver un guiño cómplice, indicándole en secreto que tiene libertad para tomar lo que desee de él en cualquier momento.

Por ahora, necesitan tomar otro baño para conciliar el sueño con tranquilidad.

Provocarlo al usar la falda ha sido, por mucho, la mejor idea que ha tenido en todo el año.

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hii, besties! 🫂🩵 lamento la tardanza, pero me costó demasiado escribir este smut y hasta que no quedó equilibrado en varios sentidos, pude sentirme a gusto con el capítulo.

además, con las nuevas políticas que van a entrar para wattpad tuve que hacer los cambios de edades en la fic, ya que no quería agregar otras escenas que desviaran la trama y demás, así que bueno, afortunadamente no tuvimos saltos fuera de tiempo ni nada de eso.

otra cosa que les quería decir, es que está semana me daré el tiempo de subir todas mis fics a inkitt por mera seguridad, así que también estarán disponibles allá. mi usuario es el mismo de aquí, @mtommot91 ♥︎ por si quieren ir a seguirme.

también, recuerden que tengo mi cuenta de respaldo aquí en wattpad, por si también gustan seguirme allá solo en caso de emergencia, aunque esperemos que nada pase. ♡ es martommot91

por último, solo quiero decirles que esta fic seguirá actualizándose aquí en wattpad, pq según ya no infringimos ninguna norma 🧍🏻‍♂️ y bueno, igual la subiré a inkitt y la estaré actualizando al mismo tiempo allá.

eso es todo, e infinitas gracias por las 100k de leídas, estoy muy feliz con todo el amor que le dan a la fic. ♡
besitos, les amo montones y nos leemos pronto.

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